Luna Nueva (Versión Vida y Mu...

By GioKyrie

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Beau ha pasado el mejor verano de su vida en compañía de su novia Edythe. Sin embargo, enamorarse de una vamp... More

Prefacio
La fiesta
Puntadas
El final
Tiempo
El despertar
Promesas rotas
Amigos
Repetición
Adrenalina
Mal Tercio
El Prado
La Secta
Secretos
El asesino
La manada
Bajo Presión
Rosalina
El visitante
El Funeral
Contra Tiempo
Volterra
La Sentencia
El regreso
Respuestas
Paciencia
Recuerdos
Epílogo: El Tratado
Agradecimientos
Aclaración

La votación

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By GioKyrie

Los llamé apenas levantando un poco la voz, sabía que no había necesidad de gritar.

—¿Carine? ¿Earnest? ¿Eleanor? ¿Royal? ¿Jessamine? ¿Archie? ¿Puedo hablar con ustedes, por favor?

Al instante, Carine estuvo junto a mí como si llevara ahí un buen rato.

—Bienvenido de nuevo, Beau. ¿Qué podemos hacer por ti?

—Me gustaría hablar con ustedes de algo importante, si fuera posible.

No pude evitar mirar a Edythe, quien estaba seria pero parecía resignada. Carine también la miró, antes de dirigirse a mí de nuevo.

—Por supuesto. Hablemos en el comedor.

Nos dirigimos a la siguiente habitación. Tenía las paredes blancas y una gran lámpara de araña colgaba sobre una mesa oval de ocho espacios. Supuse que la utilizaban como sala de juntas, era obvio que nadie comía allí jamás. Carine me ofreció la cabecera de la mesa y hacia allí me dirigí mientras los demás iban entrando en la sala.

Carine se sentó a mi derecha y Edythe a mi izquierda. Los demás se dispersaron hacia los lados. Archie sonreía victorioso, Jessamine y Eleanor parecían curiosas y Royal me saludó con un movimiento de cabeza como tanteando el terreno. Lo saludé también y se sentó al lado de Eleanor.

—Tienes la palabra, Beau —me indicó Carine amablemente.

Tragué en seco, de repente nervioso por tantas miradas puestas sobre mí, pero Edythe me tomó la mano debajo de la mesa en señal de apoyo y dirigió a todos una mirada fiera, como si estuviera dispuesta a batirse con ellos por defenderme. Me puse de pie, me aclaré la garganta y empecé.

—Bueno, espero que Archie les haya contado lo que pasó en Volterra.

—Lo hice —asintió él.

—Excelente. Bien, la cuestión es que tengo un problema. Archie les prometió que me iba a convertir en vampiro en algún momento, y esa mujer, Athenodora, dijo que enviaría a alguien a comprobarlo, lo cual supongo, no es bueno. Creo que una amenaza de ese tipo los afecta a todos —continué mirándolos deliberadamente uno por uno, dejando a Edythe para el final. Una mueca curvaba sus labios con exasperación—. Evidentemente, mi plan ha sido unirme a su familia desde el principio, pero no voy a imponerme a la fuerza independientemente de si Archie termina convirtiéndome o no.

Earnest asintió con vehemencia. Continué.

—Está claro lo que quiero, y también saben la opinión de Edythe al respecto, así que me parece que lo más justo es que todos voten. Si deciden aceptarme estaré sumamente feliz y agradecido, y si no... supongo que me las arreglaré para volver solo a Italia porque no voy a arriesgarlos a esa visita. Jamás podría ponerlos en peligro a sabiendas, así que les pido que voten. Es sólo un "sí" o un "no", a favor o en contra de convertir a Beau en vampiro.

Le dirigí una sonrisa a Carine para que empezara la votación, pero, por supuesto, Edythe interrumpió.

—Esperen. Quiero decir algo antes.

—Obviamente —murmuré dejándome caer en la silla y poniendo brevemente los ojos en blanco.

