Begonia © ✔️ (TG #2)

ZelaBrambille

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Confió en sus promesas, pero lo único que le quedó a Margaret cuando él la abandonó, después de hacer el amor... Еще

Begonia ©
Personajes
Introducción
Prefacio | Frío como la nieve.
Capítulo 01 | Agonía
Capítulo 02 | Amargo
Capítulo 03 | Sed insaciable
Capítulo 04 | Dolorosa ausencia
Capítulo 05 | Odio arrebatador
Capítulo 06 | Arrepentimiento
Capítulo 07 | Cercana lejanía
Capítulo 08 | Insistencia
Capítulo 09 | Doble determinación
Capítulo 10 | Heridas tentadoras
Capítulo 11 | Medias confesiones
Capítulo 12 | Segundas oportunidades
Capítulo 13 | Sonrisas
Capítulo 15 | Cielo claro
Nota importante
Capítulo 16 | Tormenta salada
Capítulo 17 | Recuerdos
Capítulo 18 | Entre oscuridad
Capítulo 19 | Nublado
Capítulo 20 | Aguacero
Capítulo 21 | Paraíso momentáneo
Capítulo 22 | Cristal
Capítulo 23 | Serpiente
Capítulo 24 | Fragmentos y abrazos
Capítulo 25 | Esperanza
Capítulo 26 | Descubrimiento
Capítulo 27 | Hasta pronto
Capítulo 28 | Espacios
Capítulo 29 | Eco de mentiras
Capítulo 30 | Delineando
Capítulo 31 | Rayo de sol
Capítulo 32 | Filo helado
Capítulo 33 | Pescar disculpas
Capítulo 34 | Admirando estrellas
Epílogo | Ardiente como el sol
Extra 01 | La canción de la libreta naranja
Extra 02 | MuN and THEBoss
Espacio para fan arts
MIS OTRAS HISTORIAS

Capítulo 14 | Metamorfosis

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ZelaBrambille

Canción: Love me harder - Andie Case

-*-

CAPÍTULO CATORCE

Metamorfosis


Me quedo estancada en el suelo al contemplar el inmenso lugar, la construcción es curiosa y graciosa, con puntas hechas de vidrio en el techo y pintada con rayas horizontales rojizas y blanquecinas. Caminamos por un sendero delimitado por árboles, aún así, alcanzo a vislumbrar la gigantesca clase de río debajo de unas escaleras en forma de pirámide. Y una fuente de la que salen siete chorros de agua a presión.

La gente se pone en el borde de la orilla de cemento, observando a las lanchas ir y venir. Los niños saltan, queriendo entrar lo antes posible. El letrero lo vi desde algunos metros antes de llegar y casi se me cae la mandíbula. Además, las letras doradas relampaguean, dejando muy claro dónde nos encontramos. Tennesse Aquarium. ¿En serio? Lo miro con reproche, pero él solo esboza una gran sonrisa que termina por convencerme.

Me jala de la mano para obligarme a seguirlo, no tengo otra opción.

Son dos edificios, un muchacho reúne a un grupo de personas para guiarlos al interior. Primero entramos al River Journey, que se encuentra en la parte más alta, así que tenemos que subir gracias a unas escaleras eléctricas. James me abraza por la cintura y no me suelta. A penas ponemos un pie adentro, me quedo sorprendida, tanto que mi boca se abre.

Es como si estuviéramos en un bosque antiguo, grueso y húmedo. Puedo escuchar los cantos de las aves que vuelan en las alturas o se mantienen reposando en los troncos. A lo lejos distingo el sonido del agua al correr. Pajarillos con crestas de colores llamativos, nutrias y algún que otro sapo saltando en la tierra.

Conforme bajamos, el ambiente se va haciendo más y más pantanoso. Los reptiles y caimanes salen a tomar el sol sobre las rocas; casi como si quisieran gritarnos «disfruten de la vista».

James señala hacia alguna parte para mostrarme a la famosa hellbender, una salamandra gigante que lo único que logra es que arrugue la nariz con asco. El pelirrojo suelta una risotada y me da un beso en la mejilla antes de continuar con la caminata.

El tiempo comienza a transcurrir sin que nos enteremos, poner atención a todos los ecosistemas absorbe hasta que quedas completamente enfrascada.

