Conviviendo con la Mentira ©...

By LadyGual

1.5M 42.4K 2.5K

[Historia GANADORA en los PREMIOS WATTY 2013 en español, en la categoría erótica, no adolescente, chick lit... More

Capítulo Uno: ¿Por qué a mí?
Capítulo Dos: Preparativos de Boda
Capitulo Tres: Caos desatado.
Capitulo Cuatro: Sorpresa y Trato.
Capitulo Cinco: Sucesos Confusos
Capítulo Seis: ¿Actriz? Creo que no...
Capítulo Siete: Principio del deseo.
Capítulo Ocho: ¿Película y Hormonas? Mala combinación...
Capítulo Nueve: Malas Noticias
Capítulo Diez: Pesadilla.
Capítulo Once: ¿Líos y confesión? Menudo día...
Capítulo Doce: La bomba decidió estallar.
Capítulo Trece: ¿Alex es gay?
Capítulo Catorce: La prueba y, Elisa, ¿qué planeas?
Capítulo Quince: Beso con sabor a tarta de queso
Capítulo Dieciséis: ¡Sorpresa, somos nosotros!
Capítulo Diecisiete: Vaya noche. I
Capítulo Dieciocho: Vaya noche. II
Capítulo Diecinueve: La felicidad dura una navidad.
Capítulo Veinte: Chantaje.
Capítulo Veintiuno: El jodido vengador.
Capítulo Veintidós: Comienza la guerra, ¿en la discoteca?
Capítulo Veintitrés: La llamada. ¡Te lo dije!
Capítulo Veinticuatro: Verdades que escuecen.
Capítulo Veinticinco: Familia, Daniel es Ren...
Capítulo Veintiséis: Adiós a las vacaciones.
Capítulo Veintisiete: ¡Comienza un nuevo trimestre! ¿Las cosas pueden ir peor?
Capítulo Veintiocho: Tentaciones. ¡Maldito Daniel!
Capítulo Veintinueve: Ex novia psicópata.
Capítulo Treinta: Hondo, muy hondo...
Capítulo Treinta y uno: Sentimientos confusos, ¿por qué ahora?
Capítulo Treinta y dos: Oscuros secretos.
Capítulo Treinta y tres: Acontecimientos.
Capítulo Treinta y cuatro: Plan de ataque.
Capítulo Treinta y cinco: El juego...
Capítulo Treinta y seis: ...ha...
Capítulo Treinta y siete: ...terminado.
Capítulo Treinta y ocho: Tras la tormenta
Capítulo Treinta y nueve: Buenos amigos.
Capítulo Cuarenta: A pesar de todo, le quiero.
Capítulo Cuarenta y dos: Se acabó la tortura... ¿o no?
Capítulo Cuarenta y tres: Haciendo lo correcto.
Capítulo cuarenta y cuatro: Un nuevo plan y una propuesta.
Capítulo Cuarenta y cinco: Re-enamorar. Parte I
Capítulo Cuarenta y seis: Re-enamorar. Parte II.
Capítulo Cuarenta y siete: Un accidente inesperado.
Capítulo Cuarenta y ocho: El nuevo Alex
Capítulo Cuarenta y nueve: Confesión, preocupación.
Capítulo Cincuenta: Mi historia no ha hecho más que comenzar.
¡Los premios Watty! Y últimas noticias

Capítulo Cuarenta y uno: La mentira de Alex

27.9K 872 61
By LadyGual

Autora: ¡Hola queridos lectores! Aquí os traigo otro capítulo. Antes, ¡muchas gracias por las 90.000 visitas y los votos! De verdad que os lo agradezco de corazón. Y espero que os este gustando. Bien, este cap es largo y pasan muchas cosas. Pero quiza una no os guste u.u

Bueno, ¡leed y disfrutad!

Capítulo Cuarenta y uno: La mentira de Alex.

El coche de Daniel ya me era conocido, pero estar en él sabiendo que el dueño era mi novio me ponía extrañamente feliz. Era como estar en un maravilloso sueño del cual no quería despertar nunca. Tras la extraña confesión en la habitación de Daniel, no podía dejar de pensar una y otra vez en lo que ahora éramos. ¡Y no me lo creía! Estaba en tal estado de felicidad que dudo alguien me superara. Es más, ¡podría echar por la boca mariposas y ponis rosas de lo bien que me sentía! Por ende, sonreía todo el rato y no lo podía evitar.

El camino a la empresa se hizo corto, pero estaba tan contenta que no me importó mucho el hecho de volver a lo que sería la prisión reportera para Daniel. Pues yo sabía que le bombardearían con preguntas de todo tipo, y todas relacionadas con la recién descubierta asesina. Pero, como bien dije, ahora eso pasaba a un segundo plano pues mi estado era tal que no me importaba nada más que el hecho de salir junto con Daniel. ¿Podía ser más tonta? No, creo que en este momento no.

Tanto Alberto como el guardaespaldas de Daniel nos seguían de cerca con el coche que tenían a su disposición, y eso hacía que me sintiera más protegida. Sobre todo después del mensaje tan extraño que me mandaron. De solo recordarlo se me ponían los vellos de punta.

El espacioso vehículo llegó a la empresa y entró en el parking privado, internándonos en un habitáculo oscuro. Al aparcar, Daniel descansó el motor y quitó la llave del contacto. Luego se hizo el silencio y ninguno salimos del coche. Era extraño, pero no podía moverme. Entonces, Daniel habló quitando toda la tensión de un plumazo.

   —Has estado sonriendo todo el tiempo. ¿Qué ocurre? —preguntó jocoso. Yo me ruboricé. ¿Qué que me pasaba?

   —Es tu culpa, tonto. —le espeté sonriendo de nuevo. Luego decidí salir ya pues la clase empezaría de un momento a otro. Él me detuvo antes de apearme sosteniendo mi brazo. Me volteé para ver lo que quería, pero me encontré con sus labios. Fue un beso rápido, aunque no por ello no me sonrojé.

   —Tranquila, no te excites demasiado. Aunque sé que teniendo un novio como yo es complicado. —se burló de mí y yo le seguí el juego.

   —No te lo creas tanto, ¿eh? —me reí un poco y por fin salimos del coche. Respiré hondo un par de veces antes de caminar junto a Daniel hasta llegar a la puerta del ascensor que nos llevaría a la planta de canto. Mientras esperábamos, me cogió la mano y me la apretó. Le miré extrañada.

   —Estamos juntos en esto, ¿verdad? Pues no te preocupes, todo saldrá bien. —al decir aquello, asentí confiada. Con él todo sería posible, lo creía firmemente.

