Casper y un lobo no tan feroz...

By sakurasumereiro

10.2K 1.5K 3.1K

¿Y si fuera Caperucita quien se quiere merendar al lobo? Retteling boyslove del cuento de Caperucita roja y e... More

Antes de leer
CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO III
Capítulo IV
CAPITULO V
Capítulo VI
CAPITULO VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capitulo X
Capítulo XI
Capítulo XI
Capitulo XIII
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX

Capítulo XIV

339 56 210
By sakurasumereiro


Casper continuaba sujetándolo mientras caminaban. Desde que su abuela ya no estaba, nadie lo había vuelto a tomar de la mano y, a pesar de que el otro tenía guantes, era agradable sentir la cálida presión de esos dedos estrechando los suyos.

Mientras más se acercaban, más nervioso se ponía Adriano. ¿Y si sucedía algo malo? ¿Sí se transformaba y atacaba a alguien? ¿O si se daban cuenta de lo que realmente era él?

—Falta poco para llegar a la plaza donde está el festival —dijo Casper con voz alegre.

Los pies de Adriano se volvieron pesados, comenzó a caminar más lento. Casper volteó hacia él.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—No sé si quiero hacer esto.

Adriano agachó la cabeza. De pronto sintió los dedos de Casper en su barbilla. El joven le subió el rostro para que lo mirara.

—Si no quieres seguir, está bien —le contestó Casper—. Te acompañaré de regreso a tu cabaña.

—Pero te perderías el festival. —Adriano se mordió el labio inferior.

—No hagas eso —pidió Casper casi en un susurro y pasó el índice por su labio inferior, Adriano dejó de morderlo—. Te harás daño. No me importa el festival, solo quería pasar tiempo contigo, pero si no quieres ir está bien.

Adriano carraspeó y apartó la mirada de esos ojos castaños que más nervioso lo ponían.

—Sí quiero ir, pero... tengo algo de miedo.

—Haremos esto. Daremos un vistazo y si continúas incómodo, nos vamos, ¿te parece?

Asintió y Casper volvió a sonreírle. El corazón de Adriano se aceleró de nuevo, empezaba a preocuparse. Definitivamente estaba enfermo y lo peor era que no podía ir con un médico. Suspiró convencido de que le quedaba poco tiempo de vida. Tal vez el corazón de los licántropos era más susceptible que el de los humanos y se dañaba con facilidad.

—¡Ah, mira! —exclamó Casper sacándolo de sus pensamientos pesimistas—. ¡Puestos de comida!

En efecto, varios tarantines se extendían a ambos lados del paseo, exhibiendo platillos diversos, desde dulces y frituras hasta frutas picadas. Casper tiró de su mano y llegaron a un bonito puesto con cortinas rosadas de tul y seda. Lo primero que detectó fue el olor y luego vio los bombones envueltos en papeles brillantes. Era chocolate, ese exquisito alimento que había llevado Casper a su cabaña en varias oportunidades.

—Buenas noches, distinguidos caballeros —los saludó el vendedor con una sonrisa—. ¿Han probado el chocolate?

—¡Oh, sí! —contestó Casper muy resuelto—. ¡Nos encanta!

—Siendo así le daré una prueba gratis de estos bombones rellenos. Los traje directamente de la capital donde tienen un gran éxito.

El hombre les ofreció en un platito de porcelana varios dulces que Casper recibió con su expresión alegre habitual. El joven tomó uno y giró hacia él. Antes de que pudiera metérselo en la boca, Adriano agarró otro y lo mordió de prisa.

—Hum, hum, delicioso —dijo. Estaba relleno de una mermelada un poco ácida, sin embargo, el contraste de sabores era agradable.

Acababa de tragar y Casper fue más veloz, le acercó otro chocolate.

—Ahora prueba este.

No le quedó más remedio que abrir la boca. Ese tenía crema por dentro. Luego Casper le dió otro relleno de licor, otro más con fresas. El último, muy diferente, el vendedor les dijo que era chocolate blanco.

—¿Y bien? —preguntó Casper con ojos brillantes—. ¿Cuál te gustó más?

—Todos están deliciosos. Es difícil elegir.

—¡Entonces, no se diga más! —Casper giró hacia el vendedor con esa sonrisa radiante tan típica de él—. Nos llevamos una docena de cada uno.

