Samantha Whornwood y los mero...

By xCrazyPotterheadx

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-Sam, ¡perderás el expreso!, y este es tu primer año, recuerda querida... ¡Hogwarts! -gritó desde la cocina l... More

Nota de autora
El Expreso Hogwarts
El sombrero seleccionador
Caras nuevas
Una noche para cuatro
El primer día
Una broma pesada
Pociones
Niño extraño de nombre extraño
Prueba de vuelo

Nervios en la noche

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By xCrazyPotterheadx


Había pasado un tiempo desde el desagradable encuentro con Potter después de la clase de pociones con Slughorn. Samantha seguía convencida de que si no hubiera sido por esto, ese día habría sido uno muy bueno, ya que había descubierto que pociones entre otras asignaturas era una de sus favoritas.

—¿Cuando piensas dejar a ese ratón en paz? —Protestó Marcus, que al parecer no se veía nada contento contemplando como Hayden intentaba incansablemente cambiar el pelo de su ratón de un color gris a rosado oscuro. Al parecer el roedor tampoco estaba muy alegre con la varita de Hayden.

—Es solo que se ve tan triste de gris...y tu Blaster, ¡No ayudas mucho! —Hayden hacía extraños movimientos con su varita intentando que Blaster dejara de darle mordidas con sus largos dientes frontales.

Ese miércoles un aire otoñal comenzaba a entrar por los grandes ventanales del castillo. Y el Gran comedor, como todas las mañanas estaba lleno. Samantha se había levantado algo tarde ya que no había dormido muy bien esa noche. Había soñado con encapuchados otra vez. A veces deseaba entender que eran esas personas, o si al menos eran personas.

Ese jueves por la mañana, y la pelea entre Marcus y Hayden, le habían dado tiempo suficiente a Samantha para terminar de escribir la redacción del profesor Binns acerca de la historia de la magia en Norte América, bajar al Gran Comedor a comer una tarta de manzana y beber su jugo de calabaza.

—Lindo día...—susurró una voz de lado de Sam. —Al parecer el verano al fin está terminando.

Samantha dio un respingo. Gregory se hallaba sentado a un lado de ella con la mirada perdida en las ventanas que daban hacia las afueras de Hogwarts.

—¿Pero que...? ¡¿Gregory como rayos hiciste eso?! —Preguntó Sam agitada. Su animo no era el mejor.

—¿A que te refieres?- Preguntó Gregory con falsa naturalidad. —No se de que hablas.—Repuso con una sonrisa burlona.

—¡Apareciste de la nada!—Contestó la chica con el entrecejo fruncido.

Gregory soltó una fría carcajada.

—No es mi culpa que las pesadillas te hagan mal a la cabeza.

Samantha se heló por unos segundos, casi atragantándose por la idea que le había llegado a su cabeza.

—¿Como sabes que tuve pesadillas? —Preguntó a Gregory con los ojos como platos. Ella notó como este se puso rojo y miró para otro lado.

—No dejabas de moverte en la noche— Dijo Gregory a la defensiva. —Te removías y te quejabas de que tenías frío.

Sam estaba boquiabierta. En todo el tiempo que había vivido en casa con sus padres y su hermano, nunca había recibido quejas acerca de que hablaba dormida.

Cuando Gregory notó la cara de sorpresa de Sam, no tardó en recuperar su habitual mueca de superación.

—De hecho —Repuso Gregory soltando un suspiro,—He tenido mucho en cuenta el hecho de cambiarme de habitación.

—Eso no es problema Perkins.

Marcus se había acercado a la mesa de Slytherin acompañado por Hayden y Snape.

—Acabamos de hablar con el profesor Dumbledore y nos aclaró que no tuvimos en cuenta que... en fin —Soltó una carcajada.

—Dumbledore dijo, —Comenzó a decir Hayden decidida a terminar lo que Marcus había empezado.—Dijo que no tuvimos muy bien en cuenta el hecho de que las habitaciones están separadas por género. Es decir que barones y mujeres deben estar separados.

Apenas Hayden terminó de aclarar esto, Marcus y Gregory se miraron sonriendo de oreja a oreja. Hayden y Samantha pusieron los ojos en blanco.

—Por lo tanto , —Añadió Marcus acomodándose la verde y gris corbata de su uniforme, —Gregory, Severus y yo al fin tendremos un cuarto para nosotros solos. ¿No es así Severus? —Preguntó Marcus intentando buscar complicidad en su compañero.

—Ajá...—Respondió Snape algo incomodo.

