Begonia © ✔️ (TG #2)

By ZelaBrambille

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Confió en sus promesas, pero lo único que le quedó a Margaret cuando él la abandonó, después de hacer el amor... More

Begonia ©
Personajes
Introducción
Prefacio | Frío como la nieve.
Capítulo 01 | Agonía
Capítulo 02 | Amargo
Capítulo 03 | Sed insaciable
Capítulo 04 | Dolorosa ausencia
Capítulo 05 | Odio arrebatador
Capítulo 06 | Arrepentimiento
Capítulo 07 | Cercana lejanía
Capítulo 08 | Insistencia
Capítulo 09 | Doble determinación
Capítulo 10 | Heridas tentadoras
Capítulo 11 | Medias confesiones
Capítulo 12 | Segundas oportunidades
Capítulo 13 | Sonrisas
Capítulo 14 | Metamorfosis
Capítulo 15 | Cielo claro
Nota importante
Capítulo 16 | Tormenta salada
Capítulo 17 | Recuerdos
Capítulo 18 | Entre oscuridad
Capítulo 19 | Nublado
Capítulo 20 | Aguacero
Capítulo 21 | Paraíso momentáneo
Capítulo 22 | Cristal
Capítulo 23 | Serpiente
Capítulo 25 | Esperanza
Capítulo 26 | Descubrimiento
Capítulo 27 | Hasta pronto
Capítulo 28 | Espacios
Capítulo 29 | Eco de mentiras
Capítulo 30 | Delineando
Capítulo 31 | Rayo de sol
Capítulo 32 | Filo helado
Capítulo 33 | Pescar disculpas
Capítulo 34 | Admirando estrellas
Epílogo | Ardiente como el sol
Extra 01 | La canción de la libreta naranja
Extra 02 | MuN and THEBoss
Espacio para fan arts
MIS OTRAS HISTORIAS

Capítulo 24 | Fragmentos y abrazos

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By ZelaBrambille

Canción: Big girls cry - Halil Furkan Bektas

-*-

CAPÍTULO VEINTICUATRO

Fragmentos y abrazos


La botella de agua se me resbala de los dedos mientras recuerdo. Hay partes negras, pero no como antes, los huecos se rellenan y los sucesos desfilan tan rápido que comienzan a marearme.

Quiero vomitar, llorar y hacer que esas partes que mi mente había escondido, regresen a su sitio.

El desconocido corrobora que nadie esté mirando, siempre apretando mis muñecas. Lleva los gestos relajados, como si no estuviera con la chica a la que le arruinó la vida. Ni siquiera puedo seguir mirándolo porque creo que voy a caerme, así que clavo la vista en un lugar lejano, pretendiendo que no estoy a punto de derrumbarme.

—Me recuerdas, ¿verdad? —pregunta. Mi alma entera comienza a temblar, siento los labios sellados y todo me da vueltas. ¿Por qué tenía que aparecer justo ahora? ¿Por qué simplemente no desapareció? ¿Por qué mi cerebro lo reconoció?

Mi pulso se acelera mientras lo escucho soltar risitas divertidas. Me repito una y otra vez que no debo llorar con él siendo testigo de los daños porque parece regocijarse de ellos.

—Supe que tu amiguito está en la ciudad, ¡qué lástima que la deuda esté saldada! Sería genial divertirme un rato. —Mis ojos vuelan a los suyos tan negros como el carbón, tan desprovistos de calidez—. ¿Ya le dijiste lo bien que la pasamos en su ausencia?

—Púdrete —digo con los dientes apretados y me zarandeo para que me suelte. Sorprendiéndome, me deja ir y ladea la cabeza. Yo alzo la barbilla en un débil intento de parecer valiente

—Dile que le mando saludos, primor. —Quiero golpearle la cara para borrar sus facciones llenas de satisfacción. Él se escabulle, a lo lejos escucho la campanilla, señal de que se ha marchado.

Mis hombros se relajan y el aire sale de mis pulmones, me convierto en el minúsculo ser que soy. Comienzo a sentir esa necesidad de refugiarme en cualquier rincón. Deseo correr, pero sobre todo, quiero que James me abrace y me susurre que todo va a estar bien.

