a coat in the winter; camren

By milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. ¿Qué es capaz de hacer... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Último Capítulo
Epílogo
ACITW EN FÍSICO

Capítulo 31

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By milanolivar

Para los que preguntabais por qué no actualizaba...

Primero, creo que necesitaba un descanso después de 30 caps sin descanso, ¿no creen? :)

Segundo, estaba en Madrid viendo a Fifth Harmony así que no pude actualizar ni este ni ninguno, lo siento.

Lauren's POV

—¿Vas a llevarme a la piscina? —Maia apretaba mi mano mientras se miraba los pies al andar.

—Claro que sí. Vamos a ir a la piscina con mamá, ¿qué te parece? —La cogí en brazos porque no paraba de mirarse las sandalias rosas de Disney que le había comprado mi madre.

—¡Sí! —Pasó sus bracitos por mi cuello, y se pegó a mí mientras salíamos a la piscina. Allí estaba Camila, que me esperaba con los brazos puestos en la cintura, con un bikini blanco, haciendo juego con el moreno que había adquirido aquellos días de sol y playa. —Esa es mami.

—Exacto, esa es mami. —Al acercarnos, Camila le cogió las mejillas a Maia dándole un besito justo en la boca como solía hacer siempre, y luego se me quedó mirando a mí.

—Deberías estar descansado, seguro que tu entrenador va a matarte si te ve aquí. —Me sujetó de las mejillas para dar un beso lento y suave hasta separarse.

—Precisamente él nos ha dado el día libre. —Respondí yo, mientras sostenía a Maia entre mis brazos que jugaba con el borde de mi camiseta. —¿Te gusta?

Chi. —Maia se pasó la manita por el ojo y luego señaló la piscina, apoyándose en mi hombro. —¿Podemos ir?

—Primero deja que te eche crema, y después vamos a la piscina. —Dijo Camila cogiendo a su hija en brazos, dejándola en el suelo.

—No me gusta la crema. —Replicaba la pequeña, mientras Camila se sentaba en el borde de la hamaca y le recogía el pelo en un moño, y yo me quité la camiseta sentándome al lado de Camila dándole un beso en el hombro con suavidad.

—Ya sé que no te gusta, cariño, pero tienes que echártela. —Maia llevaba uno de aquellos bañadores enterizos de color rosa claro con algunos lunares pequeños en blanco, y estiraba las manos hacia la cara de Camila para acariciarle las mejillas.

Tras extender la crema por los brazos de Maia, sus piernas y su cara, esta arrugó la nariz echándose hacia atrás.

—Está pegajoso, no me gusta. —Volvió a repetir, y se acercó a mí hasta ponerse entre mis piernas, señalándome sonriendo. —Lo.

—¿Qué me has llamado? —Ella se rio encogiéndose, con aquella sonrisa tímida que le salía.

—Lo. —La cogí en brazos levantándome con ella, dándole besos por la mejilla, el cuello, haciéndola reír y se revolvía entre mis brazos intentando zafarse de mis cosquillas. —¡Ay! —Decía entre risas, poniendo sus manos en mi cara para apartarme. —¡Mami, para! —Y paré, dejándole un beso en la frente.

—¿Quieres ir al agua? —Bajé las escaleras de la piscina con ella, era bastante pequeña para niños de su edad, así que simplemente me senté en el agua para que me cubriese por el pecho. Maia estaba de pie y le cubría también por esa altura.

—No quiero volver nunca a casa. —Negó con el ceño fruncido haciendo un puchero. Con la mano le mojé el pelo, y luego le apreté las mejillas.

—Aún falta mucho para que volvamos a casa. La semana que viene nos vamos a una isla muy muy chula. Mamá, los abuelos, el tío Chris, Nick... —Maia asintió sonriendo moviendo las manos en el agua rápido para salpicarme, aunque se sentó encima de mí. Levanté un poco las piernas para que el agua ya no le llegase por el cuello y la cogí de las manitas.

—¿Qué es? —Hizo un puchero señalando mi hombro, porque tenía una pequeña herida del partido del día anterior.

—Es un pequeño rasguño, porque cuando juegas al fútbol a veces pasan esas cosas. —Sonreí cogiendo sus manitas para darles un beso. A veces me sorprendía de ver a aquella niña, porque era increíblemente igual que su madre, pero rubia de ojos azules. Tenía las facciones de su cara, su nariz, comenzaba a tener los labios de Camila, pero sus ojos eran como los de la piscina en la que estábamos.

—¿Mamá me dejará jugar al fútbol como tú? —Caminaba hacia adelante riendo hasta apoyar las manitas en mi pecho, arrugando la nariz.

