Aprire gli occhi

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El cielo era blanco, todo parecía una gran bóveda cristalina de pura tranquilidad sin sol de por medio. Faltaba poco para que comenzara a nevar, mi piel fría lo notaba y mi cabeza también ya que parecía empecinada con hacerme dormir de más.

Eran las siete de la mañana, tenía que esperar a mi "entrenador" a las afueras de la mansión derruida por el tiempo. No paraba de bostezar; a cada mitad de minuto, un bostezo se hacía presente para darle lugar a otro. Era una molesta sensación de cansancio tanto mental como físico que me hacía desear estar en la cama de nuevo, arrullada por la noche, con las mantas en mi cuerpo, rodeándome con calidez. Pero no sucedía ni sucedería nada de eso, debía esperar a Alex allí: en el frío y desolado bosque, sin esperanzas de irme a mi cama a dormir.

Estaba por bostezar cuando sentí unos pasos mínimos a lo lejos. Al darme la vuelta, atenta, encontré dos ojos grises mirándome con fuerza, con la boca semiabierta.

―Así que esperas al condenado de mi hermano.

Asentí sin siquiera dirigirle la mirada por mucho tiempo. Aun no estábamos reconciliados luego de la fuerte discusión que habíamos tenido. Incluso esa era la primera vez que nos encontrábamos a solas después de aquella pelea.

―¿Tienes idea de cómo llegué a esa casa?

Negué con la cabeza una sola vez, con un movimiento rápido y fuerte.

―Pero tampoco me interesa saber ―me adelanté antes de que comience a narrar su historia.

Si había algo que hubiese empeorado mi mañana era el que él estuviera allí, hablándome como si nada hubiera pasado.

―Igual te la contaré, debes saber todo lo posible si quieres estar con nosotros. Debes conocer nuestra historia Dreyri. ―Hizo una pausa esperando a que dijera algo, pero no lo hice, por lo que comenzó a contar―. Sabes qué clase soy, sabes las cosas que puedo hacer.

―No ―lo atajé antes de que siga narrando. Realmente no sabía de todo lo que era capaz.

Asintió. Se dio cuenta que explicarme eso sería un buen punto de partida de la conversación.

―Algunos de nuestra raza podemos hacer transformaciones con nuestra propia edad. ―Me miró a los ojos, yo seguí mirando hacia el bosque, esperando que Alex venga. ―. Los Blacked tenían un hijo menor, recién había nacido y tenía apenas unos meses cuando le detectaron una enfermedad grave en el corazón. No sobrevivió a los cinco meses ―dijo con un gran pesar desde el fondo de su pecho―. La enfermera que estaba controlando su progreso con el médico es una de nuestro clan.

Lo miré por primera vez desde que había llegado, realmente me sorprendió mucho saber eso.

―Así que hay más de los que creía en este pueblo.

―Así es. Solo crecieron y se formaron aquí, ya que este clan en particular no acepta cualquier vampiro sino descendientes reales que tengan sangre de nuestro creador en sus venas. Por lo que no cualquier persona puede ser transformada. Pero luego del período de entrenamiento, se han alejado de esta casa y ahora tienen vidas normales.

Asiento, comprendiendo de que tan solos no estábamos en ese lugar casi abandonado por cualquier Dios.

―Por lo que días antes de que el niño falleciera ella me había advertido sobre eso para que me preparase. Dolió mucho la trasformación, sentía a mi cuerpo desprenderse completamente de mi alma, o lo que queda de ella. Dolió por varios días hasta que al final pude convertirme ―hizo una pausa, tal vez por recordar Gracias a las visiones que les hice creer a los Blacked antes de transformarme debido al cambio de color de mis ojos y cabello, pudieron aceptarme como su hijo sin sospechar nada, ni siquiera ahora.

Secretos de Sangre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora