Stay Away

By ronnie_blanco

214K 10.1K 634

Conocer a Zack Price no entraba en los planes de Brooke. Conocer sus secretos, todavía menos. More

Personajes
Capítulo 1. "-Enhorabuena, Price"
Capítulo 2. "-¿Puedo saber por qué tienes tan mal genio?"
Capítulo 3. "-Tenemos que hablar"
Capítulo 4. "-¿Así que sé un secreto tuyo que nadie más sabe?"
Capítulo 5. "-Sigue riéndote, no hay problema"
Capítulo 6. "-Sigue así, tienes estilo"
Capítulo 7. "-No quiero ese premio, te quiero a ti"
Capítulo 8. "-No confío en la gente con facilidad"
Capítulo 9. "-¿En qué momento te has convertido en un caballero?"
Capítulo 10. "-No quiere que me acerque a ti, Parks"
Capítulo 11. "-A todas y cada una de ellas"
Capítulo 12. "-Lo siento, está inconsciente"
Capítulo 13. "-¿Eso quiere decir que te importo un poquito?"
Capítulo 14. "-Gracias, Brooke"
Capítulo 15. "-Me encanta que te pongas celosa"
Capítulo 16. "-Es más que suficiente"
Capítulo 17. "-Suéltame, Daniel"
Capítulo 18. "-He encontrado tu punto débil, machote"
Capítulo 19. "-Esto no puede estar pasando"
Capítulo 20. "-Sorpréndeme"
Capítulo 21. "-Allí estaremos, compañero"
Capítulo 22. "-Aléjate de mí, Zack"
Capítulo 23. "-No es malo, es terrible"
Capítulo 24. "-Prométemelo"
Capítulo 25. "-Vamos a buscarla"
Capítulo 26. "-Tengo que cuidar de alguien"
Capítulo 27. "-Dime que no vas a alejarte de mí"
Capítulo 28. "-Sorpresa"
Capítulo 29. "-Estaría dispuesto a todo"
Capítulo 30. "-¿Adónde quieres llegar con todo esto?"
Capítulo 31. "¡-Zack no me gusta!"
Capítulo 33. "-Lo estoy deseando"
Capítulo 34. "-¿Te gustaría utilizar uno de nuestros juguetes a tu antojo?"
Capítulo 35. "-Todavía no me lo creo"
Capítulo 36. "-Nunca tengo suficiente"
Capítulo 37. "-Te lo hizo pasar mal a ti, no a mí"
Capítulo 38. "-Recuerda, todo esto es por Zack"
Capítulo 39. "-Gracias por todo"
Capítulo 40. "-¡Has llegado!"
Capítulo 41. "-Felicidades a la más pequeña del grupo"
Capítulo 42. "-No sabes la suerte que tengo"
Capítulo 43. "-Mientes"
Capítulo 44. "-Estoy enamorada de ti"
Capítulo 45. "-¿Estás hablando en serio?"
[FINAL] Capítulo 46. "-Esto es de locos"
Epílogo
Agradecimientos y preguntas

Capítulo 32. "-¿La chica que me gusta?"

3.2K 209 17
By ronnie_blanco

Llevamos cerca de dos horas bailando sin parar. Will me ha obligado a hacerlo en mitad del salón cuando se ha dado cuenta de que quería refugiarme. Eso ha conllevado que muchos invitados tuviesen los ojos puestos encima de nosotros, incluida una persona en concreto: Zack. Sí, no me ha quitado el ojo de encima. En cierto modo, ha sido intimidatorio pero, por otro lado, me ha sentado bien que lo hiciese. Eso quiere decir que, de alguna manera, necesita prestarme atención. Por la primera mirada que me ha lanzado, me da la sensación de que pensaba que no iba a venir a la fiesta.