—Vamos a hacer una cosa. —Le moje la cabeza pasando mis manos por su pelo, y ella se echó hacia atrás abriendo los labios con una risa. —Cuando lleguemos a casa te apuntaré en un equipo de fútbol, y así podremos jugar juntas, y mamá y yo podremos verte jugar al fútbol. ¿Quieres?

—¡Sí! —Dijo sin dudarlo un momento, poniéndose de rodillas sobre mi regazo y levantó los brazos, aunque luego se retiró y cogió una pelota color rojo que había por allí y la lanzó, tampoco fue muy lejos, cayó justo delante de mí para salpicarme. —Mmh.. —La pequeña se acercó a mí de nuevo casi corriendo en el agua, aunque parecía imposible y se abrazó a mí.

—Estás muy cariñosa, ¿me das un besito? —Fruncí los labios de forma que quedasen para que me diese un beso como los que le daba a Camila, y lo hizo apretando luego mis mejillas.

—¿Eres mi mami? —Miré a Maia pasándome la lengua por el labio inferior, porque no sabía muy bien qué contestarle, ¿sí pero no? ¿Estaría Camila de acuerdo con eso o no?

—¿Tú qué piensas que soy? —Ella soltó una risa poniéndose las manos en el bañador, arrugando la nariz.

—No sé, ¡por eso te pregunto! —Aquella niña era adorable, sin duda, y no paraba de sorprenderme con cada respuesta que me daba.

—Te quiero mucho, Mai. —Besé su frente sonriendo, evitando aquella pregunta, porque yo no estaba preparada para responder aquello.

Y luego, jugamos, ella se ponía al borde de la piscina más grande, justo delante de donde estaba Camila, sonriendo al ver a su hija.

—Ten cuidado, Maia. —Decía Camila preocupada, jugando con sus manos desde fuera, mientras yo abría los brazos cerca del bordillo.

—Vamos, una... Dos... ¡Y tres! —Maia saltó a mis brazos en la piscina, hundiéndose conmigo en el agua hasta salir de nuevo a la superficie, viéndola sonreír y soltar carcajadas.

Camila se acercó al borde de la piscina y se sentó en este, estirando el brazo hacia nosotras para que fuésemos con ella.

—Ah, ah, métete en el agua. —Negué con Maia en brazos que abría la manita para que su madre fuese con ella.

Camila se bajó del bordillo y entró en la piscina, estirando las manos hasta que cogió las de Maia que se enganchó a ella rápidamente.

—¿Te gusta jugar con Lauren? —Camila besó la frente de su hija mientras yo me acercaba y metí la cabeza debajo del agua, saliendo para coger aire abriendo la boca.

—Me gusta mucho.

*

Camila tenía las manos puestas en mis mejillas, acariciándome suavemente mientras sus ojos estaban clavados en los míos.

—¿Estás nerviosa? —Preguntó ladeando la cabeza, y asentí como era obvio, porque los nervios me estaban recorriendo el estómago y sólo quería saltar ya al campo. —No deberías, sé que vas a ganar.

—Eso no se sabe. —Repliqué yo soltando una suave risa, sintiendo sus manos bajar hasta la parte de detrás de mi pelo. —Holanda son mejores que nosotras. —Murmuré encogiéndome de hombros.

—No, no lo son. Juegan sucio, eso no es ser buenas, o eso me decía tu padre. —Las dos nos reímos a la vez, y me mordí el labio encogiéndome de hombros. —Sabes, mi madre de pequeña me decía una frase que me parece muy apropiada.

—¿Cuál es? —Respondí inmediatamente y ella sonrió de la forma más tierna.

—Sólo aquél que pueda tocar el cielo será más grande que tú. —Apretó mi mejilla y luego se acercó a mí para darme un beso suave y dulce, acompañado de aquella caricia en mi mejilla. —Así que, hazlo como sabes e intenta que no te hagan daño. —Solté una suave risa agachando la cabeza, dándole un fuerte abrazo para reconfortarme un poco, porque en unos minutos ella ya no estaría allí para decirme si lo hacía bien o mal, o para abrazarme si lo necesitaba. —Te quiero, Lauren.

—Diría que te amo, pero te lo diré después del partido. —Sonreí cogiéndola de las mejillas para hundir mi boca en la suya, saboreando sus labios, su lengua, su boca, y su sonrisa rozando mis labios al separarse. —Tengo que irme. —Musité en voz baja, separándome de ella con un último roce en su mejilla.

Al final del pasillo estaba Maia en brazos de mi padre que se entretenía jugando con uno de los juguetes nuevos que le habían comprado, y simplemente me alegraba de que aquello fuese lo último que viera antes de salir al campo.