—No creo que tengamos nada que temer con respecto a la famosa visita de Athenodora.

Ella también se levantó y apoyó la mano que tenía libre sobre la mesa en un gesto confiado.

—La cuestión es —me imitó mirando a todos uno por uno —, que había una razón por la que no quería tocar a Sulpicia al final. Se les pasó algo por alto y no quería que se dieran cuenta —sonrió como quien tiene un buen chisme y se muere por decirlo.

—¿Qué fue? —preguntó Archie, absorto.

—Están demasiado seguros de sí mismos, y por una buena razón. ¿Recuerdan a Damaris? —me miró y yo asentí. No sabía por qué, pero empezaba a sentir que podía estar perdiendo mi batalla —. Pues resulta que ella también tiene un don: sabe encontrar personas. Estuve hurgando en su mente todo lo que pude para descubrir cómo funciona y lo logré. Su poder es parecido al mío y al de Sulpicia, puede captar la mente de alguien y rastrearlo, incluso a miles de kilómetros —sonrió con suficiencia.

No entendí por qué eso era bueno, no importaba dónde me escondiera, Damaris me iba a encontrar. Pero entonces Archie resopló.

—Y Sulpicia te puso la solución en bandeja de plata con sus experimentos.

Claro, eso era.

—No va a ser capaz de localizarme —murmuré sintiéndome derrotado mientras le soltaba la mano.

—¡Bingo! — exclamó Edythe, dando un aplauso, contenta —. Confían totalmente en su don, pero cuando lo intente se dará cuenta de que es imposible rastrearte, será como quedarse ciega.

—¿Y eso qué resuelve?

—Todo. Archie los tiene vigilados todo el tiempo, sabrá cuando quieran buscarte y te esconderemos. Será como buscar una aguja en un pajar.

Ella y Eleanor se dirigieron una mirada de complicidad.

—Te pueden buscar a ti — contrataqué.

—Puedo cuidar de mí misma —contestó con orgullo.

Nada de esto tenía sentido alguno.

—¡Así se habla, chica! —la felicitó Eleanor —. Es un plan perfecto.

—No, no lo es —apuntó Royal.

—Exacto —coincidí con él.

—Genial —sonrió Jessamine.

—Es una idea terrible — murmuró Archie.

Me levanté de nuevo. Esta era mi reunión, no de Edythe.

—Creo que ese plan tiene muchos agujeros, bastaría con que Sulpicia te ponga un dedo encima para saber dónde me escondiste —remarqué lo obvio antes de volverme hacia los demás —. En fin, yo he presentado mi punto y Edythe el suyo. Ahora hay que votar —empecé este segundo intento con Edythe, mejor descartar su voto desde el principio —. ¿Quieres que me una a tu familia?

—Beau... —me dirigió una mirada de reproche —. No de esa forma. Quiero que sigas siendo humano.

Asentí, tratando de mantener mi rostro impasible y continué.

—¿Archie?

—Sí —contestó simplemente.

—¿Jess?

—Sí —contestó muy seria, lo que me sorprendió un poco, no estaba seguro de cuál sería su voto antes de preguntarle, pero controlé mi cara y seguí.

—¿Royal?

Hizo una mueca de frustración antes de contestar.

—No — asentí y dirigí mi mirada hacia Eleanor, pero Royal llamó mi atención moviendo las manos —. Por favor, déjame explicarte. Quiero que sepas que no tengo ningún problema con tu incorporación a la familia como pareja de mi hermana. Simplemente, esta no es la clase de vida que hubiera elegido para mí. Hubiera agradecido que alguien hubiera votado "no" por mí. Sólo eso.

Lo miré a los ojos y volví a asentir lentamente. Sabía que extrañaba su mortalidad, pero no hasta el punto de renegar de su vida frente a Carine y sobre todo, frente a Eleanor, pero de nuevo me mantuve inexpresivo y me dirigí a la chica a su lado.

