Conviviendo con la Mentira ©...

By LadyGual

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[Historia GANADORA en los PREMIOS WATTY 2013 en español, en la categoría erótica, no adolescente, chick lit... More

Capítulo Uno: ¿Por qué a mí?
Capítulo Dos: Preparativos de Boda
Capitulo Tres: Caos desatado.
Capitulo Cuatro: Sorpresa y Trato.
Capitulo Cinco: Sucesos Confusos
Capítulo Seis: ¿Actriz? Creo que no...
Capítulo Siete: Principio del deseo.
Capítulo Ocho: ¿Película y Hormonas? Mala combinación...
Capítulo Nueve: Malas Noticias
Capítulo Diez: Pesadilla.
Capítulo Once: ¿Líos y confesión? Menudo día...
Capítulo Doce: La bomba decidió estallar.
Capítulo Trece: ¿Alex es gay?
Capítulo Catorce: La prueba y, Elisa, ¿qué planeas?
Capítulo Quince: Beso con sabor a tarta de queso
Capítulo Dieciséis: ¡Sorpresa, somos nosotros!
Capítulo Diecisiete: Vaya noche. I
Capítulo Dieciocho: Vaya noche. II
Capítulo Diecinueve: La felicidad dura una navidad.
Capítulo Veinte: Chantaje.
Capítulo Veintiuno: El jodido vengador.
Capítulo Veintidós: Comienza la guerra, ¿en la discoteca?
Capítulo Veintitrés: La llamada. ¡Te lo dije!
Capítulo Veinticuatro: Verdades que escuecen.
Capítulo Veinticinco: Familia, Daniel es Ren...
Capítulo Veintiséis: Adiós a las vacaciones.
Capítulo Veintisiete: ¡Comienza un nuevo trimestre! ¿Las cosas pueden ir peor?
Capítulo Veintiocho: Tentaciones. ¡Maldito Daniel!
Capítulo Veintinueve: Ex novia psicópata.
Capítulo Treinta: Hondo, muy hondo...
Capítulo Treinta y dos: Oscuros secretos.
Capítulo Treinta y tres: Acontecimientos.
Capítulo Treinta y cuatro: Plan de ataque.
Capítulo Treinta y cinco: El juego...
Capítulo Treinta y seis: ...ha...
Capítulo Treinta y siete: ...terminado.
Capítulo Treinta y ocho: Tras la tormenta
Capítulo Treinta y nueve: Buenos amigos.
Capítulo Cuarenta: A pesar de todo, le quiero.
Capítulo Cuarenta y uno: La mentira de Alex
Capítulo Cuarenta y dos: Se acabó la tortura... ¿o no?
Capítulo Cuarenta y tres: Haciendo lo correcto.
Capítulo cuarenta y cuatro: Un nuevo plan y una propuesta.
Capítulo Cuarenta y cinco: Re-enamorar. Parte I
Capítulo Cuarenta y seis: Re-enamorar. Parte II.
Capítulo Cuarenta y siete: Un accidente inesperado.
Capítulo Cuarenta y ocho: El nuevo Alex
Capítulo Cuarenta y nueve: Confesión, preocupación.
Capítulo Cincuenta: Mi historia no ha hecho más que comenzar.
¡Los premios Watty! Y últimas noticias

Capítulo Treinta y uno: Sentimientos confusos, ¿por qué ahora?

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By LadyGual

Capítulo Treinta y uno: Sentimientos confusos. ¿Por qué ahora?  

 

Sábado, 14:45 pm

Comí en completo silencio en el inmenso y solitario comedor a la espera de que mi pena se marchase. Pero no lo hizo. Como consecuencia, probé solo un poco de alimento y Rosa me regañó. Suspiré y fui directa a mi habitación, farfullando algo por lo bajo y malhumorada. Si reculo en el tiempo, me pongo de los nervios. De solo pensar que esa diabla sabía mi secreto… ¡No lo soportaba! ¿Tendría conocimiento de eso Daniel? Lo más probable era que sí. Y si es así, lo más probable era que el muy bobo tampoco le daría la patada porque nos tenía… ¿cómo lo había dicho Pablo? ¡Ah, si! Nos tenía cogidos por los huevos. Si, una explicación muy conveniente. En cualquier caso, ¡¿qué mierda iba a hacer ahora?! ¿Quedarme calladita y esperar a que los dos se casaran? ¿Por mi maldita culpa? Ni hablar. Debía llevar a cabo un plan, un plan maravilloso que nos dejara libres del mal de Elisa. Y para eso necesitaría la ayuda de Pablo y Alex. Este último me sugirió que tenía algo planeado e iba a averiguarlo costara lo que costara. Aunque Daniel se enfadara conmigo por ver a su primo. Mas ahora lo dudo pues ayer discutimos fuerte. Creo que fue la primera vez que lo vi tan dolido y arrepentido de algo. En cambio, yo estaba muerta de miedo y de nervios. ¿Cómo iba a arreglar las cosas si el principal demonio —Daniel—, no me entendía? Es como para aporrearle hasta dejarlo inconsciente.

