Run Away (With me) ↠ Frerard

By MyFabulousRomance

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"Run away like it was yesterday." Gerard y Mikey Way fueron enviados a vivir con su tía Marie en Monroeville... More

Capítulo I
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII

Capítulo II

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By MyFabulousRomance

El viaje en el destartalado volvo blanco de Marie fue lúgubre y silencioso. Nadie dijo una palabra en todo el camino, aunque tampoco había mucho que decir. La mayoría de las cosas se habían dicho en la cena de la noche anterior y ya no quedaba nada para escupir. Bueno, quizás uno que otro insulto pero no venía el caso.

Gerard prestaba poca atención a Marie, cuyos ojos se econtraban enfocados en la carretera. No podía quitarse de encima ese sentimiento de pavor irracional a medida que recorrían grandes parcelas de árboles y árboles de diferentes tonos de verde. Desde Monroeville a esa escuela había un trayecto de casi cuatro horas en auto. Tediosas cuatro horas. Gerard solo podía distraerse viendo el mismo paisaje una y otra vez a través de la pequeña ventanilla empañada del coche o escuchando música de sus auriculares. A su lado, Mikey se había limitado a jugar con su Game Boy, su pequeña adicción personal además de la hierba.

Gerard no podría decir cuánto tiempo llevaban metidos allí, pero definitivamente había pasado un buen rato cuando finalmente se detuvieron frente a un gran edificio en medio de la nada. Gerard se asomó por la ventanilla y entrecerró los ojos. Mikey hizó lo mismo.

El lugar era enorme. Era aproximadamente del tamaño de un viejo castillo y paredes de ladrillos rojos se extendían a lo largo. Viejas ventanas en forma de cúpulas se veían por doquier. Por el estilo del edificio se podía deducir que fue construido en algún momento de la década de 1800, pero debido a su robusta base de hormigón se había mantenido en pie durante todos esos años. Se encontraba en medio de lo que Gerard supuso era algún tipo de bosque o algo así. Los árboles estaban amarillentos y habían perdido casi todas sus hojas debido al otoño. Gerard intercambió una mirada con su hermano. Ese lugar le daba escalofríos. Otra razón para salir de allí a la primera oportunidad.

— Bien, aquí es —anunció Marie, cosa totalmente innecesaria. Se podía oír en su voz la prisa por dejarlos en aquel sitio.

En ese instante, las puertas de roble se abrieron y de ellas salió una mujer de mediana edad. Vestía una larga falda negra y un sweater de lana color gris opáco. Una cadena con una enorme cruz plateada lucía brillante en su cuello. Casi parecía una monja, a excepción de que le faltaba aquella cosa blanca y negra que llevaban en la cabeza. Gerard nunca se sabía el nombre. La extraña les sonrió desde la entrada. Sí, eso no fue para nada raro.

Ni siquiera se despidieron de Marie. No sentían ninguna clase de empatía hacía ella y jamás la tendrían. Es más, se sentían aliviados de deshacerse de ella al fin. Simplemente tomaron sus cosas y bajaron del auto. A los pocos segundos, el auto arrancó y desapareció en el camino dejando una estela de polvo a su paso. Suponía que se alegraba de deshacerse de ellos. Gerard y Mikey avanzaron hasta donde se encontraba la mujer. Su sonrisa se hizó aún más grande al verlos más de cerca.

— Los hermanos Way, si no me equivocó —murmuró— ¿Cierto?

Ambos asistieron con la cabeza, sin saber muy bien que esperar.

— Estupendo. Soy la hermana Elizabeth, pero pueden llamarme simplemente Beth —su voz era extrañamente amable. ¿Porqué esa mujer estaba siendo tan amable con ellos? Desde donde venían no existía la amabilidad— Ahora, por favor acompáñenme.

