Conviviendo con la Mentira ©...

By LadyGual

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[Historia GANADORA en los PREMIOS WATTY 2013 en español, en la categoría erótica, no adolescente, chick lit... More

Capítulo Uno: ¿Por qué a mí?
Capítulo Dos: Preparativos de Boda
Capitulo Tres: Caos desatado.
Capitulo Cuatro: Sorpresa y Trato.
Capitulo Cinco: Sucesos Confusos
Capítulo Seis: ¿Actriz? Creo que no...
Capítulo Siete: Principio del deseo.
Capítulo Ocho: ¿Película y Hormonas? Mala combinación...
Capítulo Nueve: Malas Noticias
Capítulo Diez: Pesadilla.
Capítulo Once: ¿Líos y confesión? Menudo día...
Capítulo Doce: La bomba decidió estallar.
Capítulo Trece: ¿Alex es gay?
Capítulo Catorce: La prueba y, Elisa, ¿qué planeas?
Capítulo Quince: Beso con sabor a tarta de queso
Capítulo Dieciséis: ¡Sorpresa, somos nosotros!
Capítulo Diecisiete: Vaya noche. I
Capítulo Dieciocho: Vaya noche. II
Capítulo Diecinueve: La felicidad dura una navidad.
Capítulo Veinte: Chantaje.
Capítulo Veintiuno: El jodido vengador.
Capítulo Veintidós: Comienza la guerra, ¿en la discoteca?
Capítulo Veintitrés: La llamada. ¡Te lo dije!
Capítulo Veinticuatro: Verdades que escuecen.
Capítulo Veinticinco: Familia, Daniel es Ren...
Capítulo Veintiséis: Adiós a las vacaciones.
Capítulo Veintisiete: ¡Comienza un nuevo trimestre! ¿Las cosas pueden ir peor?
Capítulo Veintiocho: Tentaciones. ¡Maldito Daniel!
Capítulo Veintinueve: Ex novia psicópata.
Capítulo Treinta: Hondo, muy hondo...
Capítulo Treinta y uno: Sentimientos confusos, ¿por qué ahora?
Capítulo Treinta y dos: Oscuros secretos.
Capítulo Treinta y tres: Acontecimientos.
Capítulo Treinta y cuatro: Plan de ataque.
Capítulo Treinta y cinco: El juego...
Capítulo Treinta y siete: ...terminado.
Capítulo Treinta y ocho: Tras la tormenta
Capítulo Treinta y nueve: Buenos amigos.
Capítulo Cuarenta: A pesar de todo, le quiero.
Capítulo Cuarenta y uno: La mentira de Alex
Capítulo Cuarenta y dos: Se acabó la tortura... ¿o no?
Capítulo Cuarenta y tres: Haciendo lo correcto.
Capítulo cuarenta y cuatro: Un nuevo plan y una propuesta.
Capítulo Cuarenta y cinco: Re-enamorar. Parte I
Capítulo Cuarenta y seis: Re-enamorar. Parte II.
Capítulo Cuarenta y siete: Un accidente inesperado.
Capítulo Cuarenta y ocho: El nuevo Alex
Capítulo Cuarenta y nueve: Confesión, preocupación.
Capítulo Cincuenta: Mi historia no ha hecho más que comenzar.
¡Los premios Watty! Y últimas noticias

Capítulo Treinta y seis: ...ha...

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By LadyGual

Autora: ¡Hola queridos lectores! Siento mucho la espera, pero ya tenéis este capítulo ^-^ En esta ocasión, está narrado por Elisa y Lidia (ésta última con menos protagonismo, pero era para que supiérais ciertas cosillas) ¡Ah!, muchísimas gracias por los votos, los comentarios y las visitas, ¡me animáis un montón! Sin más, ¡disfrutad! =D

Capítulo Treinta y seis: …ha...

Elisa

Jueves 18, 17:15 pm

El sonido de mis altos tacones resonaba por el largo pasillo de la empresa haciendo que todos se voltearan para mirarme. Me sentía tan pero que tan bien que una sonrisa se me escapaba de los labios —sin tener que fingirla, para variar —. Me dirigía a mi camerino después de haber rodado durante dos horas, con paso firme y demasiado contenta. Sin embargo, un asunto requería mi atención y se trataba de Carmelo… Era hora de llevar a cabo “eso” y con urgencia. Pensé en el atípico sueño que me rondó esta madrugada y luego sonreí para mis adentros. Era tan raro que ahora, justo el día en que tendría mucha más fama que cualquier otra mujer del continente, se diera otra cosa que me encantaría presenciar. Y esa cosa era ver la cara de desilusión de Lidia, la vergüenza de Luis y Miriam y la crispación en el rostro de Daniel… De solo pensarlo me relamía los labios. Además, esto no solo era por diversión —que en parte si lo era—, sino para que los pobretones se largaran de esa gran mansión que no les pertenecía. Me daba rabia pensar que esas cucarachas se creían algo por aprovecharse del que era mi novio. Bueno, a los ojos de los demás, él sigue siendo mi novio, pero claro, en realidad solo fingíamos. Fruncí el ceño al pensar de nuevo en eso. Daniel no me quería, tan solo le era un impedimento para que él pudiera estar con la tonta de Miriam, por eso me había propuesto el chafarle todo, para que sintiera el dolor y la pérdida de alguien que amaba. Aunque no haré daño a Miriam —bastante tengo ya con haber matado a dos productores y a la hija de uno de ellos —, para que la santurrona cayera en mis redes. No, ya me había rebajado lo suficiente, por lo que me divertiría con ella fastidiándole la vida. A veces, es mejor dejarlos vivir y que sientan la crueldad del mundo en sus carnes, pues morir es demasiado fácil y soso. Por suerte, esta vez me estaba resultando divertido amargarles la existencia a Daniel y a su perdedora novia.

