Begonia © ✔️ (TG #2)

By ZelaBrambille

5.9M 523K 59.1K

Confió en sus promesas, pero lo único que le quedó a Margaret cuando él la abandonó, después de hacer el amor... More

Begonia ©
Personajes
Introducción
Prefacio | Frío como la nieve.
Capítulo 01 | Agonía
Capítulo 02 | Amargo
Capítulo 03 | Sed insaciable
Capítulo 04 | Dolorosa ausencia
Capítulo 05 | Odio arrebatador
Capítulo 06 | Arrepentimiento
Capítulo 07 | Cercana lejanía
Capítulo 08 | Insistencia
Capítulo 09 | Doble determinación
Capítulo 10 | Heridas tentadoras
Capítulo 11 | Medias confesiones
Capítulo 12 | Segundas oportunidades
Capítulo 14 | Metamorfosis
Capítulo 15 | Cielo claro
Nota importante
Capítulo 16 | Tormenta salada
Capítulo 17 | Recuerdos
Capítulo 18 | Entre oscuridad
Capítulo 19 | Nublado
Capítulo 20 | Aguacero
Capítulo 21 | Paraíso momentáneo
Capítulo 22 | Cristal
Capítulo 23 | Serpiente
Capítulo 24 | Fragmentos y abrazos
Capítulo 25 | Esperanza
Capítulo 26 | Descubrimiento
Capítulo 27 | Hasta pronto
Capítulo 28 | Espacios
Capítulo 29 | Eco de mentiras
Capítulo 30 | Delineando
Capítulo 31 | Rayo de sol
Capítulo 32 | Filo helado
Capítulo 33 | Pescar disculpas
Capítulo 34 | Admirando estrellas
Epílogo | Ardiente como el sol
Extra 01 | La canción de la libreta naranja
Extra 02 | MuN and THEBoss
Espacio para fan arts
MIS OTRAS HISTORIAS

Capítulo 13 | Sonrisas

172K 17.9K 2.3K
By ZelaBrambille

Canción: Maps - Madilyn Bailey

-*-

CAPÍTULO TRECE

Sonrisas


Me siento con las piernas debajo de mí en el sofá, aprieto el teléfono entre mis manos. Andrew no es la persona más amable y comprensiva del mundo, él es un caso especial. Cierto es que siempre estuvo ahí para escuchar mis penas, pero tampoco hablaba demasiado. Tengo miedo de cómo pueda reaccionar.

Pongo una balanza imaginaria frente a mí y, aunque no quiero lastimarlo, sé que no podría pasar una vida sabiendo que James está en alguna parte queriéndome. No puedo perdonar que no me buscara antes, pero tampoco puedo tenerlo lejos. Podría vivir sabiendo que nunca me buscó, ya viví sin él y es un infierno.

Me sé el número de memoria, pero no me atrevo a marcarle. Me digo que contarle todo es lo mejor, así que tecleo la combinación numérica indicada. Trago saliva con nerviosismo y las manos sudorosas.

Él contesta al tercer timbrido, yo siento mis piernas temblorosas. Aclaro mi garganta y busco mi voz.

—¿Quién habla? —pregunta con su timbre rasposo.

—Soy yo —susurro. La línea se queda enmudecida, luego es inundada por un gruñido.

—¿Dónde estabas, Margaret? Estuve esperando que me marcaras, no puedo creer que te bastaron unos cuantos días para olvidar a tu novio enfermo —dice. Puedo imaginarlo cruzado de brazos, mirándome con la mandíbula tensa. Aprieto los párpados y me tranquilizo, seguramente está en uno de esos días complicados.

—¿Cómo estás? —cuestiono, escueta, buscando valor en alguna parte.

—¿Cómo estoy? He tenido días mejores. Me gustaría que estuvieras aquí. —Se me seca la garganta al escucharlo y las palabras se me atoran.

No quiero dañarlo, no quiero dañarme, no quiero dañar a James. ¿Qué puedo hacer? Todo está tan revuelto. Sin embargo, sé que debo hacerlo, debo intentar.

—Debemos hablar, Andrew, necesito decirte que me duele, pero...

