a coat in the winter; camren

Af milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. ¿Qué es capaz de hacer... Mere

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Último Capítulo
Epílogo
ACITW EN FÍSICO

Capítulo 53

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Af milanolivar

Camila's POV

—Cariño, tienes que decirle a la profesora de Maia que la semana que viene iré a hablar con ella. —Mientras yo ponía las tortitas en el plato, escuchaba simplemente el sonido de Lauren y Maia desayunar. —Lauren. —Puse el plato en la mesa y ella alzó la mirada hacia mí con las mejillas llenas de aquella tortilla de claras de huevo y atún. Tragó de una forma pesada, asintiendo mientras se bebía aquél zumo de naranja.

—Mmh... Sí, vale, la semana que viene. ¿Para qué quieres hablar con ella? —Me senté en la mesa colocándole bien a Maia el cuello del polo blanco, girando la mirada hacia Lauren con el ceño fruncido.

—Para ver si todo va bien en el colegio, los niños, ya sabes. —Aquél tema de Maia y los niños me estresaba bastante. Esperaba que aquello que Lauren me contó quedase en una anécdota y nada más, porque entonces la cambiaría de colegio de nuevo sin duda alguna.

—Está bien. —Lauren se levantó mirando el reloj, señalando a Maia que sonreía terminándose de comer los cereales de su cuenco. —Vámonos princesa, llegamos tarde.

Lauren cogió las llaves del coche y la mochilita de Maia, a la que yo le limpiaba la cara de chocolate, y luego le llené las mejillas de besos, en la frente, incluso en la nariz, mientras sostenía su mejilla con la mano.

—Te quiero. Cómete todo el desayuno, ¿me oyes? —La pequeña asentía rápido, corriendo hacia Lauren que extendía su mano para irse con la pequeña. Me levanté y caminé hacia Lauren, cogiendo sus mejillas para darle tiernos y seguidos besos, el último en la nariz. —Y tú... —Ella alzó las cejas al escuchar mi intento de amenaza.

—Estaré aquí a media mañana. Te quiero cariño. —Dijo eso último saliendo por la puerta.

—Hasta luego mami. —Maia me decía adiós con la manita y una sonrisa mientras cruzaban el jardín.

Recogí la cocina, no tardé mucho porque tampoco había muchas cosas en medio de la mesa. A mi lado estaba Lucy en su carrito, durmiendo como casi siempre. A veces abría los ojos y me miraba, o quizás no me miraba a mí y miraba a la nada, lo único que sabía es que adoraba cuando comenzaba a hacer aquellos ruidos con la garganta, o simplemente apretaba los puños un poco.

—Oh, no, no, cariño... —Comenzó a llorar de la nada, así que la cogí en brazos calmándola un poco mientras me dirigía hasta el sofá. —Dame un momento, cielo.

Con una sola mano comencé a desabrocharme la camisa, lentamente, colocando luego a la pequeña justo frente a mi pecho, notando la succión instantánea de su boca. En ese instante mi móvil comenzó a sonar, Dios, no daba un suspiro. Era Dinah.

—Hey teen mom. —Solté una risa al escuchar aquellas palabras de Dinah.

—Eres imbécil. —Lucy estaba apoyada en mi brazo, y con la otra mano sostenía el móvil.

—¿Cómo estás? ¿Qué estabas haciendo? —Bajé la mirada hacia Lucy, que comía sin importarle mucho lo que yo hiciese, con la leche casi rebosando por la comisura de sus labios e intenté limpiarla con la gasa. De fondo, el informativo de las mañanas.

—Estoy bien, dándole el pecho a Lucy. —Fruncí las cejas esbozando una débil sonrisa, observando cómo en la tele reponían la sección de deportes del día anterior.

—¿Cómo lo lleva Maia? Sé por experiencia que no siempre se lleva bien eso.

—Pues... Por lo que Lauren y yo vemos lo lleva bien. Es decir... El otro día Lucy estaba llorando y despertó a Maia, entonces bajó de la cama y la calmó. Le volvió a poner el chupete que se le había caído.

