Deseo... deseo

By EmmsLine

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«Deseo poder leer la mente de Rodrigo» Un soplo y las velas se apagaron. ¿Qué es mejor que saber qué piensa... More

Hey, lean :)
Prólogo
Capítulo I
Capítulo I. p2
Capítulo I. p3
Capítulo II
Nota
Capítulo II. p2
Capítulo II. p3
Capítulo III
Capítulo III. p2
Capítulo III. p3
Capítulo IV
Capítulo IV. p2
Capítulo IV. p3
Capítulo V
Capítulo V. p2
Capítulo V. p3
Capítulo VI
Capítulo VI. p2
Capítulo VI. p3
Capítulo VII. p2
Capítulo VII. p3
Capítulo VIII
Capítulo VIII. p2
Capítulo VIII. p3
Capítulo IX
¡Feliz año!
Capítulo IX. p2
Capítulo IX. p3
Capítulo X
Capítulo X. p1
Capítulo X. p2
Capítulo especial
Capítulo X. p3
Capítulo XI. p1
Capítulo XI. p2
Capítulo XI. p3

Capítulo VII

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By EmmsLine

—Me vas a llevar a mí ¿cierto? —me pregunta Rosa una vez que entramos al salón de clases.

Ella se refiere al concierto de Motel que es exactamente hoy. Yo ya tenía arreglado todo para esta noche: primero me arreglaría, después pasaría por Rosa y de ahí nos iríamos al auditorio. La verdad es que nada podría salir mal, nada. Al principio me estaba debatiendo entre si llevar a Rosa o a Rodrigo, pero como la mejor amiga que soy tengo que llevarla a ella. De seguro tendría una noche llena de diversión.

—Ya conoces la respuesta.

—Conozco varias respuestas y las principales son sí y no.

—¿Entonces?

—¿Es un no? —preguntó indignada.

Yo sólo me reí y me di la vuelta en cuanto llegó el maestro de física.

No era tan joven, le calculaba unos cuarenta años. Era calvo, rechoncho y de estatura pequeña. El hombre era amable y a veces te dejaba entregar los trabajos fuera de tiempo, con eso se ganó a la escuela completa. Pero hoy era uno de esos días en que mis compañeros estaban de flojos y nadie le prestaba atención a lo que estaba explicando, excepto yo, por supuesto.

El maestro Salvador, se rindió media hora después y solamente nos dejó unos ejercicios.

¿Por qué no estudié medicina forense? Al menos ahí todos están muertos y no hacen ruido.

—¡Por Dios! Rosa, ¿escuchaste eso? —pregunté totalmente asustada. El maestro había hablado, sin mover la maldita boca. Me giro para poder estar cómoda.

—¿Qué cosa? —dijo apartando la vista de su celular azul.

—Lo que dijo él, el maestro. Ni siquiera movió sus labios.

—No escuché nada. Tal vez lo imaginaste —Regresa su mirada a la pantalla de su celular.

Quiero contarle todo esto que me ha estado pasando. Cuando Rodrigo me dijo que fuera al psicólogo porque decía cosas que lo asustaban, el día que escuché a mi papá a través de la puerta de mi habitación, todo esto o era una mala broma de mi cerebro o realmente estaba...

No, no puede ser. Creo que yo soy la loca. ¿Cómo voy yo a escuchar lo qué piensan los hombres...? Es ridículo.

Se eleva a la cuarta potencia y se divide entre cincuenta, o ¿era al revés? —escucho a Rodrigo a un lado de mí haciendo cálculos.

—¿Puedes hablar un poco más bajo? —le pido amablemente.

—¿Perdón? Yo no he dicho nada —Basta de esto, basta.

Me levanto de mi asiento para poder salir del salón e ir al baño. Quiero que todo esto se detenga o esta vez en serio me voy a volver loca. Paso al lado del baño de hombres y escucho una voz que me parece familiar. Es Sam, un compañero del salón.

Me detengo como la curiosa que soy y escucho con atención y con precaución para que nadie me vea husmeando en el baño de hombres.

...pero si les digo puede que me echen de la casa y peor aún, que ni siquiera me reconozcan como su hijo. ¿Qué demonios tengo que hacer?

Trato de pensar a que se refiere. Pudo haber embarazado a una chica y decirle que abortara, yo correría a alguien de mi casa por eso. O tal vez...es gay, es lo más probable. Dios, Sam es gay, ya lo había sospechado pero ahora que él ha dicho esto estoy más segura.

Siendo sincera, no entiendo porque sus padres tendrían esa reacción. O sea, no es como que su hijo se vaya a convertir en un fenómeno, simplemente tiene otras preferencias sexuales y listo. Yo puedo servir de ayuda, necesito hablar con él y darle mi apoyo, aunque tal vez me tache de chismosa pero vele la pena intentar.

Una vez que ya no escucho nada me doy la vuelta antes de que Sam salga del baño y me encuentre aquí espiándolo.