—¡Claro que sí! —exclamó Eleanor sonriendo contenta —. Ya encontraremos otra forma de provocar una buena pelea con Damaris.

Me hizo sonreír y así me dirigí a Earnest.

—Sí, por supuesto. Ya te considero de la familia, Beau.

—Gracias, Earnest —murmuré realmente agradecido antes de volverme a Carine.

Al final, no importaba cuántos votos tuviera, era el de ella el más decisivo. Aunque todos votaran que sí, si ella decía que no, perdería. Sin embargo, ella no me miraba a mí.

—Edythe — la llamó.

—No —gruñó ella, enfurruñada cruzando los brazos. De repente me recordó a una niña pequeña enojada con su madre porque le pidió que hiciera algo que no quiere hacer.

—Es el único camino —insistió Carine —. Elegiste no vivir sin él, y yo no puedo permitirme perderte. Perdona mi egoísmo, por favor —le rogó.

Edythe soltó una exclamación de furia y se apartó de la mesa para marcharse inmediatamente de la habitación. Carine suspiró.

—Mi voto es "sí".

—Gracias —dije con la voz cargada de alivio. Un estrépito sonó en la otra habitación junto a un grito furioso. Decidí ignorarlo —. Gracias por permitirme quedarme. Supongo que ahora sólo queda decidir dónde y cuándo. ¿Archie?

Me miró con los ojos llenos de pánico.

—No sé cómo hacerlo aún, Beau. Necesito prepararme —su voz estaba cargada de ansiedad.

—Puedes hacerlo, confío en ti —lo alenté.

Cerró los ojos un momento, concentrado, pero luego los abrió ahogando un grito. Edythe apareció en un instante frente a mí separándome de Archie y mostrándole los dientes de forma muy amenazante. Archie levantó las manos en señal de rendición, asustado, mientras Jessamine también se agachaba gruñéndole a Edythe.

—Chicas, suficiente —ordenó Carine con la voz tranquila pero firme.

Ambas se enderezaron, pero no dejaron de dirigirse miradas tensas. Archie volvió a hablar.

—Lo siento, no saldrá bien, no puedo hacerlo —entendí lo que había visto en su visión y el porqué de la reacción de Edythe —. ¿Carine? —preguntó pidiendo refuerzos.

Me volví para mirarla.

—Yo puedo hacerlo, sí. No correrás ningún peligro conmigo —me aseguró.

—Genial. ¿Qué necesitamos?

—¡No! —gritó Edythe —. ¡Esperen! ¿De qué están hablando? No puede ser ahora. Ni siquiera puede ser pronto. ¿Dónde quedó su prudencia? ¿Se volvieron locos todos? —parecía desesperada.

—¿Por qué no? —exigí.

—Porque Charlie vendrá aquí cuando vuelva a casa y vea que no estás en ella. Puede que venga con sus compañeros policías. Me pusiste como condición no enojar a Charlie y ahora te vas a auto secuestrar, no seas hipócrita —me espetó enojada.

Negué con la cabeza, no era lo mismo. Ella no lo entendía. Por supuesto que me dolía perder a mis seres queridos. Saber que no iba a volver a ver a Charlie, mamá y a Julie me estrujaba el corazón, pero lo mismo hacía saberlos en peligro. No podía visitar a mamá para no atraer a los Vulturis hacia ella, no podía tampoco atraerlos aquí tan cerca de la tierra que Julie había jurado proteger, y Charlie aún estaba en la mira de Victor si me encontraba por fin. Definitivamente yo era un imán para los problemas y tenía que acabar con eso de una vez.

—Escúchame, sólo escúchame —rogó —. Tenemos tiempo, ¿sí? Ellos no vendrán hoy, ni mañana ni la otra semana. Ya está decidido y lo asumiré, pero tenemos tiempo. Piensa en Charlie. Puedes hacer las cosas al derecho, termina el instituto, gradúate, vete de su casa primero. Le dirás que vas a la universidad o cualquier cosa por el estilo, sólo piénsalo por favor —suplicó.

