Cuando la muerte desapareció

By onrobu

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¿Qué harías si, durante una maratón de películas de terror con tus amigos, empiezas a escuchar ruidos en la p... More

Prólogo
PRIMERA PARTE: Una pieza clave en el juego
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
SEGUNDA PARTE: Búsqueda y huida
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
TERCERA PARTE: Las marcas que deja en la mente
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
CUARTA PARTE: La muerte
Capítulo 48 (I)
Capítulo 48 (II)
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52

Capítulo 11

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By onrobu

Isaac examinó centímetro a centímetro el rostro de Alma: a pesar de la sonrisa divertida que adornaba sus labios no parecía estar engañándolos.

Y eso desvelaba miles de nuevas preguntas. ¿Era una pieza clave? ¿En qué? ¿Quiénes eran todos? ¿Qué significaba eso? ¿Cómo se relacionaba con él?

Nuevas incógnitas se iban sumando a las anteriores y parecía ser que ninguna iba a tener una respuesta inminente. Ignoró el martilleante dolor de cabeza que resonaba en todos y cada uno de los rincones de su cráneo y se obligó a sintetizar la información recibida: Asia era un fantasma. Alma y sus hermanos se habían encargado siempre de acompañarlos al cielo, al purgatorio o al infierno, pero ahora las almas no podían abandonar la tierra. Por tanto, Alma no era humana. Además, en vez de poder ascender al cielo, Asia se había visto atraída hasta él.

Aunque ya no la sentía en absoluto, tampoco la falta de ella, el corazón se le encogió al pensar en ella. En su miedo, sus ojos cristalizados y labios temblorosos.

Y, de nuevo, eso revelaba todavía más preguntas. ¿Qué había cambiado? ¿Por qué había dejado de sentirla?

¿Y dónde estaba?

Había empezado el curso preocupado por las notas que conseguiría y a qué universidad acabaría yendo, ¿y ahora se veía metido en un lío de fantasmas, conexiones físicas y alteraciones en el orden de la vida?

Estaban jodidos. Estaba jodido.

Aprovechando que Alma parecía de repente muy dada a hablar dejando atrás su actitud violenta y sus desapariciones repentinas, Isaac se dejó resbalar por la pared hasta quedar sentado de piernas cruzadas en el suelo. ¿Hacía más preguntas? ¿Era capaz de soportar más incógnitas? ¿Realmente quería saber? ¿O prefería seguir con su vida como había sido hasta el momento? Mirar películas de terror con sus amigos, regalarle peces a Elia, desayunar viendo CSI...

No. No podía ignorar la verdad, no cuando lo tocaba tan de cerca, cuando había llamado a la puerta de su casa. Cuando lo había guiado hasta Asia. Y a ella hasta él.

Necesitaba saber qué estaba pasando, entenderlo, comprenderlo. Aunque la cabeza no se lo estuviera poniendo nada fácil, el dolor ya una constante en su día a día.

Sus mentes iban a toda velocidad, o al menos la de Isaac, cuando Naia trajo a colación la pregunta más obvia de todas. O varias de ellas.

—¿Por qué deberíamos confiar en ti? ¿Por qué deberíamos creer que todo lo que nos dices es cierto? ¿Qué pintas tú en esto? ¿Cómo sabemos que nos dices la verdad? —cuestionó con desconfianza. Examinaba a Alma con los ojos entrecerrados y las cejas fruncidas, alerta, tensa, desconfiada.

Y tenía toda la razón.

Alma solo había hecho acto de presencia en dos ocasiones, y ninguna de las dos había sido agradable o inspiradora de confianza. Se había mostrado violenta, esquiva, recia a contestarles, manipuladora. ¿Debían confiar en ella?

La respuesta era clara: un rotundo no, pero, al fin y al cabo, era su mejor (o su única) baza para descubrir que estaba pasando ¿no?

—¿De verdad, niñita?

Aunque era una baza insufrible.

Se había sentado en el escritorio de Isaac con las piernas cruzadas colgando por el margen y el cuerpo inclinado hacia atrás y los examinaba con la más pura diversión y disfrute en la mirada. Con la seguridad de quien tiene el control absoluto de la situación, de la información, de la verdad.

Sin vacilar en ningún momento a pesar de sus pullas Naia le dedicó una mirada firme e incluso amenazante, incitándola a empezar a hablar. A empezar a revelar pruebas.

Alma rodó los ojos antes de que su expresión cambiara. Aceptaba el trato.