Bien, ya en mi habitación, sopesé lo que haría a continuación. Primero debía llamar a Ariadna y quedar con ella mañana para hablar largo y tendido. Cuanta más información tuviera, mejor para descubrir a Elisa. Y cuantos más aliados juntase, mejor resultaría. Suponiendo, claro está, que ella se aliara conmigo y Pablo…

Entonces una idea surcó por mi mente tan rápida que me sorprendió. Todo esto de Elisa podría unir a Ariadna y Pablo. ¡Claro! Si me ayudan, estarán más tiempo juntos y surgirá lo que tenga que ocurrir. Qué bien que se me haya ocurrido. Ahora a esperar a ver si ella acepta la oferta…

Cogí el móvil y busqué ARIADNA, cuando la localicé, marqué su nombre y oí los pitidos característicos. Al tercer toque, descolgó.

   —¿Miriam? —su voz se oía rara.

   —Hola Ariadna, ¿te pillo ocupada? —se oyó un ruido de papeles.

   —Ahora estoy estudiando para el papel de protagonista, ¿es muy importante lo que me tienes que contar? —suspiré.

   —Solo me llevará unos minutos. ¿Te parece quedar mañana por la mañana para desayunar? A la hora que tu me digas y donde quieras. —pareció pensarlo.

   —Claro, está bien. ¿A las nueve te parece bien? En la cafetería donde estuvimos ayer. —pensé que sería buena idea. Daniel no iba a ir a la empresa mañana, así que no habría problemas.

   —Perfecto. Gracias. Allí nos vemos.

   —Hasta mañana.

 

Me colgó y sonreí. Menos mal que ha podido, creía que no iba a aceptar. Es muy importante que hablemos sobre Elisa… Necesito apoyo.

*~*~*~*~*

A las seis comencé a arreglarme para estar lista e ir a ver a mi amiga Sandra. A la cual le dije de quedar para contarle todo lo de Juan. Pero cambié de opinión, se lo diría todo. Hasta lo de Elisa y Daniel. El motivo por el cual vivo con Lidia… TODO. Merecía saberlo porque era mi amiga y porque me podría ayudar. Aunque arriesgaba nuestra amistad pues, ¿con qué ojos me vería ahora?

La llamé media hora antes para verificar el encuentro…

   —Hola Sandra.

   —Hola Miriam. ¿Qué pasa, no puedes quedar? —oigo voces a través del móvil y me pregunto si tendrá a alguien a su lado. Quizá sea su novio…

   —Si que puedo, solo era para confirmar el sitio. ¿En la cafetería Miel?

   —Allí estaré, ¿en media hora?

   —Si. No es lejos, ¿verdad?

   —No, solo tardaré diez minutos andando. Sobreviviré. —entonces se me ocurre algo.

   —¿Quieres que te recoja en la limusina? Tengo esa petición desde hacía mucho. ¿Puedo, por favor? —la oí reír.

   —Si te hace ilusión… —salté de alegría.

   —¡Qué bien! Dentro de quince minutos te recojo.

   —Vale. Por cierto, Rubén vino ayer por la tarde y se quedará en mi casa. ¿Quieres que lo lleve también? —me tensé en seguida. Qué reacción más tonta. Vamos, contesta…

   —Pues… es que lo que te tengo que contar es… —oí ruidos y luego una voz masculina sustituyó a la de mi amiga.

   —¡Miriam! ¿Qué tal estás? Mira, estoy escuchando la conversación y no puedes negarte a verme, hace mucho que no te veo y querría…estar contigo también. —se trataba de Rubén. Él se rió un poco y luego paró para oír mi contestación. ¿Qué rayos le decía ahora? No podía negarme, después de todo, era el primo de mi amiga y… ¡qué demonios! Era mi amor platónico desde pequeña. ¿Por qué no podía verlo? Ah, si, porque no podré contarle nada a Sandra si él está delante… ¡¡Jo!!

   —Rubén. Hola. Pues, de acuerdo, vente también. ¿Pero no te vas a aburrir con nosotras? Somos adolescentes y tú un adulto… —bufó alto y oí a Sandra preguntar por lo que yo había dicho.

   —¿Tan viejo me veo para ti? —parecía un poco molesto. No le di importancia.

   —No hombre, ven si quieres. Dentro de quince minutos os recogeré. —suspiré resignada. Hoy no podría contarle nada a Sandra… ¡Qué fiasco! Iba a colgar pero enseguida lo coge Sandra y me habla:

   —Amiga del alma… —cuando empezaba por esa frase me daba miedo —… ¿puede venir también mi novio? —oigo que Rubén protesta detrás de la línea. Yo no sé como reaccionar. ¿Eso significaba que iban a estar acaramelados mientras que Rubén y yo…? ¡No, ni hablar!

   —¡No! ¿Pero en qué piensas amiga? —ella gimoteó.

   —Venga, es que ya se lo he dicho… No hace falta que lo recojas a él también. Vive cerca de la cafetería. Además, ¿qué más da que venga?

