Begonia © ✔️ (TG #2)

By ZelaBrambille

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Confió en sus promesas, pero lo único que le quedó a Margaret cuando él la abandonó, después de hacer el amor... More

Begonia ©
Personajes
Introducción
Prefacio | Frío como la nieve.
Capítulo 01 | Agonía
Capítulo 02 | Amargo
Capítulo 03 | Sed insaciable
Capítulo 04 | Dolorosa ausencia
Capítulo 05 | Odio arrebatador
Capítulo 06 | Arrepentimiento
Capítulo 07 | Cercana lejanía
Capítulo 08 | Insistencia
Capítulo 09 | Doble determinación
Capítulo 10 | Heridas tentadoras
Capítulo 11 | Medias confesiones
Capítulo 12 | Segundas oportunidades
Capítulo 13 | Sonrisas
Capítulo 14 | Metamorfosis
Capítulo 15 | Cielo claro
Nota importante
Capítulo 16 | Tormenta salada
Capítulo 17 | Recuerdos
Capítulo 18 | Entre oscuridad
Capítulo 19 | Nublado
Capítulo 20 | Aguacero
Capítulo 22 | Cristal
Capítulo 23 | Serpiente
Capítulo 24 | Fragmentos y abrazos
Capítulo 25 | Esperanza
Capítulo 26 | Descubrimiento
Capítulo 27 | Hasta pronto
Capítulo 28 | Espacios
Capítulo 29 | Eco de mentiras
Capítulo 30 | Delineando
Capítulo 31 | Rayo de sol
Capítulo 32 | Filo helado
Capítulo 33 | Pescar disculpas
Capítulo 34 | Admirando estrellas
Epílogo | Ardiente como el sol
Extra 01 | La canción de la libreta naranja
Extra 02 | MuN and THEBoss
Espacio para fan arts
MIS OTRAS HISTORIAS

Capítulo 21 | Paraíso momentáneo

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By ZelaBrambille

Canción: Heaven - Boyce Avenue ft. Megan Nicole

-*-

CAPÍTULO VEINTIUNO

Paraíso momentáneo


No me sorprende entrar a mi departamento y encontrarme a cierto pelirrojo sentado con una computadora portátil en su regazo. Cuando se da cuenta de que he llegado, sus ojos escanean mi anatomía con demasiada paciencia. Hace a un lado el aparato, se pone de pie y se acerca a paso lento. Todo me parece como si estuviera transcurriendo a cámara lenta.

Lleva pantalones de vestir y una camisa celeste arremangada hasta los codos, luce tan profesional y ardiente que si no estuviera tan triste, le saltaría encima y me lo comería a besos.

—Hola, cariño —susurra con una sonrisa, logrando que me calme por primera vez desde que salí del hospital esta mañana.

Toma mi mano y entreteje nuestros dedos, una corriente eléctrica me hace vibrar desde los lugares donde nos tocamos hasta mis nervios. Me conduce a un sillón, se deja caer y me lleva consigo sin preguntarme, me siento como una marioneta que es manejada por un especialista en relajarme, él no se ha dado cuenta todavía de que no me siento bien. Me recuesto y dejo que mi cabeza se apoye en sus muslos. Cierro los párpados al sentir el masaje delicioso que reparte en esa zona con sus yemas. Se me salen unos cuantos suspiros, él sabe qué punto tocar para hacerme perder el suelo.

—Estuve buscando un lugar que pudiera rentar, fui a un local de bienes raíces y me dieron varias opciones. Quedé muy sorprendido y me sentí afortunado al encontrar el indicado, así que lo renté de inmediato sin siquiera verlo. —Sus manos se detienen en seco, abro los ojos solo para ver su gran sonrisa de lado brillando como una lámpara en una noche oscura—. Adivina quién es tu nuevo vecino.

Lo miro, estupefacta, porque no sé qué otra cosa hacer. Busco reacciones, gestos y palabras, pero termino cansándome.