Samantha los miraba a los tres bastante seria y por alguna razón Hayden también.

—Muy bien,—Comenzó a decir Sam mientras ella y Hayden recogían sus libros, pergaminos y los colocaban en sus mochilas. —Finalmente han conseguido librarse de nosotras.

Diciendo esto, las dos amigas se dirigieron a la sala común de Slytherin para dejar sus cosas y asistir a su primera clase de vuelo.

—¡Pero si yo no tengo escoba!

Hayden se hallaba nerviosa, no tenía ni idea de lo que tendría hacer y según ella su torpeza no la ayudaría demasiado. —Ademas, ¿Y si me caigo? mi cadáver saldrá en El Profeta y magos y brujas de todo el mundo mágico lo leerán y se reirán al saber que una torpe niña de once años cae de diez metros de altura y muere por ser tan...

—¿Torpe? —Sam estaba acostumbrada a que todo lo que decía Hayden acerca de ella misma, acabase con esa palabra. Torpe. —No creo que debas preocuparte por eso, después de todo ¿Para que están los profesores?

Antes de que Sam y Hayden pudieran salir al campo para sus clases de vuelo, Marcus y Gregory las atajaron por uno de los pasillos que conducía hacia la sala en común de Slytherin. Marcus estaba agitado de tanto correr y Gregory tenía su roja melena ahora tapándole los ojos. Una sonrisa de venganza se dibujó en el rostro de Samantha.

—No nos libramos de ustedes. —Aclaró Marcus.

—Oh vamos,—interrumpió Gregory—¡Solo era una broma tonta!, no tenían por que enojarse.

—Nosotras no... —Comenzó a decir Hayden. —Nosotras... aceptamos sus disculpas, solo con una condición. Deben prometer que harán su tarea sin nuestra ayuda y que dejarán de denigrarnos cada vez que intentamos practicar encantamientos.

—Pero...ya no será divertido...—protestó Gregory.—Bueno, supongo que podríamos escribir las redacciones nosotros mismos.

—¡Les pido a todos los alumnos de Gryffindor y Slytherin que por favor se queden en el centro del campo hasta que vuelva de la escobera!

La voz de la profesora de vuelo traspasó las paredes hasta llegar a los oídos de los cuatro amigos. Los cuales corrieron por los pasillos hasta salir del colegio y finalmente llegar hacia el campo de práctica.

Por lo que veían, la profesora no había regresado todavía y Sam podía divisar dos filas de alumnos. Los de Gryffindor se hallaban sentados en círculo en medio del campo y algunos de Slytherin hablaban entre ellos formados todavía en fila.

Antes de que ellos comenzaran a formarse, la profesora de vuelo se dirigió hacia los alumnos con unas cuantas escobas acumuladas bajo los dos brazos y dejándolas poco tiempo después esparcidas en circulo en medio del campo.

—He oído que muchos de ustedes están ansiosos por comenzar sus prácticas de Quidditch—Comenzó a decir la profesora a la vez que echaba una mirada furtiva a los barones de Gryffindor y Slytherin. Entre ellos James Potter y Sirius Black; se jactaban susurrándoles a los de su casa el hecho de que para ellos esa clase era una completa perdida de tiempo.

—Fanfarrones —bufó Hayden. Estaba cruzada de brazos y fulminaba a James con la mirada.

—Calla Hayden, quiero oír. —Gregory, por otro lado estaba muy interesado en cada cosa que decía la profesora y parecía ademas que intentaba ignorar a Potter lo más posible.

—Aunque ustedes no lo crean,— continuó diciendo la profesora. —Muchos de los grandes jugadores de Quidditch que muchos conocen, a su edad no sabían siquiera como montar una escoba. Por lo tanto, no quiero escuchar queja alguna como "no puedo hacerlo", o "voy a caer profesora" dijo la mujer adoptando un tono infantil.

—Ahora van a hacer exactamente lo que les digo. Si lo hacen, les prometo que no habrá ningún herido.

—¿Oíste eso Quéjicus? Mas te vale no caer. —Samantha oyó que James se dirigía a Snape, el cual miraba a James con un odio tan profundo que si se matase con la mirada...

—Aquí vamos de nuevo.—Pensó Sam, ya harta de las burlas de James. Por un segundo se le pasó por la cabeza ir hacia el y lanzarle algún maleficio, aunque eso significaría otra visita de Dumbledore y supuso que el director tendría problemas algo mas importantes que atender.

—Señor Potter, le aclaro que la profesora de vuelo aquí soy yo. —Dijo la profesora con aspereza.

