Begonia © ✔️ (TG #2)

By ZelaBrambille

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Confió en sus promesas, pero lo único que le quedó a Margaret cuando él la abandonó, después de hacer el amor... More

Begonia ©
Personajes
Introducción
Prefacio | Frío como la nieve.
Capítulo 01 | Agonía
Capítulo 02 | Amargo
Capítulo 03 | Sed insaciable
Capítulo 04 | Dolorosa ausencia
Capítulo 05 | Odio arrebatador
Capítulo 06 | Arrepentimiento
Capítulo 07 | Cercana lejanía
Capítulo 08 | Insistencia
Capítulo 09 | Doble determinación
Capítulo 10 | Heridas tentadoras
Capítulo 11 | Medias confesiones
Capítulo 12 | Segundas oportunidades
Capítulo 13 | Sonrisas
Capítulo 14 | Metamorfosis
Capítulo 15 | Cielo claro
Nota importante
Capítulo 16 | Tormenta salada
Capítulo 17 | Recuerdos
Capítulo 18 | Entre oscuridad
Capítulo 19 | Nublado
Capítulo 20 | Aguacero
Capítulo 21 | Paraíso momentáneo
Capítulo 22 | Cristal
Capítulo 23 | Serpiente
Capítulo 24 | Fragmentos y abrazos
Capítulo 25 | Esperanza
Capítulo 27 | Hasta pronto
Capítulo 28 | Espacios
Capítulo 29 | Eco de mentiras
Capítulo 30 | Delineando
Capítulo 31 | Rayo de sol
Capítulo 32 | Filo helado
Capítulo 33 | Pescar disculpas
Capítulo 34 | Admirando estrellas
Epílogo | Ardiente como el sol
Extra 01 | La canción de la libreta naranja
Extra 02 | MuN and THEBoss
Espacio para fan arts
MIS OTRAS HISTORIAS

Capítulo 26 | Descubrimiento

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By ZelaBrambille

Canción: Lay me down - Natalie Major

-*-

CAPÍTULO VEINTISÉIS 

Descubrimiento


Me doy vuelta de nuevo en la cama y bufo, son más de las cuatro de la mañana y no he podido dormir ni siquiera un poco. Es como si tuviera cinta adhesiva reteniendo mis párpados.

Salí a comprar un té de manzanilla para Maggie ayer en la noche después de que me corrió a los gritos. Me sentí como un gusano egoísta cuando me di cuenta de que no le había preguntado si estaba bien, por el contrario, solo la ataque y balbuceé cosas sin sentido sobre mi padre.

No puedo evitar la rabia que pasa por mi cuerpo cada vez que recuerdo lo que ese tipo nos hizo, tanto a Maggie como a nuestra familia. No controlé mis emociones, aún quiero salir a buscarlo para partirle la puta cara de mierda.

Luego, al entrar al edificio departamental, me llevé una sorpresa al ver a Sasha en el pasillo, recargada en la pared y con la mirada perdida. Me acerqué y ella se desmoronó, quería hablar con su hija y pedirle perdón, así que le ayudé a que caminara porque parecía no coordinar por los nervios.

Sabía que debía dejarlas solas, pero cuando la puerta se abrió y reveló todo ese desastre de cosas rotas y muebles profanados, busqué a Maggie temiendo lo peor. Casi se me sale el corazón cuando la vislumbré tendida en el suelo, pero ella se levantó.

Jamás voy a olvidar esa mirada vacía.

La he visto borracha y hecha un desastre, pero lo que vi ahí fue totalmente diferente. Ella necesita ayuda y me duele que no me quiera cerca para tenderle una mano. La amo sin importar lo malo entre los dos, yo solo quiero estar ahí cuando necesite un abrazo.

Quiero hacerle ver que el mundo tiene colores.

Termino enderezándome y poniéndome de pie, dispuesto a esperarla afuera de su departamento si es necesario.

Tallo mis ojos y abro la puerta, solo para quedarme quieto como una estatua.

—¿Puedo pasar? —pregunta con timidez. Me hago a un lado para permitirle la entrada. Está cambiada y aseada, su cabello es reluciente y la piel de su rostro luce como la de la Maggie que yo conozco.

—¿Quieres tomar algo? No tengo mucho en el refrigerador, pero hay jugo de durazno.

—Jugo de durazno es perfecto —susurra con una media sonrisa que le correspondo automáticamente.