No es que no me agrade él viviendo tan cerca, es que no tengo ánimos para nada, ni siquiera para saltar de felicidad porque lo tendré a unos cuantos pasos de distancia. Las palabras de Andrew siguen torturando mis pensamientos, y me siento tonta por eso. No sé si terminamos, aunque en mi cabeza lo hicimos desde que James me explicó todo.

—¿No te gustó la idea? Puedo buscar otro sitio, pensé que sería agradable para los dos ahora que estamos conociéndonos de nuevo... —Lo interrumpo al ver su mirada perdida y sus hombros caídos.

—No es agradable, es jodidamente agradable. —Él me da una tímida sonrisa. Suspiro con un dejo de melancolía, y observo cómo se tensa el medio de sus cejas.

—¿Qué ocurre? —pregunta. Me quedo un instante callada, decidiendo si debo contarle o no hacerlo, sé que va a molestarse; pero decidimos que nos contaríamos todo, así que no pienso arruinar lo poco o mucho que nos queda. Ya tuvimos y tenemos bastantes secretos, no quiero uno más en la lista.

—Fui a hablar con Andrew y las cosas no resultaron como esperaba. —Una de sus manos va a rodear mi cintura por encima de mi estómago. Sus dedos se clavan en la curvatura, impidiendo que me mueva.

—¿Te dijo algo malo? —cuestiona, serio.

—Prácticamente me pidió que me casara con él y tú esperaras a que muriera para que estuviéramos juntos.

Sus piernas se ponen tiesas y las aletillas de su nariz se abren, sé que está a punto de explotar.

—¿Qué? ¿Está loco? ¿Cómo puede pedirte una estupidez como esa? —Gruñe, yo vuelvo a suspirar y dejo estancada mi vista en la nada—. No vas a hacerle caso, ¿verdad? Él debe aceptar que no lo amas, debe entender que no necesitas más mierda. No puedes atarte a una persona como él, Maggie, está muriendo. ¡Que no sea tan hijo de puta!

Me doblo a la mitad para erguirme porque su palabrería me hiere de alguna manera. No me siento cómoda hablando de Andrew con él, por un tiempo solo fuimos él y yo cargando nuestras penas, sea como sea, siempre voy a estarle agradecida.

—No te comportes como un cretino, James —digo y me levanto, un tanto molesta. Me dirijo hacia la habitación, necesitando mudarme la ropa y relajarme en la suavidad de mi cama. También queriendo cambiar el tema de conversación, por ahora no quiero pensar en esto.

—¿Yo soy el cretino? Margaret, te está chantajeando con el cuento del hombre enfermo de cáncer, ¿no lo ves? —Él me sigue, puedo escuchar sus pasos y podría jurar que las burbujas de su furia—. Sabe que eres sensible por todo lo de Erik, no seas tan ingenua.

Me detengo justo a la mitad del camino y me giro para enfrentarlo. Sabe que detesto que me recuerden a mi hermano y su enfermedad, suficiente tengo con recordármelo yo misma casi a diario.

—No me está chantajeando, él está dolido porque está solo y yo era lo único que tenía, ¿no te das cuenta? Andrew no es malo, solo es una persona asustada. —Aprieta la mandíbula. Sé que es duro para él, para mí también, pero Andrew no tiene la culpa de nada y no puede odiarlo.

—Yo también estoy asustado —susurra con la voz temblorosa—. Estoy asustado todo el tiempo, no sé qué pasa por tu cabeza. Perdón, pero no quiero perderte, la simple mención me sobrepasa.

Percibo la boca seca, me aproximo a su cuerpo encorvado.

—No quiero perderte tampoco, ¿crees que esto es sencillo para mí? Tengo pánico de que te canses de mí y te vayas de nuevo. —James cierra los espacios y me envuelve en un abrazo. Lo rodeo y escondo mi nariz en su cuello, dejando que su olor maravilloso me tranquilice.

—No voy a suplicarte que lo dejes porque no puedo llegar y arruinar todo lo que tienes; pero no voy a mentirte diciendo que lo acepto. El cáncer no me tienta el corazón, nada lo hace, solo tú. Mi vida es fría y solitaria si no estás, así que si tengo que esperar para tenerte, lo voy a hacer si eso te hace feliz.