Por suerte, alguien estaba dispuesto a callar al chico de gafas de una vez. —Muy bien alumnos, —Continuó esta vez dirigiéndose a toda la clase. —Ahora quiero que cada una se pare al lado de la escoba que han elegido.

Cada uno de los alumnos se dirigió rápidamente hacia el centro creando una ronda de la que solo sobresalían las manos levantadas de cada uno. Sam le echó un vistazo a las caras de sus compañeros, algunas llenas de ansiedad y otras de fastidio e incluso algunas llenas de miedo.

—Ahora ,—Explicaba la profesora, la cual parecía orgullosa de como estaba llevando la clase; —Quiero que griten fuerte "¡Arriba!" a su escoba. Si lo hacen bien, esta subirá directo a sus manos.

—¡Arriba! —gritó Samantha. Esta se sorprendió al ver como la escoba se removió unos segundos en el suelo y luego acabó directo en la palma de su mano.

Por otro lado, la de Hayden parecía no querer moverse. Esta no le ordenaba, sino que apenas parecía susurrarle. A Sam se le escapó una risa al ver como Gregory, que había conseguido que subiera hace rato, le enseñaba a la nerviosa chica como debía de hacerlo.

Pasó un tiempo hasta que todos tuvieran las escobas en sus manos. Algunos como Christian Griffin, acabaron incluso regañados por la profesora por agarrar la escoba con las manos sin haber dicho palabra.

—Muy bien — Continuó la profesora, — Ahora solo tómenla con fuerza desde el mango y no den una patada al piso hasta que yo les diga. ... ¿Todos listos? ¡Ahora!

Todos los alumnos pegaron una fuerte patada al suelo, produciendo que las escobas comenzaran a elevarse. Se escuchaban gritos de parte de algunos, claro, como de parte de Samantha que no había montado una escoba en su vida.

–Esta bien, está bien, solo intenten mantenerse a una altura razonable. ¡He dicho razonable señor Black!

La profesora se veía muy enojada viendo como Sirius Black había comenzado a hacer piruetas en el aire y casi no se veía ente las nubes. Se oyeron algunas risas de parte de los Gryffindor seguidos de los gritos de la profesora, que obligaron a Black a dejar de jugar en el aire.

—Bien —dijo con sarcasmo la profesora dirigiéndole una mirada de reproche a Black. —Veo que alguien desea profundamente la fama de buscador aquí, Señor Black.

Todos se quedaron en silencio y Samantha pudo notar como James potter le dedicaba una satisfactoria y desagradable sonrisa.

•••

—Señorita Whornwood...por favor despierte...¡Samantha!

Lo único que Samantha oía entre sueños era la severa voz de la profesora McGonagall que la llamaba y la agitaba sin parar.
—Pearson, necesito que vaya a las mazmorras. ¡Traiga agua y a el profesor Slughorn por favor!

Hayden Pearson salió corriendo de su habitación en pijamas en busca del profesor Slughorn, en tanto la profesora McGonagall intentaba sacar a Samantha de esa horrible pesadilla otra vez.

Toda la habitación se encontraba sumergida en suma oscuridad. Si no fuera por la luz que emanaba la varita de la directora.

—Eran unas criaturas extrañas... delgadas y encapuchadas. —Explicaba Sam, ahora sentada en uno de los grandes asientos del despacho de Dumbledore. El profesor Horace Slughorn la escuchaba atento mientras sostenía un envase lleno de algo que parecía ser algún tipo de poción para el sueño.

—¿Podría ser mas específica?—Preguntó amablemente el profesor. Luego Sam pudo notar como el rostro de Slughorn comenzó a tomar un color blanco intenso y acomodándose en su asiento de una forma inquietante volvió a preguntar esta vez mirando a la niña con cierta tristeza. —Dime Samantha, en tu sueño, ¿Tu sentiste algún tipo de sensación?— decía a la vez que gesticulaba con las manos. —ya sabes, nostalgia... inquietud, amargura ...¿Tristeza?

—Sentía frío...—comenzó a decir Sam. El profesor Dumbledore y McGonagall compartieron una mirada de complicidad. Como si supieran algo que la niña no.

—Sentía.. —continuó diciendo Sam intentando encontrar las palabras específicas ya que estaba muy agitada, por lo que se le dificultaba hablar. —Me dolía todo el cuerpo, me sentía desesperada. Como si toda la felicidad se fuera y no volviera a regresar jamás.

Un silencio invadió la habitación, y Sam se obligó a preguntar algo que rondaba en su cabeza desde hace tiempo.

