Lake Violet

بواسطة Sandrapgj

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Historia finalista en los Premios Watty 2014 como categoría "mejor portada". Podrán votar por ella a partir d... المزيد

Lake Violet
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Epílogo

Capítulo 12

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بواسطة Sandrapgj

Ha pasado ya un rato desde que están en silencio y este se está volviendo bastante incómodo para ambos que siguen igual que antes, de la mano y sin intercambiar ni una palabra entre los dos. Vale que no tengan nada que decir de ese tema pero ya ha pasado bastante tiempo. O ha pasado poco tiempo pero como siempre lo bueno parece poco y lo malo se hace eterno. Es él quien rompe el silencio.

—No quería que te compadecieras de mí, no que te callaras —él vuelve a mirarla.

Sus ojos verdosos cobran su brillo, antes apagado y la sonrisa vuelve a dibujarse en su cara, como en otras mil veces anteriores. Pero esta vez es una sonrisa más triste, como en modo de disculpa por haberse hecho esperar. Piensa que se arrepentirá de haber malgastado bastante tiempo rememorando su pasado, un cajón que ya tendría olvidado y cerrado con llave. Ella le devuelve la sonrisa, la suya es tranquilizadora. A pesar de los moratones sigue siendo hermoso. Busca un tema que poder sacar aunque rápidamente piensa que el escogido no es el mejor de los temas que podría haber sacado.

—Tranquilo, en este rato he estado pensando en la historia de antes… Ya sabes, la de la niña. Será una experiencia desagradable que te habrá quedado ahí marcado para bastante tiempo.

—Sí, que se le va a hacer. Cosas que pasan —prefiere cambiar de tema y ella lo nota.

—Pues ojala se llevasen a Jenny en vez de haberse llevado a esa pobre criatura —intenta desviar un poco el tema como puede. Parece que los resultados van según lo esperado.

—¿Conoces a Jenny? —pregunta este sorprendido.

—Algo así. Me la tragué ayer, aunque a ella no la trago, ya me entiendes—responde. Este ríe.

—Sí, Jenny no es lo que se dice, simpática, divertida, o buena persona, o agradable... En fin, la persona ideal para pasar el rato. Yo la conozco porque vino aquí hace dos semanas con sus padres. Lo que me pregunto es cómo aguanta en el campo con lo “pijilla” que es. Yo que ella me habría ido nada más llegar, no por nada, sino porque habría sido mejor para ella y para los demás.

—Seguro que en el fondo no quieres. Apuesto a que te ha estado tirando los tejos desde que ha venido.

—Ala, ¿cómo lo sabes? —dice tapándose la boca para fingir que se sorprende, mientras no se le desdibuja la sonrisa de la cara. A continuación le apoya la  mano con la que antes sostenía su mano en el hombro—. A mí ella no me interesa.

No sabe por qué, pero se ha puesto un pelín celosa. Bueno, sí sabe perfectamente las razones. ¿Lo habrá echo a propósito?

—Bueno, dejémonos de cháchara y pasemos a la acción.

Ella le mira extrañada y alza una ceja, siempre ha querido hacer eso y después de muchos intentos va dando resultados.

—Es decir, que vayamos a por mi moto —dice Christian que mira desesperado hacia el techo mientras agita las manos—. Ay, si es que le has quitado toda la emoción a mi frase.

Christian se levanta del columpio del porche y vuelve a agarrarla de la mano que había soltado hace poco para llevarla tras de sí. Y esta se deja llevar. Cuando ya no hay ningún techo que la impida ver el cielo, mira arriba y ve a este completamente gris mientras camina, pero por mucho que parezca a simple vista un lluvioso día otoñal, ha aumentado notablemente la temperatura, llegando básicamente a la misma temperatura que hacía ayer y la lluvia no parece ser bienvenida por ahora. Es ese típico día de verano en el que se nubla un poco pero aun así sigue haciendo un calor asfixiante.