Doy un paso, dispuesta a irme lo más rápido que pueda, pero me detengo y fijo la vista en los congeladores. No debo hacerlo, no quiero hacerlo. No obstante, hay veces que esto no se puede controlar, es como un monstruo que quiere rugir y dejar claro que es el dominante entre los dos.

Me apresuro y obtengo una botella, solo para olvidar un poco. El licor me ha acompañado en los momentos complicados, lo ha hecho desde hace mucho tiempo. Aún con los recuerdos revelándose, me dirijo a la caja y pago, escondo mi adquisición en mi bolso y salgo al exterior.

No hay brisa fresca, ya no dejo que mis sentidos me gobiernen porque lo único que puedo pensar me está matando con lentitud. Mi edificio departamental se aparece en mi visión casi de forma fantasmal, y por alguna razón siento que puedo respirar. Sé muy bien quién es esa razón.

No saludo al portero, a pesar de que levanta la mano con una sonrisa recorriéndole el rostro. Ya está acostumbrado a que en ocasiones no soy tan fuerte como para regresar el gesto.

Voy directo a su puerta y toco unas cuantas veces, pero nadie me contesta, haciendo obvio que todavía no ha llegado. Apoyo mi espalda en la pared y dejo que las primeras lágrimas caigan, no las limpio porque sería inútil.

Veinte minutos más tarde, unos pasos me sacan de mi trance. Mi cuerpo comienza a picar, necesito hablar con alguien o explotaré. James se acerca luciendo cansado, mira un juego de llaves. Sé que algo está pasando por su expresión, pero no puedo preocuparme por eso en este momento aunque suene egoísta.

Sus párpados se abren cuando se da cuenta de mí, tal vez luzco como una demente en medio del pasillo; pero si lo piensa, no lo dice. Se aproxima, confundido y me toma de los hombros para examinarme.

—¿Qué pasa? —pregunta.

—Lo vi —susurro con la voz quebrada, trago saliva para aligerar el puño de ardor como nudo en mi garganta. Su ceño se frunce, pero termina entendiendo a quién me refiero, o eso creo.

Su respiración se acelera y, aunque nos encontramos afuera del suyo, me toma de la mano y caminamos hacia mi departamento. Una vez adentro, le explico con el timbre entrecortado todo lo que pasó. Cómo no había taxi y tuve que irme caminando, cómo sentía que alguien me seguía y me adentré a la tienda, le digo lo que me dijo. Luego guardo silencio, esperando a que diga algo, a que me refugie en sus brazos.

—¡¿Pero eres tonta o qué?! ¡¿Cómo se te ocurre andar sola por la noche caminando por ahí?! —grita. Agacho la cabeza con los ojos picando, mis manos se hacen puños, los aprieto hasta que las uñas se clavan en mis palmas. Probablemente tiene razón, pero esto no está yendo como esperaba—. No puedo creer que ese imbécil se te haya acercado, no puedo creer que se haya atrevido a burlarse. Jodido hijo de puta, voy a buscarlo y romperé sus pelotas. Debo hablarle a papá para que esté al tanto, para que vaya a la policía e informe que está en Hartford. Nosotros deberíamos ir también, necesitas enfrentar esta mierda, Margaret, hacer que lo encierren por todo lo que hizo.

Da vueltas, perdido en sus pensamientos. No se ha dado cuenta de que no me encuentro bien y eso me duele. Si salí tan noche fue porque él no pudo ir por mí, en todo caso, los dos tenemos la culpa.

De pronto, una furia poderosa se apropia de mí, no puedo controlarme. A él lo único que le importa es su orgullo y el de su padre. Estoy decepcionada, quiero estar sola o haré cosas de las cuales me arrepentiré después.

—Vete —susurro cortando su discurso sobre tener que encontrarlo para partirle la cara. Lo único que quiero es que alguien me abrace, no que me haga sentir más miserable.

—¿Qué? —pregunta, confundido, parándose en seco.

Mi respiración se acelera como cada vez que me va a dar un ataque de ansiedad, mis dedos pican y mi pecho tiembla. La mandíbula se tensa tanto que duele.