 

   —¡Pues que nos vais a dejar de lado a Rubén y a mí! —protesto. Ella ríe por lo bajo.

   —Uy, pues ni lo había pensado…

 

Me cuelga y me quedo mirando el móvil varios minutos antes de reaccionar. ¿¿Qué demonios?? ¡¡Mi paseo con Sandra se ha convertido en una cita doble!! Sé que ella quiere que Rubén y yo intimemos, ¡la conozco demasiado para darme cuenta! Jo, ¿qué hago ahora?

*~*~*~*~*

 

Quince minutos después estoy esperando en la puerta de Sandra que bajen. Me ha abierto el padre de mi amiga con cara de pocos amigos. Trato de ser lo más formal que puedo — aunque me conozcan de toda la vida— mientras me distraigo con el paisaje. Era casi de noche, y la gente se apuraba para ir a sus casas. Y yo, de un ánimo por los suelos, voy y salgo. ¿Qué cabeza tengo? Obviamente, cuando me enteré de que iba a traer a Rubén y a Rafa, se me quitaron todas las ganas de salir. Pero ya no podía hacer nada. Y lo que más coraje me daba era que me había arreglado más de lo usual porque sabía que iba a ver a Rubén. Mi corazón aun lo recuerda y, aunque no sea igual de intenso que con Daniel, todavía me martillea con fuerza cuando lo veo. Soy estúpidamente débil, lo sé. Pero es que la amistad que tuvimos los dos no puede olvidarse, y menos si él es tan cariñoso y atento conmigo…

Aun me acuerdo cuando Rubén fue a su primer partido oficial, ese día ninguno dormimos por su culpa, aunque me lo pasé bomba con Sandra y él. Hacía ya casi tres años de eso… Qué recuerdos.

Alguien me saca de mi ensoñación, era Sandra, quien me sonreía como una boba. La abracé y luego le di dos besos a Rubén sin siquiera mirarlo dos veces. Lo mejor es que mantenga las distancias…

   —Bueno, ¿subimos? —ofrecí.

La limusina estaba aparcada enfrente de la casa, el chófer nos abrió la puerta y primero entraron Sandra, seguida de Rubén y, por último, yo. Mira que no quería sentarme al lado de mi amigo, pero no podía hacer nada. Durante todo el trayecto —que no fueron más de cinco minutos —, noté que Rubén me miraba más de una vez. Yo no quería, pero también me fijé en él.

Llevaba unos vaqueros negros y unas converse azules marinas con los cordones blancos. Una cazadora y unos guantes azules, como las zapatillas. Además, traía una bufanda que le tapaba media cara. Su pelo desordenado pero bonito, de color dorado, y esos ojos azules claros siempre me habían vuelto loca. Si a eso le añadimos que es simpático, buena persona y un jugador de fútbol de primera división, obtenemos al chico ideal. De veras, había estado coladita por él desde que nos conocimos, y Sandra a menudo se burlaba por ello. Claro esta, siempre me vio como a una amiga… Y encima 5 años y cuatro meses menor que él… No hubiera tenido posibilidades con él nunca. Pero bueno, aquí estamos, en una limusina que no es mía junto con mis dos mejores amigos de la infancia… ¿Quién lo diría? Un mes atrás era pobre, y ahora… Dejé de pensar cuando llegamos al lugar de reunión y el chófer bajó para abrirnos la puerta.

Una vez estuvimos todos en el exterior, el frío golpeó mi rostro y me pegué más la bufanda. El chófer se fue y nos quedamos quietos, sin saber qué hacer.

   —¡Ah! Mira, allí está Rafa… —Sandra se fue corriendo a su lado y se abrazaron. Ahí empezaba… y no habíamos hecho más que venir. Rubén y yo nos reunimos con ellos y entramos mientras Sandra presentaba a ambos chicos, los cuales no se habían visto nunca.

   —¡Ah! Tú eres Rubén Castro. ¡El futbolista número diez del Manchester! —mi amiga y yo nos quedamos sin habla. Rubén se rascó la cabeza y sonrió tímidamente.

   —Si… y tu eres el novio de mi prima… —de repente le rodeó el cuello con su brazo y apretó un poco —. ¡No le hagas daño a mi prima o te las verás conmigo…!—se empezó a reír y pronto le secundamos. Rafa, sin embargo, parecía ido.

 Cogimos la mesa más alejada posible de la puerta y miramos los menús. Como suponía, Sandra se sentó junto con Rafa y yo al lado de Rubén, quien estaba actuando extraño. Aunque lo mirase de todas las formas posibles, me parecía que algo no andaba bien. Luego me acordé que recientemente había cortado con su novia y lo asocié a este hecho.

   —Bien, ¿qué vais a tomar? —preguntó una camarera saliendo de la nada. No había mirado aun el menú, pero sabía lo que pediría.

   —Un capuchino, por favor. —pedí. Rubén pidió un café con leche, mientras que Sandra eligió un pastel de chocolate y Rafa un chocolate caliente. Evité reírme cuando oí el pedido de Rafa, y creo que Rubén también pues nos miramos y nos llevamos una mano a la boca. Sandra nos miró con el ceño fruncido y paramos el juego.