Al principio, cuando supe que ella era pobre, pensé en chantajearla con contarle la verdad a su amado Daniel, pero como supe que él ya lo sabía desde un principio, tuve que ingeniármelas e incluso instalar cámaras para pillarlos desprevenidos. Suerte que todo me salió de escándalo y Carmelo hizo los deberes… La vez en que le pedí que desordenara la habitación de Miriam casi le dio algo, pero lo hizo sin titubear, con la ayuda de Sarita. A esa idiota también me convenía tenerla contenta para que no diera problemas. Reconozco que era buena actriz… Pues cuando encontró a Ren junto con Alex en la casa del antiguo empleado ese, parecía que de verdad no se esperaba encontrar lo que vio. Aunque en verdad lo supiera todo pues Carmelo se lo contó con pelos y señales. Por ende, Sarita no sabía para quien trabajaba, por lo que eso me beneficiaba considerablemente. Solo recibía una suma generosa de dinero mensualmente y ya la tenía cogida… Sin embargo, ese intento de actriz moriría antes de que pudiera recibir más dinero. Si… el dinero lo mueve todo, sin embargo, mi principal motor no es el dinero, sino la fama. Sin fama, ¿qué haría? Necesitaba ser el centro de atención, que me dirigieran la palabra con respeto, ser la mejor en lo mío… y lo había conseguido. Aunque el inicio fuera un tanto amargo, he de reconocer.

Me mordí el labio inferior con fuerza y supe que me había hecho sangre. No me importó, de solo recordar mi pasado me dolía la cabeza y me ponía de mal humor. A veces, cuando estaba a solas y me sentía desdichada, me decía que era la mejor actriz del momento, una sensación pelirroja que alcanzó la cima en poco tiempo, y eso era lo que había querido, un ascenso rápido al estrellato. Y no me importaba el medio que tuviera que emplear, así me prostituyera cual ramera…

   —¡Señorita Elisa! —una voz de hombre me sobresaltó y me di la vuelta para comprobar que se trataba de Lorenzo, un cámara.

   —¿Si? —inquirí sencillamente. Lorenzo parecía estar agitado ante mi presencia, si, solía causar esa reacción pues todos los hombres me deseaban. ¿Y cómo no? Si era la diva del momento.

   —Ya no hace falta que continuemos con el rodaje. El director está conforme con el resultado y me ha pedido que te avisara. Mañana a las nueve y media continuaremos. —explicó de golpe y sin respirar. Sonreí sensualmente y me acerqué a él, divertida. No sería más que uno o dos años mayor que yo, seguro que no tenía experiencia con las mujeres como yo. De solo pensar en lo que podía hacer con él, sin que nadie se diera cuenta, me hizo humedecerme…

   —De acuerdo, Lorenzo. —pronuncié su nombre lenta y sensualmente. El hombre retrocedió un poco al ver que me ponía muy cerca de él —.Gracias. —terminé de decir y me marché dejándole solo en el pasillo. Cuando iba a entrar en mi camerino, le guiñé un ojo y cerré la puerta tras de mí. Luego me reí internamente, ¡qué imbéciles son los hombres!

Ya más calmada, cogí mi móvil y busqué el nombre que quería, cuando lo encontré, lo llamé y esperé a que descolgara…

   —¿Diga?

   —Soy yo, ¿lo tienes todo listo? —pregunté, harta de formalidades.

   —Por supuesto, dime cuando lo quieres, y lo haré. —contestó la voz grabe del otro lado. Sonreí, este tipo era de fiar. Cuando alguien le mandaba matar a un individuo, lo hacía muy pero que muy bien. Además, nunca nadie lo había atrapado. Trabaja para mí desde que tengo dieciocho años. Una nunca sabe cuándo va a necesitar a un sicario.

   —Bien, espera mi orden. No hagas nada antes. —aclaré con burla.

   —¿Cuándo te he decepcionado yo? ¿O es que ya no te acuerdas de Darío? Lo maté de un solo disparo y desde casi un kilómetro de distancia. —siguió parloteando, pero no tenía ganas de hablar, por lo que decidí cortar.

   —Oye, no me cuentes tus batallitas ahora, solo espera a que te llame de nuevo y listo, ¡¿me entiendes?! —casi le grité. Mi paciencia tenía un límite —. ¡Ah! Y no te olvides de la empleaducha esa… Sarita. Mátala de algún modo, ¡y no quiero que dejes rastro!

   —Si, princesita, lo que mandes. —le colgué antes de que pudiera añadir algo más.

Suspiré, una se acuesta con alguien y ya lo tienes de pesado toda tu vida. Este tío solo era bueno matando, en lo demás era un asco… Bien, no quería pensar en ello, pero recordé a Darío. Lo conocí cuando tenía dieciocho años, ya había matado a un hombre, y no me daba miedo el segundo, es solo que ese me dio menos problemas que el anterior. Darío era un productor buenísimo, de primera categoría diría yo, y me contrató casi al mismo tiempo que le pedía trabajo. Era un treintañero soñador y un millonario exclusivo. Tenía mujer y una hija de cuatro años. Pero eso era lo de menos, lo que más me importaba era su fama y su poder para lanzarme aun más lejos de lo que ya había llegado, y eso era lo único que me motivó a seguir a Darío por su mundo y empaparme de la cultura mexicana. Si, tuve que vivir allí para rodar una película. Fue emocionante, estuvimos casi un año entero rodando en los lagos, los bosques y las ciudades fabulosas, y, en ese período de tiempo, lo seduje. Era tan fácil que podría volver a repetirlo y, de hecho, lo he vuelto a hacer un millar de veces, solo que esa vez acabó en desastre. Lástima, pues a mí me caía bien. Pero a mí nadie me dejaba…