—¡Que te vayas! —exclamo fuerte, logrando que sus párpados se abran—. Quiero que te largues, no quiero verte.

Al percatarme de su indiferencia ante mis súplicas, me aproximo viendo rojo, lo tomo por el codo y lo arrastro hacia la puerta sin saber cómo he movido a esa gran montaña.

—Maggie, espera —murmura con los ojos suplicantes. No le doy tiempo de nada, cierro en sus narices y apoyo mi frente en la madera, sabiendo perfectamente que está del otro lado todavía—. Margaret Thompson, abre esa puerta en este instante o voy a ir con el vigilante para que me de las llaves.

—Por una vez en la vida podrías dejar de pensar en ti y en lo que quieres. Nunca me escuchas, no me tomas en cuenta, para ti solo importa lo que crees correcto. Por eso te fuiste hace siete años, por eso nunca me buscaste. Eres egoísta y no piensas en los demás. Quiero estar sola como siempre lo he estado, ¿no puedes entender eso? Solo necesitaba que me abrazaras, no esto.

—Mags... —susurra, descompuesto.

—¡Mierda! ¡Que me dejes sola! Ahora quiero que me dejes sola.

Mis dedos se aferran a la puerta y me dejo caer al suelo cuando sus pasos se pierden en el pasillo. En realidad, lo que menos deseo es estar lejos de él, ni siquiera yo entiendo por qué me pasan estas cosas.

¿Por qué tuvo que aparecer ese tipo? ¿Por qué? Ya me cansé de preguntármelo.

El vacío me desgarra desde adentro, ese que me he negado a ver estas últimas semanas, pero que sin duda sigue ahí.

¿Cuándo aprenderé que mi vida no se hizo para que fuera feliz?

Mis padres nunca estuvieron junto a mí para ver cómo crecía, no estuvieron para acariciar mi cabello en mi primera decepción amorosa, tampoco el día de mi graduación de la escuela secundaria. Ellos preferían estar refugiados en sus propias angustias.

Erik me ignoraba, pero éramos cómplices en muchas cosas, y cuando se fue me sentí más sola de lo que ya estaba. Tess siempre fue incondicional, dispuesta a recolectar mi cabello en una coleta cuando tenía ganas de vomitar después de una borrachera. Ella siempre me dijo que valorara la vida, sin embargo, también tenía una vida que valorar.

Nunca me he sentido como la chica que merece ser amada porque nunca hacía lo que mis padres esperaban, lo que los demás querían de mí, así que cuando conocí a James y me hizo conocer lo que era ser querida por alguien, me aferré a eso sin darme cuenta de que el vacío seguía en su sitio.

Un vacío que hoy es más grande que antes, un pozo oscuro que solo puede ser llenado con algo.

Aprieto los párpados —ya perdí la cuenta de cuántas veces lo hice esta noche— con la intención de calmar la desesperación que crece en mi garganta, pero mi cerebro ya está pensando en cómo va a anestesiar el dolor de saber mi verdad. Una realidad que mi cabeza quiso olvidar por alguna razón, y ahora saca sucesos claros y nítidos.

Justo cuando el primer recuerdo se acerca, yo me levanto para conseguir esa botella de vino en mi bolso.

Prefiero ser una cobarde que sufre en la inconsciencia, que una valiente que terminará muerta.

Me dirijo hacia la cocina con los oídos zumbando, sabiendo que estoy a punto de caer a un precipicio, estoy entrando a un laberinto donde tal vez no hay salida; pero ¿qué más da? Nunca la hubo y eso no me detuvo antes.

El corcho sale volando y no me detengo para servir el líquido en un vaso, me dejo caer en el sillón tomando directo de la boquilla. El líquido fluye en mi tubo y mis compuertas se abren. Los sollozos brotan como plantas en primavera, las lágrimas bañan mis mejillas. Siento que me ahogo, que no puedo pescar el aire suficiente.

Cuando me doy cuenta, ya no estoy en mi departamento, estoy en esa bodega. Por más que me sacudo no puedo... no puedo despertar de la pesadilla.