Me dirijo a la cocina y vierto el líquido en un vaso de plástico, al regresar, ella está sentada en uno de los sofás. Me coloco a su lado y le ofrezco la bebida, ella le da tragos sin mirarme. Por un momento me pongo nervioso, pero cuando me mira sé que no hay por qué temer.

—Lamento lo de anoche —dice, sorprendiéndome—. No quería que me vieras de ese modo, por eso te pedí que te fueras. Me avergüenza lo que me pasa y me da mucha pena tener que necesitar del alcohol para sentirme mejor.

Mi mano busca la suya y la aprieta, entretejo nuestros dedos, sintiéndola cálida contra mi palma.

—El que debe disculparse soy yo, es solo que no voy a superar lo que ocurrió hasta que no quiebre la mandíbula de ese imbécil. No lo pensé, solo dejé que el enojo burbujeara, debí detenerme para abrazarte y no soltar palabrería estúpida.

—Puedes abrazarme ahora. —Una sensación agradable se asienta en mi pecho. Maggie se deja rodear, apoya su cabeza en mi hombro y su mano en mi antebrazo, amoldándose a la perfección a mi anatomía. Siempre se ha sentido así, como si nuestros cuerpos estuvieran hechos para refugiarse en el otro.

Su perfume entra por mis fosas nasales, hundo más mi nariz en su cabello porque es un aroma adictivo.

—Deja de olfatearme. —Suelta una risita, me echo hacia atrás y levanto su barbilla con mi dedo índice.

Sus ojos mar contactan con los míos, los recorro con paciencia, grabo una vez más su brillo en mi memoria.

—Deja de oler tan maravilloso.

Unimos nuestros labios y mi interior vibra, soy esclavo de esta mujer y me gusta serlo. Nuestras lenguas se acarician tan lento que tengo que moverme para llegar más profundo. Sus labios son suaves como el algodón de azúcar y saben como la gloria. Me hace volar con un suspiro, me hace desear cosas que a otros les resultarían estúpidas.

Sus brazos envuelven mi cuello y no puedo dejar mis manos quietas, tampoco mis labios. Necesito más, necesito su cuerpo, su mente, su corazón y su alma. Quiero tener todo, quiero ser suyo y que sea mía por completo.

Reparto besitos debajo de su oído y en su rama mandibular, ella suspira y yo me atraganto.

—Mamá me pidió perdón —susurra, quiero gemir y callarla con un beso; pero eso sería egoísta. Aún no ha terminado de hablar. Me alejo lo suficiente para recuperar los pensamientos, pero no para perderme de su aroma a fruto prohibido—. También dijo que se divorciaría de papá y entraría a terapia, quiere que vayamos juntas.

Ladeo mi cabeza y aparto unos cuantos mechones de cabello que no me dejan ver esa hermosura que tiene.

—¿Tú quieres? Para que estas cosas funcionen es necesario que la persona quiera ayudarse, el cambio empieza de adentro hacia afuera.

—Quiero hacerlo aunque no me emociona contarle mis problemas a un desconocido, pero quiero que mi vida vuelva a ser como antes. Sé que hay cosas que no voy a poder olvidar tan fácil y que siempre van a dolerme, necesito aprender a sobrellevarlo y a no recaer en el mismo lodo. No quiero ser una alcohólica toda la vida, quiero vivir y no estar encadenada a mis pensamientos o al licor.

La contemplo con los ojos bien abiertos, es la primera vez que ella dice algo así y no puedo ignorar ese sentimiento de orgullo.

—No sabes cuánto te admiro.

Me regala una sonrisilla y vuelve a hundir su nariz en la curvatura de mi cuello, me hace cosquillas cuando exhala, pero me relaja sentir su respiración pausada. Voy a buscar nuevamente sus labios, pero un timbrido resuena desde alguna parte.

Mags se sacude, saca del bolsillo de su pantalón un celular, y contesta sin fijarse quién llama. Mi mandíbula se aprieta cuando saluda al doctor Goulding, el médico de Andrew. Está mal sentirme así, pero me dan celos y no puedo ocultarlo.

—¡¿Qué?! —pregunta, alarmada. Se deshace de mi abrazo y se levanta con premura. Da vueltas como si fuera un león o quisiera cavar en el piso con los pies. Su rostro se pone pálido, así que me levanto porque temo que se desmaye—. Pero ¿cómo es posible si el tratamiento iba bien? No, no me diga, voy para allá.

—¿Qué pasó? —cuestiono tan pronto corta la llamada.