Al medio día, nos internamos en una habitación con las paredes coloreadas de azul intenso. Ristras de peceras a los costados de un pasillo nos dan la bienvenida. Los caballitos de mar nadan y se mueven con su manera característica. Me quedo embelesada al descubrir las diferentes estrellas de mar y los dragones acuáticos con Jamie pegado a mi espalda, moviendo su dedo frente a la pecera iluminada para que vea a un pequeñuelo de color anaranjado.

Después de acabar con esa sala, James propone que vayamos a comer al restaurante, así que acepto porque estoy muriéndome de hambre. La comida la hacemos lo más rápido posible. Cuando acabo, me pongo de pie para ir a tirar la basura al bote, él hace lo mismo.

Salimos al exterior para dirigirnos al otro edificio, pero él me detiene y me arrastra a sus brazos con esa sonrisita de lado que me pone mal.

—¿A dónde crees que vas? —pregunta en un susurro—. No te traje aquí para que me olvides por unos feos y resbalosos peces.

—Pero los peces son lindos. —Hago un puchero y él frunce sus labios con diversión.

—Pero los peces no te aman como te amo yo —murmura y me da un tierno beso que me deja deseando más.

El edificio Ocean Journey empieza a mostrar a los habitantes del océano, es como si estuviéramos dentro de una cueva. Las piedras crean un túnel donde hay peceras de techo a piso y contienen a cientos de pescadillos de una amplia gama de colores, formas y tamaños.

El guía nos nombra algunos y habla sobre la alimentación y los cuidados que necesitan, pero yo intento diferenciar unos de otros. Más adelante, somos capaces de acariciar mantarrayas en una especie de costa diseñada especialmente para ellas. Estoy tan concentrada sintiendo la piel del animal, que no me doy cuenta de nada más.

—No te muevas, cariño —pide James con tono suave y misterioso a lo que yo me tenso. Siento que se acerca por detrás, yo empiezo a transpirar con miedo—. Mira esta preciosura.

Me doy la vuelta con premura y sacudo mi brazo para secar mi mano. Mi vista se traba en una mariposa verde vibrante que se mantiene en el dedo índice del pelirrojo. Parece una hoja.

El guía se nos acerca y le pide al resto del grupo que le presten atención al animalillo con círculos negros en las alas, cuatro para ser exactos.

—Esta es la mariposa luna —dice y mi boca se abre formando una gran «o». No es que no le creyera a James, es que ese insecto se puso encima de mí casi como si supiera mi apodo—. Es raro que esté a estas horas del día porque es una especie nocturna del Neoártico.

Luego comienza a hablar sobre la reproducción, el hábitat y el tiempo de vida; pero yo me entretengo mirándola mover las alas sin volar, aferrada al dedo de James. Segundos después, se eleva y se va volando hacia alguna parte, perdiéndose en la maleza.

Nos quedamos un poco más en esa área, pero en cuando veo a las medusas inflarse y desinflarse en la próxima parada, yo soy la que arrastra a James como una niña pequeña emocionada. No hay luz, todo es oscuro, lo único que nos ilumina es el agua, haciendo que el interior se pinte de azul. Los globitos se mueven y nadan como si estuvieran en cámara lenta.

—¡Mira eso! —exclamo eufórica al mirar a una ballena enorme y a un tiburón por encima de mi cuerpo. James me abraza fuerte y refugia su nariz en mi cabello, yo apoyo mi cabeza en su hombro y observo embelesada el espectáculo de los animales gigantes.

Y así pasamos el tiempo, disfrutando juntos del agua salada y el agua dulce. Yo soy salada, él es dulce.

Al final del recorrido, nos enseñan la dirección a la tienda de recuerdos, nos compramos unas camisetas con el logotipo del acuario y nos las colocamos arriba de nuestra ropa. Nos encaminamos a la salida tomados de la mano justo antes del atardecer.

Caminamos un poco y nos dejamos caer en las escaleras que había visto cuando llegamos en la mañana. El río abajo y frente a nosotros. Soy capaz de ver el atardecer, segundo a segundo. El cielo se pinta de color negro y las estrellas comienzan a brillar. Se supone que debemos ir a ver uno de los documentales que el acuario pasa cada noche en su sala de cine, pero preferimos la paz del exterior y nuestra compañía.

