Sentido Mortal

By AngelBernaez

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En un mundo donde la extinción humana se volvió inevitable, y donde la vida misma se ha convertido en una luc... More

Preludio
Capítulo 1: Sobrevivencia
Capítulo 2: Sentido de pertenencia
Capítulo 3: Escena siniestra
Capítulo 4: Encuentro
Capítulo 5: Mi vida, no la tuya
Capítulo 6: Situación calurosa
Capítulo 7: Tranquilidad destruida
Capítulo 8: Excursión reveladora
Capítulo 9: No te distraigas
Capítulo 10: Intuición egoísta
Capítulo 12: Reacción burbujeante
Capítulo 13: Verdad absoluta
Capítulo 14: Oscuros recuerdos
Capítulo 15: Intensión hipócrita
Capítulo 16: Ganas de Vivir
Capítulo 17: Miedo palpable
Capítulo 18: Amenaza ambulante
Capítulo 19: Hogar
Capítulo 20: Los inicios de Amber
Capítulo 21: Los inicios de Jack
Capítulo 22: Nuevas vías
Capítulo 23: Luz al final del túnel
Capítulo 24: Escenario desesperante
Capítulo 25: Acorralados
Capítulo 26: Intensidad
Capítulo 27: Verdades
Capítulo 28: Sonámbulos
Capítulo 29: Conexiones Humanas
Capítulo 30: No es real
Capítulo 31: Fuera luces
Capítulo 32: Bloqueo
Capítulo 33: Impacto inesperado

Capítulo 11: Cambio drástico

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By AngelBernaez

Ya completamente solos en la habitación, se sentía cierta tensión. A pesar de todo lo que habían pasado, les costaba trabajo hablar. Ninguno parecía querer romper el silencio por vergüenza. Quizás no conseguían la forma de hacerlo. Se sentían vulnerables después de lo que habían pasado y tal vez un poco incómodos por tener que compartir una habitación en la casa de desconocidos.

—Voy a ducharme —notificó Jack. Se sentía agotado y sucio después de todo lo que había sucedido.

La rubia asintió con una sonrisa forzada. Una vez dentro, se fijó en lo limpio que estaba el lugar. En el perfecto espejo vio nuevamente su reflejo sucio y descuidado. Sus ojos se cruzaron con una afeitadora no utilizada, que sin dudar agarró. Comenzó a rebajar su barba, aunque no se la quitó por completo, a pesar de que la sentía un poco incómoda. Con una tijera que también había allí, decidió cortarse el cabello. Luego se dirigió a la ducha, donde se bañó durante un largo rato. Se quitó toda la suciedad acumulada y sintió el agua reconfortante en su cuerpo.

Después de que Jack se encerró en el baño, Amber se quedó sola en la habitación. Sintió alivio al estar alejada de la tensión que se había creado entre ellos, pero también una sensación extraña de soledad. Observó la habitación y se dio cuenta de que todo estaba limpio y en orden, algo que le llamó la atención después de todo el caos y desorden que había pasado. Sintió agradecimiento por la pareja de ancianos que los acogió, pero también desconfianza. Se preguntó si era realmente seguro estar en esa casa y si podían confiar en ellos. Sin embargo, también sabía que no tenían muchas opciones en ese momento y decidió mantenerse alerta.

Amber bajó las escaleras con cautela, sintiendo una mezcla de agradecimiento y cautela por la hospitalidad de los ancianos. La sala de estar de la cabaña estaba iluminada por la tenue luz de una lámpara de aceite, creando un ambiente acogedor y cálido en contraste con la oscuridad del bosque afuera. La pareja de ancianos estaba sentada junto a un sofá, sus miradas concentradas en una radio antigua que no parecía funcionar.

La anciana, con una sonrisa amable, ofreció a Amber un asiento junto a ellos al verla. La preocupación era evidente en sus arrugados rostros.

—¿Cómo está Jack? —preguntó la anciana con un tono amable pero de interés.

Amber respondió con una sonrisa tranquilizadora.

—Está bien, gracias por preguntar. Se está bañando en la habitación en este momento.

El anciano intervino con amabilidad, ofreciendo su ayuda.

—Me alegra saber que está bien. Si necesitan algo, no duden en pedirlo. Estamos aquí para ayudar.

Amber asintió, agradecida por la oferta de ayuda de los ancianos. Sabía que no debían bajar la guardia, pero la hospitalidad de la pareja le brindaba cierta comodidad en medio de la incertidumbre de su situación.