—Tienes que admitir que esa es una petición muy razonable, Beau — asintió Carine, mirando a Edythe con aprobación.

Hice lo que me pedía y lo pensé. Pensé en Charlie el año pasado cuando le dije aquellas palabras horribles antes de irme a Phoenix. En su preocupación cuando regresé lleno de heridas. En su angustia en medio de mi depresión. En su desesperación los días después de haber perdido a Holly sin saber en dónde estaba yo. Y ahora volvería a perderme.

—Está bien —rezongué —. Pero será después de mi graduación.

—Te doy mi palabra —prometió Carine.

—Beau, tenemos que irnos — me advirtió Archie —. Charlie acaba de salir de la reserva.

Me volví hacia Edythe, esperaba que fuera ella quien me llevara a casa, pero aún parecía estar muy enojada.

—¿No vienes?

—No —contestó aún molesta.

—¿Vendrás en la noche?

—¿Quieres que vaya?

—Sí.

Suspiró, rindiéndose.

—Entonces iré — sin mirar a nadie volvió a salir de la habitación.

Archie me llevó a casa tan rápido como siempre. No hablamos mucho durante el viaje, ninguno de los dos tenía ganas, sobre todo después de tener una visión en la que me mataba. Me dejó en mi casa y se alejó rápidamente, desapareció por la esquina justo cuando Charlie aparecía por el otro lado.

—¿Qué haces en la puerta? —preguntó sospechosamente cuando se acercó.

—Tomaba el aire —contesté entrando a la casa.

El resto de la tarde transcurrió sin percances, hasta que al fin Charlie se fue a dormir y yo subí a mi habitación. Edythe no había llegado aún, pero cuando salí del baño ya con mi ropa de dormir la encontré acostada en mi cama.

—Perdona la tardanza, tuve que limpiar el desastre que dejé en el salón —murmuró mirando el techo sobre su cabeza.

Apagué la luz y me acerqué a ella, acostándome a su lado. No nos hablamos por un rato, nos limitamos a mirarnos como si quisiéramos asegurarnos de aprender de memoria el rostro del otro.

—¿Qué estás pensando? —susurré acariciándole la mejilla con el dorso del dedo índice.

—¿Seguro que quieres saber? —susurró también con esa voz de terciopelo que tanto amaba.

—Sí.

Se incorporó sobre su codo y me miró de forma intensa.

—Beau, si pudieras tener cualquier cosa en el mundo, ¿qué pedirías?

Definitivamente no era lo que me esperaba, pero igual contesté a su pregunta.

—A ti, obviamente.

—No cuenta, algo que no tengas ya.

Dirigí mi mirada al techo devanándome los sesos tratando de imaginar hacia dónde quería encaminarme. Le di muchas vueltas a la pregunta y al final decidí probar con algo totalmente improbable.

—Me gustaría que fueras tú quien me transformara y no Carine —esperé otro episodio de ira, pero se mantuvo cautelosa.

—¿Qué estarías dispuesto a dar a cambio de eso?

Yo también me incorporé sobre mi codo, sorprendido.

—Cualquier cosa —contesté sin pensar.

Ella sonrió ligeramente y empezó a negociar.

—¿Qué tal cinco años?

Volví a acostarme con desilusión.

—Dijiste "cualquier cosa".

—Eso no. Vas a usar ese tiempo para escaparte de alguna manera, tengo que aprovechar que está decidido ahora. Me gustaría que fueras tú, pero si tiene que ser Carine, así será.

Puso cara de amargura.

—¿Tres años?

—No. Te doy seis meses.

—Es muy poco. ¿Dos años?

—No. Si vas a tener menos de veinte para siempre, yo también quiero tener menos de veinte.

Suspiró y se acostó de nuevo a mi lado.

—Un año y cuatro meses. Serás un vampiro antes de que cumplas veinte, te lo prometo. Pero necesitas ese tiempo, Beau. Tienes que despedirte de ellos, si no, no te lo perdonarás jamás y tampoco a mí.

