Hey, Dad. [Larry Stylinson] [...

fanfics_everywhere द्वारा

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La vida de un famoso puede ser genial: fiestas, amigos, sexo, drogas y alcohol. Sin embargo, un error del pas... अधिक

»Información poco interesante.
#NC: Libro de entrevistas.
#0: Prólogo.
#2: Yo soy tu hijo.
#3: Benjamin ❝El salvador de carreras❞ Tomlinson.
#4: Feeling like Alexis Sánchez.
#5: Desorden en palacio.
#6: Ziam.
#7: Son cosas de niños.
#8: Nightmares.
#9: Ahuyentando a los pretendientes.
#10: La bruja del oeste.
#11: Entre dientes y abuelos.
#12: 'L' de Louis.
#13: Explicaciones para una cabellera rizada.
#14: Memorias de un embarazo.
#15: Stay with me.
#16: Memorias de un padre soltero.
#17: Crazy Little thing called love.
#18: Adore you.
#19: Y ahora, ¿qué?
#20: Memorias de una relación fracasada.
#21: Halcón caído.
#22: Siempre hay motivos.
#23: Un día en la vida de Charlotte.
#24: La creación: Ben Tomlinson.
#25: Un día en la vida de Chris.
#26: Final.
#27: Marzo es sinónimo de escuela.
#28: Cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta.
#29: Ben vs Colegio.
#30: Memorias de un ❝Leeds Festival❞
#31: Zouis.
#32: And I'd marry you, Harry.
#33: Niall Horan.
#34: Familia.
#35: I do.
#36: Wedding party.
#37: Un paseo por Venecia.
#38: Pijamadas.
#39: ¿Un nuevo integrante en la familia?
#40: Felicidades, chicos.
#41: Hormonas.
#42: Feliz cumpleaños, Ben.
#43: Final countdown.
#44: Valerie Tomlinson Styles.
#45: Lo inesperado siempre llega tarde.
Epílogo: Hey, dad.
Agradecimientos.
Bonus: baby, I can feel your halo.
cONCHETUMARE !!!!111!!!1!

#1: El niño en mi cocina.

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Enero 17, 2018. Londres.

                   Los días en Londres eran completamente nublados, todo el mundo lo sabía, y las personas que recién estaba empezando a vivir allí se debían acostumbrar a eso. Es rara la vez cuando el sol aparece entre las nubes, y cuando lo hace, son días que se disfrutan al máximo. Y este era uno de esos días. Uno de esos días donde el sol imponía su presencia, abrigando a las personas.

La habitación estaba oscura, ya que las grandes cortinas impedían que la luz del sol se traspasara. Las paredes estaban pintadas de blanco, con algunos cuadros bastante caros colgados a una distancia considerable. La cama matrimonial estaba deshecha, y en el suelo se encontraba ropa esparcida por doquier. Y justo en medio de la pieza, en la cama, dos cuerpos desnudos estaban ahí, uno dormido, y el otro recién despertándose.

—Mierda —masculló el rizado, apartando las frazadas, intentando sentarse.

Miró a su alrededor sintiéndose confundido. No estaba en su cuarto, ni en su habitación de hotel, y por más que intentaba recordar, sólo venían recuerdos borrosos gracias a la gran cantidad de alcohol que ingirió, así que, no tenía ni la más remota idea de dónde estaba, qué había hecho, o con quién estaba.

Se giró con movimientos lentos mirando el cuerpo desnudo a su otro lado. No reconocía la espalda, ni los lunares sobre ésta, así que, levantándose se acercó para verle la cara al chico con el que se había acostado. Al llegar al otro lado, encontró su bóxer, se lo puso rápidamente, y miró a su acompañante.

El chico era rubio, con piel pálida, pero no era alguien de quien Harry recordara su nombre o si quiera su cara más que ahora. Por lo que, para evitar problemas después, buscó toda su ropa y se la colocó en un tiempo récord, saliendo de la habitación, que estaba seguro era de un hotel lujoso, como si nunca hubiese pasado la noche ahí.

