Begonia © ✔️ (TG #2)

By ZelaBrambille

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Confió en sus promesas, pero lo único que le quedó a Margaret cuando él la abandonó, después de hacer el amor... More

Begonia ©
Personajes
Introducción
Prefacio | Frío como la nieve.
Capítulo 01 | Agonía
Capítulo 02 | Amargo
Capítulo 03 | Sed insaciable
Capítulo 04 | Dolorosa ausencia
Capítulo 05 | Odio arrebatador
Capítulo 06 | Arrepentimiento
Capítulo 07 | Cercana lejanía
Capítulo 08 | Insistencia
Capítulo 09 | Doble determinación
Capítulo 10 | Heridas tentadoras
Capítulo 11 | Medias confesiones
Capítulo 12 | Segundas oportunidades
Capítulo 13 | Sonrisas
Capítulo 14 | Metamorfosis
Capítulo 15 | Cielo claro
Nota importante
Capítulo 16 | Tormenta salada
Capítulo 17 | Recuerdos
Capítulo 18 | Entre oscuridad
Capítulo 19 | Nublado
Capítulo 20 | Aguacero
Capítulo 21 | Paraíso momentáneo
Capítulo 22 | Cristal
Capítulo 23 | Serpiente
Capítulo 24 | Fragmentos y abrazos
Capítulo 25 | Esperanza
Capítulo 26 | Descubrimiento
Capítulo 27 | Hasta pronto
Capítulo 28 | Espacios
Capítulo 29 | Eco de mentiras
Capítulo 30 | Delineando
Capítulo 31 | Rayo de sol
Capítulo 33 | Pescar disculpas
Capítulo 34 | Admirando estrellas
Epílogo | Ardiente como el sol
Extra 01 | La canción de la libreta naranja
Extra 02 | MuN and THEBoss
Espacio para fan arts
MIS OTRAS HISTORIAS

Capítulo 32 | Filo helado

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By ZelaBrambille

Canción: The Climb - Priscila Brenner

-*-

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

Filo helado


Un hijo.

Voy a tener un hijo.

Ya ha pasado una semana desde que me enteré de la gran noticia, y mil sentimientos siguen recorriendo mi cuerpo cada vez que recuerdo que una vida se está formando en mi vientre. Puedo resumir las emociones en una sola palabra: felicidad. Soy feliz, no creo que me haya sentido así antes.

Alguna vez llegué a pensar que nunca formaría mi propia familia, que mi destino era la soledad que yo me había impuesto. Cuando era joven soñaba con un hogar que nunca tuve, con dar el amor que necesitaba. Todavía no nace y ya siento que amo a esta pequeña semillita, siento que haría cualquier cosa para protegerlo, aunque tenga que luchar contra mí. Voy hacer lo necesario para que mi bebé tenga una madre entera y no un pedazo.

Al principio me quedé en estado de shock, pensé que estaba alucinando, que Leopold estaba jugando o que me encontraba sumergida en un sueño profundo. Cuando la lucidez volvió, me puse a llorar y me dejé felicitar. Llamé a mamá, quien llegó al consultorio y me abrazó con lágrimas en los ojos.

Hicimos una cita y fuimos con la ginecóloga, confirmó mi estado y me dio instrucciones detalladas, pronto empezaré a tomar vitaminas. Me prohibió las bebidas alcohólicas y cualquier otra posible adicción, en ese momento supe que no tocaría ningún tipo de vino por el bienestar de mi hijo. Mi hijo... aún no me lo creo.

Leopold tenía razón, ahora tengo un buen motivo para salir adelante. Alguien más precisa de mi bienestar, de mi salud mental, espiritual y corporal. Tal vez me cueste, quizá no; pero la emoción en mi pecho ha derretido muchas inseguridades que creía eternas. Tengo miedo de no ser suficiente, sin embargo, haré lo posible para serlo.

—¿Crees que estos colores son bonitos? —pregunto, concentrada en la gama cromática de la revista de decoración.