—He estado vomitando todo el día. —Me interrumpe—. Esta semana han sido duros los efectos de la quimioterapia. ¿Ya sabes cuándo vas a volver? Es mejor cuando estás cerca.

La desesperación se adueña de mi pecho, no sé qué decirle. El ansia me carcome el interior, quiero esconderme debajo de una roca hasta que la tormenta pase, un diluvio que yo misma estoy provocando.

—Me quedaré unos días más, espero que todo vaya mejor —digo y cuelgo, sin darle la oportunidad de responder. Soy egoísta, me siento como la peor de las personas; pero no puedo elegir a quién quiero. Daría todo por corresponderle y hacerlo feliz, lo he intentado, no funciona porque James sigue clavado en el fondo de mi corazón.

No se lo merece, lo más cuerdo sería permanecer con Andrew; pero estos últimos días he estado más llena de vida que los últimos años.

Una mano se apoya en mi hombro, Tess se sienta a mi lado con una mueca triste. Seguramente escuchó todo, le agradezco que no diga ni pregunte nada.


He visto a Maggie en muchísimas facetas, todas me gustan, no puedo negarlo y no hay forma para evitarlo. Es algo que es más fuerte que yo, no importa si es un vestido elegante de noche o un pijama descuidado, ella parece una vampiresa lista para absorber mi alma.

No obstante, cuando la veo salir luciendo como una pequeña vaquera, mi primer impulso es taparla para que nadie vea ese par de piernas largas; pero luego me doy cuenta de que luzco ridículo porque solo estoy yo. Sus botas combinan con su cabello y el bicolor de su camisa hace que se marque más el azul de sus ojos.

No sé qué decir, tan solo me quedo parado frente a ella luciendo como un demente. Quiero recorrer esos tramos con mis labios y mis manos, pero no creo poder hacerlo, no después del resultado de la última vez que estuvimos juntos.

Le ofrezco mi brazo, ella lo toma con una sonrisa que ilumina todo su rostro, haciéndola ver como una diminuta ninfa en medio de un prado lleno de flores. En la universidad y gran parte de mi adolescencia, Dan siempre decía que yo era un sujeto cursi. Nunca quise aceptarlo porque me hacía sentir tonto. Cuando me separé de Maggie, añoraba sentirme de esa forma de nuevo, como si flotar en las nubes fuera la cosa más normal del mundo. Justo ahora, con ella caminando a mi lado, con mi corazón en su mano, ser cursi ya no se siente como algo malo.

Juntos bajamos para encontrarnos en el jardín con los demás. Dan está enfrente de la parrilla con un joven al que me presentaron como Jeremy, primo de Tess. La dueña de la casa está sentada cargando a Theresa con su abuela y su tía Mary, quien tiene en brazos a la otra gemela. Sí, tan solo me bastó una semana para reconocerlas, los ojos son la gran pista del rompecabezas.

El aire está invadido por ese olor característico de las barbacoas. Alcanzo a ver cómo mi mejor amigo mueve una brocheta con unas pinzas metálicas, mientras el muchacho intenta espantar el humo con una especie de abanico. Debería ir a ayudar como el hombre que soy, pero no quiero dejar a mi chica, no ahora que quiero gozar cada movimiento que hace.

Termino yendo obligado por la abuela Sofía al otro extremo del jardín, ella dice que no puedo estar en una plática para solo mujeres. ¡Tonterías!

Así que lo hago, tomo otras pinzas y le ayudo a Dan a mover las salchichas y la carne; pero mi atención está puesta en una sola persona. No puedo dejar de mirarla, de contemplar esa sonrisa.

—Sigue babeando y terminarás arruinando la parrillada con tu asquerosa saliva —suelta el pelinegro, luciendo divertido. Los dos hombres ríen, yo tallo mi cuello, sintiéndome momentáneamente cohibido por ser descubierto.

La tarde transcurre sin novedades, una que otra mirada lasciva y sonrisitas coquetas de parte de ambos. Hay algo diferente en Mags, cuando llegué su expresión era desolada, ahora sonríe más. Todavía tiene esa aura negra cubriéndola, pero es un poco difusa y borrosa.

