Cuando la muerte desapareció

onrobu tarafından

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¿Qué harías si, durante una maratón de películas de terror con tus amigos, empiezas a escuchar ruidos en la p... Daha Fazla

Prólogo
PRIMERA PARTE: Una pieza clave en el juego
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
SEGUNDA PARTE: Búsqueda y huida
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
TERCERA PARTE: Las marcas que deja en la mente
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
CUARTA PARTE: La muerte
Capítulo 48 (I)
Capítulo 48 (II)
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52

Capítulo 34

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onrobu tarafından

Lilia tenía la frente pegada a la ventana del coche, sus facciones una clara muestra de la fascinación aterrorizada que se había apoderado de ella. Los ojos, completamente abiertos para no perderse nada, le iban de un lado a otro a toda velocidad.

—¿Se va a pasar todo el viaje así? —le preguntó Áleix en voz baja a Naia echándole una mirada disimulada a la bruja por encima del hombro.

—Siempre es mejor que los gritos que a pegado al arrancar —murmuró esta rememorando la escena.

—Totalmente —coincidió.

Se recostó en el asiento apoyando los pies en el salpicadero ignorando la mirada cortante que le lanzó Naia. Sabía perfectamente que si saltaba el airbag tendría un problema serio, pero tan solo le bastaban unos minutos para hacer enfadar a Naia y de paso estirar las piernas tras cinco horas de carretera.

Subió el volumen de la música.

En esa parte del mundo captar una emisora de radio era tan improbable como ver un invierno sin nieve. Les tocaba confiar entonces en los anticuados CDs, el bluetooth o la música descargada en lápices de memoria. A pesar de las líneas sofisticadas y posado elegante pero potente del vehículo con el que había aparecido Isaac, no era suficientemente moderno como para poderse conectar vía inalámbrica y no habían encontrado ningún dispositivo con música almacenada, a excepción de un viejo CD de heavy metal.

Esa también era una buena manera de molestar a Naia.

Lilia también había fruncido el ceño cuando había empezado a sonar, más de desconcierto que de descontento, pero la ventana había acabado siendo más interesante.

Naia bajó la música con un manotazo, si bien era notablemente molesta a sus oídos, no dejaba de ser una pequeña barrera que los separaba de Lilia permitiéndoles hablar con más libertad. Aún así no hacía falta que le sangrasen las orejas en el proceso, podía permitirse bajar el volumen a menos de la mitad.

—Cinco horas son suficientes. Muchas gracias —ironizó—. ¿Por cierto, cuál es el plan?

—¿A mi me lo preguntas? —cuestionó Áleix con incredulidad.

—No estaría mal verte hacer trabajar esas pocas neuronas que te quedan —lo chinchó apartando la mirada de la carretera unos instantes para ver su mueca.

—Muy graciosa, pero estabas enfadada con Isaac, eh. No conmigo. Yo me quedé leyendo.

—Muy gracioso —dijo imitando su comienzo—, pero la pregunta era seria.

—Em... ¿Llegar, comprar, irnos? —cuestionó el chico con las cejas alzadas. Se esperaba ya una respuesta mordaz a su propuesta.

—Empiezo a entender porque sacas las notas que sacas. Si preparas los exámenes como preparas este plan... bueno... vamos mal.

—¿Y eso por qué? —le siguió el rollo.

—Primero de todo, porque dudo que los Mercaderes acepten tu bonita y reluciente tarjeta de crédito —Puso énfasis en la palabra sacada de otro siglo—. Que puede que sí, pero viendo como vivían estas dos, tampoco me sorprendería que no.

—Es un buen punto. Parar a sacar dinero, apuntado —reconoció conteniendo una risa.

—Por otro lado, no tengo ni idea de donde iremos a petar. Nuestro querido Google Maps nos indica que vamos directos una iglesia abandonada. No tengo ni idea de que nos encontraremos dentro, pero para llegar a ella, si vamos con una niña sacada del 1700 creo que cantaremos un poco.

—Ese es otro buen punto, ¡ves tú que bien!

—Además... —continuó Naia. Áleix la cortó.

—Pero que hay más... —puntualizó con ironía. Naia siguió hablando como si no la hubiese interrumpido.

—¿Vamos a entrar, así como así? ¿Será como en Harry Potter, una pared que tenemos que traspasar? ¿Cómo sabremos por dónde tendremos que ir? Imagino que no por la puerta principal, así, a la vista de todo el mundo. Lilia ha hablado de un punto de intercambio, de un punto de intercambio de cosas sobrenaturales. ¿No cantaremos mucho allí dentro? ¿Todos irán vintage? ¿O no? Nit va modernito.

Áleix fingió pestañear aturdido ante tal cantidad de información.

—Áleix ha quedado fuera de combate —ironizó imitando la voz mecánica que imaginaba que sonaba en Pokémon.

—A veces desearía estrangularte.

—Cuánto amor —bromeó—. Vale... buscarle ropa a Lilia me parece bien. Sacar dinero también, pero preferiblemente en una gasolinera para poder comprar algo para amenizar el viaje.

Naia le lanzó una mirada enfurruñada.

—Ibas bien, muy bien. No lo estropees.

—Muy graciosa —Volvió a repetir—. Pero necesitaríamos llenar el depósito.

Inmediatamente Naia dirigió la vista al contador. Áleix tenía razón, en la primera gasolinera que encontrasen tendrían que parar.

—Vale. Continua.

—Pues... tema iglesia... Eh... no sé qué decirte. Podemos parar a preocuparnos por lo que podemos encontrarnos, y que después puede que no ocurra nunca, o podríamos seguir mi método de estudio.

» Llegamos, vemos lo que hay y entonces decidimos.

» Bueno, y no nos olvidemos de llamar a la yaya-Isaac para decirle que hemos llegado.

