La ruta de escape, no funcion...

De Ambar001HG

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El frío metal de la pistola que se posa en la frente de Adela, le molesta cada vez más, el tiempo se acaba y... Mais

Advertencia
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Epílogo.

Capítulo 22

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De Ambar001HG

El sonido del auto hace que el hombre apoyado en la ventanilla se quede viendo a su hermano que no pretendía quedarse hablar con él más de lo debido.

—Asegúrate de darle una pastilla cada doce horas—Derek irritado declara entregándole el frasco a Brandon.

—Si, si, se las daré.

—Oye, ¿por qué está bebiendo esas pastillas de nuevo?

—¿Te estás preocupando por nuestro hermano? —con una amplia sonrisa evita responder, pese a eso la seriedad de Derek le hace hablar.

—Apareció un fantasma del pasado y lo está inquietando un poco, nada serio.

Derek sabe que Brandon lo único que le interesa es que Evandro siga produciendo dinero para él gastar a diestra y siniestra, haciendo una mueca de disgusto le advierte:

—Llévalo al hospital, soy cirujano, no siquiatra. No te daré más medicamentos, así que no me llames.

—¿No quieres saber quién es la mujer a quien Evandro atormenta?

Teniendo en cuenta que Evandro es un hombre problemático con el que no quiere relacionarse, sube la ventanilla de su auto.

Él no es como su padre, mucho menos como ellos, no se involucraría en el bajo mundo, no después de trabajar tan duro por mejorar su futuro.

Viéndolo marchar, Brandon sacude el frasco repleto de pastillas.

—Tan frívolo como siempre... Si supieras quien es esa mujer, no estarías tan tranquilo.

Al imaginar a esos dos hombres enfrentándose por una mujer, Brandon sonríe teniendo la mirada oscurecida.

—¿Cuál será tu reacción al saber que la mujer que amas desde hace cuatro años va a vivir un infierno en manos de tu traumado hermano mayor?

Riéndose de eso, se monta en su auto, yéndose de allí cuanto antes.

•••

Despertando Adela se da cuenta de que su tobillo está atado a la cama, con bruscos movimientos intenta soltarse.

—Es inútil.

Esa voz la paraliza y voltea notando que Evandro le sonríe entregándole una bandeja repleta de comida.

—Saldremos más tarde.

—No quiero salir contigo.

—No recuerdo haber pedido tu opinión.

Mirándolo con gran resentimiento no dice nada, quiere buscar la oportunidad para salir bajo el control de ese hombre.

—¿Cómo te hace sentir toda esta situación? Cuéntame.

Se ríe.

—No vengas a utilizar tu psicología barata conmigo—de su bolsillo saca un habano y comienza a fumar.

Adela se cubre la nariz, empezando a toser, en cuanto el olor llego a sus fosas nasales.

—Apaga eso, me hace daño.

Mira su móvil y se da cuenta de que lo llaman.

—¿Qué quieres? Estoy ocupado.

—Señor, el hijo del gobernador, está visitando el casino y causando problemas.

Viendo a la mujer en la cama cubriéndose la nariz, comenta:

—Sácalo, Johari.

Aquel grandullón tira de sus largas trenzas, esperando que su patrón sea más racional. Él no podía meterse con el hijo del gobernador y salir impune.

Evandro no presta mucha atención y cuelga mencionando que después iría. Se levanta echando humo a la cara de Adela, que quería alejarse de él.

—No estoy de buen humor hoy, ayer vino una perra tratando de dispararme. Todavía no sé si perdonarla, todo depende de ti, Adelita—mientras eso habla lleva la comida a la boca de Adela que se niega a comer.

—¿No quieres saber quién es esa perra?

La mirada de Adela no cambia, sigue trasmitiendo su desprecio.

—Se trata de Wanda.

La expresión en el rostro de Adela se tuerce por completo, sus ojos se llenaron de lágrimas que se niega a dejar salir.

—Su trató será de acuerdo con lo que tú hagas.

Trata de interrogarlo, pero en el momento que habla mete la cuchara en su boca haciéndola comer.

—Come y luego te diré.

A regañadientes comió hasta más no poder, una vez terminó pidió saber más de su hermana, en cambio, Evandro retiró los platos murmurando:

—No dije cuántas veces tenías que comer para decirte donde ella está.

•••

El vestido escarlata que yace adherido a su piel hace que incómoda camine detrás de Evandro, su cabello bien peinado cae por su espalda como si de una cascada se tratara.