Una vez que terminamos de preparar la cena, dejamos que se enfríe un poco. Después, Tess se levanta, comienza a servir los refrescos y a traer los platos del interior. Yo aprovecho para acercarme a Margaret, quien se deja rodear y se pega a mi costado. Antes de que nos reunamos en la mesilla colocada debajo del toldo, mi pelinegra y la castaña dicen que volverán pronto ya que irán a dejar a las bebés al cuarto.

En una ocasión se quedaron afuera mucho tiempo durante la noche y a la mañana siguiente no dejaban de llorar porque estaban llenas de piquetes de mosquitos, así que están evitando que suceda de nuevo. Tardan un buen rato, tanto que empiezo a alterarme, pero Dan asegura que es probable que se hayan quedado dándoles biberón.

Tres cervezas después, aún no vuelven. Desesperado, ingreso a la cocina y busco más botellas. Me agacho para tomarlas del suelo, y justo cuando me levanto, unas pálidas manitas rodean mi cintura. Cierro los ojos con deleite al sentir su cuerpo pegado a mi espalda. Dejo la caja en alguna parte de la encimera y me doy la vuelta

La rodeo y la atraigo hacia mí sin pedirle permiso, haciendo que sus manos rodeen mi cuello. Es tan pequeña que tengo que agacharme un poco para alcanzarla, pero cuando la tengo así, creo que el diminuto soy yo.

—Hay que hablar de ciertas cosas —dice ella con ese tono lleno de miel que tanto me endulza. Alzo una ceja, motivándola a que siga hablando—. Quiero saber qué vamos a hacer ahora. No puedo lanzarme al vacío sin saber si vas a saltar conmigo.

Sus ojos son ansiosos, sé que le está costando trabajo preguntarme esto, pero si queremos hacer que funcione, debemos hablar de algo que me está matando aunque intente olvidar que existe. Su puñetero novio.

—¿Qué vamos a hacer? —Frunzo los labios y me acerco a su oído—. No sé qué quieras tú, pero ahorita voy a besarte, luego te llevaré al hotel para hacerte el amor hasta que amanezca. Vamos a ir a una cita al día siguiente, el día siguiente y el siguiente. Voy a buscar un empleo cerca de ti.

Su respiración es pausada, pero sus ojitos son tan brillantes y enormes, como dos gotas claras de agua.

—¿Quieres que sea más claro? —pregunto a lo que ella afirma con un leve movimiento de cabeza—. Quiero pasar toda mi vida contigo, luna. Jamás he dudado de eso, pero tengo miedo de que ese no sea tu deseo. Sé que ha pasado el tiempo, sé que conociste a otra persona que supo llenarte cuando yo no estaba, te hizo feliz cuando yo no estaba y no tienes idea de lo mucho que me mata. Me tortura saber que tal vez lo amas demasiado como para elegirlo.

Se lo confieso porque no tengo otra opción. La veo tragar saliva, debatiendo algo en su mente. La tengo en mis brazos, he sentido sus besos, pero me lastima que no me diga inmediatamente que se va a quedar conmigo, me duele que tenga que pensarlo. No conozco al tipo, no sé si quiero conocerlo porque siento que lo detesto tan solo con saber que ha puesto sus labios en los de ella, que la ha dejado marcada de alguna forma.

Termina soltando el aire, mirándome de par en par. Lo más probable es que esté impactada por mi sinceridad; pero a estas alturas, donde nuestra relación pende de un hilo, no puedo escatimar. Margaret debe estar enterada de lo que le ofrezco, de lo que quiero y lo que quiero es a ella. La quiero completa, en cuerpo, mente, alma y corazón. No quiero compartirla, aunque eso es lo que estoy haciendo.

Ella está conmigo, pero está comprometida con otro.

—Lo amo, James —suelta, haciendo que mi mundo perfectamente elaborado se derrumbe en miles de fragmentos. Quiero vomitar porque lo va a elegir a pesar de que le he confesado mis sentimientos. Ella me ha olvidado, ella lo ama, la perdí.

La suelto porque no puedo abrazarla justo ahora, no puedo porque me duele tanto. Quiero salir a gritar a algún lado, cuestionarle a la vida por qué me la ha arrebatado si no he hecho más que pensar en ella.

Intento salir de ahí, me encamino hacia la salida con zancadas apresuradas, deseando que la tierra me trague y me oculte en las profundidades.