   —Por supuesto, unos reporteros no nos fastidiarán. —aseguré al mismo tiempo que la puerta del ascensor se abría. Entramos aun con las manos unidas y él pulsó el botón. Antes de que nos encerrara, vi cómo los guardaespaldas se bajaban de su vehículo y nos seguían.

Era curioso, ese mismo cacharro fue donde Alex se propasó conmigo y, luego, donde Elisa me plantó un beso con sabor a desafío. Sin duda, este aparato había visto más que muchos y, sobre todo, recuerdos que quería olvidar de una vez. Pero cuando vuelvo la vista y poso mis ojos en Daniel, toda la preocupación se esfuma. Es como un bálsamo de curación, un remanso de agua dulce en el cual tenderme para descansar de la fatiga. Así mismo es como siempre me he sentido con respecto a él y, por culpa de mis inseguridades, no me di cuenta de cuanta falta me hacía.

Dejo de pensar en eso cuando las puertas se abren y nos da paso a una estancia grande que nos conduciría al pasillo de la clase de canto. Nerviosa pero ansiosa por quitarme ese peso de encima, salgo junto a Daniel, cogidos de la mano, ante una multitud de gente que paseaba ajena a nuestra presencia. Una vez que pasamos junto a un grupo de gente, estos se voltearon y comenzaron a murmurar entre ellos, para nuestra irritación. La verdad es que eso es lo que me esperaba, así que no le daría importancia. Aun así, ser llevada por Daniel, o sea, Ren, hasta mi clase desataría millones de conjeturas que no sé si seríamos capaces de enfrentar. Bueno, él era Ren después de todo, así que lo llevaría bien. Pero yo era otra cosa, y no deseaba que me hicieran pasar por la novia de Ren pues eso sería molesto. Mas no podía hacer nada, dijimos de ir con la verdad por delante y eso es lo que haríamos.

   —No pasa nada. Mientras tu estas en la clase de canto, yo iré a hablar con Alex para que organice una rueda de prensa. Allí contaré todo mi pasado y anunciaré que somos novios. —agrandé los ojos.

   —¿Y si te preguntan cosas indebidas? No quiero que pases un mal rato. —presagié indignada. Nos detuvimos justo enfrente del pasillo que me llevaría a la clase de canto. Daniel me abrazó de repente y respondió.

   —Nadie hará preguntas. Solo anunciaré algo y punto. —susurró en mi oído. Me dejó claro cual era su objetivo y me alivió. Aun así, no podía estar del todo tranquila, pero al menos era honesto conmigo.

   —Vale, si es así bien. ¡Pero nada más! —le correspondí el abrazo y luego me separé de él —. Tengo que irme, ya es tarde. —no supe si besarle delante de todos, pero cuando él lo hizo primero, me dejé llevar. Fue un beso corto, como el que se dan los novios, pensé. Me ruboricé y salí rápidamente del escenario para que no tuviera que enfrentar los horribles cuchicheos de la gente que nos rodeaba.

Al entrar de lleno en el pasillo, me dirigí directamente a la puerta —que seguía teniendo un ocho acostado—, y la abrí llamando antes de entrar. Como suponía, ya estaban todos sentados y Yuuki detuvo su charla para prestarme atención.

   —Disculpe el retraso. —dije y luego cerré la puerta detrás de mí. Eché un vistazo a la habitación y divisé a Ariadna junto a Pablo. Estaban situados al final del todo y ella me indicó que me sentara junto a ellos. Así lo hice, atravesé la habitación y me posicioné al lado de Ariadna.

   —Hola. —saludé con voz baja. Ella asintió sonriente y Pablo ladeó la cabeza. Por la expresión divertida de este, y la enfadada de Ariadna, supe que algo pasaba. Pero no le di importancia sino hasta que acabó la clase.

Las horas pasaron volando y ya eran las siete y media. Para esta clase, la profesora nos pidió que hiciéramos grupos de tres y uno de cuatro para cantar una canción juntos y desarrollar nuestra capacidad para el coro. Nunca había cantado con nadie más que con mi madre, y escasas veces. Así que eso supondría un reto. Aun así, esta nueva tarea me hizo feliz. Por supuesto, Ariadna, Pablo y yo nos pusimos juntos. Sería bonito ver cómo se llevaban esos dos, ¡y más si tenían que cantar! Es más, me sentía una afortunada por poder cantar junto a ellos pues tenían una bonita voz. ¡Seguro que aprendería un montón! Por otro lado, tendríamos que grabar la canción y reproducirla la semana que viene delante de todos. Así, Yuuki podía escuchar las diferentes melodías y tomar una decisión, según ella, muy importante para decidir quien cantaría en el musical de final de curso.

Había estado tan liada últimamente que se me olvidó el musical. Dios, tenía que centrarme más en esto… De cualquier modo, dejé de pensar en eso para prestar atención a la conversación que mantenían Ariadna y Pablo. Ya habíamos salido de clase y ellos me preguntaron cómo estaba…

   —Mucho mejor que hace tres días. Sin lugar a dudas. —aseguré sonriendo. Ariadna me tomó por los hombros y me abrazó repentinamente. Sorprendida por tal acción, quedé estática y Pablo sonrió divertido. Iba a corresponder el abrazo cuando me suelta sin inmutarse y me dice:

   —Siento no haberte apoyado. Pero no creí conveniente que yo me metiera de por medio. Solo estropearía las cosas. De verdad que lo siento. —se disculpó y me quedé sin habla. ¿Por qué decía aquello? Era absurdo, ¿qué podía hacer ella ante la situación que teníamos antes? Yo negué con la cabeza para luego sonreír despreocupadamente.

   —No tiene importancia. Además, me ayudaste pues, sino hubiéramos hablado con Alex no nos hubiéramos enterado de lo que planeaba Elisa. ¿No es verdad? —ella asintió no muy convencida y Pablo tomó la delantera para hablar.

   —Yo intenté tenderle una trampa a Elisa, pero no dio resultado. —anunció rascándose la cabeza.

   —Ya lo he dicho, no importa. Además, pronto estará en la cárcel, estoy segura. —musité convencida.

   —Por lo que he oído, mañana se celebrará el juicio ya que ella se encuentra bien. El tiro solo le provocó daños menores, así que no tiene que seguir en el hospital. —confió Ariadna en voz baja.

Estábamos caminando y por fin llegamos al ascensor. Miré el reloj y supe que Daniel me estaría esperando abajo, por lo que me di prisa en pulsar el botón. Entonces comenzamos otra conversación.

   —Daniel me contó algo que quisiera hablar contigo, Miriam. —explicó Ariadna seria. La miré sin entender cuando se abrió el ascensor. Entramos los tres y Pablo se encargó de los botones. Al cerrarse la puerta, contesté.

