Conviviendo con la Mentira ©...

By LadyGual

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[Historia GANADORA en los PREMIOS WATTY 2013 en español, en la categoría erótica, no adolescente, chick lit... More

Capítulo Uno: ¿Por qué a mí?
Capítulo Dos: Preparativos de Boda
Capitulo Tres: Caos desatado.
Capitulo Cuatro: Sorpresa y Trato.
Capitulo Cinco: Sucesos Confusos
Capítulo Seis: ¿Actriz? Creo que no...
Capítulo Siete: Principio del deseo.
Capítulo Ocho: ¿Película y Hormonas? Mala combinación...
Capítulo Nueve: Malas Noticias
Capítulo Diez: Pesadilla.
Capítulo Once: ¿Líos y confesión? Menudo día...
Capítulo Doce: La bomba decidió estallar.
Capítulo Trece: ¿Alex es gay?
Capítulo Catorce: La prueba y, Elisa, ¿qué planeas?
Capítulo Quince: Beso con sabor a tarta de queso
Capítulo Dieciséis: ¡Sorpresa, somos nosotros!
Capítulo Diecisiete: Vaya noche. I
Capítulo Dieciocho: Vaya noche. II
Capítulo Diecinueve: La felicidad dura una navidad.
Capítulo Veinte: Chantaje.
Capítulo Veintiuno: El jodido vengador.
Capítulo Veintidós: Comienza la guerra, ¿en la discoteca?
Capítulo Veintitrés: La llamada. ¡Te lo dije!
Capítulo Veinticuatro: Verdades que escuecen.
Capítulo Veinticinco: Familia, Daniel es Ren...
Capítulo Veintiséis: Adiós a las vacaciones.
Capítulo Veintisiete: ¡Comienza un nuevo trimestre! ¿Las cosas pueden ir peor?
Capítulo Veintiocho: Tentaciones. ¡Maldito Daniel!
Capítulo Veintinueve: Ex novia psicópata.
Capítulo Treinta: Hondo, muy hondo...
Capítulo Treinta y uno: Sentimientos confusos, ¿por qué ahora?
Capítulo Treinta y dos: Oscuros secretos.
Capítulo Treinta y tres: Acontecimientos.
Capítulo Treinta y cuatro: Plan de ataque.
Capítulo Treinta y seis: ...ha...
Capítulo Treinta y siete: ...terminado.
Capítulo Treinta y ocho: Tras la tormenta
Capítulo Treinta y nueve: Buenos amigos.
Capítulo Cuarenta: A pesar de todo, le quiero.
Capítulo Cuarenta y uno: La mentira de Alex
Capítulo Cuarenta y dos: Se acabó la tortura... ¿o no?
Capítulo Cuarenta y tres: Haciendo lo correcto.
Capítulo cuarenta y cuatro: Un nuevo plan y una propuesta.
Capítulo Cuarenta y cinco: Re-enamorar. Parte I
Capítulo Cuarenta y seis: Re-enamorar. Parte II.
Capítulo Cuarenta y siete: Un accidente inesperado.
Capítulo Cuarenta y ocho: El nuevo Alex
Capítulo Cuarenta y nueve: Confesión, preocupación.
Capítulo Cincuenta: Mi historia no ha hecho más que comenzar.
¡Los premios Watty! Y últimas noticias

Capítulo Treinta y cinco: El juego...

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By LadyGual

Capítulo Treinta y cinco: El juego…  

Elisa

Miércoles, 17 enero.

La estúpida brisa del viento hacía que mi trabajado peinado se deshiciera poco a poco. Fruncí el ceño, molesta con el peluquero que siempre me atendía. No iría más a su peluquería de porquería. Me encontraba en la terraza de mi mansión y, mientras esperaba que la sirvienta me trajera un café bien cargado, vi las noticias del canal 1. Con satisfacción, sonreí al ver mi rostro en la pantalla plasma, hablando sobre mi compromiso con el famosísimo Ren. ¡Estaba tan feliz! Y lo mejor es que lo tenía donde yo quería, a él y a la piojo de Miriam. La muy tonta no diría nada sobre mi chantaje puesto que yo sabía de la mentira que mantenían a las espaldas de Lidia.