—¡Jamie! ¡Aún no he terminado! —Corre detrás de mí, pero acelero el paso porque ¿qué va a decirme? No quiero saber más, tal vez mañana pueda, hoy no. Su mano se apodera de mi antebrazo y quiero sacudirme, pero no lo hago por temor a lastimarla.

—Por favor, Maggie, prometo venir otro día, ahora no —imploro porque no quiero que me vea derrotado, no quiero que Mags me tenga lástima.

—¡Maldita sea, James! ¡Lo amo, pero jamás como te amo a ti, pedazo de imbécil! —Su grito retumba en el interior de mi cráneo, haciéndome reaccionar.

Al principio me siento confundido, al reaccionar, me giro y me lanzo para apoderarme de esa boca que puede controlarme de una forma escalofriante. La tomo con desespero y a ella también, Maggie no pone pretextos, ella encaja en mi cuerpo, ella es de mi cuerpo y mi cuerpo es del de ella.

—No vuelvas a asustarme así —murmuro en medio de ese arranque.

—Lo siento. —Sus dedos se hunden en mi cabello y masajean mi cuero cabelludo, relajando esa zona y todas las demás. Yo soy un violín esperando los toques expertos del artista.

—Te amo —susurro, paseando mis palmas por sus pómulos y mejillas.

—También te amo.

—Quizá suene egoísta, pero no quiero que lo ames, no soporto saber que lo quieres de alguna forma —confieso.

—Eso no es algo que pueda evitar, James. —No le exijo más porque temo que esta frágil relación se rompa.


La cena es estupenda y todos nos relajamos escuchando las aventuras de la abuela Sofía, es fácil carcajearse cuando una señora de la tercera edad se pone a charlar diciendo maldiciones cada cinco minutos. Incluso saca un par de cigarrillos y se pone a fumar.

Mags se levanta y recoge, junto con Tess, todos los platos y el desastre de la mesa. Cuando acaban, va a sentarse en una de las sillas vacías, pero la detengo y la siento sobre mis piernas. Con risitas nerviosas intenta alejarse, pero la aferro, así que termina rindiéndose y yo disfrutando del olor a duraznos de su cabello.

—James —pronuncia Tess, sonando como una madre preocupada. La enfoco con la ceja alzada—. ¿Vas a regresar a Londres?

—No, no pienso alejarme de Maggie ni dos metros. —La mencionada clava sus ojos en los míos y me permite ser testigo de la tonalidad rojiza que adquiere su rostro. En realidad, no sé cómo haré para presentar mi renuncia, pero no pienso dejarla ni sabiendo que volveré.

El otro día, conversando con Dan, me dijo que tiene conocidos en el hospital de Hartford, así que tal vez pueda ingresar ahí. Nada me haría más feliz, quiero demostrarle que me estoy esforzando para merecerla. Que no voy a correr lejos aunque veinte mafiosos me amenacen.

—Más te vale, no quería golpearte para que dejaras de ser tan idiota —suelta Tessandra con seriedad.

—¡Tess! —exclama Mags con los ojos desorbitados y la boca abierta. Yo cierro mis brazos a su alrededor aún más.

—Está bien, luna, solo me está recordando lo que ya sé. Fui un imbécil, pero uno que te ha amado desde aquel día en el pasillo de Hushington.

Muerde su labio para no sonreír y voltea los ojos. Se sumerge en una conversación sobre sus aventuras en el consultorio y los casos más extremos que ha tenido que presenciar, entretanto yo olfateo su cuello y siento cómo sus poros se levantan por los toques que reparto con mis labios.


Llegamos lanzando risitas, apretujando nuestros cuerpos por todo el pasillo del hotel como dos jóvenes enamorados, mientras intentamos caminar y besarnos al mismo tiempo. Obtengo la llave con rapidez de mi bolsillo trasero y abro la puerta con movimientos torpes y un tanto desesperados.

Una vez que entramos, la estampo en la pared, sintiendo cada estructura moldearse a las mías, escuchando de fondo esa música que dejé de oír y que tanto ansiaba; pero esta vez voy a ir tan despacio que disfrutaré cada milisegundo.