   —Ya me contaste que hablaste con él. ¿Os volvéis a llevar bien? —pregunté casualmente.

   —Más o menos. En realidad nunca estuvimos enfadados, simplemente no nos hablábamos. Y creo que fue un error. —anunció convencida. Pablo me miró durante unos segundos y reconocí los celos inmediatamente. Intenté contener la risita floja que me invadía.

   —Estoy de acuerdo. Además, yo también quiero contarte algo, Ariadna. —dije al mismo tiempo que la puerta se abría.

Salimos del elevador encontrándonos con un montón de gente apurada. Iba a preguntar lo que pasaba cuando Pablo se adelantó.

   —Esta semana rodarán la última escena de “La dama de fuego”. Y como Elisa era la protagonista, tendrán que encontrar a otra actriz. Realmente yo no tendría valor para seguir con el trabajo sabiendo que había convivido con una asesina. —opinó él metiendo las manos en sus bolsillos. Como siempre, su ropa era oscura y esta vez traía el pelo totalmente negro. Ariadna, en cambio, iba tan sofisticada como siempre. Con su habitual inexpresividad y con sus lujosas maneras. Simplemente, quería parecerme a ella.

   —Eh, ¿ese no es Daniel? —intervino Ariadna mirando el horizonte. Efectivamente, ahí estaba, sentado en medio de la sala con Alex a su lado. Parecían discutir algo y me preocupé. ¿Y si Alex se había negado a realizar la rueda de prensa?

   —Bueno, yo me tengo que ir. Miriam, luego hablamos. —se despidió esta al ver mi cara de preocupación. Pablo se acercó.

   —Yo la acompañaré a un sitio. —dijo sin más, un poco avergonzado. Los miré sin comprender, aunque por la incomodidad de Ariadna supuse que estaban planeando algo.

   —¿Me he perdido algo que debería saber? —inquirí extrañada.

   —No, es solo que tenía que realizar un asunto y, como no tengo coche, pues él se ha prestado a llevarme. Eso es todo. —explicó nerviosa. La cogí del brazo y la llevé un poco más lejos para que Pablo no escuchara.

   —Ariadna, ¿no es que sentías un “no se qué” cada vez que estabas cerca de él? ¿Qué ha cambiado? —no es que fuera cotilla, sino que me extrañaba muchísimo ese cambio repentino. Parecía que se llevaban mejor y eso me hacía feliz.

   —¡No tiene nada que ver! Simplemente me esta ayudando, y no puedo negarme. Me hace falta el coche. —aseguró convencida. Yo asentí sin insistir más, pero en el fondo sabía que esto le gustaba a Ariadna.

   —Bueno, si tú lo dices… En fin, tengo que irme. ¡Ya hablaremos! Tengo que contarte algo muy importante. —advertí feliz. Ella suspiró.

   —¿Ya salís Daniel y tú? —preguntó sin inmutarse. Yo agrandé los ojos.

   —¿Cómo lo sabes? —ella sacudió la mano, restándole importancia.

   —Bueno, el hecho de que sonrieras todo el tiempo es una prueba más que suficiente. Así que… —le cogí por los hombros y le exigí una explicación más convincente. Ella no se alteró lo más mínimo.

   —Hay algo más, ¿verdad? ¿Te lo dijo Daniel?

   —Eso lo dejo a tu imaginación. —sonrió misteriosamente y luego se zafó de mi agarre suavemente —.¡Nos vemos!

Y caminó junto a Pablo. Éste se despidió de mí con la mano y luego se fueron los dos como una pareja. ¡Vaya mujer!

*~*~*~*~*

Daniel seguía hablando con Alex cuando me acerqué a ellos sigilosamente. Fijándome en el sitio donde nos encontrábamos, no dudé en que todos estarían escuchando la conversación discretamente. No en vano divisé a varios chismosos caminando una y otra vez por el mismo sitio para oír mejor. Así que, fui directamente a verles para sugerirles que cambiaran de lugar.

   —…lo sabes. No creo que sea una buena idea, Ren. —reprochaba Alex agitando unos papeles en la mano. Daniel suspiró, hastiado mientras se restregaba una mano por la cara.

   —¡Es lo que deseo y me vas a dejar hacerlo! ¿Entendido? O sino dimito. —al oír aquello, no solo yo me quedé estática, sino que los que presenciaban la escena hicieron lo mismo que yo. Intervine directamente.

   —¿Podéis hablar más bajo? Os escucha la mitad de la empresa. —obvié poniéndome entre los dos. Tanto Alex como Daniel se fijaron en mí, y éste último me acercó a él mucho y me rodeó los hombros. Dios, en ese instante estaba más roja que el tomate. Alex se debatía entre la incredulidad y el abatimiento.

   —No hay nada más que discutir. Yo mismo te despido. —anunció Alex sin titubeos. Me miró furioso y luego se marchó de la escena rápidamente. Ante tales palabras, me separé de Daniel y le fulminé con la mirada.

   —¿Qué ha pasado? ¿Por qué no dices nada? —inquirí harta de no enterarme.

   —Déjalo estar, no tiene caso. Es muy cabezón.

   —¡De eso nada! Hablaré con él y no me lo impedirás. Si tu no me lo quieres decir él lo hará. ¡Y llegaremos a un acuerdo! —exclamé dirigiéndome junto a un Alex que casi corría.

Cuando lo alcancé, él abrió una puerta —que supuse era de su despacho—, y luego entré sin que él me notara. Vi como Alex se apoyaba en el escritorio y lanzaba un suspiro. Hablé sin poder contenerme más.

   —Alex, ¿qué diantres ocurre? —pregunté y él se sobresaltó. Me miró desconcertado y luego se pasó la mano por el cabello rubio.

   —Miriam, ¿por qué lo has consentido? ¿Es que ves bien que él se descubra? —preguntó de mal humor. Así que se trataba de eso.

   —Yo no quiero hacerle daño, pero es lo que él decidió. Y creo que estará bien. Vamos, ya esta soportando un escándalo tal como Elisa, ¿por qué no otro? Además, él ya no puede cambiar de personalidad como antes. Eso le hará más daño aun. ¿No lo entiendes? —argumenté pensando en lo que Daniel sentía cuando aun odiaba a su madre. Eso es sin duda un mal recuerdo, uno que no quiero que él sostenga mucho más tiempo.

Sin previo aviso, Alex se alejó del escritorio y avanzó hacia mí. Con una mirada horrorosa. Me pregunté qué era lo que tramaba, pues esto no era tanto como para que él se molestara así con Daniel.