Beth los guió hasta el vestíbulo, una elaborada habitación llena de muebles de mármol y caoba y suelos de felpa. Un par de chicos vestidos en horribles uniformes de color azul y gris se encontraban pululando alrededor. Algunos conversaban alegremente en su círculo de amigos mientras otros iban y venían. Varios de ellos les dedicaron a Gerard y Mikey una mirada extrañada o una mueca de disgusto. Gerard les respondió de igual manera. Odiaba a los adolescentes y que estos se creyerán mejores que los demás.

— Sarah, por favor ven aquí —llamó Beth.

Al poco rato una muchacha con un bloc de notas en sus manos apareció de pie junto a ella. Tenía el cabello negro ondulado y profundos ojos azules, casi violetas. Parecía una versión más joven de Zooey Deschanel, pero con exceso de maquillaje. Al verlos, su rostro se iluminó en una enorme sonrisa psicótica.

— Ella es Sarah. Va a ayudarlos con su estadía aquí. Al menos hasta que logren acostumbrarse —indicó la mujer.

Gerard rió internamente. No había manera de que él o su hermano se quedasen en ese lugar. Tan pronto tuvieran oportunidad saldrían de allí y jamás volverían. Beth pronto se excusó y quedaron solos con ¿Marla? ¿Mara? ¿Sarah? Daba lo mismo cual fuese su maldito nombre, ni siquiera importaba.

— Hola, bienvenidos a la Summery Academy. Soy Sarah y yo seré su guía durante sus primeros días aquí. Ahora, ¿quién de ustedes es Gerard? —preguntó con curiosidad. Sus mejillas se veían exageradamente rosadas.

Gerard levantó la mano tentativamente. Sarah volvió su cabeza hacía él. Inmediatamente sintió sus penetrantes ojos de ardilla examinándolo de arriba a abajo con detenimiento. La vió fruncir el ceño por un segundo, antes de volver a sonreír. Luego entregó a cada uno un trozo de papel.

— No pierdan esto. Tiene sus horarios de clases, así como también el número de  sus habitaciones. Gerard tu habitación es la número 26 y la de Mikey es la... 20.

Tan pronto escuchó las palabras una sensación de inquietud se apoderó de Gerard— ¿Quieres decir que mi hermano y yo no estaremos juntos? —preguntó con algo de dureza. Aquello podría llegar a ser un inconveniente a la hora de huir.

Sarah frunció el ceño con fingida simpatía— Bueno, yo no soy responsable de asignar las habitaciones. Pero si tienen alguna queja siempre pueden hablar con el director.

— No, está bien —Mikey habló. Le dedicó una mirada a Gerard en plan "Cierra la boca o lo arruinaras."

—Genial —Sarah sonrió— Mañana comenzarán sus clases. Ahora si me disculpan, debo irme. Ustedes pueden ir a sus habitaciones y descansar, si quieren. Las encontrarán con facilidad. Ah, y sus uniformes están en sus armarios.

Antes de irse, le dedicó una última mirada a Gerard y luego desapareció a través de uno de los pasillos de la izquierda.

~*~

Gerard y Mikey se vieron obligados a separarse para llegar a sus respectivas habitaciones. No le gustaba la idea de separarse de su hermano ni siquiera por un tiempo, puesto que no planeaban quedarse allí más de lo necesario. Suponía que se había vuelto un poco paranoico luego de las muertes de su padres y temía perderlo también. A veces, durante las noches, tenía horribles pesadillas donde veía a sus padres morir. Sufría el mismo sueño una y otra vez. Despertaba sudado, con lágrimas en los ojos, y con una horrible sensación de ahogo en el pecho. No, se dijo. Tenía que dejar de pensar en esas cosas. Mikey estaba bien, él mismo estaba bien.

Tratando de borrar aquellos pensamientos de su mente se abría paso entre el tumulto de estudiantes como podía a la vez que cargaba con su pesado bolso. La mayoría de ellos lo llevaban por delante y ya había perdido la cuenta de cuantos empujones había recibido. Llevaba menos de diez minutos allí y ya odiaba ese lugar. Quería irse lo más pronto posible.

