a coat in the winter; camren

By milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. ¿Qué es capaz de hacer... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Último Capítulo
Epílogo
ACITW EN FÍSICO

Capítulo 7

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By milanolivar

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Camila's POV

Miré a Lauren intentando descifrar lo que sentía, lo que decía, pero la verdad es que estaba todo muy confuso ahora. Mis manos estaban rabiando, y yo no podía esperar a que Lauren siguiese hablando para que me quitase esta incomodidad de encima de una vez.

-Y yo... -Se pasó una mano por la nuca. -Tengo miedo de que no empieces a sentir lo mismo que yo. -Iba a llover de un momento a otro, y las nubes comenzaron a ponerse sobre la ciudad en cuestión de segundos. -No te estoy pidiendo ninguna relación, ni nada de eso. Sólo quiero estar a tu lado. -Añadió, y di unos pasos hacia ella. Me quité los guantes mirándome las manos y me los guardé en el bolsillo sin decir nada, en silencio. Cogí su cara entre mis manos y la besé, la besé lentamente, atrapando su labio inferior entre los míos y tiré de este con suavidad para unirnos en un beso más lento, y Lauren reaccionó. Sus manos apretaron mi espalda contra ella, y solté un suave suspiro en su boca. Hacía años que no sentía ese tipo de afecto, ese tipo de abrazo, que nadie me besaba. Me separé de ella y la miré, quedándose con los ojos cerrados.

-¿Responde esto a tus preguntas? -Lauren abrió los ojos para mirarme, y le quité un poco de gloss de los labios con el dedo pulgar.

-¿Esto era una muestra o puedo besarte cuando quiera? -Preguntó ella, y volví a besarla, acariciando el tatuaje que llevaba en la nuca, y con la otra mano puse la mano en su antebrazo, justo donde tenía el otro tatuaje, y esta vez el beso fue más pasional, también porque Lauren tomó el control del beso, y justo entonces empezó a llover. Una gota cayó entre nuestros labios, y luego en mis hombros, notaba el sabor dulce del agua entre nuestros labios pero cuando cayó en mi nariz me separé. Estaba empezando a llover fuerte.

Lauren cogió mi mano y salimos andando rápido de la playa, y su coche quedaba unas calles más abajo.

-Te dije que iba a llover. -Le dije riendo, escuchando cómo empezaba a tronar, y se giró hacia mí frunciendo el ceño.

-No, no me lo dijiste. Además, hacía sol. -Tiré de la mano de Lauren y nos metimos en el supermercado, y ella se quedó algo aturdida por lo que acababa de hacer.

-Ayúdame a hacer la compra hasta que pare de llover. -Me quité el chaquetón y lo puse encima de un carrito.

-Vale, está bien. -Lauren cogió el carro y comenzó a llevarlo, mientras yo miraba todo para ver qué me hacía falta y qué no. La verdad es que en realidad estaba aún en la playa pensando en cómo Lauren me besaba tan lentamente, tan profundamente que me daban escalofríos. Cogí un poco de pasta, aceite, mantequilla, un poco de leche, huevos, chocolate en polvo, y Lauren miraba el carro, con los antebrazos apoyados en este mientras lo llevaba.

-Oye, ¿quieres venir a comer a casa? -Pregunté algo tímida, poniéndome a su lado y ella hizo una mueca.

-Llevo una dieta bastante estricta. -Respondió con una sonrisa, y me encogí de hombros cogiendo un paquete de arroz.

-Puedo cocinar para ti también. -Ella se echó el pelo a un lado, y yo cogí un paquete de verduras. -Mira, estas son como las que tú compras, ¿verdad?

-¿Espías mi nevera? -Preguntó y negué llegando a la caja, poniéndolo todo en el mostrador.

-Lo tenías encima de la mesa cada vez que fui.

Tras pelearnos por quién iba a pagar, pagué yo, y me quedé con las bolsas en la puerta del supermercado, porque no había parado de llover. Lauren me recogió con el coche que estaba dos calles más abajo y me dejó en casa, por fin.

Lauren's POV

A la salida del colegio esperaba a Maia bajo el paraguas, y moviéndome un poco porque hacía bastante frío aquél día. Tras las puertas del colegio, vi cómo Maia salía sollozando con la cabeza agachada haciendo pucheros.

