Cuando la muerte desapareció

By onrobu

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¿Qué harías si, durante una maratón de películas de terror con tus amigos, empiezas a escuchar ruidos en la p... More

Prólogo
PRIMERA PARTE: Una pieza clave en el juego
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
SEGUNDA PARTE: Búsqueda y huida
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
TERCERA PARTE: Las marcas que deja en la mente
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
CUARTA PARTE: La muerte
Capítulo 48 (I)
Capítulo 48 (II)
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52

Capítulo 25

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By onrobu

No se había atrevido a parar. Hacía tres horas que había perdido a los demonios tras el choque, pero no iba a arriesgarse a ser encontrados de nuevo. Nit también se había quedado atrás.

Aunque había arrancado sin pararse a pensar en la parca, había esperado que se materializase en el todoterreno o que apareciera poco después. No lo había hecho. Y aunque no había sentido aprecio alguno por él, no tenerlo cerca lo preocupaba. Estaban expuestos. Desprotegidos.

La culpa también había aumentado. Había abandonado a Alma e Idara, Nit las había reemplazado y lo había abandonado también.

Y todo porque lo querían a él. Porque creían que sabía algo, que sería de utilidad para un golpe de estado en el infierno. O eso había deducido.

No sabía nada. No sabía ni siquiera qué hacer a continuación. Tenía claro que debía llevar a Elia a un hospital, pero ¿cómo?

Tan pronto se cruzase con cualquier otro coche, entrara en una carretera principal o se acercara a un pueblo alguien lo pararía: iba con el morro del todoterreno abollado y el parabrisas agrietado. Y eso era un problema. Si solo fueran los restos del impacto podría decir que había chocado contra un jabalí y que volvía a casa con la intención de llevar el coche al taller al día siguiente, pero no era solo eso. Tan pronto alguien se acercase al coche los vería, vería la sangre que cubría a Isaac, vería a Elia: inconsciente, ensangrentada, herida, medio desnuda.

Y llamarían a la policía.

¿Qué pasaría entonces?

Lo habían encontrado estando en casa, durante el incidente, en el instituto y en medio de la carretera tres horas atrás. Lo estaban buscando. Y tan pronto se empezarían a movilizar coches policiales y ambulancias lo encontrarían. Lo sabía. Y no podía arriesgarse, no tenían a ninguna parca para protegerlos. Volverían a llevarse a Elia y esta vez también a él. O la mataría y solo lo tomarían a él.

Tampoco podía aparecer en urgencias con una chica moribunda en brazos. Ocurriría exactamente lo mismo. ¿Qué hacía entonces? ¿Se arriesgaba a perderla por tardar demasiado en llevarla al hospital? ¿o se arriesgaba a perderla al llevarla a urgencias y ser encontrados? ¿Qué opción era peor?

Luego estaba el hecho de que no sabía dónde estaban. Había dejado el móvil atrás oculto entre los helechos del almacén y en el vehículo no había encontrado mapa alguno.

Y que la gasolina no tardaría en acabarse.

No podían quedarse tirados en medio de la nada sin opción a pedir ayuda. Eso también sería una sentencia de muerte para su hermana, puede que incluso para él. La temperatura no paraba de bajar, no sabía dónde estaban, cuando o directamente si alguien pararía por allí.

Si algo caracterizaba la zona en que vivían era la gran inmensidad de nada que los rodeaba: miles de carreteras secundarias y caminos forestales, kilómetros y kilómetros de bosques espesos y una densidad de población de las más bajas del país.

¿Qué tenía que hacer entonces?

Meneó la cabeza en un intento de alejar el dolor que la azotaba la mente y el sueño.

La salud de Elia y la necesidad de no ser encontrados eran sin duda los problemas que requerían más atención, pero sin gasolina quedarían totalmente desamparados. Aunque entrara en contradicción, tenía que llegar a algún sitio: un pueblo, una gasolinera, una casa. Algo. Solo entonces podría decidir el siguiente paso.

Siguiendo las escasas señalizaciones que adornaban la carretera consiguió llegar, hora y media más tarde, a las afueras de un pequeño pueblucho del cual ni siquiera le sonaba el nombre.

Al transportarse a la cabaña y tras las cuatro horas de conducción por la nada debían de haberse alejado notablemente de su pueblo. Conocía todas y cada una de las localidades que quedaban a cien kilómetros de él y le sonaban las del radio de los ciento cincuenta. ¿A cuántas horas estaría de casa? ¿de sus padres?

Una nueva punzada de culpabilidad le invadió. Sus progenitores, ajenos a todo, convencidos de que sus hijos estaban a buen recaudo en una convención, aprendiendo y disfrutando de nuevas experiencias educativas. No podía estar más lejos de la realidad: había sido torturado, le había dado una paliza a un chico, había sido detenido, había abandonado a sus amigos (al menos a salvo, también ajenos a la situación), a Asia, había participado en una matanza, había abandonado a Alma, Idara y Nit. Y habían secuestrado a Elia. La habían torturado.