Estoy sentada en la barra de la cocina con un montón de libretillas repletas de imágenes, mamá está preparando el almuerzo. Ha tomado la cocina como método de relajación, un tipo de terapia. Se aproxima y se asoma para ver de qué hablo, analiza los cuadritos con colores rojizos. Frunce los labios, disgustada, y niega. Termino suspirando porque no he encontrado nada que nos guste a ambas. Cuando era adolescente todo era más sencillo, llenaba mi habitación con un montón de colores revueltos y lucía bien... ahora no. No puedo poner discos de vinilo en la pared, ¿o sí?

—No, no me agradan, ¿por qué no intentas con verde lima y naranja calabaza? Tal vez marrón.

Regresa a lo que estaba haciendo, mientras yo me sigo torturando, rompiendo la cabeza para encontrar una linda combinación. He decidido agregar algo de color al departamento. Sasha me está ayudando a recolectar fotografías para enmarcar y colocar en las paredes, hay algunas donde soy pequeña, otras con mi hermano, algunas con Tess, y una donde estamos los cuatro sentados en la arena de una playa.

Me agrada la última, es mi memoria feliz.

Creo que llamaré a Tess, estoy segura de que querrá ayudarme, y podría contarle que he sembrado una linda semilla; aunque eso signifique que tenga que venir a Hartford.

Aparto la revista cuando mamá coloca un plato con huevos delante de mí, tomo un pan de la canasta y permito que mis papilas se deleiten con el platillo. Siento una mirada sobre mí, sé que quiere preguntar, probablemente no ha dejado de pensar en eso. Yo he bloqueado ese punto, hago como si James no fuera el padre de mi bebé. No es que no quiera que lo sea, me pregunto si tendrá su cabello o sus ojos, es que todavía soy muy cobarde.

—¿Cuándo se lo vas a decir? —Espera mi respuesta, pero me limito a limpiar mis labios con la servilleta—. ¿Sabe que no te casaste siquiera? No me hagas ir a contárselo, tiene derecho a saberlo, Margaret Thompson.

—El día que fui a contarle, lo vi con una mujer que conoció en Londres, estaba riendo con una enorme sonrisa. Estoy molesta, celosa y desesperada porque parece que no se acuerda que sigo viva. Sé que debe saberlo, no estoy diciendo que se lo ocultaré, solo no estoy preparada todavía para decírselo.

Algún día... tengo nueve meses para hacerlo.

—No seas egoísta, Maggie, te recuerdo que James piensa que te casaste con Andrew —declara con tono severo, por algún motivo eso logra enfurecerme. Mi cuello palpita. Me pongo de pie de un saltito.

—Te recuerdo que me abandonó por siete años —siseo y gruño, viendo cómo bufa. Está tocando mis fibras sensibles, no entiendo por qué estoy tan molesta.

Sus cejas se elevan como si acabara de hacer un descubrimiento esencial, yo frunzo, repasando lo que dije.

—Debes hablar con Leopold sobre este rencor tuyo, Mags, no es bueno para el bebé ni para ti. Sé que no necesitas a James para salir adelante, pero tu hijo sí necesita un padre. Creí que lo habías perdonado, que habían hablado.

Y lo hicimos, algo así porque quedaron muchas lagunas vacías en mi cabeza, un montón de preguntas que no me atreví a mencionar, reproches que preferí guardar ya que lo tenía cerca después de tanto y no quise arruinar el momento. James me ha dado la cosa más maravillosa que me ha pasado, y lo he amado como a nadie; pero este tiempo lejos me ha servido para pensar.

Me enamoré de ese chico en la universidad que jugaba fútbol americano y me hacía volar, éramos dos personas diferentes en ese entonces, dos jóvenes ilusos que por causa del destino tuvieron que separarse, adaptarse a un nuevo entorno. Y, como es obvio, cambiamos.

No creo que me conozca del todo ahora, así como yo no lo conozco a él más allá de lo poco que he recolectado desde que volvió. ¿Sus gustos musicales cambiaron? ¿Sigue conservando su primer balón en la parte media de su armario? ¿Le gusta el café o sigue amando el refresco de manzana? ¿Tiró todas nuestras fotografías así como yo lo hice? ¿Ya leyó todos esos mensajes que alguna vez le envié?