Eso tenía mucho sentido, y además, no quería admitir que la transformación con sus tres días de dolor insoportable me daban terror. Ya había tenido una probada de eso y no era para nada un recuerdo agradable. Ni la pierna y las costillas que tenía rotas se comparaban a eso.

—¿No hay una forma en la que pueda ser vampiro y seguir teniendo contacto con ellos? —pregunté quedamente —. Como tu familia. Viven entre los humanos y parecen integrarse bien.

—No, cielo —suspiró con tristeza —. Los cambios serán notables, sería demasiado sospechoso. Pero siempre puedes arrepentirte, tienes un año y cuatro meses para eso —agregó con tono tentador.

—No gracias. Te elegí a ti —contesté con firmeza.

—Tonto testarudo... —murmuró en voz muy baja y acortó la distancia entre nosotros para besarme.

Sentía como Charlie me evaluaba con la mirada todo el tiempo y bufaba decepcionado después. Era absurdo que estuviera molesto al verme porque sabía que me veía feliz, tan feliz como antes de mi último cumpleaños, pero tenía en cuenta que se debía a su preocupación por lo que podría causarme un abandono nuevo. Tal vez de vez en cuando tenía alguna pequeña recaída como ataques de ansiedad o alguna que otra pesadilla, pero estaba definitivamente mejor que antes.

El sábado durante la cena, anunció como quien no quiere la cosa, que iba a empezar a relajarme el castigo, pero poco a poco, empezando por una visita a Bonnie y Julie el domingo. Me puse genuinamente contento, ya tenía varias semanas de no visitar la reserva y realmente tenía ganas de ver a Julie y tal vez a sus hermanas de manada. Por la noche le anuncié mi visita a Edythe, quien aparte de ponerse un segundo tensa, disimuló lo bastante bien como para desearme un buen día y se quedó hasta que desperté el domingo en la mañana sólo para que supiera que no estaba enojada conmigo.

El día estaba sorpresivamente soleado y pensé que era un buen augurio hasta que llegamos a casa de Bonnie y descubrí que Jules no estaba. Me aburrí después de un rato y salí a dar vueltas por ahí en la playa hasta que la misma Julie con su acostumbrada ropa que usaba después de convertirse en loba me encontró.

—Hola —saludó sin entusiasmo.

—Hola, ¿estás bien? —pregunté preocupado, se veía sumamente cansada y con ojeras muy marcadas.

—No, Beau. ¿Te parece a ti que estoy bien? —gruñó con amargura yendo a sentarse en uno de los troncos en la playa.

Fui tras ella, pero no me senté, me quedé de pie a su lado sin decir palabra. Daba la impresión de que cualquier cosa que dijera sería contraproducente, y tenía razón, no fue necesario hablar pues ella lo hizo primero.

—Demonios, Beau. Apestas.

—Ok, es suficiente. Hoy no tienes ganas de compañía, volveré a la casa de Bonnie —declaré dando media vuelta para regresar por donde había venido.

Esta era la Jules que no me gustaba, la beligerante con la máscara de amargura. La había visto pocas veces, pero sabía que no decía cosas buenas cuando estaba en ese estado.

—No, Beau, espera, lo siento —se disculpó alcanzándome —. Es que hueles a vampiro, es desagradable, ya te lo había dicho.

—A mí no me huelen a nada —contesté de mala gana. No quería seguir con esta conversación.

—Por supuesto que no —espetó frustrada —. Eres sólo un humano. ¿Sabes por qué estoy tan cansada? Seguimos patrullando sin parar buscando al chupasangre pelirrojo, no he dormido en días.

—Entonces deberías dormir... —sugerí antes de darme cuenta de que era un consejo estúpido.

Jules estalló furiosa antes de que pudiera decir nada más.

—¿Ah sí? Tan fácil, debería dormir, ¿cómo no se me había ocurrido? —se detuvo y me miró con el rostro crispado de ira.

