Tengo tanto miedo, tanto miedo de perder la cabeza y no poder volver a tomar el control de la situación, que siento que mi corazón y mí mente van a estallar.
Dios...solo ayúdame a superar esto, ya no quiero sentirme así, no es justo.
Tal vez lo mejor sí sea dejarla en paz, hacer de cuenta que nada de esto pasó. Será lo mejor.
Ya no quiero lastimarte...
CONTINUACIÓN...
Amanda P.O.V
Estoy acabada, completamente acabada. Jamás me había sentido tan angustiada, tan abatida. Y lo peor de todo es que no podía hacer absolutamente nada. Porque no, a ella no le importaba. Ni lo que yo sentía, ni haber jugado conmigo, nada.
Pero hay una cosa de la que ella no es culpable, y eso es haberme enamorado de alguien inalcanzable. Sí. Alguien que ya está casada, que jamás se fijaría en mí, y que jamás se fijaría en una mujer...porque sí, solo tuvo curiosidad pero allí se acabó. Ama a su esposo y yo debo entenderlo de una vez por todas y olvidarme de ella.
Aunque será difícil viéndola todos los días en el Instituto. Pero no tenía otro remedio.
Debía dejar de llorar porque luego me preguntarían qué ocurría y no sabría qué responderles. Así que me levanté de la cama y fui hasta el baño a lavarme la cara y colocarme algo de crema ya que la tenía muy irritada.
Luego me puse a ver algo de televisión hasta que estuviera la cena.
•••
2 semanas después...
Quedaban solo dos días para empezar las clases, así que debía aprovecharlos a estar con mis padres antes de que se marcharan.
Estábamos cenando con mis padres en "Bambú", un lujoso y cálido restaurante eco friendly, era realmente hermoso.
Pasábamos una noche genial, definitivamente. Comimos delicioso, hablamos, reimos de los típicos chistes de papá, en fin...todo estuvo más que bien.
Al llegar a casa papá se despidió de nosotras y se fue a descansar ya que eran las 2 am. Mi tía Amelia ya estaba durmiendo.
Estábamos en la cocina con mamá, y supe que ese era el momento para hablar con ella antes de que se fuera. Era ahora o nunca.
— ¿Quieres un café? — le pregunté.
— Está bien. — dijo mientras se sentaba en la barra de desayuno.
— Mamá...necesito hablar de algo contigo. — dije mientras ponía agua a hervir.
— Está bien cariño, ¿de qué se trata? — preguntó curiosa.
— De...de algo que necesito decirte desde hace mucho tiempo, y quiero que sepas que si no lo hice antes fue porque no tuve el valor de hacerlo, y porque no me sentía preparada. — sije observándola.
-- Lo entiendo hija, pero no me asustes, dime por favor, ¿qué tienes? — se veía preocupada.
— A mí me...me gustan las chicas mamá. — dije soltándolo de una vez, y rogando que lo aceptara.
Estoy tan nerviosa...
Mi madre se quedó observándome por un momento, sin quitarme la mirada de encima. Y luego así como si nada...sonrió.
Siento que me desmayaré del gran alivio que siento.
— Ya lo sé mi amor. — dijo manteniendo aquella sonrisa en la cara.
No pude disimular mí expresión de sorpresa.
Quizás sí creía que tal vez lo sospechaba un poco, pero jamás pensé que lo tuviera tan en claro.
Y más aún que se lo tomara tan tranquilamente respondiéndome con esa sonrisa.
— ¿Qué? ¿Cómo que ya lo sabes? — dije sorprendida.
Ella se levantó y se sentó a mí lado. Me observó, me tomó de las manos, sonrió y me dijo...
— Siempre lo supe mi amor... — con una expresión de tranquilidad.
— Pero cómo... — dije algo confundida.
— Soy tu madre, te conozco más que nadie. Lo sospechaba desde que eras pequeña, y tiempo después lo confirmé. — dijo aún sosteniéndome la mirada.
— Guau, no me lo esperaba. Siempre pensé que seguramente solo lo sospecharas, pero jamás que ya lo tuvieras tan confirmado, y más aún desde hace tanto tiempo. ¿Hace cuánto? — pregunté intrigada.
— Desde que tenías 12 años aproximadamente, pude notarlo con más claridad. Ya que siempre hablabas muy bien de tus maestras, de una forma más especial de lo normal. Luego...encontré uno de tus diarios íntimos y accidentalmente leí algunas páginas. Donde hablabas de una de tus maestras. Creo que ahí terminé por darme cuenta. — dijo observándome.
— ¿Lo leíste accidentalmente? — dije mientras reía.
— Bueno...no, lo siento. — dijo riendo.
— Recuerdo cuando tenía 12 años, y tienes razón...pensándolo de ese modo sí era muy evidente. Y respecto al diario, creo que ni yo me daba cuenta pero realmente estaba muy enamorada de esa maestra. — Reí.
— Lo sé, la describías como un ser realmente perfecto. — me dijo.
— A esa edad todo parece perfecto, incluso las personas. — dije nostálgica, sin poder evitar que Julianne viniera a mí mente.
— Bueno...eso no ocurre solo cuando eres una niña, sucede cuando te enamoras. — dijo mí madre sonriendo.
— Quizás tengas razón. — fui a servir el café.
— ¿Te refieres a algo en especial? — preguntó mí madre.
— N-No no. — dije nerviosa tomando un sorbo de café.
— Dime la verdad Am, ¿por qué te pones tan tensa? — dijo observándome.
— No es eso, es solo que... — suspiro.