—Awww, Mila eso es adorable. En realidad tu hija es adorable siempre, es muy educada. —Que me dijese aquello alguien que no fuese Lauren o sus padres hacía que me llenase de orgullo por el simple hecho de que yo la había educado. —Bueno, ¿y Lauren ha follado ya o no?

—Madre mía, ¿y a ti qué te importa? —Fruncí el ceño poniendo el móvil entre mi hombro y mi oreja, colocando mejor el pecho en la boca de Lucy que aún no había parado.

—Pues porque me lo cuenta. Es decir, no cómo folláis sino que no folláis. —Rodé los ojos soltando un pesado suspiro que se escapó casi sin querer de entre mis labios.

—Acabo de tener un hijo, ¿de verdad crees que me voy a poner a tener sexo ahora? No puedo, quiero pero no puedo hasta dentro de cuatro semanas. —Volví a coger el móvil con la mano, viendo aparecer a Lauren en la tele en uno de los entrenamientos.

—¿Y? Te puedes masturbar. —Me quedé en silencio apretando las cejas mientras negaba.

—Dinah, eso no es tener sexo.

—No, no me refería a eso. Me refería a que si te puedes masturbar, podéis follar. Y más vosotras, sois dos tías. Mi marido no se quedaba satisfecho porque los tíos para esas cosas son limitados, pero nosotras sí. —Solté una risa negando, pero sin quererlo estaba atendiendo a las cosas que Dinah me decía. —Es decir, cuando haces la tijera es lo mismo que masturbarse pero con...

—¡Dinah! —Ella comenzó a reírse, pero yo sabía que en cierto modo llevaba razón.

—El caso es que te puede tocar pero no puede meter. —Apreté los labios al escucharla, ¿estaba loca por escuchar aquellos descabellados consejos de mi amiga? No lo sabía, pero lo que sí sabía es que tenía las hormonas revueltas a tiempo completo.

—Vale, Dinah, ya te contaré que tal, hasta otra vida.

—¡Per...! —Colgué.

*

Después de recoger la casa y limpiar un poco —aunque Lauren me dijo que esperase a que llegase ella, no me iba a quedar sentada de brazos cruzados con Lucy en brazos pudiendo hacerlo yo misma— Lauren llegó sobre las once de la mañana. La pequeña estaba durmiendo en su sillita justo frente a mí mientras yo, sentada en el sofá, ojeaba la portada de Calvin Klein de Lauren. Jesús, aquello no podía ser normal.

—Buenas. ¿Qué haces? —Se acercó a mí tras el sofá, inclinándome para besarme boca abajo.

—Esperarte. ¿Puedes llevar a Lucy a su cuna? Estoy bastante cansada. —Hice una mueca a la que ella sonrió como respuesta, cogiendo a su hija en brazos con el mayor cuidado posible.

Mientras Lauren acostaba a Lucy, yo subí a nuestra habitación antes de que ella llegase, que no tardó mucho. Cuando me vio allí, puso las cejas gachas con la cabeza ladeada.

—¿Qué pasa? ¿Me tienes que contar algo? —Me levanté de la cama cruzándome de brazos fingiendo estar enfadada.

—¿Cómo que qué pasa? —Abrió los ojos algo sorprendida por mi reacción. —Me prometiste que después del embarazo te pondrías en ropa interior delante de mí, justo como en la portada de esa revista.

—Pero Camz... —Negué con el dedo delante de mi cara y una sonrisa pícara.

—No, no, no. Lo prometiste. Vamos. —Lauren apretó los ojos humedeciéndose los labios, resoplando un poco al final.

Se quitó la camiseta sacándosela con ambas manos por la cabeza, quedando en sujetador, el mismo que llevaba en la revista. Se desabrochó el pantalón con un movimiento rápido de dedos, aquella estampa era realmente excitante. Era extraño, pero ver a Lauren quitarse el pantalón delante de mí me encendía aún más.

Cuando quedó en ropa interior delante de mí se puso las manos en la cintura, ladeando la cabeza.

—¿Ya? —Alcé las cejas negando. Me levanté de la cama acercándome a ella mientras me mordía el labio, arrugando un poco la nariz. —Oh no... ¿No querrás que me tumbe en la cama?