Cuando acabamos de rodar la película, más específicamente, esa noche, nos acostamos en una suite del hotel donde nos alojábamos… Yo ya sabía que él quería dejarme definitivamente pues la mujer se había puesto pesada, así que… hice lo que cualquier amante haría, lo maté a él y luego a su mujer. Y lo sé, era una sádica pues a mi me daba igual que me dejara, pero lo que no soportaba era que se aprovecharan de mí, y Darío lo había hecho. Así pues, a la mañana siguiente de que nos acostáramos, me fui sin darle explicaciones, me alejé de la ciudad y luego, cuando estaba en el avión, llamé a mi sicario y le ordené que matara a Darío, y luego a su esposa. La niña no me importaba, por lo que no le pedí tanto. ¡Agg! Y cuando el sicario dijo que lo había matado desde casi un kilómetro de distancia… tenía razón. Le disparó justo desde el edificio de enfrente del hotel en el que dejé a Darío. Tenía una vista y una mira espectacular, y cuando Darío salió al balcón para desayunar, le disparó desde tremenda distancia.

Durante ese mes, la exclusiva de un famoso productor asesinado por alguien fue una sensación. Posteriormente, como nadie daba con el paradero del asesino, lo dejaron de lado hasta que finalmente, Darío no existió jamás, excepto para su hija, de la cual no supe nada más.

Me llevé la mano al puente de la nariz y me preparé para lo que tendría que hacer a continuación. Mantuve el móvil fuertemente entre mis dedos y pulsé el nombre de Carmelo. Muy pronto, oí su melosa voz y entrecerré lo ojos con fastidio.

   —¡¿Ya es la hora?! —parecía asustado y ansioso.

   —Si, Carmelito, ha llegado el momento. Pero quiero que lo hagas justo cuando Lidia salga a su paseo diario por el jardín de su mansión, ¿comprendes? La pillas sola y aprovechas. —aclaré con soltura.

   —Como quieras…—hizo una pausa —, eso significa que ya es la hora. Te dejo, luego te cuento. —iba a colgar, pero le detuve con la voz.

   —Espera, dime una cosa. ¿La habitación de Sarita está despejada? —pregunté. Si lo mataba, debía de estar segura de ciertas cosas.

   —Todo en orden, limpiamos de cámaras toda la mansión, incluida la “base secreta”. —rodé los ojos, cansada de su felicidad mundana.

   —Bien, adelante pues. Avísame cuando se lo hayas contado todo, ¡y no tardes! —exclamé mirando mi reloj de pulsera. Colgué y suspiré. Ahora solo quedaba esperar.

*~*~*~*~*

Lidia

17:30 pm

Mi mente era un verdadero hervidero de ideas, problemas, curiosidades y demás cosas para que el mayordomo viniera a contarme algo —según él—, MUY importante. Acababa de terminar una charla con mi representante de Cosméticos y las noticias que me hizo saber no eran muy buenas que digamos. Al parecer, uno de nuestros principales contribuyentes no estaba conforme con la nueva gama de productos y prefería rehacer de nuevo TODA la campaña del primer trimestre. Yo, como buena directora que soy, le he explicado que solo estábamos probando los productos para el beneficio de los consumidores, pero, al parecer, ese tío era un negado. Se ve que no le gustaba mucho la crema para las uñas… Habíamos investigado mucho con respecto a este producto para que fuera todo un éxito, y mira qué respuesta nos daba ese desagradecido.

Como cada día, decidí pasear por mi amplio jardín para distraerme de lo demás, pero claro, alguien me tenía que destrozar el único momento de tranquilidad que me brindaba el día. Carmelo me estaba siguiendo hasta que acabamos bajo la sombra de un gran árbol, que se situaba justo detrás de la casa. Allí, me detuve y lo contemplé de arriba abajo. Su aspecto dejaba qué desear, calvo como era, con unos ojos algo salidos y una expresión de diversión disfrazada con una falsa seriedad… Carraspeé molesta, tratando de dejar de mirar a ese hombrecillo que me llegaba hasta un poco por encima de mi pecho.

   —¿Y bien,  Carmelo? —hablé con calma aparente. Él se relamió los labios antes de poner una cara de circunstancias.

   —Señora, debo comunicarle algo que no le hará ninguna gracia. Pero a mi parecer, es mi deber. —sentenció y pareció que lo que me iba a soltar era verdaderamente grave. Así que me crucé de brazos y le presté atención.

   —Bien, habla pues.

   —Tiene que ver con el señor Luis y su hija. —anunció con ojos chispeantes. Este hombre no tenía dotes para la interpretación, pues aunque su tono dejase ver que estaba serio, yo sabía que, en el fondo, disfrutaba con esto. Así, decidí cortar el royo de una vez.

   —Por favor, Carmelo, ve al grano. —acabé diciendo y su semblante se ensombreció.

   —Pues… —lanzó un suspiro —, usted sabe que en la mansión no hay secretos para mí… Por lo que debo informarle de lo que pasa en su propia casa, y que usted desconoce por completo. —silencio—. Siento ser portador de tan malas noticias, sin embargo, me veo obligado a comunicarle que Luis la ha engañado. —hizo otra pausa para ver mi rostro, que pasó de la monotonía al asombro, y luego a la incredulidad.