Cuando me enteré solo pude reír y reír pues, a parte de ser un gran incordio entre Daniel y yo, era una idiota remilgada. ¡Ahora tendría un juego de cartas a mi favor! Y todo por la estupidez de su grandioso padre. ¿Quién apostaría su casa? ¡¿En qué mundo vivimos?! Era de locos, pero bueno, a mi esto me beneficiaba, así que… En cualquier caso, últimamente me sentía eufórica, tenía en mi poder a Daniel, a incontables reporteros, y a un gran infiltrado en la mansión de la gran Lidia Saldivar.

Esto último era mi mejor juego, el que he aprovechado, a mi parecer, al máximo. He sabido tocar las piezas necesarias como para que el infiltrado me brindara apoyo incondicional. He sabido camelármelo para llevarlo a mi terreno sin que se diera cuenta. Y es que, ¿cómo se podía ser tan idiota como para caer en las redes de la mujer de hielo? Obviamente me refiero a Lidia, pues esa mujer ha demostrado ser igual de fría y calculadora que yo al dejar a su hijo en las manos de dios.

Por otra parte, desde que esa zorrita de Miriam entró en la vida de Daniel, supe que cambiaría mis planes. En teoría, nada podría haber interrumpido mi relación con Daniel si no fuera por que Miriam entró y metió sus garras, para arrebatármelo. Pero bueno, son riesgos a los que me expongo y, por ahora, ninguno me ha detenido. Sin embargo, algo dentro de mí no estaba nada tranquilo cuando supe que Miriam estaría en su misma casa, a escasos metros de la habitación de mi novio… ¡Me ponía de los nervios!

Por supuesto sabía lo que hacían esos dos desde un primer momento puesto que mi infiltrado y las cámaras que él instaló en la mansión así me lo hacían saber. Las miradas que se echaban, las bromitas entre el señor y la criada… TODO, y no soportaba seguir siendo la segunda en el corazón de Daniel, por lo que intervine mostrando toda mi fuerza, todo lo que podía hacer si ella me lo quitaba.

No es que esté enamorada de Daniel, ¡ni pensarlo! Pero me escocía que me engañara con otra, ¡yo no era el segundo plato de nadie! Por lo que les chafé los planes antes de que él cortara conmigo.

Por otra lado, tenemos al inservible Alejandro, director de la empresa… ¡Vaya ayuda! Con él no podía contar ni en broma… Al principio pensé que podría alejar a Miriam de Daniel, pero el muy inútil era demasiado blando. Así que opté por aconsejarle un par de cosas… Como lo del ascensor… Obviamente, yo no me esperaba ese resultado lamentable, pero algo era algo. Solo le dije lo necesario, lo que quería oír para que se lanzase. Pensé que la quería realmente y por eso daría su mayor esfuerzo, pero me equivoqué. Me equivoqué una sola vez… Aunque debo reconocer que la vez en la que casi viola a la mocosa de Miriam mereció la pena. Recuerdo perfectamente que, a la mañana siguiente, mi infiltrado me explicó la situación en la casa y casi me moría de la risa. Debo admitir que me esperaba que ella hubiera salido peor parada, pero ¡cómo no! El héroe Daniel tuvo que meterse y estropearlo todo. A partir de ahí, no supe realmente nada de Alex pero, ¿para qué centrarse en ese perdedor? Después de haberlo investigado, supe que no significaba una amenaza para mí, por lo que lo dejé de lado.

Volqué mi atención en la televisión, escuchando mi propia voz:

   —…si todo va bien, el jueves a las ocho daremos una fiesta. Por favor, venid cuantos queráis pues estáis invitados. Por supuesto, nada de periodistas. —veía cómo le sonreía a las cámaras con mi falsa modestia.