*

Los uniformes naranjas se sucedían por todo el túnel antes de salir al campo, y yo no sabía dónde estaba. Había una niña a mi lado, que me cogió la mano y casi me sacó al césped porque yo no sabía ni lo que estaba haciendo. El himno sonaba de fondo, y yo movía las piernas nerviosa, intentando no mirar detrás de la portería contraria donde estaba mi familia sentada. No quería decepcionar a nadie, por lo que había escuchado, aquél partido estaba teniendo mucha repercusión en el país, y sin duda no quería decepcionar a alguien.

El pitido de inicio sonó, y simplemente pasé la pelota hacia atrás, corriendo hacia adelante. Sí, Camila tenía razón, no jugaban bien, pero en el momento en el que me llegó el primer balón noté los tacos de una de las jugadoras en mi tobillo pero no paré hasta pasar el balón y poder pararme a tocar el tobillo. No habían pasado más de tres minutos de partido, y a mí ya me habían hecho una falta que era tarjeta roja.

Y todo seguía, las patadas, las entradas a destiempo, mientras nuestro equipo intentaba mantener el balón y crear acciones. En un córner me alcé para golpear el balón con la cabeza pero golpeó en el travesaño y me llevé las manos a la cabeza. ¿Cómo podía ser aquello? ¿Cómo podía no haber entrado? La suerte no estaba de mi parte.

Corrí, pedí el balón que controlaba de espaldas pero era casi imposible darse la vuelta así que mi única opción era pasarla de nuevo y correr a la espaldas de la defensa hacia la portería, pero si cogía el balón, me cargaban hasta que me derribaban.

Estaba exhausta, y con el calor de Brasil, en una de las faltas me acerqué al banquillo a beber algo de agua y echármela por la cabeza.

—Lauren. —Me llamó el entrenador, señalando las dos defensas. —Ponte ahí y deja las bandas, al centro.

Y lo hice después del descanso. Miré la grada con las manos en la cintura, sonriendo un poco al ver que estaba Maia en el regazo de Camila con una camiseta exacta a la que yo llevaba puesta. Azul, con detalles rojos y blancos y un 'Jauregui' detrás.

El partido empezó de nuevo, y el ver aquella escena sí que me dio fuerzas, en cuanto toqué el primer balón lo volví a soltar a una de las bandas pero yo corrí al centro, y cuando lo volví a recibir chuté, enviándolo a centímetros de la portería. Me levanté del suelo tirándome del pantalón, frustrada.

Miraba la jugada de lejos, y corrí para presionar, poniéndome encima de ella, intentando que soltara el balón contra la banda, pero no lo hacía, hasta que una de mis compañeras consiguió robarlo.

Los minutos pasaban, y las patadas cada vez hacían más mella en mí. No me dejaban recibir un simple balón, levantarme y volver a caer, y sobre todo los golpes cansaban más que seguir corriendo.

—Lauren. —Morgan me levantó del suelo porque yo sólo quería quedarme allí o pegarle patadas a todo. —Levanta joder. —Me puse en pie con su ayuda, y me toqué el tobillo malherido durante todo el partido. El partido había terminado cero a cero, y ahora quedaban treinta interminables minutos de prórroga.

—Necesito agua. —Dije andando a su lado, viendo nuestras piernas llenas de césped, barro, y magulladuras provocadas por las holandesas.

—Toma. —Bebí un poco de la botella que me dio, aunque fue más para enjuagarme la boca y escupirla, o echármela por la cabeza. —Están más cansadas que nosotras. —Recalcó, y sólo pude mirarlas. —Ellas ni siquiera se han acercado.

—Tenemos que arrancarles la cabeza. ¿Sabes a lo que me refiero? —Pregunté dejando la botella en el suelo, saliendo de nuevo al campo a su lado, tapándome la boca con la mano.

—Sí.

—Pues hay que destrozarlas. —Me retiré la mano de la boca y cogí el balón, poniéndolo en medio y miré directamente a Alex, que asentía.

Si ellas presionaban, nosotras el doble, si ellas daban patadas, nosotras intentábamos levantarnos para no darles el gusto de tenernos en el suelo.

Minuto 116, nada, nada ocurría. Lo cortaban todo, era imposible traspasar aquella barrera naranja, simplemente sacábamos córners y poco más.

Intentaba zafarme de las defensas pero ellas tiraban de mi camiseta que se estiraba, daban tirones pero yo tenía la mirada puesta en la pelota. Todo lo que vino después, fue demasiado rápido. Di un salto de casi medio metro superando a todos, y mi cabeza contactó con el balón, fuerte, rápido, directo, seco, girando el cuello para ver cómo la pelota iba directa a la escuadra y peinaba el fondo de la red.

