Conviviendo con la Mentira ©...

By LadyGual

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[Historia GANADORA en los PREMIOS WATTY 2013 en español, en la categoría erótica, no adolescente, chick lit... More

Capítulo Uno: ¿Por qué a mí?
Capítulo Dos: Preparativos de Boda
Capitulo Tres: Caos desatado.
Capitulo Cuatro: Sorpresa y Trato.
Capitulo Cinco: Sucesos Confusos
Capítulo Seis: ¿Actriz? Creo que no...
Capítulo Siete: Principio del deseo.
Capítulo Ocho: ¿Película y Hormonas? Mala combinación...
Capítulo Nueve: Malas Noticias
Capítulo Diez: Pesadilla.
Capítulo Once: ¿Líos y confesión? Menudo día...
Capítulo Doce: La bomba decidió estallar.
Capítulo Trece: ¿Alex es gay?
Capítulo Catorce: La prueba y, Elisa, ¿qué planeas?
Capítulo Quince: Beso con sabor a tarta de queso
Capítulo Dieciséis: ¡Sorpresa, somos nosotros!
Capítulo Diecisiete: Vaya noche. I
Capítulo Dieciocho: Vaya noche. II
Capítulo Diecinueve: La felicidad dura una navidad.
Capítulo Veinte: Chantaje.
Capítulo Veintiuno: El jodido vengador.
Capítulo Veintidós: Comienza la guerra, ¿en la discoteca?
Capítulo Veintitrés: La llamada. ¡Te lo dije!
Capítulo Veinticuatro: Verdades que escuecen.
Capítulo Veinticinco: Familia, Daniel es Ren...
Capítulo Veintiséis: Adiós a las vacaciones.
Capítulo Veintisiete: ¡Comienza un nuevo trimestre! ¿Las cosas pueden ir peor?
Capítulo Veintiocho: Tentaciones. ¡Maldito Daniel!
Capítulo Veintinueve: Ex novia psicópata.
Capítulo Treinta: Hondo, muy hondo...
Capítulo Treinta y uno: Sentimientos confusos, ¿por qué ahora?
Capítulo Treinta y dos: Oscuros secretos.
Capítulo Treinta y tres: Acontecimientos.
Capítulo Treinta y cuatro: Plan de ataque.
Capítulo Treinta y cinco: El juego...
Capítulo Treinta y seis: ...ha...
Capítulo Treinta y siete: ...terminado.
Capítulo Treinta y ocho: Tras la tormenta
Capítulo Treinta y nueve: Buenos amigos.
Capítulo Cuarenta: A pesar de todo, le quiero.
Capítulo Cuarenta y uno: La mentira de Alex
Capítulo Cuarenta y tres: Haciendo lo correcto.
Capítulo cuarenta y cuatro: Un nuevo plan y una propuesta.
Capítulo Cuarenta y cinco: Re-enamorar. Parte I
Capítulo Cuarenta y seis: Re-enamorar. Parte II.
Capítulo Cuarenta y siete: Un accidente inesperado.
Capítulo Cuarenta y ocho: El nuevo Alex
Capítulo Cuarenta y nueve: Confesión, preocupación.
Capítulo Cincuenta: Mi historia no ha hecho más que comenzar.
¡Los premios Watty! Y últimas noticias

Capítulo Cuarenta y dos: Se acabó la tortura... ¿o no?

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By LadyGual

Autora: ¡Hola queridos lectores! ^-^ Aquí os traigo otro capítulo recién salido del horno, je, je. Espero que os guste porque por fin se acaba la tortura (véase la del instituto :p) Pero pasa algo que os dejará desconcertados...

Bueno, muchas gracias por todas las visitas, los votos y los comentarios. ¡Os lo agradezco de verdad! *-*

En fin, ¡pasad y leed!

*~*~*~*~*

Capítulo Cuarenta y dos: Se acabó la tortura... ¿o no?

 

Martes. 7:10 h.

Miriam

No podía creer que estuviera en la entrada del instituto a estas horas de la mañana. ¡Si faltaba una hora y media para que abriera sus puertas! Pero no, mi amiga del alma quería que nos viéramos a esta maldita hora para… ¿para qué? Ni si quiera me dio pistas. Sabía que tenía un plan, pero ese plan podría ejecutarse a una hora más decente. En fin, me apeé de la limusina seguida por Alberto y me abrigué más aun. A estas horas —bueno, a todas horas—, hacía un frío de muerte y no lo soportaba. Pero, me dije, todo sea por librarme del estúpido rumor que Juan divulgó por todo el instituto. ¡Ah! De solo recordarlo me ponía enferma. Si tan solo el imbécil ese confesara que todo era una mentira, mi vida sería totalmente de cuento. Con un gran novio, un padre que enderezaba su vida —o eso creía—, y una lujosa y bonita mansión. Si, ¿quién puede pedir más? Obviamente algo malo debía de pasarme para que no fuera del todo feliz. Era como el dichoso karma, ¿habré hecho algo malo en mi vida pasada? ¿O alguien escribe el guión de mi vida y no quiere dejarme en paz? A lo mejor me estaban grabando con una cámara oculta y todo es una broma de la televisión. Si… eso era más que posible si tenemos en cuenta que a una adolescente normal como yo no podrían estar pasándole tantas cosas a la vez.