—Si así lo quieres —murmuró con sorna con una nueva sonrisilla en los labios. Y desapareció delante de sus narices.

Presa de la sorpresa, Isaac se levantó del suelo de golpe. Por su parte, las expresiones de Naia y Áleix evidenciaban la misma estupefacción que debería haber mostrado el rostro de Isaac al ver desaparecer con claridad a Asia por primera vez.

Isaac se llevó la mano al puente de la nariz, adolorido, a la vez que renegaba de la poca suerte que tenían. Las repuestas acababan de desvanecerse en el aire delante de sus mismas narices.

Cuando alzó la cabeza su mirada se encontró al instante con la de sus amigos y no hicieron falta palabras para compartir aquello que les pasaba por la mente, una mezcla de «qué demonios», «¡mierda!», «estoy flipando en colores» y «al menos, que vosotros también lo estéis viendo, me asegura que no estoy sucumbiendo a la locura». Aún.

A no ser que estuvieran sufriendo una locura colectiva. También podía ser una opción.

Isaac volvía a cerrar los ojos en un intento de sobreponerse al dolor, cuando Naia soltó el grito más intenso que su amigo nunca le había escuchado proferir.

Alma acababa de aparecer justo detrás suyo.

Se inclinó hacia su oreja con una sonrisa astuta dibujada en los labios.

—¿Ahora me crees? —murmuró con voz juguetona a la vez que aletaba las pestañas.

Todos y cada uno de los músculos de Naia se habían tensado a más no poder ante su cercanía. Negó rápidamente con la cabeza sin girarse hacia ella, rehuyéndole la mirada.

—No. —Fue apenas un susurro.

Al instante apareció delante suyo quedando a escasos centímetros de su cuerpo. Torció ligeramente la cabeza, sus ojos clavados sin vergüenza en los suyos.

—¿Y ahora?

La chica mantuvo los ojos fijos en la pared, justo por encima su hombro derecho, negándole la mirada. Y aún así, todo su cuerpo emanaba nerviosismo y repulsión a la vez.

—Eso no me responde nada —murmuró finalmente.

—Te responde que lo irreal es real.

—Pero lo irreal es muy amplio —replicó.

Isaac contemplaba la escena sin acabar de comprender lo que estaba viendo. ¿Estaba Alma coqueteando con Naia después de todo lo que había pasado? ¿Podía ser tan descarada?

«». Podía serlo. Solo hacía falta recordar su último encuentro. Encuentro que Naia no podía sacarse de su cabeza por más que lo intentaba, menos en ese momento. La calidez de su cuerpo, la suavidad de su piel. De sus pechos.

Le costó todo su autocontrol no tragar saliva.

—Más de lo que crees, niñita —respondió lo que pareció una eternidad después con una sonrisa traviesa en la cara. Naia tardó unos segundos en entender a qué se estaba refiriendo. A su pregunta. A la pregunta que acababa de hacerle. Era la respuesta. No podía pensar. No estaba pensando. Su mente estaba fallando por momentos.

Al revolverse, incómoda, finalmente Alma se apartó de ella y tras clavar la mirada en cada uno de ellos volvió a sentarse en el escritorio de Isaac con despreocupación, como si nada hubiera pasado.

—¿Qué queréis saber?

Los tres volvieron a intercambiar miradas, incómodas, confusas, mas no podían desaprovechar la oportunidad, no podían permitírselo. Se entendieron sin necesidad de palabras, pero, ¿por dónde empezaban? ¿Qué pregunta priorizaban? Entre todas aquellas que necesitaban respuesta, ¿cuál era la más relevante?

En el momento en que ni sabían cuál era el puzle que tenían que montar, escoger una pieza era realmente complicado.

Tras unos segundos de indecisión Isaac acabó decantándose por una de las primeras preguntas que se había formulado.

—¿Por qué yo era el único que podía ver a Asia?

—Eres un médium —contestó sin inmutarse, como si fuera lo más normal del mundo. Solo le faltaba examinarse las uñas con desinterés. Y el desinterés. Aunque no lo pareciera, todas y cada una de sus palabras estaban perfectamente meditadas. Isaac lo sabía.

—¿Médium? —repitió Áleix tras repasarlo con la mirada rápidamente. Isaac supuso que estaba buscándole algo diferente. Algo que no hubiese tenido hasta ese momento. Algo que lo hiciera diferente. No lo encontró, o al menos no en su aspecto.

