a coat in the winter; camren

By milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. ¿Qué es capaz de hacer... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Último Capítulo
Epílogo
ACITW EN FÍSICO

Capítulo 39

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By milanolivar

Camila's POV

Estaba sentada al lado de Maia en la habitación, ayudándola a que hiciese sus deberes. Tenía un lápiz amarillo en la mano con goma en la punta, y apretaba al escribir las palabras en aquél cuadernillo que su profesora le había mandado.

–El pe... rro. Co–me, pienso. –Leía la pequeña al terminar de escribir la frase, con una letra algo mal hecha e infantil.

–Muy bien, Mai. –Le revolví el pelo y Maia sacó la lengua un poco, levantando los brazos antes de frotarse los ojitos.

–No quiero hacer más deberes, mami. –La verdad es que llevábamos como una hora en la habitación, y no había parado de escribir aunque tampoco era mucho. Aún recordaba cuando trajo a casa un folio con la palabra 'mamá' escrita en medio, y ahora... Ahora casi sabía escribir y leer.

–Lo has hecho muy bien hoy. –Levanté a Maia de la silla para cogerla en brazos y darle un besito en la frente, sentándola en mi regazo. –Eres muy lista.

–Tú también. –Puso las manitas en mis mejillas arrugando la nariz, y luego se quedó sentada con las manitas entre sus piernas. –¿Dónde está mamá? –Preguntó la pequeña frunciendo el ceño.

–Viene de camino a casa, creo que no tardará mucho en llegar. –Mientras hablaba, Maia se enganchó a mi cuello dándome un abrazo, y me levanté con ella en brazos, dándole unos cuantos besos por las mejillas. –¿Me quieres mucho? –La pequeña asentía mientras bajaba con ella en brazos las escaleras que conducían hacia el salón, y se separó un poco sólo para poder mirarme.

–Mucho mucho mucho. Así. –Abrió los bracitos para indicarlo, y volvió a abrazarme rápidamente. Por mucho que lo hubiese pasado mal, esas cosas hacían que todo valiese la pena.

La dejé en el suelo, justo en el momento en el que se escuchó la cerradura de casa, y aún se me hacía extraño pensar que estaba viviendo con Lauren. Apareció tras la puerta con una pequeña bolsa de tela bajo el brazo y las llaves del coche en la mano. Maia salió disparada hacia ella, que se agachó para cogerla con un brazo.

–¡Mamá! –Lauren besó la frente de Maia con una sonrisa, y con la pequeña en brazos se acercó a mí dándome un tímido beso en mis labios.

–¿Te has portado bien hoy? –Le preguntó Lauren a Maia dejándole en el suelo, y la pequeña asentía convencida. –No me convence del todo, le tendré que preguntar a mamá. –Levantó la cabeza hacia mí con el ceño fruncido. –¿Se ha portado bien hoy?

–Se ha portado genial. Pero ahora tiene que bañarse, y luego cenar. –Alcé las cejas cruzándose de brazos, viendo cómo Maia hacía un puchero mirando a Lauren, buscando algo de refugio en ella.

–Mamá tiene razón. Ve a darte un baño, ponerte el pijama y luego te pongo los dibujos, ¿vale? –Le pellizcó suavemente la mejilla y la pequeña, aunque desganada, aceptó, subiendo las escaleras y cuando desapareció, me dirigí a la cocina para hacerle la cena.

–Hey. –Lauren vino conmigo a la cocina, poniendo una mano en mi brazo, acariciándolo con suavidad. –¿Cómo estás?

–Lauren... –Apreté los ojos y suspiré dándome la vuelta para mirarla directamente a los ojos. –Necesito hablar contigo.

–¿Qué ocurre? –Lauren se cruzó de brazos apoyando la espalda en la encimera.

–Sabes qué ocurre. No estamos bien. –Acabé por soltar, pero ella ni siquiera cambió de expresión. –Tenías razón cuando me decías eso de que no parecíamos una pareja, porque no, no lo parecemos, y tú lo sabes. Pero no sé qué hacer para arreglarlo.

–Camz... –Lauren se acercó a mí poniendo una mano en mi mejilla y apreté los ojos negando. –Te quiero.

–Y yo a ti también, Lauren. Sólo quiero que parezcamos un matrimonio de una maldita vez.

* * *

Lauren's POV

Después de llevarme la noticia de que habían destituido a nuestro entrenador, no había nada mejor que tu mujer te dijese que no parecíais un matrimonio. Todo iba genial en mi vida, porque si no fuese por Maia, probablemente me habría dejado hacía mucho. Estaba enfadada, absolutamente cabreada conmigo y con el mundo. Quizás no valía para estar en una relación, y mucho menos para tener una familia. Quizás debería haberlas ayudado y seguir sola mi camino, haberlas dejado en su casa y nada de esto estaría pasando. Ni siquiera Nash se habría vuelto a meter en sus vidas si yo no las hubiese llevado a Miami. Quizás, por el bien de las dos, debería desaparecer.