Me echo hacia atrás solo para sentirme como la mierda al vislumbrar dos gotitas alojadas en las esquinas de sus ojos. Las limpio con mis pulgares tan rápido como puedo. ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado para nosotros? Si solo quiero amarlo.

—No estoy diciendo que voy a casarme, nunca lo dije —murmuro.

—Pero sé cómo eres, sé que no vas a lastimarlo porque te recuerda a Erik y yo jamás voy a alejarme de ti de nuevo. —Lo que dice solo termina por derramar todo lo que siento, me aferro a él. A su espalda ancha, a sus brazos fuertes, a su altura que me supera. Me aferro porque no sé si podré hacerlo otra vez.

—Me siento como una perra. —Sollozo liberando mis propias críticas. Sus brazos me aprietan contra él y deposita un beso en mi sien.

—No eres una perra, eres increíble, eres capaz de sacrificarte para que alguien no sufra.

Lo dice, pero sé que no es cierto, eso no me hace una buena persona. Nos quedamos así por unos cuantos minutos, tan aferrados como nos es posible. Luego, nos separamos y nos encargamos de la cena. No mencionamos más el asunto, sé que él no hablará sobre eso a menos que se lo pida.

La escena me parece de lo más familiar, sobre todo porque cuando éramos más jóvenes, pasábamos mucho tiempo juntos en la cocina de su madre. Solíamos refugiarnos ahí por horas, mientras la señora Perkins nos daba instrucciones de qué hacer y qué no. Ella me enseñó a quebrar un huevo de la forma correcta, no debe de saltar ningún pedazo blanco, hay un punto adecuado para hacerlo. También aprendí a hacer pasteles, eran su especialidad.

En realidad, James solo se quedaba en una esquina de la barra contemplando lo que hacíamos. Hacía bromas o simplemente permanecía enmudecido mirando. Yo solía ponerme muy nerviosa, y terminaba regañada por su madre.

Optamos por cocinar pasta en salsa roja, platillo comúnmente llamado «espagueti». Él se encarga de poner las hileras de masa cruda en la olla hirviendo, mientras yo me ocupo de los condimentos y todo lo demás. La concentración no tarda en llegar, dejo que mis manos se ocupen de cortar tomates y cilantro, con cuidado de no cortar mis dedos en las idas y venidas del cuchillo.

Todo se va a la mierda cuando James enrolla sus manos en mis caderas y pega su pecho a mi espalda. Suelta una risita cuando me apoyo en él y dejo mi cabeza floja en su hombro. Permito que un ronroneo se libere desde el fondo de mi garganta y la mezcla de sutiles apretones y presiones me saque el aliento.

—Ya está listo el espagueti, solo venía a avisar —susurra quedito en mi oído, creando un escalofrío que me levanta los poros. Deja un beso en la base de mi cuello y se separa—. Tengo hambre.

Me guardo los insultos debido a la frustración porque sé que todo esto lo divierte, así era en el pasado. James empujándome, yo seduciéndolo, él controlándose.

Mezclo todos los ingredientes con más rapidez de la necesaria, mis tripas crujen y amenazan con salirse si no les doy comida pronto. Termino sirviendo la cena en dos platos, entretanto el otro en la habitación vacía las bebidas en dos vasos de cristal.

El ritual lo iniciamos con una plática no tan profunda de la decoración de su nuevo hogar. Según dice, había muebles, pero no son mucho de su agrado. Después de eso, nos sumergimos en un silencio, aunque mandándonos miradas y sonrisas de vez en cuando. Limpio el plato por completo y me termino el jugo de uva fresco.

—¿En cuál departamento vas a vivir, nuevo vecino? —cuestiono solo porque necesito escuchar su voz. Me pongo sobre mis pies y llevo el plato sucio al fregadero.

Doy la vuelta, decidida a regresar a mi asiento, pero él me aprisiona contra la encimera. Su nariz topa con la mía y su aliento se revuelve con el mío. No puedo despegar los ojos de esas dos tazas de café que me prometen cosas inolvidables.