   —Lo que entiendo es que ahora es tuyo y harás lo que sea para mantenerlo junto a ti. ¿O me equivoco? No ves más que tus narices, no piensas que esto le hará más daño todavía. ¡Otro escándalo! ¡Por favor! —fui retrocediendo con cada palabra que él pronunciaba hasta que me arrinconó en la pared. Sus ojos chispeaban y sus brazos se pusieron a ambos lados de mí. Tensé mi rostro, ¿qué estaba pasando? —. No permitiré que lo hundas, Miriam. Él no te quiere. Yo si. ¡He hecho todo esto por él y no para que estéis juntos maldita sea! —gritó aporreando la pared por encima de mi cabeza.

Solté unas lágrimas de pura pena. Después de todo, no había cambiado nada en absoluto. Todas esas disculpas no eran sinceras, sino simple apariencia para que yo hablara bien de él delante de Daniel. No lo entendía, no podía procesar la información y giré mi rostro para mostrar mi decepción.

   —Eres cruel. —espeté simplemente con una voz entrecortada —. Creí que habías cambiado. ¿Tanto me odias? —él no se apartó, sino que acercó su rostro al mío y dijo:

   —Si soy cruel es por el bien de Daniel. Porque le quiero. ¿Lo entiendes? Contraté a ese detective para desenmascarar a Elisa pues con eso pretendía obtener la disculpa de Daniel. Y no por ti. Es más,  ¡deseaba que te marcharas de la vida de Daniel para siempre! Porque lo has hipnotizado. ¡No es justo que seas chica y yo no! —gimoteó muy cerca de mí. Vi cuanto dolor le provocaba y supe que yo era la mala de esta historia.

No solo me metí en la vida de Daniel, sino que la cambié por completo. Por eso Elisa reaccionó de esa manera, y Alex me acosó siempre. Sin proponérmelo, había desatado la ira de muchos allegados de Daniel y les había hecho daño.

Entonces, le miré directamente a los ojos y respondí con la verdad por delante. Lo entendía, y por ello quise quitarle culpa y que demostrara sus verdaderas emociones pues esto era mero teatro. Un velo que ocultaba la verdadera pena que Alex sentía.

   —Alex, por favor, no te tortures más. Daniel no me ha elegido a mí por ser chica. Tampoco te ha descartado por ser hombre. Es más, ni siquiera sabe que le gustas. No, si Daniel no esta contigo es porque has hecho cosas despreciables. Cosas que no debías haber efectuado. Pero comprendo que fue por celos y porque viste que te estaba quitando a Daniel. Sin embargo, tu conducta cambiará y comprenderás que hay muchas más posibilidades de amor. No solo está Daniel. —le calmé poniendo ambas manos en su rostro contorsionado por el dolor.

   —¡Maldita sea! Soy un idiota. —Por fin se alejó de mí y me dio la espalda para sostenerse con la ayuda del escritorio —.Ya sé porque te ha elegido a ti, pero aun así, no puedo evitar estar dolido. Pensé que… que…

En ese momento la puerta se abrió del todo y dio paso a un Daniel taciturno. ¡¿Lo había escuchado todo?! Su mano sujetaba la manivela y con la otra se apoyaba en el marco. Su mirada solo recayó sobre Alex, quien se sonrojó notoriamente. Dios, no podía creerme que esto estuviera sucediendo realmente.

   —¿Qué pensante, Alex? ¿Pensaste de verdad que tú y yo saldríamos juntos? —puso una mueca de disgusto —. Estás muy equivocado, primo. —recalcó esa última palabra y Alex retrocedió unos pasos, intimidado por la presencia de Daniel.

   —Daniel, no seas cruel. Él ha estado dolido mucho tiempo y, aun así, te ayudó con el asunto de Elisa. Por favor, no le odies por lo que siente, eso es rastrero. —susurré apenada. Alex me miró con la culpa latiéndole por todo el cuerpo.

   —Alex, no sabía que eres gay, y no te odio por ello. Pero te has pasado. ¿Cómo quieres que reaccione si has amenazado a mi chica? —vi como Daniel crispaba los puños e intentaba calmarse. Sin duda, lo hacía por mí. Luego me miró y me tensé —. Nos vamos de aquí.

Me cogió la mano y tiró de mí hasta que salimos de allí, no sin antes escuchar las últimas palabras que Alex dijo.

   —Estás despedido, y tú, Miriam, no vuelvas a pisar las clases de canto.

El mensaje era muy claro. No iría más a las clases de canto. Unas suaves lágrimas cayeron por mis mejillas como la fina lluvia de abril. Pero al detenernos junto a la puerta, supe que Daniel la liaría y apreté más su mano dando a entender que no valía la pena discutir.

Al final, salimos del edificio por la puerta delantera con un montón de gente mirándonos y una angustia que se reflejaba en mi rostro…

*~*~*~*~*

   —Daniel, lo siento. No hace falta que me acompañes. Estoy segura de que te hará mal… —susurré cuando Daniel arrancó el coche.

Los guardaespaldas tuvieron que seguirnos y se montaron en su coche. Mientras, yo intentaba convencerle para que no viniera conmigo a ver a Sandra. Vamos, ¡ni yo misma quería verla pues no tenía ánimos para nada! Esto que había pasado con Alex me afectaba muchísimo y no supe porque, quería llorar. ¡Me dolía que fingiera haber cambiado! ¡En esta maldita familia todos tienen doble cara! Y no escarmiento… soy demasiado ingenua. ¡Pero todo va a cambiar! No voy a ser yo la que finalice con Daniel porque Alex todavía siga siendo así… De eso nada.

Después de un incómodo silencio, Daniel me contestó.

   —Me hacen falta distracciones. —giró su cabeza para mirarme y sonreír —. Además, el que debe disculparse soy yo. Por mi culpa Alex… —se llevó la mano al rostro y se apoyó en el respaldo del asiento. 

   —Daniel… —él se quitó la mano de la cara y luego sonrió a la nada.

   —No me lo puedo creer. Todavía no proceso la información. —hizo un silencio en el que supe pensaba a toda velocidad —. Por eso él actuaba tan extrañamente… ¿desde cuando sabes que es gay? —inquirió con un poco de brusquedad. Me encogí en el asiento.

   —La noche de año nuevo. —respondí siendo totalmente sincera. Él agrandó los ojos.

   —Ya veo. ¿Y no pensabas decírmelo? —ante mi silencio, prosiguió —. No, claro que no. Eres demasiado buena. —fruncí el ceño.

   —Perdona por ser una santa. —espeté cruzándome de brazos —. ¡Pero no podía revelarlo! Él se veía tan vulnerable que… —ante el recuerdo de un Alex triste y abatido, no pude más que sentirme mal. Otra vez la maldita culpa asolaba mi corazón.

