Saltaba de emoción, un torbellino de júbilo invadía su ser y se reflejaba en la luminosa sonrisa que iluminaba su rostro pálido. Su pequeña mascota, Fat Nuggets, parecía contagiado por su entusiasmo, moviendo la cola con energía mientras observaba a su amo con ansiedad. Como si Fat Nuggets fuera capaz de comprender la magnitud del momento. Pequeños gritos de alegría se escapaban de sus labios, casi se arroja de cabeza a su armario y comienza a rebuscar entre sus ropas, revolviendo con frenesí cada prenda del mueble de madera vieja. Quería algo exquisito, daría la mejor de las impresiones.
Sus ojos rosados brillaron de gozo al divisar la camisa más exquisita que había contemplado jamás, la sacó con reverencia y la examinó con fascinación.
—Oh, mierda, serás la joya de mi corona en mi visita al cielo—musitó para sí mismo, apreciando la exquisita prenda como si fuera un tesoro recién descubierto. Soltó una risita.
Su corazón pareció detenerse cuando la puerta de su estancia se abrió con violencia, causando un estruendo atronador que retumbo en la habitación. Fat Nuggets huyó despavorido ante tal conmoción, refugiándose bajo la cama con temor palpable, mientras Angel notaba cómo las pequeñas patitas de su mascota temblaban. Giró con rapidez para encontrarse con el hombre de entrada teatral y dramática, Valentino. Quien se abrió paso a la habitación.
Con un gesto rápido, ocultó la camisa con volantes que había tomado de su armario, luchando por mantener una sonrisa forzada para ocultar los nervios que se apoderaban de él con la velocidad de un rayo.
Los ojos rojos, sin iris, de Valentino estaban fijos en Angel. Se acercó a él con pasos lentos y deliberados.
—Angel, cariño, estás tardando una eternidad en bajar—le dijo con gentileza, aunque su tono resonaba con una tensión apenas disimulada—. Mis invitados te esperan.
Angel sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. Sabía exactamente qué tipo de "invitados" eran esos y lo que significaba para él. Tragó saliva con dificultad, tratando de mantener la compostura en medio del torbellino de emociones que lo invadía.
—Lo siento, Valentino, solo estaba buscando algo adecuado para ponerme —respondió Angel con voz temblorosa, luchando por ocultar su miedo detrás de una sonrisa falsa que se deslizaba por su rostro como una máscara.
Valentino se acercó aún más, su cercanía incómoda hizo que Angel sintiera su aliento caliente en su rostro, y tuvo que esforzarse por mantener la distancia.
—No te preocupes por eso, mi amor. Todo lo que necesitas es esa sonrisa encantadora tuya—dijo Valentino, acariciando la mejilla de Angel con una mano áspera y descuidada que dejaba un rastro de incomodidad en su piel.
Para el pecador, las manos de aquel hombre se sentían sucias sobre su piel. Angel se apartó ligeramente, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que no podía rechazar a Valentino abiertamente. No si quería evitar su ira.
—Por supuesto, Val. Estoy listo para irme ahora mismo —dijo Angel, tratando de sonar convincente a pesar del nudo de ansiedad que apretaba su garganta.
Valentino sonrió con satisfacción y le dio una palmadita en el trasero a Angel mientras pasaba junto a él hacia la puerta, invitándolo a apresurarse.
—Eso es lo que me gusta escuchar, cariño. Vamos, no queremos mantener a nuestros clientes esperando—dijo Valentino con una risa maliciosa que resonó en la habitación como un eco siniestro—. Pagaron por adelantado, después de todo.
Angel siguió a Valentino por los estrechos pasillos de aquel inmenso apartamento, tratando de ignorar la sensación de opresión que le oprimía el pecho y le dificultaba respirar. Sabía lo que le esperaba abajo, en el sótano convertido en un siniestro salón de fiestas para los clientes más selectos de Valentino. Suspiró profundamente, preparándose mentalmente para lo que estaba por venir.
Al llegar al sótano, Angel se encontró con una escena que lo hizo sentir aún más enfermo. Hombres de aspecto sombrío y repulsivo estaban dispersos por la habitación, riendo a carcajadas y bebiendo alcohol exageradamente caro como si no tuvieran preocupaciones en el mundo.
Valentino lo empujó hacia el centro de la habitación, presentándolo a sus clientes con orgullo como un trofeo que presumir.