Sin intercambiar muchas palabras la lleva por detrás de la cabaña hasta llegar a un recinto alambrado cerrado con llave, le suelta la mano para poder abrir la cerradura. Allí dentro de la alambrada hay una caseta que tiene el tamaño de entre un trastero y un garaje, también abre esa puerta y le indica con la mano que espere. Pasados unos minutos sale por la puerta tirando de una honda de color negro. Salen juntos de la alambrada, le pide que cierre la puerta. Una vez cerrada la puerta, Christian se encuentra subido a la moto con ella ya arrancada, Alexia inspira y le llega el desagradable olor a humo. Con lo que a ella le estaba gustando el olor a pino, a húmedo, al frescor que desprende el campo… El chico le hace ademán de que se suba detrás de él, esta asiente y se sienta como él le ha dicho. No se sujeta a él porque siente que sería una situación incómoda. Este lo nota.

—Será mejor que te agarres a mí.

—No me hace falta, así estoy bien.

La moto hace un arranque brusco e inesperado haciendo que a Alexia le dé un vuelco al corazón tenga que abalanzarse con gran fuerza a la camiseta del chico que la mira de reojo con una sonrisa de triunfo. Este frena. Habrá dado la camiseta de sí pero a él parece no importarle en absoluto, ha conseguido lo que quería. Como siempre.

—A través del diálogo puede que dos personas lleguen a entenderse. Si quieres que me quite la camiseta sólo tienes que pedírmelo, no hace falta que me la rompas —comenta con sorna.

Alexia nota que sus mejillas están ardiendo, suelta la arrugada camiseta de entre sus dedos y le da un manotazo en la espalda.

—En absoluto. Es que no quiero que te la quites, ni ahora, ni antes, ni para dentro de un rato —¿O sí?

—Eso no te lo crees ni tú. Pues bien, si no quieres que eso pase, o lo que es peor para ti, que salgas rodando carretera abajo y tenga que volver a recogerte a la vuelta, te aconsejo que te agarres fuerte a mí. Yo lo digo por tú bien no por el mío.

Le divierte la situación al contrario que a ella, que deja atrás su orgullo para rodear fuertemente con sus brazos el abdomen de Chris y apoya el cuerpo sobre su espalda.

Un fresco aroma a pino y a leña desprende su camiseta y le impregna las fosas nasales. Huele como la cabaña y al igual que olía su chaqueta cuando se la prestó.

Por un momento, teme que este note que su corazón va a tres mil por hora. Le avergonzaría reconocer que nunca ha montado en moto y tiene mucho miedo de caerse o de que este pierda el control del vehículo, no sería la primera vez que este se ríe de ella en su cara.

Una rápida imagen pasa por su cabeza. Otro accidente, esta vez de moto. Chris muerto y ella con heridas incurables. Su respiración se vuelve incontrolable y palidece sin remedio. Para relajarse un poco piensa en que a su madre querían matarla y a Christian no.

Se estremece cuando nota que le acarician la pierna. Sus temores se han visto cumplidos, desgraciadamente y él se ha dado cuenta de su transparente miedo.

—Tranquila —dice casi en un susurro.

Christian ha soltado un momento el manillar para que se tranquilice. Esta relaja los nudillos que se mantenían aferrados a la camiseta, mueve un poco las dormidas muñecas, ya que seguramente estaban sin circulación. Destensa su cuerpo.

—Creas o no, llevo mucho tiempo manejando vehículos, mi padre siempre me ha dejado practicar aquí. No me permitiría ser culpable de haberte echo daño. Confía en mí.

            —Confío en ti, no en los demás, ni en la carretera.

Finalmente le pide que vuelva a arrancar.

Sigue sorprendiéndola que Christian muestre dos personalidades tan distintas en tan corto tiempo. Al contrario que su padre, ella no piensa que él se encuentre perdido, que no tenga una personalidad fija. Él sabe bien quién y cómo es y disfruta como puede con ello. Alexia llena sus pulmones de aire para después soltarlo lentamente, vuelve a agarrarse a su abdomen, ahora más relajada. Cuando este se asegura de que esté preparada arranca. Nota que el estómago se le encoje por la sensación que le produce, pero lo que le encanta es notar el aire golpeando su cara. Abandonan la entrada del camping y  continúan por el camino entre árboles hacia la carretera, por el sitio donde “se suponía que tenía que haber ido ayer para no perderse”. Siguen carretera arriba entre montañas. La moto se inclina hacia un lado y hacia otro para seguir las curvas que va haciendo la carretera. Al principio Alexia se agarra más fuerte en las curvas con miedo de caerse o que sus rodillas rocen el suelo, pero al comprobar que nada de esto ocurre llega hasta a divertirla la carretera. Ahora disfrutando de lo que le rodea se deja llevar.

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