   —Lo sé. Te conozco, Miriam. Y me parece bien. Pero compréndeme, ¡me he enterado de la peor forma! Y… ¡joder es mi primo y mi mejor amigo! Aunque hubiéramos tenido nuestras diferencias, él siempre me acompañaba para que no estuviera solo. Cuando mi madre me ignoraba, él siempre estuvo allí. Y por eso… ¡no lo puedo odiar! Pero… —cerró los ojos. Su tensión se notaba en el interior del coche y tuve la necesidad de abrazarle.

Así lo hice. No sabía cómo consolarle, pues lo que él sintió junto a Alex era muy fuerte. Pero por lo menos le daría mi apoyo, esperaba que mi presencia le ayudara a ver las cosas con claridad. Y aunque yo no era nadie para decir aquello, lo hice:

   —Ya lo sé, Daniel. Aunque aparentas ser una mala persona, tienes un gran corazón. Y sé que, incluso cuando pasó aquello en la última noche del año, tu no odiabas a Alex. Porque sois familia. —dije aun abrazándolo. Él me separó un poco para mirarme con gratitud.  

  

   —Oye, que soy tu novio. Un poco de respeto. —bromeó él y sonreí.

   —Estaré junto a ti, no te preocupes más. —afirmé acomodándome en el asiento.

   —Te aseguro que haré lo posible para que entres de nuevo en esas clases. A mi me puede despedir, pero a ti no. —prometió y sonreí, enamorada de él a pesar de todo.

   —No quiero que hagas nada. Ya me buscaré otra escuela. Tu solo preocúpate de buscarte otro empleo y listos. —resolví mirando por la ventana.

   —Alex no ha contado con una cosa. —anunció Daniel y le presté atención —. No me puede echar puesto que firmé un contrato con una serie. —sonrió sabiéndose ganador y yo no pude más que menear la cabeza.

   —¿Entonces por qué lo ha dicho?

   —Porque esta cabreado. Pero ya verás… incluso te devolverá tus clases. Lo conozco, y puede que este enfadado unos días, pero seguro que cambiará. Ya lo verás. —al decir aquello, arrancó el motor y el vehículo se puso en marcha.

¿Tendría razón?

*~*~*~*~*

Mi amiga no hacía más que mirar a mi novio como si fuera una deidad. Yo, en cambio, no pude evitar reír como una tonta ante la situación que se me presentaba.

Sandra se encontraba frente a nosotros y además se había pedido un pastel de chocolate y un café con leche. Cuando llegamos, ella ya estaba sentada y nos esperaba malhumorada por haberla tenido tanto tiempo a solas. Pero al ver a Daniel, más bien a Ren pues iba así vestido, su semblante cambió por uno de felicidad mal disimulada. Nosotros pedimos un café para Daniel y un capuchino para mí. Cuando nos lo trajeron, Sandra no paró de sonreírme pícaramente, y Daniel solo fingía estar contento, aunque en realidad estuviera pensando en lo acontecido con Alex. Así que, opté por distraerle con mis ocurrencias, y seguro que Sandra me seguiría el juego…

   —Bueno, ¿estás estudiando para historia? —pregunté sabiendo bien que ella no estudiaba hasta el último día. Sandra por fin dejó de mirar a Daniel y se concentró en mi pregunta. Como no me había oído, se lo repetí —. ¿Me estas escuchando? Digo que si estas estudiando historia. Es para el viernes. —añado por si acaso se le había olvidado. Ella meneó la cabeza pegando un trago a su café.

   —¿No sabes que estudio el último día? Ahh, tú no lo comprenderías amiga. ¡Soy más lista que tu! —se rió de broma y yo me avergoncé. Era cierto que ella era muy lista, aunque yo no me quedaba atrás. Simplemente es que la historia y yo…, bueno, no es lo mío. Punto.

   —¡No es eso! Sino que historia de España no es una de mis asignaturas preferidas. ¡Y por eso empezaré a estudiar mañana! ¡Hala lista! —me quejé fingiendo malhumor. Sentí a Daniel reír por lo bajo y lo miré enfadada —. ¿Qué?

   —Nada, nada. Es solo que estoy conociéndote un poco más. —confesó él sonriendo. Sandra por poco no se desmaya allí mismo. Aun así, se mantuvo firme y comenzó con el interrogatorio. Suspiré, aquí venía el bombardeo de preguntas y tendría que contestarlas todas, sino, estaría mintiendo a mi amiga y eso no podía pasar más.

   —Bueno, Daniel… ¿verdad? —preguntó mi amiga. Él asintió y ella continuó —. Así que estás saliendo con mi amiga…—volvió a asentir. ¡Qué vergüenza!

   —Así es. Me alegro de conocerte, Sandra. —saludó Daniel tranquilamente. Ella enrojeció y sonrió a penas un poco.

   —Aunque seas un actor muy famoso, atractivo, rico y extremadamente bueno en las películas, ¡no toleraré que hagas más daño a mi mejor amiga! ¿Entiendes? —amenazó Sandra confiada. Yo agrandé los ojos. La conocía pero… ¿no se podía cortar un poco? ¡Qué bochorno!

   —Lo sé, no le fallaré. Así que no te preocupes. —sonrió él y me cogió la mano. Le miré totalmente feliz y asentí.

   —¿Lo ves? No hay nada de lo que preocuparse. —añadí para que Sandra se quedara más tranquila. Pero ella no se conformó con eso…

   —No quisiera ser indiscreta o curiosa pero hay ciertas cosas que yo debería saber. Como por ejemplo, ¿qué ha pasado con esa Elisa? La asesina… ¿Es verdad que os chantajeaba con fotos? ¿Y qué es eso de vuestro mayordomo? ¿De verdad estaba compinchado con Elisa? ¡Ah! ¿Y se llama realmente Laura o solo es un rumor? —ante tantas preguntas, supe que Sandra le había dado muchas vueltas al asunto. Eso o que las noticias vuelan. Iba a contestar cuando Daniel se adelantó.

   —Te lo contaré porque eres la mejor amiga de mi novia. —hizo una pausa y me soltó la mano —. Todo comenzó cuando…

*~*~*~*

Una hora más tarde y tres cafés más cada uno, mi amiga ya estaba totalmente enterada de nuestra situación. ¡Hasta lo de Alex! Era increíble, esto que me había pasado realmente me parecía una película. Y no me gustaba. Sin duda alguna, si mi padre no hubiera apostado nuestra casa, nada de esto me habría pasado. No hubiera conocido a Daniel, ni a Lidia… tampoco esas clases de canto que tanto me gustan… ¡Ni a Ariadna ni a Pablo! Y, por una parte, debo darle las gracias a mi padre que, aunque no haya querido que a su hija le pasasen estas maldades, fue el responsable.