Deambuló por los extensos pasillos tratando de encontrar la bendita habitación 26, aunque sin suerte. Había puertas a su izquierda y a su derecha pero ninguna con el número 26. Si tenía que subir otro par de escaleras moriría. La falta de ejercicio sumado al consumo de cigarrillo no eran la mejor combinación para subir escaleras. Podía preguntarle a alguien pero Gerard nunca admitiría que necesitaba ayuda, ni siquiera a sí mismo.

Resignado a tener que subir otro par de escalones, comenzó a dirigirse hacía la escalera cuando un sonido lo detuvo. El sonido fue seguido por un golpe sordo de algo golpeando contra una puerta. Extrañado, siguió la fuente del ruido a lo que parecía ser era una especie de armario de mantenimiento. Sin embargo, una vez allí no escuchó nada. El pasillo también estaba vacío. Al parecer todos habían ido a clases. Quizás todo estaba en la cabeza de Gerard. Cuando estuvo a punto de darse la vuelta escuchó un... ¿gemido? Sí, definitivamente no había imaginado eso. Luego otro y otro. Se escuchaba algo de forcejeo detrás de la puerta y Gerard no sabía en que demonios estaba pensando cuando decidió abrirla.

Gerard se encontró paralizado con la escena que se desarrollaba frente a él; un chico sin camiseta se encontraba apoyado contra la pared. Sobre el había otro chico, también sin camiseta, con el cabello castaño oscuro corto. Ambos se separaron rápiramente al ver que no estaban solos.

— Yo... yo... —Gerard fue tomado por sorpresa. Se sentía un estúpido por haber interrumpido de esa manera— Lo siento... no fue mi intención.

— Mierda —el chico con cabello castaño oscuro exclamó a la vez que sus ojos se encontraban con los de Gerard, llenos de pánico— ¡No, no lo digo por ti! —se apresuró a explicar— Me refiero a que por un segundo pensamos que eras un maestro o alguien peor.

— Bueno... yo no soy un maestro —murmuró, sin saber muy bien que decir en esa incómoda situación.

— Soy Brendon —se presentó el castaño— Él es Ryan —dijo señalando al otro chico.

— Gerard. Un gusto... Creo.

— Lamento que nos conociéramos de está manera, Gerard —el llamado Ryan habló. Se veía realmente apenado e indefenso. Gerard casi sentía la necesidad de abrazarlo y decirle que todo estaría bien.

— Descuida, fue mi culpa. No debí haberme entrometido.

— Dime, Gerard, ¿acaso eres nuevo? —preguntó Brendon con el ceño fruncido. Se había puesto una camisa blanca del uniforme para tapar su torso. Ryan hizó lo mismo.

— Así es. Mi hermano y yo llegamos hoy. De hecho, hace como diez minutos —respondió, señalando el bolso colgado al hombro.

— ¿Vienen de muy lejos?

— De Monroeville. Es una pequeña ciudad a cuatro horas de distancia.

— ¡Siempre he querido visitar Monroeville! —bramó Ryan con una enorme sonrisa.

— Me sorprende que no hayas reaccionado de otra manera al vernos —dijo Brendon.

Gerard frunció el ceño. ¿De que demonios estaba hablando?— ¿A qué te refieres?

Brendon y Ryan intercambiaron una mirada— Es solo que a la mayoría de la gente en este lugar no les agrada precisamente... ver a dos chicos besándose —explicó el menor, con calma.

— Oh, ya veo. Pues yo no tengo problemas con eso, es más, yo... —se detuvo de pronto. ¿Porque demonios estaba contándoles cosas personales a unos chicos que acababa de conocer? Ni siquiera debería estar hablándoles en primer lugar.

— ¿Eres gay? —Brendon soltó de pronto, al ver que Gerard no pensaba continuar su oración.

— ¡Brendon! —exclamó Ryan— ¡No puedes ir por allí preguntándole a la gente si es gay!

— ¡Funcionó contigo! —se defendió el castaño, fingiendo una mueca ofendida.

Ryan negó con la cabeza— No tienes que responder, Gerard —le aseguró con una sonrisa tímida.

— Descuida. En realidad lo soy.