Cerré la puerta de la taquilla de un portazo, terminando de ponerme la camiseta de entrenamiento con la sudadera negra encima. Hacía demasiado frío en Portland en Noviembre, y sin duda los guantes eran mi mejor aliado.

–Jauregui. –Escuché la voz de la nueva entrenadora llamarme, y levanté la mirada poniéndome de pie delante de ella. Tendría unos 50 años, de pelo castaño, nariz recta y labios fruncidos, mucho más baja que yo. –Qué te pasa. –Más que una pregunta, fue una orden de que respondiese.

–Problemas personales. –Respondí sin más, deshaciéndome fácilmente de aquella pregunta.

–Está bien. No vas a entrenar con el grupo. –Soltó de golpe, y casi abrí los ojos de par en par al escucharla.

–¿¡Qué!?

–¿Quieres ser la capitana? Tienes que cambiar. No estoy diciendo que seas mala jugadora, al contrario, eres la mejor del equipo, pero yo quiero una capitana, y tú eres una blanda. –Parpadeé sin poder creer lo que estaba diciendo porque era la primera vez que me decían eso. –Quiero una capitana que sepa sacar las armas para destrozar al rival, quiero que sepa cuándo poner calma y cuando echar leña al fuego, y tú no lo tienes. Tú sólo tienes calma. –Se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta e hizo un gesto con la cabeza señalando la salida al campo. –Sal ahí y corre hasta que yo te diga. –Y no pude añadir nada más, porque era mi nueva entrenadora.

Mientras veía a mis compañeras entrenar de forma normal, yo hacía carrera continua con zapatillas de deporte, y quería entrar ahí, golpear balones, hacer rondos y dejar en ridículo a alguna de la que todos nos riésemos, pero no, en absoluto, yo sólo corría sin saber por qué. Una zancada tras otras, las vueltas al campo no cesaban, casi parecían interminables, y las chicas de mi equipo tomaban un descanso para beber agua u otras bebidas, pero yo no.

Ellas terminaron, y yo seguía corriendo. La entrenadora se había quedado conmigo en el campo una media hora más, hasta que tres horas después de empezar el entrenamiento, terminé yo. Mi pecho subía y bajaba, la garganta me quemaba del aire frío que estaba tragando constantemente, y el sudor caía por mi frente.

–Nos vemos mañana. –Me dijo ella sin ningún tipo de explicación.

*

Aquella noche Camila y yo dormimos cada una en una punta de la cama, diciendo un tímido 'buenas noches' y poco más. Ella no estaba cómoda conmigo, y yo... Yo no estaba cómoda con mi vida.

–Jauregui, al gimnasio. –La entrenadora estaba en los vestuarios mientras nos cambiábamos para salir a entrenar, y todas mis compañeras se quedaron en silencio. ¿Qué pasaría si le faltaba al respeto delante de todo el mundo? Quizás me sentenciaría para siempre. Así que simplemente asentí, me cambié las botas por las zapatillas y salí del vestuario hacia el gimnasio, cerca de donde estaba el centro médico.

A la entrada del gimnasio, me esperaba el preparador físico, y no sabía por qué aquella mujer hacía eso. Yo simplemente era una buena jugadora, hacía bien mi trabajo, animaba al equipo, no hacía falta ser agresiva para ser la capitana.

–Lauren vas a correr veinte minutos en cinta, luego vas a la piscina de hielo, vuelves a máquinas a trabajar los isquiotibiales, y luego trabajo de suelo. –Levantó la cabeza del papel, esbozando una sonrisa que a mí no me hizo ninguna gracia, pero antes de que pudiese decir nada, la entrenadora llegó, le quitó la carpeta de la mano e hizo un gesto con la cabeza para que entrase en el gimnasio.

–Yo me encargo. –Esto no iba a ser un paseo de rosas.

Los primeros veinte minutos corriendo fueron fáciles, aunque iba aumentando la velocidad hasta que los últimos dos minutos fueron un sprint total que me dejaron exhausta. Esa mujer estaba mal de la cabeza.

Luego, la piscina helada. Tuve que cambiarme, como es obvio, y al entrar casi sentí que se me congelaba el alma, no me salía el aliento y por un momento pensé en salirme. En medio de aquella piscina, había una bicicleta estática. Me subí, y la entrenadora puso su cronómetro.

–Dale fuerte Lauren. –Me decía, pero mis piernas no podían ir más fuerte de lo que ya iban, me estaba quemando, pedaleaba lo más fuerte que podía incluso levantándome del asiento. –No eres tan buena como pareces ser, ¿sabes? –Me decía en voz más baja, de cuclillas al borde de la piscina. Mis pies pedaleaban aún más rápido al escucharla, porque la rabia me estaba invadiendo cada vez más. –En el instituto deberían meterse contigo, porque eres lo más fácil de insultar que he visto en mi vida. –Mantuve la calma, era mi entrenadora, me podían echar del equipo. –¿Qué hacías cuando te insultaban por bollera, Lauren? ¿Quedarte calladita sin decir nada? Apuesto a que sí. –Mis piernas comenzaron a sentir pinchazos del frío y el calor que provocaban mis movimientos, eran como pequeños alfileres clavándose en mi piel. –Para. Sal de la piscina, vuelve al gimnasio.