  —¿En qué te fundamentas y por qué me ha engañado? Según tu. —pregunté un poco incómoda. Era la primera vez que un empleado chismorreaba sobre algo que ocurría en la mansión y no sabía como reaccionar. Él miró al suelo, fingiendo pesar.

   —No pretendo ser un chismoso, pero lo oí. Oí todo lo que Miriam le dijo a su hijo Daniel nada más casaros usted y Luis. —explicó con un timbre sofisticado.

   —¿Qué le contó Miriam a Daniel? Dímelo, Carmelo. —pedí cada vez más angustiada.

   —Que se sentía culpable de que su padre no la amara a usted. Y también culpable pues ella pensaba que le haría daño a usted… Por otra parte, su hijo se hizo “amigo” de Miriam en poco tiempo… No se si me entiende. —acabó diciendo con los ojos entrecerrados.

Si, ya sabía yo que había algo entre esos dos, pero no le di importancia puesto que, durante casi toda la vida de Daniel no me había preocupado por su intimidad y, ahora que quería saberlo todo de él, no era apropiado a mi parecer meterme en su privacidad. Y, ¿quién era yo para cuestionar lo que mi hijo hiciera con Miriam? Aunque debo reconocer que me da un poco de miedo que Daniel se olvide por completo de mí para irse con mi ahijada.

Por otra parte, ¿Luis me engañaba? ¿No me amaba? ¡Eso era absurdo! Ayer mismo me confesó, —y por primera vez lo oí totalmente convencido—, que me amaba mucho. Me regaló unas flores y nos fuimos a pasear tranquilamente por la ciudad. Me besó como nadie lo había hecho e incluso se sonrojó en ciertos momentos… No, él me quería, no había duda alguna… Pero eso no quitaba que quizá, al principio, se hubiera aprovechado de mi dinero.   Sacudo esos pensamientos raros de mi mente para poner atención a Carmelo y exigirle explicaciones, defenderé a Luis con uñas y dientes.

   —Quizá no escuchaste bien. Carmelo, no me interesan los chismes, además, tengo mucho trabajo, por lo que te pediré que no me vuelvas a molestar con tus estupideces. —le espeté medio seria, medio burlona. Él parecía estupefacto. ¿Qué le pasa a este mayordomo?

   —Señora Lidia, por favor. Yo solo quiero lo mejor para usted, y si sé que Luis la engaña, que le hace creer que la ama cuando no es verdad, eso me enfurece. Y sé que no soy nadie para decírselo, pero creo que lo mejor para usted sería dejarlo, o hablarlo con él para que solucionen sus problemas. Eso era todo lo que quería decirle. —y acto seguido se marchó dejándome fría. Ese discursito seguramente estaría ensayado… Pero por alguna extraña razón, sentí dudas sobre Luis… ¿Y si en verdad no me quería? Podría ser otro hombre igual que los demás, con más fallos que virtudes y un cerebro orientado solo y exclusivamente hacia el dinero… ¡Eso sería insoportable! No, mi Luis no podía ser así…

Como mi cabeza era un verdadero hervidero de ideas, entré en la casa, decidida a hablar con Luis. Otra cosa no, pero los problemas entre parejas —según mi criterio—, se resolvían mediante una conversación civilizada. Para eso éramos adultos…

*~*~*~*~*

Elisa

Para cuando me puse los tacones altos, dorados, y mis alhajas de oro, ya eran las siete. Debía darme prisa puesto que la función está a punto de comenzar y no quería hacer esperar al público, ansioso de saber por fin de primera mano el compromiso más importante del año. De solo pensar en el sufrimiento que Daniel sentiría al saberse perdedor, me ponía cachonda. Y, ahora que lo pensaba, el estúpido mayordomo no me había llamado para comunicarme cómo se tomó Lidia la noticia. Así no podía avisar al sicario para que lo matara… Bueno, no importa, sé que Carmelo no me la jugará porque es tan tonto como todos los hombres… Reí internamente, mientras abría la puerta de mi habitación. Allí, delante de mí, me encontré con mis tíos, los cuales estaban cabizbajos y algo pálidos. Mi tía no dejaba de llorar y mi tío le pasaba un brazo por sus hombros. Sonreí irónicamente.

   —¿Queréis algo, estorbos? —pregunté dando un paso, pero mi tío se interpuso poniendo su gran cuerpo entre el pasillo y yo. Fruncí el ceño, molesta por este repentino incidente.

   —Solo queríamos hacerte saber que esto se acabó. Nos iremos de esta mansión y te dejaremos a tu suerte. —aclaró mi tío con su vozarrón. Crispé los puños.

   —Mira por donde, a mí me da igual. Como si os atropella un coche mañana. ¿Por qué no me dejáis pasar? —espeté sin paciencia. Mi tía dejó de gimotear por un momento.

   —Porque teníamos la esperanza de hacerte razonar. Lo que hoy vas a hacer, es horrible. Menos que asesinar, pero al fin y al cabo, es algo que un ser humano corriente no haría. Sin embargo, veo que tienes maldad en tu interior, hemos intentado llevarte por el buen camino, sin éxito. Y ahora, solo nos queda alejarnos de ti, sobrina. —explicó el viejo raquítico… ¿¿Y a mí qué más me daba??