Salí de mis atolondrados pensamientos y caminé hasta llegar a las puertas del edificio. Cómo no, estaba cerrado. Sin embargo, divisé a una figura femenina sentada en un banco frente a la puerta. Pensé que era Sandra, por lo que fui directa a ella seguida por Alberto. Cuando me acerqué, Sandra se levantó y me fulminó con la mirada. Vaya recibimiento.

   —¡Has tardado diez minutos! Oye, esto no es una broma. —alcé mis manos en son de paz y sonreí tímidamente.

   —Lo siento, ya sabes que odio madrugar tanto. —mi amiga rodó los ojos y me asió del brazo con impaciencia. Me dejé arrastrar para ver a dónde me conducía pero, al ver que íbamos directas a la puerta principal, protesté.

   —¡Si está cerrada! ¿Es que no lo ves? —Sandra suspiró y me dejó libre.

   —Tú solo sígueme y mantén la boca cerrada. Esto es para expertas. —aseguró ella aferrándose a la manivela de la puerta. La giró y esta cedió dejándonos entrar. Yo no podía creérmelo. ¿Por qué estaría abierta a estas horas?

Cuando entramos, ella se volteó para mirarme con una sonrisa de listilla.

   —Lo tengo todo controlado, no te preocupes. —confió ella caminando.

   —¿Cómo sabías que estaría abierta? ¿Y por qué lo esta? —pregunté sin poder evitar mi curiosidad.

El interior del edificio era grande —y menos mal porque allí se reunían los ochocientos alumnos del centro para almorzar o esperar a que abriera el instituto—. También era simple, contaba con un gran recibidor en el cual una columna se situaba en el centro. En dicha columna, un reloj marcaba las horas de clase con una pantalla digital. Además, sendos carteles colgaban por todas las paredes, dando un aspecto de intelectual al centro. La  secretaría quedaba a la izquierda y la cafetería a la derecha. Y la conserjería era un elemento sumamente importante para los alumnos que decidían saltarse las clases y entablar conversación con las limpiadoras y las que se encargaban de darle a la sinhueso —la lengua—.

En fin, miré a mi amiga quien, por cierto, no contestaba a mi pregunta y me ponía nerviosa. Me sentí una intrusa. ¿Y si cometíamos alguna imprudencia?

   —Vengo a estas horas para estudiar. —me miró alegre pero yo me asusté. ¿Era por eso que sacaba tan buenas notas? —. También vengo para jugar al ajedrez y a juegos de rol con cartas. —abrí los ojos de par en par y paré de caminar en seco. Ella, en cambio, siguió andando como si nada.

   —Sandra, ¡eso no es justo! —susurré enfadada —. ¿Por qué no me has dicho nada de esto? ¡Soy tu amiga! ¿Desde cuando lo haces? —al fin, mi amiga cesó de caminar y me encaró.

   —Lo siento, pero este era mi sitio privado. Bueno, no solo mío… Ya verás. —ante esa respuesta tan intrigante, la seguí hasta que nos adentramos en el pasillo donde daba la biblioteca.

Yo alucinaba pepinillos en colores, resultaba que mi amiga iba al instituto para jugar con alguien más. ¡No sabía que era una friki!

En fin, llegamos a la biblioteca —la cual solo tenía libros de asignaturas, enciclopedias y demás—, y entramos. Sandra me guió hasta el fondo de la estancia y pude distinguir a tres figuras sentadas en la última mesa. Aceleramos el paso y llegamos junto a ellos. Pude comprobar que se trataba de un chico que nos daba la espalda, una chica morena y alta y otra más bajita y rubia. Al escucharnos llegar, el chico se levantó enseñando su metro noventa de estatura y sonrió a Sandra. Mi amiga le dio dos besos y luego el chico se quedó mirándome. Así que yo lo analicé también; Era altísimo, aunque delgaducho. Tenía el pelo castaño oscuro y unos ojos marrones claros. Su nariz levemente torcida era su único defecto, por lo demás era muy guapo. En cambio, la chica alta y morena me miraba con cariño y mezcla de pesar. Pero la otra rubia tenía una mirada que daba miedo.

Al acabar de estudiarnos, Sandra nos presentó.

   —Miriam, estos son mis amigos de juegos: Marcos, Maira y Noelia. Chicos, ella es la amiga de la que os hablé ayer. —Marcos me sonrió de medio lado y me dio dos besos.

   —Encantado y, siento tu situación. La verdad es que no sé como la gente puede creer algo tan estúpido como ese rumor. ¡Y solo porque Juan manipuló las fuentes! —exclamó alzando los brazos. Vaya, me parecía que ese muchacho era bastante peculiar.

   —Eso mismo digo yo. Oye, no es por sonar borde o algo así pero… ¿Por qué demonios me traes a ver a tus amigos de juegos, Sandra? —la susodicha me miró con una ceja arqueada y suspiró.

   —Eso mismo quería saber yo, Sandra. —dijo Noelia, la chica bajita y rubia.

  

   —Amigos, os contaré mi maravilloso plan…

*~*~*~*~*

Cuatro horas más tarde, Maira y Noelia entraron en el baño de chicas.