No era uno, eran muchos, demasiados hombres en esa habitación. Todo es borroso, pero sin duda puedo distinguir lo que ocurría. Ellos miraban, me sostenían, eran testigos de lo mucho que rogaba y les pedía que me dejaran; pero yo era como un espectáculo. El hombre del tatuaje se acercó con su sonrisa petulante y rodeó mi mandíbula con sus yemas. Dijo que iba a cobrar lo que le debían conmigo, ahora la voz es tan clara, todo es tan fresco. No sé por qué no me di cuenta antes.

Me golpeó una y otra vez, una y otra vez hasta que los golpes dejaron de doler. Pensé en que quizá iba a ser mi último día en el mundo, no le había dicho a mis padres que los amaba a pesar de todo, no le había dado las gracias a Tess por su cariño, no había podido ir al cementerio para llevarle a Erik una última bolsa de chocolates, no iba a poder decirle a James que lo seguía amando con fuerza.

En medio de mi niebla, recuerdo que lloraba, intentaba escapar, pero ellos no me dejaban. Luego escuché un sonido, era mi camisa siendo rasgada. Me dio un golpe que me llevó al suelo y estuve ausente por unos minutos. Desperté y estaba desnuda, el frío de la noche me hacía tiritar, o tal vez era el miedo de no poder hacer nada, la impotencia que me marchitaba a cada segundo.

Me observaba desde arriba y los otros se carcajeaban, estaba tan desesperada que empecé a arrastrarme, pero él se montó encima y ocurrió. Solo ocurrió y yo cerré los ojos tan fuerte para pretender que no estaba pasando. Tal vez llegaría James y me salvaría, pero nadie llegó. Estaba sola, siempre lo estuve.

Me hice bolita por el dolor que sentía, me había lastimado. Me concentré en eso para ignorar las garras abrasadoras que querían consumirme, ese hoyo negro que ansiaba tragarme. ¿Por qué a mí?

Me quedé mirando al vacío hasta que todo se quedó silencioso y me pregunté si seguía viva. Me dolía el rostro, me dolía el cuerpo, me dolía todo lo que era. Quise morir, por Dios que necesitaba morir; pero como siempre, desear no era suficiente.

No sé cuántos días pasaron, quizá solo fueron horas, cuando abrí los ojos ya no era la misma. Estaba destruida. Mis párpados eran pesados y mis ojos se sentían arenosos. Me tardé en reaccionar, pero yo estaba cegada por el miedo. Me puse de pie, tambaleante, y el entorno dio vueltas.

Vomité, mis pies se salpicaron, estaba tan sucia.

Busqué algo, pero no había nada más que gotas de sangre y botellas de cerveza. Un destello llamó mi atención, eran las llaves de mi coche. Lloré más, ¿cómo era posible? Pensé que en cualquier momento llegaría alguien, pero nada pasó.

Tuve terror, me monté en el vehículo y salí disparada. No veía bien, estaba mareada, me fallaba la respiración. Ese episodio sigue siendo un poco oscuro, pero el grito que salió de mi boca es inolvidable. Me estampé en ese camión y mi cabeza golpeó el volante. Mi mundo no se pintó de negro, yo solo me desconecté sin importar el color.

Abrí los ojos y la luz me cegó, la sombra de mi padre se materializó frente a mí, me sentí aliviada y quise decirle que lo amaba y que iba a intentar ser la hija que siempre quiso; pero él empezó a gritar mostrándome un periódico donde yo era la protagonista. Desconecté mis oídos porque no quería que me lastimara más, no me escuchó cuando intenté decirle lo que había pasado.

Mi madre nunca apareció, solo Tess y Dan se mantuvieron junto a mí. La lengua me palpitaba, les pegunté si James venía y dijeron que no sabían cómo comunicarse. Ellos me acompañaron a declarar porque para mi familia era demasiado vergonzoso hacerlo, ni siquiera mi tía —que después de eso se marchó a París para poner una franquicia de su estética— se preocupó por consolarme. Me llamó un par de veces y me deseó suerte, ella tenía sus propias preocupaciones. La policía dijo que nada podían hacer más que buscarlo, nunca le tomaron demasiada importancia a una chica que bebía en los bares de Hartford. La gente murmuraba en Hushington, mi vida se convirtió en un infierno a partir de eso.