—¡Jesucristo! No de nuevo, Rodrigo —grito después de asustarme por su repentina presencia. Su inoportuna presencia.

—¿A quién espiabas? ¿Eh? —pregunta mientras da un paso adelante.

El día de hoy decidió usar una bonita playera azul que le caía de maravilla a sus ojos. Tenía su usual olor a colonia cara que tanto me encantaba y aquella pequeña sonrisa juguetona.

—¿Yo? Pff, a nadie. Sólo me equivoque de baño —No puede ser en serio. Estúpidos nervios.

Trata de mentir mejor.

—¡No, no, no! Otra vez tú —le grito mientras lo jalo de su camisa, desesperada mientras trato de entender todo esto.

—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas? —me dice preocupado mientras mira a nuestro alrededor. Hay un par de grupitos de personas que nos miran raro. Que me miran raro.

Que se consigan una vida.

—Quiero que pienses algo —hablo rápido tratando de tranquilizarme.

—¿Pensar algo? Pero, ¿por qué, para...?

—¡Hazlo, sólo hazlo! —Si mi inexplicable teoría es cierta, tengo que poder escuchar lo que piensa. Saber lo que Rodrigo piensa sin que él lo diga. Qué loco suena todo esto.

—Bien, bien. ¿Qué quieres que piense? —Lo tomo de la muñeca y lo guío detrás de dos frondosos árboles, cuidando que no haya ningún maestro o adulto responsable que nos pueda ver o escuchar.

—Piensa, no sé. Lo que desayunaste hoy, cualquier cosa pero piensa algo.

—Pienso que estás un poco loca —Lo golpeo en el hombro con fuerza.

—¡Pero no lo digas! Piénsalo, en tu cabeza. Aquí, Rodrigo, aquí —le digo mientras toco con mi dedo su gran cabezota.

¿Tendrá fiebre? — Ay madre mía, entonces no estoy loca.

—Ahora dime qué pensaste. Anda.

—Me pregunte si tendrías fiebre. No entiendo el punto de todo esto. Explicarme—Yo necesito que alguien me explique a mí por qué demonios escucho lo que piensan los hombres.

¿Por qué sólo los hombres? ¿Seré la única que puede hacer esto? ¿De dónde vino todo esto?

—Necesito contárselo a Rosa, ahora vuelvo —digo eufórica.

—¿Contarle qué? —Rodrigo me toma de la muñeca y me devuelve a mi lugar —Esto se está poniendo muy raro y tú no me explicas nada.

—Te prometo que te lo explicaré —Sí, claro.

Salgo corriendo al salón de nuevo y voy directo al lugar de Rosa para contarle todo, pero antes de llegar me percato de que ella no está ni tampoco sus cosas. Así que voy al escritorio del maestro y le pregunto sobre el paradero de Rosa.

—Bueno, ella se retiró diciendo que tenía cosas más importantes que hacer, como por ejemplo pintarse las uñas —citó las palabras de Rosa y yo maldije en ese momento. Salvador me llamó la atención y me dijo que me sentara a terminar con los ejercicios antes de que la clase acabara.

Diez minutos después, Rodrigo entra al salón y yo con la intención de no contarle nada de lo que pasó, me giro en mi asiento y comienzo a platicar con Gabriela para dejar que el tiempo pase y la clase termine para así poder irme a casa y pensar todo esto.

En cuanto dan la una en punto, Salvador se levanta y nos deja ir a todos. Yo no pierdo el tiempo así que empiezo a guardar todas mis cosas, pero después de acomodar mi mesa banco quise tomar mi mochila pero esta no estaba en ningún lugar.

—¡Te doy tu mochila si me dejas llevarte a tu casa! —me grita Rodrigo desde la puerta del salón.

Su propuesta más bien la interpreto como: "¡Te doy tu mochila si me cuentas todo lo que te está pasando camino a casa!" Hay tarea el día de hoy, demasiada. No me puedo dar el lujo de abandonar mi mochila sólo por un capricho mío.

—Sabes que no puedo decir que no.

—Corrección: "sabes que no puedes decirme que no".

—Oh, no te creas tan importante.

—No me desafíes.

—No lo estoy haciendo. Y si lo hiciera, te negarías pues bien sabe que yo ganaría.

—¿Quieres apostar?

—No, no quiero. Sólo llévame a casa para que me pueda arreglar para el concierto.

—¿Es hoy? —Yo asiento —. Yo te ayudo a vestirte.

—¿Disculpa? Maldito pervertido —le digo con las mejillas sonrojadas. El salón entero está disfrutando de esta escena. Durante un segundo, volteo a ver a Lucía. Luce furiosa.

—Me refería a ayudarte a elegir la ropa. Eres una malpensada —Me abraza y me da un beso en la frente. 

••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••


Qué mal sería que se encontraran a alguien inesperado en la calle...

Bye, chenchuales lectores.

Pd. Lean la historia de mi amiga Paula. Se llama: Skyler, es realmente buena.

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