Y ahora que lo pienso, ¿qué pasaría si al final no se reconcilian él y Lidia? ¿Tendríamos que irnos? ¿Y dónde nos quedaríamos? El tonto de mi padre depende totalmente de Lidia pues trabaja en su empresa… ¡Jamás alquilaríamos ni siquiera un pisito! A no ser que me pusiera a trabajar cuando acabara los exámenes…

   —¡Miriam! —la voz de Sandra me sobresaltó e hizo que perdiera el hilo de mis pensamientos.

   —¿Si? —inquirí mirándola fijamente.

   —Me tengo que ir. La verdad, no sabía que lo estabas pasando tan mal y, sinceramente, te admiro. —hizo una pausa —. Os admiro. A pesar de todo lo que os ha hecho la desgraciada de Elisa, seguís juntos y eso es precioso. Os apoyo al máximo. —hizo el gesto de la victoria con los dedos y luego se levantó, recogiendo su abrigo del respaldo de la silla.

   —¿Qué hora es? —pregunté mirando por la ventana de la cafetería. Ya era de noche.

   —Las nueve y diez. Hemos hablado mucho. —aseguró Daniel levantándose también.

Ya habíamos pagado la cuenta y nos dispusimos a salir cuando el frío de la noche nos envolvió y me ajusté la bufanda. Los guardaespaldas estuvieron custodiándonos desde el interior de la cafetería y, cuando nos vieron salir, nos siguieron serios. Ofrecimos a Sandra llevarla a su casa y ella aceptó. Después de todo, quedaba de camino a la mansión.

Así pues, dentro del coche, mi amiga se sentó detrás y me confesó que en el instituto cada vez se estaban poniendo peor las cosas. Ante la mención del maldito instituto, Daniel se tensó y habló con voz ruda.

   —¿Sabéis cómo podéis combatir a ese estúpido? —inquirió él con el ceño fruncido. Mi amiga se sorprendió al darse cuenta de que Daniel también lo sabía. Y luego, carraspeó incómoda. La quería asesinar por sacar ese tema tan escabroso. Aun así, ya no había vuelta atrás.

   —He estado pensando… —dijo mi amiga, y yo agrandé los ojos —. Y quizá teníamos que hacer lo mismo que él. —me di la vuelta en el asiento para escrutarla.

   —¿Te refieres a obligarle a salir con alguien? —inquirí sin entender. Mi amiga rodó los ojos.

   —¡Qué cortita eres hija! No, me refiero a esparcir un rumor falso. Él afirma algo erróneo de ti, así que solo debemos esparcir otro igual de ingenioso. ¿Qué te parece? —sopesé la idea analizando los pros y los contras… Al final, me pareció un buen plan.

   —¿Qué ha dicho de ti, Miriam? —inquirió furioso. Negué rápidamente con la cabeza para que Sandra no le dijera nada, pero ella iba a abrir la bocaza y la silencié.

   —¡Me parece bien esa idea! Solo hay un problema, ¿qué decimos de él? —Sandra sonrió y la distraje de la anterior pregunta.

   —De eso ya me encargo yo… tú solo ven mañana a las siete. —me quejé de inmediato.

   —¡Eso es muy temprano! —exclamé.

   —¿Qué rumor es el que dijo de ti, Miriam? —siguió Daniel. Lo ignoramos.

   —De eso nada. ¡Si queremos hacerlo bien es a esa hora! Ya verás el plan que tengo en mente. —Sandra rió siniestramente detrás y me asusté de ella.

¡¿Qué rumor se le habrá ocurrido a esta mujer?!

   —¿Pero qué rumor es? —preguntó Daniel. Pero nadie le contestó.

*~*~*~*~*

Una vez dejamos a Sandra en su casa y nosotros llegamos a la nuestra, Daniel bajó del coche totalmente exhausto. No obstante, no paraba de farfullar por lo bajo diciendo cosas como que porque no le contábamos lo que Juan me dijo. Y que cuando cogiera a ese imbécil le partiría la cara… En fin, cosas “normales”.

Yo, por el contrario, estaba feliz de que por fin Juan obtuviera su merecido. Aunque tengo que reconocer que el dichoso mensajito anónimo me tenía muy preocupada. Y eso solo hacía que viera las cosas grises y no iluminadas como cualquier jovencita enamorada lo haría. Así pues, dejo de pensar en esas cosas y camino junto a Daniel hasta que llegamos a la puerta delantera de la casa. Allí, Daniel cogió las llaves y las introdujo en la cerradura. Luego, la giró y abrió la puerta. El calor de la estancia nos invadió y depositamos los abrigos en el perchero de madera. Observé que no había nadie y me pregunté dónde estarían todos. Mi padre seguramente ya habría cenado y estaría en la cama. Lidia… bueno, ella podría estar en su despacho o acostada. Aunque me extrañaría si hiciera lo segundo pues ella es muy trabajadora. ¡Incluso Rosa no deambulaba por el vestíbulo!

Así, en el inmenso silencio, Daniel me dio la mano de repente y me atrajo hacia él. Lo miré sin comprender a lo que solo recibí sus ojos color mar oscuro, serios. Estaba claro que no le había agradado que le ignorara en el coche.

   —¿Qué te ocurre? —pregunté posicionando mis manos en su espalda. Él me atrajo más y sentí toda su musculatura.

   —Quiero estar contigo… —musitó él recorriendo mi rostro. Reí avergonzada y nerviosa.

   —Ya lo estás, tonto. —contesté abstrayéndome de lo demás.

   —Me refiero a… esta noche. —ante esa petición disimulada, me sonrojé y no supe lo que contestar. Por lo que bajé la mirada, apenada. Bueno, ya lo habíamos hecho una vez y esto era algo que quería. Sin embargo, hoy no tenía ánimos para algo así… aunque, ¿quien sabe? Con Daniel es todo tan distinto…

   —Pues… —él sonrió acariciándome la mejilla.

   —No pienses mal. Solo quiero dormir contigo. Quiero tenerte cerca. —completó él su petición y suspiré, un poco aliviada.

No es que no quisiera, sino, bueno, que hoy no tenía ganas. Eso es todo. Además, con lo del instituto y lo que pasó con Alex, no me imagino lo distraída que estaría con Daniel.

   —Claro. Pero antes, déjame darme una ducha y hacer los deberes. Con todo esto, se me ha olvidado hacer matemáticas y economía. —aclaro soltándome de su agarre. Él asiente.