—Dioses... —Se permitió un par de respiraciones nerviosas mientras cerraba los ojos con fuerzas, sus ojos humedeciéndose por momentos.

Apenas unos días atrás habían estado estudiando para un examen de matemáticas. Planeando ir al cine.

Apenas unos días atrás había pensado que se estaba volviendo loco al ser el único que podía ver a Asia. Sentirla. Notarla.

Lo encerró todo en una caja al fondo de su mente. Tenía que concentrarse en Elia.

Sacó el todoterreno de la carretera y lo aparcó entre unos árboles a unos doscientos metros del cartel de bienvenida de la localidad de New Lakeland, mil doscientos habitantes, aunque ese cartel fechaba de cinco años atrás, bien podían ser entonces solo trecientos.

La posibilidad de que hubiera un hospital o consulta médica con urgencias veinticuatro horas era ínfima, pero no le quedaba gasolina para arriesgarse otra vez con la carretera y no se atrevía a entrar con el coche en el pueblo en busca de una.

—Vale... —murmuró para centrarse. La misión era clara: descubrir si había algún tipo de consultorio médico o una gasolinera, o cualquier otra cosa que pudieran aprovechar, y si era necesario, robarlo. Iba sin móvil, pero también sin cartera.

Contempló a su hermana una última vez antes de apagar las luces del vehículo para ocultarlo en la oscuridad de la noche. Nadie repararía en el coche hasta que empezase a salir el sol.

Cuando abrió la puerta, el aire gélido de un otoño invernal le dio la bienvenida. Un vaho blanco y la piel erizada no tardaron en hacer acto de presencia. Se quitó la sudadera y se la colocó a Elia antes de cerrar la puerta.

Con todos y cada uno de los músculos de su cuerpo tensos de miedo y frío, se internó en el pequeño pueblo. Una pequeña zona comercial con un par de bares, una tienda de comida, una de regalos y una que agrupaba todo lo anterior le dio la bienvenida. Todo cerrado, todo desértico y teñido por la oscuridad.

Se internó en una calle residencial en el más absoluto silencio. No había alma alguna a la vista. Tampoco luces encendidas más allá de las farolas de lado y lado de la calle, varias de ellas estropeadas.

En la lejanía vislumbro una escuela-instituto y una biblioteca antes de decidir dar marcha atrás y volver al inicio del pueblo.

Se internó por una nueva calle residencial que no tardó en convertirse en una carretera desértica y entonces lo vio: luces. Un edificio oculto entre los árboles con un hombre fumando apoyado contra una puerta cerrada. Y encima un gran cartel: 'Parque de bomberos de la región norte'.

El corazón de Isaac volvió a latir. No era un hospital, pero un par de paramédicos se asegurarían de que la vida de su hermana no estuviera en peligro inminente.

Se escondió detrás de un abeto cuando el hombre hizo un barrido general del entorno antes de volver a entrar en el edificio.

Tenía una oportunidad, en ese momento solo tenía que decidir cómo aprovecharla.

¿Volvía al coche y conducía hasta allí? Podía fingir que había tenido un accidente y que no había encontrado el móvil para llamar, aunque eso no explicaría gran parte del estado de Elia y tampoco la cantidad de sangre reseca que lo embadurnaba. Que fuera solo en una camiseta mugrienta y braguitas también levantaría sospechas al instante. Y no le importaría si eso no implicase que se lo llevarían detenido, que los separarían. ¿Qué pasaría si aparecerían sus perseguidores? ¿los encontrarían? No podría hacer nada esposado a una mesa en una comisaría decrépita alejado de todo y todos.

¿Podía llevarla hasta ellos y decir que se la había encontrado? Las sospechas serían exactamente las mismas. Dos extraños en un pueblo donde todos se conocían no podría ser coincidencia.

¿Podía llevar a uno de ellos hasta...?

Se tiró al suelo rezando no hacer sido visto.

En medio de la zona de acceso de parque, había aparecido una figura. O, mejor dicho, se había materializado de la nada.

Los habían encontrado.

«Elia».

¿La habrían localizado ya? ¿Se la habrían llevado? ¿O...?

El corazón le latía a toda velocidad contra las costillas. Se reprendió mentalmente por no controlarse. ¿Podía oírlo? ¿Podría oír su corazón desbocado? ¿Sería así como lo encontraría, como acabaría todo? Sería incluso poético, como un final de una novela de Shakespeare. Aunque no recordaba haber leído ninguna.

«Lo siento. Elia, lo siento mucho».

Aunque... si salía, si se tiraba contra él, si armaba tanto alboroto como le fuera posible ¿Elia podría pasar desapercibida? ¿Podría ser su oportunidad? Se lo llevarían a él, unos u otros, la policía o los demonios, posiblemente los segundos, y no sería hasta que saliera el sol que alguien del pueblo repararía en el coche accidentado en la entrada del pueblo. Llamarían a la ambulancia, la atenderían. Tarde o temprano la identificarían, llamarían a sus padres. Volvería a casa.