Sin valorar que tengo a Zack a escasos metros de mí, sentado en uno de los sillones, con las piernas de Giselle encima de él, la cosa no está yendo tan mal. A medida que avanzan los minutos tengo más ganas de irme, pese a no estar siendo tan horrible como imaginaba. Me parece que la música está mucho más alta que cuando hemos llegado, por no hablar de que ahora la casa está llena de vasos y botellas vacías, con los propietarios dando tumbos por todas las salas.

No puedo dejar de prestar atención al modo en que Zack hace leves cosquillas encima de los muslos de Giselle, provocando que ella se ría de vez en cuando. Cuando eso ocurre, ella le acaricia el pelo como si fuese un gato que le pide cariño. Él me dedica alguna que otra mirada rápida, pero en cuanto se da cuenta de que también le estoy mirando, vuelve a desviarla hacia Giselle.

¿De verdad no se da cuenta de que eso es como clavarme un puñal en el corazón?

Cuando esa escena vuelve a repetirse una vez más ante mis ojos, no me queda más remedio que resoplar. Con la de salas que hay en la casa, no puedo creer que tengamos que estar en la misma que ellos dos. Según Leah es algo así como una terapia de superación: tener el problema en las narices termina cesando el dolor. Después de más de dos horas, empiezo a dudar de la efectividad de ese método tan extraño que se ha sacado de la manga.

Leah besa a Will, por lo que termino desplazándome en el sofá, para no molestarles demasiado. Los que más rato hemos pasado bailando, terminamos agrupados en los sofás y sillones del salón para descansar. Espero que nadie inmortalice este momento, porque debemos tener un aspecto terrible. Unos por los efectos del alcohol, otros —en los que me incluyo— por el cansancio. El mío es tanto físico como mental, de hecho. Me lo he pasado bien, pero ahora lo único que me apetece es tumbarme en una cama y quedarme dormida durante dos días seguidos.

Siento la boca completamente seca. A diferencia de Will y Leah, no he bebido nada desde que he llegado. Ahora que están entretenidos mostrándose el amor que sienten el uno por el otro, es el momento idóneo para ir a buscar algo de beber y, de paso, para salir del angustioso salón durante unos minutos.

Me levanto sigilosamente del sofá, intentando llamar poco la atención, pero enseguida me doy cuenta de que no ha servido para nada. Leah me agarra de la mano, acercándome a ellos.

—¿Dónde crees que vas? —Leah arquea una ceja.

—Me apetece beber algo. ¿Acaso no puedo?

—Me da miedo que intentes fugarte de la fiesta.

—Es algo que haría con mucho gusto, pero lamentablemente no está entre mis planes.

—Vuelve rápido —me suelta la mano—. Ya sabes que algunas personas van demasiado...

—Lo entiendo, Leah. Volveré rápido.

Ella me asiente con la cabeza.

Me hago paso entre la multitud de personas que se agrupan en el salón hasta que consigo llegar al pasillo. No sé la ubicación de las salas, así que tardo un par de minutos en encontrar la cocina. Está bastante llena, pero no tanto como el salón. Eso sí, está muchísimo más sucia. Me da repelús tener que coger alguno de los vasos —en teoría limpios— que hay esparcidos por la encimera.

Por suerte, la organizadora de la fiesta está entre esas personas. No recuerdo su nombre, pero eso no evita que camine hacia ella en busca de alguien mínimamente conocido. Doy pasos rápidos al darme cuenta de que está a punto de salir por otra puerta hasta que consigo tocarle el brazo.

Ella arquea una ceja, a la expectación de lo que tenga que decirle.

—¿Puedes darme un vaso de agua? —grito, acercándome a su oreja.

—¿Agua? ¡No puedes beber agua! —suelta una carcajada tan desequilibrada que no me hace falta nada más para saber que va muy borracha—. Puedes encontrar bebidas en la sala que hay a la derecha... Sí, cuando sales al pasillo, a la derecha. Espera, ¿o era a la izquierda?

—No quiero alcohol.