Esa piel lechosa siembra lujuria en quienes por el rabillo del ojo quieren mirarla.

El maquillaje exquisito acentúa su belleza y aborrece la idea de ir junto a Evandro Barker como si de un trofeo se tratara.

—¿Le acabas de mirar el culo?

Ante sus palabras vulgares, los hombres que venían detrás de ellos se congelan, notando que los ojos de Evandro fijos en un hombre cerca de la barra del casino se quedan.

—¡Colega qué tal! No esperaba verte tan bien acompañado.

Evandro analiza al joven, su rostro lo recuerda, es el hijo del gobernador. Nadie alrededor se atreve a ser tan descarado frente a él, solo ese muchacho mimado que cree estar protegido bajo el poder de su padre.

—Es grande, ¿verdad? —amistoso cuestiona y el hombre que se acercó a él, baja la mirada para comprobarlo, siendo eso un gran error.

De un momento a otro, todos se quedan en silencio presenciando como Evandro le da una bofetada al muchacho, ni siquiera se molestó en darle un puñetazo, le dio una bofetada menospreciándolo frente a todos.

Lo peor no fue la bofetada, fue que con esta el muchacho cayó tumbando algunos asientos de la barra.

—No uses esa confianza conmigo, mis mujeres son solo mías.

De la nariz del joven la sangre escurrió, con la mejilla adormecida pudo sentir que los ásperos anillos de Evandro lo rasgaron.

—¿No sabes quién es mi padre?

Cayéndose de la risa Evandro recalca.

—¿Quién crees que lo ayudo a ganar? —le susurra al acuclillarse frente a él, palmeándole la mejilla adormecida.

—Recoge toda tu porquería y que no me den alguna otra queja tuya.

Sin decirle algo más, se aparta del suelo acercándose a Adela, para rodear su cintura pegándose a ella. Los demás no se atrevieron a mirarlos y Adela aprieta los labios, incómoda ante esa situación.

En una sala VIP entraron, cuya sala solo unos cuantos están fumando y riendo, mientras juegan naipes, apostando montones de dinero.

Los ojos se posaron en la pareja que acaba de acceder, la sala se vuelve animada en cuanto el anfitrión decide unirse al juego, sentando en sus piernas a la bella mujer que lo acompaña.

Tensa Adela es rodeada por los brazos de Evandro, tragos le son servidos y le arrebata el suyo antes de que él pueda oponerse.

De un solo trago se bebió el vaso de whisky.

Evandro no dice nada, aunque no le gustó que ella bebiera alcohol.

Una rápida ráfaga de imágenes envuelve a Adela.

Cerca de un arroyo, un hombre rubio la sostiene de la cintura, en cuanto ella camina por un muro.

—Te caerás, deja de hacer eso.

—No caeré, porque tú me sostienes—le sonríe resbalando en ese momento.

El hombre la carga y ella envuelve sus brazos alrededor de su cuello, riendo ante la preocupada expresión del joven.

—¿Ves? Me has cuidado.

Adela frunce el ceño al ver el rostro de ese hombre borroso en sus recuerdos, con todo eso al ser rubio el único que le llega a la mente... es Thomas.

Su mirada se pierde viendo las cartas, el bullicio de esos hombres pasa a un segundo plano.

La lluvia los empapaba, Adela sonreía entre los brazos de aquel hombre, que la besa con ternura después de colocarle el anillo de matrimonio en el dedo anular.

—¿Me esperarías un poco más?

—Haría lo que sea por mi tierna conejita.

Entre risas Adela le besa.

—¿Lo que sea?, ¿cómo que cosas?, ¿hasta desaparecer al molesto maestro que quería acostarse conmigo? —bromea, pero vio oscurecerse la mirada del hombre que la sostiene entre sus brazos.

La abraza con fuerza y susurra a su oído.

—Haría lo que sea.

—¡Maldito! —choca el puño contra la mesa, haciendo que todos la miren, se le olvidó por un momento donde está y solo pudo molestarse al saber que el hombre que le dijo todo eso, es el mismo que la traicionó.

«Me dijo que me esperaría y lo primero que hizo fue prometerse en matrimonio con otra» en eso piensa arrebatando el nuevo vaso de whisky que le trajeron a Evandro.

Este sigue jugando, afirmando sus manos alrededor de Adela, en tanto apoya la cabeza en su hombro.