   —¿Quieres cenar algo? —preguntó dejando las llaves del coche en el llavero de la entrada.

   —No, gracias. El café me ha quitado el hambre… quizá más tarde. —respondí dirigiéndome a las escaleras. Él asintió y caminó a la cocina.

   —Luego iré a tu habitación. —anunció.

Claro, como quieras, pero déjame sola un poco. ¡Con tu presencia no podré hacer los deberes bien! Pensé cuando me hube metido en mi habitación. Luego, miré la estancia sonriendo.

En tan poco tiempo, esto se había convertido en mi hogar y me sería muy difícil desprenderme de él. Esperaba de corazón que mi padre y Lidia se reconciliaran para así poder vivir juntos. Si, sin duda sería una nueva vida sin mentiras, una llena de calor y amor… como cuando estaba mi madre. Tan resplandeciente todo… tan perfecto que siempre quería volver a mi hogar cuando dejaba la escuela, solo para verla sonreír y hacer las cosas de cada día…

Sin percatarme, me había quedado de pie enfrente de la puerta, mirando a la nada. Así que me dispuse a entrar en acción quitándome la ropa y dejándola tirada en el suelo. Después, me fui al armario para coger una ropa cómoda y una muda limpia. Posteriormente, me metí en el baño y cerré la puerta. Di al agua caliente y tapé la bañera para darme un buen baño de agua caliente. ¡Ah, lo necesitaba tanto que me apresuré a meterme en ella aun no habiéndose llenado del todo!

Mientras me enjabonaba el cuerpo, pensé en todo lo que me depararía mañana. Quizá el estúpido vacío que me hacían en el instituto se esfumaría gracias a la ayuda de mi amiga. Y, de ser así, le estaría eternamente agradecida. No solo por apoyarme y no odiarme cuando le conté todo lo referente al engaño de mi padre, sino por estar siempre a mi lado y ser mi amiga. Mi mejor amiga. Sonreí ante tales pensamientos, ¡era tan afortunada por tenerla a ella y a Daniel! No podía quejarme pues ahora todo estaba saliendo bien. Aunque, temo que de un momento a otro todo se vuelva negro… Si eso pasara, no sabría lo que hacer… bueno si, lucharía para volver al ahora. Eso estaba claro.

Mientras el agua envolvía mi piel, suspiré de placer. ¡El baño al final del día era lo mejor! Me quitaba todas las molestias vividas y los malos pensamientos… eso es, dejaré de pensar por un momento y me tumbaré en el respaldo de la bañera.

¡Qué relajante!

*~*~*~*~*

Aunque el haz de luna envolviera mi persona y el viento recorriera el gran jardín oscuro no sentía nada. Tan solo una sensación cálida que me trasportaba a lugares inimaginables, una sensación que me sugería dormir y descansar placidamente hasta que todos mis problemas desapareciesen por completo… Pero esa calidez no se me era brindada por caridad, sino por lástima. Un sentimiento que odiaba.

 

Así que, abriendo los ojos, me di cuenta de que no me hallaba en un jardín, sino en la palma de la mano de Elisa. Una gran mano con inmaculadas uñas rojas y largas que me aprisionaba cual insecto. Grité e intenté salir de esa prisión, pero ella era más fuerte y cada vez respiraba menos, el espacio se reducía dentro de su mano y poco a poco fui dejando de gritar para no hacer nada.

 

De fondo, oí su risa infernal y me desmayé…

 

*~*~*~*~*

  

   —¡¡Miriam!! —gritaba alguien a mi lado.

Era curioso, estaba muy sudada… ¡Oh! Espera, estoy en la bañera. ¿Me he quedado dormida? ¿Quién ha gritado así? Volteé mi cabeza para encontrarme con un Daniel agachado y muy preocupado. Su semblante estaba tenso y, al verme despierta, se relajó un tanto. Yo me extrañé, ¿por qué estaba así?

   —¿Pero tu eres tonta o qué? ¿Sabes lo peligroso que es el quedarte dormida en mitad de un baño? Joder, ¿por qué lo has hecho? —preguntó levantándose.

No supe lo que contestar, tenía razón, no debí quedarme dormida. ¿En qué pensé? Obviamente estaba muy cansada. Sin embargo, esa pesadilla me había hecho despertar amargada y con un terror en el cuerpo que no era normal.

   —¿Cómo es que estas aquí? ¿Ya es hora de dormir? —pregunté observándolo.

Llevaba puestos una camisa de tirantes blanca y unos pantalones negros de pijama. Su pelo estaba despeinado… por lo demás, era un Adonis, os lo juro. ¿Ves? Esta estampa hace que mi mente se quede en blanco y no piense en nada de nada. Cosa que ahora mismo agradezco.

   —Son las diez y media. Seguro que estas más arrugada que una pasa. Anda, sal de ahí. —me sonrojé. Ya sé que me había visto desnuda, pero de todas formas, la vergüenza no se esfumaba de un día para otro. ¿Verdad? —. ¡Oh! Tranquila, no miraré. Pero sabes que es estúpido. Ahora somos novios. —aclaró marchándose del baño. Yo suspiré.

Lo sé, lo sé… pero es que soy muy vergonzosa.

Por fin salí del agua y me envolví con una toalla blanca. Hice lo propio con mi pelo que, aunque no quería mojarlo, al haberme dormido sin querer hice que se mojara por la mitad. Luego me sequé concienzudamente —no quería pescar un resfriado—, y me puse mi pijama diario.

Al secarme el pelo un poco, abrí la puerta del baño y salí totalmente dispuesta a hacer los malditos deberes. ¡Yo quería hacerlo cuanto antes y va y me duermo! Si es que soy una inútil… En fin, cuando salgo, me encuentro a Daniel tendido en mi cama y ojeando su móvil. Vale, esta imagen no se la cedería a nadie, simplemente era perfecto y… ¡estaba en mi cama! Carraspeé un poco y él fijó su atención en mí, dejando su móvil en mi cama. Se sentó en ella y esperó a que yo hiciera lo mismo, pero no sucedió así, sino que fui recogiendo sumamente avergonzada la ropa que desperdigué por el suelo antes de meterme en el baño.

   —¿Qué ha pasado antes? Oí cómo gritabas y me asustaste. —paré en seco de recoger mi camisa y le miré sin entender.

   —¿Yo he gritado en el baño?

   —Si. ¿Has tenido una pesadilla? —preguntó acercándose a mí. Yo estrujé la ropa en mi pecho y asentí.

   —Si. ¿A que no adivinas con quién he soñado? —él frunció el ceño.