Yo sabía que era lo más probable, pero conocer la verdad con todas sus letras y colores, no es fácil de digerir.

Permito que el alcohol se me suba por todas partes, que llegue a mi cabeza y a mi cuerpo. Lo tomo tan rápido como puedo, intentando borrar esas escenas que ahora parecen marcas imborrables. La sustancia va disminuyendo hasta que solo quedan gotas.

Me pregunto si debería ir con James o hablarle a Tess, pero lo descarto porque no quiero más lástima en mi vida.

La frustración vuelve a corroerme, me pongo sobre mis pies y dejo que un grito desgarrador salga de mi interior. La botella en mis dedos comienza a pesar, así que la suelto sin que me importe una mierda. Muchas veces dejé que el vidrio se regara en el piso, así que es algo habitual para mí. Quizá mañana, cuando me sienta mejor, pueda limpiar.

Pero eso ya no basta, ya no me calma solo beber, sigo sintiendo la rabia transitando en mi sistema como si fuera un desfile. Ni siquiera siento un mínimo de alivio. Eso solo logra que me enfurezca aún más. Pierdo el poco control que me quedaba, sin importar nada, me permito lanzar todos los objetos del cuarto.

Volteo la mesa en la estancia, tiro las sillas del comedor y el florero con dos margaritas. Cualquier cuadro o cosa que se me plante enfrente. Soy un desastre, siempre lo he sido y siempre lo seré. Esta mierda nunca se irá, me va a perseguir hasta mi último día.

El agua regada del florero —ahora roto— provoca que me resbale y caiga de bruces en el suelo. Mi pecho golpea el piso, pero no me levanto porque estoy cansada de hacerlo, así que me desparramo y me quedo ahí, fingiendo que no soy yo, que no es mi vida, que en cualquier momento despertaré y Erik gritará que es hora de ir a la escuela.

Cierro los ojos y puedo llorar en soledad, esta soy yo, aunque quiera esconderlo.

Soy la rota Maggie, como el florero que lancé hace unos minutos. Hay cristales que no pueden volver a juntarse.



Un rechinido me hace espabilar, aun así no me levanto, no muevo ninguno de mis músculos. Una luz se proyecta y me hace entrecerrar los párpados.

—¡Maggie! —Alguien chilla, por más que intento reconocer su voz no puedo, aunque hay cierta familiaridad en ella—. James, llama una ambulancia.

El pedido provoca que me enderece, una mano toma la mía y me ayuda a estabilizarme.

—Estoy bien —susurro a pesar de que no sé a quién me dirijo, estoy demasiado atontada como para comprobar su identidad. Sintiendo los rastros del licor en mis arterias, venas y demás, me aventuro y busco a la persona que me sostiene.

Sacudo la cabeza porque creo que estoy en una de esas alucinaciones, pero luego veo la cara asustada de James aún en el umbral con una bolsa de plástico en la mano. Dejo que el cabello me cubra el rostro porque no quiero que vea cuántos demonios llevo en el alma, no quiero que compruebe que soy un monstruo.

—Dile que se vaya —murmuro con el labio inferior tembloroso—. Por favor.

Los ojos de mi madre me observan y sus delicadas manos me abrazan. Todavía creo que es mentira, pero la abrazo de vuelta porque es lo que estaba buscando desde el principio.

Cuando busco a James, él ya se ha ido. Aunque temo que no vuelva, sé que estaría haciendo lo correcto al alejarse de alguien tan deshecha como yo.


-*-

Hay  cristales que no pueden volver a juntarse <3 entonces hay que hacer un cristal nuevo más resistente. 

Sé que muchos odian a los padres de Mags, pero bueno, espero que cuando conozcan su historia se den cuenta que son humanos y cometieron errores. Al principio de la historia les dije: aquí no hay malos, hay personas que se equivocan. Maggie necesita sanarse y aprender a quererse, necesita recordar que en medio de lo malo, hay cosas buenas.

AVISO: creo que tendré que pasar el día de actualización a los domingos porque se me está dificultando los sábados. Estaré confirmando eso en estos días en el grupo de facebook (Lectores de Zelá Brambillé) 

LOS AMO _*-*_



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