Su boca consume a la mía, nuestras lenguas bailan a un ritmo hechizante. No existe nada en el mundo que vaya a lograr separarme de esta mujer. Ni siquiera si es un tornado o un prometido. La conduzco a la cama, desabrochándole y haciendo a un lado su camisa vaquera. Resbalando la prenda con toda la paciencia que encuentro. Me despego de ella porque si sigue suspirando y besándome de esa forma, no podré disfrutarla del todo.

La ayudo a que se siente en el filo de la cama matrimonial, ella lo hace con la respiración entrecortada y lanzándome miradas interrogantes. Me siento a un lado y dejo que mi dedo palpe la piel de su cuello hasta llegar a su hombro y lentamente bajo ese tirante de algodón que comienza a estorbar, percibiendo la porcelana exquisita que es su piel. Dejo que mi boca recorra el mismo camino, su cuello y su brillante hombro, entretanto voy bajando el otro tirante.

Ella se sacude y me da más entrada a su cuello, se retuerce cuando siente que introduzco la mano debajo de la blusa y palpo sus costillas, paseando con mis yemas de lado a lado. Disfrutando de cómo sus piernas se juntan y humedece su boca.

Una sola vez hicimos el amor y yo no pude entregarme por completo ya que pensaba en cómo la perdería. Sigo teniendo terror, pero ya no me importa.

Voy a tomar cada pedazo que me quiera dar y voy a entregarle lo que me sea posible.

Le quito esa pieza de color celeste y disfruto de la vista del mejor paisaje que he visto alguna vez. Dos montañas que se pierden en una fina tela de encaje negro. Temblando, nos recostamos en el colchón, y con extremado cuidado beso sus labios hinchados.

—Jamie. —Suspira cuando siente que mis dedos torturan esos muslos desnudos que estuvieron tentándome toda la bendita tarde. Su piel se eriza al sentir mi toque y yo estoy fascinado por la transición automática.

Mis manos vagan, viajan sin control por ese crucero de piel lechosa, y mi boca saborea el dulce néctar escondido en los lugares más recónditos de su anatomía perfecta. Somos perfectos, lo que hacemos es perfecto, no hay otra manera.

Siempre se sintió así: correcto. Sin importar si el mundo está en nuestra contra.

Recordaba siempre lo que había sido hacer esto con ella, pero hoy, aquí, escuchándola y sintiendo su locura, puedo decir que es más especial de lo que tenía en mi memoria. Me dedico a identificar con caricias las diferencias, a enumerar sus lunares. Tres en el abdomen, uno en el ombligo y uno en su seno derecho; y me alegra saber que siguen en su sitio.

Compruebo una vez más que somos los indicados cuando ciertas partes se acomodan en las suyas sin el menor esfuerzo. Me hace retumbar cuando la veo arquearse para lanzar improperios y mi nombre. Mi mundo tiembla cuando sus uñas se clavan en mi espalda y se clavan, trastornándome.

—Te voy a hacer recordar quién eras, luna, quiénes éramos tu y yo. Te voy a traer de vuelta.

Creamos canciones y poemas, escribimos sensaciones nuevas, inventamos sonidos y religiones tan solo con un beso.

Dejo que ella convulsione para dejarme ir. Nuestros alientos se mezclan y un ligero sudor se apodera de mi frente. Me dejo caer a un lado, llevándola conmigo. Maggie apoya sus codos en mi pecho para mirarme, luciendo como una jodida estrella de alguna constelación con esos cabellos que yo revolví hace algunos minutos.

Me sonríe tan abiertamente que me contagia su sonrisa, luego besa mi barbilla y recorre mis mejillas con toques delicados y tenues.

—Esto se sintió tan inolvidable.

—Somos inolvidables, Mags. —Trago saliva—. No quiero estropear el momento, cariño, pero me preocupa tu prometido —susurro con tristeza.

Mags ladea la cabeza y me analiza, recorriendo mis cejas con sus pulgares. Siento toda su desnudez encima de la mía, implorándome por ser tocada y besada de nuevo; pero resisto porque necesito saber que me ama a mí, que solo me siente a mí, que solo piensa en mí.

—Lo voy a dejar, James —asegura con voz seria y sin titubear—. Solo te pido que me tengas paciencia porque no puedo hacerlo por teléfono, tampoco quiero lastimarlo.

