Cuando la muerte desapareció

onrobu tarafından

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¿Qué harías si, durante una maratón de películas de terror con tus amigos, empiezas a escuchar ruidos en la p... Daha Fazla

Prólogo
PRIMERA PARTE: Una pieza clave en el juego
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
SEGUNDA PARTE: Búsqueda y huida
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
TERCERA PARTE: Las marcas que deja en la mente
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 46
Capítulo 47
CUARTA PARTE: La muerte
Capítulo 48 (I)
Capítulo 48 (II)
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52

Capítulo 45

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onrobu tarafından

«Lilia Alaire».

El nombre quedó flotando a su alrededor.

La expresión del chico apenas había cambiado, y aún así, Naia fue capaz de vislumbrar como su máscara de seguridad y control se rompía en mil pedazos. De debajo emergió la incredulidad, la inesperada sorpresa. Sin que pudiera evitarlo su mirada voló por encima de ellos hasta posarse en su hermana.

Al instante volvió a clavar los ojos en ellos, impacientes.

—¿Lilia Alaire? —preguntó en voz baja. Aunque había permanecido atento y vigilante durante toda la conversación, en ese momento la expectación teñía su mirada. El interés y la confusión marcaban sus facciones.

Naia se encontraba igual de descolocada que él, puede que más. Y entonces le vino a la mente la expresión de Nit al hacer la misma pregunta unas horas antes. La urgencia había hecho mella en sus palabras, su actitud relajada se había visto interrumpida por improperios cuando Isaac había corroborado su presencia.

¿Por qué esa sorpresa al mencionar a Lilia? ¿De qué la conocían? ¿Por qué las maldiciones y la confusión?

—¿Lilia Alaire? —volvió a preguntar el chico a la espera de confirmación. Se había inclinado ligeramente hacia ellos, expectante.

La chica habló detrás de Naia, Áleix y Asia.

—Naiym... —lo advirtió con cautela.

Los hermanos volvieron a cruzar una rápida mirada antes de volver a centrar su atención en ellos. Y entonces Naia se encontró asintiendo levemente, confirmándole finalmente la implicación de la bruja.

Observó con atención cualquier cambio en la postura del chico, Naiym, cualquier expresión o movimiento por pequeño que fuera. Su garganta se movió ligeramente al tragar saliva. Nada más.

—¿Qué... pasa? ¿Qué pasa con Lilia? —se atrevió a preguntar finalmente.

La reacción de Nit, de Naiym y su hermana... no podía ser casualidad. Algo ocurría.

El cazador los recorrió de nuevo con la mirada, y fue entonces cuando Naia notó que obviaba a Asia. No la veía. Y en cambio, parecía poder leerlos a Áleix y ella al detalle. Parecía poder leer su confusión, su miedo, su desconcierto y nerviosismo.

Sabía que eran cosas distintas, que una cosa era poder leer el lenguaje corporal y la otra ver fantasmas, pero aun así... que los examinara tan a fondo, que pareciera captar cada resquicio de su ser... que pareciera poder ver más allá... por una parte era terrorífico, por otra... el miedo que había sentido al principio al verse acorralada empezó a menguar, la curiosidad ganándole terreno rápidamente.

Allí había algo. Algo que podía ser relevante. Algo importante, al menos.

—Ahora los que parece que sabéis cosas sois vosotros... —dejó caer tanteando sus reacciones—. Sería un intercambio justo —se encontró diciendo.

Naia vio claramente como la cabeza del chico trabajaba a toda velocidad.

—Naiym... —volvió a repetir la chica con cautela. Ambos hermanos intercambiaron una nueva mirada que solo ellos entendieron.

El chico observó a Naia y Áleix una vez más. Y habló.

—Esta historia empieza en 1743 en un pequeño pueblo francés. —Naia se hubiera sentido descolocada si no fuera porque tanto Lilia como Idara parecían sacadas de otra época. Se encontró abriendo los ojos inconscientemente, animándolo a continuar—. Por aquel entonces, una serie de cazadores relacionó diversas muertes y desgracias y las siguieron hasta una joven bruja de sangre.

» Lilia Alaire. —Examinó sus reacciones antes de continuar—. En aquellos tiempos debía tener seis o siete años.

La sorpresa y el horror invadieron a Naia. ¿Seis años? Era incapaz de imaginar el subidón que había tenido la bruja antes de realizar el hechizo, los gritos y amenazas que había proferido o la expresión apática que la había seguido en alguien tan pequeño, tan inocente... era incapaz de imaginar a alguien tan joven y... matando. Aunque fuera sin querer.

Naiym continuó con la historia sin apartar la mirada de ellos.

—Los cazadores la rastrearon durante meses hasta que un día desapareció. Se esfumó del mapa.