No la buscarían, ya lo tendrían a él. A quién habían querido desde el principio.

No lo pensó. Las otras opciones implicaban quedarse escondido sin saber si la habían encontrado ya. Y no podía permitir que se la llevasen de nuevo.

Así que se levantó, se levantó con tanto ímpetu como le fue posible, y tan rápido y con tanta furia como no había sentido nunca se lanzó contra la figura que seguía oteando el entorno.

Sintió el aire gélido acuchillándole la piel, el cemento firme bajo sus pies, la convicción en cada una de sus terminaciones nerviosas y entonces su cuerpo estampándose contra el suelo. Se le cortó la respiración por el impacto.

Y la gelidez le recorrió momentáneamente el cuerpo.

—¿Qué demonios haces? —preguntó una voz que tardó unos segundos en identificar.

Nit lo observaba desde arriba con distintos sentimientos escritos en el rostro: sorpresa, desconcierto, diversión. Puede que incluso algo de preocupación.

Isaac no había llegado a captar siquiera cómo se había apartado de su camino, menos todavía cuándo había sacado la espada que ya descansaba junto a su lado en vez de contra su garganta.

Era increíble cómo todo a su alrededor parecía más oscuro, cómo si absorbiese la luz que la envolvía por escasa que fuera. Como si fuera un agujero negro de la más profunda gelidez y oscuridad.

—¿No me lo vas a contar?

» No acabo de ver claro si te echaron a perder o si todo lo contrario —añadió para sí mismo, jocoso. No era un comentario dicho sin pensar.

Isaac no supo cómo reaccionar. ¿Lo maldecía por el susto que le había dado? ¿Le daba las gracias? ¿Un puñetazo por su actitud prepotente? ¿Le preguntaba a qué se refería?

—Tenemos que irnos, nos van a ver. —La parte racional y metódica de su cerebro volvió a tomar la iniciativa.

—Pues levántate. Un poco de salero, a ti te estoy esperando.

En eso tenía razón. Asqueado, se levantó con cierta dificultad, dolorido, por la sucesión de golpes que estaba recibiendo aquella noche. ¡Había llegado a quedarse tetrapléjico! Si no hubiese sido por lo que sea que hizo Alma...

Apartó ese pensamiento de la mente.

—¿Cómo me has encontrado?

—¿Eh? Querías llevar a la chica al hospital, en este culo del mundo no hay ninguno. He visitado entonces las distintas clínicas, y nada de nada. He probado con los veterinarios. Nada. Con un par de residencias de viejos, que solo han hecho que evidenciarme la decadencia humana. Y entonces internet me ha mostrado el parque de bomberos de... —dudó unos instantes mientras contemplaba con desdén el entorno— esto. ¿Cómo puede alguien querer vivir así? No se lo desearía ni a mi peor enemigo. ¡No hay nada! Los humanos solo hacen que sorprenderme día tras día.

—Tenemos que ayudar a mi hermana.

—¿Sigues con eso? Pensé que ya te habrías olvidado de ella.

—Es mi hermana. —Había obviedad en su tono.

—¡Y dale con eso! Me ha quedado claro. Lo pillo.

» Pero lo haremos a mi manera.

Echó a andar en dirección al pueblo sin decir palabra, lo que obligó a Isaac a correr para alcanzarlo. La parca recorrió un par de calles hasta encontrar aparcado un todoterreno negro. Isaac no tardó en deducir que había escogido el coche de gamma más alta de entre los disponibles, mayoritariamente monovolúmenes, coches de trabajo y camionetas que hacía años que merecían una jubilación.

—Este servirá —indicó mientras lo examinaba con una sonrisilla en el rostro.

Desapareció entonces del lado del médium solo para aparecer al instante en el interior del vehículo. Le dedicó una sonrisa maliciosa a través del cristal antes de agacharse para empezar a manipular los controles del sistema.

O eso supuso Isaac. A pesar de las farolas que iluminaban la calle, no veía demasiado. Menos todavía tras el cristal semitintado de la ventana del coche.

Un par de minutos después la ventanilla del conductor bajaba permitiéndole a Nit sacar la cabeza fuera.

—¿Te subes, o qué?



Primero de todo disculparme porque el sábado no pude subir el capítulo (estaba de exámenes), pero ahora ya soy más libre y tengo intención de aprovechar cada momento para corregir el mayor número de capítulos y cuando vuelva a estar a tope tener ya capítulos asegurados para que tengáis los capítulos cada día prometido.

Por otro lado, últimamente he estado promocionando mucho en los grupos de Facebook y me preguntaba ¿cómo llegasteis a esta historia? ¿pedisteis link en Facebook, os salió en Instagram, en TikTok, ya me seguíais, os salió en la página principal de Wattpad o cómo la encontrasteis?

Saberlo puede ayudarme mucho a enfocar mi estrategia de promoción así que os agradecería mucho si me lo comentáis ❤️

Muchísimas gracias por leer,

onrobu  

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