—Chica, ese no es mi problema —ella se encoge de hombros, derramando un poco del líquido que sostiene en su vaso—. Si quieres agua, tendrás que beber del grifo del lavabo. Aquí no vas a encontrar.

La chica se tambalea hacia atrás y, con unos reflejos demasiado desarrollados para el estado en que se encuentra, consigue apoyarse en el marco de la pared. Una vez más, derrama líquido en el suelo de la cocina. Después, sale por la puerta sin pronunciar una sola palabra más. No la conozco personalmente, pero sé que, al menos en el instituto, es una chica tímida y reservada. Por eso me ha sorprendido tanto que organizase una fiesta de este calibre y, sobre todo, que haya terminado así de borracha.

Termino desistiendo y salgo por la misma puerta, en busca de esa sala en la que hay tantas botellas. Al final, resulta que es la de la izquierda. Parece la típica sala que, al no encontrarle provecho, sirve para guardar todos esos trastos viejos a los que no damos ningún uso. En una de las esquinas, hay un montón de botellas apiladas. No me apetece beber nada de lo que hay, pero sé que necesito humedecerme la garganta si no quiero que termine agrietándose de sequedad. Finalmente, opto por coger una cerveza porque, dentro de las posibilidades, es lo que más puede apetecerme.

Vuelvo a la cocina para encontrar un abrelatas. Una vez más, tanteo el terreno porque no tengo ni idea de dónde se encuentran las cosas. Mientras rebusco en uno de los cajones que hay encima de la encimera, noto una presencia detrás de mí. No es una persona cualquiera ni alguien que se ha perdido, mi vello erizado me lo confirma al instante. Consigo encontrar el abrelatas y, de manera torpe, puedo terminar abriendo la botella. Le doy un largo sorbo para afrontar lo que viene a continuación.

—Por fin te encuentro sola y tranquila —noto un fuerte pinchazo en el pecho al escuchar su voz—. Espero que se te haya pasado el enfado, quiero hablar contigo.

Sigo sin fuerza suficiente para girarme y mirarle a los ojos. Encontrarme esos ojos castaños tan de cerca después de haber estado días sin poder fijarme en ellos no me resulta nada sencillo. Una cosa es una mirada rápida y distante, otra muy distinta es tener que enfrentarme a él a la cara, sin nada que lo impida.

Suelto un largo suspiro antes de asentir con la cabeza. Incluso con la música a todo volumen y las personas de nuestro alrededor gritando, consigo escuchar sus pisadas del mismo modo que si estuviese con la oreja pegada al suelo. Sus manos se posan en el borde de la encimera. Sé que me está mirando, pero todavía me veo incapaz de hacer lo mismo. Mi cerebro me grita «¡vete ahora mismo» mientras que mi corazón dice «¡dale una oportunidad!».

Qué complicado es cuando razón y sentimiento no están de acuerdo en algo.

Me gustaría levantarme y dejarle aquí tirado, del mismo modo que hizo él conmigo hace unos días. A la vez, también me gustaría girarme y darle el abrazo más largo del mundo para demostrarle lo mucho que le he echado de menos.

—¿Qué quieres?

Todavía no he alzado la cabeza. Doy otro trago a la cerveza.

—Antes que nada, quiero que me mires. Vamos, Brooke, no somos niños pequeños.

Tiene razón. Siempre estoy quejándome del comportamiento infantil e inmaduro de Daniel, no puedo comportarme del mismo modo.

Me tomo unos segundos para respirar y, después, alzo la mirada. Zack lleva rato mirándome, fijándose en todos mis movimientos. Duele tenerle tan cerca y saber lo que ha ocurrido. Me siento pequeña bajo su mirada.

—Gracias —dice, sin dejar de mirarme—. Ahora, me gustaría que hablásemos. ¿Estás dispuesta?

—Puedo intentarlo —sus facciones se relajan un poco al oír mis palabras—, pero aquí no, desde luego.

—¿Y dónde pretendes que hablemos?

—Podemos salir al jardín para que, al menos, podamos escucharnos.