   —¡Oh, vamos señorita Elisa! Es su gran noche, ¿cómo vamos a perdérnosla? —dijo un periodista calvo. Me acuerdo de él, pobre hombre, su mujer lo había dejado hacía solo unos meses y tenía cinco hijos…

No es que lo espiara, pero es uno de los mejores reporteros del canal 1 y hablaban sobre él muchísimo.

Bueno, era hora de empezar el día, y de qué mejor manera que yendo a la empresa y rodar escenas. Pero antes de que pudiera escaparme del comedor, una persona conocida pero no importante para mí, apareció enfrente. No le dije ni buenos días —como de costumbre—, pero ella si me saludó y rodé los ojos ante este infortunio.

   —Buenos días, Laura. —saludó mi tía, con la cabeza gacha. No hice el esfuerzo de reprimir el grito que se me escapó de los labios. Con ellos no podía fingir.

   —¡¿Cuántas veces te he dicho que no me llames así?! Ya no soy Laura, ¡sino Elisa Dumas! —exclamé sin contenerme. Ella dio un respingo, pero no me dejó en paz.

   —Solo quería desearte un feliz día… —añadió al fin. No me molesté en contestarle, no acostumbraba a hablar con ella. ¿Qué mosca le había picado?

*~*~*~*~*

La escena que estaba rodando no podía ir peor: el cámara se encontraba enfermo y nadie podía sustituirlo, por consiguiente, un estudiante de fotografía había decidido quedarse con la cámara y grabar. Aparte de esto, el idiota de Felipe —el actor principal—, no se sabía el guión y era una completa frustración. Me irritaba en todo momento, y por ello debía fingir que nada pasaba; ante todo era una muy buena persona y todos me veían gentil y guapa. No podía defraudarlos.

Cuando pasó una —totalmente improductiva — hora, decidí irme a tomar un poco de agua y salir del plató de grabación. Antes, pedí a un niñato que se encargaba de mi bienestar —el gilipollas haría todo lo que le pidiera—, que me trajera una botella de agua mineral natural. Al estar en los pasillos repletos de gente atareada, me senté en un banco cercano y me bebí la botella de a poco mientras me dedicaba a mirarlos. Esa gente ignoraba lo que estaba a punto de suceder, incluso ignoraba lo que yo era en realidad. ¡Pero sabían quién era Elisa Dumas y por qué estaba en la posición en la que me encontraba! Y me aseguraría de que siguiera siendo así… ¡Vaya que sí! No harían más que hablar de mí y de mi compromiso con Ren. Era simplemente perfecto, simplemente…

El sonido insistente de mi móvil comenzó a escucharse por el pasillo, así que lo cogí mientras me levantaba del banco y me dirigía a mi camerino —el cual se encontraba a solo tres o cuatro metros de distancia. Cuando estuve encerrada, descolgué el aparato.

   —¿Diga?

   —Elisa, creo que me han atrapado. —los ojos se me abrieron a causa de la sorpresa mientras reprimía un grito.

   —¿¿Qué has dicho?? —terminé por gritar. Solo escuché el silencio por varios segundos en los que quise traspasar el móvil y coger a ese individuo por el cuello. Lentamente, en mi mente se coló una imagen del pasado que me hizo sudar frío.

   —Elisa, cálmate, no pasa nada. Los tenemos cogidos, no creo que hagan nada, de verdad. Pero, tenía que informarte antes de que alguien más te lo dijera. —respondió el maldito infiltrado. ¡¿Por qué tuve que escoger a ese tonto?!

   —Mira, Carmelo, explícamelo detalladamente. ¿Quién te ha descubierto y cómo?

   —Me he dado cuenta hace nada, cuando he ido a llamarte, he podido comprobar que me cogieron el móvil mientras estaba despistado. —crispé el puño con el que cogía el móvil y casi lo aplasto —. Lo sé porque he estado mirando la bandeja de entrada, y ayer me llamaste justo después de que te colgara. ¿Recuerdas?

