a coat in the winter; camren

By milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. ¿Qué es capaz de hacer... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Último Capítulo
Epílogo
ACITW EN FÍSICO

Capítulo 50

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By milanolivar


Camila's POV

En la mesa de mármol negro de la cocina la revista de Lauren permanecía abierta. Yo con una mano en la mesa y un trozo de pepino en la mano que masticaba con lentitud. La primera página era Lauren tumbada en una cama apoyada en los codos y una rodilla medio flexionada en ropa interior mirando a un lado. Oh dios.

Pasé la página a la vez que le daba otro mordisco al trozo de pepino, y esta no estaba lejos de la anterior. Lauren estaba en un vestuario con los pantalones del equipo algo bajados dejando ver la tira elástica de Calvin Klein, y un sujetador deportivo blanco puesto mientras abría la taquilla con el pelo suelto, enmarañado. Madre mía; mordí otro pedazo de pepino que tenía entre los dedos.

Una hoja más, otra foto. En esta Lauren sale de espaldas con tan sólo un culot puesto, sin ni siquiera sujetador. Con el pelo recogido y la cabeza ladeada, pasándose una mano por el hombro, como si lo estuviese masajeando, algo cargado.

—¿Qué haces? —La voz de Lauren me sacó de mis pensamientos y levanté la mirada hacia ella con los ojos entrecerrados.

—¿En qué momento se supone que eres esta chica de aquí? Porque si es mi mujer la quiero ver. —Lauren llevaba en las manos su móvil que dejó en la encimera al lado de la revista.

—En el momento en que me pongo en ropa interior, cosa que nunca ves porque ya no follamos. —Me dijo al oído dándome un beso en la mejilla, dándose la vuelta para abrir la nevera y coger una botella de té frío. —Además, follar ahora contigo embarazada es... Raro.

—¿Cómo que raro? Llevo a tu hija aquí. —Tracé pequeñas líneas con el dedo encima de la tripa, que cada vez estaba más grande.

—Por eso mismo es raro. —Se dio la vuelta abriendo el tapón de la botella para darle un sorbo.

—¡Oye! Encima de que me quedo embarazada por ti... —Lauren paró de beber frunciendo el ceño, bajando la mirada al suelo.

—Yo no dije que me urgiese tener un hijo ni que estaba muriéndome por tenerlo, sólo era una idea de futuro. Pero... ¿Es que tú no quieres tener este hijo y sólo lo has hecho porque pensabas que yo me moría por tenerlo? —Oh no, Lauren lo había malinterpretado del todo. O igual es que yo no había sabido expresarme, más bien era lo segundo.

—No, ¡no! —Negué rápidamente con el ceño fruncido. —Es decir, yo quería quedarme embarazada y sé que tú me lo preguntaste como un plan futuro, nada más. Quería decir que estoy embarazada de ti. —Lauren asintió lentamente con el ceño fruncido dándole otro sorbo a aquél té humedeciéndose los labios. —¿Estás enfadada? No te enfades conmigo. —Cogí sus mejillas entre mis manos haciendo que me mirase. —No te puedes enfadar con una embarazada, va contra los códigos morales. —Lauren apretó el entrecejo mirándome a los ojos.

—No estoy enfadada, pero vengo de correr durante una hora y te vas a manchar de sudor. —Me abracé a ella pasando las manos por su cintura alzando la cabeza hacia ella.

—Dame un beso. Vamos. —Sus labios chocaron contra los míos abriendo la boca para colar su lengua en la mía hasta que me separé con el ceño fruncido. —Así no, como no podemos tener sexo... —La separé de mí dándole un golpe en los hombros y salí de la cocina, dejándola allí con la boca abierta.

*

Lauren's POV

—Lauren, ¿tú sabes cambiar pañales, poner biberones y como cuidar a un bebé? —Dinah estaba al lado de Normani en la mesa y frente a nosotras, Camila y yo. Levanté la mirada de mi ensalada para fijarla en ella.

Estábamos en uno de los restaurantes en la playa, y mientras los niños jugaban en el parque, nosotras almorzábamos.

—Sé cómo clavarte el tenedor en el ojo. —Normani comenzó a reírse, aunque Camila pasó su brazo por encima de mis hombros. Yo ya estaba con cara de perro gruñón.

—No, no sabe, pero eso se aprende. —Dinah comenzó a reírse y yo me alcé un poco para darle con el tenedor en la cara.

—¡Que no te rías hija de puta! —Dije cogiéndole las manos para apretarlas, aunque las de ella eran más grandes que yo y me apretaron. —¡Ah, suéltame zorra!

—Camila, ¿tienen tres o cinco añitos? —Volví a sentarme en mi sitio enfurruñada, y Camila se echó hacia atrás pasándose la mano por la tripa con un suspiro.

—Lucy tiene más madurez que la madre. —Abracé su tripa casi echándome encima de ella, dándole un beso en esta.

—Hola Lucía. —Susurré levantando la camiseta de Camila para tener un contacto directo con su piel.

—No se llama Lucía. —Achacó Normani, y entrecerré los ojos mirándola.

—Estoy practicando para cuando me enfade y tenga que regañarle. 'Lucía, ven aquí'. —Noté una patada de la pequeña contra mi barbilla que me hizo fruncir el ceño, pero a Camila la hizo reír.