Habíamos visto como Alexandra entraba en dicho baño y también cómo nuestras infiltradas hacían lo mismo. Os explico: Alexandra era la cotilla más confiable de todo el instituto. Si algo ocurría en esta sociedad llamada secundaria, ella era la primera en enterarse y divulgarlo por todo el centro. Por ende, si queríamos provocar un rumor, debíamos comenzar por hacerle saber a Alexandra lo que queríamos que ella conociera. Así que, Maira y Noelia serían las que comenzaran a ejecutar el plan. Y os preguntaréis, ¿por qué no lo hacéis tú y Sandra? Sencillo, porque a mí no me creerían por ser la principal afectada por los rumores. Y todo el mundo sabía que Sandra era mi mejor amiga y ella restaría credibilidad al asunto.

Por lo que el falso rumor se extendería de las bocas de Maira y Noelia. Nadie sabía que ellas se veían por las mañanas con Sandra, ni mucho menos Alexandra, por lo que no sospecharía absolutamente nada.

Vale. Repasé el plan para asegurar que todo salía bien. Y debo reconocer que Sandra es una loca pero admirable amiga. ¡Tiene mucho ingenio! Eso, o que veía muchísimas películas para adolescentes con problemas en la escuela. En fin, a mi querida amiga se le ocurrió que primero debíamos herir el orgullo de Juan. Despojarle de sus “privilegios” en el instituto y que lo vieran como uno más, o incluso un estúpido mentiroso. Por eso, Sandra me comentó que rumorear que Juan era gay daría un estupendo resultado. Porque eso implicaba que mentía delante de todos, y eso para un hombre era mortal. Así pues, Maira y Noelia se encargarían de decir en el baño —mientras Alexandra estaba dentro del servicio—, que habían visto a Juan con un hombre de la mano detrás del gimnasio. Y, como la cotilla vivía por y para los rumores, no dejaría pasar esta oportunidad de sacar una exclusiva.

Y así sucedió. Cuando Maira y Noelia salieron del baño, Alexandra hizo lo propio y, mirando de reojo a todo el mundo, salió escopeteada para el gimnasio. Oculté una carcajada en mitad del pasillo y Sandra me reprendió.

   —No debemos levantar sospechas. Todo el mundo esta en los pasillos porque es la hora del recreo, así que vamos sin alterarnos al gimnasio a ver lo que pasa. —hizo una pausa para hablarles a sus amigas —. Gracias por todo, vuestro trabajo ha acabado. —ellas asintieron y me miraron un momento.

   —Me gustaría que nos viéramos más a menudo, Miriam. —pidió Maira sonriéndome —. Me has caído bien. Y siendo la amiga de Sandra debes de ser una gran persona. —me sonrojé y sonreí también. ¡Esto era genial!

   —Por supuesto, encantada. —miré a Noelia, quien iba de brazos cruzados —. A ti también querría verte.

   —Lo sé. —ante esa respuesta, no pude menos que extrañarme. Pero Maira quitó hierro al asunto.

   —Ignórala, le caes bien, es solo que ella es así.

   —Chicas, siento interrumpir, pero quiero ver lo que pasa. Nos vemos. —se despidió Sandra apresuradamente. La seguí a paso lento y nos escabullimos del bullicio de los pasillos.

Si todo iba bien, Marcos estaría ahora en el gimnasio con Juan. Aquí es cuando entraba en acción Marcos. Sandra me explicó que él era un alumno estudioso y muy inteligente. Odiaba los deportes y adoraba la ciencia, por lo que estaba solo la mayoría del tiempo. Es más, yo no lo conocía hasta hoy. Pero eso era lo mejor, como nadie sabía realmente nada de él, era más que probable que Alexandra se creyera el cuento de que él fuera gay aun no siéndolo. En el fondo sentía que los estaba utilizando, pero Sandra me aseguró que todo estaba bien, que le debían favores.

Al llegar al gimnasio, nos escondimos en una esquina lejana y vimos como Alexandra espiaba a Marcos y Juan. Estos últimos se encontraban casi al final del amplio gimnasio, por lo que no veíamos con nitidez lo que pasaba. Pero daba una idea equivocada de lo que realmente estaría sucediendo. El plan era que Marcos se acercara lo suficiente a Juan como para hacer creer a quien los viera que se besaban. Y así sucedió, realmente parecía que se besaron, y entonces hicimos ruido para que la chica dejara de ver lo que Juan haría y nos escondimos detrás de unos arbustos. Ante el ruido, Alexandra salió del gimnasio con una sonrisa en los labios y poco después lo hizo Marcos, quien la agarró del brazo y le dijo con voz suplicante.

   —Sé que nos has visto, por favor, no se lo cuentes a nadie. Los rumores de nuestra relación destrozarían a Juan. —Alexandra se hizo la inocente y contestó.

   —Oh, claro que no. ¿Por quién me tomas? Soy una tumba. —y acto seguido se marchó corriendo.

Marcos volvió para mirarnos y le sonreímos. Aunque no salimos de nuestro escondite porque Juan se acercó a él y le dijo:

   —No te me vuelvas a acercar, bicho raro. Haces cosas muy raras. Y aquí no hay ningún entrenador de fútbol. Imbécil. ¡La próxima vez no me hagas perder el tiempo!