   —Si, si, te pegué un toque pero luego no me lo cogiste. ¿Así que no habías visto esa llamada, eh? Quieres decir que alguien te cogió el móvil justo cuando te llamé, lo revisó y después de esto, quitó mi llamada perdida accidentalmente. —me llevé la uña a la boca y la mordí. Esto era un asunto del que me encargaría ahora mismo. Si ya sospechaban de Carmelo, debería salir de allí de inmediato.

   —¿Qué hago ahora?—preguntó en un tono que inspiraba lástima. Por desgracia, eso no funcionaba conmigo.

   —Tranquilo, ¿sigues teniendo una hora libre por la mañana? —pregunté cambiando el móvil de oreja. Miré el reloj de pulsera.

   —Si, pero no sería conveniente que nos viéramos ahora, seguramente los guardaespaldas del demonio me tienen vigilado. —chasqueé la lengua. Otro maldito inconveniente.

   —Bien, pues quiero que hagas lo siguiente…

*~*~*~*~*

A las tres y media, detuve mi rodaje para comer algo. Estaba exhausta y no precisamente por el trabajo, sino por pensar y pensar en lo que le había dicho a Carmelo. Si mi plan funcionaba, reinaría el caos dentro de poco en la familia Saldivar y eso me proporcionaría el tiempo suficiente como para pensar en mi siguiente jugada. Debía de tener la mente despejada, nada de distracciones innecesarias. Pero, al acabar de comer, desgraciadamente vi a un plato suculento que no podía dejar de mirar.

Justo a mi lado, pasaba un Pablo meditabundo y triste. No me importó demasiado el estado de ánimo en el que se encontrara, pues tenía que hablar con él antes de que fuera la prometida de Ren. Así que, dispuesta a enfrentarle, le cogí del brazo y le detuve de inmediato. Él se sorprendió un poco al verme, pero luego puso una mueca escalofriante… Seguía siendo muy expresivo…

   —Oh, Pablo, qué encantadora coincidencia. ¿Cómo estás? —pregunté usando mi más encantador tono de voz. Él se separó de mi contacto y me miró con el entrecejo fruncido.

   —No hablo con putas. —aclaró sin tapujos. Actué como buena dama de reputación, y fingí que sus palabras me dolían.

   —¿Por qué me dices eso? ¿Es que he hecho algo malo? —pregunté desconsolada.

   —No me vengas con cuentos, ¿no crees que ya va siendo hora de que dejes en paz a los demás? —inquirió con dureza. Se había aproximado a mí y me acorralaba entre él y la pared. Esto me estaba excitando. Recuerdo cuánto lo había querido antaño, pero en verdad mi fama estaba muy por encima de cualquier relación que pudiera haber fructificado. Como quien no quiere la cosa, posé mis dedos en su pecho y me hice la avergonzada.

   —Oh… Pablo, no sé de lo que hablas… —me acerqué a su rostro y justo entonces, noté en su pecho algo duro que sobresalía. Lo palpé mientras él se separaba de mí, un tanto confuso y furioso.

   —Lo sabes perfectamente, arpía, estás chantajeando a Ren y a Miriam… Algún día de estos, vas a lamentar haberte comportado de esta manera tan cruel y atentarás las consecuencias. —me advirtió meditabundo.

   —Yo no he chantajeado a nadie, Pablo. —supe que me estaba grabando, ¿sería estúpido? ¡¡¿Cómo se atrevía?!! Decidí acabar con el juego —. Me siento dolida, de verdad. No mereces si quiera que te hable.