Adriano abrió los ojos, sorprendido.

—¡Es demasiado! —exclamó.

—Pero te gustan —dijo con naturalidad, sin mirarlo y recibiendo la bolsa de manos del vendedor—. Así podrás comerlos cada vez que quieras. Ahora, sigamos. ¡Hay mucho por ver!

El vendedor se deshizo en agradecimientos y los exhortó a regresar pronto. Adriano se despidió con una sonrisa tímida y siguió a Casper.

La calle se encontraba abarrotada de mujeres con espléndidos y coloridos vestidos de seda y tafetán; caballeros con sombreros de copa y abrigos de lana; otros más humildes, jóvenes con pantalones y camisas de tela rústica y bombín o mujeres con faldas sin *polizón. A dónde quiera que Adriano mirara se encontraba con un espectáculo, ya fuera los atuendos elegantes de los transeúntes, los puestos con mercancías que nunca antes había visto o los artistas ambulantes. Estos últimos eran los que más llamaban su atención.

—¡Mira allí! —El licántropo señaló a un grupo de personas en cuyo centro un malabarista jugaba con dos pelotas lanzándolas al aire.

—Vamos —contestó Casper y cargó a Yuyis en los brazos, pues había demasiada gente y podían pisarla.

Se abrieron paso entre los espectadores. El malabarista lanzaba las pelotas al aire y las atrapaba con mucha agilidad. Cada vez que las lanzaba de nuevo, añadía una más. Pronto hubo ocho pelotas en el aire. Adriano estaba asombrado, cuando el artista las atrapaba y añadía otra, aplaudía con entusiasmo.

—¡Es sorprendente! ¡No deja caer ninguna! —dijo con una sonrisa volteando hacia Casper.

Creyó que estaría tan sorprendido como él, pero no era así. Casper no miraba el espectáculo.

—¿Qué pasa? —preguntó. Quizás para Casper era algo muy vulgar, él debía estar acostumbrado a actuaciones mucho mejores o más interesantes—. ¿No te gusta?

El joven sonrió sin dejar de mirarlo.

—Claro que sí.

—¿Por qué no lo estás mirando, entonces? ¡Ahora tiene diez pelotas!

—Es más interesante mirarte a ti. Cómo sonríes y aplaudes, te sonrojas de felicidad. Nunca había visto a ningún adulto disfrutar tanto de un malabarista —dijo Casper sonriendo.

Adriano pensó que debía lucir como un tonto. Era cierto, ya él no era un niño, era ridículo que se emocionara de esa forma.

—¿Quieres decir que estoy haciendo el ridículo?

—¡¿El ridículo?! —Casper se alarmó—. No, claro que no. ¡Si te ves hermoso sonriendo de esa manera tan entusiasta! Por eso dije que es más interesante mirarte a ti.

Adriano no supo qué contestar, tampoco pudo seguir mirándolo, volteó hacia el malabarista. Pero este ya había terminado su acto y ahora se detenía frente a cada espectador con un sombrero.

—¿Te gustaría darle una propina? —Casper se acercó y, debido a los aplausos y la algarabía, le susurró las palabras al oído. Adriano respingó con los vellos del cuerpo erizados—. ¿Recuerdas lo que hablamos antes de venir? Si te gusta mucho, este es el momento de dársela.

—Eh... Ssí.

Azorado, sacó la pequeña bolsa de su chaleco con el dinero y tomó una moneda. El joven malabarista se detuvo frente a él, extendió el sombrero y Adriano depositó la moneda.

—¡Muchas gracias, caballero! —El malabarista le dedicó una sonrisa emocionada—. Disfrutó mucho el espectáculo, ¿verdad? Usted sonreía y aplaudía. —El joven inclinó la cabeza y cuando se levantó lo miró con ojos brillantes—. Estoy aquí cada viernes. Le dedicaré uno de mis actos. Me llamo August.

Casper carraspeó y se situó a su lado. A Adriano le pareció que se había erguido, pues lucía más alto y tenía una expresión atemorizante en el rostro que solía ser risueño.

—Gracias, joven. —agradeció Casper por él con voz seria y grave—. Fue un maravilloso acto.