» La encontrarían meses más tarde, aquí. —Señaló a su alrededor para darle énfasis—. En la otra punta del planeta.

» Consiguieron acotar la búsqueda hasta una casa en medio del bosque por algún lugar aquí cerca.

¿Podía ser la granja? Naia se preguntó entonces por qué habían decidido apodarla así. No había habido establos ni nada que les hiciera pensar en una granja... se obligó a continuar escuchando la historia con atención.

» Y estaban a punto de entrar cuando apareció un ángel.

—¿Un ángel? —La pregunta, cargada de desconcierto y recelo, se escapó de sus labios antes de que pudiera evitarlo. Eso no se lo esperaba. ¿Un ángel? ¿De verdad?

Sabía que los demonios existían, y por correlación los ángeles también debían ser reales, pero aun así...

—Eso dice la historia.

—¿Nos estás contando una leyenda? ¿Un cuento para niños? —El ceño de la chica se había fruncido notablemente.

Naiym tardó unos segundos en responder, valorando cómo continuar. Si continuar.

—No. Es una de las apariciones más bien documentadas y fiables de la historia, al menos entre los cazadores, pero esto no es lo más relevante ni de lejos.

» Menos en nuestra situación actual.

Naia fue totalmente consciente de como esa última frase había sido una prueba, como había estado examinando sus reacciones para ver si sabían de lo que hablaba. No tenía ni idea a qué se estaba refiriendo, pero fue suficiente para obligarla a callar y seguir escuchando.

» Nunca antes un ángel se había aparecido ante un grupo de cazadores, o al menos no desde hacía milenios (si creemos lo que dicen las leyendas), y si bien durante la historia diversos cazadores afirman haberlos visto, no son fuentes muy fiables.

—Alcohol, supersticiones, puede que drogas... —murmuró la chica a sus espaldas. A Naia le sorprendió su intervención en la conversación.

Su hermano la ignoró.

—El motivo de su aparición y sus palabras fueron todavía más importantes.

—¿Imagino que no fue nada tipo «seguid a Dios y seréis recompensados» o «el demonio es malo»? ¿no? —propuso Áleix. Tanto a Naia como a la cazadora se les escaparon una risilla entre dientes. Naia se sintió orgullosa, le había enseñado bien.

—No. —Percibió duda en la mirada de Naiym, dudaba si continuar la historia o no. Dio gracias cuando siguió hablando—. Hasta ese momento las parcas habían sido consideradas demonios, habían sido cazadas y exterminadas por su relación con la muerte. O al menos lo habían intentado, no con demasiado éxito.

Su interés se vio exponencialmente incrementado. Se obligó a no girarse hacia Áleix y Asia para no revelar su interés en el tema, su implicación. Entendió entonces a qué se había referido el chico unos instantes antes con «la situación actual». 

Lilia... Lilia tenía algo que ver con que las almas no pudiesen abandonar la tierra. El corazón empezó a latirle todavía más rápido en el pecho.

Tras horas y horas enfrascados en libros inútiles, la verdad, o al menos parte de ella, parecía cada vez más cercana, más factible.

» Todo cambió ese día.

» El ángel reveló que las parcas eran la mano del destino y por tanto la mano del Creador —Imaginar a Alma y Nit como servidores de Dios era complicado. Tragó saliva inconscientemente ante el recuerdo de la parca—. Como tal, su persecución debía terminar inmediatamente.

» Con una excepción. —Naiym sabía cómo crear suspenso... Naia se encontró inclinándose hacia delante, atrapada por la historia, por las palabras que salían de sus labios. Por la necesidad de saber.

» Las parcas estaban a punto de llevarse a Lilia, y eso no podía ocurrir bajo ningún concepto pues el equilibrio dependía de ello. Signifique lo que signifique eso. —Había un ligero brillo en sus ojos.

» Para evitar que se la llevaran les concedió a los cazadores la habilidad de ver a las parcas y un arma capaz de matarlas. Y les pidió que lucharan contra ellas una última vez.

» Entonces el ángel desapareció y los cazadores se dirigieron a la cabaña. Y por primera vez fueron capaces de verlas. Eran trece, tras la lucha solo quedaron dos. Veinticuatro cazadores también perdieron la vida.

» Y entraron en la cabaña finalmente solo para descubrir que la pequeña Lilia Alaire había desaparecido.

» Nunca más supieron de ella.

—Hasta ahora —murmuró Naia.

—Eso parece. Y me parece mucha casualidad que aparezca justo cuando el equilibrio de la muerte se ha visto roto como nunca antes.

—Oh... —La mente de Naia empezó a trabajar a toda velocidad—. Pero... hay muchísimas leyendas e historias sobre la muerte, sobre las parcas, ángeles y demonios... ¿Por qué creer esta en concreto?