—Sí. —Asentí haciendo un puchero, tirando de su brazo y ella negó enfurruñándose mientras caía en la cama y se tumbaba, colocándose las manos detrás de la cabeza.

—¿Ya? —Volvió a preguntar, pero esta vez simplemente gateé por la cama hasta quedar encima de ella, con una pierna a cada lado de su cuerpo. —Oh no... Sh, no. Quieta. No hagas esto.

—¿Por qué? —Pregunté quitándome la camiseta dejándola a un lado en la cama, sin quitar el puchero de mi rostro, y me incliné un poco hacia Lauren. Tenía su mirada fija en mis pechos con los labios entreabiertos.

—Oh joder. Porque... —Carraspeó intentando aclararse las ideas. —Porque tú... No puedes... No podemos porque... Hasta dentro de dos meses... —Acerqué mi boca a la suya para besarla lento, profundo, húmedo, lamiendo cada centímetro de su lengua, fundiéndola con la mía hasta separarnos.

—Sabes... Podemos... —Pasé los dedos por mitad de su abdomen suavemente, acariciándolo con cuidado. —Sin tener que... —Presioné estos contra su piel, alzando la mirada a Lauren que entreabría los labios al escucharlo. —¿Entiendes?

—Oh... —Lauren se quedó con los ojos abiertos y los labios con forma circular, mirándome perpleja.

—Oh. —Repetí yo mientras asentía. —Vamos Jauregui no tenemos todo el día. —Mascullé desabrochándome el sujetador dejándolo junto a mi camiseta.

Lauren se movió rápido pero con la dulzura mínima para tumbarme en la cama, bajando las manos por mi cintura hasta apretar mis nalgas entre sus manos, haciéndome jadear contra su boca. Hacía demasiado tiempo que no me tocaba de aquella manera, que no me sentía tan deseada. Su boca no tardó mucho en dejar mis labios para instalarse en mis pechos, entre ellos, o jugueteando con mis pezones de forma suave y delicada, arrancándome jadeos y pequeños gemidos con el simple movimiento de su lengua.

Su boca dio besos húmedos por mi abdomen, algo abultado después del parto, no mucho, tampoco me preocupaba porque no era nada exagerado y a Lauren no parecía importarle nada.

Las manos de Lauren acariciaron la cara interior de mis muslos a la vez que abría mis piernas con delicadeza. Apoyé mis codos en la cama, bajando la mirada a Lauren que hundía la punta de su lengua en mi sexo. Apreté los dedos cerrando los puños, sintiendo cómo comenzaba a moverse sobre mi clítoris lentamente, me estaba matando. Jadeé mientras observaba a Lauren mover la cabeza entre mis piernas, echando la cabeza hacia atrás.

—Y yo que pensaba que necesitarías lubricante... —Se burló de mí en el momento que se separó para tomar aire.

—Con la boca llena no se habla. —Puse la mano en su cabeza empujándola contra mi sexo, que comenzó a succionar y a estimular con aún más fuerza.

Su lengua iba en todas direcciones, en todas formas, dejándome a mí totalmente rendida en la cama con el cuerpo absolutamente en tensión. No podía soportarlo más, estaba demasiado sensible como para aguantar aquél remolino que tenía Lauren por lengua y hacía lo que quería conmigo. Me tenía gimiendo, con la espalda arqueada, hasta que sopló sobre mi clítoris hinchado; entonces me deshice en gemidos.

Lauren subió dando besos por mi abdomen, colándose entre mis pechos con suaves mordiscos algo fuertes, lo suficiente para dejar marcas en mi piel y comenzó a besarme de nuevo de esa forma dulce y lenta.

—Casi se me había olvidado lo bien que... —Le puse en la mano en la boca justo cuando iba a terminar la frase, negando algo sonrojada. La apartó suavemente sonriendo con el ceño fruncido. —Me dices que con la boca llena no se habla, ¿y te da vergüenza que te diga lo bien que sabes?

—Sí. —No había nada más provocativo que aquella sonrisa lasciva en los labios de Lauren.