-Hey, hey, hey. -Me agaché para estar a su altura y cubrirla con el paraguas, quitándole las lágrimas de los ojos. -¿Qué ocurre?

-Billy me ha manchado los zapatos de barro, me ha dicho que mami no me quiere y luego me ha pegado. -Cogí con un brazo a Maia que se abrazó a mi cuello, enterrando la cabeza en él sin dejar de llorar.

-¿Quién es ese Billy? -Señaló uno de los niños que quedaban dentro de la escuela, y caminé hacia dentro cruzando el patio mojado por la lluvia hasta llegar a la entrada exterior que tenía. -Tú, ven. -Le puse una mano en el hombro llevándomelo a una zona más apartada, donde no nos viese nadie. -Cuántos años tienes.

-Ocho. -Dijo el niño, y yo apreté los dientes.

-¿Y te parece bien meterte con una niña que está en pre-escolar? -Él se encogió de hombros. -Cuando era pequeña mi padre me daba unas hostias más grandes que tu cara, niño. Eso es lo que te hace falta. Así que como te vuelva a ver acercarte a ella, hablarle, o tocarla, vendré y te mataré. -Sonreí asintiendo con Maia en brazos. -Te daré un guantazo con la mano abierta que te vas a hacer un hombre. Igual hasta te aceptan en el ejército. -Él se pegó contra la pared con el ceño fruncido. -Y lo digo en serio. -Coloqué a Maia mejor en mi brazo y salí de allí con el paraguas en la mano y la pequeña sollozando contra mi cuello, que se abrazaba a este con sus bracitos. La dejé dentro del coche y le puse el cinturón, levantándole luego la cabecita con un dedo en la barbilla. -Eh, ese niño es idiota, ¿vale? No va a volver a decirte nada. -Le di un beso en la cabeza y me senté delante para empezar a conducir, pero ella parecía seguir triste, y lo entendía. Era muy pequeña y cuando le decían esas cosas le dolía, le dolía porque para ella su madre era algo superior en su vida, adoraba a Camila y en cuanto escuchó aquello se puso a llorar. La miraba por el retrovisor, y ella se miraba las manitas y movía los pies, y efectivamente estaban manchados de barro.

Cogí a Maia en brazos de nuevo, y crucé el pequeño jardín al llegar a casa. Llamé a la puerta y un profundo olor a comida casera llegó hasta mí. Casi me pongo a llorar porque desde que me fui de casa, sólo comía pescado, pollo y verduras. No debería haber aceptado comer con ella. Dejé a Maia sobre el felpudo, y Camila miró para preguntarme qué pasaba, pero yo negué.

-¿Qué pasa, cariño? -Se arrodilló delante de Maia y le desabrochó los zapatos, cogiendo su mano para luego entrar en casa. Dejé el paraguas en la entrada y Camila cogió a su hija en brazos.

-Billy le ha manchado los zapatos de barro, ha dicho que tú no la quieres y... Le ha pegado. -Camila levantó la cabeza para mirarme a los ojos, y luego le dio un beso en la frente.

-Lavaremos los zapatos, por eso no hay problema. Y yo te quiero mucho, ese niño es un mentiroso. Soy tu mamá, ¿recuerdas? -Camila entró a la cocina, poniendo a Maia en la mesa, en la silla más alta. -Y si te ha pegado, iré yo a hablar con él.

-Ya lo he hecho yo. -Fruncí el ceño cogiendo las zapatillas que me dio Camila y se las puse a Maia con cuidado poniéndome de rodillas, mientras su madre le echaba comida en el plato.

-No le habrás pegado, ¿verdad? -Camila alzó las cejas poniendo mi plato de pollo y verduras en la mesa, y en ese momento quería lanzar el plato por la ventana.

-Camila, cuando yo era pequeña mis padres si no me portaba bien me daban un buen guantazo. Y dime que a ti no te han hecho eso. -Ella se quedó en silencio y nos sentamos a la mesa, mientras ella comía. -Pues yo nunca le he faltado al respeto a mis padres porque sabía que si lo hacía venía el guantazo del siglo. -Camila se aguantaba la risa y podía verlo, mientras echaba agua en los vasos. -Y si sacaba malas notas, castigada un mes sin jugar al fútbol y bronca. ¿Ahora qué pasa? Los padres van a hablar con el profesor para echarles la culpa de que su hijo es inútil. -Negué cortando un trozo de pollo y suspiré, mirando el plato de Camila.