No reaccioné, porque no sabía cómo reaccionar, simplemente eché a correr escuchando el sonido de 80.000 personas gritando gol, pero no fui muy lejos porque una masa de chicas se echaron encima.

—¡La puta madre Lauren! ¡¡La puta madre!! —Gritaba Tobin, que me cogía la cara y todas éramos una piña. Grité, las abracé, y ni siquiera sabía cuánto quedaba de partido.

Los cuatro minutos más largos de mi vida, defendíamos cada balón como si fuese el último, así, hasta que en el minuto 122, el árbitro pitó el final.

Caí de rodillas al suelo con las manos en la boca comenzando a llorar sin importar nada. Todo el equipo estaba hecho una piña en el centro, el entrenador corría, todos gritaban, pero yo estaba allí viéndolo todo pasar de rodillas y llorando, con Solo abrazándome haciendo que la mirase. Pero no sabíamos qué decir, así que simplemente le respondí al abrazo.

Me levanté del suelo y Morgan venía con una bandera de los Estados Unidos para dármela, abrazándome.

—Gracias. —Me dijo simplemente, y me puse la bandera al cuello antes de subir a aquél pequeño escenario para coger el trofeo.

Hope tenía su brazo alrededor de mi cuello tras ponerme la medalla, que miré una, dos, tres veces para poder creerme aquello.

—¡Cógela Jauregui! —Gritaba Lauren y me empujaron delante, para subirme en aquél mostrador, más alto que ellas.

—Si me caigo cogedme, ¡cabronas! —Todas se rieron y yo también. Se escuchaba ese murmullo al ver la copa venir, hasta que la tuve delante y la alcé, viendo cómo el confeti salía de los lados y caía sobre nosotras.

Dejé la copa, lo dejé todo para correr hacia donde estaba Camila. Ella sacó medio cuerpo de la grada y se agachó, tenía miedo de que se cayese, pero no pude decir nada solo besarla. Camila estaba llorando, y yo también.

—Te amo, —le dije riendo a la vez que comenzaba a llorar de nuevo— muchísimo. —Añadí.

Camila se separó de mí y cogió a Maia en brazos, bajándola hasta mí.

—¡Mami! ¡Mami! —Me gritaba, enganchándose a mí como si fuera un pequeño monito. —¡Mami has ganado! —Le di un beso en la frente, abrazándola contra mí y caminé hasta el centro del campo.

—¡He ganado! —Dije cogiendo una de sus manitas, dándole un beso. En una de las pantallas estábamos saliendo Maia y yo, en grande, para todo el estadio.

—Mira, Mai, somos nosotras, ¿quieres saludar a mamá? —Maia se giró hacia mí y me saludó, dándome luego un besito en la boca como hacía con Camila. —Muá.

—Muá. —Repitió ella, mientras todo el estadio seguía repleto de gente.

—Ahora tenemos que saludar, ¿ves toda esa gente? Está aquí por ti. —Señalé las gradas y ella levantó la mano saludando junto a mí, dando la vuelta por el estadio. Maia miraba a todos sitios, pero yo sólo podía mirarla a ella. Besé su cabeza y la dejé en el suelo, cogiéndola de la mano. Maia saltaba y se agachó para coger el confeti y lo lanzó, corriendo delante de mí. Yo iba detrás, observando cómo jugaba y corría dando pasitos cortos. Llevaba mis botas y la equipación al completo, excepto que en vez de 'Jauregui' ponía 'Mami' en su espalda, con dos colitas hechas, dejando ver su pelo totalmente rubio.

—¿Qué es eso? —Señaló la medalla y me arrodillé delante de ella, poniéndole la medalla en el cuello.

—Esto es para ti. ¿Te gusta? —Ella la sujetó con las manitas asintiendo, corriendo hacia mis brazos para volver a abrazarme sin decir nada.

—Te quiero mami. —Volví a cogerla en brazos, yendo hacia donde estaba Camila.

Dejé a Maia en el suelo, y estiré los brazos hacia Camila y la saqué de la grada, poniéndola en el suelo. No me dio tiempo a decirle nada porque comenzó a besarme, abrazándome luego.

Y Camila era preciosa, con el pelo recogido en una coleta, los mechones de pelo cayendo por sus mejillas. También con mi camiseta, y abrazada a mí caminando por el campo.

—Te lo dije, te lo dije. Ibas a ganar. —Maia corría delante de nosotras, y Camila y yo la mirábamos, como si fuese nuestra, porque en realidad, lo era.

—Ese 'mami' de su camiseta, ¿es por ti? —Camila soltó una risa, negando. Maia vino corriendo hacia mí, y la cogí en alto, dándole un beso.

—La vida puede ser genial a veces, ¿no crees? —Dijo Camila pasando el brazo por mi cintura.

—O siempre.

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