La verdad no sé si estoy enamorada de James, o estoy enamorada de la idea de los dos juntos, o si amo solamente su recuerdo. Y es triste, demasiado, no quiero arruinar esto que me está pasando con algo tan complicado. No quiero ver su rechazo o el mío.

Tengo miedo y, como siempre lo hago, me escondo.


Mamá no pierde el tiempo, Leopold me recibe en su consultorio y el primer tema que saca a flote trata sobre el padre de mi hijo. Indagar se le da bien, pronto estoy revelando todo.

—Muy bien, estoy de acuerdo con que quieras un tiempo para ti sola, para que puedas valorarte y ver lo grandiosa que eres. ¿Recuerdas la primera vez que viniste? ¿Lo cambiada que estás? Creo que la terapia de retos ha funcionado muy bien contigo, pero también creo que la mejor sanación es la vida que llevas dentro. Me da muchísimo gusto que hayas retomado tu viejo pasatiempo. —Sonrío sin poder evitarlo y asiento, conforme con sus palabras. Después su rostro se arruga y frunce los labios con gracia, sé que no me va a gustar nada el próximo reto. Tallo mi cara y suspiro, preparándome mentalmente—. Veo que estás superando muchas cosas, así que debemos trabajar en el perdón, y el perdón viene desde adentro. En una hoja vas a escribir las cosas que te agradan de ti, y las cosas que no te gustan tanto.

—Muy bien —murmuro, aliviada.

—No he terminado... —suelta, con una sonrisa de lado—. En otra hoja vas a escribir el nombre de tu padre y el de James, y harás lo mismo.

—Bien... —siseo, sé que debo hacerlo a menos que quiera decírselo directamente y ganarme un castigo. Sus castigos suelen ser vergonzosos, así que prefiero las dichosas listas.

El relojito en su escritorio timbra, indicando que la cita ha terminado y debo partir. Me pongo sobre mis pies y me despido de mi psicólogo con una sonrisa, después de todo, estoy muy agradecida.

* * *


Me convencí de que tenía que hacerlo, quería, lo necesitaba. Respiro profundo e inicio sesión en mi vieja cuenta de correo electrónico, necesito entender tantas cosas, quiero saber qué pasó por su cabeza mientras me alejaba. No es para cerrar ningún círculo ni para despedirme, es para tenerla cerca de alguna forma.

Los primeros están llenos de tristeza, Maggie preguntaba qué había hecho mal, a dónde había ido, si ya la había olvidado. Me decía cuánto me extrañaba, cuánto necesitaba de mis besos y caricias. Mi pelinegra juraba amarme incondicionalmente, a pesar de todo creía en mí, excusaba mi comportamiento egoísta.

«Sé que debe haber una razón importante, de lo contrario no me hubieras dejado de esta manera. Sé que entrarás cualquier día por la puerta y me llenarás de besos. Eso, o quizá me despertarás y me consolarás pues todo fue una pesadilla»

«De lo único de lo que estoy segura es de que me amabas, podía verlo en tu mirada, tan solo eso bastaba para sentirme protegida. Tengo esperanzas de que sea un malentendido, que te fuiste por algún motivo y no has podido comunicarte. ¿Es eso o ya me olvidaste? ¿Fallé?»

«Te extraño. Mierda. Te extraño tanto, ¿dónde estás, James? Al menos dime que estás bien, que nada malo te ha pasado, necesito respirar sin sentir esta opresión en el pecho»

Después había un montón donde me pedía explicaciones, el tono de los mensajes era distinto. La conozco lo suficiente como para saber que estaba furiosa al escribirlos. ¿Cómo es que no me mandó a la mierda desde el principio? Debí llamarla, explicarle, huir a su lado y olvidar al resto del mundo. ¿Cómo es que me perdonó? ¿Lo hizo realmente o pensó que lo hacía?

«Ni siquiera entiendo por qué sigo escribiéndole a nadie»

«Nunca fui suficiente, ¿verdad? Solo era una carga llena de problemas e inseguridades tontas... y te hartaste sin más. No era necesario que te escondieras debajo de las piedras, podrías haberlo dicho, cobarde»

Cierro los párpados con fuerza, los aprieto hasta que la frente me duele. No la merezco, nunca lo hice y aun así no soporto estar lejos.