Y dicho esto, se marchó dejándonos solas con Marcos.

Poco a poco salimos del escondite y saltamos de alegría. Marcos solo dijo:

   —¡Qué fácil ha sido engañarlo! Con solo decirle que un entrenador quería verle para hablar de un contrato, me siguió. ¡Ja, ja, ja! —se rió con ganas y Sandra le palmeó la espalda.

   —Buen trabajo. Por cierto, ¿cómo has hecho para que pareciera que os besabais? —Marcos sonrió de medio lado.

   —Bueno, me acerqué a él alegando que tenía una pelusa en el pelo. —rodé los ojos. En fin, me resultó extraño que pareciera un beso, pero bueno. Marcos cambió de expresión.

   —Ahora todo el mundo creerá que soy gay. —se lamentó el chico. Sandra se apoyó en su hombro y dijo:

   —Tranquilo. Queda el toque final y te aseguro que nadie se acordará de ti después de eso. —sentenció satisfecha.

*~*~*~*~*

Al salir de clases, comencé a comprobar que la gente cuchicheaba demasiado y siempre mirando a Juan. Éste se mosqueaba pues su ceño permanecía permanentemente fruncido. Y yo disfrutaba como una niña pequeña. Si hubiera sabido que Sandra era tan buena en esto, se lo habría pedido antes. Fue entonces cuando descubrí que podía ser algo “mala”. Que tenía esa pizca de mezquindad que necesitaba para salir a flote y no hundirme por algún accidente. Pese a ese descubrimiento, fui capaz de aceptar este hecho y darme cuenta de que en la vida hay que sufrir para que, finalmente, alcances tu felicidad. Y desgraciadamente algunos teníamos que pasar por muchas cosas antes de llegar a alcanzar nuestra dicha.

Dejé esos pensamientos para salir del centro y dirigirme directamente a la limusina que me esperaba. Alberto me seguía de cerca y con él me sentía más tranquila. A pesar de la amenaza que recibí por mensaje, me sentía un poco mejor. Sandra me aconsejó que no hiciera nada hasta que pasaran un par de días, y eso era lo que haría. Según ella, el rumor de que Juan era gay debía extenderse adecuadamente para que el toque final surtiera más efecto. Y, ¿por qué no? Tenía razón. Juan merecía sufrir por lo que me estaba haciendo. No era justo que él saliera de rositas y yo me comiera todo el marrón. Además, ¡yo solo me acosté con Daniel!

Carraspeé y entré en la limusina, pero justo antes alguien me llamó y supe que era mi amiga. Alberto se interpuso entre su cuerpo y el mío y me hizo gracia. Avergonzado porque cometió el error de interponerse entre mi mejor amiga y yo, se retiró un poco. Sandra le miró sonriendo y luego captó mi atención.

   —Miriam, necesito que hablemos. Se trata de mis padres… ¿Podemos vernos esta tarde? —me preocupé enseguida y asentí inmediatamente.

   —Por supuesto. ¿A qué hora te viene bien? —ella meditó un segundo.

   —A las cuatro. —agrandé los ojos.

   —Pero si es casi después de comer. ¿Es un asunto que te urge?

   —No te lo pediría sino fuera urgente. Por favor. —insistió. Asentí. De todas formas, esta tarde solo pensaba hacer los deberes.

   —Está bien. ¿En tu casa? —negó fervientemente.

   —No, en la tuya. —asentí.

   —De acuerdo, pero tráete los deberes. Los haremos juntas.

Una vez que nos despedimos. Me metí en la limusina y esta arrancó. Cuando llegué a casa, entré exhausta pero feliz y fui derechita a las escaleras. ¡Deseaba cambiarme! Pero por el camino Rosa me asaltó aferrándome del brazo. Casi grité por la impresión, pero tras ver su rostro sonriente me tranquilicé.

   —Hola Miriam, ¿cómo te ha ido? —preguntó más ansiosa de lo normal. Yo me quité la mochila y la dejé en el suelo. Hoy traía más deberes que de costumbre.

   —Pues mejor que nunca. Pero estoy hambrienta y cansada. ¿Qué hay para comer? —pregunté sin poder evitarlo. Ella se tapó la boca y se disculpó enseguida.

   —¡Oh! Perdona, se me olvidó que tenías que comer. ¡Cámbiate y baja enseguida! La comida estará lista en unos segundos. —y dicho esto se marchó rápidamente. ¿Qué mosca le había picado?

En fin, aproveché para subir a mi habitación y cambiarme. Me puse unos pantalones de gimnasia y una camisa ancha que dejaba ver los hombros. Me calcé unas deportivas y me lavé las manos y la cara. Aun haciendo frío, tenía la necesidad de despejarme con agua fresca. Necesitaba sentirme limpia. En el instituto todo el mundo hablaba sobre los demás y no lo soportaba. Es más, no sé como estoy haciendo todo esto… ¡Pero Juan lo tenía merecido! Que se aguante…

En ese momento, dejé la habitación para bajar a comer. Sin embargo me encontré con que mi padre apareció por el pasillo y, al verme, paró en seco y me sonrió un poco forzado.

   —Hola papá, ¿qué tal estás? —pregunté dándole dos besos.