—Es Andrew, un infarto —balbucea mientras se dirige a la salida. Mi pecho decae un poco, no me siento feliz por el hombre, pero tampoco me siento feliz con ella yendo a socorrerlo.

—Yo te llevo —aseguro, dirigiéndome a la mesita donde pongo las llaves de mi coche.

—¿Seguro? —cuestiona con el ceño fruncido, me limito a contestar porque temo que mi lengua vocifere cosas de las cuales me puedo arrepentir después.

El camino al hospital lo hacemos en silencio, Maggie no pronuncia palabra alguna, tampoco me mira. Ella va perdida en sus pensamientos, mirando por la ventana como si el trayecto por el cual ha pasado miles de veces fuera lo más interesante.

Quiero decirle que está bien, que tenga confianza en que Andrew va a mejorar, que no se preocupe porque estaré esperándola en su departamento y después iremos a comer a alguna parte o pediremos comida rápida y compartiremos un refresco. Deseo hablar y contarle que no me molesta que corra tras él cuando las cosas se ponen mal y cuando estábamos solucionando nuestros problemas, cuando estaba a punto de besarla y, quizá, hacerle el amor para olvidar la angustia que me acompañó toda la noche.

Pero no quiero mentirle.

No puedo decirle eso porque estoy enojado como el infierno, estoy dolido, y también tengo pánico. Son tantos los sentimientos y son tan contradictorios que tengo que tragar fuerte para no ponerme a llorar, para no suplicarle que no vaya a buscarlo. Aprieto los dientes para aguantar y no obligarla a quedarse en mis brazos.

Mierda, no sé cómo lidiar con mi chica preocupándose por su prometido.

A penas llegamos, ella desciende del vehículo sin esperarme y sin decir nada. Ignoro la punzada de celos y decepción. Tomo un respiro profundo para controlar mis emociones, no quiero causar problemas, pero tampoco pienso dejarla sola con él.

Ya me sé el camino porque he venido antes, no me detengo a preguntar. Por mi mente pasan muchas cosas, unas más buenas que otras. Me detengo y me apoyo en la pared afuera del cuarto, contando hasta a diez.

La rubia del restaurante está en una salita de espera con un vaso desechable, me da una mirada extraña que no sé interpretar y se concentra en su bebida. No era enojo ni nada parecido a lo de la otra noche, es algo diferente, pero me digo que ya estoy alucinando. ¡Por Dios! ¡Es la hermana! Claro que me va a mirar como una amenaza para el bienestar de su hermano.

Me acerco más al cuarto, la puerta está abierta y, aunque sé que no debería hacerlo, no puedo simplemente ignorar cómo le habla a Margaret.

Habla a susurros, pero aún así cada oración, cada palabra, cada letra es una estocada que hace sangrar más mi corazón. Muy en el fondo entiendo, y sé que seguramente me sentiría igual si ella decide marcharse, es probable que se sienta como la mierda.

—Te he extrañado tanto, perdón por lo del otro día, es que estaba tan enojado. Sé que no puedo obligarte a nada y no lo haré, te amo y estaba desesperado, no soporto cuando estás lejos. Todo este tiempo has sido la única persona que de verdad me ha amado, de verdad ha estado para mí sin importar qué. No es fácil aceptar que te estoy perdiendo, que en cualquier momento puedo morir y no estás aquí como siempre para tomar mi mano. Quiero que estés aquí cuando eso pase, ¿sabes? Quiero que seas lo último que mire de este mundo porque eres lo único bueno que me pasó mientras vivía.

Abro la boca para poder respirar, y me doy la vuelta, apoyo la frente en la pared. Mis ojos se hacen agua al sentir la impotencia, el hombre la ama, el hombre la necesita, y yo llegué a joderle más la vida a un enfermo. Pero ¿qué hago? La amo y no puedo simplemente hacerme el idiota.

—Andrew...

—No. —La interrumpe—. Déjame hablar. Sé que lo amas, Maggie, lo veo en tus ojos, veo el brillo en tu mirada cada vez que dices su nombre, siempre fue así aunque querías fingir que lo odiabas y lo habías olvidado. Sé que es el amor de tu vida, siempre lo he sabido. También sé que nunca me has querido como a él y nunca lo vas a hacer porque tu corazón ya no te pertenece, él lo tiene. Aunque me duela, tengo que aceptarlo, lo acepto aunque me esté destrozando por dentro.