—Caballeros, les presento a Angel, la estrella de la noche —dijo Valentino con una sonrisa siniestra, dejando ver sus brillantes dientes blancos—. Estoy seguro de que estarán encantados con sus servicios.
Los hombres se volvieron hacia Angel con miradas hambrientas, como si en lugar de ver a una persona vieran un simple trozo de carne que esperaban ansiosos por devorar, y él sintió el deseo abismal de vomitar. Tragó saliva con dificultad y trató de mantenerse firme, sabiendo que no tenía otra opción más que seguir adelante.
Se abrió paso, caminando sensualmente entre la habitación con la más convincente sonrisa que podía fingir, observo de reojo a algunos de los invitados especiales de Valentino. Les guiñó el ojo con un destello de malicia y coquetería.
Valentino lo miró con una mezcla de desprecio y satisfacción antes de apartarse y dejar a Angel a merced de sus clientes.
La noche pasó en un torbellino de dolor y humillación para Angel. Tratando de en serio intentar disfrutar de esto, sentandose justo a un lado del sujeto con apariencia más aceptable. Le dedico una sonrisa a aquel desconocido, dejando ver su brillante diente de oro. Se dejó toquetear por aquel tipo, a quien no le importaba que todas las miradas estuvieran sobre ellos, acariciaba morbosamente las bien formadas piernas del más joven.
El bartender, quien en serio parecía querer huir de ahí, le ofreció una copa que Angel no dudo en aceptar. Bebiendo el whisky de un solo tragó, sintiendo el ardiente alcohol bajar por su garganta.
El sonido atronador de la música retumbaba en cada rincón del espacio, envolviendo a los presentes en un frenesí auditivo que reverberaba en sus almas. La musica cargada de letras explicitamente sexuales se deslizaban por el aire como susurros tentadores, envolviendo a los presentes en un aura de deseo y anticipación. Las luces neón, parpadeantes y vibrantes, dibujaban destellos hipnóticos en el aire... y le quemaban las retinas a Angel.
Pasaba de hombre en hombre, dejándose tocar, seduciendolos con picardia y bailando entre ellos con sensuales y atrayentes movimientos. Después de un par de tragos, el bartender se negó a seguirle ofreciendo bebida. ¿Eso importaba? No. Los clientes a los que les estaba alegrando la noche le regalaban trago tras trago. Mareandolo y haciéndolo sentir, por instantes, que no estaba realmente ahí. La bebida que corría por sus venas hacia que la noche fuera más fácil de superar.
Pasó un momento íntimo con cada uno de esos hombres, obedeciendo a sus más viles y repulsivos deseos carnales, siendo su esclavo durante una hora o dos. Y aunque el sexo podía llegar a ser placentero si cerraba los ojos y se centraba únicamente en el extasis, al abrirlos se sentía sucio y utilizado como el juguete sexual que era, sólo una masa rosa con agujeros.
En medio del bullicio, el exceso de copas comenzó a pasar factura, caminaba torpemente. Notó como sus clientes y Valentino se alejaban, dejandolo solo aquel lugar, intento alcanzarlos.
Con un tambaleo repentino, Angel perdió el control y cayó al suelo, su cuerpo impactando contra la fría superficie con un golpe sordo. Un gemido escapó de sus labios, pero fue ahogado por el estruendo de la música.
En ese momento, la música se detuvo abruptamente, como si un interruptor invisible hubiera sido accionado. Un silencio repentino descendió, dejandolo desconcertado.
Entonces, una figura se acercó a Angel desde la penumbra, se arrodilló a su lado y extendió una mano firme para ayudarlo a levantarse.
Angel levantó la mirada, pero las luces le encandilan y no podia ver más allá de un destello. Lo envolvió un aroma delicioso que no lograba identificar muy bien. No podía distinguir si lo que estaba ocurriendo era real o una alucinación a causa del alcohol.
—Que cabellero—halagó al aire, ni siquiera veía a la cara a quien sea que le haya ayudado—, ¿eres así de gentil en la cama? No es por matar el encanto, pero estoy destrozado.
—No estoy interesado.
—¿Qué?—Angel sonó incredulo—¿E-en seri...?
El mareo le cobro factura, aunque quiso evitarlo no pudo. Termino vomitando.
N/A:
Holaaaaa, qué les parece el capitulo de hoy?
Veremos un poco más de Angel en el siguiente capítulo. Besitos<3