Cuando la muerte desapareció

By onrobu

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¿Qué harías si, durante una maratón de películas de terror con tus amigos, empiezas a escuchar ruidos en la p... More

Prólogo
PRIMERA PARTE: Una pieza clave en el juego
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
SEGUNDA PARTE: Búsqueda y huida
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
TERCERA PARTE: Las marcas que deja en la mente
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
CUARTA PARTE: La muerte
Capítulo 48 (I)
Capítulo 48 (II)
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65

Capítulo 17

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By onrobu

El impacto contra el suelo fue más brusco que la vez anterior. Debido el suelo irregular le falló la rodilla y estuvo a punto de caer. Consiguió estabilizarse con dificultad. El dolor de cabeza se había visto multiplicado varias veces y el mareo había vuelto a hacer acto de presencia entorpeciendo la velocidad de su mente. Le costó recordar dónde habían ido.

No veía nada. Parpadeó con rapidez para poder adaptar sus ojos a la luz ambiental y descubrir dónde se encontraban. Alma no le dio ocasión, lo cogió del brazo y tiró de él hacia el suelo para que se ocultase.

El médium tardó unos segundos en ubicarse y entender el porqué.

«Elia».

Habían ido a buscar a Elia.

Sacudió la cabeza en un intento de despejar sus pensamientos. Consiguió alejar las náuseas. El dolor de cabeza parecía ya inseparable de él. Tragó para anteponerse a él.

De nuevo, se encontró parpadeando para que los contornos y los colores se acabasen de definir a su alrededor. Y entonces contempló su alrededor.

Se encontraban en una azotea cubierta de gravilla oscura. En relación a los otros edificios Isaac dedujo que en una estructura de unas dos o tres plantas, no lo sabía a ciencia cierta. Por el número de salidas de aire, chimeneas y cuadros eléctricos imaginó que se trataba de algún tipo de fábrica o complejo industrial. Los edificios de su alrededor corroboraron su hipótesis.

Todo el perímetro de la azotea se encontraba rodeado por un muro de ladrillos de hormigón de apenas un metro de altura. Imaginó que las reparaciones y comprobaciones de las salidas de aire serían habituales por lo que unas ciertas medidas de seguridad serían necesarias. Dio gracias por ello.

Los cuatro se encontraban escondidos detrás.

Solo él parecía desubicado y un tanto lívido. Isaac no acababa de entenderlo. ¿Cómo seguía manteniéndose en pie? El ataque del demonio había sido bestial, había pensado que era su final. Que moriría del dolor, de la falta de aire; comprimido. No lo había hecho, y aún así apenas había conseguido arrastrarse hasta Alma.

Después se había destrozado los nudillos contra el chico.

Y más tarde había caído sin fin, no una sino dos veces.

¿Cómo seguía manteniéndose en pie? ¿Cómo era posible que en el chequeo médico no le hubiesen encontrado absolutamente nada?

Su cuerpo seguía siendo un mapa de dolores, y aún así, no era nada comprado con la tortura que había supuesto ser oprimido por la fuerza invisible que casi acaba con él.

Inconscientemente su vista se dirigió hasta sus manos. No había rastro alguno de heridas en ellas, sus nudillos totalmente recuperados.

Se curaba rápido. Muy rápido.

Y aún así, el dolor de cabeza nunca desaparecía.

Intentó recordar otras veces que se hubiera hecho daño. ¿Siempre se había curado tan deprisa? No era normal. ¿Sus padres no lo habían notado?

Sacudió la cabeza una última vez para acabar de alejar el mareo y se centró en la tarea que tenían entre manos. Liberar a su hermana.

Observó a Alma a la espera de instrucciones.

La parca se señaló ambos ojos antes de indicar la parte alta del muro y apuntar al médium con el dedo. Isaac asintió en confirmación y se incorporó para observar por encima del borde.

Oteó el edificio que tenían delante, el último del polígono industrial; detrás, el más profundo bosque. Parecía abandonado desde hacía mucho tiempo.

Se trataba de un gran rectángulo de cemento, cristal y metal oxidado cubierto de grafitis. Aunque tenía una sola planta sus techos eran altos y ocupaba unas dimensiones notables. Contaba con diversos módulos interconectados entre sí, así como edificios secundarios y estructuras de metal en mal estado.