Mientras esperábamos los pedidos, hablamos sobre cosas…

   —¿Qué tal por Reino Unido? —preguntó Rafa admirando al futbolista —¿Sabes?, soy un gran fan de tu juego. ¿Luego me podrías firmar un autógrafo? —Rubén le sonrió sin ganas.

   —Pues claro hombre. Y por ahí hace demasiado frío en esta época del año. Prefiero estar en España. Aunque también está haciendo frío por aquí. —objetó y yo me eché a reír disimuladamente. Él se giró para mirarme —. ¿Qué te hace tanta gracia?

   —Nada, es que solo pienso que siempre has sido demasiado friolero. —vuelvo a sonreír y él se sonroja.

   —Es verdad, ¿te acuerdas, Miriam? —intervino Sandra—. Una vez que fuimos a dormir a tu casa y era invierno, se tapó con un arsenal de mantas. Tu madre tuvo que vaciar el armario para satisfacer las necesidades de mi primo. —recordó Sandra y nos reímos los tres. Rafa andaba perdido y yo lo comprendí, por lo que cambié de tema a la vez que pensé en mi madre. La echaba de menos…

   —Bueno, ¿cómo te fue en el pueblo, Rafa? —inquirí mientras la camarera traía las bebidas.

   —Pues bien, allí no hay mucho que hacer. Solo vi a mi familia y ya. —respondió tomando el chocolate.

A continuación trajo el trozo de tarta de chocolate para Sandra y comenzó a comer como la glotona que era. Yo me reí en un par de ocasiones porque se había llenado los labios de chocolate y se sonrojó por ello.

   —Apuesto a que quieres probarlo, Miriam. —adivinó mi amiga pinchando un trozo del pastel —.Toma primo, dáselo a Miriam. —agrandé los ojos cuando Rubén cogió el tenedor y me lo llevó a la boca. La abrí automáticamente y la cerré después de que me lo diera. Entonces pensé: ¡¡Me ha dado de comer!! Y luego: ¡Oh, qué vergüenza! Mientras que Sandra y Rafa se reían de mí.

Miré a Rubén con el rostro encendido y él se limitó a sonreírme algo sonrojado. ¿Qué está pasando? Vale, recapitulemos, es Rubén de quien estamos hablando, él siempre ha sido así de amable conmigo. Esto no tiene porque significar nada…

Una imagen de Daniel se instaló en mi corazón y lo comparé con mi Rubén. ¡Maldita sea! ¿Es que no podía dejar de pensar en él? Me había hecho sufrir, era la peor persona que podía haber en la tierra y, aun así, seguía pensando en él. ¿Por qué?

   —Miriam, ¿estás bien? Te ves pálida. —susurró Rubén a mi lado. Miré a los otros dos y vi que conversaban ajenos a mi situación.

   —No es nada, solo pensaba en mis cosas. Por cierto, no te veo jugar. Lo siento, es que el futbol no me gusta. Ya lo sabes. Pero me han dicho que vas fenomenal en la liga de Inglaterra. —él asintió no muy conforme con mi explicación. Pegué un sorbo al capuchino.

   —Si, nos va bien por allí. Pero el mister ya no me pone en todos los partidos y me estoy preocupando. Voy a todos los entrenamientos y no falto a ninguna reunión, doy todo de mí en cada encuentro y, aun así… Creo que algo no le gusta de mí. —le cogí de la mano y nos mantuvimos así un rato.

   —Creo que eso se debe a que estás preocupado por otras cosas… Sé que romper no es fácil, pero debes superarlo. Mírame a mí, ahora mismo estoy pasando por una situación un tanto confusa y no me he derrumbado… —no delante de los demás, pero sí en silencio. Él me miró fijamente y buceé en sus ojos azules claros.

   —Gracias por tu apoyo, pero… Tengo una duda. ¿Tú tienes novio? —me sonrojo violentamente y bebo para despejarme —. Oh, ¿quién es? ¿Lo conozco? —dejo el vaso en la mesa de un golpe y todos se me quedan mirando. Me sonrojo aun más y murmuro:

   —No, no tengo novio como tal. Es una historia complicada. —digo inmediatamente. Él arquea una ceja.

   —Ya veo. Pero ese chico te esta haciendo daño, ¿verdad? —afirma de repente. Lo miro sin saber qué decir.

   —Chicos, ahora nos vamos a los recreativos, ¿venís? —Sandra me ha salvado.

   —Creo que mejor os vais vosotros. No me siento muy bien. —sonrío distraída y mi amiga hace pucheros.

   —¡No puedes marcharte ahora! Vamos a pasarlo bien, de veras. —asegura ella exaltada. Rubén pone las manos en la mesa y se levanta.

