a coat in the winter; camren

By milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. ¿Qué es capaz de hacer... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Último Capítulo
Epílogo
ACITW EN FÍSICO

Capítulo 37

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By milanolivar

                  

Camila's POV

-Puedo sola, Camz.

Odiaba que Lauren fuese tan cabezona como para dejar que le diese de comer. Me dejó cortarlo y nada más. Estaba algo mejor, eso es verdad. Después de varios días en el hospital, dejó de usar aquella odiosa mascarilla.

-Eres una cabezona. –Le dije dándole con el dedo índice en la frente.

-Eres una cabezona. –Repitió Maia, que estaba pintando en la mesa con las dos piernecitas subidas a la silla. No podía responderle o regañarle porque era absolutamente adorable incluso cuando repetía aquellas palabras.

-Dejadme comer. –Lauren frunció el ceño algo divertida, comiéndose un trozo de pollo a la plancha sin apartar la vista del plato.

-Te dejo lo que quieras. –Dije besando su frente que tenía algún que otro rasguño, y aunque al principio se resistía, dejó que le diese algunos de aquellos mimos.

Sonó la puerta, y Maia se giró para mirarme, pero negué, no la dejaba abrir la puerta a ella sola ni conmigo presente. Pero cuando la abrí, me alegré de esa decisión que había tomado.

Mis padres estaban al otro lado de la puerta, y Maia al verlos se levantó de la mesa y fue hacia Lauren quedándose detrás de la cama. Lauren me miraba a mí, pero yo no entendía nada de lo que estaba pasando en ese momento.

-Oh dios mío, estáis bien, estáis bien. –Mi madre se puso una mano en el pecho, escondiéndose casi en mi padre. Yo no sabía qué sentir, ni qué decir tampoco. Agradecía que estuviesen allí, pero yo tenía demasiado rencor guardado. Cuando tienes que criar a tu hija con diez dólares semanales y a veces hasta menos sin que tus padres se preocupen por ti, no es como para perdonar nada, porque esa niña a la que ahora querían como nieta, podría haber muerto de hambre o de frío cuando era un bebé.

-¿Qué estáis haciendo aquí? –Pregunté sin más, con una mano en el marco de la puerta.

-Aún seguíamos en el hotel, en Portland y... Salió en las noticias, era tu casa. –Yo no tenía nada que hablar con mi madre.

-Maia y yo tragamos un poco de humo, la peor parte se la llevó Lauren. –Comenté, y los tres nos quedamos en silencio, suponía que a ellos Lauren no les importaba mucho, más bien, no les importaba nada.

Tras mis padres la figura de Mike y Clara apareció, tenían mala cara, pero yo sonreí al verlos. Clara abrió los ojos poniéndose las manos en la boca, pero no podía pasar porque mis padres obstruían su paso.

-Estáis bien. –Susurró ella casi al borde de las lágrimas. Mis padres se apartaron para mirarlos, y Clara pudo abrazarme de una forma firme.

-¡Abuelo! –Maia salió corriendo hacia Mike, que la cogió en brazos sin esfuerzo alguno, dándole un sonoro beso en la mejilla.

-¿Estáis bien? –Preguntó Clara cogiéndome de las mejillas, y miró a Lauren en la cama apretando los labios.

-Será mejor que vayas con ella. –Dije sonriendo un poco y aunque Mike quería saludarme, negué para que fuese con Lauren.

-A mami le han puesto una funda en el brazo. –Dijo Maia en brazos de su abuelo, y los dos acorralaron a Lauren. Yo me di la vuelta, mis padres seguían ahí. Quizás, sólo quizás, debería hablar con ellos.

Salí de la habitación y cerré la puerta, cruzando los brazos delante de ellos, era una clara postura defensiva.

-¿Por qué? –Pregunté sin entender nada, mirando primero a mi madre y luego a mi padre. -¿Por qué venís ahora? ¿Porque tengo la vida más o menos resuelta? ¿Porque ya no me tendríais que dar dinero o ayudarme?

-Camila, por favor... –Solté una risa apretando los ojos, y negué repetidas veces.

-¿Por favor qué? –Desesperé soltando los brazos a los lados de mi cuerpo. -¿Qué tenéis que decirme?

-Lo hicimos mal. –Se apresuró a decir mi madre, poniendo una mano en brazo para intentar mostrar algo de afecto. –Llevas toda la razón del mundo, nunca debimos echarte de aquella manera porque tú nos necesitabas. Y debimos llamarte, pero no sabíamos dónde estabas.