Elia podía estar en cualquier lugar dentro de ese recinto. No sería fácil dar con ella.

Examinó el edificio con más atención. Si fuera él quien quisiese ocultarse, ¿dónde lo haría? En un edificio de tales dimensiones las posibilidades eran incontables, y aún así, había algunos lugares que quedaban descartados rápidamente.

Las estructuras de metal, por ejemplo, no ofrecían ventaja táctica alguna. Había múltiples maneras de acceder a ellas siendo prácticamente imposible controlarlas todas. Además, estaban expuestas a la calle, si hubiesen estado allí los hubiesen visto sin problemas. Y no lo hacían, no había nadie en ellas. La posibilidad de derrumbe en cualquier momento reforzaba la decisión de descartarlas como posible escondite y punto de reunión. Lo querían a él, si se venía abajo encima suyo no iban a lograr nada.

La gran mayoría de edificios auxiliares tampoco parecían una buena opción. Aunque algunos de ellos pudiesen llegar a estar conectados con el edificio principal a través de puertas o pasadizos que él no pudiese ver, eran espacios pequeños con una o dos puertas. Y una de ellas daba directamente a la parte de delante del complejo, a la vista de los posibles transeúntes. No había vigilantes en ellas, y aunque pudiesen estar esperando dentro, parecía poco probable que hubiesen escogido espacios extremadamente reducidos para emboscarlo.

No. Mantendrían a Elia en algún lugar que permitiese vigilarla, así como las posibles entradas y el entorno. En algún lugar donde solo entrando estuvieses a su merced. En su terreno. Lo querían a él, tenían que asegurarse de que se adentrase en la boca del lobo y no pudiese volver a salir por su propio pie y voluntad.

En el momento en que no había nadie esperando recibirlo tan pronto llegara significaba que esperaban que se metiese para recuperarla y lo pudiesen emboscar.

Volvió a esconderse tras el muro.

Ignoró el miedo, la incerteza, las dudas. Se centró en la calma, la serenidad, la atención y racionalidad.

Alma lo observaba con interés. Parecía estar esperando algo de él.

—Imagino que deben estar en alguno de los módulos principales —formuló.

La parca asintió con una sonrisa complacida. Y perversa.

—Idara —ronroneó—. Te toca.

La bruja se levantó sin decir nada. Se alejó de ellos con pasos firmes. Su vestimenta de época contrastaba notablemente con el entorno industrial que los rodeaba.

—¿Qué hará como distracción? —preguntó Isaac.

Alma se encogió de hombros, indiferente. Parecía relajada, cómoda. Y emocionada, expectante.

—Mientras los saque del edificio no importa en lo absoluto.

» Debe haber unos veinte señoritos ahí dentro.

El médium no le preguntó cómo lo sabía.

—¿Nos transportarás dentro?

—No. Solo puedo hacerlo con las almas. Contigo no puedo.

—¿Entonces?

—Bajaremos por la escalera y entraremos por detrás —murmuró con sorna.

Isaac asintió con la cabeza, divertido y avergonzado a partes iguales. ¿En qué momento se había acostumbrado a la magia hasta el punto de olvidar los 'métodos tradicionales'?

—Quedaos aquí. Vuelvo en un momento. —Y se esfumó.

Isaac y Asia se quedaron solos.

La chica le dedicó una rápida mirada, avergonzada. Parecía nerviosa. Y preocupada. Apartó la vista rápidamente perdiéndola en los nubarrones que adornaban el cielo. Iba a llover.

—Gracias por ayudarme... ayudarnos —reformuló rápidamente. Sabía que no le podían hacer nada, que no la podían herir, y aún así se estaba arriesgando por Elia. Por él.

—Si no funcionase en ambos sentidos no sería muy justo ¿no? —Apartó los ojos del chico rápidamente, fijándolos de nuevo en el cielo. Jugueteaba con los bajos de su vestido, inquieta.

Isaac le dedicó una pequeña sonrisa antes de seguir su mirada hasta el infinito.

Unos segundos después la chica pareció empezar a decir algo. Calló. Se giró hacia Isaac.