Y, acto seguido, me marché corriendo de allí. Debía ser un verdadero imbécil para creer en verdad que no me iba a dar cuenta de que me grababa. Un momento, ¿eso significaba que estaba ayudando a la desgraciada de Miriam? Claro, ¿cómo no? La muy zorra no contenta con Daniel, ha tenido que ingeniárselas para cautivar a otro hombre… La última vez que la aceché yo misma, la había visto hablando con Pablo, pero no me imaginé que se atreviera a desvelarle lo que yo le estaba haciendo. Mientras corría, me mordí otra uña. No soportaba verlos felices, tenía que aplastarlos cuales moscas insignificantes que eran.

Sin darme cuenta, llegué de nuevo a mi camerino y me encerré corriendo. Di unas vueltas por la habitación mientras pensaba en lo que hacer a continuación. Solo tenía una hora antes de volver a rodar, así que debía darme prisa…

Ya había tomado una decisión, debía desinstalar las cámaras de la mansión antes de que Lidia pudiera llamar a la policía… Y para eso estaba Carmelo, por supuesto… Con la ayuda de la empleaducha esa… ¿cómo se llamaba? ¡Ah, si! Sarita. Esa tipa no es que me cayera bien, pero Carmelo me había asegurado que era muy discreta, por lo que…

Cogí el móvil y marqué el dichoso número de Carmelo. Al quito timbrazo, me atendió.

   —¿Dónde estabas? Da igual, ¿lo has hecho ya?

   —Nos quedan cuatro más, nos está siendo difícil pues, aunque son extremadamente fáciles de desinstalar, Rosa y los guardaespaldas no nos quitan el ojo. —rememoré a Rosa, era la cocinera… Bueno, eso no era un gran problema…

   —Me da igual quién os esté vigilando, debéis daros prisa. Y, recuerda lo que te dije, una vez hecho esto y eliminado las evidencias, debes contarle todo a Lidia y, después, marcharte como todo un mayordomo indignado. Para mañana, tendrás los pasaportes y los billetes de avión. ¿De acuerdo? —oí un gemido de resignación.

   —Si es para salvarme el culo, lo haré. Pero la idea original no era esa, Elisa, y lo sabes. —suspiré recordando el acuerdo que teníamos…

Según pactamos, este individuo se haría cargo de vigilar a Daniel día y noche por el módico precio de cincuenta mil euros trimestrales. También le aseguré su seguridad y conseguir el corazón de Lidia Saldivar… aunque esto último parece que no podrá ser.

Había conocido a ese hombrecillo escasamente un año atrás. Iba a ser el mayordomo de la gran familia Saldivar y mi próxima presa sería precisamente ese niño rico llamado Daniel. Obviamente, lo había investigado y había dado con que en realidad era un famoso actor… Era un desafío tan suculento que no dudé un segundo, lo hice mi novio usando todas las tácticas posibles. Pero eso es otro cuento…

   —Agh, lo sé, ¿crees que no me acuerdo? Pero es eso o nada, ¿prefieres pudrirte en la cárcel, eh? —espeté saliendo de control.

   —Quieres decir “pudrirnos” en la cárcel, ¿verdad? —cerré los ojos de pura frustración. ¿Este mequetrefe me estaba chantajeando, a mí?

   —Te cortaré la joroba que me llevas si cometes una estupidez, viejo. Además, tendrás, una importante suma de dinero esperándote en cuanto te marches al extranjero, ¿no te parece? Pero para eso, mi jorobado de Notre Dame, deberás hacer las cosas bien y no joderla, ¿entendido? —le recordé manteniendo la calma.

   —Claro, Elisa, perfectamente. Te dejo para seguir con lo estipulado. ¡Ah! ¿Y qué pasará con Sarita? —preguntó de repente. Por supuesto, había pensado en todo.

   —Dile lo mismo que te he dicho a ti, pero, en su caso, no verá ni un euro pues mis matones se encargarán de ella. Estará tan muerta que… ¿para qué querrá el dinero?