Acomodó su cabello caminando por el amplio pasillo hasta llegar al ascensor. Algunas mucamas se le quedaban mirando, tanto por la impresión de un chico hermoso saliendo de una habitación, como la impresión de ver a un artista famoso salir de un hotel. Harry tocó el número uno, repetidas veces para que la puerta del ascensor se cerrara y no tuviese que compartirlo con nadie. Sus plegarias fueron escuchadas, hasta que llegó al primer piso.

Prácticamente corrió hasta la puerta del hotel para salir lo más rápido posible sin que nadie se diera cuenta de que alguna vez estuvo allí, pero fue brutalmente detenido por una gran cantidad de fotógrafos y entrevistadores, mirando por las puertas. Ellos estaban fuera del hotel, siendo detenidos sólo por las puertas de cristal y, quizá, algunos guardias. 

—Mierda, mierda, mierda, mierda —masculló Harry.

Un fotógrafo divisó a Harry antes de que él pudiera darse la vuelta y salir del hall.

—¡Harry! —gritó el fotógrafo— ¡Ahí está Harry Styles!

—Demonios.

—¡Harry! —gritaba otro fotógrafo, llamando su atención— ¡Hey, por aquí!

Los flashes le cegaban y los fotógrafos se aglomeraban en la puerta de cristal para conseguir una buena toma. El rizado se marchó de ahí, a un lugar donde nadie pudiese verle, entre unos pilares del hall del hotel. Si intentaba escapar por la puerta de atrás, como debió haber hecho antes, lo más probable es que le siguieran. No podía escapar por una ventana y si volvía a la habitación en donde despertó, tendría que lidiar con el chico, del cual, no recordaba su nombre. Y eso era lo menos que quería hacer.

El gerente del hotel se le acercó rápidamente, casi a zancadas, demostrando una cara de preocupación que Harry caracterizaría como: "La cara de preocupación más fingida de todo el planeta Tierra", sin exagerar en nada.

—Señor Styles —le llamó— ¿necesita alguna de nuestra ayuda?

A Harry no le gustaba pedir ayuda a las personas de los hoteles, porque ellos nunca cumplían con su política de privacidad y ante cualquier intento de obtener fama aunque sea por cinco minutos, ellos lo venderían sin importar qué.

—No, no se preocupe —él contestó, leyendo el nombre del gerente en la placa reluciente, intentando parecer amable—, señor Stewart. Estoy bien, sólo llamaré a mí gente.

—Si necesita algo —el gerente le sonrió— por favor, no dude en avisarnos, estamos para servirle.

—Muchas gracias.

El gerente se alejó por el mismo lugar donde había venido, dejando a Harry solo. Así que sacó su teléfono, marcándole a la única persona que sabía que le ayudaría y vendría a rescatarlo con sus guardaespaldas. Su chófer. Harry se llevó su celular a la oreja, escuchando los tonos antes de que la voz rasposa de un hombre de unos cincuenta años le contestara.

 

"Stefan Parks"

—Stefan, soy Harry.

 

"Señor Styles, ¿qué sucede?"

—Estoy en un hotel, en problemas —el rizado se mordió el labio— ¿Puedes venir por mí?

Escuchó el suspiro de Stefan y casi pudo verlo rodando los ojos, como solía hacer cada vez que Harry se metía en problemas que, por lo general, era dos veces a la semana, y él tenía que ir a rescatarlo, como si fuera un súper héroe.

 

"¿En qué hotel está?"

—Estoy en el hot-

Pero Harry se vio interrumpido por su chófer. 

 

"Oh, ya sé dónde"  Stefan suspiró, otra vez  "Está en las noticias, señor Styles. De nuevo, en menos de dos días."

Harry abrió los ojos desmesuradamente. Él no podía estar en las noticias, otra vez. Iban a inventar de nuevo rumores sobre él, a pesar de que la mayoría eran ciertos, y eso no era bueno para su carrera de solista. No lo era, en absoluto.

—¿Me estás jodiendo? —soltó, casi por inercia.

 

"No lo hago, señor" el chófer soltó una risa  "Voy de inmediato para allá"

—Gracias —el rizado murmuró— No sé qué sería de mí sin ti, Stefan 

 

"Lo más probable es que ser comido por los fotógrafos"    

Y Stefan cortó la llamada.

El chófer de Harry era una de las pocas cosas que le quedaban en la vida al solista, junto con Charlotte y algunos pocos amigos como lo eran Zayn y Liam, sin contar a la familia.