—Alma... Seguía en el instituto cuando Alma ha aparecido. Me ha... me ha ordenado que la acompañase y... —Sus manos se dirigieron inconscientemente hasta su cuello—. Me he negado... quería... quería volver con vosotros, pero no quería... no sé... cumplir sus órdenes... y entonces ha mencionado que... que pueden usarme para llegar hasta ti. Y que si no iba por voluntad propia me llevaría a la fuerza. Que no pensaba perderme de vista.

Los ojos de Isaac se abrieron con sorpresa. Y la culpabilidad creció un poquito más. También la rabia. Unos escasos minutos atrás había decidido darle el beneficio de la duda a la parca. Confiar en ella aunque fuera mínimamente. Había llegado a pensar que el ataque a Asia había sido un suceso asilado.

No lo era. Parecía un juego para ella. La violencia, las mentiras... Tampoco olvidaba el hecho de que creía conocerla. Aunque seguía sin saber de dónde o de cuándo. Y por qué no conseguía recordarla.

Aunque, por otro lado, sus palabras acababan de destapar una de sus mentiras. Y cada vez que eso sucedía los acercaba un poquito más a resolver el puzle.

—Entonces mintió —reflexionó Isaac—. Ayer dijo que 'eras un simple peón'. Si pueden usarte para llegar hasta mí, si no quiere perderte de vista... ahí hay algo —murmuró.

Asia abrió ligeramente los ojos al considerarlo. No tuvieron tiempo de decir nada más. Alma se materializó en el lado contrario del tejado.

—Vamos.

Ambos se apresuraron a levantarse, y encogidos en un intento de pasar tan desapercibidos como les fuera posible, recorrieron la distancia que los separaba de ella.

Confiase o no confiase en la parca, parecía ser el único modo de recuperar a Elia.

A su lado descansaba una escalerilla de servicio adosada a una de las paredes laterales.

Sin decir palabra, Alma fue la primera en empezar a bajar por ella. Isaac se apresuró a seguirla. Estaba dándose la vuelta para colocarse cuando cruzó la mirada con Asia.

Le dedicó una pequeña sonrisa emocionada antes de desaparecer delante de sus narices.

Aunque sabía que se podía haber materializado en cualquier lugar, su primer instinto fue mirar a su alrededor. Y entonces la vio. Los esperaba ya en el suelo, mirando hacia arriba todavía con la sonrisa en los labios.

¿Por qué bajar por una escalerilla, cosa que desconocía si podía hacer, cuando podía simplemente transportarse allí? Empezó a bajar.

Fue en el momento en que sus pies pisaron la calle que reparó en el olor a humo que empezaba a aparecer en el ambiente. No era un humo normal, tenía un gusto ácido y sofocante. Se le cristalizaron los ojos.

Una densa bruma verde salía del sótano de uno de los edificios contiguos.

Lo supo al momento: la distracción.

Alma los guio a paso ligero hasta la esquina de la nave industrial. Ocultos por unos contenedores observaron como diversos demonios se materializaban en el exterior del quinientos cuarenta y dos y contemplaban la columna de humo. Algunos de ellos desaparecieron, otros salieron corriendo en su dirección.

—No veo a nadie, pero es muy probable que quede alguno vigilando —murmuró Alma. Observaba el edificio con atención, los ojos entrecerrados, la vista fija. Parecía una depredadora a punto de saltar sobre su presa—. Iremos por los callejones de servicio hasta el bosque. Rodearemos la nave y entraremos por detrás. Hay un hueco que nos irá bien.

Isaac asintió. Tras intercambiar una mirada con Asia se dispusieron a seguirla.

Recorrieron diversas callejuelas ocultándose en dos ocasiones, cuando llegaron al límite del bosque se internaron unos metros en él para pasar desapercibidos. Entre el manto de árboles de hoja caduca que ya perdían sus hojas y aquellos abetos de hoja perene que nunca quedaban desnudos, recorrieron la distancia que los separaba de la parte trasera del edificio.

La fachada contaba con grandes ventanales de cristal blanco opaco, muchos de ellos tapiados con materiales diversos. Cada pocos metros había una columna de metal. Estaban contemplando la fábrica desde detrás de unos árboles cuando Alma desapareció durante unos segundos.

Al reaparecer se dirigió a Asia.