—Sí, un médium. —Repitió con obviedad, pero, ante sus expresiones confusas, acabó rodando los ojos y disponiéndose a explicarlo—Es capaz de ver a los espíritus, de hablar e interactuar con ellos. Puede que incluso llegues a ser capaz de tocarlos o controlarlos.

Conocer a Asia, descubrir que solo él podía verla, que era un fantasma; la aparición de Alma, su revelación de que el orden natural se había fracturado... habían sido hechos alarmantes, inesperados, impactantes. Descubrir su condición de médium, no lo fue. No lo había sabido, no había sido capaz de ponerle nombre, pero la afirmación de Alma no había revelado nada nuevo: había sido capaz de ver una fantasma, de interactuar con ella, sentirla.

Solo la mera idea de poder tocarla alteró su ritmo cardíaco. A su mente vino la conversación que habían tenido escasas horas. Como había levantado la mano para acunarle el rostro solo para recordar que no era posible. Hasta ahora.

Por otro lado, la idea de controlarla... ¿qué significaba eso? ¿Qué sería capaz de hacer? Podría contenerlo ¿no? Evitarlo.

Examinó a Alma en busca de mentira. No la encontró, aunque eso tampoco le transmitía mucha seguridad. Sabía a ciencia cierta que ella controlaba la situación, las verdades, y cómo las contaba.

—¿Qué significa eso? ¿Qué implica? ¿Cómo se relaciona con todo esto? —Fueron tres preguntas meditadas, calmadas y seguras.

Los ojos de Alma se clavaron en él mientras una nueva sonrisa se dibujaba en su rostro.

—Significa, pequeño principito, que todos los ansiosos de poder te están buscando para descubrir qué demonios está pasando con las almas.

—Pero no lo sabe —contestó Naia sin dudarlo. A pesar de ello, su mirada se dirigió inconscientemente hasta Isaac en busca de confirmación. Negó con la cabeza para confirmárselo.

—Pero no lo saben —añadió Alma con una pícara sonrisa en el rostro. Estaba empezando a ponerle los pelos de punta.

—¿Quiénes? ¿Quiénes son ellos?

—Ellos, niñita, son todos los que quieren poder y saben de la existencia de lo sobrenatural. Y déjame decirte que son muchos y muy variados.

Y algo en la mente de Isaac hizo clic.

—¿Eran los de incidente? —preguntó al empezar a atar cabos sueltos.

—¡Por fin alguien que piensa un poco! —exclamó. Más tarde descubrió que sabía a qué se refería con lo de incidente porque había estado vigilándolo de cerca, pero en ese momento no cayó en eso. Estaba demasiado abrumado con todo lo que iban descubriendo y lo que faltaba por revelar—. Exactamente, principito. Esos demonios te habían localizado y venían directitos a por ti.

» Supuse que agradecisteis mi maravillosa intervención. —El tono de su voz evidenciaba que sabía perfectamente que no había sido así. Que la habían maldecido hasta hartarse. Pero no iban a contradecirla ¿no?

No iban a ser tan estúpidos como para buscarse más problemas con la única persona que podía darles respuestas y que si hacían enfadar podría llegar a ser peligrosa hasta niveles que no podían ni imaginar. ¿Verdad? ¿Naia?

—Pensamos que estabas loca y emparanoiada —le soltó esta—. Psicótica perdida.

Alma clavó su mirada en ella.

—Niñita, esta loca te salvó de ser asesinada, o peor todavía, poseída. Así que un poco de respeto si no quieres que te envíe a ellos envuelta para regalo.

Finalmente, apretando los dientes en señal de asco y rabia, Naia decidió callarse. Un suspiro de alivio se escapó de entre los labios de Isaac. Temía el momento en que Alma decidiera hacer algo más que proferir amenazas poco probables.

Decidió continuar como si nada hubiese ocurrido para dejar atrás las pullas. No podía tentar a la suerte.

—Me buscan porque creen que sé lo que está pasando. Entonces... ¿tú me seguías por el mismo motivo? ¿Quieres poder? —preguntó sin acabar de entender a qué ser refería con poder. ¿Qué poder se podía conseguir descubriendo por qué las almas no podían abandonar la tierra?

Su pregunta pareció causarle mucha gracia.

—Ay principito... Quererlo lo quiero, pero no serás precisamente tu quien me lo dará. ¿Verdad? —Estaba disfrutando de la conversación, de jugar con ellos. Con él.

—¿Entonces por qué me seguías? —Isaac seguía sin ser capaz de ordenar las piezas de la información que tenía.

