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By -ttargaryen

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By -ttargaryen


JUNTOS LOS TRES RECORRIERON UN TRAMO CONSIDERABLE DE CAMINO TRATANDO DE DIGERIR EL RESTO DE LA CENA. Arrastraron los pies por la roca, dando vueltas en esquinas escurridizas y poco iluminadas antes de que Visenya se aventurara a traer el tema de vuelta a la mesa, sonando especialmente curiosa. Desde luego, tuvo la discreción de hablar en voz baja, esperando que de ese modo el guardia a sus espaldas no consiguiera distinguir cada palabra de la conversación.

—¿Emocionados?

No esperaba una mala reacción al respecto pero tampoco pudo esconder la sorpresa de verlos a ambos guardar silencio en condiciones que no era capaz de describir más que como desconcertantes. Luke frunció el ceño con certera confusión, tratando de hilar pensamientos sin tener presentes los datos precisos de la pregunta y sin dar una respuesta a cambio, tal vez aguardando un poco más para unirse cuando luciera un poco menos perdido.

Jacaerys, por otro lado, parecía absolutamente informado pero de todos modos se reservó la respuesta para sí mismo, como si la hubiera escuchado y de manera deliberada hubiera optado por no hablar.

Suspiró recelosa. —Eso puedo verlo, no tienen por qué explicármelo. Obviamente están muriendo de ansias —bufó irónica.

—Siempre es bueno tenerlas de vuelta en casa —Jace se dignó a aportar, encogiéndose de hombros, bastante ensimismado en el mutismo.

—Desde luego, hermano mío.

—¿Quién vuelve? —Luke los miró de lado a lado con los ojos cansados—. ¿Jace?

—Tu Lady vuelve a casa, Luke —reveló ella dándole un codazo entre las costillas para despabilarlo, ganándose una réplica poco amistosa—. ¡Es sensacional!

—¿Ahora?

—Por la mañana. —El mayor de los tres se aclaró la garganta, observándola de reojo solo a ella.

En un acto de lógica, desvió la mirada al fondo del corredor, tomándose un instante para ignorar la clara provocación en sus ojos oscuros, como un espejo de los suyos. Jacaerys no estaba tratando de probarle nada, solo estaba siendo condescendiente y aburrido como lo era siempre, particularmente extraño ahora.

A pesar de los años, su hermano mayor cada día parecía más adecuado y naturalizado a la situación.

Si fuera su compromiso el que estuviera en ascuas de volverse realidad, Visenya probablemente encontraría una nueva razón para enloquecer cada mañana, sin importar quién fuera el pobre desafortunado destinado a tomar su mano. El matrimonio sonaba decisivo y eterno, inapelable, un lazo para toda la vida envuelto alrededor de su muñeca, supremamente fundamental, una decisión sustancial en la vida de una joven.

No sabía si para los chicos significaba lo mismo. Luke ciertamente no parecía alterado, sin importar cuan poco relevante le resultase.

Un prometido.

Pronto estaría en edad para recibir propuestas lo bastante adecuadas y, para ser franca, podía empezar a impacientarse al respecto. A tales alturas, ¿acaso había una especie de pacto silencioso alrededor de su mano? ¿Su madre–o los Dioses no lo permitieran, Daemon–tenía algo que ver con no haber sido solicitada en favor a su casa? ¿Qué podría estar entorpeciendo las ofertas por compromisos ventajosos?

Visenya sabía suficiente de la reputación de su tío-padrastro, seguro un obstáculo a temer entre las familias nobles que le fueran ajenas.

Negó con la cabeza. Ya tendría la oportunidad para ser presentada en sociedad de manera oficial, no tenía razones de peso para perder la noción del recato y la calma. No cabía duda de que su amorosa madre esperaría la propuesta apropiada para hacérsela saber.

Un poco más de tiempo no le vendría mal.

En sus manos, la posibilidad de aguardar para estar lista era valiosa. Un matrimonio a su nivel y que le permitieran aprobar, no podía pedir nada mejor.

Y, por supuesto, no podía ser más feliz con tal dicha. Era joven, once lunas más joven que Jacaerys y, como el heredero de Rhaenyra, se esperaba que fuera pactado mucho antes que el resto de sus vástagos.

La presión se veía ejercida de parte de su hermano menor, Lucerys, diez lunas más joven y ya en planes para ser comprometido con una de sus primas-hermanastras, Rhaena Targaryen.