Zack me asiente con la cabeza, de acuerdo con mi idea. Nada más salir, me siento en un pequeño saliente hecho de madera. Me da la sensación de que estando así, la conversación va a ser menos incómoda. ¿En qué momento han comenzado a hacerme efecto los dos sorbos que le he dado a la cerveza?

Zack se mantiene frente a mí, de pie, tal y como suponía. Parece que quiere encontrar las palabras adecuadas para comenzar la conversación. Le miro de reojo para intentar descifrar qué pasa por su cabeza. Cuando está dispuesto a comenzar a hablar, pone una divertida mueca y retrocede, negando con la cabeza. Me alegra saber que, al menos, le importa lo que tengamos que hablar.

—Si no sabes cómo comenzar, puedo hacerlo yo —termino diciendo, al ver que no se decide.

—Es que, parándomelo a pensar, no tengo ni idea de cómo comenzar —resopla—. No sé qué he hecho para que de un momento a otro te pusieses así conmigo.

—¿Ha pasado casi una semana y todavía no sabes qué has hecho?

—Que yo sepa, no he dicho ni hecho nada malo. Cambiaste tu actitud conmigo de repente.

—Piensa un poco. No pienso darte la respuesta.

—¿Por qué tienes que ser tan complicada?

—Nací así. Ahora, piensa.

—Creo que sé qué puede ser, pero vas a enfadarte conmigo en cuanto te lo diga.

Zack suelta una risa que, por algún motivo, no me molesta.

—Dudo mucho que pueda enfadarme más, así que di lo que tengas que decir.

—¿Estás segura? —arquea una ceja.

—Muy segura, Zack —pongo los ojos en blanco—. De todos modos, te tengo al lado para golpearte.

—¿Cuándo te has vuelto tan agresiva?

—¡Joder, Zack! —grito—. ¡Dilo de una maldita vez!

—Creo que estás completamente celosa de Giselle.

Sus palabras son como un jarro de agua fría volcado encima de mi cabeza.

—¿¡Qué?! Oh, no. ¡No, no, no! ¡No es eso! ¿Cómo se te ocurre? Deja de decir tonterías.

—Creo que no es ninguna tontería, Brooke —se encoge de hombros—. Otra cosa muy distinta es que no quieras reconocerlo.

—Nunca me pondría celosa de esa...

—Dilo. Insúltala. Eso me dará la razón.

—¿Quieres que insulte a la chica que te gusta? —frunzo el ceño.

—¿La chica que me gusta? —él también frunce el ceño.

Parecemos dos idiotas hablando idiomas distintos.

—Yo no tengo citas con chicos que no me gustan, ¿sabes?

Las facciones de su rostro pasan por un proceso difícil de describir. Primero, mantiene el ceño fruncido, atento a mis palabras. Después, cuando ha conseguido asimilarlas, retiene la carcajada que está a punto de escapársele. A continuación, no puede evitarlo y termina retorciéndose de la risa. Por último, se frota la cara, como si quisiese despertarse de un sueño.

¿Qué demonios le parece tan gracioso?

—¡Una cita! Tienes unas ocurrencias de lo más graciosas, Parks.

Me levanto a la velocidad de la luz.

—Espera, ¿qué?

Cuando por fin estamos llegando al punto más importante de la conversación, aparece un chico del equipo de fútbol por la misma puerta que hemos salido nosotros. Al ver a Zack, se acerca hacia nuestra posición, hasta pasarle un brazo por encima de los hombros. Uno más que no puede mantener la compostura. Le lanzo una mirada asesina por aparecer justo en el peor momento, a lo que él responde lanzándome un beso en el aire. Zack le da una colleja por ello.

—¿Qué haces aquí fuera con la fiesta que hay dentro? —le grita, más de lo necesario.

—Tomas, tío, estoy hablando —Zack le coloca una mano en el pecho para mantenerle recto—. ¿Acaso no lo ves?