—Tres departamentos a la derecha, estás cordialmente invitada a darme una calurosa bienvenida. —Su comisura derecha se ladea en cuanto rodeo su cuello y hundo mis dedos en su cabellera—. Podríamos ir ahora a inaugurarlo, ¿qué dices?

—Eso suena como algo fantástico —suelto.

Coloca mis pies sobre los suyos, ya que es nuestra vieja costumbre, yo no me canso de ella. Recorre el camino conmigo encima, deteniéndose solamente para cerrar la puerta y abrir la tercera a la derecha.

No me da tiempo de nada, a pesar de que moría por ver el entorno que tanto le disgusta. James se escabulle hacia la habitación, lo sé porque la ubicación de las paredes —y todo lo demás­— parece similar a la mía.

Lo único que distingo antes de que me coloque en la cama, es un peinador de color marrón que parece desgastado. No hay un lindo edredón, solo una sábana de color amarillo que ya empiezo a odiar. Sin embargo, la serie de besitos que reparte en mi cuello hace que se me olvide en dónde estoy y qué hago en el mundo. Eso y los senderos que camina con atrevimiento, me aferro a la tela amarillenta que tanto odiaba porque él no me da otra opción.

Le entrego mi alma y mi corazón, aunque no estoy segura porque creo que ya son de él. Entonces, tendré que inventar algo más para darle, no creo poder hacerle ver lo que significa para mí. Él no es mi vida, tengo una que, a pesar de que está del asco, es mía. Él tampoco es todo para mí, debo ser realista; pero el sí me da motivos para querer sonreír, para querer vivir esa vida del asco feliz. James es lo más cercano a felicidad que podré tener. No importa si está o no conmigo, solo lo sé, lo he comprobado.

La tristeza en mi pecho casi me quita la respiración cuando él se introduce con ternura en mi interior. Lo miro, él me mira y también hay dolor; pero hay tanto amor que ¿qué importa si el pasado o las circunstancias del presente duelen? Él está aquí para acariciar mi lomo herido, mientras yo vendo el suyo sangrante.

Hacer el amor con James no basta porque el amor ya existe, nosotros diseñamos una nueva combinación de afecto y melancolía. Es algo más profundo y arrebatador. Nuestro amor podría arrebatarles el alma a otros porque jamás serán capaces de vivir lo que ambos sentimos.

Me acurruco a su costado desnudo cuando terminamos, entrelaza nuestras piernas como las ramas de un árbol y aparta el cabello de mi cara.

—Eras tan graciosa cuando te conocí, tus mejillas siempre estaban rosas y sonreías por cualquier cosa estúpida que se me ocurriera. Adoraba ver cómo huías de mí cada vez que intentaba acercarme, fui demasiado suertudo al encontrarte. —Empieza con cierto aire apagado—. En Londres espiaba tu Facebook todo el tiempo, veía tu foto de perfil por horas, incluso tenía un protector de pantalla con tu rostro en el. Perdí la cuenta de cuántas veces marqué tu número a la mitad, cuántas veces dejé de preguntarle a Dan cómo estabas, cuántas veces miré la luna y pensé en ti. Unos meses hubieran hecho la diferencia, tú no te hubieras comprometido y quizá estaríamos felices. Mejor, unos años y no lo hubieras conocido.

Elevo el rostro, mi corazón se aprieta al ver una diminuta gota caer.

—¿Qué estamos haciendo, James? Solo nos estamos lastimando una y otra vez —susurro.

—Llámame masoquista, pero me gusta que seas tú quien me lastime.

No volvemos a hablar, nos quedamos ahí hasta que viene el sueño y se lleva mis barreras para mantenerme despierta.

---

No voy a permanecer mucho en este lugar, es algo momentáneo hasta que consiga una casa. También sé que acepté este sucio departamento para estar cerca de ella y no tener que buscar pretextos para tocar su puerta.