*~*~*~*~*

A las siete y cuarto ya estaba en mi casa, como siempre, acompañada de mi perrita Yadel. Miraba inquieta la puerta de mi habitación a la espera de que Carmelo se dignara a llamar, pero, como no lo hacía, me estaba impacientando. Carmelo no me ha defraudado nunca excepto ahora, cuando más necesitaba que nadie sospechara de mí. Y si esos guardaespaldas habían descifrado quién era la que lo había llamado, estaría perdida. El mayor problema lo tenía en estos instantes, con la maldita espera que me tenía clavada en la silla, inquieta y de mal humor. Justo cuando pensaba que no llamaría nunca, mi móvil sonó y me hizo sobresaltar. Lo cogí y pulsé el botón.

   —¿Diga?

   —Elisa, ya están todas las cámaras quitadas del mapa. ¿Procedo a hacer lo siguiente? —pregunta ansioso. Sabía que lo quería hacer desde que supo que Luis se casó con Lidia por su dinero, y este era el mejor de los momentos. Sin embargo, algo se me estaba escapando. Por eso, decidí esperar.

   —No, he cambiado de planes. No lo digas salvo que yo te lo ordene. Por otra parte,  ¿hay alguna novedad? —inquirí mirándome las uñas. Por mi maldita agitación, me había comido dos.

   —Miriam ha venido hace unos minutos, pero no he visto en todo el día a Daniel. La señora Lidia me dijo que hoy tenía su último examen y que estaría celebrándolo por ahí. —aseguró susurrando.

   —Bien, ¿has notado algo raro en Lidia o Luis?

   —No, están como siempre, ¡ah! Salvo por Lidia, que ahora ha doblado la vigilancia alrededor de Miriam. Como el otro día desordené su cuarto, junto con la ayuda de Sarita, está un poco paranoica. Lo que no soporto de Sarita es su forma de ser… ¿Por qué tuvo que robar esos collares? Por su culpa Miriam anda más observadora que de costumbre…  —rió un poco y corté todo rastro de simpatía

   —Esto no es un maldito juego, Carmelo. ¿A quién coño le importa unos estúpidos collares? Hazme el favor de que no ocurra ningún otro problema. Avísame en cuanto tengas novedades. ¡Otra cosa! No digas absolutamente nada sin mi orden, ¿entendido?—inquirí.

   —Por supuesto. Además, te aseguro que escaparé antes de que eso suceda… —oí pasos a través del móvil y me colgó inmediatamente.

Bien, Carmelo, solo tendremos que esperar el golpe de gracia mañana por la noche y, después, todo seguirá su curso. Nadie me hará echar atrás, tengo el control…

*~*~*~*~*

Iba a acostarme —poniéndome la crema hidratante en el rostro—, en mi gran cama rosa, cuando caí en que primero debía ensayar mi discurso para mañana. Suspiré, sabiendo cómo es Daniel, y que encima lo hace obligado, no dirá ni una palabra. Así que tendré que hablar solo yo. Había visto tantas veces la misma escena en mi mente que la tenía grabada. Me veía yo junto a Daniel, los dos sonrientes y espléndidos —yo más que él, por supuesto—, cogidos de las manos y respondiendo las preguntas de los periodistas tras haber anunciado nuestro compromiso. Luego, cenando tranquilamente con mis compañeros de rodaje y chuleándome de tener a alguien como Ren para mí sola…

La fantasía se derrumbó en cuanto recordé que él no me quería. La rabia me consumió y me levanté de la cama como si quemara. Caminé rápidamente por mi habitación hasta que oí el golpeteo de mi puerta. Extrañada y sin ánimos para ver a nadie, abrí y me encontré con mi tía. Otra vez, ¡ya la había visto dos veces hoy! ¿Qué querrá la idiota?

   —¿Puedo pasar? —preguntó envalentonada. Arqueé una perfecta ceja, burlándome de su imagen. Aunque era mayor, por lo menos podría disimular las arrugas. Tenía todo el dinero del mundo y no iba al cirujano. ¡¿Es que era tonta?!