   —Prima, ¿no la has oído? No se encuentra bien. Mejor será que vayáis vosotros y lo paséis bien. Yo la acompaño a casa. —lo miro asombrada pero no digo nada. En realidad me apetecía estar más con él…

Al final mi amiga desistió y, cuando nos estábamos despidiendo, me susurró algo al oído:

   —Ve a por él y olvídate de ese actor que te hace sufrir. ¡Te doy permiso! —luego me da unas palmaditas en la espalda y se marcha junto con Rafa.

Esta Sandra… ¡Sabía que tenía doble intención!

*~*~*~*~*

Miro los escaparates a la vez que siento que Rubén está observándome demasiado. En cuanto se fue la parejita, yo aconsejé a mi amigo que nos marcháramos en la limusina, pero él declinó la oferta pues quería caminar a mi lado. Cosa que me sorprendió aunque no dije nada. Entonces, ahora mismo estamos caminando en silencio mientras la luz de las farolas acuna las aceras. Hace más frío que de costumbre, y me abrazo. De repente, noto un brazo rodearme los hombros y miro a Rubén un poco avergonzada.

   —Sabes que puedo escucharte, Miriam. Somos amigos y últimamente te he dejado de lado. Soy el peor amigo del mundo. —dejo que me rodee mejor y algo dentro de mí se caldea.

   —¡De eso nada! Has estado liado con tu equipo. Es normal que dejes incluso a la familia de lado. Y hablando de eso, siento que te separaras. Sandra me dijo que era una buena mujer. —él suspiró y miró a otro lado. Luego fijó su vista en mí y sonrió.

   —No tienes de que preocuparte. Estoy fenomenal. Ella está ahora haciendo sus cosas y pues, yo no encajo en su vida. —se encoge de hombros y me acerca más a él.

Miro mi reloj y sonrío. Son solo las ocho y media. ¿Qué podríamos hacer ahora? Él quiere llevarme a mi casa, pero no deseo separarme de él… No, mejor dicho, no quiero ver a Daniel. De solo pensar en la mirada que me echaría tiemblo.

   —Con respecto a lo de antes… —volví a mirarle —. ¿Te gusta ese hombre? —paré en seco por la impresión. Decirle a mi amigo, de quien estuve enamorada, que quiero a otro… ¿Es algo irónico, verdad? —¿Miriam? ¿Estás bien? —asiento y vuelvo a caminar.

   —Je, je. ¿Por qué no hablamos de otra cosa? —desvío el tema y él me sonríe siniestramente. Me tira de los mofletes y su rostro se acerca a mí peligrosamente.

   —Te he pillado, Miriam de la Fuente. ¡Me ocultas algo y eso no se le hace a un amigo! —espetó medio en broma medio en serio. Cuando deja mis mejillas, me llevo las manos allí y le hago un puchero.

   —¿Por qué haces eso? Ha dolido. —me quejo y él empieza a reír.

Veo que la gente nos mira demasiado y comienzo a acelerar el paso.

   —¡Espérame!

Andamos otro poco en silencio. De repente la atmósfera se ha relajado y me siento mejor. Miro a Rubén quien, para mi sorpresa, está serio. Entonces se me ocurre abrazarle por la espalda.

   —¿Qué te pasa vejete? —pregunto entre risas. Él se queda quieto y no contesta. Lo suelto y le miro de frente —. ¿Ocurre algo malo? —se lleva la mano a la cara —.¿Rubén?

De improviso, me da la mano, tira de mí y caminamos por un largo período de tiempo hasta que llegamos a un parque. No hay nadie en él. ¿Qué le ocurre? Mi mano es pequeñita en comparación con la suya, masculina. Me sonrojo un poco al mismo tiempo que paramos. Nos hemos detenido frente a unos columpios rojos y amarillos. Me mira fijamente y no sé que irá a decir, así que tenso los dientes a la espera. Todavía me sujeta la mano.

   —No sé como decirlo, pero desde que Sandra me contó… una cosa, no paro de darle vueltas al asunto. —hace una pausa para respirar hondo y yo le sonrío sin saber qué decir —. ¿Me podrías ayudar? —asiento.

   —Por supuesto. Cuenta conmigo. —él se pone todo serio y se cruza de brazos, dejando por fin mi mano libre.

   —Bien, pues resulta que mi prima me contó que yo le gustaba a una persona. Y yo había estado tan ciego que no me di cuenta. Es por eso que, ahora, estoy hecho un lío porque creo que esa persona me esta empezando a gustar. —ha esquivado mi mirada durante la última frase y eso no me gusta un pelo.

   —La solución es sencilla. Pasa tiempo con ella y averigua si le gusta alguien más. Si no es así, pues conquístala. —me encojo de hombros y le sonrío más aun.

   —Ya, pero ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos. Va a ser difícil. Y si ella está enamorada de otro hombre, no sé que podría hacer. —esta vez fui yo la que le rodeó los hombros.

   —Primero debes estar seguro de que ella no quiera a nadie. No te tortures todavía. Y si, por un casual, ella estuviera enamorada de otro, pues simplemente sé encantador con ella. A lo mejor hay suerte… —susurré mirando la luna ocultada parcialmente por las nubes.

