A Max y a mí nos gustaba el cine, por eso siempre salíamos a ver una película los fines de semana. Éramos chicos con suerte, porque muy cerca de casa, a unas pocas cuadras, había un cine. Nosotros aprovechábamos la cercanía para ir a divertirnos con los últimos estrenos.
Mamá nos daba permiso, pero sin antes decirnos que teníamos que ir con cuidado. Ella se preocupaba porque éramos muy jóvenes, y cualquier cosa nos podía pasar. Mamá exageraba demasiado. Nosotros nos sentíamos libres y capaces de ir por todos lados sin compañía de los adultos. Era gratificante ir solos al cine, además, nos hacía sentir independientes.
A Max siempre le gustaron las películas de acción. Disfrutaba de las explosiones y que todo fuera destruido. También prefería las policiales. Siempre elegía entre esos dos géneros cuando le tocaba escoger una película. Yo prefería las películas de fantasía o comedia. Usualmente tirábamos una moneda para ver quien escogía la película, pero en aquella ocasión decidimos ver una de suspenso.
Fuimos los primeros en entrar a la sala. Pasados pocos minutos se llenó completamente. Al parecer era una película de estreno muy esperada por todos.
—Nunca miré una película de terror en el cine— dijo Max—. A mamá no le gusta, pero que importa.
—No es de terror, es de suspenso.
—No importa, igual nos moriremos de miedo — se rio.
Las luces se apagaron después de finalizar la presentación de los avances. Un sonido muy penetrante invadió la sala. Los parlantes comenzaron a generar un ambiente muy tétrico, aterrador e intimidante. Mi piel se escarapelo de miedo. En ese momento pensé que no había sido una buena idea elegir esa película.
La mujer de la película caminaba por una carretera en busca de ayuda porque se le había acabado la gasolina de su automóvil. Su única esperanza era encontrar un lugar para pasar la noche. Ella no sabía que estaba siendo acechada por un hombre desde que había dejado su auto. Si la mujer no se daba cuenta, iba a ser víctima de un asesinato. Esa escena era terrible combinado con todos los efectos.
Yo me puse muy tenso. Apretaba fuertemente el apoya brazos de la butaca. A mitad de la película sentí un roce muy suave. Al principio me asusté, pero de inmediato me di cuenta que Max había puesto su mano sobre la mía. El roce de su piel hizo que la película pasara a un segundo plano. "Max no se ha dado cuenta de que su mano está sobre la mía", pensé. Deseé que lo retirase sin que yo se lo dijera, pero pasaron los minutos y su mano continuó sobre la mía.
Hubiera sido fácil retirar mi mano y reírme por su torpeza, pero no lo hice. Mi mente dejó de prestarle atención a la mujer y a su acosador, y todo por el tacto de mi mejor amigo. Mi temperatura cambió bruscamente a pesar de tratar de disimular el hecho. Rogaba que mi inevitable sudor me delatase. Me aterré con solo pensar que Max iba a sentir el calor de mis manos nerviosas.
Las luces se encendieron cuando terminó la película. Max se puso de pie como si nada hubiese sucedido.
—Nada que ver con las películas de terror. Prefiero las policiales. Y tú estabas muy asustado, ¿no? —dijo mientras bajábamos las gradas de la sala.
—No. Creo que el asustado fuiste tú.
— Yo estaba muy tranquilo durante toda la película a diferencia de Caramel.
—Yo también estaba tranquilo —dije sin mirarlo.
—Pero mis manos no eran las que sudaban de los nervios, Caramel —me dijo con una sonrisa burlona.
Sus palabras me sonrojaron. Max siempre me tomaba el pelo, pero aun así, me agrada su amistad. Desde ese día él sumó las películas de miedo a su lista de géneros favoritos. Desde entonces sus manos juguetonas solían hacerme sudar en medio de los grititos de todas las personas que se encontraban mirando una película de terror con nosotros.
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