—No le gusta que la llames así. —Camila me acarició el pelo con ternura, mientras yo le dejaba varios besos en su vientre.

—¿De cuántos meses estás ya? —Preguntó Dinah cortando el filete que había en su plato.

—Siete y medio. —Camila cerró los ojos con un suspiro, removiéndose en la silla. —Podrías no molestarme, hablo con tus tías.

—¿Alguna vez has cogido a un bebé Lauren? —Terminé de masticar bebiendo un sorbo de agua del vaso.

—Mmh... Cojo a Maia desde el sofá hasta la cama cuando se queda dormida. Eso sirve, ¿no? —Ambas negaron con los ojos cerrados y miré a Camila algo desesperada. —Camz, ¿tan mala madre voy a ser?

—Qué dramática eres. Yo tenía diecinueve cuando tuve y fui madre, sale natural.

—Sin azúcares añadidos. —Se mofó Dinah soltando una carcajada, y yo acabé tirándole el plástico en el que venía envuelta la pajita.

—Hija de puta.

*

—Tenemos que comprar ropita de bebé. Que no nos falte nada, y también ropa para Maia. —Decía mientras entrábamos en el centro comercial, aunque yo lo hacía casi a rastras. Estaba demasiado cansada después del entrenamiento pero lo hacía por ella.

—¿Nada más que ropa?

—No, más cosas que ropa. Un carrito, jabones, cremas, pañales, biberones, ya sabes esas cosas que necesitan los niños. —Yo llevaba el carro con los brazos apoyados en el manillar. En él, ya llevábamos un montón de ropa para Maia, pero ahora tocaba comprar las cosas del bebé.

—Espero que sepas tú lo que necesitan los niños, porque veo a esas madres todas alteradas comprando sacaleches y polvos mágicos para que sus hijos no sé, sean inmortales. —Camila soltó una carcajada mientras caminaba delante de mí observando los escaparates de las tiendas.

—Cariño, crie a una niña a base de darle el pecho hasta los dos años y con máximo 400 dólares al mes. Créeme que va a ser rápido.

Y lo fue. Camila compró ropa, un montón de vestiditos adorables, bodys de dibujos y diversos colores, patucos, y más ropa diminuta que yo me quedé mirando durante minutos asimilándolo todo. Compró un pequeño bote de jabón y un tarro de colonia que decía servirle también a Maia, además de un par de cremitas y polvos talco.

Entonces me di cuenta de que estaba pasando y de que íbamos a tener un bebé, de que Camila estaba embarazada de ocho meses y en apenas un mes tendría a mi segunda hija en brazos. Casi me caigo redonda al suelo al darme cuenta de aquello, se me puso la cara blanca y es que quizás no estaba tan preparada como yo creía, ¿o sí? No sé. Camila había criado a su hija sin dinero y teniendo que trabajar día a día para que tuviese ropa, pañales y cuando fue más mayor algo de comida, además de tener un techo para Maia. ¿Pero y yo? Quizás no todos estábamos hecho de la misma pasta y Camila era una superviviente nata, Camila era una madre modélica, una madre ejemplar, Camila era increíble y yo sólo era... Yo era Lauren. Yo hacía que los niños se riesen poniéndome dos patatas en la boca y haciendo la morsa, o jugando con ellos al fútbol. Yo no era una madre así, yo era el típico tío al que todos sus sobrinos quieren porque es el que nunca les regaña.

—¿Cariño? —Terminé de meter las cosas en el maletero del coche y entré a su lado en el asiento, mirando al frente. —Te noto... Extraña.

—Vamos a tener un bebé. —Solté el aire por la nariz mientras salíamos del parking del centro comercial.

—¡Bien! Por fin te has dado cuenta de que lo que llevo aquí no es un melón es tu hija. —Negué soltando una inevitable risa, girando el volante para girar en una glorieta.

—Pero... ¿Y si no sé cuidar al bebé? ¿Y si sólo soy un estorbo? —Ella soltó una risa con las manos alrededor de su tripa.

—Me dices eso cuando no tuve a nadie que me ayudase con Maia, que ni siquiera pudiese cogerla cuando yo me tenía que duchar porque tampoco tenía carrito. —Paré en un semáforo y la miré, tenía una sonrisa dibujada en su rostro. —Yo no tengo miedo, porque para mí lo que tuve que sufrir ya pasó. Todo el mundo sabe criar a un hijo, está en nuestra naturaleza. Cuando nace es como... Te vuelves otra persona diferente, yo sé que con Maia no has vivido eso porque ya tiene cinco años pero, ver a una cosita tan pequeña débil e indefensa que necesita toda tu atención hace que despiertes. —Arranqué de nuevo con la mirada puesta en la carretera y mi oído en las palabras de Camila. —Imagínate, si yo supe criar a una niña después de una adolescencia de sexo y fiestas...

—¿De verdad confías en mí? —Camila puso una mano en mi hombro dándome un suave apretón.

—¿Has oído eso Lucy? Mamá me da consentimiento para que te apunte a un equipo de fútbol. —Sus dedos empujaron mi mejilla y yo comencé a reírme.

—En la vida voy a dejar que a mis niñas les den esas patadas. —Negué mordiéndome el labio suavemente soltando un suspiro.

—No sabes cuánto te quiero, Cabello.

—No más que yo a ti, Jauregui.

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