Después de un tiempo, Jack salió de la habitación, vistiendo ropa limpia y fresca que Amber había encontrado previamente en el armario. Mientras se ponía la camisa, Amber entró en la habitación sin tocar. Cuando sus miradas se encontraron, ambos se sonrojaron ligeramente, conscientes de la intimidad inesperada de la situación.

Amber no podía creer lo que estaba viendo; por primera vez veía a Jack decente. Tenía el cabello arreglado, una barba cuidada y un cuerpo muy bien marcado, no solo por sus músculos, sino también por su limpieza.

—Disculpa, pensé que seguías en el baño —dijo Amber, desviando rápidamente la mirada del abdomen del hombre. Su voz sonaba ligeramente apenada por haber entrado sin previo aviso.

Jack sonrió, tratando de romper el hielo en la incómoda situación. Ambos jóvenes se miraron por un momento, reconociendo la conexión que habían formado en medio de las adversidades. La cabaña de los ancianos ofrecía un refugio temporal, y no sabían qué depararía el futuro, pero por ahora, estaban juntos y agradecidos por la ayuda inesperada que habían encontrado en esta extraña pareja de ancianos.

La rubia se acercó y se sentó en la cama, su mirada transmitía inseguridad. Jack la vio detenidamente, notó que había intentado arreglarse su cabello y su ropa, pero aún así se veía un poco cansada. Además, notaba que algo sucedía.

—¿Crees que hicimos lo correcto al aceptar su oferta? —preguntó la rubia.

—No lo sé, pero en este momento es lo mejor que podemos hacer. No podemos seguir vagando sin un rumbo —respondió el sujeto con sinceridad.

Amber asintió con la cabeza, comprendiendo lo que su compañero quería decir.

—Mi turno —dijo la chica.

El hombre entendió que era su momento de darle espacio y dio un esfuerzo con su pierna herida para bajar las escaleras y compartir con los señores de la cabaña.

Jack se unió a la anciana que reposaba en uno de los sofás, donde comenzó una larga charla, en la que no hablaron de nada en particular, pero surgieron algunas preguntas interesantes. ¿Cuánto tiempo llevaban juntos la mujer y su esposo? ¿Habían vivido en esa casa por mucho tiempo? ¿Sabían de la existencia de las criaturas?

El sujeto aprendió de su conversación reciente que la pareja había estado junta por más de cuarenta años, lo que implicaba que habían tenido una relación estable durante mucho tiempo, incluso antes del desastre. También descubrió que encontraron ese hogar poco después de la extinción humana.

Una vez lista, Amber bajó las escaleras luciendo una nueva energía, su cabello brillaba y su ropa estaba limpia y bien arreglada. Jack no evitó sentirse impresionado al verla; resaltaba su belleza y su lindo cuerpo. Por su parte, la señora mayor le dio la bienvenida nuevamente a la sala y le ofreció un asiento para que se incorporara a la conversación.

Luego de un largo rato de conversación, la puerta de la cabaña se abrió de golpe y entró el esposo de la mujer con una bolsa en la mano. Amber intentó ver qué es lo que traía, pero la bolsa oscura no permitió ver su contenido.

—Mis amores, ¿se pueden sentar en la mesa? En unos minutos les serviremos la cena —dijo la señora con una sonrisa al ver a su cónyuge.

Los jóvenes aceptaron la propuesta y se dirigieron al comedor. Al llegar, rápidamente notaron que estaba iluminado por una lámpara de techo que emitía una luz cálida y acogedora. La mesa estaba puesta de manera impecable, con platos, cubiertos y vasos limpios, creando un ambiente de hogar que contrastaba con la incertidumbre que los rodeaba.

La anciana y su esposo se retiraron hacia la cocina, dejando a los jóvenes solos en la mesa. Amber se sentía un poco incómoda ante la ausencia de los ancianos, pero unos minutos después regresaron con bandejas llenas de comida deliciosa. Un aroma tentador llenó el lugar, haciendo que sus estómagos gruñeran de hambre.

Las bandejas eran cuatro en total, y la cantidad de comida que contenían era importante. La primera tenía una gran ración de ensalada, con tomate, lechuga y otros elementos frescos que hacían agua la boca. La segunda traía pan, un poco duro a simple vista, pero suficiente para que pudieran tomar lo justo. La tercera eran frijoles, los favoritos de Jack, y la última dejaba ver algo de carne, probablemente de un animal recién cazado.