—Profesor, ¿Cree usted que tal vez sea algún tipo de...presagio?—Esta vez dirigió su mirada hacia Dumbledore.

El director dejó de apoyarse en su asiento para tomar una posición derecha y miró a la niña con comprensión, de esa clase de manera como cuando Susan Whornwood miraba a Sam cada vez que tenía razón, pero también cuando esas no eran buenas noticias.

—Samantha, Tu padre ejerce el cargo de Auror, ¿no es así?

Sam se quedó quieta por un momento. Por unos segundos se preguntó que tendría que ver la ocupación de su padre con sus pesadillas; sin embargo, respondió a la pregunta de su director.

—Si, el es Auror...hace bastante tiempo ya. Pero profesor Dumbledore, ¿eso que tiene que ver con..?

—Imagino que te habrá hablado acerca de los dementores, —interrumpió Dumbledore. Sam torció levemente sus labios, no le gustaba que la interrumpieran.

—Bueno, no exactamente. Cada vez que le preguntaba me decía que eran criaturas horribles y que era mejor que una niña de once años no supiera de ellas.

Sam notó que Slughorn enarcaba una ceja. No sabía si su profesor estaba en desacuerdo con lo que había dicho su padre o si la mueca que había hecho había sido muy obvia.

—Bueno... —comenzó a decir Dumbledore con voz suave,—está claro que son una especie de criaturas verdaderamente escalofriantes Samantha, pero está claro que como tu director tengo todo el derecho de hacer  lo posible por el bienestar de mis alumnos. Por lo tanto, —dijo lanzando un suspiro—me temo que debes saber, que tus pesadillas se vinculan con el trabajo que eligió tu padre, querida.

Samantha se tomó unos segundos para reflexionar. Si el trabajo de su padre implicaba atrapar magos tenebrosos, ¿Qué cosa mas tenebrosa que un dementor? tal vez sus pesadillas indicaban que algo malo estaba por ocurrir.

Sam sintió como un frio la invadió de repente.

—Creo que ha entendido Dumbledore. —Dijo McGonagall mirando con preocupación a Samantha.

—No del todo Minerva.—Contestó el director soltando un suspiro. —...No del todo. Verás Samantha,—

Dumbledore volteó la vista hacia Sam para luego sentarse enfrente de ella. —hace unos cuantos años antes de que tu entraras a Hogwarts, otro mago perteneciente a la casa de Slytherin estudió es este colegio. Y el tenía ciertas ambiciones bastantes...

—Especiales. —Afirmó Slughorn, que se encontraba terriblemente pálido. —Samantha, últimamente corren muchos rumores acerca de este alumno.

Ella notó como resaltaba la palabra alumno.

—Dicen que mientras estudió en Hogwars, el fue recolectando algún tipo de...seguidores.

—¿Seguidores? —Preguntó Sam frunciendo el ceño.

El profesor Slughorn estaba a punto de contestar cuando la cabeza de Peter Pettigrew aparecío en un costado de la habitación. La profesora McGonagall apretó los labios en señal de desaprobación y con un brusco movimiento de su verde túnica se dirigió rápidamente hacia el pasillo donde se hallaba Pettigrew, que por la expresión de su rostro, parecía asustado.

—¡Señor Pettigrew! —Advirtió McGonagall. Dumbledore hizo un gesto de sorpresa, como cada vez que oía a la profesora elevar la voz.

McGonagall se oía nerviosa.

—Es por el... ¿Asunto?—preguntó la profesora con nerviosismo. Peter, luego de echarle una mirada de desconfianza a Sam, asintió hacia su profesora.

Antes de que Samantha pudiera siquiera preguntar que pasaba, la profesora y Pettigrew, habían ya desaparecido por los pasillos.

—Profesor ¿que...?

—Horace... hágame el favor de llamar al señor Finnegan Whornwood. Su hermano sabrá explicarle a Samantha algunas cosas que claramente la confunden.

Sam se quedó meditando en el cómodo asiento que Dumbledore le había ofrecido al invitarla a entrar en su despacho, observando todas las cosas que almacenaba su director y que, podían captar la atención de cualquiera.

Los azulados ojos de la niña iban de un lado a otro de la habitación. Pudo notar al arrugado y deshilachado sombrero seleccionador descansando sobre un mueble alto y angosto color caoba y muchos recuadros con hechiceros y brujas en ellos durmiendo. De vez en cuando alguno de ellos abría disimuladamente uno de sus ojos y miraba a Sam con curiosidad, y lo cerraba rápidamente al ver que ella lo descubría.