Volvió a echarse sobre mí, pero cuando quise quitarle la ropa interior metiendo mis dedos por el elástico escuché el llanto de Lucy, y Lauren se incorporó haciendo una mueca pasándose las manos por la cara.

—Y sigo sin follar. Joder. —Empecé a reírme a carcajadas rodando por la cama mientras ella salía por la puerta para coger a Lucy. —¡Ya te pillaré Cabello! Ya te pillaré.

En aquél minuto en el que Lauren calmaba a Lucy, aproveché para entrar al baño y darme una buena ducha. Quizás algo larga, pero después de pasar tanto tiempo con Maia, ahora con Lucy y aún más tiempo enseñando a Lauren a cambiar pañales en aquellas semanas me debía un descanso de pocos minutos para estar conmigo misma. Ahora tenía dos hijas, dos, y sí, el matrimonio con Lauren se había consolidado por fin después de todo. Lauren había pasado de ser la chica con la que salía, que estaba casada conmigo y era madre de Maia a ser completamente mi mujer, y con eso iba implícito que teníamos una familia. Nos había costado, quizás porque desde el principio nunca tuvimos tiempo a solas, o porque no vivíamos en la misma casa, pero nuestra situación había sido un tanto extraña. Ahora éramos un matrimonio modelo.

Salí del baño con el pelo ya seco recogido en una coleta y un vestido amarillo de lino, fresco para estar por casa. Bajé las escaleras hasta el salón y allí estaba Lauren meciendo a Lucy sólo con un pantalón corto deportivo puesto color rojo.

—¿Por qué no te has vestido? —Pregunté con el ceño fruncido, observando a la pequeña mirar a su madre entre los brazos de Lauren.

—Porque si la suelto llora. —Alcé las cejas al escuchar sus palabras y entonces recordé algo.

—La enfermera me dijo que los niños siempre tienen una conexión especial con su madre porque, ya sabes, ha estado nueve meses dentro de mí y eso une mucho. —Lauren se quedó en silencio con los ojos entrecerrados sin entender muy bien lo que quería decirle. —El caso es que me dijo que es bueno que los padres o tú en tu caso os pusieseis al bebé en el pecho desnudo.

—¿Es una excusa para verme las tetas? —Frunció las cejas agachándose para mirar a Lucy, besando su nariz con ternura.

—No necesito excusas si quiero verte las tetas. —Lauren abrió los ojos levantando la cabeza.

—Wow, razón de peso.

Lauren se sentó en el sofá con Lucy apoyada en el pecho, aunque llevaba sujetador era más que suficiente. Para ser sinceros, casi no pasaba mucho tiempo con Lucy por miedo a que Maia se pusiese celosa, así que me senté a su lado apoyando la cabeza en su hombro.

—¿Quieres cogerla? —Preguntó Lauren, sonriendo de medio lado. —Vamos, es tu hija, es igual que Maia. No vas a privar a Lucy de lo que sí tuvo Maia, sería injusto para ella. —La puso en mis brazos, y la realidad era que todo se hacía distinto cuando tu hija aún es un bebé. Se me caía la baba viéndola, era verdad, pero es que habían pasado tan pocas semanas que tenía que estar con ella.

—Es preciosa. Se parece a ti. —Besé la mejilla de la pequeña que bostezaba y apretaba las manitas.

—Quizás. —La vi vestirse al lado del sofá, recogiéndose el pelo con una gomilla mientras me miraba. —Y Maia eres tú en tu versión rubia de ojos azules. —Sonrió abrochándose el pantalón, acercándose luego a mí para dejar un beso en mis labios. —Por cierto, voy a recogerla.

—No te olvides de comprar leche por el camino. —Alcé la voz mientras la veía irse por la puerta.

—Ni ti ilvidis di cimprir lichi pir il cimini. —Movió la cabeza burlándose de mí.

—¡Inútil! —Grité aguantándome la risa.

—Ahora vengo, cariño. —Esbozó media sonrisa lasciva antes de cerrar la puerta de casa. Me dejó con una sonrisa, mordiéndome el labio y negando, pensando en cuánto la quería.


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