—Podéis hablar luego... El equipo te necesita, colega. Nos faltas tú para poder participar en un juego.

—Ahora no es el momento. Buscad a otro que quiera jugar.

—¡Es una tradición del equipo! —le vuelve a gritar—. Te necesitamos a ti.

—¿No podéis esperar unos minutos?

—Ni un solo segundo —arrastra a Zack hacia la puerta—. Luego podrás seguir esta charla tan interesante.

Así, sin más, vuelvo a quedarme sola en mitad del jardín. Las suelas de mis zapatos están mojadas de alcohol barato, algo que no me está ayudando a calmarme. Quiero irme de esta maldita fiesta cuanto antes, aunque tenga que hacerlo sola y caminando en mitad de la noche. Ha llegado ese punto en el que va a resultar imposible que vuelva a pasármelo bien. Estoy demasiado nerviosa.

Por primera vez en mucho rato, pienso en Leah y Will. Les he dicho que volvería rápido, pero no lo he hecho. Mi mejor amiga debe estar subiéndose por las paredes al imaginar mi fuga. Desmonto mis sospechas en el instante en que consigo colarme de nuevo en el salón. Ambos están mirando con atención el modo en que los integrantes del equipo se divierten con ese estúpido juego. Las tres personas que pueden estar pendientes de mí están completamente abducidas por ese espectáculo, así que aprovecho para escabullirme al lavabo.

Aprovecho para hacer pis y para remojarme la cara con agua fría. No me importa lo más mínimo si el maquillaje se echa a perder. Me mantengo encerrada con el pestillo durante varios minutos, buscando algo de paz y tranquilidad. Sabía que iba a ser una noche complicada. He sido una ilusa al pensar que algo podría terminar saliendo bien, por poco que fuese. Cuando me canso de estar encerrada, abro la puerta e intento orientarme para volver al salón.

Para mi sorpresa, ya nada está como antes.

Todo el mundo está corriendo de un lado a otro, como si la casa estuviese incendiándose y necesitasen salir cuanto antes. Están atemorizados, gritando desesperadamente y apartando a golpes todo aquello que se encuentran en su camino, dificultándoles el paso. Busco a Leah o a Will, pero ninguno aparece en mi campo de visión. Todo está demasiado descontrolado como para poder hacerlo. Desesperada, me acerco al primer chico que intento que, del mismo modo que el resto, intenta salir cuando antes de la casa.

—¿Qué está ocurriendo? —le grito.

—¡Búscate la vida! —me responde, antes de salir corriendo.

No puedo asimilar su respuesta. ¿Que me busque la vida? ¿De qué manera?

—¡Ya han llegado! ¡Ya han llegado! ¡La policía está aquí!

Fantástico. Nada mejor que la policía para acabar bien una noche desastrosa.

Siento mi cuerpo completamente petrificado. No tengo ni idea de qué hacer en una situación como está. Sé que los vecinos han debido quejarse al escuchar la música tan alta y al haber generado tanto ruido. A partir de ahí, no sé absolutamente nada. ¿Solo pueden culpar a la organizadora de la fiesta? ¿Pueden retenernos a todos? ¿Acaso pueden meternos en prisión?

Ese grito ha provocado que todos corran con más desesperación que antes. El resto del mundo hace eso mientras que yo solo puedo mantenerme quieta en mitad del salón. Por suerte, alguien consigue hacerme entrar en razón al agarrar mi mano con fuerza. Después, me zarandea de lado a lado con muy poca delicadeza. Por suerte, eso es suficiente para darme cuenta de que no puedo continuar así.

Los ojos castaños de Zack vuelven a mirarme de cerca pero, una vez más, no es en la situación que desearía.

—¿Qué coño haces aquí parada? ¡La policía está aquí! —me grita—. Tenemos que salir corriendo. Vas a hacerme caso en todo lo que te diga, ¿me oyes? —le asiento con la cabeza—. Cógeme de la mano.