— Confía en mí, soy tu madre, y siempre voy a apoyarte en todo, solo quiero que seas feliz... — dijo sonriendo.
— Gracias mamá. Es que... tienes razón, sí estoy enamorada. — dije agachando la mirada.
— Aha, ahora lo entiendo. — dijo con la voz suave, me tomó del mentón suavemente y me hizo mirarla a los ojos. — ¿Y es eso motivo de vergüenza? — preguntó con esa calidez que tanto la caracteriza.
— No, es que...no es como tú piensas, de hecho...es mucho más complicado de lo que parece. — dije bufando.
— El amor es complicado hija, pero cuéntame, ¿por qué estás así? — preguntó.
— Yo...no puedo decírtelo ahora mamá, no lo entenderías, pero...prometo decírtelo. Si no te fueras en dos días... — dije triste.
— No me voy, iba a decírtelo por la noche pero ya que lo mencionas...decidí quedarme un tiempo más para estar contigo aunque sea los fines de semana. Tu padre sí se va, por su trabajo ya sabes... — dijo bebiendo su café.
— ¿En serio? ¡genial! Iba a extrañarte mucho si te ibas — dije abrazándola.
— Y yo a ti mi amor. — dijo correspondiendo el abrazo.
— Gracias mamá, de verdad gracias por todo. Por apoyarme, por entenderme, por siempre estar conmigo cuando te necesito. Hablar contigo me ha hecho mucho bien. — dije sonriendo.
— No tienes nada que agradecerme mi amor, soy tu mamá, siempre estaré contigo, pase lo que pase. No me importa quién te guste, si es hombre o mujer, lo único que me importa es tu felicidad. Y si tú eres feliz, tendré que agradecerle a la persona causante de eso porque también me hace feliz a mí. — dijo acariciando mí rostro.
— Te amo... — le dije emocionada.
— Y yo te amo a ti cariño. — mientras nos fundimos en un hermoso abrazo.
La verdad es que aquella charla con mamá me había tranquilizado un 100%. Además de hacerme sentir mucho mejor. Una de las mejores virtudes que tenía mamá, calmarme como nadie.
Y el hecho de que me haya aceptado como soy, y que me haya dado su apoyo fue lo mejor de todo. Me siento tan feliz y aliviada ahora que ni siquiera puedo explicarlo.
Lo único que falta es hablarle sobre Julianne. Pero creo que eso es más complejo, así que esperaré.
Luego de aquella larga charla las dos nos dirigimos a nuestras habitaciones para dormir.
•••
Primer día de clases otra vez. La verdad es que no tengo mucho entusiasmo por empezar, pero al menos queda poco para terminar este año, es lo único que me motiva.
Me despedí de papá quien debía volver ya que comenzaba a trabajar, lo besé y le dije que lo amaba mucho. Lo extrañaría mucho, esperaba verlo pronto. Al menos mamá se quedaría conmigo. Y aunque en el Instituto deba permanecer de lunes a viernes, podría estar con ella los fines de semana. Nueva regla de mi tía Amelia. Gracias a Dios.
Terminé de colocarme el uniforme y de arreglarme, y luego preparé una pequeña maleta con la ropa que usaría en el Instituto. Una vez lista, nos fuimos con mi tía Amelia y mi madre acompañándonos, en la limusine de mi tía.
Al llegar, me despedí de mamá, ya que la vería el fin de semana. Y luego entré al Instituto.
En tan solo un momento me encontré con Candace y Cecile, ¡las había extrañado tanto!
— ¡Am! — gritaron a la par y corrieron hacia a mí a abrazarme.
— ¡Chicas! Las extrañé tanto, lo juro. — dije abrazándolas.
— Y nosotras a tí boba, ¿qué tal las vacaciones? fabulosas ¿no? — preguntó Candace.
— Pues...sí, la pasé muy bien con mis padres, vinieron de New York y pasaron todas las vacaciones conmigo. Fue una gran sorpresa. — dije sonriente.
— Genial, me alegra. — dijo Candace.
— ¿Y ustedes? — pregunté a ambas.
— Las mías aburridas, pero bue...ya estoy acostumbrada. — dijo Cecile riendo.
— Ay qué mal, las mías fueron geniales. Fuimos a esquiar con mis padres y mis hermanos. — dijo entusiasmada.
— Genial. Aunque...pasaron tantas cosas que no se imaginan. — dije observándolas.
— ¿Qué? ¡Cuenta! — curiosas.
— En el receso. — dije riendo.
Eran las 9 am y ya estábamos en clase. Aún no había visto a Julianne, y esperaba no verla el resto del día. Pero sé que eso sería muy difícil.
Nos encontrábamos en la hora de Matemática, un bodrio como siempre. Cuando Chelsea interrumpe la clase. Creo que era la primera vez que no me disgustaba verla entrar por esa puerta. Todo fuera por interrumpir esta aburrida clase.
— Buenos días señoritas, buenos días profesora, disculpe la interrupción. Pero debo informarles algo importante a todas. Verán, en este lapso de vacaciones, la Directora Amelia ha decidido incorporar un taller de gimnasia al colegio, para que puedan ejercitarse y mantenerse en forma para una buena salud. Es por eso que voy a presentarles a alguien... — dijo mirando a la puerta, mientras una hermosa mujer entraba al curso. — Les presento a Amira Clemmensen, su nueva profesora de gimnasia, seguramente algunas la recuerden del campamento. — dijo Chelsea muy sonriente a la par de Amira, que me observaba desde adelante y yo no sabía qué carajos hacer.
Ok...no puede ser tan malo ¿o sí?