Sentido Mortal

By AngelBernaez

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En un mundo donde la extinción humana se volvió inevitable, y donde la vida misma se ha convertido en una luc... More

Preludio
Capítulo 1: Sobrevivencia
Capítulo 2: Sentido de pertenencia
Capítulo 3: Escena siniestra
Capítulo 4: Encuentro
Capítulo 5: Mi vida, no la tuya
Capítulo 6: Situación calurosa
Capítulo 7: Tranquilidad destruida
Capítulo 8: Excursión reveladora
Capítulo 9: No te distraigas
Capítulo 10: Intuición egoísta
Capítulo 11: Cambio drástico
Capítulo 12: Reacción burbujeante
Capítulo 14: Oscuros recuerdos
Capítulo 15: Intensión hipócrita
Capítulo 16: Ganas de Vivir
Capítulo 17: Miedo palpable
Capítulo 18: Amenaza ambulante
Capítulo 19: Hogar
Capítulo 20: Los inicios de Amber
Capítulo 21: Los inicios de Jack
Capítulo 22: Nuevas vías
Capítulo 23: Luz al final del túnel
Capítulo 24: Escenario desesperante
Capítulo 25: Acorralados
Capítulo 26: Intensidad
Capítulo 27: Verdades
Capítulo 28: Sonámbulos
Capítulo 29: Conexiones Humanas
Capítulo 30: No es real
Capítulo 31: Fuera luces
Capítulo 32: Bloqueo
Capítulo 33: Impacto inesperado

Capítulo 13: Verdad absoluta

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By AngelBernaez

Jack y Amber se acercaron a la mesa donde se exhibía una apetitosa variedad de alimentos, cuidadosamente dispuestos en los platos. El aroma embriagador de la comida llenó sus sentidos mientras tomaban asiento, preparándose para el festín que les esperaba.

Poco después, la pareja de ancianos se acercó a la mesa con una bandeja de frijoles recién hechos. Lucy, con una sonrisa cálida, colocó la bandeja con cuidado, dejando entrever el esfuerzo que había invertido en cocinar aquel platillo.

—Querido, hemos preparado estos frijoles con mucho amor. Sabemos que son tus favoritos —dijo Lucy con ternura, sus ojos brillaban con cariño.

Jack asintió agradecido, y con apetito voraz, comenzó a servirse una porción generosa de frijoles en su plato. Los saboreó con deleite en cada bocado, disfrutando del sabor casero y la dedicación que la mujer había puesto. 

Mientras tanto, Amber notaba cómo los ancianos la observaban con una mirada que le resultaba inquietante, llena de expectativas, como si estuvieran ansiosos por verla comer. Estas miradas penetrantes la hicieron sentir incómoda, y decidió que antes de probar la comida, debía abordar un asunto importante con sus anfitriones, a quienes todavía no terminaba de agradar.

—Estoy verdaderamente agradecida por su hospitalidad y amabilidad. Sé que han hecho todo esto para ayudarnos, pero después de comer, tengo la intención de marcharme —anunció Amber, lo que dejó a todos en la mesa sorprendida.

Los rostros de los ancianos se transformaron abruptamente, y una tensión silenciosa se apoderó de la mesa en la que todos estaban sentados. Jack, visiblemente molesto por la decisión, decidió intervenir, sus palabras estaban cargadas de frustración.

—Otra vez con lo mismo —murmuró, su descontento era palpable en su voz.

La rubia, sin inmutarse, continuó explicando su decisión. 

—No te estoy pidiendo que me acompañes, Jack. Simplemente, creo que ha llegado el momento de seguir adelante por mi cuenta.

La tensión en la mesa persistió mientras los jóvenes se enfrentaban en una encrucijada emocional. Sus palabras, llenas de malentendidos y resentimiento acumulado, amenazaban con empañar lo que debía haber sido un momento de gratitud y convivencia. La decisión de partir había sacudido los cimientos de la velada y dejado en el aire un sinfín de preguntas sin respuesta.

Lucy, visiblemente afectada por la noticia, intentó mediar. 

—Queridos, quizás deberíamos hablar con calma sobre esto antes de tomar decisiones apresuradas.

Pero Jack, incapaz de ocultar su frustración, respondió de manera más vehemente. 

—¿Y qué hay para hablar? Siempre hace lo que quiere. No puedo creer que sea tan malagradecida.

Amber mantuvo la calma, aunque su mirada reflejaba la tristeza que sentía. 

—Entiende que esta no es una decisión fácil para mí. Siento que necesito encontrar mi propio camino, y no quiero arrastrarte a algo que no compartas.

La discusión continuó, con Jack expresando su desacuerdo de manera vehemente, mientras Amber defendía su necesidad de autonomía. Los ancianos observaban con preocupación, conscientes de que estaban siendo testigos de un momento crucial en su plan.

—Las circunstancias... —Amber fue interrumpida antes de terminar la oración.