La mujer les hizo una invitación para que se sirvieran y les aseguró que no había límites. Jack, como un hombre hambriento que era, se sirvió primero un plato lleno de frijoles y carne, acompañado de un poco de pan. Mientras que Amber, más preocupada por su figura pero sin ignorar su hambre, se sirvió una porción más pequeña de carne y ensalada.

Amber se sintió un poco incómoda, como si estuviera comiendo a costa de la buena voluntad de los ancianos. Sin embargo, el hambre le ganaba. Jack, en cambio, elogió la carne, aunque también notaba un sabor extraño en ella.

—No sé si ya lo saben, pero mi nombre es Lucy. Mi esposo se llama Thomas —socializó la mujer mientras comía.

—¿Sus nombres cuáles son? —preguntó el marido.

Los jóvenes sonrieron ante la presentación, para luego también revelar sus nombres. De alguna manera, comenzaban a conocer más de estos sobrevivientes.

—¿Cuánto llevan de pareja? —rompió el silencio Lucy, dejándose llevar por la curiosidad.

—No, no somos pareja —respondió rápidamente Amber, un poco incómoda.

La mujer no evitó soltar una leve carcajada, quizás apenada por el comentario desubicado, que luego dejó un silencio incómodo. La tranquilidad se mantuvo en la mesa hasta que la rubia sació su apetito.

—No puedo comer más —utilizó como excusa la chica. Había comido todo, menos carne, sin contar la única vez que hizo el intento de probarla y dar algunos bocados.

La anciana aceptó y dejó que se retirara a la habitación; pocos minutos después la siguió Jack, el hombre, en comparación con su compañera, se había devorado todo. Los ancianos se quedaron en el comedor limpiando lo restante.

Minutos después, todos estaban preparados para terminar la jornada. En un abrir y cerrar de ojos, el día terminó con todos descansando en sus respectivas habitaciones.

Amber durmió toda la noche, agradecida por la comodidad de la cama y la tranquilidad de no tener que preocuparse por ser objeto de abuso. El sueño fue profundo y reparador, uno que no había tenido en mucho tiempo.

Al despertar, buscó a su compañero en la pequeña habitación, pero no lo encontró en el sofá donde había dormido. Se preguntó si él se había marchado sin despedirse o si se había despertado temprano para aprovechar el día.

Luego de tardar unos minutos para despertar completamente, decidió salir de la habitación y explorar un poco más la casa y buscar a Jack. Caminando por los pasillos, se dio cuenta de que la casa era más grande de lo que parecía. Caminaba cuidadosamente para no llamar la atención, observando el diseño anticuado de la casa, el poco polvo acumulado y las decoraciones sin mucha relevancia.

Finalmente, se encontró frente a una puerta que atraía su curiosidad y, sin pensarlo dos veces, ingresó. Del otro lado de la puerta se encontraba el dormitorio de los ancianos. Parecía común y corriente, incluso guardaba similitud con la habitación donde ella estaba alojada. La curiosidad la impulsó a revisar cada uno de los detalles de la habitación.

Amber se sentía cada vez más inquieta mientras exploraba la habitación. Pero su intriga aumentó aún más cuando notó una caja cerrada con llave. Interesada, buscó en cada cajón hasta que finalmente encontró la llave escondida debajo de un montón de papeles y libros.

Con manos temblorosas, insertó la llave en la cerradura de la caja y, para su sorpresa, la llave encajó perfectamente. Al abrir la caja, encontró un montón de fotografías antiguas, todas con los ancianos sonrientes y rodeados de diferentes personas. Amber se tomó su tiempo para observar cada una de ellas. Las fotografías parecían haber sido tomadas en diferentes lugares y momentos.

En cada foto, los ancianos sonreían con una ternura que conmovía a cualquiera. Aunque lo que la desconcertaba era que cada imagen mostraba diferentes personas. En algunas había una pareja que acompañaba a los viejos, en otra, había personas de color, otra era de un grupo de chicas jóvenes. Lo extraño era que en todas las fotos, los ancianos parecían tener una conexión especial con cada uno de ellos.

Mientras seguía examinando las fotos, notó algo extraño en la última imagen del montón. Era una foto de los ancianos con un hombre. Pero lo que la hacía diferente a las demás, era que la sonrisa del hombre parecía estar forzada. 


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