-Tenía móvil, mamá. –Apreté la mandíbula desviando la mirada de ellos mientras negaba. –No tenéis nada que argumentar, no...

-Camila, fuimos unos malos padres en ese momento, y esa es la única verdad que hay. –Achacó mi padre, pasando a ser una víctima ante mis ojos, pero eso no me afectó.

-Yo nunca dejaría que Maia se fuese de casa embarazada y sin recursos. Nunca. –Si mi padre quería echarse las culpas ahora, bien. –Que vengáis ahora a pedir perdón no arregla todos estos años.

-Venimos a ver si estabais bien por el incendio, Mila. No venimos a pedirte que vuelvas, porque por mucho que nos disculpemos, eso no va a pasar. Si algún día quieres volver a hablarte con nosotros, aquí estaremos. Nosotros sólo queríamos saber que no te había pasado nada. –Cuando bajé la mirada, la puerta se estaba abriendo y Maia, desde abajo me miraba, aunque al ver a mis padres se encogió un poco en sí misma.

-Mami, tengo hambre... -No me demoré más y la cogí en brazo, sintiendo cómo se enganchaba como si fuese un monito a mí.

Me giré y miré a mis padres, que observaban a Maia con tristeza, pero yo no dejaría que se acercasen.

-Ahora vamos a comer, corazón.

*     *     *

Por fin estábamos en nuestra nueva casa, y era absolutamente enorme, a mi parecer, creo que más que cuando la vimos por primera vez. Las estancias eran incluso más grandes que las de la casa antigua de Lauren, pero totalmente diferentes, esta era una casa algo más familiar, en cambio la de Lauren era de diseño. Nuestra casa estaba situada en una urbanización junto al bosque, pero muy cerca del centro, aunque a decir verdad Portland estaba rodeado de bosques y naturaleza, así que era la ciudad perfecta.

El salón tenía un color cálido que le proporcionaban las lámparas, algo anaranjado. El sofá color beis, el suelo de madera oscura y la pared de enfrente era de piedra, donde se situaba una chimenea, y encima la televisión. Además, por uno de los ventanales se veían algunos árboles, un riachuelo y piedras repletas de musgo.

-Mira, ¡mira! –Lauren llevaba de la manita a Maia a su habitación. Eso sí que era una habitación de verdad.

Su cama era alta, con otra cama debajo que se deslizaba por si Nick, Summer o Ivy querían quedarse a dormir, y bajo esta cama, una hilera de cajones alternando blancos y rojos. El edredón de la pequeña era rojo por fuera, aunque por dentro era blanco. Un escritorio de madera con un montón de colores, y la estantería frente a la cama la habíamos llenado con libros, y muchísimas películas.

-¿Aquí voy a dormir yo? –Maia sonreía con los ojos brillantes, dando vueltas para poder mirar su habitación, que además estaba pintada de un gris claro. Encima del cabecero de la cama, pusimos algunos dibujos de Mickey en blanco, totalmente en blanco, simplemente la silueta.

-Claro, ahora es tu habitación. –Lauren con la mano si escayolar le acarició el pelo, y Maia miraba hacia arriba, hacia la estantería con la boca abierta.

-¿Y cómo voy a subir a la cama? –La pequeña no llegaba a la cama, ni su cabeza veía por encima de esta, pero la cogí en brazos, acercándome a la estantería.

-¿Qué peli quieres? –Preguntó Lauren señalando todas estas, pero Maia sólo se tapó la boquita con las manos, porque era realmente muchísimas películas. Monstruos SA, La Sirenita, Toy Story 1, 2 y 3, El Rey León, Pocahontas, Cars, Nemo, Ratatouille, Frozen, Goofy e hijo, la Dama y el Vagabundo, el Libro de la Selva... Incluso las 8 películas de Harry Potter. Sólo decir que dos estantes eran sólo películas, y luego, había libros. La Cenicienta, Blancanieves, fábulas para antes de dormir... Lauren y yo nos habíamos vuelto locas en la tienda de juguetes, incluso más que Maia.

La pequeña cogió la del Rey León y casi se abrazó a ella, poniéndose de pie en la cama.