—Hay una ventana rota tras esa columna. —La señaló—. Finge deambular sin rumbo fijo. Si ven deambular un fantasma les será completamente igual. Lo ignorarán. Si, por el contrario, parece que vas a hacer algo muy concreto... ahí empiezan las sospechas.

La chica sintió un par de veces. Ese era su papel, ser sus ojos, su seguro.

Isaac vocalizó un 'gracias' antes de que empezara a andar de manera sosegada hacia el edificio, vagando sin aparente rumbo fijo.

Vestida con la bata de hospital, descalza, parecía que hubiera escapado de un centro psiquiátrico. Si a eso se le sumaba su edad y complexión delgada, no lucía en absoluto como una amenaza.

El médium no tardó en perderla de vista al desaparecer tras la columna.

—¿No está tardando mucho? —preguntó un par de minutos después. Alma lo ignoró.

—Vía libre —indicó una voz a sus espaldas. Isaac contuvo la maldición que ansiaba salir de entre sus labios—. Uy. Lo siento —murmuró al ver el susto en su rostro.

» No he visto a nadie dentro, pero voy a volver por si aparece alguien poder avisaros.

Solo cuando Isaac asintió con la cabeza desapareció de nuevo.

—Vas a ir corriendo hasta allí —ordenó la parca—. Yo te seguiré, no pienso dejarte solo ni un segundo.

—Entendido.

Recorrieron la distancia entre el bosque y el edificio a toda velocidad, conscientes de que se trataba de una zona de exposición y cuanto menos tiempo estuviesen allí, mejor.

Al llegar al agujero Asia los esperaba en el otro lado. Lo traspasaron con facilidad.

Isaac tardó unos segundos en adaptarse a la oscuridad del interior. Contuvo un quejido, la cabeza... lo ignoró.

Se tomó unos segundos para contemplar el espacio. Se trataba de una amplia estancia rectangular llena de columnas de cemento. Como la mayoría de ventanas estaban tapiadas, la luz solo entraba por los agujeros del techo de uralita, algunos de ellos también habían sido tapados. El suelo, lleno de polvo, suciedad y basura varia mostraba evidencias de una fiesta hacía relativamente poco, y las paredes mostraban una continuidad con el exterior: cubiertas de pintadas.

Habían entrado por la mirad de uno de los laterales de la nave, en uno de los extremos había una enorme puerta entreabierta de chapa ya abollada, en el otro, una de servicio mucho más pequeña.

Prestó atención, atento a cualquier ruido. No escuchó nada más que su propia respiración pausada. Aunque, por un lado, no daba pistas de por dónde tirar, por otro, les daba la seguridad de que su entrada había pasado desapercibida. Sino ya se encontrarían rodeados.

Observó a Alma a la espera de instrucciones. Aunque no confiaba en ella, era perfectamente consciente de que era quién dominaba esas situaciones. Quién sabía qué tenían que hacer.

La parca pareció considerar diversas opciones. Acabó señalándole a Asia la puerta de chapa. Esta se dirigió hacia allí al momento.

Isaac la contempló con expectación, esperando con ansias su regreso, que les indicara que era seguro. O que Elia estaba detrás, esperándolos. Lista para volver a casa.

Se obligó a desprenderse del pensamiento. Tenía que centrarse.

Asia no pasó de la puerta. Se quedó parada bajo el umbral. A pesar de la distancia Isaac fue perfectamente capaz de ver como se tensaba, como su respiración se irregularizaba. No obstante, se giró hacia ellos con los ojos demasiado abiertos y con un movimiento de mano les indicó que podían avanzar.

«Mierda. Mierda. Mierda».

Siguió a la parca temiéndose lo peor, y entonces vislumbró lo que Asia había visto.

El alivio lo invadió al contemplar un cuerpo en el suelo. Era un hombre de mediana edad. No era su hermana. No era Elia.

Al instante la culpa hizo acto de presencia. Seguramente ese hombre había muerto por su culpa, encontrándose donde no debía cuando no debía. Seguramente ese hombre había muerto por su culpa, aquellos quienes lo querían a él terminando con su vida.

Se acercó a él. Tenía la obligación de verle. De gravar su rostro en su memoria.