Hago lo que me dice sin rechistar, no por el simple hecho de que me lo haya pedido, sino porque sé que Zack sabe reaccionar mucho mejor a situaciones de este tipo. Él echa a correr y, como consecuencia, me arrastra. No tengo ni idea de qué pretende hacer, pero confío demasiado en él.

El cuerpo de Zack aparta a empujones a todas las personas que hay en nuestro camino hasta que consigue hacernos hueco para subir por las escaleras que llevan a la planta de arriba. No comprendo qué pretende hacer. Creía que lo que debíamos hacer era salir de la casa, no meternos todavía más en ella. Él continúa corriendo, sin darme ninguna explicación, hasta que nos encontramos delante de unas cuantas habitaciones. Después de meditarlo meticulosamente, nos adentra en la que está más a la derecha.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunto mientras él se asoma a la ventana para mirar a través de ella.

—Si nos hubiésemos quedado abajo estaríamos en manos de la policía.

—¿Cómo estás tan seguro? —arqueo una ceja.

—Brooke, no es la primera vez que vivo una situación así. Con el tiempo, he aprendido qué cosas no se deben de hacer.

—¿Y cuál es tu plan?

—Salir por la ventana.

Abro los ojos como platos.

—¿Hablas en serio? —me acerco a él, asomando mi cabeza a través de la cortina para poder ver a través del cristal—. ¡Estamos en una segunda planta! ¡Nos mataremos!

—Lo tengo todo controlado —Zack consigue captar toda mi atención al decir eso—. ¿Acaso pensabas que no sabía que esto acabaría así? La calle llena de coches mal aparcados, música a todo volumen, gritos, adolescentes sin control... Estaba más que claro que los vecinos terminarían llamando a la policía.

—Sigue.

—Hay una zarza por la que nos podemos deslizar. Aunque estemos en una segunda planta, la casa no es demasiado alta —coge la manilla de la ventana, pero no consigue abrirla—. Oh, mierda. ¿Qué tipo de persona pone cerradura a una ventana?

—Alguien que quiere proteger su integridad física por las noches, por ejemplo.

—Gracias, Brooke, pero era una pregunta retórica. Tenemos que pensar otra cosa.

No hay tiempo para pensar. No quiero ser la que se queda de brazos cruzados mientras él se siente en la obligación de ayudarme a escapar de esta situación. Me niego en rotundo.

—¿Tenemos que salir sí o sí por la ventana?

—Sí, pero está cerrada. ¿Acaso me escuchas cuando te hablo?

—Habrá que abrirla a la fuerza, entonces —digo, pasando de su anterior pregunta.

Camino hasta el escritorio y cojo la silla de ruedas que hay con los dos brazos, levantándola por encima de mi cabeza.

—¿Sí, genio? —Zack continúa parado al lado de la ventana, sin mirarme—. ¿Y cómo pretendes...?

No le dejo acabar la frase o, bueno, más bien no puede acabarla al verme lanzar la silla contra la ventana. El cristal estalla en mil pedazos, dejándome completamente alucinada. Zack corre hacia mí con rapidez, empujándome hacia el suelo, hasta que su cuerpo tapa completamente el mío. Su respiración pesa sobre mi cuello y, durante un segundo, me parece que no hay ningún problema entre nosotros.

—Estás loca, ¿lo sabías? —no puede evitar soltar una risa—. Esto le va a costar caro a la pobre chica.

Nos levantamos del suelo y retiramos con cuidado los restos de cristales que quedan en el agujero que forma el marco de la ventana. Un nudo se forma en mi estómago al mirar hacia abajo. La mano de Zack se posa en mi hombro para tratar de tranquilizarme.

—¿Estás bien?

—No puedo hacerlo, Zack.

—Sí que puedes.

—No, no puedo. Hazlo tú, no me importa que me descubran...

—Cállate. No pienso irme sin ti. Si tenemos que quedarnos aquí, lo haremos, pero vas a intentar bajar por esa ventana. Sé que puedes hacerlo.