-Llevas razón, si yo lo entiendo. Pero no puedes pegarle a un niño de ocho años. -Camila empezó a comer, y miré sus labios moverse y apretarse entre ellos. -¿Seguro que no quieres?

-Claro que quiero, pero no puedo. -Suspiré, mirando a Maia que comía en silencio. -Sólo le advertí de que no le hiciera nada, es todo.

Camila pasó una mano por la cabeza de Maia, y no parecía como los demás niños. El tiempo fuera no mejoraba, y Camila no paraba de apretarse las manos encima de la mesa, soltando suspiros. Maia terminó de comer, y Camila se iba a levantar pero fruncí un poco el ceño.

-¿Dónde vas? -Dije con el plato ya terminado, pero Camila aún iba por la mitad.

-A acostarla. -Me levanté y cogí a Maia, dándole un besito en la mejilla.

-No. -Subí las escaleras y llegué hasta su cuarto, abriendo la cama y sentándola. -¿Te pones el pijama o duermes así?

-Así. -Le quité las zapatillas y las dejé en el suelo, para luego tumbar a la pequeña y cerrar la persiana.

-Duerme bien, ¿vale? -Me incliné y besé su mejilla, Maia asintió. Era una pequeña bolita en mitad de la cama, y salí de la habitación cerrando la puerta.

Camila seguía comiendo en la cocina, y se miraba los dedos. No me gustaba verla así, y menos cuando yo no podía hacer nada... O sí.

-¿Te duelen? -Negó, y comencé a recoger los platos de la cocina.

-Tengo los dedos dormidos. -Respondió ella, levantándose para meter los platos en el lavavajillas, y mientras ella colocaba las cosas en la nevera yo limpiaba la encimera.

-Esta tarde vamos a ver a Ally. Te harán unas pruebas y sabremos lo que tienes. -Nos quedamos mirándonos, y me sequé las manos en un trapo, agachando la cabeza. -No tienes que seguir así, ya no. Si confías en mí, todo va a cambiar. -Camila sonrió de forma tierna, y me abrazó por el cuello. Sus manos estaban acariciando mi pelo con la ternura que caracterizaba a la chica, y ella escondió la cabeza en mi cuello de la misma forma que lo hacía su hija al abrazarme.

* * *

Tal y como le prometí, aquella tarde estábamos en la clínica donde trabajaba Ally y todo el staff médico del equipo, y allí era donde me habían tratado varias veces en esos tres años. Ally entró por la puerta, y Maia estaba pegada al pecho de Camila, porque le daban mucho miedo los hospitales.

-Aw, si está aquí la pequeña Maia. -Ally la miró con los ojos brillantes, y Maia saludó a la chica con la manita. -Decidme, ¿qué os trae por aquí? ¿Tú estás bien? -Me preguntó, y asentí mirándola seria.

-Es por Camila. -Ally desvió su atención a la latina, y Maia vino a mis brazos, sentándose en mi regazo.

-¿Qué ocurre? -Ally cruzó las manos encima de la mesa, y besé la frente de la pequeña.

-Me duele la mano muchísimo. Cuando me levanto por las mañanas, cuando hace frío, en definitiva, siempre. -Ella apuntó algo en los folios.

-¿En qué trabajas?

-Limpiaba. -Ally abrió los ojos y levantó la cabeza hacia Camila.

-¿Te sientes los dedos dormidos? -Camila asintió, sin dejar de mirarse las manos. -A ver, aprieta esto. -Ally puso un pequeño cubo en la mesa con un botón, y Camila intentó presionarlo, pero no podía meterlo. -Vamos a hacerte unas radiografías y concretaremos qué es.

Maia y yo nos quedamos fuera, ella jugaba con la cremallera de mi chaqueta, y yo tenía las manos puestas en su espalda, mirándola.

-¿Mami está bien? -Asentí frunciendo el ceño, acariciando su mejilla con el pulgar.

-Claro, es sólo una prueba de nada. -A la media hora, Camila salió por la puerta de la izquierda, y Maia salió corriendo hacia ella para abrazarse a las piernas de Camila, que sonreía al verla.

-¿Qué tal?