«Estoy furiosa, quiero romper todo lo que se interponga en el camino, quiero romperme y olvidar que te has ido. La idiota soy yo»

Los últimos no eran más que palabras cargadas de decepción, era como si hubiera aceptado mi ausencia, estaba perdiendo la fe. Puedo sentir el dolor descargado en cada letra, la imagino lagrimeando con el corazón hecho trizas. Rompí lo más lindo que tenía y no he hecho nada para enmendar lo que hice.

Recuerdo este último mes y las palabras de Kristen. Solamente le hice el amor y le repetí cuánto me arrepentía y amaba; pero no hice nada para demostrarlo, ni siquiera me atreví a proponerle matrimonio directamente. En todo ese tiempo ella no supo de mí, yo tengo las pruebas de que me esperó, Mags no. Margaret lo tenía a él.

El panorama comienza a aclararse y no me gusta lo que puedo ver. El vacío se extiende en mi estómago, no me canso de ser tan idiota.

Me levanto de la silla y camino de un lado a otro, tallando mi rostro. ¿Por qué demonios no la detuve? ¿Por qué no le conté lo de Andrew? La pude haber llevado al hospital y demostrárselo. Sigo siendo el mismo cobarde de siempre, el que no le demuestra lo que siente y prefiere esconderse en el primer rincón. Es justificable que dude, que crea que en cualquier momento voy a salir corriendo porque eso es lo que he hecho.

Y ahora pasó, ocurrió lo que tanto temía. Se casó con ese sujeto de mierda. Gruño con frustración y jalo mis cabellos, rabioso, odiando la ceguera que yo mismo me impongo.

No me importa nada ya, haré lo que tenga que hacer para obligarla a escucharme, para que comprenda y se divorcie; aunque tenga que hacer de falsificador y firmar yo mismo los papeles.

Me encamino hacia la salida, decidido a buscarla, a besarla, a demostrarle por primera vez que me tiene en la palma de su mano y que puede moldearme. No quiero ser como mi padre, alguien que quiere, pero no muestra y se esconde en distracciones pasajeras, lastimando, así, a mamá y a su familia. No voy a ser como el padre de Maggie, quiero ser la persona que quiera tener a su lado, que merezca tener ese puesto.

Esquivo al personal y me dirijo a toda velocidad hacia mi coche. Ya maquilando qué es lo que haré para traer a mi mujer de vuelta. Estoy a punto de abrir la puertilla para subir cuando escucho una voz que me deja inmóvil.

—Pero mira a quién tenemos aquí, es un gusto verte de nuevo, Perkins. ¿Cómo está tu deliciosa novia?

Giro para comprobar que no estoy volviéndome loco y no estoy escuchando voces de mi pasado, aprieto los puños al identificarlo. El hielo transita por mis venas, acompañado por el enojo y la impotencia. Maldito cabrón hijo de puta.

Él parece haber estado esperando mis movimientos, me lanzo con el infierno llameando en mi organismo, él también hace lo mimo. Voy a romper su jodida cara, voy a hacer que pague por lo que nos hizo. La niebla roja se concentra en mi mente y en lo único que puedo pensar es en las lágrimas de Maggie y las de mi madre.

De pronto nos sumergimos en un río de golpes, sangre, gritos e insultos. La gente se detiene en la acera y observa el evento con susto, a lo lejos hay sirenas; pero no puedo prevenir lo que, seguramente, ya estaba planeado.

Una hoja filosa se entierra en uno de mis costados, me detengo y observo sus ojos vidriosos y triunfantes. Ni siquiera duele, pero me siento débil, muy cansado.

La policía llega, lo tiran al suelo, se lo llevan.

Va a pagar el daño que causó.

Me desplomo y cierro los párpados. Quizá no podré besarla una última vez ni decirle que seré suyo siempre; pero al menos sé que el causante de su sufrimiento va a recibir lo que se merece y eso le traerá un poco de paz.

Mi luna.


-*-

SIN COMENTARIOS.

Nos leemos en el siguiente. Besos.



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