   —Elisa. —asentí y suspiré —. Ya sabes que no hay más peligro.

   —Lo sé, pero mi mente ahora revive esos momentos y, además, hasta que no este en la cárcel no me encontraré tranquila. —él me abrazó y me dejé hacer.

   —Pues esta noche no soñarás con ella, sino conmigo. —nos separamos y me guiñó un ojo. Sonreí un poco.

   —Ni lo pienses. —bromeé entrando en el baño y depositando la ropa sucia en el cesto de la colada. Cuando me di la vuelta, hallé a Daniel detrás de mí con unas braguitas entre sus dedos. Me puse más roja que un tomate e intenté arrebatárselas de la mano, pero él las puso en alto y no las alcancé.

   —¿Se te olvidaba algo? —preguntó divertido. Fruncí el ceño.

   —¡No seas crío! Devuélveme la prenda. —exigí sin una pizca de humor. Él, al verme así, dejó el juego y me la dio. La cogí y la eché en el cesto.

   —Solo quería verte sonreír. —suspiró y luego salimos del baño. ¡¿Acaso tenía que sonreír por esa idiotez?!

   —Ya, pues no ha sido un buen método. ¿Por qué no pruebas a hacer otra cosa? —sugerí recordando los deberes. ¡Mierda! Todavía no los he hecho —. Mejor olvídalo, tengo que…

Antes de acabar mi frase, él me estaba haciendo cosquillas en la barriga y, como yo tengo muchísimas, no pude soportarlo y me reí a carcajada limpia. Él, al saberse vencedor, paró en seco y yo volteé mi cuerpo para mirarle aun con lágrimas en mis ojos.

   —Así que tienes cosquillas… me pregunto en qué más partes de tu cuerpo tendrás… —se llevó un dedo al mentón y me miró con curiosidad disfrazada de otro sentimiento. Yo me alarmé y corrí para salvarme de sus garras, pero él era más rápido y me atrapó justo cuando rodeaba la cama, tirándome en ella sin consideración. Él se puso encima de mí y volvió a la carga.

Primero fue a por mi cuello, luego mis brazos y, finalmente, a mis piernas. Cuando llegó allí, casualmente, ya no tenía gracia, sino un placer casi obsesivo. El notar sus manos recorrer mis piernas por encima del fino pijama hizo que me pusiera a híperventilar y él sonrió de medio lado y fingió que no se enteraba de lo que sus caricias me provocaban.

   —¿Qué ocurre? ¿Quieres que te siga dando este masaje por tus piernas?

   —¿Qué pregunta es esa? Si quieres sigue, y si no pues nada… —atajé por la vía del medio. Él arqueó una ceja y ascendió hasta ponerse a centímetros de mi rostro.

   —Eres una mentirosa, debes de aprender a pedir lo que quieres. Solo así podrás disfrutar al máximo de la vida. —le miré extrañada.

   —¿Es alguna frase ensayada? —pregunté. Él se rió.

   —Más bien, se trata de una frase de película.

   —Ya veo… me pregunto si las utilizas con frecuencia. —pensé en voz alta y él me acarició el cabello con calma. Estando encima de mí, acariciándome hizo que me adormeciera un poco.

   —Ni una vez, me parecen demasiado cursis. —añadió y yo sonreí nerviosa.

   —Ajá, ¿y conmigo no te da corte? —apuntillé cerrando mis ojos.

   —Contigo puedo ser yo mismo… Miriam. —susurró mi nombre cerca de mis labios y luego los besó suavemente.

Durante esos segundos estuve en el cielo y surqué los mares, acaricié las nubes y, posteriormente, volví a la tierra traída por el aroma de mi novio y su tacto provocativo. Al abrir los ojos, él se separó de mí incorporándose y yo salí de mi ensoñación.

   —Estás agotada. Ve a dormir. —aconsejó sonriéndome de forma peculiar. Yo asentí.

   —Tienes razón. Mañana debo madrugar… —destapé la cama y me metí en ella, bostezando.

   —¿Me llamarás si algo te sucede en el instituto? —preguntó de repente y el silencio me invadió. Pensé en el lío que se formaría si Ren aparecía en el instituto y palidecí.

   —No hará falta, Alberto estará conmigo. —aclaro fingiendo despreocupación, pero él se dio cuenta y se acurrucó junto a mí.

   —Lo sé, pero sólo prométemelo. —pidió seriamente.

   —Lo prometo. —hice una pausa para acomodar mi cabello en la almohada. Luego me tumbé del todo y suspiré, relajada. Tener el cuerpo de Daniel a mi lado se hacía relajante —. Por cierto, ¿qué harás mañana?

   —Bueno, iré a hablar con Alex… Aunque dudo que en un solo día cambie de opinión. Pero debe entender que el contrato no podrá anularse por los motivos que tiene. —en ese momento pensé que Daniel era un tozudo, así que seguramente mañana intentaría convencer a Alex para que me volviera a admitir en las clases. ¡Y eso terminaría en pelea! Por lo que volteé mi cuerpo y lo encaré.

   —Y tú prométeme que no golpearás a Alex ni te rebajarás. —pedí y él me acarició el cabello con su gran mano. Este movimiento hizo que me adormeciera de a poco y, sin quererlo, me dormí.

Pero en el intervalo entre el sueño y la vigilia, oí su respuesta.

   —He cambiado, Miriam, pero no sé hasta que punto. —susurró dándome un beso en la frente.

Iba a rebatirle, sin embargo el agotamiento pudo conmigo y me dormí profundamente en los brazos de Daniel.

Continuará…

Autora: ¿Qué os esta pareciendo? ¿Os esperábais lo de Alex? ¿Y qué pasará ahora con las clases? Bueno, muchas gracias por leer y por los votos. De verdad que eso anima muchísimo. =D

Por otra parte esperad el próximo capítulo para la semana que viene (ya sé que es mucho tiempo, pero quiero hacerlo bien y no es lo mismo que si lo hago corriendo) ;)

En fin, ¡cuidaos mucho y gracias por el apoyo! ^-^

Continue Reading

You'll Also Like

20.1K 1.6K 23
Sinopsis Terry Grandchester o el Sr. del Paraíso, como las personas a su alrededor lo llaman, un inglés con sabor brasileño, envidiado por los caball...
89.5K 9.4K 30
⭐️Ganadora Premio Watty 2021⭐️ChickLit ¿Puede caber en la imaginación despertar un día en un hospital sola y sin recuerdos? No había forma de regresa...
110K 10.2K 25
Hyunjin es el chico más guapo y coqueto de la preparatoria, Felix es un chico estudioso y el líder del club estudiantil. ¿Podrá Hyunjin lograr que Fé...