Pronto sentí que me abrazaba y le correspondí. Mi corazón latió un poco más rápido y maldije interiormente. ¡Miriam, ya basta! Quiero a Daniel todavía, no puedo… mi corazón no resistirá si entra otro chico en mi vida. Será mejor mantener las distancias con Rubén. Pero… mirándolo de otro modo, Daniel esta con Elisa, y si cree en ella antes que en mí no tiene derecho a decirme nada después… ¿Verdad? ¿Por qué no puedo ser mala por una vez?

Tengo delante de mí a mi amor platónico y no aprovecho este instante de debilidad para hacer algo de lo cual me arrepentiría después. ¡Soy demasiado buena!

Nos separamos un poco y escucho que me huele el cabello. Me sonrojo demasiado y miro hacia otro lado para que no se de cuenta. ¿Por qué mi corazón va más rápido ahora? Dios, ¿qué me pasa? Entonces, me coge de la barbilla y me obliga a mirarle a esos ojos color agua que me hipnotizaron desde pequeña. Una parte de mi mente me dice: ¡Bésale! Y otra: ¡Estate quieta! Ya te ha dicho que le gusta alguien más, déjale.

La segunda parte gana, para variar…

Me alejo un poco de él, apagando la magia que nos había envuelto y él carraspea. Me siento tan incómoda que no sé lo que decir, así que opto por caminar por el parque.

Siento que me sigue, aunque no digo nada. Solo miro la hierva que protege el suelo, las dos farolas que iluminan el lugar, los columpios algo estropeados por gamberros y los tres o cuatro bancos que dan al parque un descanso para las madres que ven jugar a sus niños. El viento se hace más frío y tirito. Entonces, una prenda cae delicadamente sobre mis hombros y miro hacia atrás para comprobar que Rubén me ha echado su abrigo encima, a pesar de que él era muy friolero. Lo miré preocupada pero feliz, ¡seguía siendo un sol! Me la quité para devolvérsela sin una sola palabra pero me detuvo posando su mano grande y cálida sobre la mía pequeña y fría. Sentí que mi corazón latía más rápido y tragué saliva.

   —Quédatelo tú, tienes más frío que yo. —me sonrió amigablemente y yo le devolví la sonrisa. Me puse su abrigo, encima del mío, y nos quedamos en silencio un buen rato, admirando el cielo nublado. De repente, pensé en la posibilidad de estar con otro hombre para olvidar al idiota de Daniel, pero eso sería cruel porque, seamos sinceros, todavía no lo había olvidado. Aunque lo intentara muchísimo, sabía que él todavía estaba anclado a mi corazón como el científico a la ciencia. No sé si sea una buena comparación, pero espero que podáis entenderlo.

Ahora, al lado de mi mejor amigo, pensando en esto, tengo en mente la posibilidad de quedar con chicos para que se me olvide Daniel. Esto daría resultado sino fuese porque sabía a ciencia cierta que no me valdría tal cosa. Y eso que soy inexperta en estos temas.

Suspiro tratando de quitarme esta negatividad de la cabeza cuando siento los ojos de mi amigo en mí. Me volteo para mirarle y él me mira serio. ¿Qué le pasa? Ya sé que debe de pasarlo realmente mal porque se siente confuso, además, yo lo comprendo pues una vez llegué a sentirme de la misma manera. Su voz masculina irrumpió el cálido silencio.

   —Miriam, mañana a primera hora me voy a Rusia. Tengo un partido importante el lunes, pero el martes estaré de vuelta y no me llamarán de nuevo hasta el domingo que viene. —lo miré sonriente. Sabía que Rubén era muy importante para su equipo pues, no a todos se les convocaban para la Champion—. Si quieres, podemos quedar el miércoles. Dar una vuelta y eso, como en los viejos tiempos. —le pegué en la frente suavemente y él me miró asombrado.

   —Claro que quiero. Estaré esperándolo con alegría. Hacía tanto tiempo que no estaba contigo así, que me entristece. Por eso, espero verte más a menudo. —él deja esa seriedad que no le pega nada y me abraza efusivamente, alzándome del suelo y dando vueltas por el aire. ¿¿Qué mosca le ha picado??

   —Genial. —me dejó en el suelo y se lo agradecí —. Bien. Pues, ¿quieres que cenemos en algún sitio? —sugirió de repente y lo miré incrédula.

   —Vale. ¡Pero déjame elegir el sitio por favor! Esta vez comeré algo que quise desde hacía mucho.

*~*~*~*~*

 

Después de llamar a Lidia y decirle que no me esperaran para cenar, nos dirigimos a la hamburguesería Sol, que era uno de los mejores locales de comida basura de toda la ciudad. Es por eso que mi padre y yo solíamos ir a este lugar. Las mejores hamburguesas y los mejores York y queso los encontrarías aquí. Y me acuerdo que me zampaba estos últimos como si fueran patatas fritas. Cuando Rubén supo hacia donde íbamos, empezó a sonreír y recordar viejos tiempos.

Sandra y yo, junto con Rubén, íbamos a Sol muy a menudo. Y allí compartimos momentos idílicos, tantos hermosos recuerdos que los tenía grabados en mi mente.