Un charco de sangre todavía húmeda lo rodeaba. El corte que iba de oreja a oreja parecía una sonrisa macabra. Isaac se exigió apartar la mirada de esa fina línea que había acabado con su vida y contemplar su cara. Sus ojos que ya no verían más, su boca abierta (manchada también de sangre) en busca de un aire que nunca volvería a surcar sus pulmones. Una barba que jamás vería aparecer canas en ella. Una piel que no vería aparecer arrugas. Que no se arrugaría al sonreír.

No le importó que la sangre volviera a empapar su ropa, todavía manchada de la de Alma, ya seca y encartonada.

Se arrodilló a su lado y le cerró los ojos. Su piel estaba fría al tacto, resbaladiza. No le importó.

Se tomó unos segundos con él antes de levantarse. Fue entonces cuando reparó en Alma. Había palidecido, sus ojos saltaban por la sala con frenesí.

Al seguir su mirada Isaac se cruzó con una persona que la parca había ignorado por completo.

O a la misma.

El mismo hombre que estaba muerto en el suelo se encontraba apretujado entre unos montones de hierros abrazándose las rodillas. Los observaba sin ser realmente consciente de su presencia allí.

Isaac supo al instante que se trataba de su alma.

Se estaba dirigiendo hasta él cuando Alma lo tomó del brazo negando con la cabeza. Le indició con un movimiento la segunda puerta de la estancia. Debían continuar.

Sabía que tenía razón. ¿Si le habían hecho eso al hombre que podrían estar haciéndole a Elia? Aunque todavía faltaba más de un día para la hora límite no quiso arriesgarse. No podía permitirse arriesgarse.

Aún así se permitió contemplarlo una vez más antes de seguirla. Por más que le doliese, en ese momento solo importaba Elia. Tensó la mandíbula antes de apartar la mirada y emprender la marcha.

Esa vez Alma no envió primero a Asia, parecía que la prisa (e incluso la paranoia) la hubiese invadido. Los tres juntos se dirigieron con cautela hacia la nueva habitación.

Estaban todavía a unos metros de alcanzar la puerta cuando un cuerpo se materializó a su lado sin decir palabra. Al chico no le pasó desapercibido como su aspecto había cambiado radicalmente: Su pelo perfectamente trenzado en un recogido complejo se encontraba desperdigado alrededor de su cabeza en una maraña sin orden alguno, un arañazo le recorría la mejilla y las mangas de su vestido estaban sucias y rotas por diversos puntos. La sangre había salpicado parte de ella.

—Saben que estamos aquí —susurró.

Alma volvió a asentir con la cabeza. Tenían que hacer el mínimo ruido posible. Y aumentar la velocidad.

Sin encontrarse a nadie, traspasaron juntos tres módulos más antes de llegar a un que todavía conservaba la puerta de chapa en buenas condiciones. Y cerrada.

Idara y Alma se colocaron delante del médium, avanzando con precaución: rodillas algo flexionadas, brazos alzados a los lados, ojos atentos.

Estaban a pocos metros de ella cuando empezaron a escuchar un rumor al otro lado. Voces. Se acercaron con cautela, vigilando no pisar ningún rastro de basura que pudiese alertar de su presencia.

Isaac no pudo evitar que su corazón empezase a latín con más fuerza.

Poco a poco fue capaz de comenzar a distinguir palabras, o lo que le parecían palabras. Era un idioma gutural, arisco, violento. Fue incapaz de reconocerlo, de ubicarlo en alguna zona del mundo o atribuirle alguna similitud con alguno existente.

Siguieron acercándose, poco a poco, vigilando cada paso que daban, cada respiración que expulsaban.

Llegaron a la puerta, la conversación se hizo más clara pero igual de incomprensible. Al menos para él. Le pareció vislumbrar un cierto grado de reconocimiento en las facciones de la parca y la bruja, y entonces lo escuchó.

Entre esas palabras tan ásperas e irreconocibles lo identificó al momento. El nombre de su hermana. Elia.

Se le cortó la respiración.

La conversación cesó al instante.

Solo tuvo tiempo a cruzar una mirada alarmada con Alma antes de que la sala empezara a difuminarse alrededor suyo, la luz lo cegara y empezara a caer. 


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