Después de haber adquirido fama, tanto por su talento como por su belleza y carisma, la altanería no evitó hacerse presente. El chico de ojos verdes se había vuelto engreído, odioso y poco soportable incluso hasta para su familia, tanto así, que las pocas personas que en verdad le querían, se iban alejando poco a poco, siendo sus puestos reemplazados por personas cínicas y frías, típicas del mundo de la fama. Los únicos que se quedaron, fueron aquellos que veían aún a ese Harry humilde, ese al que querían tanto.

Harry se había vuelto, con el tiempo, una persona de renombre. No había lugar en donde no se conociera su nombre. Era reconocido por su música, su talento y en algún momento en el pasado, por su amabilidad, pero también, era reconocido por ser un chico que pasaba en fiestas bebiendo, haciéndose tatuajes sin sentido, follando con cada persona que tuviese pene, porque sí, él era abiertamente homosexual desde hacía tres años en la industria de la música. Por este motivo, las personas verdaderas que tenía como amigos, se fueron alejando de él.

Stefan y Charlotte eran como sus padres adoptivos. Ellos intentaban guiarle por el buen camino mientras él estaba de gira. Anne, su madre y Robin, su padrastro, le llamaban con frecuencia para saludarlo y para darle algún que otro consejo, pero, no iban mucho de visita, ya que, por lo general, Harry jamás se encontraba en casa. Harry junto con su familia volvía a ser la misma persona humilde que alguna vez fue, y ellos se encontraban felices de que, por lo menos, su preciado hijo fuera amable con ellos.

La única persona con la que pasaba más tiempo era Gemma, su hermana mayor; ella iba con él a sus tours, compartían todo el tiempo que tenían tanto como podían, sin embargo, Harry sufría las despedidas con Gemma, cada vez que se iba luego para volver a su trabajo. La familia de Harry intentaban darle todo el amor que tenían para que el rizado se sintiera bien, pero eso no era suficiente para Harry. Nunca lo era.

Harry se sentía solo, amargado y vacío, constantemente, pero ese sentimiento de soledad y de vacío, lo había dejado una persona casi como un tatuaje: imborrable, a la edad de dieciséis años. Era algo que no se llenaba, incluso con el dinero, con el alcohol, o con parejas casuales todas las semanas.

Por el pasillo del hotel, dos guardias de seguridad venían directo hacia él. Harry los reconoció, porque pertenecían a su disquera y tenían escrito seguridad en su traje negro.

—Joven Styles —el guardia le llamó— hemos venido por usted. Stefan está afuera, por el lado izquierdo. Intentaremos ser discretos. Aunque creo que ya ha llamado mucho la atención.

—Está bien —el rizado asintió— gracias.

Los guardias se pusieron uno a cada lado del joven, empezando a caminar donde se supone que Stefan estaba esperando. Harry miraba el suelo del hotel, las baldosas con diseños bastante elegantes mientras caminaban. La puerta de atrás se abrió, pasando primero un guardia, después él y el guardia siguiente. Los flashes no se hicieron esperar, pero él siguió mirando el suelo, ahora manchado, del estacionamiento de atrás, dejándose guiar por sus confiables guardias. Los fotógrafos se intentaban acercar, pero sus guarda espaldas cumplían bien su misión, sin embargo, eso no evitaba que las cosas que decían no fueran a parar a los oídos del cantante.

—¡Harry! —escuchó a lo lejos— ¿Quién fue esta semana?

Él lo ignoró. Siguió caminando.

—¿Cuándo sentarás cabeza?

Él lo ignoró. Siguió caminando.

—¡Harry Styles, ¿te enamorarás alguna vez?! 

Él no ignoró eso, esta vez, miró al paparazzi queriendo matarlo con la mirada. Eso había dolido como la mierda. Porque él se había enamorado perdidamente una vez. Y no lo había vuelto a hacer.

El guardia le abrió la puerta del ranger rover negro que conducía Stefan, él entró rápidamente, siendo protegido por las puertas del auto. Uno de seguridad golpeó el techo, indicando que ya estaban listos para que se fueran de ahí. Los guardias nunca se iban con él, ellos iban en otro transporte.