   —Bien, hija. Si te refieres a la herida. Una enfermera viene cada día a revisarme, así que no hay problema. —asentí contenta. Pero otra duda asaltó mi corazón. Necesitaba saber cómo iban las cosas entre él y Lidia.

   —Me alegro. Solo espero que no coquetees con ella. —él se echó a reír y me palmeó la espalda.

   —Claro que no. Para mí solo existe Lidia. —en ese momento, la nombrada apareció también en el pasillo y parece ser que escuchó esa parte de la conversación. Mi padre y yo la miramos y sentí que debía marcharme. Por lo que me escabullí rápidamente.

   —Hola, Lidia. Mmm, yo tengo que comer. ¡Me muero de hambre! Nos vemos. —me despedí dejándole con las palabras en la boca.

Cuando bajé las escaleras, noté que una sonrisilla se formaba en mi rostro. Si las cosas no iban bien entre ellos, ¡ahora era el momento adecuado para que lo arreglaran! Lidia había oído esa confesión y ya no tenía más excusas. Salvo por la de pedir más tiempo. Yo rezaba para que se reconciliaran. Aunque debo admitir que me daba un poco de pena por mi mamá. Si, ya lo sé, ella ya no esta conmigo. Pero fueron un matrimonio y todo eso, y aunque apoye las relaciones de mi padre, necesitaba comprobar que él todavía tenía un hueco para mi madre.

En fin, sacudí la cabeza y fui al comedor. Me llevé una sorpresa al ver que comería sola. Bueno, sola no porque Rosa estaba a mi lado y parecía muy feliz. Me pregunté que era lo que le pasaba. Pero de cualquier modo, si ella era feliz yo también lo era. Lo de su marido gay era algo que cualquier mujer desearía olvidar, y esperaba que Rosa lo hubiera hecho ya.

Me senté y comencé a degustar el pollo frito con patatas que me había preparado. Estaba muy bueno, como todo lo que hacía. Y, cuando llevaba cinco minutos comiendo, ella se sentó a mi lado y comenzó a hablar.

   —Miriam, no aguanto más. Quiero saber detalles de la relación que mantienes con Ren, o sea, el señorito Daniel. —rectificó en el último instante. Yo casi me atraganto con un hueso de pollo.

   —¡Rosa! Estoy segura de que sabes todo lo que ha pasado. —ella enrojeció —. No pasa nada, es mejor así. Me ahorraré de contarte lo de esa Elisa.

   —No, si eso ya lo sé. Es solo que me importa cómo estás tú con el señorito Daniel. Me preocupa que ese chico sea Ren, y que este contigo porque… Bueno, ya sabes que no me inspira mucha confianza. —alegó ella mirando hacia otro lado. Yo me tragué el trozo de patata y luego le contesté.

   —Oye, Daniel ha cambiado. ¡Hasta ha decidido hacer público que es Daniel Saldivar! Imagínatelo. Ya no ocultará su verdadera identidad y vivirá en paz. Además… —hice una pausa —. Quiere que todo el mundo sepa sobre nuestro noviazgo. Esto me preocupa un poco, pero hemos decidido hacer las cosas bien. Y este es el primer paso. ¡Eso si! Una vez que mi padre lo sepa. —aseguré temiendo su reacción.

   —Vaya, no sabía que ibais tan en serio. Bueno… —se encogió de hombros —. No soy quien para decirte que no sigas con él. Pero, por favor, tened cuidado. No quiero que tengáis más problemas. Y, por cierto, ¿es que Lidia ya sabe lo vuestro?

   —Si, se lo dijimos. Aunque ella ya lo sabía. —me sonrojé al recordar cómo nos encontró en la cama y muy juntos. Rosa sonrió de oreja a oreja.

   —¿Y no ha puesto pegas? Vaya noticia… Y, entonces, ¿por qué no se lo dices a tu padre ya? Va siendo hora. —suspiré.

   —Lo sé, pero temo que se lo tome mal. Además, Daniel asegura que mi padre sabe lo nuestro y que se opone. No sé cómo puede estar tan seguro, pero lo esta. Y eso solo hace que me ponga más nerviosa. Como sea, Rosa, dime algo que no sepa de ti. Llevo tiempo sin hablar de tu situación y me gustaría escuchar cosas sobre ti. Estoy harta de hablar solo de mí. —pedí amablemente. Ella ensanchó más su sonrisa. Me preguntaba si alguien podría sonreír de esa forma…

   —¡Creo que me he enamorado! —exclamó ella ocultando su cara entre las manos. Yo la abracé entusiasmada.

   —¿Y de quién? —pregunté con curiosidad. Ella se apartó de mí y me lo contó.

   —De Alberto. —por un momento me quedo en shock. Luego, me pongo blanca y, posteriormente, me separo aun más de ella.

   —¿Mi guardaespaldas? —pregunté escéptica. Ella asiente —. ¿Cómo es eso? —que yo recuerde, él tiene mujer e hija. ¡No puede fijarse en él! Y no porque yo no quiera, sino porque la hará sufrir más aun. Dios, esto no podía estar pasando.

   —Es que… es muy amable conmigo y creo que yo también le gusto. Es como un presentimiento. Además, ¡me tira los tejos! Así de claro. —suspiro y miro mi comida. Ya solo queda un muslo y algunas patatas, pero el hambre se me ha quitado. La miro y le sujeto los hombros.