   —¡¡Ahorraros vuestros comentarios!! ¡No me importáis nada, ojala os muráis y no volváis a aparecer por mi vida! Pero, ¡os he dado dinero y tranquilidad! ¿Es que no es suficiente? ¿Qué pasa con vosotros? —exploté sin saber muy bien lo que decía. Pero no sentía nada más que asco por esos seres que tenía delante, asco y pena por no valerse por ellos mismos… —Además, ¿¿es que acaso tenéis dinero para salir de aquí, eh?? Que sepáis que no os daré ni un euro… ¿¡entendido!? —grité de mala manera. Ellos no se pronunciaron, al contrario, se alejaron poco a poco por el largo y estrecho pasillo, sin voltearse a verme. Pero, justo cuando iban a desaparecer de mi vista, mi tío se giró y me dijo:

   —Tus padres eran unas personas honradas y por tu culpa, ahora se estarán removiendo en la tumba. —y, dicho esto, se marcharon dejándome con la ira latiéndome en las venas.

No me pude controlar, así como se perdieron de vista, comencé a gritar como una posesa. Mis berridos y mis improperios serían escuchados desde el otro barrio, pero no me importaba. Tenía tanta rabia dentro de mí, tanta impotencia al no poder hacer nada que…, ¡qué…! ¡¡Ogggh!! No lo soportaba, tenía que destruir algo, tenía que matar a alguien.

Nada más pensar eso, corrí con los tacones puestos hasta el salón principal y vi que allí se encontraban dos empleadas de la limpieza y el mayordomo. Fui con el rostro crispado hasta una de las empleadas y le di un tortazo en toda regla. Ella comenzó a llorar y a alejarse de mí, mientras que la otra sirvienta trataba de detenerme. Pero eso solo hizo más que aumentar mis ganas de pegarles, de hacerles daño. Así que me abalancé contra ellas y les comencé a gritar de todo.

   —¡¡¡Es que no ves que no limpiáis nada bien!!! He encontrado un montón de polvo en mi habitación. ¿¿Para qué os pago, eh? ¡Miseria! —escupí mientras le tiraba de los pelos a una. Cuando creí que la mataría del dolor, unos brazos me asieron por las axilas y me alejaron de ellas.

Volteé viendo que se trataba del mayordomo, un hombre mayor aunque fuerte. Me zafé de su agarre y volví a serenarme. Debía de calmarme, o de lo contrario nada saldría bien. Agitada por el esfuerzo, cerré los ojos con furia y luego los abrí para mirar a la sirvienta convaleciente, tirada en el suelo y tocándose la cabeza con dolor.

   —¡Limpia bien, maldita idiota! —grité y me fui del salón, un poco más tranquila. Normalmente no tenía estos ataques, pero cuando mis tíos me hablaban o me recordaban los que alguna vez fueron mis padres, me ponía histérica. Más que eso, me volvía loca, y no podía controlarlo. Era tanto el caos que se formaba en mi mente, que no podía pensar con claridad, una ira cegadora se apoderaba de mí y no me soltaba hasta que hiciera daño a alguien. A cualquiera que encontrara por ahí, me daba igual quien fuera si le hacía el suficiente daño…

Ahora, caminando de nuevo hacia mi habitación, unas lágrimas asomaron por mis ojos, sin creerlo, me las enjuagué con coraje y supe que— como cada vez que me hacían enrabiar—, recordaría mi infancia… solo un poco…

Flash Back

Una tarde soleada y con un viento ligero, un día antes de mi cumpleaños número cinco, mi padre Roberto me cogió en brazos y me elevó hacia arriba con una sonrisa enorme. En lo alto, y sin parar de reír, vi a mi madre mirándonos con cariño. Llevaba una bandeja con galletitas caseras de chocolate, las que me encantaban. Todavía puedo recordar su olor y su sabor, y aun hoy no consigo encontrar las mismas galletas. Las que tantos recuerdos agradables me sobresaltaban cada vez que estaba contenta.

 

Mi padre me bajó dulcemente y comentó que tenía un regalo muy especial para mi cumpleaños. Salté de alegría y le pregunté qué era el regalo. A lo cual, mi padre solo me sonrió con misterio.

 

   —Cielo, es un regalo que te encantará. Sé que lo querías, y por eso lo compramos… Pero ten paciencia porque iremos hoy a recoger tu regalo. —explicó mi madre dándome un beso en mi moflete hinchado.

 

   —¿Es un caballo? ¿Qué es, mamá? —pregunté con curiosidad.

 

   —Lo sabrás mañana, no insistas, pequeña sabelotodo. —argumentó mi padre, comiéndose una de las ricas galletas.

 

A la mañana siguiente, mis padres habían muerto en un accidente de coche. Y todo por ir a por mi regalo de cumpleaños… Nadie me lo dijo, pero sabía que había sido por mi culpa, por mi estupidez y mis caprichos… todo eso hizo que murieran y me dejaran para siempre, llevándome a un infierno.

 

Tiempo después, supe que el regalo era un gran oso de peluche con un lazo en el cuello, el cual tenía hoy en día, instalado en mi cuarto, como último recordatorio de mis padres… Claro está, que ya no parecía un oso, sino un ser deforme puesto que lo había roto por todas partes, en uno de mis estados de rabia.

 

Fin flash back

 

Cuando me di cuenta de lo que pensaba, me mordí el labio inferior con una nueva oleada de ira. ¡¡Eso ahora no importaba!! Yo no maté a mis padres, claro está, ese maldito oso estaba especialmente confeccionado en otra ciudad y ellos fueron los culpables de su propia muerte, yo no hice nada… Aun así, en secreto, y solo cuando me sentía deprimida, sabía que era mi culpa. Entendía que yo no era más que una niña caprichosa pero… me daba igual. Ahora era la reina y nada de esto me iba a impedir disfrutar de la humillación que sufrirían Miriam y Daniel. Pero primero debía contactar con Carmelo, para que me dijera lo que había pasado.