—Las circunstancias cambiaron cuando me quedé sin hogar por tu culpa —gritó Jack, con la ira desbordando en sus palabras—. Ahora tenemos que adaptarnos.

La rubia se quedó en silencio, el comentario de su compañero le cayó muy mal. Sabía que aún no olvidaba lo que pasó en la cabaña, y se sentía culpable. El comentario de Jack la había afectado profundamente, haciéndola sentir culpable. Recordó lo que había pasado en la cabaña y cómo su imprudencia había puesto en peligro sus vidas, ahora comprende que este nunca podrá entenderla.

Mientras tanto, en la mesa, Lucy y Thomas intentaban ocultar su nerviosismo. La decisión de Amber de irse ponía en riesgo sus planes, y no podían permitir que eso sucediera, tenían que actuar rápido.

—¿Qué quieres decir con que te vas? —preguntó la mujer, tratando de ocultar su ansiedad—. ¿Acaso no te estás sintiendo bien?

—No, no es eso —respondió Amber con voz temblorosa—. Es solo que creo que es hora de que sigamos nuestro camino.

—Pero si acabamos de conocernos, ¿cómo puedes irte tan pronto? —intervino Thomas, tratando de sonar amable.

Amber suspiró. Sabía que no podía decirles la verdadera razón por la que quería irse. No quería parecer descortés, pero tampoco quería poner en peligro a Jack ni a sí misma.

—Solo necesitamos un poco de tiempo para nosotras —dijo Lucy, tratando de sonar convincente.

Amber miró a Jack con tristeza. Sabía que él aún no superaba lo que había pasado en la cabaña, y se sentía culpable por ello. La tensión en la mesa era palpable. Thomas y Lucy intercambiaron miradas nerviosas, mientras que Amber se levantó de la mesa y se retiró a su habitación. La rubia se sentía muy afectada, tanto que su hambre desapareció por completo y lo único que quería era salir de allí. Quizás era lo mejor.

Luego de la subida apresurada de Amber hacia la habitación, un silencio tenso se apoderó de la mesa. Jack no sabía qué decir, se sentía mal por la discusión que había tenido con la chica y por el comportamiento que habían tenido ambos. Los ancianos tampoco parecían estar muy contentos, aunque no decían nada.

Los minutos pasaban y la tensión en la mesa era cada vez más palpable. Jack se sentía incómodo y no podía dejar de pensar en lo que los ancianos podrían estar pensando. ¿Estarían pensando que él y Amber eran unos malagradecidos? ¿Qué no valoraban su ayuda?

Jack finalmente decidió romper el incómodo silencio que se había apoderado de la mesa ante los ancianos, quienes habían estado observando expectantes la tensa discusión.

—Lo siento, tuvieron que soportar una discusión innecesaria —dijo, dirigiéndose a los ancianos con un gesto de disculpa—. Necesito hablar con ella.

Los ancianos asintieron comprensivamente, aunque Jack podía percibir su desaprobación palpable. Se levantó de la mesa y se dirigió hacia las escaleras, con la tensión aun recorriendo su cuerpo mientras ascendía los peldaños uno tras otro.

Sin embargo, cuando intentó avanzar más allá del umbral de la habitación de Amber, su visión se tornó repentinamente borrosa, y su equilibrio lo traicionó de manera abrupta. Cayó de bruces contra el suelo, una sensación de mareo y sudoración profusa lo envolvió como si hubiera corrido un maratón en pleno verano. Jack estaba desconcertado, sin entender lo que le estaba ocurriendo

—Querida, yo me encargo de él, y tú de la chica —murmuró Thomas con malicia, acercándose a Jack y arrastrando su cuerpo débil fuera de la casa.

Los ancianos, ante la confirmación de que la sustancia añadida a los frijoles había hecho su efecto, esbozaron una sonrisa malévola en sus rostros.

Thomas arrastró el cuerpo de Jack sin consideración alguna, tratándolo como un objeto inanimado. Jack apenas podía mantener los ojos abiertos; su visión estaba borrosa, y su cuerpo se sentía cada vez más pesado y entumecido. Con cada movimiento brusco, el dolor se apoderaba de él, y gemía lastimeramente cada vez que su cabeza golpeaba el suelo desigual.

Mientras Thomas avanzaba con su presa, la oscuridad amenazaba con devorar la conciencia de Jack. Estaba indefenso, vulnerable y completamente a merced de los ancianos, quienes habían tramado un plan siniestro. Se deslizaba hacia la incertidumbre, mientras la risa malévola de los ancianos resonaba en el aire, una sinfonía aterradora que marcaba el inicio de una pesadilla que de la que no había manera de escapar.

Finalmente, llegaron a un almacén ubicado un poco lejos de la cabaña. Thomas abrió el candado de la puerta y arrastró a Jack dentro del oscuro recinto. El olor a podredumbre era tan fuerte que hizo que el indefenso quisiera vomitar. Una vez dentro, sus ojos tardaron unos momentos en acostumbrarse a la oscuridad.