-Bien, genial. -Ally señaló la consulta para que entrásemos, y ella vino detrás de nosotras.

-Bien, sufres algo que se llama el síndrome del túnel carpiano. -Ally cruzó las manos encima de la mesa. Camila entreabrió los labios mirando a Ally, y yo jugaba con las manos de Maia. -Hay un nervio en la muñeca que cubre lo que es la zona de la mano y el antebrazo. Los tendones de tu muñeca están totalmente inflamados, y eso presiona el nervio. No te deja presionar con el pulgar, se te duermen los dedos y te provoca el dolor crónico que tienes en las manos. Si fuese algo normal, pues te diría que hicieses algunos ejercicios y reposes la muñeca, pero viendo cómo están los tendones habría que operar. -Camila hizo una mueca, y me miró a mí buscando algo de consuelo. -Es simple, es un pequeño corte en la parte delantera de la muñeca, casi no te quedará cicatriz.

-¿Cuándo sería? -Preguntó Camila, y Ally se giró hacia el ordenador.

-Lo antes posible, esta semana supongo. En tu caso, es una enfermedad laboral. Las limpiadoras, informáticos, músicos, gente que usa las manos suele tener este síndrome. Así que la empresa en la que estuvieses debería indemnizarte. -Cogí a Maia y la puse encima de mi regazo, dándole besos por las mejillas. -¿El miércoles te parece bien?

-Sí, sólo quiero que deje de dolerme. -Puse una mano en su muslo, y ella sonrió, poniendo su mano sobre la mía.

-No tengo que advertirte que nada de limpiar, nada de esfuerzos, y nada de usar las manos, ¿no? -Camila rio negando, y tenía claro que durante el tiempo que Camila tuviese que estar de reposo, se quedaría en mi casa.

* * *

-¿Dónde está Maia? -Camila salió del baño ya cambiada, con aquél camisón color azul de los hospitales mientras yo miraba el móvil.

-En casa con Ally.

-¿Ally no va a operarme? -Negué, pasando el dedo por el móvil.

-Ella es doctora, el que te opera es un cirujano. -Camila se acercó a mí y cerré el móvil, guardándolo en el bolsillo.

-¿Tienes algo que contarme? -Ella se cruzó de brazos, y levanté la mirada hacia sus ojos. Estaba enfadada, ni siquiera estábamos juntas y no sabía qué había hecho.

-No... -Ella rodó los ojos con un suspiro.

-He visto en las noticias que vas a fichar por un equipo de Nueva York. -Dijo en voz baja, y sonreí negando, presionando los bordes del móvil con los dedos.

-Sí, antes de conocerte, antes de conocer a tu hija, antes de que me besaras. -Me encogí de hombros con una sonrisa. -Me gusta la ciudad, me gustas tú, y estoy bien aquí. No te creas nada que escuches por ahí hasta que te lo diga yo. -Ella me abrazó, y yo a ella dándole un beso en la frente con dulzura, escuchando a la enfermera entrar por la puerta.

-¿Camila? Vamos, el quirófano está listo. -Camila se separó un poco de mí, y le di un beso lento en los labios, con las manos en sus caderas.

-Nos vemos ahora, ¿vale? -Puse las manos en sus mejillas besando su frente, y la vi asentir con una sonrisa.

Camila subió a la camilla, y la vi desaparecer por la puerta. Salí detrás de ella hasta sentarme en las sillas del pasillo, viendo la hora que era.

Y así, me pasé dos horas, mirando a los lados, tomando café, saludando a los médicos que me preguntaban qué hacía allí, y el tiempo se hacía eterno. Pasaron cuarenta y cinco minutos, cuando salió Camila del quirófano y me levanté, entrando en la habitación después que la cama, viendo cómo sonreía.

-¿Cómo te encuentras? -Ella se encogió de hombros, y me senté en el lado contrario de la camilla para no molestar la mano.

-Bien, aunque siguen sin gustarme los quirófanos. -Rio un poco, y me acerqué con algo de miedo para besarla, porque igual no se sentía bien, o por mil cosas, pero la besé, lentamente, y su mano libre se puso en mi nuca para acariciarme.

-Esta noche dormirás en mi casa, Maia está con Ally y su marido, y yo cuidaré de ti. -Mis labios presionaron su frente para darle un beso tierno, y ella asintió sin rechistar.

-Vale.

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