El muchacho palideció un poco al verlo. Torpemente dio las gracias y se alejó rápido con su sombrero para continuar recogiendo las propinas.

—¿Qué le pasó? —preguntó Adriano un poco desconcertado por la actitud del malabarista—. Parecía asustado. ¿Sería de mí?

Una vez que el malabarista se marchó, Casper lo miró con la sonrisa radiante. Parecía que era un hombre distinto al serio y huraño que le entregó la propina al malabarista.

—No lo creo —contestó con la voz alegre de siempre—. Bien. ¿A dónde te gustaría ir ahora?

Adriano parpadeó un par de veces, no entendía lo que había pasado. Luego miró alrededor, no se le ocurría a dónde ir.

—No lo sé. Solo caminemos.

—Caminar. ¡Muy bien!

Casper continuaba con Yuyis en un brazo, pero la otra mano la entrelazó con la suya. Pasaron frente a un puesto de telas, de peines de nácar, espejos de plata y joyería, ahí se detuvieron. Adriano sonrió un poco, era lógico que a alguien elegante como él le llamara la atención ese tipo de cosas. Sin embargo, mientras Casper escogía alfileres para su corbata, la atención de Adriano fue capturada por un bonito collar con una gema amatista por colgante.

—¿Le gusta, caballero? —preguntó la vendedora.

—Es muy bonito.

—Es ideal para un obsequio —contestó la mujer mostrándole el collar—. Es una joya muy bien elaborada, para alguien distinguido y elegante.

Adriano miró a Casper de soslayo, quería regalárselo. Él siempre era atento y le obsequiaba botellas de vino delicioso, dulces, maíz de buena calidad para Yuyis y lo ayudaba con el huerto. También lo cuidó cuando se envenenó con las flores de Luparia. Y por si fuera poco, lo había invitado a ir a un festival por primera vez en su vida. Deseaba agradecerle de alguna forma.

—¿Cuánto cuesta?

—Cincuenta monedas.

—Hum... cincuenta... ¡¿Cincuenta monedas?!

Era mucho más de lo que había ahorrado alguna vez en su vida. ¿Cómo podía ser tan costoso?

—¿Ocurre algo? —Casper se acercó.

—Na, nada.

—Le mostraba al joven este hermoso collar —insistió la vendedora—. Plata de la mejor y amatista.

—¿Te gusta? —Casper lo miró. Adriano negó con la cabeza—. Creo que sí te gusta —dijo sonriendo—, después de todo es muy bonito y hará resaltar tus ojos. ¡Me lo llevaré!

La vendedora sonrió eufórica y lo metió en una cajita preciosa de terciopelo rojo. Adriano se sintió frustrado. No quería el collar para sí, deseaba regalárselo a él.

Continuaron recorriendo los puestos de ventas del festival, pero el ánimo de Adriano había decaído bastante a causa de que no pudo darle un obsequio decente a Casper.

—¿Tienes hambre? —preguntó el joven, Adriano asintió distraído.

Llegaron a un puesto de comida y Casper compró panecillos dulces espolvoreados con canela y nueces para ambos. Buscaron un banco de piedra algo alejado del bullicio y se sentaron a comer.

—¿Qué sucede? —pregunto Casper luego de tragar—. ¿Te has aburrido?

—No, la estoy pasando muy bien. Todo es muy colorido y emocionante.

—Entonces, ¿por qué esa carita larga?

Adriano dudó si decirle lo que le ocurría, agachó el rostro y se mordió el labio.

—Es que... El collar quería comprártelo a ti.

—Cof, Cof, Cof. —Casper se atragantó con uno de los panecillos.

Asustado, Adriano observó como su cara se ponía cada vez más roja mientras tosía y empezó a darle palmaditas en la espalda para ayudarlo a desatorarse. Cuando por fin agarró aire de nuevo, Casper lo miró con las cejas en alto.

—¿Para mí?

—Sí. Quería agradecerte por todo lo que has hecho por mí.

—Oye, no tienes que agradecer nada. Somos amigos.

—Igual. Siendo sinceros, no te he tratado del todo bien y tú siempre has sido amable conmigo. Quisiera retribuir de alguna forma.

Casper rio suavemente.

—No es necesario, Adriano.

—¡Si lo es!