Naia soltó una carcajada.

—Ahora que lo dices, Isaac me recuerda un poco al viejo ese de Kung Fu Panda. El maestro, todo calladito y lento pero despiadado cuando se lo propone.

—Creo que tendrías que ver la peli de nuevo...

Media hora después por fin se incorporaban a una carretera principal y a partir de entonces no tardaron en encontrar una gasolinera.

—¡Yo entro a comprar! —chilló Naia bajando del coche de un salto.

Áleix le dedicó un ceño fruncido mientras bajaba y se dirigía al surtidor. Naia le abrió la puerta a Lilia.

—Puedes bajar —anunció—. ¡Vamos a hacerte un cambio de look!

La pequeña bruja torció la cabeza en una clara muestra de no haber entendido lo que iban a hacerle. Desde que habían entrado a la autopista su miedo y desconfianza habían aumentado. Una cosa era probar la velocidad de los llamados coches que en nada se parecían a los que había montado tirados por caballos y otra estar rodeada de ellos, así como de otro muchísimo más grandes y terroríficos.

Y en ese momento acababan de parar ante un edificio extraño, lleno de gente extraña y con un olor que le quemaba la nariz. Una parte de ella quería salir a ver y explorar, otra, hacerse una bolita y esconderse taly como había aprendido.

—Vamos a comprarte ropa nueva.

» Para que no parezca sacada de Ana de las Tejas Verdes —añadió para sí misma unos segundos después. Se dio cuenta al decirlo de que físicamente podría haber pasado por un cosplay del personaje: mismo pelo pelirrojo, mismo vestido de época, pálida, delgada... Daba totalmente el pego—. Y vamos también a comprar comida. No sea caso que este se nos muera por el camino.

El chico le sacó la lengua colocando la boca de la manguera en el agujero del depósito.

—Por cierto, entra cuando acabes. Que pagas tu —comentó Naia con una sonrisilla.

Lilia se arrastró fuera del asiento con la inquietud y emoción invadiéndola a partes iguales y siguió a la chica cuando esta se internó en la tienda. Sus ojos saltaban de un lugar a otro. Era extraño, todo era extraño y colorido, y detallado. La cantidad de palabras, imágenes, dibujos y detalles era acaparadora.

Naia contempló a Lilia con curiosidad y fascinación. Realmente parecía que no hubiese pisado nunca una tienda. Su rostro era un lienzo lleno de emociones: sorpresa, curiosidad, desconcierto, miedo, agobio... ¿Podía ser que Idara la hubiese tenido oculta en la granja toda su vida? ¿O...? ¿Podían haber viajado en el tiempo? Por más difícil que se le hiciese de creer, ellos se habían teletransportado. En el momento en que una cosa podía suceder ¿por qué no la otra?

Le dejó tiempo a la bruja para que observara, tocara, curioseara y explorara, pero a cada minuto que pasaba atraían más miradas, lo que no parecía una muy buena idea. La apremió hasta la pequeña zona destinada a la ropa.

—Puedes escoger lo que quieras, paga Áleix.

Lilia contempló las prendas de la misma manera que había contemplado todo lo anterior, como algo totalmente ajeno y desconocido. Naia se fijó en como miraba su ropa para después contemplar la que expuesta. Cogió lo más similar a Naia que encontró: unos tejanos claros y una sudadera roja de algún equipo deportivo que la propia Naia no conocía ni tenía interés en conocer.

Serviría.

—¿Algún tentempié de preferencia? ¿Galletas? ¿Algo salado mejor? ¿Picante?

—Unasgalletas serían muy bien bienvenidas y apreciadas.

—Fantástico. ¿Y cuáles? ¿Con chocolate? ¿De limón? ¿Con chocolate y naranja? ¿Con crema? —le preguntó una vez llegaron a la sección dedicada a los dulces. Tenía la sensación de que si se paraba delante y esperaba que Lilia escogiera la cosa se alargaría.

—¿Aquí dentro... son todo esto galletas? —preguntó.

—Ajá.

—Entonces... me gustaría probar aquellas que tengan chocolate —pronunció como si no lo hubiese escuchado nunca. Puede que así fuera, Naia no lo acababa de tener muy claro.

—Perfecto. Coge esas mismas —le indicó señalando una caja concreta. La bruja la cogió examinando con atención el envoltorio—. Voy a por algo picante y bebidas y ahora vuelvo —anunció.

Tras recabar un snack picante, unos bollos de chocolate que se le antojaron nada más verlos, un pack de latas de cola y un paquete de caramelos que pilló por el camino fue a recoger a Lilia y se encontraron con Áleix en el mostrador, quien pagó los aperitivos, la ropa y la gasolina.

Guiaron entonces a Lilia hasta el baño para que pudiese cambiarse.

Cuando salió parecía una persona completamente distinta, nacida en el mismo siglo veintiuno.



Tras una nueva dosis de sedantes para que Elia no despertara en las próximas horas, Isaac se puso manos a la obra. El porqué las almas no podían abandonar la tierra seguía siendo una pregunta sin respuesta, que cada vez estaba más seguro de no encontrar en un libro, y para descubrirlo tenían que seguir vivos. Eso pasaba por aprender a defenderse de los demonios.

Tenía que encontrar más información sobre los pentagramas que había mencionado Asia, pero también quería intentar encontrar los símbolos que la parca había pintado en su habitación durante el incidente.

En aquel entonces había mencionado que les estaba salvando la vida a Naia y Áleix, lo que implicaba que esos signos podrían haber tenido algún tipo de papel protector, a fin de cuentas, nadie había vuelto a entrar en la habitación durante toda la noche.

Por otra parte, quería averiguar si habría otras opciones, otras maneras de luchar contra ellos.

Tenía mucho que indagar.


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