   —¿Qué sabes de él? —pregunté preocupada. Ella me miró extrañada.

   —En realidad, sé bastantes cosas. Y si estas preocupada porque esta casado, no tienes de qué. —la miré sin entender. ¿Qué quería decir? ¿Iba a robar el marido de otra mujer?

   —¡Rosa! No puedes hacer eso. No está bien. Él tiene una hija de dos años y una esposa, ¿es que no lo entiendes? —ahí voy con mi moralidad y las buenas obras. No, no he cambiado mucho…

   —Tranquila, me ha contado que se están divorciando. —ante esa noticia, me extrañé muchísimo. ¿Así, tan de repente?

   —Rosa, ahora soy yo la que te dice que tengas cuidado. No quiero verte sufrir. Ya lo has hecho bastante y no te pega. —ella me sonrió y me revolvió el cabello.

   —Chorradas. Estoy perfectamente y ese guapetón será mío. No te preocupes. —me guiñó un ojo y miré al frente. No había marcha atrás. Cuando algo se le metía en la cabeza a Rosa, no cambiaría de opinión.

Seguimos hablando y le pregunté por Daniel, a lo que contestó que no había vuelto desde que se fue por la mañana temprano. Algo no andaba bien. Él me dijo ayer que hablaría con Alex, pero, ¿qué lo estaba haciendo demorar tanto? ¿Y si algo había salido mal? Jo, ya no estaría tranquila el resto del día…

*~*~*~*~*

Jueves 25 de enero/ 11:30 h

 

Los días pasaron volando y el jueves llegó. La misma tarde que Sandra se acercó a mi casa ella me comentó que esperáramos a este día para dar el toque final a Juan. A parte de eso, mi amiga quiso hablar conmigo sobre sus padres. Resultaba que ellos querían conocer a su novio y ella estaba preocupada puesto que Rafa no era el mejor novio del mundo. O al menos no lo sería para sus padres. Por lo que me pidió opinión. Yo solo le recomendé que no mintieran delante de sus padres y que llevaran una velada normal. Vamos, yo pensaba que lo aceptarían porque Rafa era un buen chico.

El principal problema era que Sandra nunca llevó a sus numerosos novios para que sus padres los conocieran. Por lo que ahora le preocupaba que fuera todo mal. Así que Sandra estaba de los nervios. ¡Y lo querían ver hoy mismo!

Bien, además de esto, Daniel y yo cada vez lo pasamos mejor. Es más, el martes por la mañana fue a hablar con Alex y llegaron a un acuerdo. Daniel seguiría trabajando en Talented Actors S.A —pues ya había firmado un contrato—, pero a mí no me devolvería las clases.

Se notaba que Alex no era capaz de tragarme, a pesar de que intenté que no se enfadara conmigo por el hecho de que Daniel me eligiera a mí. Pero bueno, así se daban las cosas, y yo no interferiría en el trabajo de mi novio. Por mucho que me duela no seguir yendo a esas preciosas clases. Y, ayer mismo, caí en la cuenta de que no cantaría para el musical ni pasaría más tiempo con Ariadna y Pablo. ¡Con la ilusión que me hacía ver cómo progresaban esos dos!

Daniel, por supuesto, me dijo que intentaría por todos los medios que Alex cambiara de opinión. Pero como era su empresa, no había nada que hacer. Yo pensé que era un hombre más racional, pero veo que todavía no ha abierto los ojos. Es más, esta tarde iría a hablar con Alex, a solas, para que hiciéramos las paces. No soportaba quedarme de brazos cruzados sin ni siquiera haber intentado nada.

Por otra parte, estos dos días mi padre no se ha dejado ver mucho. Al igual que Lidia. Según Daniel, su madre estaba muy ocupada con algún problema de su empresa. Y esto me empezaba a preocupar. Yo creía que se solucionarían las cosas entre ellos, ¡pero no veo ningún avance! Aun así, mantengo las esperanzas.

Bien, en ese momento me encontraba en el patio del recreo y llevaría a cabo el plan que me liberaría del insoportable Juan. Estos días todo el mundo cuchicheaba a escondidas sobre el tío más popular del instituto. No podía creer el poder que ejercía un mísero rumor falso, ¡hasta el más popular sufre por ello! Sin embargo, me sentía bien. Juan lo estaba pasando muy mal, pues sus amigos de toda la vida comenzaron a abandonarlo para, al final, dejarlo solo en el patio. Ahora mismo lo estaba viendo, allí sentado en un banco más aburrido y molesto que nadie. Últimamente la gente ya ni se cortaba, le decía en toda la cara que era un gay molesto. En fin, no quería seguir esperando, debía pasar a la acción. Así que me acerqué a él con paso firme y me crucé de brazos. Alberto me siguió como una sombra.

Al recordar lo de Rosa, al principio no me lo tragaba, pero al fin y al cabo, él se comportaba de una manera sospechosa y comencé a pensar que en verdad quería a Rosa. Pero bueno, así se dieron las cosas…

Juan alzó la mirada y me fulminó con ella.

   —¿Qué quieres? Me molesta tu presencia. —aseguró poniendo una mueca de desprecio. Yo sonreí.