Así pues, me recompuse rápidamente y cogí de mi bolsito el móvil. Marqué el número de Carmelo y esperé.

Un tono

Dos tonos

Tres tonos

Ocho tonos y no lo cogía. ¿¿Dónde mierda estás estúpido e incompetente mayordomo?? Gruñí por lo bajo y luego revisé mi bolso. Tenía todo lo necesario, las fotos desveladas de Miria y Alex, las de Daniel y, por supuesto, una pistola pequeña, muy manejable si se diera algún inconveniente. Si Daniel llegase a desobedecerme, no me importaría estar delante de muchas personas o desmentirme si con ello logro poner en su sitio a esos idiotas. Conmigo nadie jugaba… …

Dejé los recuerdos de mi pasado a un lado, y me dispuse a ir a mi fiesta.

*~*~*~*~*

Lidia

Mi corazón iba a salirse de mi pecho si esto continuaba así. Miré a mi marido con una mueca de sorpresa e indignación. Lo tenía delante, con cara de arrepentido y tan vulnerable que me inspiró lástima por primera vez desde que lo conocí. Lo había reconocido, me había estado engañando, fingiendo amarme para que no se quedara en la calle con su hija… Me contó que había apostado su casa en una de sus juergas nocturnas, alcoholizado hasta reventar. Lo había confesado. Abrí la boca y la cerré repetidas veces, sin saber lo que hacer o decir a continuación. Había sido tan sincero en su respuesta que me dejó helada. ¿Luis era un borracho? ¿Quién era él realmente? Yo le había preguntado si de verdad me había querido cuando nos casamos y él respondió que no, que no me amaba en ese entonces. Pero, la pregunta era… ¿ahora lo hacía? ¿Me quería o seguía fingiendo? Y lo que tenía que meditar era… ¿podría perdonarle? Cerré los ojos fuertemente y pensé en Miriam… ¿La chica también fingía que le caía bien? ¿O me odiaba? ¿Sería tan falsa como su padre? No, no puede ser puesto que me ha ayudado y apoyado cuando le pedí ayuda, además, no creo que ella sea así… Esto ha tenido que ser obra de su padre, sin duda alguna.

Por otra parte, el mayordomo tenía razón y no podía soportar que me hubiera enterado por un empleado. Era humillante. Abro los ojos y encaro a Luis, quien no deja de mirar a la nada, pensando supongo.

   —Luis, dime una sola razón por la que no me divorcie de ti ahora mismo. —digo inexpresiva, aunque en realidad tiemblo como un flan. Sus manos van a parar en mis hombros, y me sacudo rápidamente. Le miré a los ojos marrones verdosos, los cuales me habían mentido cuando dijo el “si, quiero”. Fue entonces cuando supe que no lo volvería a ver con los mismos sentimientos. Siempre recordaría que me engañó, me sedujo por mi dinero, mi fortuna. Yo creía que él era diferente, pero al parecer no es así y me siento traicionada, humillada y triste. Pero sobretodo, muy decepcionada.

   —Lidia, no sé lo que puedo darte, de seguro me odias por lo que te he hecho pero, créeme si te digo que ahora te veo como a una mujer, mi mujer. —paró en seco su discurso para cerciorarse de que le atendía —. Lo que quiero decir es que, si, he sido un cabrón aprovechado que te sedujo para no acabar en la calle y con una hija a la que alimentar, también sé que no tengo derecho a pedirte esto, sin embargo, es lo que siento y debo confesártelo, no como un mentiroso, borracho y el mal hombre que fui antes, sino como el nuevo Luis, tu esposo: te amo y quiero estar junto a ti. —tras esta confesión, se sonrojó un poco, y sentí que mis manos temblaban por los sentimientos contradictorios que me embargaban el alma, Sentí cómo me mareé y unos brazos fuertes me sostenían. Era Luis, preocupado y cariñoso… no podía creer que este hombre hubiera fingido quererme. Fruncí el ceño y me aparté de él como si quemara.

   —Sería una necia si te dejara estar a mi lado, Luis. Y por eso… te voy a pedir algo que creo nos hará bien. —mi mente trabajaba a velocidades desorbitadas, intentando pensar algo que nos beneficiara a los dos. Obviamente, no podía perdonarle esto que me había hecho, pero, por otra parte, seguía queriéndole, y quería mantener la fantasía de que él me amaba. Pero, sería una estúpida por creer de nuevo en sus mentiras. Él ya me causa el suficiente daño como para decir basta, así que tomé esta decisión que sería definitiva, o por lo menos, durante un tiempo —. Nos mantendremos alejados, tanto tiempo como podamos soportarlo. —lo miré fijamente, casi pude creer que se sentía apenado —. Si en verdad me amas como dices, me concederás este deseo. Necesito meditar, pensar con calma y ver si realmente mereces la pena, Luis. —hablé sin tapujos, diciendo lo que sentía, nada de mentiras. Es por eso que, cuando Luis agachó la cabeza y crispaba los puños, no supe lo que hacer.