-Mira, esto es un ordenador. –Lauren lo puso encima de la cama delante de Maia. No era de los más caros, era uno sencillo, antiguo, pero en el que se podían ver películas. –Le das a este botoncito y sale esto, pones el disco, lo metes y ya puedes ver la peli aquí.

-¿Para mí? –Maia miraba el ordenador, que ni siquiera tenía internet, pero allí podría ver películas si ella quería.

-¡Claro! Mira, y tenemos otra cosita para ti. –La bajé de la cama y caminamos por el pasillo hasta llegar a otra habitación, pero en esta, todo eran juguetes. Una cama elástica en un rincón, una piscina de bolas en otra esquina, muñecas, pinturas, juegos de mesa, y por supuesto, balones de fútbol.

Maia salió corriendo, pero luego se dio la vuelta y se abrazó a mí, empezando a llorar como una pequeña magdalena. Era la niña más tierna del mundo.

-¿Te gusta? –Le pregunté yo, cogiéndola en brazos, y asintió con la cabeza escondida en mi cuello. No había cambiado en absoluto, y apreciaba cada más mínimo detalle que nosotras le brindábamos.

-Muchas muchas muchas gracias. –Lauren quería comérsela a besos, apretando sus mejillas con la mano y dándole besos por toda la cara.

La distribución era igual que la de la casa de Lauren, desde la cocina, se veía el salón, sin ninguna pared por medio, en eso sí que era igual, y en el ventanal enorme que nos dejaba ver el bosque y la montaña.

-¿Quieres que veamos el Rey León? –Maia asintió yendo con Lauren hacia la tele, y aunque estaba demasiado alto para ella, porque se situaba encima de la chimenea.

-¿Ya podemos verla? –La música del Rey León comenzó a sonar en todo el salón, y Maia salió corriendo a sentarse en uno de los sofás, rodeada por cojines marrones.

-Maia t...

-Shhhh, mami, la peli. –Señaló la pantalla mirando cómo empezaba la película.

Lauren se sentó a mi lado, y pasó su brazo por encima de mis hombros, y apoyé la cabeza sobre su pecho, mirando la pantalla.

La película avanzaba, y yo le daba unos cuantos besos a Lauren en el cuello, lentamente, haciéndola encogerse, aunque tampoco quitaba la vista de Maia, que estaba entregada en la película.

Pero cuando Mufasa muere... Maia hizo un puchero y comenzó a sollozar sin apartar la vista de la pantalla, y a decir verdad, yo seguía llorando por su muerte, pero era precioso ver a Maia emocionarse por eso.

-Mai... -Susurré yo, y me miró con un puchero y las lágrimas cayendo por sus mejillas. -¿Estás triste? –La pequeña asintió, volviendo a mirar a la pantalla, donde Simba seguía intentando levantar a su padre con el hocico. -¿Quieres un abrazo? –Volvió a asentir.

Me levanté del lado de Lauren y me senté con Maia, rodeándola entre mis brazos y dándole un beso en la cabeza. Le quité las lágrimas, pero ella no dejaba de ver la película.

*      *      *

-Yo voy a ser el rey león, ¡y tú lo vas a ver! –Maia estaba de pie en mitad del salón con Dash al lado, mientras yo hacía la cena y Lauren ponía la mesa, pero ninguna de las dos le perdía el ojo a la pequeña. Miraba la pantalla con las manitas juntas y la boca abierta, saltando en las partes  en las que la música era más divertida.

-Le gusta la casa, ¿verdad? –Preguntó Lauren mientras yo echaba una porción de espaguetis en cada plato, y Lauren lo hacía con el agua en el vaso.

-Le encanta la casa. –Corregí yo, yendo al salón para cogerla en brazos y parar un momento la música. -¡Vamos a cenar!

-¡Vamos a cenar! –Repitió ella enganchándose a mí, dándome un beso en la mejilla. Definitivamente, estaba feliz.

Cuando se sentó en la mesa frente a nosotras, comenzó a succionar los espaguetis manchándose la boca entera de tomate.

-Esta casa es muy guay. –Miró hacia abajo, y como siempre Dash estaba tumbado detrás de Maia, creo que tenía una conexión con la pequeña muy especial.

-Y aún no has visto el patio trasero de día, va a encantarte. –Añadió Lauren, dándole un bocado a aquellos espaguetis que había hecho unos minutos antes. –No más que esto pero...

-¿Os gusta? –Pregunté comiendo yo también.

-Lo que tú cocinas siempre está bueno, mami.

9z

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