Mis dientes se aprietan, pero la comprendo. Maggie siempre se preocupa por otros más que por ella misma, y eso me preocupa a mí.

—¡Hey, mírame! —exclama, así que la enfoco—. Te amo, Jamie, nunca he amado a nadie como te amé a ti. Andrew era un respiro cuando las cosas iban mal, me hacía sentir un poco mejor; pero tú eres más que eso, tú eres mi mundo.

—Lo sé, Mags, pero eso no calma lo mucho que me duele... —susurro, sintiendo un nudo en mi garganta. Quiero saber todo, ¿cómo lo conoció? ¿Cuánto tiempo llevan juntos? ¿Qué hacían cuando estaban solos? Soy un masoquista necesitando respuestas.

Nos quedamos silenciosos, termino mirando el techo, intentando ignorar las punzadas de pánico que habitan en mi mente. Se me retuerce el alma al imaginarla firmando un papel donde no está mi nombre. Quiero darme golpes contra la pared al pensar que su apellido no será el mío. Luego percibo una gotita caer en mi piel y me siento mierda por hacerla llorar otra vez, por preocuparme por cosas superficiales y egoístas. Ella está conmigo ahora, ¿qué más da?

—Lo siento tanto, James, te juro que lo hago. Me sentía sola, me abandonaste sin explicaciones y jamás me buscaste. Él estaba tan solo como yo, me dijo que su sueño era casarse conmigo antes de morir y yo lo hice porque no tenía a nadie más que a él. —Su voz empieza a quebrarse y sorbe por la nariz con sus dedos aferrando mi barbilla—. Nada nunca se podrá comparar a lo que siento cuando estás conmigo.

Ella no tiene la culpa de nuestros problemas, yo tampoco, la culpa la tiene la injusticia de la vida.

Shh, perdóname a mí, si yo no me hubiera ido o si te hubiera buscado antes, nada de esto estaría sucediendo. Solo prométeme que vamos a luchar para estar juntos. —Ella asiente a mi petición y deposita un besito en mis labios que le correspondo encantado, mientras acaricio su espalda y me relajo como hace siete años no hacía.

No me importa contra quién deba luchar si se trata de tenerla conmigo, no me importa nada más que abrazarla cada noche y que me diga «te amo» al oído.

El silencio se apodera del cuarto, se me sale una sonrisa cuando la escucho tarareando y haciendo figuras imaginarias en mi pecho. Cuando éramos universitarios, recuerdo que me acostaba en su cama y ella se recostaba encima de mí a cantar sus canciones tan quedito que, si no hubiera estado cerca, no la habría escuchado. El punto es que ella cantaba y yo la contemplaba con asombro, me gustaba escuchar su voz.

Escucharla cantar solo me trae buenos recuerdos y la esperanza de que juntos haremos muchos momentos nuevos.


-*-

ME ENCANTAN JUNTOS *-* Ahí tienen una pista de cómo es Andrew.

Por favor, si les gusta esta historia, den click en la estellita. A veces es frustrante ver que la gente lee y ni siquiera la mitad vota, mucho menos comenta. Si sigues leyendo es porque te agrada u_u nada te cuesta.

Pueden unirse a mi grupo de lectores, lo encuentran en facebook como "Lectores de Zelá Brambillé"

Les mando un beso gigante.


Continue Reading

You'll Also Like

2.2K 217 19
El pavo real y el zorro rojo se han reencontrado. Emeraude se ha dado cuenta de que, por más fuerte que sea, no puede, no necesita y no quiere enfren...
21.1K 2.8K 35
Dicen que en edificios como el mío no ocurre nada importante. Que historias abrazadoras capaces de dejar a cualquiera con la boca abierta solo ocurre...
135K 7K 86
~~~~~~~~~~~~☆~~~~~~~~~~~~~~ "Cada quien escribe su propia historia", ésta es una de las enseñanzas que Hisashi Midoriya enseñó a su hijo a quien cono...
985K 26.6K 31
Cuando las personas que más amas, te rompen, es difícil volver a unir esos pedazos. Victoria Brown, creía que cuando amas, la brecha para perderte a...