—Vas a pagar muy caro hacerme esto.

—Como quieras, pero ahora mueve el culo y sal. Mantente tranquila y mira bien dónde pisas.

—¿Puedes salir tú primero?

—¿Lo haces para salir corriendo mientras yo estoy ocupado bajando? —arquea una ceja—. De acuerdo, iré primero para guiarte.

Mientras él se coloca y comienza a descender, aprovecho para mentalizarme acerca de lo horrorosa que va a resultar esta experiencia. Respiro y expiro repetidas veces, pero eso no es suficiente para calmar mi agitada respiración. No debo mirar hacia abajo y tengo que controlar dónde pongo los pies.

—¡Parks! —el grito de Zack me eriza la piel—. ¡Puedes bajar, te estoy esperando!

Me siento en el filo de la ventana y evito, en la medida de lo posible, mirar hacia abajo. Concentro mi mirada en los lugares donde debo ir poniendo los pies, únicamente. Mi cabeza empieza a dar vueltas en el momento en que empiezo a descender, haciéndome creer que voy a caer al vacío. Mantengo los ojos cerrados durante unos segundos, agarrándome con fuerza. Si nos descubre la policía, será única y exclusivamente culpa mía.

Me concentro de nuevo, dejando todo pensamiento negativo de lado. Al deslizar la mirada hacia abajo me doy cuenta de que Zack continúa en el mismo sitio, observando mis movimientos con detenimiento, vigilando que no dé ningún paso en falso y caiga en su dirección. Continúo bajando poco a poco. Mis manos se aferran a la hiedra como nunca antes.

—Lo estás haciendo genial —a estas alturas, Zack debe estar llegando a la altura del suelo—. Puedes conseguirlo. Confío en ti.

—Me halaga tu plena confianza en mí —digo, en un intento de convertir la situación en algo poco tenso.

—Sigue así y no te desconcentres.

Hago lo que me dice y me concentro plena y exclusivamente en mi trabajo, que es no matarme. Continúo descendiendo y, cuando por fin creo que lo he conseguido, mi pie se resbala y mis manos se liberan de la presión que ejercían contra la planta. Es por esto que Zack no podía creer plenamente en mí. Cierro los ojos y emito un grito ahogado ante la presión que se va formando en mi estómago. Cuando estoy preparada para sentir el impacto, lo único que noto son los brazos de Zack sujetándome con fuerza. Hemos terminado en el suelo pero, como mínimo, ha evitado que la caída fuese estrepitosa.

Nuestros corazones palpitan velozmente, desbocados por haber vivido algo así. Suelto un suspiro de alivio. ¿Por qué siempre está en el lugar y en el momento preciso?

—Vaya, tus reflejos son rápidos —es la primera estupidez que sale por mi boca.

—Tenía toda mi confianza puesta en ti, pero algo me decía que podía pasar esto —señala con sus cejas mi cuerpo—. Estaba preparado.

—Menos mal.

—Venga —se levanta, todavía conmigo en brazos y, una vez está de pie, me deja en el suelo con sumo cuidado—. Tenemos que salir corriendo de aquí. Estamos en la parte trasera de la casa, no pueden acceder sin abrir esa puerta —la señala con su dedo índice—. Lo más probable es que terminen comprobando si queda alguien aquí, así que vámonos.

Él me guía por un rincón de la casa y, sin saber cómo, aparecemos en un callejón que conecta con una de las calles principales. Las farolas nos iluminan el camino, completamente desierto y tenebroso. Nunca me ha gustado caminar a estas horas de la noche. Esta vez es diferente, porque sé que nos hemos librado de una buena y que, por suerte, estar aquí es mejor que continuar encerrados en esa casa. Soy plenamente consciente de que, de no haber sido por Zack, la policía habría terminado atrapándome. Soy demasiado inexperta en situaciones de este tipo.