¿Cuánto tiempo más le tomaría a ella? ¿Se trataba entonces de los rumores acerca de su legitimidad? Quizá sería más complicado siendo ella una mujer, ¿debía de alegrarla o angustiarse hasta la médula? Por la forma en la que bailaron débilmente sus pestañas, supuso que cualquier goce se vería opacado por la mortificación de haber sido señalada como inadecuada incluso antes de tomar acción.

Una vez en sus aposentos, y seriamente instruido para llegar a la cama por su propio pie, Luke ni siquiera se despidió de ellos al cerrarles la puerta en la cara, dejándolos en compañía del escudero designado. El hombre en armadura se quedó junto al umbral, dejándolos partir a solas.

El protocolo dictaba lo contrario, pero en casa, con su familia y servidumbre de alta confianza, las ocasiones en que disfrutaban de soledad los unos con los otros no escaseaban.

Sin embargo, conforme el silencio se prolongaba a través del corredor, la tensión comenzó a sofocarla. Contuvo el aliento en su pecho tanto como le fue posible, tomando dirección hacia la torre donde solo un pasillo de extremo a extremo dividía sus dormitorios, la distancia de un pasadizo oscuro e íntimo, en otras circunstancias no se aventuraría a recorrerlo sola.

Fuera una suerte u otra desgracia para Visenya, Jacaerys ni siquiera la escuchaba cuando aseguraba ser competente para regresar hasta su puerta por sí misma. Desde su infancia temprana, el papel de su hermano mayor como su más ferviente protector fue tomado como un deber de honor, una costumbre que–con seguridad–él no abandonaría por un par de deslices inocentes.

No pudo evitar convertir su reciente problema en otra fuente sustentable de confusión y litigio, torciéndose los dedos en silencio, mirando el suelo o las paredes y aguardando porque pronto se encontrara en la seguridad de su solar, donde nadie metería las narices en sus fantasías.

De nuevo, divagó.

¿Y si realmente se trataba sobre las supuestas habladurías acerca de su bastardía? Nunca aprendió a pretender que los rumores eran menos que calumnias sin razonamiento, había abandonado el único lugar que conocía como un hogar a corta edad gracias a ellos. ¿Es por eso que nadie había solicitado aún una audiencia? ¿No significaba lo mismo un rumor para ella que para sus hermanos varones?

Tal vez...

—Deja de pensar en eso. —Jacaerys marchó tranquilamente a su derecha, mirando al frente y nada más. Agregó— Son tonterías, si me lo preguntas. —Y a excepción de los fugaces lapsos en que la miraba de reojo, Jace luchaba por no lucir verdaderamente interesado.

Gruñó casi enfadada— No puedes saber lo que estoy pensando, hermano.

Él no podía. No importaba si habían partido del mismo vientre, heredado la misma apariencia y haber vivido lado a lado por años, pegados a la cadera, Jacaerys no podía leer uno solo de sus pensamientos.

Ya lo habían intentado, nunca podían adivinar la letra en la que pensaba el otro, era un hecho.

Y hasta donde sabía, la sangre de dragón no trataba magia de ese tipo.

Jace resopló con una media sonrisa torciendo sus comisuras, una mueca absurda e infantil. —Todo tu rostro lo dice. Te conozco como si fueras una extensión de mí mismo. Déjalo. —Sonó seguro, como si en serio lo comprendiera, aunque su afirmación no le brindó alivio alguno.

Todo lo contrario.

—Por supuesto que estás bien con ello —reprochó indignada, dedicándole una mirada fría por no decir desagradable—. Tú y Luke estarán bien. Parece ser que soy yo la única que falla en todo lo que implica ser una verdadera princesa.

—Te preocupa —resolvió.

La sonrisa juguetona y sutil en sus labios se desvaneció como un espectro, tan rápido que no le dio tiempo de recriminárselo. Su postura perdió rigidez, negando despacio con la cabeza mientras ordenaba sus ideas antes de disponerse a hablar de nueva cuenta, manteniendo en su boca una fina línea que apenas disimulaba la gracia brillando en sus pupilas.

Un calor atroz y ácido burbujeó en su vientre, haciéndola irritar e incomodar.

—Todavía no estás lista y nadie va a presionarte. Nuestra madre encontrará a alguien bueno para ti.

—A mí no me preocupa nuestra madre —confesó. Fue más un rugido que una oración en sí, aturdía como el chasquido en la mandíbula de un dragón.

Él expresó auténtico orgullo por ello, asintiendo y riendo bajo, grave y ronco.

—¿Entonces? —rio—. Si lo que te tiene tan angustiada es Daemon, debes saber que yo no permitiré que busque ofertas para ti. Aún eres joven, hermana.