«Porque escuché a Alma e Idara discutir sobre ello». Había contradicciones, pero tenían que estar hablando de los mismos hechos ¿no? Alma le había recriminado a la bruja la muerte de sus hermanas, Idara que salvar a una niña no era algo tan abominable. Y Lilia era esa niña en ambas historias.

Así que debían ser las dos caras de una misma moneda. La visión de las parcas y la perspectiva de la bruja, el ángel y los cazadores. Cual de las dos era más cierta era otra historia. Según el ángel si se hubieran llevado a Lilia el equilibrio se había visto roto, según Alma, haberla salvado lo había hecho.

Naiym interrumpió su línea de pensamiento.

—Hay muchísimas leyendas e historias de épocas antiguas: de romanos y griegos que creían que el sol era un dios que viajaba en un carro alado por el cielo y medievales que tachaban de demoníaco todo aquello que desconocían.

» La concepción de la vida occidental empezó a cambiar con el Renacimiento, las leyendas y creencias mágicas fueron perdiendo fuerza y, aun así, como cazadores tenemos documentados centenares de intervenciones y conflictos demoníacos, de brujas de sangre, hombres lobo, vampiros, hadas u otras criaturas.

» Pero ninguna de las parcas. Ninguna de los ángeles. Ninguna salvo esa.

—Y crees que está relacionado... —murmuró—. Pero si Lilia tenía seis años en 1743, ¿cómo puede ser que ahora tenga aproximadamente catorce? Debería tener... —Calculó mentalmente—. Dos cientos setenta y siete años.

Naiym se encogió de hombros. Y Naia lo entendió a la perfección. En un mundo donde lo sobrenatural era posible, ¿cómo podía ser eso imposible?

Dudó en cómo proceder. El chico parecía creer que las dos historias estaban relacionadas, Naia lo sabía a ciencia cierta, pero en su relato sobre lo sucedido había ocultado a Isaac, había obviado como el mundo sobrenatural se había lanzado en su búsqueda, a Alma y a Nit como parcas... toda relación con la incapacidad de las almas de abandonar el plano mortal. Si preguntaba sobre el tema, si indagaba sobre ello, ¿no sería una clara muestra de que estaban metidos de lleno en ello? Y si lo hacía ¿no sería poner en peligro a Isaac?

A fin y al cabo, no sabían quién eran esos hermanos cazadores. No sabían si podían confiar en ellos.

Aunque una parte de Naia quisiera hacerlo, no podía arriesgarse. ¿No?

—¿Y qué crees que pinta Lilia en todo esto? —acabó preguntando. No dejó claro si se refería a su propia historia o a la imposibilidad de las almas de abandonar la tierra.

Un «no lo sé» fue su respuesta.

Siguieron unos segundos de silencio.

—¿Qué demonios estáis haciendo? —murmuró una fría voz a sus espaldas. Naia, Áleix y Asia se giraron de golpe para encontrarse a Nit a pocos pasos de ellos. Estaba cubierto de sangre de pies a cabeza, aunque los cazadores tampoco eran capaces de verlo.

Sí que los habían visto girarse de sopetón y clavar la mirada en un punto concreto.

Los ojos de Naiym se entrecerraron, examinándolos con una cierta desconfianza.

Y Naia fue decir cualquier cosa antes de que mente lo procesara para no perder su confianza cuando Nit se materializó delante suyo y le clavó un dedo en los labios impidiéndole abrir la boca.  

Ambos cazadores también notaron su sobresalto.

—Ni se te ocurra decirles que estoy aquí. Ni se te ocurra decirles quién soy.

» No asientas con la cabeza, no respondas.

» Diles que crees que soy un fantasma.

Naia parpadeó un par de veces antes de hablar con voz temblorosa cuando Nit finalmente apartó el dedo.

—Estoy... creo que estoy viendo un fantasma... —Alternó varias veces la mirada entre el punto que ocupaba Nit y la mirada del cazador.

—¿Y puedo preguntaros cómo es que veis las almas? No es una habilidad común.

A diferencia de la parca, su voz era cordial y comedida. No había dejado de serlo en ningún punto de la conversación.

Naia no respondió.

Y en ese momento el sonido de una llamada rompió el silencio.

Naiym rebuscó en uno de los bolsillos traseros de sus pantalones y se llevó el teléfono al oído. Sus facciones se llenaron de tensión, tanta que pareció olvidar la conversación que estaban llevando a cabo. Abandonó su posición barrándoles el paso dirigiéndose a su hermana con rapidez.

Solo consiguieron escuchar parte de las palabras que le dirigió.

—...los sensores... ...aumento de la actividad demoníaca... All in...

La sangre de Naia se congeló.

Nit y Asia desaparecieron a la vez.


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