a coat in the winter; camren

By milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. ¿Qué es capaz de hacer... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Último Capítulo
Epílogo
ACITW EN FÍSICO

Capítulo 16

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By milanolivar

Lauren's POV

Y al día siguiente llegó mi turno. Veía la que fue mi casa durante diecisiete años, y sólo había cambiado el color de la pintura. Ahora, estaba reformada y el blanco era más puro y limpio. La bandera de Estados Unidos seguía ondeando anclada a la barandilla que subía al porche de casa, y eso, aquél patriotismo y mente retrógrada de mi familia, era lo que me daba más miedo.

-¿Quieres que me quede aquí fuera? –Preguntó Camila en la puerta del jardín, con Maia de la mano, con una gorra puesta hacia atrás de florecitas.

-No, necesito que vengas conmigo. –Dije pasándome una mano por el pelo. Cogí aire y lo expulsé lentamente, sin dar un paso al frente.

-¿Estás preparada? –Camila apretó mi antebrazo, y caminé hasta llegar hasta la puerta de casa, casi conteniendo el aliento. Llamé al timbre, y esperé unos segundos. Tras la puerta estaba mi padre, y no, no había adelgazado aquellos años tampoco. Y tampoco se había afeitado la barba, ni había cambiado sus camisas.

-¿Lauren? –Sonrió al verme, y me abrazó, sintiéndome tan pequeña como cuando tenía apenas cinco años, en los que me llevaba en brazos todo el rato, me subía a su espalda, y mi único problema en la vida era qué pedir para Navidad.

-Papá... Esta es Camila, mi novia. Y su hija, Maia. –Me separé un poco para que la viera, su respuesta me ponía de los nervios. Pero no, no fue como yo creía. Mi padre extendió la mano con una sonrisa a Camila, y ella la estrechó.

-Encantada. –Respondió la latina, pero cuando fue a saludar a Maia, estaba pegada a las piernas de Camila, cogiendo la mano de su madre delante de su cuerpo.

-Hola, soy el papá de Lauren. –Maia lo miraba con recelo, apretando las manitas en las de su madre.

-Hola papá de Lauren. –Saludó con la mano tímidamente, y mi padre soltó una risa.

-¿Queréis pasar? Tu madre está dentro. –Y entramos.

El salón seguía igual, pero me percaté de que en una de las estanterías frente al sofá algunos trofeos de mis campeonatos de fútbol que gané cuando era pequeña estaban puestos allí. También, algunas fotos en la mesa, de mis hermanos, de ellos, y una mía justo del día que me presentaron en Portland.

-Mike, ¿te gusta el...? –Mi madre se paró en seco al verme, y salió disparada para abrazarme. Había echado de menos aquello, a mi familia. Estar siempre sola no era una de las mejores cosas que había sentido, pero después de lo que acababa de ver, que se seguían acordando de mí, y al fin y al cabo, me apoyaban en mi vida, me alegraba volver a casa. –Has vuelto. –Mi madre lloraba, y yo la separé de mí para darle un beso en la frente.

-Sí, he vuelto, por poco. –La verdad era que creía que mi familia seguía sin apoyarme, sin querer verme, sin aceptarme, pero todo lo contrario porque mi madre se quedó mirando a Camila.

-¿Es tu novia? –La señaló, y Camila se mordió el labio inferior asintiendo.

-¿Cómo lo sabes? –Camila sostenía a Maia contra ella, que agarraba sus manos contra su pecho.

-Porque la besaste en mitad de un partido. –Cerré los ojos apretando los labios, asintiendo.

-Claro. –La señalé sonriendo. –Camila, y su hija Maia. –Mi madre se agachó delante de Maia con las manos en las rodillas.

-Eres muy guapa. –Maia seguía tímida, cogiendo las manos de Camila, y apretando estas. -¿Es muy tímida?

-Con gente nueva sí... Ha conocido a mucha gente estos últimos días. –Dijo Camila acariciando la mejilla de la pequeña. Me acerqué a Maia y me agaché para quedar delante de ella, poniendo las manos en sus costados.

-Ven conmigo. –La cogí en brazos, y ella puso los brazos alrededor de mi cuello. –Mira, esta es mi madre. Como tu mami es Camila, la mía es ella.

-¿Os queréis quedar a cenar? –Mi padre puso su mano en mi hombro y asentí arqueando una media sonrisa, aunque a Camila no pareció importarle.