Entramos y nos sentamos en la mesa que habitualmente ocupábamos, pronto Rubén comenzó a recordar cosas y yo miraba el menú en busca de lo que tanto me apetecía. Sabía lo que quería, pero deseaba ver que todavía lo servían.

Una súper hamburguesa con pepinillos, tomate, queso, lechuga, tortilla y, por supuesto, la carne. ¡Era simplemente perfecto! —Y si, sé que soy una glotona, pero es que esta hamburguesa era lo más—.

Rubén pidió un York y queso extra grande y luego hablamos…

En mitad de la cena, Rubén dijo algo que me hizo pensar muchísimo después…

   —Miriam, ¿saldrías con alguien a pesar de querer a otro? —la pregunta me pilló de sorpresa, por lo que me atraganté con el trozo de hamburguesa que estaba ingiriendo y casi muero allí mismo. Mi amigo pronto me ayudó dándome pequeños golpes en la espalda. Cuando me recuperé, bebí un buen trago de mi cola y respiré hondo.

   —¿A qué viene esa pregunta? —se encogió de hombros. Le miré unos segundos y medité la respuesta. —. No estoy segura, pero… lo más probable es que terminara hiriendo al que no amo. Es por eso que preferiría estar soltera, para no causar más daño del que quiero. —explico limpiándome una mancha de la boca. Es asombroso que él me preguntara aquello porque era lo que antes estaba pensando… ¿Podría leer las mentes?

   —Ya veo.

Rubén se quedó pensativo durante toda la cena. Es por eso que cambié de tema al acabar de pagar la cuenta.

   —Bueno. ¿Te siguen gustando los gofres con chocolate? —pregunté saliendo del local.

   —Por supuesto. ¿Quieres unos? —asentí mientras noté que el tráfico de personas había disminuido considerablemente. Ya eran las nueve y media de la noche, aunque conocía el lugar perfecto para tomar esos gofres deliciosos. Una tiendecita ambulante nos esperaba a menos de quince metros y a por ella íbamos.

Nos pedimos dos porciones y, mientras esperábamos a que salieran, Rubén volvió a la carga.

   —Perdón si soy molesto, pero es que me preocupas, Miriam. —lo miro desenfadada.

   —¿Qué pasa? —hay un montón de cosas que pasan, pero no quiero recordarlo. Rubén se rasca la cabeza.

   —Bueno, verás. Estoy completamente seguro de que amas a otro hombre. Lo leo en tu cara. —me pongo rojísima, suerte que mi sonrojo podía interpretarse por el frío —.Y, me preguntaba si… ¿ese hombre se ha pasado de la raya contigo? Porque creo que no tienes buen aspecto. —se encogió de hombros y yo fruncí el ceño.

   —Es solo por el agotamiento. Verás, voy a clase de canto y al instituto. Eso quita mucha energía. —dije como si nada. Él me mira seriamente y trago saliva. Sabía que con él no funcionaría.

   —No cuela, Miriam de la Fuente. —asegura revolviéndome el pelo. ¡Otro con mi peinado! ¿Qué les pasa a los chicos?

   —Rubén… es complicado. De verdad. Ya te lo he dicho antes. —suspiro —. Pero como sé que no me vas a dejar en paz hasta que te lo cuente pues… Solo te diré que no es el mejor chico que podría haber conseguido. Pero es que... lo amo. O bueno, lo amaba. Ahora lo odio… Pero ya me entiendes, ahora mismo estoy intentando olvidarle, sin éxito… —hice una pausa porque los gofres ya estaban listos. Los cogimos y nos sentamos en un banco cercano. Aunque el frío se notara, yo estaba a gusto con el gofre en mis manos. Solo nos había dado una servilleta y un tenedor de plástico. Pero eso era lo de menos. Iba a probar el primer bocado cuando Rubén me quita el tenedor y se lo lleva a la boca.

   —Sigue hablando. —y veo como mastica lo que me ha robado.

   —¡Oye! —espeto quitándole el tenedor de la boca. Él me sonríe con la boca llena de chocolate y no soy capaz de regañarlo. Me río con él un buen rato. Cuando acabé con el ataque de risa, hice lo mismo que él. Cogí su tenedor y partí un trozo, luego me lo llevé a la boca y saboreé su gofre de fresas —. ¡Mmm! Qué bueno. ¡Te lo cambio! —llevó su gofre lejos de mi persona y se acercó a mi rostro, manchado de chocolate.

   —Ni-ha-blar —le miré enfadada pero pronto ese sentimiento se convirtió en otra cosa que no llegué a identificar. Sus ojos me recorrieron la cara y se detuvieron en mis labios —Tienes fresa en los labios. —me sonrojé y quise limpiarme con la servilleta, pero en lugar de eso, la lengua de Rubén lamió la comisura de mi labio con tanta sensualidad que iba a sangrar por la nariz de un momento a otro.