A Gerard le habían gustado los chicos desde que tenía memoria. Ni siquiera sabía porque estaba siendo tan abierto con ellos. Quizás porque necesitaba hablar con alguien más aparte de su hermano o porque había algo en ambos que inspiraba confianza.

— Bienvenido a mi mundo, amigo —río Brendon. Pequeños y adorables hoyuelos se formaron en sus mejillas. Su frente sí que era enorme.

— Bien, creo que será mejor que me vaya así ustedes pueden... terminar con su... asunto, supongo —balbuceó. Siempre fue un desastre en la interacción con otras personas.

Se despidió y al salir chocó contra algo duro que por poco le hizo perder el equilibro y caer al suelo de bruces.

— ¡Mira por donde caminas, idiota! —una voz molesta gruñó.

— ¡¿A quién llamas idiota?! —replicó. Levantó la vista para ver a un chico un poco más bajo que él mirándolo con molestia. Su cabello negro se encontraba a la altura del hombro suelto y despeinado, y sus ojos avellana brillaban con enfado.

— ¿Además de idiota eres sordo? —su tono sarcástico no era del agrado de Gerard. ¿Quién demonios se creía que era ese pitufo?

— ¡Controla tu boca, enano! Fue un accidente.

— ¡Nadie me dice que hacer!

— Pues más te vale comenzar a hacerlo si no quieres recibir una golpiza, enano —gruño Gerard.

— ¡Vuelve a llamarme enano una vez más y te golpearé en medio de tu fea cara!

— Oblígame. Enano —puso especial énfasis en la última palabra.

El moreno apretó sus puños con fuerza y sus labios se convirtieron en una delgada línea apenas distinguible en su rostro. Gerard notó que trataba de no perder la cordura. Había encontrado su punto débil al llamarlo enano. Al igual que Marty McFly cuando lo llamaban gallina en las películas de volver al futuro.

— Tienes suerte de que tengo prisa por llegar a clase —murmuró— Pero esto no se termina aquí.

— Puedes apostarlo —Si ese cretino creía que iba a acobardarse ante el, entonces estaba muy equivocado. Se dio la vuelta y salió de allí.

~*~

Gerard asumió que dio vueltas por la escuela durante una hora entera. El sentimiento de alivio al ver la puerta con el número 26 en letras plateadas fue indescriptible. No podía creer que le hubiera tomado tanto tiempo encontrar una mísera puerta. Pensó en golpear, pero luego recordó que todos los estudiantes estaban en clase. Bueno, todos menos Brendon y Ryan, quienes estaban haciendo lo que sea que hacían. Así que simplemente la abrió y entró. No le sorprendió lo que encontró.

La habitación no era demasiado grande ni demasiado pequeña, sino lo suficientemente espaciosa para albergar a dos personas. Las camas se encontraban ubicadas contra las paredes y un armario dividía el espacio entre ambas. Estaba pintada de un color blanco marfil y la alfombra del suelo era azul. Pudo haber sido peor, pensó.

Gerard se sentó en la cama que asumía era la suya, puesto que la otra estaba desordenada y mostraba indicios de que alguién había dormido allí la noche anterior. Sobre ella reposaban varios cómics algo arrugados de Marvel. Personalmente Gerard prefería los de DC. Cielos, había olvidado que tendría un compañero de cuarto. Nunca antes había compartido habitación con alguien más además de Mikey, y solo esperaba no tener que lidiar con él en el tiempo que se quedase allí. Además...

— ¿Qué demonios estás haciendo tú aquí!? —una voz demasiada familiar gruño a sus espaldas, sacándolo abruptamente de sus pensamientos.

Oh no. Gerard conocía esa voz. Se volteó solo para confirmar sus sospechas. En el marco de la puerta se encontraba de pie el chico de cabello largo con el cual había tenido un altercado en el pasillo. Su mano aún estaba en el pomo de la puerta y una expresión de sorpresa sustituida rápidamente por una de enojo se veía en su rostro.

— Esto tiene que ser una broma.

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