—Deberíamos dejar que nuestro adolescente interno fluya y hacer el amor en el río —suelta y me abraza fuerte. Mi cabeza se echa hacia atrás por una carcajada estruendosa.

—¿Ahora eres exhibicionista? —pregunto con sorna.

—No, pero sería romántico. —Bufo, él abre los ojos, sorprendido de que no concuerde con su opinión—. Es romántico, la luz de la luna, el agua escondiendo nuestros cuerpos, un fondo estrellado y el sonido de la noche ahogando nuestros suspiros.

—Eres tan cursi —digo con una sonrisa. Él aguijonea mi estómago provocándome una risa ahogada que logro controlar cuando me lleva a su regazo. Me pierdo en sus ojos chocolate y acaricio su mejilla, sintiendo ese rastro de barba que me parece lo más sensual del mundo—. Siempre me gustó eso de ti, ¿sabes? Eras tan tierno, siempre decías cosas como esa sin necesidad de pensarlas y me sacabas el aire, me respetabas aunque no quisiera que te comportaras como un caballero...

—¿Qué? —cuestiona, interrumpiendo mi discurso. Su frente se arruga—. ¿No querías que me comportara como un caballero?

—Claro que sí, pero muchas veces creí que no te gustaba lo suficiente porque siempre te detenías, nunca hacíamos el amor y yo quería que lo hiciéramos —confieso con las mejillas encendidas.

—No llegaba hasta el final porque sabía lo que pasaría y no quería lastimarte; pero no pude aguantar y te lastimé. —Sus palabras me asombran porque por mucho tiempo me la pasé torturándome. Yo pensaba que James se detenía porque no le gustaba de ese modo aunque él aseguraba que me deseaba cada vez que intentaba doblegar su decisión.

Nos quedamos silenciosos después de eso, vemos a la gente marchar de a poco, aunque algunos permanecen en el sitio. No obstante, luce como un parque desolado.

Terminamos parándonos para regresar, sacudo mis piernas y estoy a punto de darme la vuelta para subir los escalones cuando una fuerza me lo impide. Pronto estoy volando por los aires, lanzando un grito de asombro. Me asusto, pero luego resoplo con enojo cuando me doy cuenta de que lo ha hecho de nuevo. ¡Sabe cuánto lo odio! No me gusta parecer un costal.

—¡James, bájame ahora! —grito y pataleo. No puedo creer que me esté cargando sobre su hombro como si pesara nada y fuéramos dos chiquillos. Él empieza a bajar los escalones conmigo y yo siento que reboto, tengo que agarrarme de sus caderas para no sentirme como un títere—. ¡¿Qué mierdas estás haciendo?!

—Querías que fuera salvaje, nena —dice y ríe.

—¿Nena? No me digas nena, te escuchas como un pervertido de libros eróticos —suplico.

—¿Has leído libros eróticos sin mí? —Casi me ahogo con mi propia saliva, no contesto, así que sus carcajadas llenan al vacío silencio.

Minutos después, miro hacia abajo y me doy cuenta de que sigue caminando, solo que hemos dejado atrás al graderío. Me alarmo cuando me doy cuenta de a dónde se dirige. Mi corazón palpita de prisa, pero me digo que solo son ideas mías.

Sin embargo, James se arrodilla en la orilla y, pese a mis quejas y mis ruegos, se introduce en el agua de un saltito. Salgo a la superficie, buscando aire. El agua me llega a la barbilla y tengo que ponerme de puntitas para alcanzar el fondo.

—¡¿Qué te sucede?! ¡¿Estás loco?! —vocifero tallando mis ojos, cuando los abro no veo nada más que agua y los arbustos del camino. Me alarmo porque el pelirrojo no está a mi alrededor—. ¿James?

Pero nadie contesta, solo el ruido de las aves nocturnas y los grillos. Muevo las manos dentro del agua para ver si lo siento, para buscarlo; pero no encuentro nada. Un nudo se instala en mi garganta, no obstante, suelto un grito de terror al vislumbrar a la presencia empapada que sale y me arrastra.

—¡Me asustaste! —exclamo, intentando controlar el ritmo de mi respiración. Él solo se queda ahí con el rostro serio.