Abrió la boca en un genuino gesto de incredulidad, más como una mezcla entre el asombro y la conmoción; fue casi tan ridículo que soltó una carcajada limpia que resonó por los muros de piedra, haciéndose eco de los rincones.

Desde su posición, ya podía distinguir el umbral de sus aposentos. Quería apresurar el paso pero no pretendía precipitarse a llegar. La conversación por fin era amena y lo suficientemente divertida, como un chiste mal contado entre el servicio.

¿Jacaerys en verdad creía que tenía más voz acerca de su futuro que el propio Daemon? ¡El hombre no conocía el significado de la palabra "adecuado"! Impropio, era más su estilo.

Daemon Targaryen iba a venderla al hombre que le proporcionara más soldados para dar batalla durante la guerra.

Y, quizá, con el incentivo correcto, ella y su madre accederían a tomar su matrimonio como un movimiento estratégico.

Palideció. ¿Era eso lo que estaban esperando? ¿Guardar su mano al día en que les fuera de utilidad? Una respuesta a sus dudas, por fin.

De todos modos, se permitió ser indulgente. —Claro, eso es justo lo que necesitaba. Tú debes saber mejor que Daemon quien sería un buen prospecto para mí. Ahora me encuentro más tranquila, gracias —lanzó una mordaza sarcástica, fingiendo que nada de eso estaba saliéndose de sus manos con más ímpetu del que debía aparentar. Una vez más, tenía los dedos sujetos al juego de la cuerda, limitándose a morder ansiosamente su labio inferior para no parecer inusualmente complacida con la charla.

Él tomó la carnada, gustoso e igual de satisfecho. —Tengo un par de opciones en mente. ¿Puedo intentarlo?

Echó un vistazo al frente, caminando más lento, pasos más cortos y pausas más largas, meditando sus palabras. Era una distracción entretenida, no le hacía daño a nadie bromear un poco. Como fuera, ninguno de los dos tenía verdaderas opciones.

Sintió algo cálido cosquillear en su pecho.

Sonrió. —De acuerdo, acepto —siseó entrelazando los brazos detrás de la espalda, dando un giro sobre sus talones para comenzar a caminar en reversa, mirándolo por encima del hombro. Tarareó— Dime, sangre de mi sangre, ¿qué hombre propondrías tú como mi futuro señor esposo? —Sacudió una mano.

Jacaerys se lo pensó por un muy largo momento, tan largo que creyó que se trataba de una obtusa eternidad en mutismo. Estaba un poco entusiasmada por oírle empezar.

Meditó— Un Lord. —Ladeó la cabeza.

Bufó más fuerte, gesticulando una negativa con las manos y el resto de su cuerpo, frenando en medio del corredor, justo donde uno de los pilares se elevaba sobre sus cabezas, escondidos en las penumbras a metros de una puerta. Visenya rio entre dientes como una niña tonta.

—Es vago. Trata otra vez, hermano —lo incentivó, esta vez de frente a frente. Dio un par de pasos de espaldas, directo a su umbral mientras él daba los mismos trazos medidos, cada vez más cerca.

Y más y más cerca. Quiso tropezar y caer para imponer algo de distancia pero Jacaerys se hallaba entonces a centímetros de ella, pues era más alto y, por ende, daba pasos largos.

Cuanto sus intenciones no fueron otras que parar, su espalda estaba contra la puerta y el joven solo continuaba, estrechando el espacio entre sus cuerpos. Su respiración se agitó y la sensación de aquel beso ingenuo volvió a cosquillear en sus labios como un recuerdo marcado debajo de la piel.

¿Acaso pretendía acercarse aún más? Por la calidez en su vientre cuando la cercanía fue inmensurable para ambos, supuso que por fin habían rozado el límite.

Jace jugaba como un niño que no comprendía las consecuencias de sus actos. Apostó— Un noble de buena casa. ¿Invernalia?

Jadeó ofendida, disimulando el agudo timbre de su voz con un carraspeo. —¡Bien! Sí, voy a congelarme el trasero al otro lado de Poniente. No sabía cuan alta podía ser tu estima por mí, hermano. —Luchó por abrir una brecha pero no había más, estaba arrinconada justo donde ningún guardia a corredores a la redonda podía verles, las criadas no concurrían su torre con más frecuencia durante la noche y...

Sus estómagos se presionaron y algo dentro de su ser dio un vuelco duro lleno de anticipación, esforzándose por no suspirar demasiado fuerte ni mirarlo con demasiado anhelo.