No sé si es que no hace ni una pizca de frío o, por el contrario, la adrenalina está calentando cada poro de mi cuerpo. Probablemente sea lo segundo. Zack camina a mi lado, tranquilo y calmado, como se ha mantenido durante los últimos minutos. En teoría continuamos enfadados, o eso creo. No hemos podido terminar nuestra conversación, así que no sé en qué punto exacto nos encontramos. La única manera de saberlo, es preguntándoselo directamente.

Suspiro y, a duras penas, alzo la mirada. Él está observando un punto fijo al final de la calle, con las manos en los bolsillos y el cuello encogido. Parece que le da vueltas a la cabeza y, por mucho que no quiera desconcentrarle, los dos sabemos que tenemos que retomar la conversación que hemos iniciado en el jardín.

—¿Vamos a...?

—¿Continuar con nuestra reconciliación? —me corta. No sabía que estaba tan atento.

—¿Quién ha dicho que fuese una reconciliación? —frunzo el ceño, intentando aguantar una sonrisa.

—Deja de hacerte la dura, no te pega —Zack sonríe de medio lado—. ¿Dónde nos hemos quedado?

—Nos hemos quedado en tu ataque de risa.

—Oh, es verdad —vuelve a reírse, pero esta vez cesa a los pocos segundos—. Te decía que tienes unas ocurrencias muy graciosas.

—¿Por qué dices eso?

—¿De dónde has sacado que he tenido una cita con Giselle?

—Me lo dijo ella el viernes pasado. Incluso me pidió consejo porque, al parecer, yo paso mucho tiempo contigo y te conozco muy bien. Después llegaste tú y... bueno, todo cuadraba a la perfección.

—¿Y tú desde cuándo te fías de lo que te dice ella?

—Desde nunca, pero en ese momento parecía tener mucho sentido.

—¿Por eso estuviste tan irritante cuando intenté hablar contigo? ¿Por qué no me dijiste la verdad?

—No quería estropearte nada. Eres libre de hacer lo que quieras, ¿sabes? Que a mí no me guste no significa que a ti no pueda gustarte.

—¿Entonces estás aceptando que te pusiste celosa al ver mi supuesta cita con Giselle?

Su cara es de pura satisfacción.

—Yo... No... ¡Bueno, sí! ¡Es decir, no! —niego con la cabeza, intentando ordenar las ideas en mi mente para formar una oración coherente—. No eran celos... Te acabo de decir que Giselle es una persona que no me gusta, solo quería lo mejor para ti.

—A mí no me engañas —frena en seco y estira un brazo para evitar que continúe caminando—. ¿Cuándo vas a admitirlo?

—¿Admitir el qué?

—Que sientes algo por mí.


* * * * *

CAPÍTULO EDITADO


¡Hola a tod@s! ¿Cómo estáis? Espero que muy bien :)

Capítulo largo e... ¿intenso? ¿A vosotros qué os parece? 

Brooke y Zack me han encantado... Incluso enfadados son los seres más tiernos del planeta. 

¿Cómo creéis que continuará? Zack ha sido MUY directo con Brooke.

¡Nos vemos en el próximo capítulo para descubrirlo! <3

Continue Reading

You'll Also Like

200K 15.2K 34
A través de la cámara, Susana es capaz de identificar emociones, acciones, sentimientos, movimientos, luz, oscuridad, profundidad... Lejos del foco e...
18.6K 890 11
Q pasaría si Serkan, sin recuperar su memoria, se diera cuenta que no puede vivir sin Eda? Llegaría a tiempo para detener esa boda? Y si Eda se rindi...
7K 694 40
A sus exitosos 18 años de edad, Luna Blair tenía la vida soñada de cualquier chica residenciada en Manhattan. Proveniente de una familia modelo, pad...
740K 51.7K 65
Emilia Matthews es una amante jugadora del fútbol, no piensa en otras cosas más que en entrenar y ganar sus partidos, en su vida no importa otra cosa...