   —No, sabes que no me agradas. —dije tranquilamente —. Lo que tengas que decirme, lo harás ahí, de pie y en mitad del pasillo. —sonreí ante mi ingenio. Pensé que haciendo esto se iría más rápidamente, pero me equivoqué.

   —Como prefieras. Seré breve. —puntualizó desafiándome con la mirada. Jamás la había visto así de osada y me enfurecía —. Tu tío y yo hemos pensado que ya es suficiente. Te has estado comportando como una cría caprichosa y una cualquiera y no te lo perdonaremos en la vida. —atajó. Le agarré del camisón y la entré de una sacudida en mi cuarto. Luego la solté violentamente haciendo que casi se cayera al suelo.

   —Mira, vieja, no estoy para que me des sermones. Os mantengo a ti y a tu marido, ¿se te ha olvidado? Además, ¿desde cuando os preocupo, eh? Me dais asco. —apuntillé. Parecía un poco dolida, pero se enfureció de inmediato. Tenía sus manos fuertemente apretadas y descansaban en su estómago.

   —Desde un principio te tratamos como a una hija. No sé en qué momento te desviaste y cometiste ese crimen y, aun así, te estamos dando otra oportunidad. Pero te empeñas en seguir el ritmo que te has impuesto hasta ahora. —giró la cabeza lentamente —. Eres tú la que no sabe dónde se está metiendo, y te recuerdo que causas mucho daño, más del que te imaginas, con tus acciones. Vas a destrozar a un hombre por simple capricho. —dijo mordazmente. La rabia se apoderó de mí y no me dejaría hasta que la viera muerta, muerta bajo mis manos.

Me acerqué a ella sin dudarlo y puse ambas manos en su cuello. Al principio mi tía me seguía mirando desafiante, pero conforme apretaba su blanco y rugoso cuello, esa fuerza se apagaba. Me deleité con las facciones de su rostro que se iban crispando poco a poco, dejándole sin una gota de oxígeno. Pasaba del blanco al amarillo, y luego al morado… No podía ser más feliz, estaba a punto de matarla y así dejaría de ser un problema, era tan placentero que me podía correr allí mismo…

Sin embargo, otra emoción se apoderó de mí dejándome noqueada y confundida. Aflojé el agarre, notando que ella se caía al suelo y tosía, desesperada por encontrar un poco de aire. Me alejé de ella, sonriendo como una tonta, en su dirección. Había estado a punto de volver a cometer un homicidio. Y esto no estaba en mis planes… No señor, no permitiría que un contratiempo como este empañara mi vida. Observé el menudo cuerpo de mi tía mientras se revolvía en el suelo. Me volví a acercar a ella y me arrodillé, tocándole el rostro con mis heladas manos.

   —Que no se te vuelva a ocurrir dirigirme la palabra o hacerme recordar que puedo prescindir de vosotros. Escoria. —solté con una diversión retorcida —.Y que no se te ocurra decir nada de esto, sabes que os tengo acorralados. —me carcajeé sin poder evitarlo al mismo tiempo que se incorporaba con dificultad.

Se alejó rápidamente y yo seguí riéndome un buen rato, hasta que no pude más y me tumbé en la cama. Los muelles rechinaron y boté un poco hasta que la acción paró. Me llevé las manos a mi pecho y a mi bajo vientre, me ruboricé. Esta situación me había excitado un montón… me divertiría yo solita… ¿quién quería a los hombres?

*~*~*~*~*

“Tomemos algo para cerrar el trato” —me dijo aquel hombre —. “Tenemos que despedirnos adecuadamente, ¿no te parece?” —volvió a hablar ese depravado.

 

Las hojas de un pequeño árbol comenzaron a caerse por el fuerte viento que sacudía la ciudad en esta época del año. Miré a mi interlocutor dándome cuenta de que sería tan fácil manipularlo… Era extremadamente sencillo acabar con la vida de tan miserable persona… que nadie sospecharía de mí, una adolescente. Sonreí, poniendo mi mejor cara.