   —Acepto tu deseo, pero debes saber que intentaré por todos los medios volver a enamorarte, porque te amo de verdad. Y sé que no merezco tu amor, ¡lo sé! Porque soy un desgraciado que se pasaba los días más borracho que sobrio, engañándome a mí mismo, diciendo que mi mujer todavía vivía, que no había muerto… Y, cuando volvía a mi casa, encontrarme con la cama de matrimonio vacía, sin ella… —hizo una pausa para mirarme con los ojos llorosos. Su voz tembló por la emoción y contuve mis ganas de abrazarlo, de consolarlo y decirle que todo estaba bien, pero no quería ser engañada una tercera vez, ya no —. Odio sentirme un perdedor, pero es lo que soy. Además de cabrón y aprovechado… —se detuvo para darme la espalda, pero antes de que pudiera marcharse de la habitación, dijo —: ya sé que lo sabes, pero Miriam no ha estado de acuerdo en esto desde un principio. Ella es una buena chica que me ha estado regañando todo el tiempo, por eso, pido que no la odies. A mí, si quieres, si, pero no a ella. Por favor. —terminó y se marchó cabizbajo.

Solté todo el aire que, sin querer, había retenido en mis pulmones. Me apoyé en el respaldo del sofá para, posteriormente, dejarme caer en él sin cuidado. Me llevé las manos a la cara y lloré como nunca antes lo había hecho, como una adolescente primeriza. Ese hombre me había hecho daño, y no sabía si sería capaz de perdonarlo.

*~*~*~*~*

Elisa

Con fastidio, noté que Daniel llegaba tarde a la maldita cita. ¡Era el día en que anunciaríamos al mundo entero nuestro compromiso y se atrevía a hacerme esperar! Bueno, si tan solo pensaba en dejarme plantada, yo con gusto pronunciaría las palabras que más me encantaban, delante de todos los periodistas. El idiota de Carmelo no me había llamado y, de seguro no habría encontrado el modo de decirle a Lidia… Pero, eso no justificaba que no me cogiera las llamadas, estaba en ascuas y mis nervios a flor de piel. No podía permitirme ningún fallo y los acontecimientos estaban a punto de precipitarse.

Ya estaba en la fiesta, junto a celebridades del mundo del espectáculo; productores, actores, locutores… ¡Hasta Alex había venido! Claro, pensé, él era el que me había fichado desde primera hora para que trabajara para Talented Actors. Debía estar presente… Aun así no me gustó demasiado su presencia, sabiendo que Daniel le había pedido que fuese, claro está. Pero, ni rastro de Daniel o Miriam, me enfurecía de solo pensar que podrían estar juntos y solos en cualquier otra parte, pero, para mi satisfacción, pronto los vi entrar —por separado—, en la gran sala, él saludando a otros compañeros, y ella intentando pasar desapercibida. Me carcajeé de la tonta del bote, estaba fuera de onda… Con esas pintas… ¡Ni que se hubiera muerto nadie! A, perdona, ahora sí que estaban muriendo, pero por mirarla. Traía un vestido azul turquesa, muy pegado a su cuerpo de foca podrida, con un cinturón por debajo de sus inexistentes pechos. No llevaba tacones, sino unas manoletinas negras como el lazo que coronaba su moño alto. Totalmente desfasada, con muy mal gusto para vestir… ¡Oh! Pero claro, si era una pobretona, es normal que no tuviera idea de vestidos bonitos. Sonreí con malicia y decidí enfocar mi vista en Daniel. Estaba deslumbrante, tan espectacular como siempre. Llevaba un traje negro, con una corbata rosa y la camisa igual pero de un tono más claro. Su pelo negro caía por su frente, aunque muy bien peinado, por supuesto. Si, éramos la pareja perfecta… Me relamí con gusto y me acerqué a él para comenzar el espectáculo.

Mi ceñido vestido dorado no me permitía ir más rápido, por lo que anduve con sensualidad haciendo que todos se voltearan para verme. Era la diva y por lo tanto, tenía que llamar la atención. Mi escote era muy pronunciado, y un simple collar del mismo color decoraba mi cuello hasta descender por el canalillo de mis turgentes pechos. Cuando estuve a su lado, me apoyé en su hombro y luego le di un beso, delante de todos. Lo noté inquieto, y algo pensativo. Pero, me dije, era normal si no querías a tu futura mujer… Pensándolo bien, esto era genial, lo tenía donde quería y ya no escaparía de mi poder.

   —Hola, Ren, ¿quieres comenzar? Ya casi es la hora. —susurré en su oído para luego sonreír delante de todos los espectadores, quienes quedaron deslumbrados por dos bellezas como nosotros. Él me devolvió una sonrisa torcida, y asintió.

   —Si, Elisa, pero antes, ¿podemos hablar sobre algo? —me preguntó despreocupadamente —.A solas. —añadió. No me gustaba su tono, algo ocultaba.

   —Vamos por allí… —señalé otra habitación que, según me contaron, era otro salón, pero vacío. Por lo que allí no seríamos interrumpidos —. Pero nada de juegos sucios, de eso ya me he encargado yo. —sonreí con suficiencia.

Caminé delante de él, diciéndole a todos que enseguida volveríamos, mientras él me seguía con paso firme. Al llegar al gran salón oscuro, él encendió las luces y cerró la puerta tras de él. Pude observar el interior, el cual estaba lleno de mesas blancas con sillas elegantes justo encima de ellas. Las diez ventanas que rodeaban el gran espacio se encontraban cerradas y con las cortinas echadas. Los manteles, el vidrio de las botellas… todo parecía deslumbrar por su propia luz.  Volteé para mirarle y me encontré con sus iris azules y chispeantes. Se acercó a mí lo suficiente como para poder oler su perfume… Sonreí.

   —¿A qué viene todo esto? —inquirí con diversión. — ¿Por qué esa cara tan larga?