—Antecesores y profesores. —Dumbledore interrumpió de pronto el silencio haciendo que Samantha diera un respingo. —En los cuadros, ¿Sabes? muchas veces uno no puede librarse del todo de los seres queridos, porque por suerte muchos de ellos deciden dejar una copia de lo que fue su persona.

El director esbozó una sonrisa al ver que había logrado captar toda la atención de Samantha que lo miraba con curiosidad.

—Quiere decir que, los magos cuando mueren... ¿pueden dejar algún tipo de presencia? —Dumbledore paseó la vista por los recuadros.

—¿Quien dijo que estoy muerto?¡niña insolente! —Un mago que hace segundos fingía estar durmiendo ahora tenía el rozado rostro cargado de rabia y miraba a Samantha como si esta hubiera dicho algo que pasaba la falta de respeto.

—Tranquilízate Phineas, la niña no ha dicho nada malo.—Protestó Dumbledore.— Además, ¿No crees que ya es tiempo de aceptar que...?

—¡Siquiera menciones ese adjetivo! —Bramó el anciano. A Samantha ese comportamiento le pareció algo infantil. Al parecer, ese hombre llamado "Phineas" no aceptaba el hecho de estar muerto.

—Phineas Nigellus Black. —Aclaró el director a Samantha. —Antiguo director de Hogwarts y algo... necio.

Sam esbozó una sonrisa aunque no le había simpatizado nada que la llamaran "niña insolente". Por otro lado, le llamó bastante la atención el apellido del hombre, Black.

—Ah, señor Whornwood pase, pase. —Dijo Dumbledore al oír los ligeros golpeteos que provenían de la puerta de su despacho.

Con un movimiento de su varita el director abrió la pesada puerta de par en par, dejando a Finnegan con el brazo colgando de la manija.

—Director —Balbuceó Finnegan intentando destrabar la manga de su túnica de la manija de la puerta. llevaba su túnica sobre la ropa de dormir. Al parecer, se la había colocado en un ataque de nerviosismo ya que tenía las mangas salidas de lugar y el cuello dejaba ver una de las mangas de su camisa.—Mi hermana...¿Se encuentra bien señor?, el profesor Slughorn dijo que...

Al parecer Finnegan no se había enterado de la presencia de Samantha que lo miraba sorprendida desde el cómodo asiento de Dumbledore. Pocos segundos después apareció Slughorn tras el, algo agitado.

—¡Por Merlin! —Exclamó Slughorn agitado.

—Su hermana está bien Finnegan. —Aclaró Dumbledore con una ligera sonrisa, señalando con una mano a Samantha.

La mirada preocupada de Finnegan fue sustituida repentinamente por una de reproche dirigida poco después al profesor Slughorn que todavía intentaba recuperarse de su escapada.

—¡No me mire así Whornwood!—Balbuseó Slughorn a la defensiva. — ¡No me dio tiempo a explicarle!

—Está bien Horace, —Dijo Dumbledore conservando la compostura. —Señor Whornwood, siéntese por favor.
Con otro repentino movimiento de su varita, el director hizo aparecer una pequeña banca color plata en la que Finnegan se sentó.

—Señor, me gustaría saber que es lo que... —Finnegan parecía a punto de sufrir un colapso. Estaba blanco como la cera y se apretaba con fuerza las manos para dejar de temblequear.

—Ambos sabemos, los riesgos del trabajo de tu padre Finnegan. —Interrumpió Dumbledore con un dejo de tono paternal en su voz. Samantha se sorprendió ya que el director no acostumbraba a tratar a sus alumnos de "tu".

—Si...Si, lo se señor. —Afirmó Finn mirando furtivamente a Samantha.

—Esto es algo difícil...—bufó Dumbledore mirando a los dos hermanos con preocupación.—Tu Finnegan, ya has cursado primer y segundo año en Hogwarts, pero eso claramente no te da la experiencia...

Dumbledore se encontraba algo nervioso. Parecía pensar en voz alta, como intentando pensar en que es lo que podría decirle a Finnegan el cual ya tenía una responsabilidad, su hermana menor.

—Habla de él,... ¿Señor? —Preguntó Finnegan con un suspiro. Dumbledore se paró en seco, le sostuvo por un tiempo la mirada a Finnegan y asintió.

—¿Quién es él?Preguntó ansiosa Sam. dirigiéndole primero una curiosa mirada a su director para volverla a posar sobre su hermano.

—Todo comienza con un chico extraño, de nombre extraño.

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