Su mano se envuelve en mi cintura, nuestros cuerpos se unen. Me ahogo un jadeo cuando sus manos acunan mi trasero y me adhieren a su cadera. Se me salen los suspiros al sentirlo esperándome. Mis piernas rodean su cuerpo, haciendo que encajemos un poco más y un escalofrío delicioso me recorra.

El nivel del agua me llega al pecho debido a la altura por estar aferrada a él. Se relame los labios y yo tiemblo, esperando que consuma mi boca con la suya; pero no lo hace. En cambio, sus labios van directo a mi cuello y su lengua lo recorre, quitando las gotas perdidas de agua; y sí, me vuelve loca.

Aprieto sus hombros y me sacudo, pero él solo gruñe y yo me desespero porque solo logra erizarme más con cada segundo. ¿En qué mundo James gruñía de esa forma tan varonil? No lo sé, me fascina que lo haga.

—Puede venir la policía —susurro a lo que él afirma con un sonido nasal y respira en mi oído—, nos pueden llevar detenidos y dejarnos en la cárcel por hacer esto en el río Tennessee.

—Entonces nos correrán porque te haré también el amor en la cárcel —dice y me dejo ir.

Me derrito por completo, cierro los ojos y lo ayudo a que invada todos mis sentidos y él me ayuda a que invada los suyos. Es inconsciente e inmoral, podría haber niños cerca, pero me importa una mierda a estas alturas.

No me doy cuenta de cómo ni cuándo ni dónde, solo siento esa manera que tiene de hacerme explotar en miles de átomos, con entradas y salidas lentas, con palabras susurradas y mordisqueos excitantes.

Como fuego artificial me incendia, me hace olvidar el hielo en el que una vez estuve congelada.

—Te amo, Jamie —murmuro y él toma mi boca con desenfreno como si quisiera reclamar mis palabras para conservarlas en su interior.

—Yo también te amo, mi luna —responde.

Hay algo que la gente nunca te dice, tampoco los libros ni los profesores en las escuelas. Hay algo que tienes que aprender con el pasar de los días: vivir. He crecido y he desperdiciado muchas cosas con el pasar de los años, me preocupa que durante mucho tiempo no fui capaz de sonreír o disfrutar de un pez gigante nadando en una pecera. Me aterra que durante siete años me dejé hundir. Temo a que se vuelva a ir y vuelva a deprimirme, temo a esta situación.

Si bien yo nunca fui alguien sumamente extrovertida, tampoco necesité a alguien para hacerme feliz, menos a un hombre. Me hace sentir triste y sé que tengo que hacer algo para recuperarme porque también me da miedo que llegue un momento en el que él no me baste.



Me quito la camiseta mojada y la dejo en alguna parte del suelo, alzo la cabeza y lo encuentro recostado en la cama repasando con sus ojos mi cuerpo. Ignorando sus miradas lascivas, me aproximo, gateando sobre el colchón. Me tiendo a su lado y suelto un suspiro cansado.

—Necesito ir a Hartford para ver a mis padres y arreglar unos asuntos. —Lo escucho y vuelvo a suspirar—. No quiero dejarte, por favor ven conmigo. Estoy seguro de que estarán encantados de verte.

Hace mucho tiempo dejé de ir con Selene, siempre iba a pasar el día para hacer pasteles y esperar a que James llegara; pero cuando perdí las esperanzas, no me aparecí más, ni siquiera me despedí. De vez en cuando la encontraba haciendo compras en el supermercado, ella se acercaba a saludarme, pero yo intentaba evitarla. No podía controlarme, terminaba recordando a James y tirada en un rincón de mi casa con una botella.

De todas formas, no pasa desapercibida la emoción que se aloja en mi pecho por la idea de volver a verla. Ella siempre fue amable conmigo, casi maternal, me acogió en su casa y escuchó mis problemas como mi madre debió haber hecho. Amaba a Selene.

—Tal vez ya no le agrado —murmuro, quedito, con un nudo en la garganta. James hace espirales con sus dedos en mi espina dorsal, provocando que relaje mis articulaciones.

—Ella te adora, Mags, yo soy el que ya no le agrada —responde con el timbre apagado; pero sé que en cuanto Selena lo vea, solo le dirá lo apuesto que luce y le dará un gran abrazo porque así es ella. Es el tipo de persona que ve las cosas buenas en los otros y te ayuda a verlas.