—Porque así me lo han ordenado, y las órdenes no se desobedecen. —Tras unos segundos decidió extender un poco más la explicación—. Los médiums deben estar a buen recaudo. Normalmente no les hace falta protección porque saben cuidarse solitos, más ahora. Pero resulta que tu no sabes, así que eres la presa fácil a la que secuestrar e interrogar, y estamos todos de acuerdo en que solo no durarías mucho. ¿No crees?

—¿Y cómo sabéis que no sé nada?

—¿Estás diciendo que sabes algo? —preguntó solo para molestarle.

—No. Pero me sorprende. Todos creen que sé algo, pero tú y la persona que te lo ha ordenado sabéis que no es así. ¿Por qué? ¿Cómo lo sabéis?

—A ver... es bastante obvio. Quiero decir... Mírate —expuso señalándolo con exageración. Allí había algo que no les estaba contando.

Siguieron unos segundos de silencio.

—¿Y quién te lo ordenó? —preguntó Áleix.

Alma lo miró con una mezcla de exasperación y repulsión. En resumen: como si fuera imbécil.

—¿Las Moiras? ¿Mis queridas jefas? ¿Controladoras del destino?

Solo obtuvo reacción de Naia. Mientras que a Isaac y Áleix ese nombre no les decía absolutamente nada, Naia pareció iluminarse.

—¡Entonces Átropos lo sabrá! Se encarga de cortar los hilos ¿no? ¡Sabrá que está pasando!

Ante sus palabras Alma pareció extrañamente complacida e irritada a la vez. ¿De qué demonios estaban hablando? ¿Moiras? ¿Átropos? ¿Quién o qué es Átropos? ¿Qué sabía Naia de todo eso?

—¡Por fin alguien con algo de educación de calidad! —exclamó Alma con ironía—. Pero cielo, los hilos se cortan solos. Siento decirte que has estudiado mitología para nada. Es todo inventado. Los griegos tenían mucha imaginación ¿no creéis? Bueno... Y después están los...

—¿Se cortan solos? —la interrumpió Naia con desconcierto. Ante la confirmación de Alma, Naia pareció realmente aliviada.

Áleix le quitó las palabras de la boca a Isaac.

—¿Alguien puede explicarnos que está pasando?

«No todos somos unos nerds» dejó entrever su tono.

Naia parecía estar tan interesada que ni siquiera se molestó en dedicarle una mirada asesina.

Aunque tenía la sensación de que la cabeza le explotaría en cualquier momento, Isaac se obligó a no distanciarse de la conversación. A mantener en su mente todas y cada una de las preguntas que iba formulándose, consciente de que todas y cada una de ellas podían ser vitales. Pero ¿cuántas podría llegar recordar en un día? ¿Cuántas respuestas inverosímiles podía aguantar el mismo día? ¿Cuántas cosas extrañas podía procesar su cerebro?

En su estado, sabía que no tantas, mas calló y escuchó. Esa era una oportunidad que podía no volver a repetirse.

—Según gran cantidad de mitologías las Moiras, Laimas, Nornas u otros nombres, mis hermanas, escriben el destino. 

» Cloto se encarga de entregar un hilo a los recién nacidos a los que Láquesis añadirá la buena suerte y la desgracia para que finalmente Átropos lo corte.

» Falso, falso y falso.

» Cloto se encarga de entregar las almas causando, la mayoría de las veces, el parto. Láquesis entrega la buena suerte. Átropos la mala. Pero el hilo se corta solo, se rompe con el paso del tiempo y el peso de sus nudos, y definitivamente ellas no escriben el destino, solo lo llevan a cabo. Lo leen. Lo materializan. Lo hacen realidad.

—No recuerdo que las Moiras tuviesen hermanos... —intervino Naia.

—Oh... niñita. Tienen un montón. ¿Quién sino se encargaría de acompañar cada una de vuestras escurridizas almas?

» Nos llaman las parcas. 

Después de este capítulo nuestras mentes van a la misma velocidad que la de Isaac, ¿no? Muchas respuestas, todavía más preguntas sin contestación.

¿Conocíais la figura de las Moiras?

Alma ha ocultado información... ¿qué creéis vosotrxas que está ocurriendo? Me encantaría leer vuestras teorías 🧡

PD: todo voto y comentario me ayuda, no solo a que esta historia llegue a más lectorxs, sino también es una dosi de motivación e ilusión, así que porfisss, si estáis disfrutando esta historia regalame una estrellita y algún comentario (no muerdo, lo juro. Soy mala con los personajes, no con vosotrxs jajj)

Tiako ianao,

onrobu

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