Jacaerys no lucía tan agobiado como ella lo estaba, él no se limitaba a contener su respiración pesada ni guardar el recato de su mirada, inmerso en sus propios pensamientos y deseos.

Fue escabroso, como un siseo espeso y caliente. —¿Un príncipe, entonces?

Presionó un poco más. Visenya parpadeó torpemente y sus caderas se hundieron contra el ornamento de la entrada, aprisionada por su pelvis cuando una de sus manos sujetó la suya, tan cerca de deslizar sus yemas sobre su muslo que habría despreciado el valor de retirar su mano antes de ser tomada.

En cambio, reaccionó tarde y balbuceó— ¿Un príncipe? —Se apresuró a cambiar el rumbo de la conversación, algo que terminara con todo de una vez, lo que fuera—. ¿Es acaso nuestro tío tuerto un buen pretendiente para mí? Una sugerencia audaz de tu parte, Jace —bromeó tensa.

Él escupió con una mueca en el rostro, casi como si la idea le resultara absolutamente abominable— No, nuestro tío Aemond sería un compañero terrible.

Le pareció vislumbrar el atisbo de una sonrisa en sus comisuras, escondida bajo el velo de algo más intenso que una simple gracia.

—Nuestro tío Daeron, me supongo. La última noticia que tuve sobre su formación en Antigua es que se fungiría como escudero de Lord Hightower.

No podía contener aire suficiente, se sentía como una cosa diminuta y obstaculizada. Trató de apartarlo por última vez, tan acalorada que depositar la palma de su mano contra sus costillas no hizo otra cosa que hacerla estremecer; por encima de la ropa, el tacto contra el vientre de su hermano mayor fue cándido y agobiante. Su voz se quebró al jadear.

Los profundos ojos oscuros del muchacho viajaron brevemente hacia sus labios entreabiertos, tan cerca que pudo haber saboreado los restos del sonido brotando de su pecho desde su propia boca. Se inclinó pero no la besó, sus respiraciones se mezclaron hasta que no quedó nada más para inhalar y no tuvo el coraje para pasar saliva, así que solo se atrevió a hablar cuando tuvo algo en su mente que no carecía de sentido en ese momento.

Y pronto deseó no haberse atrevido.

—¿Qué príncipe sería un buen esposo para mí, Jacaerys?

Quería ser besada una vez más, quería sentirlo ahí mismo, tan mal que se sintió mareada y perdida, como si el calor en su cuerpo subiera hasta su cabeza y noqueara sus sentidos, era...

—Yo lo sería.

Se sentía tan agradable contra sus caderas que la única razón para volver a separar sus labios fue emitir un gemido entorpecido por el intenso afloramiento, antes de que él fuese el causante del mismo alivio, estrellando sus bocas con tanta fuerza y vigor que se sintió asfixiada. Él no le dio la oportunidad de tomar una bocanada de aire y ciertamente no pudo importarle menos, sus labios se sentían de la manera correcta, tan apasionados y sedosos.

Visenya no sabía besar, no como Jacaerys sí, pero consiguió seguirle el ritmo entre mordidas y lenguas. Él se alejó momentáneamente, alcanzando sus mejillas para volver a besarla con locura, sin importar cuanto chupara o correspondiera a sus besos, no bastaba.

Hacían lo que se sentía bien. Jacaerys estrechó sus caderas y fue el paraíso más veraniego en su ser, tan placentero e intrigante que los suspiros fueron altos y fugaces, gruñidos entrecortados cargados de hambre. Las manos ásperas en sus muslos luchaban por levantarle las faldas y estrujar al mismo tiempo.

Jace se metió entre sus piernas, apretándola contra la puerta.

Sus torsos subieron y bajaron sin sincronización alguna; pudo no haber protestado y de todos modos se habría entregado a sí misma en otro beso de virgen cuando el primero se vio disuelto.

Él buscó el ángulo, la forma en la que pudiera fundirse en ella, y no iba a negárselo de ningún modo.

Enredó uno de sus brazos alrededor de su cuello y su mano palpó el umbral, aferrándose a la perilla de sus puertas cuando Jacaerys le robó un segundo beso, uno descuidado y rudo, apretando sus sexos a través de cada capa de ropa. Chilló vergonzosamente, tirando la nuca hacia atrás, incapaz de escapar de su boca más que para gemir.

Ambos se apresuraron a levantar el vestido, ansiosos por sentirse cerca de nuevo.

Vaciló entre besos, desinhibida y desesperada, más como una amante que como una princesa— Entra conmigo, Jace.

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