 

“Por supuesto, brindemos. Pero ve a buscar lo que te pedí y tendrás el dinero.” —él sonrió dirigiéndome una mirada pícara. Le correspondí como se supone debo hacer para fingir que me agradaba y se marchó de la sala.

 

 

 

“Ahora que hemos tomado, ¿quieres divertirte un rato? Mi silencio vale más que un sobre con dinero… pequeña.” —sonrió enseñando sus podridos dientes y asentí, conforme pues ya había caído en mi trampa.

 

 

 

Mis manos están llenas de su presencia, mi cuerpo repulsa a este ser sin gracia y lo repele como el grasiento hombre que es. Me da tanto asco, que más que nervios, sentía excitación por haber hecho lo que hice. Me encuentro en plenitud, mis ojos no hacen más que recorrer el lugar en busca de ojos delatores, pero no hay nadie alrededor. Sonrío sabiéndome ganadora, pero aun debo darle el toque de gracia.

 

“Si, amigo. Estás muerto.”

 

 

*~*~*~*~*

 

Jueves, 18 de enero.

Me levanté de la cama sudando y acalorada. La cabeza me daba vueltas y tenía ganas de vomitar, era todo un caos por dentro. Ese sueño, más que ser eso, era un recuerdo del pasado.

Fui al baño, directa al inodoro, e hice el amago de vomitar. Pero no salió nada de mi vacío estómago y me sentía deshecha. Ese sueño estaba incompleto, eran retazos de un pasado reciente que aun hoy me perseguía, aunque jamás me arrepentiré de lo que hice, por supuesto. Se merecía morir en mis manos, era una escoria gorda y sebosa. Había librado al mundo de un estorbo y me había sentido feliz, a parte de que me beneficié por tal acto. Había recuperado lo que quería y ese infeliz no diría nada puesto que se lo estarían comiendo los gusanos.

Al saber que no vomitaría, me levanté del suelo y me dirigí a la ducha. Hoy iba a ser el día más importante de mi vida y debía estar presentable… No quiero imaginarme la cara que pondrán todos al saberme vencedora, nadie puede chafarme los planes excepto la estúpida de Lidia…

Si ella sabía lo que su mayordomo hacía a sus espaldas y él no desaparecía del mapa antes de que eso ocurriera, me metería en un buen lío. Sabía que Carmelo me traicionaría en cuanto se viera en apuros, es por eso que había adoptado un plan…

Hoy sería el día en que Carmelo le diría todo sobre el engaño de Luis a Lidia. Yo misma le daría la orden para hacerlo. Y, cuando finalizara… ¡PUM! Muerto. Me ahorraría el problema…

Para vuestra información, he contratado a un sicario para acabar con la vida de ese miserable mayordomo. Y lo matará en cuanto Carmelo haya pronunciado las últimas palabras… Y me preguntaréis, ¿por qué no lo matas antes y así te ahorras que les cuente sobre el engaño de Miriam? Simple, porque me interesa que reine el caos en esa familia. Si alejaba a Miriam de Daniel, me sería más fácil el resto del trabajo. Sonreí, era perfecto y, así, yo no tenía que ver con la confesión del mayordomo.

Si lo que Carmelo me había dicho era cierto —que las cámaras se habían eliminado —, ya no habría pruebas de que yo estuviera espiándolos o chantajeándoles. ¡Era perfecto! Y encima, Carmelo creía que viviría para contarlo… ¡Ja!

Mientras el agua corría por mi rostro, descendiendo por mis pechos y mi cintura, pensé en todo lo que el día me depararía.

   —Están en mi poder. —pensé con regocijo.

Continuará…

Autora: ¿qué tal va? ¿Os gusta? ^-^ Por favor, dejadme vuestros comentarios para saber lo que os parece. Sin más, me despido. Cuidaos mucho y nos leemos.

¡Bye! <3

Pd: subiré el cap 36 en cuanto lo acabe.

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