No sé qué tanto pueda resistir, mi cuerpo comienza a temblar, él le dice todas esas cosas que van a hacerla pensar y pensar. Meditar sobre sus decisiones, y yo tengo terror de que lo elija.

Debatiéndome entre alejarme o ingresar, decido que es mejor tomar distancia o acabaré dándole un puñetazo esté enfermo de cáncer o no. Me siento en la salita y clavo la vista en el suelo, apretando mis manos en mis muslos hasta que siento que voy a hacer hoyos en mi carne. Mis nudillos se quedan blancos, aflojo la mandíbula cuando me doy cuenta de que mis dientes empiezan a rechinar.

—Tranquilo, ella te ama a ti, estoy segura de que no tiene que pensar con quién quiere estar —dice la rubia. Me le quedo mirando no entendiendo por qué me está hablando. La última vez que nos vimos, ella se puso a gritonear y a insultar a Mags—. Y si no lo hace, abre mucho los ojos.

Ella se levanta y toma su bolso, voy a preguntarle a qué se refiere, pero se aleja a pasos rápidos hasta introducirse en el elevador.

Sus palabras dan vueltas en mi mente al punto de marearme, vuelvo a ponerme de pie y me dirijo a la habitación. No quiero interrumpir ni tampoco crear discusiones, solo quiero ver una cosa, solo... necesito mirar esa jodida hoja.

Andrew levanta la vista cuando me ve entrar y sus ojos se convierten en dos témpanos de hielo, seguramente los míos están igual. Y tengo que esforzarme por no ir a romperle el brazo, su mano está enganchada con la de Margaret.

Honestamente no sé qué me enoja más, él por tocarla o ella por dejar que lo haga. No está haciendo nada malo, pero igual es una agonía mirarla con él.

—¡Qué bueno que te unes a la fiesta! Quería hablar contigo aquí, delante de mi prometida —suelta enfatizando el «mi». Es un hipócrita y me enfurece que ella no se de cuenta. Es obvio, dice todo ese discurso para luego querer sacar lo peor de mí, contradiciendo todo lo que había dicho.

Un hombre resignado no va a comportarse como un patán si sabe que la mujer que quiere es feliz junto a otro. Esto solo demuestra que tiene dos caras, o quizá más. Forzo una sonrisa, Maggie se separa de Andrew y se pone de pie para alejarse de la cama, incómoda.

Lo que menos quiero es hacerla sentir mal, solo quiero comprobar algo.

—¿En serio eres tan egoísta? —pregunta, yo aplano los labios para no hablar de más—. ¿No te das cuenta, Maggie? James, tú te fuiste, la abandonaste cuando más te necesitaba. Abusaron de ella sexualmente y casi se mata en un accidente porque la habían drogado, ¿dónde estuviste cada vez que se perdía en el alcohol? Si tanto la amabas, ¿por qué no la buscaste? ¿Por qué no te aseguraste de que estuviera bien y a salvo?

Sé lo que está haciendo, quiere sembrar dudas, quiere que ella dude de mí. ¡Hijo de perra! Mi respiración se acelera, siento las aletas de mi nariz inflarse y el calor subir por mi rostro. Nunca nadie me hace perder el control, pero este tipo me enerva.

—Llegas después de siete años con tus discursos bonitos y baratos a llenarle el oído de miel porque sabes que es vulnerable, así como sabes que te ama. Demuéstrale cuánto la quieres, ¿ella sí tuvo que esperarte y tú no puedes soportar mientras me muero? No, ya sé lo que pasa, tienes miedo de que se de cuenta de quién eres y que, seguramente, disfrutaste mientras ella sufría. Tienes miedo que deje de amarte y se de cuenta de quién de los dos es el que vale la pena, quién estuvo para sostenerla cuando no podía levantarse. ¡Eres un cobarde!

—¡Andrew, basta! —exclama la pelinegra con el rostro rojo. Oh, Maggie, no tienes idea.

—Mira, hijo de tu puta madre, ni tú ni nadie va a cuestionar lo que siento por Maggie. Hacerte la víctima y aprovecharte de tu jodida enfermedad no te hace mejor persona que yo, ¿crees que no me doy cuenta de cómo la manipulas? Tu maldito cáncer de mierda no me va a impedir sacarte lo hipócrita que eres. —Ya no puedo pensar con claridad, la neblina del enojo me cubre el cerebro y solo puedo sentir ese deseo de quebrarle la nariz.

Suelta una carcajada descarada que solo logra alimentar mi enojo. Maggie le pide silencio, pero él está decidido.