Salgo de la cama cuando el reloj marca las siete en punto de la mañana y reviso mi celular por si hay algún mensaje del hospital. Al no encontrar nada interesante, me meto a la regadera y me encargo de borrar las huellas de todas las noticias del día de ayer.

Es gracioso todo el asunto, por un lado está ese... No sé ni cómo llamarlo. Por el otro extremo estoy yo, planeando proponerle matrimonio a una mujer que ya está comprometida y él arruinando mis jodidos sueños. Siempre he tenido mucha paciencia para con los otros, pero ese tipo me saca de mis cabales sin siquiera conocerlo. ¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Estúpido!

Sé que fue error mío dejarla, pero ¿por qué encadenar a ti a alguien que no te ama? ¿Por qué hacer que se sienta mal dándole lástima? Comprendo que esté enojado, ¡mierda! Yo estaría fuera de órbita, queriendo quemar el suelo entero. No obstante, jamás obligaría a Maggie a que se casara conmigo por esas razones, por más solo y enfermo que estuviera. Preferiría acabar solitario en una clínica que con ella infeliz por tener que verme morir. Y la rabia crece porque ella no se da cuenta, lo tiene en este escalón inalcanzable.

Ayer, mientras hacíamos el amor, fui testigo de sus ojos tristes. No voy tocar el tema porque no quiero presionarla, terminaría perdiendo el control si sigue defendiéndolo, y solo le daría más motivos para que siga teniéndolo en ese pedestal en el cual lo tiene. No puedo parar de ser egoísta, tal vez me estoy equivocado, es que estos malditos celos van a terminar acabando conmigo. Cada vez que dice su nombre, algo en mi interior burbujea y quiero estrellar mi cabeza en algún muro.

Salgo de la ducha y seco mi cabello con la única toalla que pude comprar ayer en el supermercado. La coloco alrededor de mi cadera y calzo unas sandalias antes de salir del bañito.

Su cabeza se levanta tan pronto me escucha, con deleite camino sabiendo que sus ojos está puestos en mi cuerpo. Ya no tengo el mismo físico que tenía en Hushington, antes jugaba fútbol americano y podía presumir un vientre plano y los bíceps prominentes. Ahora solo está lo que una vez fui, ya no hago ejercicio como solía —caminatas una que otra vez cuando me encuentro ocioso—, así que saber que le sigo gustando, es lo más genial del planeta.

Estoy tentado a lanzarme sobre ella, pero no debo llegar tarde. Respiro hondo al sentir sus manitas rodear mi cintura y sus labios depositar besos en mis omóplatos. Hace que mi decisión de ser un hombre responsable se vaya para nunca volver.

—Te veías tan solo, pensé que necesitabas ayuda con tanta soledad.

—Deja de hacer eso o vas a logar que me despidan en mi primera semana. —Siento su sonrisa en mi piel y a sus dedos vagar por esos lados peligrosos.

—Quería que tomáramos una ducha juntos, pero te me adelantaste, será para la próxima. —Se aleja, provocando que lance un suspiro de alivio y suelte una risita juguetona que se pierde en el interior del baño.

Preparar el desayuno es una tarea complicada porque nunca he sido bueno para estas cosas, escucho su bufido antes de que se acerque y me arrebate el sartén. En Inglaterra solo me atenía a lo que preparaban en la cafetería del hospital; pero con ella aquí es diferente. Ya que no compré una gran colección de alimentos, prepara huevos revueltos.

Desayunamos y, acto seguido, se despide de mí con un apasionado beso en los labios. La veo salir y la escucho prometer que nos veremos en la noche, espero que así sea, aunque lo más probable es que no quiera verme ni en pintura.

Tengo que hacer algunas cosas pendientes en el Hospital de Oncología de Hartford. Como conocer al prometido de la mujer que amo y zarandearlo hasta que comprenda que Margaret es libre y tiene el derecho de decidir con quién mierdas quiere estar.

-*-

Y sí, lo corto en lo más bueno porque así soy :v jajaja

Siento haber tardado, pero aquí está :3 Gracias por el apoyo, no  voy a comentar nada respecto al capítulo porque se viene lo bueno :B

Les mando un beso!


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