Es el tipo de persona a la que le cuentas un secreto y es capaz de guardarlo a pesar de que podría cambiar las cosas a su favor con el.

Selene sabe absolutamente todo mi infierno y nunca lo usó en contra mía. Siempre escuchó y me dio un abrazo, yo podía fingir que James estaba ahí y ella podía fingir que sus hijos no los habían dejado.

—Iré —digo.

Lo escucho sonreír y recostar su cabeza en medio de mis escápulas. Delinea la línea de mi cintura con sus dedos hasta que caigo dormida.



Era una mirada fría e insensible, una serpiente tatuada en su brazo derecho, justo en la zona del antebrazo interno. Era lo único que veía en mi nube de pensamientos revueltos, en la neblina que creí que me había provocado el alcohol.

Me sentía libre y poderosa, floja de cualquier extremidad, las risas burbujeaban sin sentido. Se sentía bien porque volaba como un pájaro, pero al mismo tiempo no porque no podía controlarme, no sabía lo que estaba haciendo.

No sabía quiénes eran ellos y por qué estaba ahí.

Era una clase de bodega, se escuchaba el eco del ruido. Luego todo fue negro y no supe más de mí.

Cuando desperté, no reconocí el lugar. Me dolía la cabeza y quería vomitar, ocurrió, vacié mi estómago a penas me puse de pie. Me quise morir cuando me di cuenta de que estaba desnuda de la cintura para abajo. Lo último que recordaba era haber estado en un bar bebiendo sola. Comencé a llorar y a buscar algo que me indicara dónde me encontraba, dónde estaba mi ropa; pero solo vi las llaves de un automóvil.

¡Esos hijos de puta desconocidos habían dejado las llaves de un coche! No recordaba nada, no sabía qué me habían hecho o por qué, pero supuse lo peor. Las tomé y busqué una puerta. Me deslicé con cuidado, esperando ser descubierta en cualquier momento, pero nada ocurrió. Fue tan fácil escapar que daba risa.

Ellos solo querían burlarse de mí, usarme.

Manejé sin saber lo que estaba haciendo, sin un rumbo porque no conocía nada de lo que me rodeaba. Tal vez era un desierto desolado o una ciudad alejada, en realidad no me interesaba porque mi mente era un caos. Estaba alterada, aterrada, así que no lo vi venir.

Escuché un grito arrollador, devastador, ese grito salía de mi boca. No lo creía posible y, muy en el fondo, le rogaba a Dios que me llevara cuando me estampé en ese tráiler.



Grito y grito, me levanto sudando, sintiendo a mi corazón desbocado y cómo alguien me zarandea mientras repite mi nombre. Salgo del pozo oscuro y negro, veo su rostro y me concentro en él para poder respirar con tranquilidad.

No hay nada, ya no hay nada, todo pasó y ya estoy bien.

—Es una pesadilla, cariño. —James me mira con angustia.

Yo le doy la espalda y hundo mi cabeza en una almohada para que no vea mis lágrimas y lo mucho que sigue doliendo; pero es James, él no va a permitirlo. Me obliga a darme la vuelta y limpia los borbotones de cristal que salen de mis lagrimales.

—¿Qué fue eso? —cuestiona y yo quiero correr porque no quiero explicarle. No quiero que me mire como muchos me miran en las calles de Hartford.

Todo el mundo se enteró, salió en las noticias. Es una suerte que él no esté enterado de todo lo que ocurrió. Algún día se va a enterar, pero yo no quiero estar ahí para ver su rostro.

—No quiero hablar de eso, Jamie —susurro, mirándolo, su frente se arruga.

No insiste, me acuna entre sus brazos y acaricia mi cabello. Se lo agradezco porque no sé si quiero que se entere que aquella muchacha dócil e inquieta que una vez conoció, ya no existe. El destino cambió mis hilos, no tuve más elección que la metamorfosis.


-*-

Mi Maggie sufrió mucho cuando él no estuvo :c

Estaré esperando sus comentarios respecto a los sucesos de este capítulo, en serio, en serio quiero leer qué piensan. Les mando un beso y les agradezco mucho que estén aquí!!!!

BESOS :*


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