Maia estaba entre Camila y yo, y era raro todo eso. Porque la última vez que los vi fue con 17 años, en una discusión que acabó conmigo llorando y saliendo de casa. Así que ahora, en la misma mesa, en el mismo salón, con mis padres, pero todo es diferente a la vez. Y mi madre parecía estar que se le caía la baba con Maia, aunque yo también lo estaba. Le contaba cómo conocí a Camila, y lo que íbamos a hacer en Navidad. Mi madre le quiso cocinar algo diferente a Maia, pero no fue necesario porque la pequeña estaba acostumbrada a comer verduras y lo que Camila hiciese.

-Entonces... ¿Tuviste a Maia con 19 años? –Casi me atraganto ante la pregunta de mi madre, y me puse la mano en la boca.

-Sí. –Respondió Camila, humedeciéndose los labios.

-Mamá... -Dije en voz baja para que parase de preguntar cosas tan comprometidas.

-No, está bien. –Sonrió Camila, poniendo una mano en mi rodilla debajo de la mesa. –Además, no fue mi culpa.

-¿Y tus padres que dijeron? –Rodé los ojos cortando el filete, mirando a Maia que parecía no enterarse de nada, sólo comía moviendo los pies al no llegar al suelo.

-Bueno... Me echaron de casa. –Mi madre y mi padre se quedaron en silencio, y negué con los ojos cerrados, soltando un suspiro.

-Pero... ¿Volviste? –Camila negó con una sonrisa, y no sabía si era por ironía, por no saber si reír o llorar, o porque de verdad lo sentía así.

-No, me fui a Portland. Crie a mi hija y conocí a Lauren. –Lo explicaba como si fuese tan normal, pero suponía que no quería que mis padres sintiesen lástima de ella, porque había oprimido toda su historia en Portland.

-Yo también conocí a Lauren. –La voz inocente y dulce de Maia se escuchó entre Camila y yo, y Maia tenía un trozo de filete en la boca, aunque jugaba con una pelota pequeña que había ganado en uno de los puestos donde metes un dólar y sacas un regalo, y ese había sido el que le tocó.

Cuando terminó la cena, sólo pudimos volver a casa.

-Siento mucho lo de tus padres. –Dije, como si aquello de que me hablase de nuevo con los míos le molestase, o le diese algo de remordimiento por no poder estar con su familia.

-No lo sientas, no quiero estar con esa gente. Tus padres parecen agradables. –Camila sonreía, y yo lo hacía también.

Maia iba de nuestra mano, cogida a las dos, aunque mientras yo observaba a la pequeña, Camila comenzó a hablar.

-¿Qué coño haces tú aquí? –Cuando levanté la cabeza, un chico con una gorra hacia atrás, vaqueros ajustados rotos, zapatos plateados –mucho gusto no tenía- y una camiseta blanca se paró frente a nosotros. Tenía los ojos azules, y... Era bastante raro.

-Oí que habías vuelto a Miami. ¿Esa es mi hija? –Señaló a Maia y justo la cogí en brazos, poniéndole una mano en la cabeza para que no se diese la vuelta.

-No, no es nada tuyo, Nash. –Él soltó una risa, metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón.

-¿Ah no? ¿Y con quién lo hiciste para tener una hija? ¿Con el fontanero? –Camila soltó una risa, y yo apretaba la mandíbula intentando no partirle la cabeza incrustándole el puño en la frente.

-Whoa, ¿te haces llamar el padre de mi hija por echar un polvo conmigo? ¿Quién fue el primero en no dejarme entrar en su casa cuando sabía que me habían echado de la mía y que estaba embarazada? –Camila soltó una risa, negando de brazos cruzados. –No vas a verla jamás.

-¿Por qué? ¿Porque tú lo digas? –El chico se acercó a Camila, demasiado cerca, porque incluso ella dio un paso hacia atrás ladeando la cabeza.

-Porque he sido yo su madre, y ella no tiene padre. Ni siquiera sabes cómo se llama, pero su apellido no es el tuyo, ni va a serlo nunca. –El tipo apretó la mandíbula y los puños.

-Espero que le hayas enseñado fotos mías. Eh, eh. –Llamó a Maia, y ella se dio la vuelta haciendo un puchero. -¿Quién es tu padre, pequeña? –Camila empujó a Nash para que no pudiese acercarse a Maia, mientras yo la sostenía en brazos.

-Lauren. –Respondió Maia sin más, abrazándose de nuevo a mi cuello. El chico miró a Camila y la empujó, haciendo que diese varios pasos hacia atrás. En eso sentí demasiadas cosas, y felicidad ante todo, pero debía aparcar eso. Cogí la mano de Camila y la aparté de él de un tirón, poniéndole a Maia en brazos.

Me acerqué al tipo subiéndome las mangas de la chaqueta, y él se reía.

-¿Quién coño es esta? ¿Tu guardaespaldas? –Solté una risa riéndome con él, aunque me puse seria de golpe negando.