—¿Has pensado en que siempre me das comida deliciosa? Eso es mucho mejor que todo lo que yo te he dado, incluso el collar.

Adriano no contestó, para él su comida no era tan maravillosa. ¿Cómo podía compararse un plato de guiso o de champiñones salteados con un collar de plata y amatista?

—¿De verdad quieres pagarme de alguna forma? —preguntó Casper buscando sus ojos, que se mantenían gachos.

Adriano alzó el rostro y miró a Casper, que sonreía de esa forma extraña e inquietante. Tal vez no debió insistir. Esperaba que no se le ocurriera alguna tontería.

—Quiero aclarar que soy feliz solo con ver tu sonrisa y que me permitas continuar siendo tu amigo —dijo Casper—. Pero como insistes en que deseas pagarme, me veo obligado a cobrarte.

Esa mirada seguía en los ojos de Casper, además de una sonrisa ladeada. Adriano tragó y tomó valor, no sé echaría para atrás.

—Dime, ¿qué puedo hacer por ti?

—Déjame quedar esta noche en tu casa.

—¿Qué? ¡No! —Adriano exhaló. Casper le hacía sentir cosas que no entendía, dormir con él, sin duda, las desencadenaría—. ¡Duermes horrible! Roncas, ¿sabías?

—Eso no es cierto —dijo Casper sin perder la sonrisa.

—¡Sí lo es!

—Como sea, tú querías pagarme, así que eso es lo que quiero.

Pero no iba a echarse atrás, había sido su idea, así que al mal tiempo, buena cara. Se controlaría.

—Hecho.

Casper sonrió más.

—¡Ah! ¡Pero mira a quién tenemos aquí!—. Un par de hombres jóvenes y sumamente elegantes se habían detenido frente a la banca donde ellos estaban sentados y miraban a Casper.

—¡Sebastián! ¡Francis! —Casper se levantó de un salto.

—¿Eso es una... gallina? —Uno de los recién llegados señaló a Yuyis entre la sorpresa y el asco.

Casper disfrutaba mucho su salida con Adriano. Tal y como imaginó, verlo emocionarse y sonrojarse casi por cualquier cosa era un espectáculo delicioso. Deseaba seguir complaciéndolo en todo para continuar disfrutando de su bella sonrisa.

Pero su compañero de fechorías, acompañado nada menos que de su antiguo amante, apareció frente a ellos, arruinando el momento. Casper no podía creer en su mala suerte y menos luego de que Adriano, sin proponérselo, había accedido a dejarlo dormir otra vez en su casa.

—¿Eso es una... gallina?—preguntó Francis con asco.

Casper se agachó y cargó a Yuyis.

—Sí. Se llama Yuyis, salúdala. —Acercó el ave a su viejo amante y esta de inmediato intentó picotear a un Francis que la veía con la nariz arrugada—. ¿Verdad que es adorable? ¿Qué hacen aquí?

—Eso mismo te pregunto yo. —Sebastian se sacudió polvo invisible de las peludas solapas de su costoso abrigo de lana y piel de zorro—. Me escribiste hace dos días cancelando nuestra cacería, otra vez cabe resaltar, porque estabas muy enfermo. Pero aquí estás, totalmente sano.

Casper sonrió sin ganas.

—Los remedios de mi abuela son mágicos.

—Eso veo. —Sebastián no solo lo miró a él, sino que detalló a Adriano, quien continuaba sentado, mirándolos sorprendido.

—No entiendo qué hacen aquí —dijo Casper, quien no acababa de salir de su asombro—. No creo que este tipo de celebración sea del agrado de ustedes.

—Y no lo es —dijo Francis mirando los tarantines en la plaza con la misma cara de asco con la que veía a Yuyis—. Es bastante vulgar, pero me preocupé tanto cuando Sebastián me dijo lo enfermo que estabas, que quise acompañarlo para visitarte.

Francis intentó acercarse y abrazarlo, pero Yuyis le volvió a lanzar otro picotazo, ante el cual el chico retrocedió con un mohín disgustado.

—¿Y qué crees? —La voz de Sebastián era fría—. La señora Esmeralda no nos dijo nada de tu enfermedad cuando llegamos a su casa. Lo que sí nos informó muy amablemente es que habías venido al festival.