—Dicen que estás fuera de control —comentó Stefan, cuando Harry entró. Pasando una marcha, viéndolo por el espejo retrovisor— esta vez fue con un modelo reconocido llamado Charles. Están esperando que niegues todo. Quizá por twitter.

El rizado suspiró frustrado, apoyándose en el asiento, sintiendo el auto marchar entre las personas. Los flashes aún seguían ahí, podía sentirlos chocar contra el auto con vidrios polarizados, pero no escuchaba a los fotógrafos y sus estupideces y eso era bueno.

—No —comentó, mirando a Stefan— no negaré nada. Dejaré las cosas como están. Sólo, no quiero...

Harry tomó una profunda inhalación.

—Está bien, Harry —comentó el chófer— Está bien, puedes relajarte ahora. Ya no hay fotógrafos.

Stefan rara vez usaba su tono paternal o le llamaba por su nombre, sólo lo hacía cuando Harry realmente estaba apabullado. Cuando estaba agobiado y ya no quería más lucha. El rizado le asintió, agradeciendo su amabilidad con la mirada. 

—Por cierto —Stefan habló de nuevo— Christina llamó.

Harry abrió los ojos.

—No —masculló— mierda. ¿Qué te dijo?

—Que debías llamarla —Stefan sonrió— estás en problemas.

—Ni que me digas.

El rizado volvió a sacar su celular del bolsillo, marcando el número de su manager. Christina Bennett, la chica rubia, de treinta y dos años que le dio la oportunidad de surgir como cantante profesional. Ella era su manager desde que empezó, y realmente, era una mujer de carácter. Pocas personas le temían, y Harry era una de ellas. Chris podía hacerte temblar con sólo una de sus miradas frías. Sus ojos cafés eran duros como las rocas, nadie se atrevía a llevarle la contraria, porque la última vez que uno de sus cantantes hizo eso, terminó viviendo bajo un puente. 

El cantante inhaló profundamente, escuchando el tono de llamada.

—Christi- —el rizado empezó.

 

"¡Styles!"  Chris gritó, interrumpiéndolo con su chillona voz. Harry alejó el celular de su oreja "¡Estás en jodidos problemas, niño!"

—Hola, Chris —Harry intentó bromear— siempre es bueno saber cómo estás.

 

"No me interesa" bramó "¿Sabes en qué mierda estás metido ahora, ricitos?"

—¿En una muy grande?

 

"¡Vaya, si tienes cerebro!"  la rubia habló con ironía. Harry la imaginó moviendo las manos exageradamente, como sólo ella podía hacerlo. "Tendremos que arreglarlo, no puedes seguir así"

—Lo sé, intentaré solucionarlo. ¿Bien?   

 

"Es lo que espero, de todas maneras, iré a tú casa a eso de las doce con treinta" ella parecía realmente enojada, ahora. Otra cosa sobre Chris, tenía principios de bipolaridad "Espero que tengas tú culo listo para la cantidad de patadas que te daré, nos vemos."

Y ella colgó, furiosa. Harry la imaginó con su vaso con whisky, o quizá con alguna otra bebida alcohólica, moviéndose de lado a lado, haciendo resonar sus tacones en las baldosas.

—¿Estaba enojada? —preguntó Stefan, doblando en una esquina.

Harry miró su celular con el ceño fruncido.

—Muy, demasiado, mucho.

Stefan soltó una risa, sin decir nada más.

El resto del viaje fue en silencio. Harry se dedicó a mirar por la ventana y a pensar en qué demonios estaba haciendo con su vida. Después de que Louis le dejó hace ocho años, él no había vuelto a ser el mismo de antes, y nunca lo volvería a ser. Su corazón estaba roto, sin embargo, incluso cuando escribía canciones medias fúnebres acerca de terminar con alguien y de cómo tu corazón queda destrozado en piezas pequeñas, lo llevara a la cima, él no era nada sin Louis.

El primero año fue el peor. Lo extrañaba todo el tiempo, a pesar de que la gira lo mantenía ocupado al igual que las entrevistas, pero él no podía dejar de pensar en Louis, y la forma en la que él le dejó después de tres maravillosos años juntos. Ellos casi no peleaban, principalmente, porque Louis lo hacía reír siempre que tenían una gran discusión y al final, llegaban a un acuerdo y terminaban besándose hasta que sus labios se ponían rojos. Ellos eran la pareja casi perfecta, hasta que Louis lo botó, como que si no valiera nada. 

