CAPITULO V

1.3K 161 408
                                    

Durante lo que restó de viaje no dejó de pensar en el hada. Había creído que las hadas eran seres alados, etéreos y femeninos. Sin embargo, él no sabía casi nada de seres mágicos excepto lo que había escuchado de niño, así que bien podía equivocarse. Si existían hadas femeninas, también debían existir las masculinas.

Suspiró al recordar sus ojos y su ceño fruncido, incluso así se veía lindo.

—Y no sabe nada de nada —dijo para sí con una sonrisa en los labios.

Cada vez sentía más curiosidad por él y por saber que tanto conocía del mundo humano y sus costumbres.

—¿Y si no vive solo? No había pensado en eso. —Casper se golpeó la frente.

De inmediato acudió a su mente una loca fantasía: más hadas, tan bonitas como la que había conocidos en el arroyo, lo rodeaban dispuestas a complacerlo y cumplir cada uno de sus deseos.

El carruaje se detuvo y los cocheros afuera comenzaron a bajar el equipaje. Estuvo tan concentrado en sus pensamientos, que el viaje se le hizo rápido, no se dio cuenta en que momento llegó a su destino.

Bajó del carruaje con la capa roja en la mano, hacía demasiado calor para llevarla puesta.

—¡Mi querido Caspercito!

La abuela Esmeralda era una mujer elegante, en cuanto lo abrazó su perfume con olor a flores lo envolvió. La fragancia le trajo el recuerdo de los arbustos con flores azules que había dejado atrás hacía solo unas horas. Se separaron y Casper le sonrió con sinceridad.

—¡Abuelita! —Le dio un sonoro beso en la mejilla—. Luces espléndida, como una jovencita.

—¡Mentiroso! —La señora le dio un golpecito en el brazo. Dio unos pasos atrás y lo observó, crítica—. Has crecido tanto. ¿Dime que te dio tu madre de comer para que te volvieras tan apuesto? —La señora volvió a abrazarlo—. ¡Pero tardaron mucho, estaba preocupada! Los caminos pueden ser peligrosos.

Casper enlazó el brazo con el de ella y entró a la casona mientras los cocheros se hacían cargo de su equipaje.

—Un contratiempo —dijo—. Se le rompió una rueda al coche. Tuvimos que repararla.

—¡Oh! ¡Debes estar cansado, cariño, si tuviste que reparar esa rueda!

—¡Horriblemente, abuelita! ¡Y hace tanto calor!, ¡necesito una limonada!

—Ya le digo a Javi que te la prepare.

Nieto y abuela, recorrieron los corredores amplios y frescos del caserón, adornados con macetas de flores, hasta llegar a una terraza interior. El corazón de Casper saltó de gozo al ver la piscina y rodeando a esta varias poltronas. Un instante después, Javi llegó con las bebidas. Casi no podía creer su suerte, la realidad era mejor que sus locas fantasías. Javi era un angelical jovencito de ojos oscuros, que en cuanto posó en él la mirada para entregarle el vaso se sonrojó levemente. Casper se realmió los labios, empezaba a creer que su decisión de visitar a la abuela Esmeralda había sido la mejor que había tomado en toda su vida.

Ambos se sentaron bajo la sombra de una palmera a disfrutar de las bebidas.

—¿Abuelita?

—Dime, cariño. —La mujer bebió un sorbo de su limonada.

—¿Hay hadas en los bosques cercanos?

—Hum, la verdad no lo sé. No he escuchado de nadie que haya visto una últimamente

—¿Y deidades de los ríos o seres como las ninfas? —preguntó Casper.

—Supongo que sí, aunque no he escuchado ninguna historia reciente. ¿Por qué lo preguntas?

Casper y un lobo no tan feroz (Boyslove)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz