EL PRECIO DE LA LIBERTAD [LGT...

By Sol_Arias_

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A veces la vida te golpea muy fuerte, a veces te clava cuchillos en forma de palabras y a veces los actos de... More

|| Capítulo 01 ||
|| Capítulo 02 ||
|| Capítulo 03 ||
|| Capítulo 04 ||
|| Capítulo 05 ||
|| Capítulo 06 ||
|| Capítulo 07 ||
|| Capítulo 08 ||
|| Capítulo 09 ||
|| Capítulo 10 ||
|| Capítulo 11 ||
|| Capítulo 13 ||
|| Capítulo 14 ||
|| Capítulo 15 ||
|| Capítulo 16 ||
|| Capítulo 17 ||
|| Capítulo 18 ||
|| Capítulo 19 ||
|| Capítulo 20 ||
|| Capítulo 21 ||
|| Capítulo 22 ||
|| Capítulo 23 ||
|| Capítulo 24 ||
|| Capítulo 25 ||
|| Capítulo 26 ||

|| Capítulo 12 ||

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By Sol_Arias_

No tenía idea a donde ir, quería ir a casa, pero no estaba lista para entrar sola. Había sido un día demasiado agitado y lo único que quería era estar en una cama y dormir.

Mi cabeza daba mil vueltas, lo único que quería era tener el maldito libro en mis manos. Era algo más que un simple objeto y se acercaba un día importante en mi vida y el hombre que se supone que me debería querer, lo arruinó, como siempre.

Aunque tal vez fuera inútil, debía ir a la casa de los vecinos y saber si alguien estaba dispuesto a venderme ese libro.

Fui casa por casa, le pregunté a cualquiera que pasara por mi casa, si un hombre alto y de buen físico le había vendido un libro con la portada de dos hermanas, pero no. Nadie lo había visto y ahora parecía que yo era una loca en busca de algo que ni existe.

Cuando caminaba con las manos en los bolsillos y la cabeza baja, triste de que no encontré el libro, vi una sombra cuando la noche estaba cayendo. Levanté la mirada y noté que Sheila me estaba esperando en los escalones de mi casa.

Nos observamos mutuamente y cuando se levantó, noté que en sus manos estaba el libro.

Me acerqué a ella sin poder creer lo que estaba viendo y sin pensarlo la abracé fuertemente. Nos separamos y sonreí.

—¿Qué haces aquí?

—Pese a que me ocultaste que te fuiste a la comisaría, me dijiste que te esperara aquí y eso hice.

—¿Por qué? Pudiste haberte ido y olvidarte de esta tontería.

—No parecía ser una tontería para ti, entonces para mí no lo sería. Además, aunque no lo creas, yo te aprecio y quiero que sepas que siempre podrás contar conmigo.

Sonreí de lado y extendió sus brazos para darme el libro.

—Imagino que quieres saber por qué es importante —asintió.

—No niego que tengo cierta curiosidad, pero si es algo tan importante prefiero que te guardes el secreto y cuando lo hayas superado, podrás contarme.

Cualquiera en su lugar habría abierto el libro y aunque no encontraría nada, porque solo yo entendería ese mensaje, el hecho de que no lo haya hecho, muestra que es una persona respetuosa en todos los sentidos.

—¿Vamos a mi casa o quieres quedarte en la tuya? —preguntó.

Miré la casa que estaba frente a mí y entendí una cosa. Ya no era mi casa, nunca fue mi hogar, porque faltaba mi familia, la que un día estuvo completa y me amó. La había perdido y desde entonces ninguna casa era un hogar.

Sin embargo, creo que eso cambió cuando Sheila me acogió en su casa con los brazos abiertos, sin importar los problemas o mi orientación sexual.

—Esta no es mi casa —sonrió de lado.

La rubia subió los escalones y tomó mi mochila, junto a mi casco de motocicleta que había dejado aquí antes de... de lo sucedido con mi madre. Se acercó a mí y me dio el casco.

—Úsalo tú —sonrió pícaramente.

—¿Eso quiere decir que ya te importo?

Rodé los ojos.

—Sigue soñando, Dankworth —río burlonamente.

—Aww, ya te importo.

—Si no te pones el casco, te tiraré de la motocicleta —inmediatamente se puso el casco y le bajé el visor de color negro.

Abrí la mochila y puse el libro adentro. Luego la cerré y ambas nos subimos a la motocicleta, mientras discutíamos sobre si Sheila realmente me importaba o no.

Claramente la importancia que yo le daba, era del tamaño de un granito de arena. Ni que fuera Taylor Swift para amarla.

Pinocha mentirosa.

Tú cállate, que nadie te preguntó nada.

—Dejas que te abrace, eso ya tiene que ser un avance.

—Detesto el contacto físico, Sheila.

—¿Tienes cosquillas? —preguntó, con un tono de una niña pícara.

—Si alguna vez en tu vida me haces cosquillas, te aseguro que ahora mismo te tiraré de la motocicleta y tendrás que ir a tu casa a pie —amenacé.

—¿Eso quiere decir que estarás conmigo hasta el día que me muera?

—¿Q-qué? N-no, s-solo cállate...

|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||

Ya era lunes, el fin de semana había pasado demasiado rápido porque sucedieron varias cosas; el arresto de mi padre, por el cual ni sentí ningún remordimiento, con Sheila adelantamos algunos trabajos en conjunto y algunas cosas de la clase de cálculos, aunque para eso literalmente estuvimos despiertas las veinticuatro horas, sobreviviendo a base de café y hamburguesas que Jason cocinó.

Con suerte habíamos dormido dos horas, pero parecíamos dos zombis ambulantes. Jason se ofreció a llevarnos a la universidad, porque ninguna de las dos estaba realmente bien para conducir.

No iba a negarlo, había pasado un lindo día haciendo las tareas con Sheila, me hacía reír y olvidar todo lo qué había sucedido. Así qué tener cara de zombis valía la pena y volvería a repetirlo.

Algo curioso, es que mientras yo hacía algunas actividades, ella escribía en su libreta de color negro. No tenía idea de lo que escribía, pero parecía ser como su diario personal.

Me preguntaba si allí escribía sobre todo lo que estaba viviendo por mi culpa, si escribía sobre sus emociones o cómo se sentía ahora que yo sabía sobre su orientación sexual.

Tal vez más tarde le preguntaré cómo se siente respecto a eso.

Ahora debíamos entrar al infierno en la tierra. Una universidad llena de homofóbicos.

Nos despedimos de Jason y dijo que nos vendría a buscar al mediodía. Salimos del auto y nos miramos.

Era un poco confusa nuestra relación, porque para Emma y Andrés éramos novias, para nuestros amigos prácticamente teníamos una relación de amor odio, ¿pero y para la universidad? ¿Qué éramos?

Las probabilidades de que ella estuviera conmigo luego de todo, eran pocas, porque seguramente si estaba a mi lado, le dirían que es como yo y eso haría que se aleje de mí. como Emma lo hizo, ¿por qué con Sheila sería diferente?

Mientras todos entraban, algunos nos miraban, otros como siempre, murmuraban cosas y se reían de nosotras. No quería que ella sufriera la humillación que yo sufrí durante toda mi vida.

Un corazón como el suyo no lo merecía.

—N-no tienes que estar conmigo todo el tiempo ahora que volví, puedes ir con tus amigos.

—Dame una sola razón para dejarte sola.

—Sabes que si estamos juntas empezarán a decir cosas de ti.

—¿Y? —preguntó como si eso no le importara.

—Pues no quiero que sufras, porque te molestarán, no dudes que lo harán.

—Te pedí que me dieras una razón, no lo que pasaría si estoy contigo o no.

—Bueno, si quieres una razón, te diré qué... qué me gusta estar sola y así podré concentrarme en hacer las tareas y no habrá alguien que me quiera hacer cosquillas todo el tiempo —me crucé de brazos.

—En mi defensa, quería hacerte reír.

—Solo hiciste que me cayera de la cama y casi me rompa el brazo —elevé una ceja.

—¿Si sabes que tus excusas son tontas? —se acercó a mí.

Sus ojos verdosos que brillaban ante la luz del sol, miraron mis labios y sonrió.

—¿Si sabes que sigues siendo igual de irritante que el primer día?

—Entonces me amas, Thalía.

—Ay, no dormir por casi un día y medio te está afectando, mejor entremos —le tomé de la manga de su blusa y la arrastré hacia adentro.

Realmente no sabía que tanto me importaba Sheila, osea, el contacto físico con ella no me hacía sentir mal, al contrario, me gustaba, me daba paz y hacía que el mundo no fuera una completa mierda.

¿Pero cómo podría saber cuanto me importaba? No podía quererla, porque estaba segura que un día me abandonaría, como lo hacen todos a los que amo. Lo hizo Emily, lo hizo Andrés, lo hizo Emma y ahora lo hizo mi madre.

Solo era cuestión de tiempo y no quería acostumbrarme a su presencia.

Mientras la arrastraba, noté que no dejaba de sonreír y al parecer, no le importaba el murmullo de los demás.

No dejaba de mostrar sus dientes, parecía que se estaba riendo de algún chiste o algo gracioso.

Me detuve en seco y la miré.

—¿Qué es tan gracioso que sonríes?

—Qué estás tomando el camino equivocado, como cuando nos conocimos.

—¿Por qué no me dijiste? Debo parecer una idiota buscando un salón que no está aquí.

—No, solo es gracioso.

Rodé los ojos y cuando nos dimos la vuelta, observamos que el grupo de Ryan y sus heteronormativos amigos estaban mirándonos.

Se acercaron hacia nosotros y Sheila retrocedió unos pasos.

Conocía muy bien ese comportamiento, era de alguien que se alejaba de una persona que le había hecho daño y aunque no olvidaba que Ryan la acosaba, mi experiencia en los maltratos me decía que algo sucedió en el mes que falté.

—Así qué estás de vuelta...

—¿Feliz de verme, Ryan?

—Sorprendido.

Ambos nos observamos de arriba a abajo, yo trataba de analizarlo, para saber qué le había dicho o hecho a Sheila, porque era demasiado evidente que por creerse un dios, hacía lo que quería.

Su padre era alguien poderoso y eso le daba a los demás la oportunidad de hacer oídos sordos y de estar ciegos ante lo que hacía o decía, pero no conmigo.

A veces cuando estábamos en alguna pelea con Emily, les decíamos a los demás que se habían metido con la lesbiana y la heterosexual equivocada, bueno, pues eso mismo estaba haciendo Ryan.

Meterse con la homosexual equivocada.

—Vámonos, Sheila, todavía tenemos que hablar sobre lo qué hiciste —el tono de su voz demostraba que estaba realmente furioso.

La rubia me miró, en un pedido de auxilio que pensaba atender.

—Ella se queda conmigo, lo que sea que tengas que decirle, se lo dirás en mi presencia.

—No eres quien para mandar, perra maldita —nos acercamos mutuamente, para mirarnos a los ojos.

Tal vez si lo provocaba sutilmente, podría hacer que perdiera el control y habría más de un testigo. Aunque no sabría si tendría el efecto deseado, porque es inmune a todo.

Uno de sus amigos lo tomó del brazo.

—Deja esto para otro momento.

De mala manera, él aceptó.

Se encaminaron hacia el salón y nosotras también, porque de lo contrario llegaríamos tarde.

Recorrimos los pasillos en silencio, mientras me preguntaba que había hecho Sheila, para que Ryan estuviera tan furioso y para qué no quisiera decirme.

No sabría determinar si eso significaba si era algo grave o no, pero sea lo que fuera, sé que no fue en vano.

Cuando llegamos a la clase, nos sentamos en el medio, junto a Mayik y Klex, los saludamos y sacamos nuestras cosas. Esta clase era la de literatura, dónde debíamos hacer el trabajo del ensayo, el profesor había extendido la fecha de entrega hasta el próximo semestre, ya que, varios de sus alumnos no habían llegado a hacer ni la mitad.

Por un momento creí que lo decía por mí, pero Mayik me aclaró que ellos tampoco habían terminado el trabajo. Decían que cien páginas era demasiado y que no era posible escribirlas en menos de un mes, por lo menos ahora teníamos hasta fin de año.

Arranqué un pedazo de papel de la hoja y en ella escribí "¿Qué sucedió entre Ryan y Sheila mientras no estuve?" Deslicé el papel hacia el rubio y al leerlo escribió algo en él. Deslizó el papel de vuelta hacia mí y leí el mensaje.

"Quiso besarla, pero Sheila le dio una bofetada"

No puede ser... ¡Maldición!

La ira comenzó a invadir. La simple imagen de ellos dos juntos hacía que me dieran ganas de vomitar y cuando imaginaba que él la estaba obligando, era aún peor. ¿Quién se creía? No era más que un idiota que se cree lo mejor del mundo, solo porque su padre era poderoso.

Arrugué el papel y lo guardé en el bolsillo de mi jean.

Por un lado sentía recelo de que Sheila no me hubiera contado sobre esto, porque era algo realmente importante y peligroso. Esto podría empeorar y aunque odiaba su presencia, necesitábamos a Emma.

Aunque en el pasado nos había dicho que no, tal vez con todo lo que sucedió cambió de opinión.

De repente, mientras el profesor explicaba sobre cómo debíamos escribir una nota periodística, Sheila se levantó de su asiento y salió corriendo.

Inmediatamente mis ojos la siguieron y pude notar como Ryan no dejaba de mirarla con deseo.

Ambos nos levantamos al mismo tiempo y cuando entendí que iría detrás de ella, me puse enfrente de él y levanté la mano.

—No irás detrás de ella —me observó con arrogancia y todos comenzaron a mirarnos.

No me importaba, de todos modos siempre me miraron y si estar para Dankworth tenía que sentir el desprecio de todos, podría soportarlo.

—¿No ves que Sheila se acaba de ir corriendo?

—Sí y por eso iré tras ella y si nos sigues, te romperé los huesos y esta vez no tendré piedad contigo —tragó grueso.

Imagino que recordó cuando tuvimos esa pelea cuerpo a cuerpo fuera de la escuela y lo había vencido. Recuerdo que se sintió avergonzado y humillado.

—Señor, Jhensen, quédese aquí —ordenó el profesor—, señorita, McCook, vaya tras la señorita Dankworth.

Miré al profesor y su mala cara me daba a entender que él entendía lo que estaba pasando. Le agradecí y salí corriendo del salón.

Corrí por los pasillos, buscando en cada rincón en donde ella podría estar, pero no encontraba nada. Le pregunté a cualquiera que se atravesara en mi camino, pero algunos me dijeron que no la habían visto y otros simplemente me ignoraban. Pasé corriendo por los baños y noté qué la puerta estaba cerrada.

Por cuestiones de seguridad, nadie tenía permitido encerrarse en el baño, cuando había otros cubículos vacíos. Me acerqué a la manija y pegué mi orje a la puerta, para asegurarme que no había dos personas teniendo sexo.

Al oír una voz temblando, la reconocí.

—Sheila, déjame entrar —silencio—, por favor...

Oí un leve clic y la puerta se abrió.

Entré lentamente y cerré la puerta.

Al diablo con las estúpidas reglas.

Se acercó al lavabo y suspiró.

—¿Por qué saliste corriendo así?

—Es que estoy en mis días y creo que me manché, solo eso... —mintió.

—Que curioso que digas eso —me acerqué a ella—, porque me dijiste lo mismo hace dos semanas cuando llegaste de la universidad y te encerraste en el baño, dijiste que te dolía mucho los ovarios y que necesitabas un momento a solas —levantó la mirada cuando se dió cuenta que la descubrí.

La miré a los ojos y noté que estaban acuosos.

—Dime la verdad, Sheila, yo nunca te mentí por peor que fuera —tomé sus manos y las acaricié.

Simplemente me abrazó y las lágrimas la invadieron. No dejaban de salir de sus ojos y por alguna razón, sentía una enorme impotencia y dolor en el pecho. No me gustaba que ella se sintiera así, porque no se lo merecía en lo absoluto.

Nos separamos y bajó la mirada. Llevé mis dedos a su mentón y lo levanté lentamente.

—No bajes la mirada, porque eso significa que eres débil y tú eres muchas cosas, pero no eso.

—¿Eso piensas de mí? —asentí.

—Sigo pensando que a veces eres irritante —soltó una pequeña risita—, pero es soportable —le di una sonrisa cálida, para que no sintiera miedo.

—Los chicos te lo dijeron, ¿no?

—¿Por qué lo hizo?

—Estábamos discutiendo, porque él decía que yo me estaba perdiendo de mucho porque no me quería acostar con él, así qué me tomó de la cintura y me besó —se llevó una mano a sus ojos y se secó las lágrimas—. Intenté alejarme, pero sus manos apretaban muy fuerte mi cintura, así qué le di una bofetada tan fuerte que le salió sangre y sigue molesto por eso.

Mentalmente lo maté unas mil veces, pero literalmente no podía hacerlo.

—¿Por qué no me dijiste nada? Habría hecho algo.

—Estabas sufriendo por la muerte de tu madre, si yo no te llevaba la comida tú no comías y no quería preocuparte con esto —suspiré—. ¿Estás enojada?

—Contigo no, con él, sería capaz de matarlo con mis propias manos por lo que te hizo.

—Lo sé, por eso tampoco te lo dije, pero no te preocupes, Jason se encargó de eso al día siguiente —la miré extrañada—. Cuando se lo conté, dijo que lo golpearía, para que entendiera que yo no estaba sola, que había un hombre a mi lado, porque mi hermano me explicó que hay hombres que creen que las mujeres solo somos para el sexo y ya, y Ryan es uno de ellos.

—Por desgracia Jason tiene razón, pero la solución tampoco es la violencia.

—Lo sé, por eso acudimos a Emma.

—¿Tú acudiste a Emma? ¿Tú? ¿La chica que le encanta presumir que es mi novia?

—No quería acudir a ella, pero no tenía elección.

Ahora lo entendía, por eso Sheila le decía que yo no estaba lista para verla, por eso Emma lo aceptaba, porqué ya habían hablado antes y tal vez, ella se dio cuenta que esto no era un simple capricho.

Me aislé un mes y algunas cosas parecían haber cambiado demasiado, lo que no cambiaron en años.

Nos separamos y se apoyó de espaldas contra el borde del lavabo.

—¿Sabes? A veces puedo entender el miedo que Emma siente por aceptar su orientación sexual, porque no es nada fácil, pero eso no es justificación para lo que te dijo e hizo.

—¿Qué sientes respecto a eso? ¿Miedo de ser como ella? —negó con la cabeza.

—Tengo en claro que nunca le haría eso a la chica que quiero, pero siento mucha presión por parte de todos, diciéndome que debo estar segura de mi sexualidad, diciéndome que si descubrí que me gustan las chicas, es porque me gusta alguien y me presionan para qué se los diga y ni siquiera yo sé si me gusta o solo me atrae y qué... ¿Y sabes qué es lo peor? Pienso en eso día y noche, no dejo de pensar en ella y también descubrí que no solo hay sexualidades, sino identidades de género, como ser demisexual, ser no binario, ser arromántico, luego hay más sexualidades como ser pansexual, ser asexual, ser trans, ser intersexual, ¿y como rayos se supone qué sepa todo eso? ¿Realmente soy bisexual o soy lesbiana o soy pansexual? Dios, hay muchas cosas que no conozco y me da miedo saber que soy algo tan diferente a lo común y luego están los pronombres y... —coloqué mis manos en sus mejillas y dejó de hablar.

Comencé a acariciarlas, justamente como ella lo hacía conmigo.

La entendía a la perfección, porque la sociedad te presiona para todo y cuando quieres salir del closet, es mucho peor. A veces lo único que quieres es hacer tu vida normal y que te guste cualquier persona, sin incomodidad o simplemente hacer tu vida, sabiendo que a nadie le molesta quién eres en verdad.

A veces simplemente quieres vivir en un mundo lleno de las personas de la comunidad, no porque vayas a encontrar pareja o porque quieras tener relaciones con alguiende tu mismo sexo, como la sociedad piensa, sino porqué allí podrías sentirte cómodo, con el pronombre que sea, con la identidad de género que sea, con la sexualidad que sea. Solo quieres no tener cadenas, no oír ofensas, no ver violencia, no sentir miradas. Solo quieres paz.

—Cálmate, porque estar desesperada no servirá de nada, ¿okey? —asintió—. Te entiendo, no es fácil, es difícil, sientes miedo, pero a la vez no quieres decepcionar a los demás, pero acabas siendo prisionera de tus sentimientos, no quieres que los demás te miren de mala manera, pero te sientes acorralada contra aquello que hay en tu mente, no quieres ser juzgada, porque no estás acostumbrada y tampoco sabes si esa chica también te quiere, porque créeme cuando te digo sé que la gran presión de lo que sientes, es por saber si todo lo que sientes vale la pena decírselo a ella, porque podrías perderlo todo y arruinarías tu vida en cuestión de segundos, ¿no?

—¿Cómo lo sabes?

—Porque estuve en tu lugar, pero yo estaba sola, tú me tienes a mí y siempre me tendrás —sonrió de lado y me abrazó fuertemente.

Comenzó a llorar nuevamente y yo no sabía mucho qué hacer. Nunca nadie me había contenido en una situación así y tenía miedo de arruinarlo. Sin embargo, sabía que un abrazo ayudaba más de lo que los demás creen.

—Tranquila, estoy aquí y aunque sea mala consolando personas, prometo siempre oírte y enseñarte todo lo que sé sobre la comunidad, para que no tengas dudas.

—¿Y si no aprendo?

—Comenzaré a cobrarte por hora —soltó una pequeña risita.

Nos separamos y acerqué mis manos a sus mejillas. Corrí las lágrimas de ellas y las acaricié. No era secreto para nadie que detestaba el contacto físico, pero con Sheila no se sentía feo o molesto, se sentía bien, como cuando acariciar a un perro suave y él se pone feliz.

Sheila no era un perro, claramente, pero en sus ojos había un brillo especial cuando me abrazaba no estábamos juntas.

—Es mejor hablar de esto en casa, pero créeme, la tormenta que estás sintiendo en tu pecho, cesará.

—¿Cuándo?

—Cuando sea el momento y eso solo tú corazón lo sabe.

—¿Cómo?

—Cuando estés con esa chica que te gusta, sentirás paz y sentirás que con ella no hay secretos y siempre podrás contar con su apoyo, como si ella sufriera lo mismo que tú, solo porqué a ti te duele, a ella también.

—Creo que ella me hace sentir así.

—¿Crees?

—Es que no le gusta demostrar o hablar de sus sentimientos.

—Debe tener algún motivo.

—Sufrió mucho en esta vida y yo quiero hacerla feliz.

—¿Sin importar qué?

—Sí, sólo quiero ver sus ojos brillar y verla sonreír.

—Entonces hazlo, pero solo cuando estés en paz contigo misma, porque nada bueno nace de mentiras, de engaños o de inseguridades.

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