   —Elisa… ¿o debería decir Laura? —preguntó con tono jocoso. Agrandé los ojos al escuchar tal nombre, nombre que me provocaba arcadas —. Lo sé TODO. —siguió hablando y no supe cómo reaccionar. Si esto era lo que pensaba, tendría un as bajo la manga, por lo que iría con mucho cuidado. Optaría por parecer desconcertada. Puede que esto sea una jugada y me estuviera grabando…

   —¿Qué dices? Me llamo Elisa, no Laura, ¿quién es esa? —pregunté inocentemente. Me apoyé en su pecho y palpé su torso, luego sus pantalones hasta que me detuvo con sus poderosas manos.

   —No te hagas la tonta, lo sé todo, eres Laura Delgado Alcántara y mataste a un productor de cine llamado Javier… con quien mantuviste una relación y grabaste videos porno. Por eso te cambiaste de nombre, ¿no es así? Y, de paso, también tu vida y tus padres, por lo que recuerdo. ¿Qué dices a eso? —inquirió triunfante. Me mordí el labio, pero inmediatamente me relajé.

   —No sé de lo que hablas, estás loco. ¿No íbamos a celebrar nuestro compromiso? ¿Por qué lo arruinas todo? —gimoteé fingiendo sorpresa e incredulidad. Él bufó mientras me arrinconaba contra la pared fuertemente.

   —No te hagas la loca, te tengo cogida, por lo que detén esta farsa de una vez. Admite que has perdido. —dijo con calma.

   —Jamás, no tienes pruebas, imbécil. Yo no maté a nadie y soy Elisa, ¿lo has comprendido? —vi que tenía el móvil en el bolsillo interior de su chaqueta y se lo robé, escapando de su improvisada cárcel. Desesperada, noté que estaba grabando la conversación, lo apagué inmediatamente y sonreí triunfante. Luego, tiré el aparato al suelo y lo machaqué con mi tacón, haciéndose pedazos al instante.

   —Es inútil que hayas hecho eso, Elisa, tengo suficientes pruebas como para incriminarte por asesina y chantajista, por abusadora y por espiarme a mí y a mi familia. No te hagas la tonta, es verdad lo que digo, ¿cierto? —pregunta cruzándose de brazos. Sus ojos no mentían, conocía la verdad sobre mí y, lo cierto, es que me sentí aterrorizada por este hecho. Pensé que, alguien que conocía mi pasado a parte de mis tíos era un gran problema… Aunque la pregunta era: ¿cómo lo había sabido? ¿Investigando por su cuenta, o había alguien más que lo había ayudado? ¿Estaría con la policía? Imposible, no tenían pruebas sobre mi culpabilidad. Siempre he sido muy prudente con respecto a este tema. No, esto era muy raro, pero si Daniel lo sabía solo me imagino que lo hizo para librarse de mí, y para que no le llevara al altar. De ser así, no suponía ninguna amenaza, pues lo mataría por medio del sicario, como tantas veces he hecho. Sin embargo, como la policía este metida en esto, no tendré escapatoria. ¡Y yo no iré a la cárcel! ¡Ni en broma!

Tendría que tener cuidado con él… No podía subestimarlo.

   —No sacarás información por mi parte. Yo no maté a nadie. —anuncié tranquilamente —. ¿Quién te ha contado esa estupidez? —pregunté disimulando la creciente ira que se estaba apoderando de mí. Él entrecerró los ojos, como un león midiendo la fuerza del adversario.

   —Lo he averiguado por mí mismo. —aseguró sinceramente. Por supuesto, él era un buen actor, por lo que no debía creerme su trola.

   —Mientes, Daniel. —me encogí de hombros —. Bueno, no me importa, pero has de saber que, has ganado. No te casarás conmigo después de todo. Estamos en paz, ¿no? Yo no diré nada acerca de lo tuyo, ni lo de Miriam, ni enseñaré esas fotos pero, a cambio, tu no esparcirás esas mentiras de que yo maté a un productor de cine, ¿entendido? —él sonrió de medio lado, y sus ojos se burlaron de mí. Crispé los puños. Vale, esto se me estaba saliendo de control, pero no sabía lo que hacer.

   —Bien, Laura, pero si no tuvieras nada que ocultar, no temerías mis palabras. ¿No es cierto? Además, tu y yo sabemos que si la policía se llega a enterar de esto… ten por seguro que pasarás el resto de tu miserable vida entre rejas… Y allí si que tendrás fama, la de las putas mentirosas y asesinas, que es lo que eres. —sonrió como si nada, pero a mí la sangre me hervía. No lo pensé dos veces, si él jugaba con fuego, se quemaría. Saqué la pistola del bolso y le apunté con ella. Él abrió la boca, muy sorprendido, y alzó las manos.

   —Yo creo que no, querido Daniel. Morirás si yo llego a entrar en prisión. —aseguré agrandando mis ojos, llenos de pasión e ira, de emoción y diversión… de locura.

   —Vamos, no hagas eso, si muero, serás la única culpable. Hay cientos de personas al otro lado y eso sí que te meterá en la cárcel. —consideró Daniel. Asentí con suficiencia.

   —Oh, si, pero el placer de hacerte morir solo será mío… y créeme, que me moriré antes de que los policías lleguen y me encuentren. —reí como nunca antes lo había hecho mientras mi corazón latía con fuerza.

Continuará…

Autora: ¿Qué tal va? Creo que vais a matarme si asesino a Daniel, ¿no? xD Pero bueno, ya veréis lo que pasa, jejeje. Por otra parte, todavía queda otro capítulo en el que narrará Elisa, y se van a desvelar ciertas cosas del pasado de Laura...

Pero bueno, ya lo veréis... Intentaré subir rápido, pero no prometo nada. Eso sí, podéis contar con que la semana que viene tenéis otro capítulo. ¡Un besazo y cuidaos!

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