—Cariño —arremetió meloso de nuevo Francis—, ya puedes devolverle la gallina a este campesino. Volvamos a la finca de tu abuela. —Francis lo miró con ojos entornados—. Hay mucho que quiero hacer contigo esta noche.

Casper empezó a sentirse incómodo por las insinuaciones de Francis. Miró a Adriano, quien continuaba en la banca y parecía desconcertado.

—Disculpa, Francis, pero ya tengo planes para esta noche. A ti también te pido disculpas, Sebastián. No creí que te tomarías la molestia de venir hasta Valle Alto.

Sebastián no dijo nada, solo lo miró a él y luego a Adriano, en quien demoró los ojos un poco más. Francis fue otra historia.

—¿Cómo que tienes planes? ¡¿Qué planes?! He venido hasta acá solo para estar contigo, te extraño. —Los ojos de Francis se derretían al mirarlo como si estuvieran hechos de miel, lucía más encantador de lo que recordaba.

—Fue un bonito paseo. —Adriano se levantó y le quitó a Yuyis de los brazos—, muchas gracias por todo. No te preocupes por nosotros, volveremos a casa.

El licántropo dio media vuelta para irse, pero rápidamente, Casper lo tomó de la muñeca.

—No te vayas, por favor. Todavía no hemos visto tocar a los músicos.

—Pero tus amigos te esperan, entiendo que vinieron desde lejos para estar contigo. No te preocupes.

El licántropo se soltó, Casper quiso detenerlo, pero Francis se prendó de su brazo.

—Deja que se vaya —dijo en voz alta—, es solo un campesino cualquiera. Verás que vamos a divertirnos hoy. Y si quieres escuchar música, mañana en la noche podemos ir a la ópera en la ciudad, la prima Donna Valentina cantará La Traviatta.

Casper observaba como Adriano se alejaba rápidamente por el camino que salía del pueblo. De pronto, su cita perfecta se había arruinado y lo que era peor, no sabía cómo había tomado Adriano la situación.

—¡Suéltame, Francis! No quiero ir a la ópera y ya te dije que tengo planes para esta noche.

—¿Es por ese campesino vestido ridículamente? ¡Acaso estás loco! ¡Él no es como nosotros!

—¡Gracias al cielo que no es como nosotros! —Casper se soltó de un manotazo y tomó los paquetes de la banca—. ¡No vuelvas a expresarte así de él! Adriano es el ser más puro, dulce y hermoso que he conocido jamás.

El rostro de Francis se contorsionó por la rabia.

—¿Prefieres a un sucio campesino antes que a mí? ¿Es por él que has estado negándote a Sebastián?

Casper miró a su amigo, que permanecía en silencio unos pasos detrás del furioso Francis. No hubiera querido que las cosas sucedieran de esa forma, no deseaba pelear, pero tampoco perder a Adriano. Habló dirigiéndose solo a Sebastián.

—Te prometo que te explicaré todo mañana en casa de mi abuela.

Sin esperar respuesta, ni prestarle atención a los improperios furibundos de Francis, salió corriendo. Tenía que alcanzar a Adriano. 

***Hola, mis amores. ¿Les gustó el capítulo? 

¿Qué creen que piense Adriano de lo que acaba de pasar? 

¿Podrá Casper alcanzarlo? Y cuando lo haga, ¿que sucederá? 

¿Logrará Yuyis arrancarle la nariz a Francis?

Respuestas a todas estas preguntas en el próximo capítulo. Besitos en la frentita

Continue Reading

You'll Also Like

683 73 7
Un treintañero con cancer y un joven prófugo de sus padres tendrán que ver qué hay después de una enfermedad y un romance en unas vacaciones a Suiza...
31.3K 8.6K 112
⚠️Solo a partir del capítulo 401, primera y segunda parte en mi perfil.⚠️ En un giro del destino, Jun Hao, un despiadado matón callejero conocido por...
3.8K 464 14
Zean está obsesionado con el príncipe de su nación, lo adula desde que es un niño y desea poder ser su novio y casarse con él algún día. Victorio, es...
117K 8.9K 43
Dentro de los colegios de elite existen reglas no escritas, y entre ellas está una importante: las familias Corsair y Uchinaga no deben verse relacio...