Y me cambié sin rechistar, con ganas de reventar a puñetazos todas las taquillas del vestuario, pero volví al gimnasio. Ella estaba allí apuntando algo en su carpeta. Frente a la entrenadora, unas cuerdas elásticas color naranja, enganchadas a la pared por dos hierros circulares.

–Ponte eso en la cintura y tira hasta donde puedas. –Dejó la carpeta en una mesa y me acerqué a las gomas, poniéndomelas alrededor de la cintura. –Empieza a tirar.

Caminé hacia adelante y en principio no había problema, seguí tirando, la cuerda apretaba mi estómago, y mis piernas estaban ya debilitadas después de todo el esfuerzo que había hecho. Unos metros más adelante, ya no podía seguir tirando.

–Sigue andando, Lauren. –Me ordenó, pero si intentaba dar un paso más, la cuerda me tiraba hacia atrás. –Vamos, joder, ¿qué pensarían de ti tus compañeros de clase si te vieran ahora? Seguro que dirían que eres una blanda fracasada, que se deja manejar por todos, ¿no es así? –Casi empecé a correr aunque la cuerda elástica me ahogaba, y a pesar de lo que ella me dijese, esa cuerda me echó hacia atrás, y acabé cayendo de espaldas en el suelo dando una vuelta. Estaba harta, estaba a punto de estallar, aquella tía se estaba burlando de mí y yo la estaba dejando. –Serías la burla de la clase.

–¡¡CÁLLATE!! –Grité con la respiración agitada, con la impotencia que me recorría el cuerpo estallando en mil palabras. –¡¡DÉJAME EN PAZ!! NO SABES NADA DE MÍ. NO. SABES. NADA. –Puntualicé gritando, intentando respirar y hablar a la vez. –MI MUJER DICE QUE NO PARECEMOS UN MATRIMONIO, Y ENCIMA LLEGAS TÚ A JODERME MÁS LA VIDA. VETE A JODER A OTRA, PORQUE O TÚ O YO SE VA A IR DE ESTE EQUIPO. Y yo, al contrario que tú, tengo ofertas de otros clubes. –Tomé aire, dándome cuenta de lo que acababa de decir, y que en su mirada no había nada. Estaba terrada, dudaba entre salir corriendo o tirarme a sus pies a pedirle perdón, había sido una auténtica idiota.

–Eso es lo que yo quería ver. Necesito que saques esa rabia que llevas dentro, y que igual que me gritas a mí, le grites al contrario. Y tu mujer... Quizás es que eres tan buena, que parece que pasas de ella. –Hizo una pausa, mientras yo intentaba recuperar la respiración después de eso. –Ve a ducharte, nos vemos mañana.

*

En la puerta del colegio, Normani, Dinah y yo esperábamos a que nuestros hijos saliesen de clase. Dinah miraba concentrada su móvil, aunque a la vez hablaba conmigo.

–Tu entrenadora lleva razón. Eres una puta blanda, Lauren. Incluso me callas cuando insulto desde la grada. –Levantó la cabeza guardando el móvil en su chaqueta.

–Es que eso no está bien. –Le respondí con un suspiro.

–¿Sabes qué no está bien? Que se caguen en los muertos de toda tu familia, y tú no hagas nada. Eso no está bien. –Hice una mueca mirando a Dinah. –Te daré un ejemplo de cómo eres y cómo deberías ser. –En ese momento, Dinah me endosó un guantazo con la mano abierta que picó y dolió lo suficiente para que me llevase la mano a la cara.

–¡Pero qué haces, imbécil! –Dinah se giró hacia Normani, y le dio el mismo guantazo que a mí. Normani la miró y le respondió con otro guantazo a Dinah, más fuerte incluso que el que ella le había dado.

–Por hija de puta. –Añadió Normani cruzándose de brazos, y Dinah se giró hacia mí con la cara desencajada.

–Así es cómo tienes que ser. En cambio, yo te he pegado y has puesto incluso la otra mejilla en vez de reaccionar.

–¿Y qué tiene que ver eso con Camila? –Pregunté nerviosa, mordiéndome el labio inferior mientras miraba al frente.

–Joder, Lauren, pues que tienes que tener sangre con ella. No puede ser todo 'te quiero mucho, Camz'. –Dijo Normani con el ceño fruncido, y Dinah asintió aún con la mano en la mejilla.

–Yo creo que Camila quiere que le digas que te la quieres follar, y que te la folles. Que la marques como a una perra en celo. –Entreabrí los labios achicando los ojos.

–¿Estás segura de eso? –Pregunté buscando la mirada de Normani, que asintió.

–Es nuestra amiga. Lo que quiere Camila es... Que saques tu lado divertido con ella, que seas pasional, que sepa que tú la deseas. Eso es. –Comentó Normani asintiendo con Dinah, y seguramente habían dado en el clavo. 


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