-Su novia. –Su risa se cortó directamente, y ladeé la cabeza. –O te vas o te mato. –Sonreí al decir aquello, y él también soltó una carcajada.

-¿Tú? ¿A mí? –Mientras él se reía me quité la chaqueta dándosela a Camila sin apartar la mirada de él. El primer puñetazo fue directo a su nariz, que crujió bajo mi puño y pude sentir la sangre brotar al segundo.

-Vaya, te has manchado la camiseta. –Justo cuando venía a por mí casi hecho una fiera, le di una patada en las piernas que hizo levantarlo del suelo, cayendo en el cemento del camino. Me puse encima de él y recibí un golpe por su parte que me dio en el pómulo, y aunque me dolió, ni siquiera reaccioné, eso sólo me hizo enfadar muchísimo más. Los puñetazos eran seguidos, en su cara, mi rodilla presionaba su entrepierna y le daba golpes con esta a la vez que mi puño descargaba con fuerza en su cara. –Eres una mierda. Y si vuelves a acercarte a Camila o a Maia te mataré. Te cortaré los huevos, y te daré tal paliza que no se te va a ocurrir follar en la vida. –Le escupí en la cara, y me levanté, limpiándome un poco de sangre que salía por mi nariz, y un pequeño corte en el labio por sus réplicas a mis puñetazos, pero él había quedado para el arrastre.

Cuando me di la vuelta, Camila tenía una mano puesta en la cabeza de Maia, y cogí mi chaqueta poniéndomela de nuevo, aunque ella estaba completamente pálida.

-Vamos al hotel, creo que necesitamos descansar.

*

Y llegamos al hotel, Maia se había dormido y aunque en principio me acosté con Camila en la cama, no podía dormir. Así que me levanté de la cama y me asomé al pequeño balcón que daba a la ciudad, donde miles de luces se mezclaban, y la actividad no paraba ni siquiera a las tres de la mañana, seguía habiendo el mismo tráfico que en hora punta. Al otro lado de la bahía podía ver las casas, podía ver las luces de los edificios reflejadas en el mar. Sentía el calor y el ambiente de Miami, y lo echaba tantísimo de menos... La gente activa, alegre, casi sin preocupaciones. Echaba de menos encontrar latinos, y gente que entendiese la cultura en la que crecí, aunque encontré a Camila.

-¿Qué haces despierta? –La voz adormecida de la latina se escuchó a mi espalda, y me giré un poco para mirarla, aunque volví a mirar la ciudad.

-No podía dormir. –Estaba inclinada con los brazos apoyados en la barandilla, y su mano se puso sobre mi espalda.

-¿Estás bien? –Me preguntó acercándose a mí, dándome un beso justo donde aquél imbécil me había dado el puñetazo.

-¿Lo estás tú? –Giré la cabeza hacia ella, y asintió con una gran sonrisa en el rostro.

-Sí, estoy bien. –Hizo una mueca pasando el dedo por mi labio y luego acarició mi pómulo. –Tú no tanto.

-No me duele. –Me encogí de hombros, y nos quedamos en silencio. –Oye, siento lo que dijo Maia. –Ella se separó de mí extrañada y con el ceño fruncido.

-¿Qué ha dicho Maia? –Me incorporé un poco haciendo una mueca.

-Que soy su padre. –Ella abrió los ojos, riendo un poco.

-Bueno, debería molestarte a ti porque no dijo 'madre'. –Reí un poco con ella, aunque negué frotándome la cabeza.

-Es que... No quiero que te deje de lado, o que se sienta confusa, porque tú eres su madre de verdad, quien la ha cuidado y yo pues... Soy Lauren. –Me encogí de hombros y sonreí, aunque ella me cogió de las manos acercándose a mí.

-Tienes que aceptar el hecho de que, algún día, dejarás de ser Lauren y empezarás a ser su madre. Y ella se olvidará de que antes no estabas, de hecho creo que ya no sabe qué era la vida antes de ti. –Las dos reímos a la vez, y negué un poco. –Pero para que te llame mamá aún falta mucho.

-Es raro. –Me encogí de hombros sonriendo. –Maia le ha cerrado la boca a ese tío de una forma impresionante. Aún no entiendo cómo te acostaste con él.

-Estaba borracha. –Ladeó la cabeza sonriendo. –Y además, dijo que no quería usar condón porque no era lo mismo.

-Por eso no tienes la culpa. –Susurré, rodeando su cuerpo con un brazo para pegarla a mí, mirando la ciudad.

-Exacto. –Nos quedamos en silencio unos minutos, y Camila apretó mi mano. –Aunque le doy las gracias, porque sin ese gilipollas no habría tenido ni a Maia, ni a ti.

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