   —No tengo la culpa de que seas homosexual. La verdad es que no me lo esperaba. Sin duda, ¿querías que saliéramos para que no sospecharan de ti? Qué bajo has caído. —en ese momento Juan se levantó y alzó su puño contra mí, pero Alberto lo detuvo con solo una mano. Juan crispó el rostro y se retiró un poco de Alberto, intimidado.

   —Cierra la puta boca. Ese maldito rumor es falso. —miró en todas direcciones y luego gritó —: ¡No soy gay! —los demás se rieron de él y algunos lo miraron con lástima. Sus antiguos amigos se burlaban de él.

La verdad, me inquietaba que en la sociedad que vivimos no toleren a un popular gay. No me entra en la cabeza. Pero bueno, así son los estúpidos críos de ahora —si, lo sé, yo también soy una cría. Pero madura—.

   —Ya… ¿Ahora sabes lo que es tener en tu espalda a cientos de ojos y bocas susurrar cosas falsas sobre ti? Pues así me sentí yo. —le miré furiosa y luego suspiré. En verdad me daba pena…

   —Si vienes para darme un sermón, no lo escucharé. —iba a reírme, pero me callé pensando en que tenía que ir en son de paz.

   —Te lo diré claro. Vengo a ofrecerte una tregua. —él agrandó los ojos pero luego me miró suspicaz.

   —No me fío de ti. ¿Por qué querrías pactar una tregua conmigo?

   —Ven conmigo y te lo diré. Hay demasiados oídos por aquí. —él asintió y me siguió. Alberto me miró comprendiéndolo todo pues él estaba conmigo cuando Sandra nos dijo a sus amigos y a mí el plan.

Llegamos al estudio de grabación, donde se instalaban los estudiantes que querían anunciar algo o simplemente hacer el programa de cada mañana, el cual se titulaba “Levántate estudiante” Un título muy poco original que oían los profesores más aburridos de la escuela. Por suerte, en esa sala no solo se grababa el programa, sino que también anunciaban comunicaciones en general y eso me venía de fábula.

Cerré la puerta  y me dirigí justo delante de donde se encontraba el micrófono. Me puse de tal forma que no vio lo que yo hacía. Así que mantuve pulsado el botón y comencé a hablar.

   —Bien, mi tregua es la siguiente. Yo empiezo a salir contigo para desmentir el rumor y tú le dices a todo el mundo que difundiste un falso rumor en mi contra. Deberás admitir que yo no me acosté con nadie y que no soy la puta que aseguras. —él alzó una ceja. Estaba nerviosa, pero lo disimulé. Sino salía bien esto, no sabía lo que haría.

   —¿En serio crees que haría eso por ti? Puedo conseguir a otra chica cuando quiera.

   —Aja, una que no esté en este instituto puesto que todas saben que eres gay. —él apretó los puños.

   —Yo no soy gay.

   —Y yo no soy una puta.

Nos miramos unos segundos hasta que, por fin, suspira y asiente.

   —Esta bien. Reconoceré que no eres tal cosa. Pero tú te harás pasar por mi novia. ¿Entendido?

   —¿Así es como lo hiciste? ¿A quién le pasaste mi rumor falso? —él sonrió. Se creía guay por ser mejor que nadie. Pero lo que no sabía era que nos estaban escuchando en todo el instituto.

   —Fue muy sencillo. Al no querer estar conmigo, porque eres imbécil ya que yo soy el más guapo de por aquí… —intenté no burlarme en su cara —. Me inventé ese rumor y la gente se lo creyó. A mí y a cierta cotilla… Que no te confiaré por si acaso decides traicionarme. —arrugué la frente.

   —No me interesa la cotilla. Sino que tú fuiste el que soltó esa estúpida afirmación. ¡Y solo porque te rechacé! No debería hacerte el favor de pasarme por tu novia… —seguí con la farsa y él sonrió más aun.

   —Pero admite que te gusto. Vamos, no soy gay como todos afirman. —se acercó a mí y supe que intentaría algo de las suyas, por lo que solté mi último arsenal antes de apagar el micrófono y escabullirme.

   —¿Crees que nadie sabe cómo eres realmente? Eres un hombre vil. ¿A cuántas mujeres has utilizado?

   —A muchas, pero eso no importa ahora. Lo que si importa es que te tengo sujeta hasta que se demuestre que no soy gay, y, después, le diré a todo el mundo lo de tu rumor… —apagué el micrófono y salí de sus garras.

   —No hará falta nada de eso. Ya lo sabe todo el mundo.

Dije y me fui de la sala. Al salir, un montón de chicos y chicas me miraban de una manera muy extraña. Como si hubieran cometido un error muy grave. Alberto me sonrió y se puso a mi lado. Yo miré a todos silenciosamente y me escapé de los abucheos que Juan recibió al salir.

   —¿Pero qué…? —empezó a decir él. Luego, unas rubias pasaron por mi lado, con una sonrisa de disculpa, y se dirigieron a Juan.

   —¿Con que Miriam era una fulana? ¿¡Serás mentiroso?! ¿Nos has engañado con otras chicas? ¿De esta forma? ¿Chantajeándolas? —comenzaron a gritar esas chicas.

   —No quiero oír más. Ya tiene su merecido. —le dije a Alberto, quien asintió.