Con la cabeza dando vueltas se siente iracunda, el rostro se le torna colorado y quiere insultar a Thomas, es por eso que no le gusta beber, cuando lo hace no piensa con claridad.

—Quiero ir al baño—susurra a Evandro que la ignora al seguir barajando las cartas.

—Si no me dejas, me orinaré encima de ti.

Aparta los ojos de las cartas y ve el rostro colorado de Adela.

«Está borracha» concluye.

Las risas, el olor a cigarro y las mujeres vistiendo poca ropa, entre tanto entregan nuevas bebidas. Hacen que Adela se irrite volteando a ver al hombre que la aprisiona contra su cuerpo.

—¡Quiero ir al baño! —le exclama al oído, dándose cuenta de que este sigue ignorándola.

Algo caliente moja los pantalones de Evandro, este frunce el ceño dejando las cartas, entonces al darse cuenta de que es ese líquido levanta a su compañera maldiciendo al ver lo que hizo.

—Te lo dije—arrastrando las palabras trata de mantenerse en pie, no pasó mucho para que sea sujetada del antebrazo con un iracundo Evandro a su lado que la saca de aquella sala VIP.

—Consíguenos ropa, muévete—ordena a uno de los hombres detrás de él.

Pasando por varios pasillos iluminados con luces amarillentas.

—Voy a vomitar.

—¡No te atrevas!

Evandro cierra los ojos tratando de controlarse al verla vomitarle los zapatos.

Unos minutos más tarde, frente a uno de los numerosos baños, Evandro entra a la quejumbrosa Adela, que murmura sin parar cosas incoherentes.

—Señor, aquí está lo que...—no deja continuar al empleado.

Arrebatándole las bolsas que trajo, lo despide, sigue viendo sus pantalones mojados y chasquea la lengua, entregándole a Adela ropa nueva.

—¡Salgan, muévanse! —saca del baño a las mujeres que se maquillan, en cuanto los miran entrar.

—Yo puedo sola—balbucea Adela cruzándose de brazos al ser llevada a un cubículo y Evandro jalarle el vestido.

El golpe a la pared detrás de ella la hace arrugar la nariz.

—No me hagas enojar.

Su risa hace que Evandro retroceda dejándole la ropa nueva, ve su reloj.

—Te daré cinco minutos. Te cambias o te cambio—anuncia antes de irse, sus pasos alejándose hacen que Adela se siente sobre la tapa del inodoro.

—Son todos unos tontos, traidores y tontos—repite lo mismo varías veces, se frota los ojos al sacar su celular que a duras penas logro esconder dentro de su ropa para que no lo fuera a ver Evandro.

Se apresura, buscando un número que ya había bloqueado.

Por otra parte, sumergido en una ducha de agua fría con una copa de champaña en la mano, pensativo sigue cada vez que escucha que justamente la noche que esperaba a un compañero en la universidad que asiste Adela, Candice fue encontrada sin vida.

Deja de pensar en eso, en cuanto suena a todo volumen su celular.

«¿Ahora quién es?» extiende la mano para alcanzar el celular.

—¿Sí?

—Eres un desgraciado, ¿cómo pudiste traicionarme? Ojalá te estriñas y no puedas ir al baño por una semana.

—¿Qué? —apagando el radio y soltando el champán, mira el nombre en pantalla sin poderlo creer—¿Adela estás borracha?

—¡No! —exclama soltando una risotada.

Preocupado sale de la tina, envolviéndose en una toalla, dejando gotas de agua a su paso por toda la alfombra roja.

—Dime donde estás, iré a buscarte.

—¡Cállate mentiroso!, ¿sabes? Pude recordar algo hoy cuando me pediste matrimonio y dijiste que me esperarías, ¡no lo hiciste y me hiciste perder tres años de mi vida como una tonta!

Thomas deja de moverse al eso escuchar, los pinchazos en su conciencia, ya no puede soportar y por culpa de Lily está en todo eso.

—Adela, tengo algo que confesarte, dime dónde estás para decírtelo en persona.

Ella se niega de paso insultándolo, golpeándose Thomas la frente con la palma de la mano, confiesa:

—Adela, yo nunca fui tu novio.

Dejando de balbucear, ella abre la boca negando esa afirmación.

—¡No!, ¡mientes!

—Adela.

Vuelve a guardar silencio.

—Yo soy tu amigo de la infancia, nunca he sido tu novio... todo este tiempo fingí serlo.

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