—Quizá te entienda, Maggie besa delicioso. —Y eso es todo, esa es la mecha que me hace perder la razón. Me lanzo tan rápido que me sorprende y lo tomo de la bata del hospital.

—¡¡James!! —grita Mags con horror e intenta separarme de Andrew, pero yo solo puedo ver cómo se regocija y no puedo soportarlo—. James, por favor, no hagas esto.

Sus sollozos se entierran en mi mente, suelto la tela y me hago hacia atrás sin poder creer todo lo que está pasando. Suelto un suspiro que me saca el aire, pero no puedo sacarme el dolor.

Le doy una mirada, sus ojos están cristalizados. Nada hago bien, siempre la lastimo, siempre le provoco sufrimiento.

—Lo siento —susurro y me doy la vuelta, necesitando aire o algo que me haga respirar con tranquilidad, que me de un poco de paz.

No me detengo hasta que estoy lo suficientemente lejos, aprieto mi cabello con los dedos y maldigo entre dientes. No debí haber entrado, tenía que controlarme, solo lo estaba haciendo para provocarme y pasó justo lo que él quería que pasara.

—James. —Su voz me arrebata el poco oxígeno que había recuperado. Me habla como si fuera un animal herido y ella fuera la cura. Evito mirarla porque no quiero que vea lo vacío que estoy por dentro. Esto no va a acabar hasta que ella esté conmigo para siempre, pero justo ahora no sé si eso va a pasar alguna vez.

—Sabes que todo eso que dijo... —Intento decirle otra vez todo lo que le he dicho ya.

—Lo sé, Jamie, no te preocupes por lo que dijo Andrew. —Ella lo dice, pero sigo sintiendo que en cualquier momento se van a evaporar las fantasías que construí estos últimos días.

Asiento con la cabeza, necesito irme, necesito espacio.

—Te veo al rato —murmuro antes de darle la espalda para ingresar al ascensor. Llevo la cabeza gacha, mi guerrero interno está débil por el momento y no quiere mirar sus ojos llenos de lástima.



Los sucesos de la mañana simplemente no pueden borrarse de mis recuerdos, las escenas las repito y las acusaciones de Andrew me persiguen. En parte tiene razón, yo pude haber hecho muchas cosas: llamarla, despedirme, llevarla conmigo; pero preferí una salida cobarde y apresurada que me hizo perder tiempo.

Vislumbro al señor Atkins salir de mi cubículo, tiene cuarenta años y quería hacerse un chequeo para evitar problemas cardíacos. Cuando le dije que su salud estaba perfecta, él sonrió de oreja a oreja y dijo que llevaría a sus hijos y a su esposa a comer a algún lugar para celebrar.

Vuelvo a darle vueltas a lo mismo hasta que una idea se enciende en alguna parte de mi masa cerebral. Ni siquiera sé por qué tengo esta corazonada, pero desde que la hermana de Andrew me dijo eso, yo no puedo relacionarlo con algo distinto. Además, es un poco ilógico que una persona recién infartada, se ponga en la actitud que tomó al verme por más enojado o desesperado que se esté.

Cojo el teléfono y le marco a mi jefe, sé que es pronto para pedirle un favor de este tipo, pero es mejor intentarlo. Él me contesta y me da los buenos días, cuando le digo que necesito un favor personal, me asegura que si está en sus manos, me ayudará.

Le explico que necesito saber si un paciente del Hospital de Oncología de Hartford está verdaderamente enfermo o no. También si hubo o no un infarto o cuáles son los tratamientos que se le imparten actualmente.

—No creo que haya problema, el coordinador del hospital es mi cuñado y mejor amigo. Dime el nombre del paciente y cuando tenga la información me comunico contigo —dice.

—Muchas gracias, doctor, voy a estar eternamente agradecido con usted. —Y así es, este hombre se está arriesgando muchísimo.

—No te preocupes, hijo, sigue trabajando como hasta ahora y no me deberás nada.

Más tarde, justo antes del almuerzo, recibo la tan esperada llamada. Mi cabeza niega con indignación cuando las piezas del rompecabezas se unen, mientras mi superior me explica la situación.

Estaba seguro de que Andrew no era buena persona, pero esto es demasiado. Ahora me arrepiento de no haberlo golpeado.


-*-

Ya sabes que me encanta cortarlo en lo más emocionante xD

Lo prometido es deuda, gracias por la paciencia, espero que hayan disfrutado :3 Les mando un beso grande.


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