Lo poco que vio después lo dejó sin aliento. El almacén estaba lleno de cadáveres desmembrados y en avanzado estado de descomposición. Los cuerpos estaban amontonados en un rincón, como si fueran basura. Las paredes estaban cubiertas de sangre seca y moscas revoloteaban alrededor de los cuerpos.

Jack sintió que se le revolvía el estómago ante semejante horror. No podía creer lo que estaba viendo. ¿Quiénes eran esas personas y cómo habían terminado así? Y lo que era aún más aterrador, ¿qué tenía que ver Thomas en todo esto?

—Chicos, tienen un nuevo amigo —dijo el viejo a los cadáveres sin vida. La voz del anciano sonaba lejana y trastornada.

Jack se encontraba en una situación desagradable. Quería gritar, pero los efectos de lo que había consumido lo habían dejado limitado a leves movimientos, como el de mover los dedos, la cabeza y poco más. También se le dificultaba hablar. Su visión estaba borrosa, aunque con mucho esfuerzo podía diferenciar a la persona que se encontraba enfrente de él. Sus sentidos auditivos se encontraban también afectado, haciéndolo escuchar las voces lejanas y cubiertas de un eco que tergiversaba todo, mientras que su olfato, parecía ser el único sentido intacto, pudiendo percibir el aroma de descomposición en el ambiente.

—Si sirve de algo, no eres un mal chico. Solamente que en este mundo hay que sobrevivir como sea posible —dije luego de dejarlo tirado y comenzar a buscar unas cosas en el almacén.

Jack mira a su alrededor y observa la inmensa cantidad de cadáveres. Ve una motosierra ensangrentada, lo que lo hace pensar que esa herramienta era la utilizada para descuartizar a las víctimas. ¿Los dos ancianos, que se ven tan frágiles, habían cometido tal atrocidad?

De repente, Jack cae en cuenta de todas las veces que Amber le había advertido que algo no estaba bien. Se lamenta una y otra vez por no haberla escuchado. Ahora, probablemente este sea su final.

—Supongo que estarás de acuerdo conmigo en que la carne humana es la más deliciosa. Cómo la disfrutaste —expreso el psicópata con locura mientras se reía descontroladamente.

Al escuchar eso, el estómago de Jack empieza a actuar de manera extraña. Saber la verdad de lo que había consumido le producía náuseas.

El chico intentaba moverse de nuevo, buscando desesperadamente alguna manera de defenderse, pero su cuerpo no reaccionaba. Los latidos de su corazón se aceleraban, la impotencia de no poder librarse de la situación le hervía la sangre. Mientras tanto, Thomas parecía disfrutar del momento y gozaba con los intentos fallidos de su presa.

Thomas se acercó lentamente a Jack con un cuchillo en la mano. El joven pudo sentir el filo del metal rozando su piel tanto que le molestaba. La mirada del psicópata se clavaba en él, su rostro reflejaba pura maldad y sadismo.

—Pensé que te gustaría saber de dónde viene esa deliciosa carne —siguió diciendo Thomas mientras acerca el cuchillo a la piel de Jack—. Yo mismo la corté de estos cuerpos. Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo. ¿No crees?

Jack intentó reaccionar lentamente. Sin embargo, aún seguía bajo los efectos de la sustancia

—No, te equivocas, esto no es supervivencia—dijo caer al aire con dificultad y mareos, estaba totalmente desorientado. —Se puede sobrevivir de otra manera.

—No sabes un carajo hijo —expreso el anciano empezando a molestarse, lo miraba con incredulidad —. ¿Cómo diablos se supone que dos viejos podrían sobrevivir ahí afuera?

Jack sabía que tenía que mantener la calma. No podía dejar que Thomas lo provocara, no cuando su vida estaba en juego. Pero era difícil no dejarse llevar por el miedo y la incertidumbre. 

El anciano estaba lleno de ira y frustración, como si el mundo hubiera conspirado en su contra. Comenzó a destrozar todo a su paso. Jack no entendía muy bien lo que sucedía, seguía a merced de lo que hacía estragos en su cuerpo.

—¡Yo no pedí que esta mierda fuera así! —gritó, con los ojos llenos de rabia—. Pero entendí que para permanecer con vida hay que hacer lo que sea necesario, lo que sea.

—Esto es una maldita locura, ¿no lo entiendes? —replicó Jack, al borde del desmayo.

—Mira el lado bueno, si todo no se hubiera ido al carajo nunca hubiera descubierto lo delicioso que es la carne humana —se relamió los labios—. Ahora es mi favorita.

—Desgraciado —expresó Jack con ira.

—No sabes las malditas ganas que tengo de comerme el clítoris de tu amiga —Sonrió con malicia para luego reír como un lunático.

Jack sintió una oleada de náuseas y repulsión. No podía creer lo que estaba escuchando. No sabía cómo había llegado a esta situación, pero sabía que tenía que encontrar la manera de salir con vida. 

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