   —Eres muy fuerte. —me alabó él y sonreí débilmente.

   —Si, me he ido haciendo más fuerte cada día. He pasado por demasiadas cosas…

Tras eso, no esperé que Juan escapara de la prisión de gente y se abalanzara contra mí, tirándome al suelo.


   —¡Tú! ¡¡Me has tendido una trampa!! ¿A qué juegas, idiota? —Alberto lo serparó de mí antes de que me pegara y luego le dio un puñetazo en toda la cara. Al ver esto, los profesores intervinieron y Juan pasó el resto del día en la sala de profesores.

 Después de ese incidente me reuní con Sandra en la cafetería. Ella, al igual que los ochocientos alumnos y profesores, oyeron mi conversación con Juan y me abrazó. Luego me dio unas palmaditas en el hombro y me sonrió.

   —Lo has hecho muy bien.

   —Todo ha sido gracias a tu ingenio. ¡Te debo una! —ella carcajeó.

   —De nada. Invítame a una tarta de chocolate cuando puedas. —me guiñó un ojo y la miré sonriente. No le conté que Juan casi me pega, pero bueno. No quería preocupar más a mi amiga. Además, no me pasó nada.

Las cosas estaban mejorando…

*~*~*~*~*

Ese día, cuando volví a casa. Al primero que encontré fue a Daniel. Él bajaba las escaleras con expresión seria y, cuando notó mi presencia, me sonrió. Fui junto a él e iba a abrazarle pero me lo impidió con sus brazos.

   —Tu padre va detrás mía. —susurró y alcé la vista. Efectivamente, bajaba las escaleras mirándonos atentamente. Me separé de Daniel al instante y sentí que lo que hacía no estaba bien. Si nos queríamos, ¿por qué no demostrarlo ante todos? Inclusive mi padre. Llevaba dos días queriendo besarle por toda la casa, pero esto último me lo impedía y  me sentía como si estuviera cometiendo un pecado.

   —Chicos, ¿qué hacéis? —inquirió mi progenitor parándose enfrente. Daniel se rascó la cabeza.

   —Iba a saludar a Miriam, no la he visto en todo el día. —respondió Daniel sonriéndome. Me sonrojé y luego miré a mi padre.

   —Yo acabo de llegar. Y tengo hambre —carraspeé incómoda y luego sentí que los dos hombres se miraban fijamente. Daniel tenía razón, mi padre intuía algo porque no era normal que le dirigiera una mirada tan mortal.

   —Ya veo. ¿Y tú, Daniel? ¿Dónde has estado estos días? Es la primera vez que te veo. —dijo mi padre un poco irritante. Le dirigí una mirada furiosa y él me sonrió —. ¿Qué pasa, ahora no puedo saber donde está mi hijo o qué? —joder, ahora si que la ha fastidiado.

Ha resaltado la palabra “hijo”. ¿De verdad se considera su padre? Bueno, interponerse entre una bala y él fue muy valiente. Y debía de quererle para hacer tal cosa, pero esta faceta de mi padre era irreconocible. No sabía dónde meterme. Y lo peor de todo era que no sabía lo que Daniel sentía respecto a mi padre.

   —He estado en la empresa, hablado con mi primo. —me miró un segundo y su cara demostraba que todo estaba en orden. Cosa que agradecí desde el fondo de mi corazón —. Sobre un tema que espero sepas pronto. Aunque intuyo que lo sabes, ¿no es así? —vale, Daniel. Eso ha sido un reto en toda regla. ¿Por qué lo haces? Esto solo causará problemas. Decidí cambiar de tema para que el asunto no se caldeara. Pero mi padre se adelantó.

   —Si te refieres a que estás saliendo con mi hija, si. Lo sé. Lo que no entiendo es porque tenías que tratar este tema con tu primo. Y porque soy el último en enterarme. Aunque ya lo sospechaba…

Ante esa declaración, me quedé blanca como la leche y no pude ni respirar. Necesitaba aire. Mi padre le sostuvo la mirada a mi novio y, finalmente, Daniel bajó la vista. Mi padre me miró se soslayo y parecía decepcionado.

   —Miriam, recoge tus cosas, nos marchamos de esta casa. —ordenó mi padre seriamente.

Si la anterior revelación me pareció brutal, esta era un bombardeo. ¿Por qué así de repente?

   —¿Papá? ¿Por qué tan de repente? ¿Qué ha pasado? —noté que Daniel se tensaba a mi lado y no veía nada bueno. Las cosas se estaban poniendo muy mal. ¡No pensaba que mi felicidad se iría tan pronto como vino!

   —Quiero hablar contigo después de comer. —pidió mi padre y luego miró a Daniel —. A solas.

Y, después, todo fue muy rápido.

No supe cómo, pero las cosas cambiaron drásticamente y no me enteraba de nada.

¡Y justo cuando ya no tendría más problemas en el instituto!

Continuará…

*~*~*~*~*

Autora: ¿Qué tal? Espero que os guste y que me digais lo que os ha parecido. Por cierto, ya se va acercando el final... (más o menos quedan tres o cuatro caps. A parte de los epílogos o secuelas xD) Pero eso ya se irá viendo...

En fin, os agradezco el apoyo que siempre tengo con vosotros y, ¡cuidaos! =D

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