Los siguientes años no mejoraban, pero Harry podía fingir que ya lo había superado por completo, a pesar, de que en el fondo, sabía que eso no era cierto. Aun así, él seguía con su vida normal, o el intento de esta. Pero, por las noches, en los días lluviosos, se acordaba de Louis y no dormía. Sólo se dedicaba a tomar la guitarra y a componer otro de sus temas, escribiéndolo en el último cuaderno que Louis le había regalado para su cumpleaños, alguna vez, hace muchos años atrás.

Ellos ya no seguían en la carretera, Harry no notó cuando Stefan se detuvo enfrente de la mansión que tenía por hogar, no notó cuando el chófer se bajó para abrirle la puerta. Sólo notó que ya estaban en casa, cuando tenía la cara de su chófer casi en frente de la suya.

—Señor, ya estamos en casa.

—Gracias, Stefan.

El rizado se bajó del auto rápidamente, entrando a su casa a pasos presurosos. Después de haber escapado del hotel donde se había revolcado con ese chico, necesitaba una ducha con urgencia, pero ya. Abrió la puerta, siendo recibido por la gentil Charlotte. Ella le sonrió abiertamente, estirando los brazos para recibir el abrigo del joven. Harry se lo entregó con amabilidad.

—Buenos días, Charlotte.

—Joven Harry —ella le saludó— me he enterado de lo que ha pasado en la mañana. 

—Lo sé —Harry suspiró, mirándola dulcemente— ¿podrías hacer tú famoso pastel de chocolate para subir el ánimo?

Charlotte soltó una risa. A la mujer le encantaba que Harry se comportara como un niño pequeño, porque así no era el chico engreído en el que se había convertido, y esas cosas rara vez de veían.

—Por supuesto, corazón — asintió la ama de llaves— ahora, vaya a bañarse, joven Harry. Lo estaré esperando en la cocina con su pastel.

El rizado asintió.

Subió la escalera casi a un tiempo récord, entrando en su gran baño. El suelo pulcro y limpio obra de Charlotte, le recibió con entusiasmo, mientras el joven de rizos se sacaba la ropa. Abriendo la llave del agua caliente, se metió en la ducha, lavando su cabello largo y bien cuidado, enjabonando su cuerpo trabajado, para luego, enjuagarse por completo. Salió de la ducha envuelto en una toalla amarrada en la cintura.

Cuando finalmente estuvo listo, con unos jeans ajustados, sus famosas botas, y una camisa cualquiera, bajó las escaleras a toda prisa.

El reloj de mano que llevaba marcaba las doce en punto, y su agenda musical estaba vacía al ser sábado, aunque Chris vendría a las doce con treinta minutos. Aún le quedaba tiempo para esperar el reto del año.

Cuando entró en la cocina, no vio a Charlotte por ninguna parte, sin embargo, en el horno se podía apreciar el pastel de chocolate que la mujer le había hecho a Harry. Sacó del freezer una botella con agua, girándose para sentarse en uno de los taburetes de la mesa tipo isla que estaba en la cocina. Pero no lo hizo. En vez de eso, se quedó de pie observando a un niño de alrededor de siete u ocho años mirarlo con curiosidad.

—Hola — el niño habló.

El pequeño niño de ojos azules y cabello rizado lo suficientemente largo para que sus rizos se le formaran de una forma bastante linda, estaba sentado en un taburete, comiendo de un plato de leche con cereal. En sus mejillas se le formaban hoyuelos cuando sonrió y le faltaba un diente.

Harry alzó una ceja mirándolo confundido. Que él recordara, Gemma no tenía hijos como para ser su sobrino, ni tenía vecinos con hijos como para ser uno de ellos. Entonces, ¿quién era ese niño y por qué estaba en casa de Harry?

El rizado le frunció el ceño, dejando la botella de agua en la mesa.

—Charlotte  —Harry llamó a la ama de llaves, viéndola aparecer por la puerta de la cocina.

—¿Sí, joven? —sonrió amable.

Harry apuntó al pequeño.

—¿Me puedes explicar por qué hay un niño en mí cocina?

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