Me quedé de piedra, es decir, no supe como reaccionar. Su lengua había… había lamido mi… casi llegó a mis labios. ¡¡Cortocircuito!! Vale, estaría más o menos como el color del tomate más intenso que jamás hayáis visto, os lo aseguro. Me alejé cuando me di cuenta de que todavía estábamos muy cerca y me reí sin poder evitarlo.

   —¿Por qué has hecho eso? ¡Tonto! —me limpié mejor mientras sentía la mirada azul de Rubén. ¿Qué está pasando aquí? Soy demasiado lenta como para entender lo que le ocurre a Rubén.

   —Quise probarte… —lo miré con los ojos híper abiertos mientras él seguía comiendo tranquilamente su gofre —.Quiero decir, quería probar la fresa. —me sonrió de medio lado y comencé a idealizar los hechos.

Después de eso, comimos en silencio hasta que la voz de Rubén cayó sobre mí como una cascada de agua hirviendo.

   —¿Sabes? Olvida a ese hombre que te ha hecho sufrir. De verdad te lo pido. —su tono bajó hasta casi susurrar y le miré todavía perpleja por lo de antes. Y ahora…

   —Rubén, no es por nada pero… Entre lo de antes y lo que tratas de decirme, cualquiera pensaría que te has enamorado de mí. —me reí un poco pero, al ver que él no lo hacía y que miraba a otro lado, avergonzado, se me cayó el tenedor al suelo y mi corazón comenzó a latir desenfrenadamente —. ¡Oh!

   —¿Quieres volver a casa ya? Será mejor, ¿verdad? Además, tengo que dormir… mañana debo levantarme temprano y… —se levantó y lo seguí.

Caminamos un buen rato hasta detenernos en algún lugar. No me importaba donde estuviera, mi mente repetía una y otra vez esa imagen que Rubén me había mostrado. Avergonzado y silencioso, como dándome la razón. ¿Me quería? ¿Era eso posible? ¿Ahora, en este punto de mi vida? ¿Por qué el destino era tan cruel?

Pronto, oí truenos y me abracé para protegerme. Cosa inútil pues sabía que no me alcanzaría un rayo. Mi cabeza estaba tan embotada que pensé que alguien podría estar hablándome en este momento y no me enteraría. Estaba a millones de años luz de la tierra y no me importaba. Ahora lo que más quería era que un platillo volante cruzara delante de mí y me raptara… Sinceramente, lo prefería a ver a un Rubén alto, guapo y triste mirarme…

Sentí sus manos en mis hombros, pero no reaccioné. Sentí su cara cerca de mí, pero no reaccioné, sentí sus labios en mis labios, pero no reaccioné.

Me besaba, y no reaccionaba…

La lluvia comenzaba a mojarnos, pero no me importaba, las personas nos miraban, pero no me importaba. ¡El mundo giraba y no me importaba! Daniel me miraba, y no me importaba…. Daniel… Daniel esta delante nuestra, admirando mi primer beso con Rubén y no me importaba… Porque… esto era una alucinación, ¿verdad? Yo estaba soñando y… La imagen del rostro de Daniel me amenazaba, como insultándome. Estaba decepcionado de mí porque me morreaba con otro. ¿Le estaba engañando? No pues no salíamos, ¿verdad?

Comencé a llorar y Rubén se separó de mí, me miró preocupado y con un rubor adorable en sus mejillas. Y yo… yo lloraba porque no sabía lo que hacer. ¡Hasta cuando estaba con otro hombre, recordaba a Daniel!

   —Miriam, lo siento. Pero creo que me estoy enamorando de ti. No sé cuando ocurrió, desde que te vi en casa de mi prima… Has crecido tanto… —hizo una pausa y me secó las lágrimas que se derramaban sin control sobre mi rostro. Lo estaba oyendo, pero no asociaba este hecho conmigo. Es como si estuviera viendo a otra persona… —Miriam, también sé que quieres a otro hombre, pero haré lo que sea para que lo olvides. Te lo prometo. Te quiero. —me abrazó fuertemente y yo le correspondí.

Apoyé mi cara en su pecho y sollocé como una tonta. Debía de ofrecer un espectáculo deplorable, pero, ¿a quién le importa? Tengo la cabeza partida en dos, mi mente evoca al estúpido de Daniel una y otra vez mientras que mi cuerpo abraza a este hombre que es adorable y… fue mi amor platónico.

Fue…

¿Podría un clavo sacar a otro clavo? ¿Podría existir algo entre nosotros dos? ¿Podría olvidar a Daniel si hacía esto?

Mientras estaba en los brazos de Rubén, pensé que estaría a salvo… creyéndome a salvo… con él.

Continuará…

Autora: ¡Hola lectores! ¿Qué tal os va? Como dije, hoy domingo tenéis capítulo nuevo. ^^ Espero que os haya gustado :) Por cierto, he hecho un test relacionado con esta historia. Se trata de realizarlo para saber a qué personaje te pareces más... No es profesional, pero por lo menos os entretendrá xD

Os dejo el link: ladygual.blogspot.com.es (es mi blog)

Sin más, me despido. ¡Un besazo y nos leemos la semana que viene! =3

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