—¿Por qué estás tan enojada conmigo? —pregunté resentido. Yo había venido con toda la buena voluntad a verla y ella sólo me asediaba.

—¡¡Porque todo esto es SU culpa!! —exclamó subiendo la voz. Por un momento temí que pudiera entrar en fase de loba y atacarme, pero parecía estar en total control de sus gritos —. Nada de esto hubiera pasado si tu pequeña sanguijuela no hubiera matado a la pareja del asqueroso pelirrojo. Si él no quisiera vengarse cazándote a ti, no estaríamos como locas buscando su maldito rastro en el bosque. Además, ya no podemos traspasar el límite porque volvieron, es una mierda, es una gran mierda.

Me quedé de piedra con la boca semiabierta por el asombro. No podía creer que me estuviera echando la culpa. Sentí la sangre subir por mi cuello y llegar hasta mi cabeza antes de empezar a contestarle.

—¡Edythe mató a Joss porque me estaba torturando! ¿Qué esperabas? ¿Que se sentara a ver cómo me partía en pedacitos mientras comía palomitas de maíz?

—¿Y cómo llegó Joss a tu vida? Seguro que no estabas tranquilito haciendo la tarea en tu casa. ¿Cómo no te das cuenta? ¡Todo esto es su culpa! Y tú —me señaló con el dedo mientras entrecerraba los ojos —, eres un malagradecido. Mientras nosotras nos quemamos las pestañas buscando, ¡tú estás tan tranquilo en tu casa revolcándote por las noches con esa chupasangre!

Fue la gota que derramó el vaso.

—No tienes idea de lo que hablas —gruñí entre dientes dándome la vuelta y empezando a caminar de nuevo —. Y te pedí que no la llamaras así.

—Tienes razón, ¡ja! No puedes revolcarte con ella. ¿Cómo podrías? No puedes hacer nada. ¡Ni siquiera puede besarte sin temor a lastimarte! —se burló.

Y entonces su provocación obtuvo resultados y me volví para decirle algo imprudente.

—Pronto podrá. Seré uno de esos chupasangres, como te gusta llamarlos —ni siquiera pude evitar la sonrisa de petulancia que me salió al decirlo.

Ahora era su turno de quedarse de piedra.

—No... —susurró.

—No es tu asunto, Julie. Está decidido —le advertí, tratando de calmar mi enojo. No quería provocar que se convirtiera y me arrancara la cabeza tal como había dicho Edythe.

—Estás muy equivocado —contestó bajando la voz mientras todo su cuerpo temblaba incontrolablemente, lo que hizo que sonara aún más amenazante que antes —. Yo protejo estas tierras de seres como ellos. Y yo te saqué de ese pozo en el que estabas metido por su culpa. Si crees que no es mi asunto que te conviertas en un monstruo sediento de sangre, entonces no me conoces, Beau Swan.

Se dio la vuelta hacia el bosque y corrió. No había dado dos pasos cuando ya se había convertido en loba y desaparecido entre los árboles.

—No voy a mentir diciendo que siento que ella se haya enojado contigo, pero sí siento como te hace sentir eso —Edythe estaba sentada en mi cama con las piernas estiradas sobre ella y la espalda apoyada en el respaldar, acariciando mi cabeza que se mantenía en su regazo, en una posición muy parecida a la que tenía ella en el sofá de su casa con Earnest.

Le había contado mi episodio con Julie en la playa y se había mostrado muy comprensiva.

—Tienes que entender, Beau, que las lobas quileutes y nosotros somos simplemente enemigos mortales. No es fácil de aceptar para ella que su mejor amigo, por no decirlo de otro modo —rodó los ojos —, vaya a convertirse en lo que más odia. Y lo que es peor, por su propia voluntad. Dale tiempo, seguro que te extraña y se le pasa en unos días —intentó animarme.

—No lo sé, la he visto enojada antes pero no a este nivel. Parecía decidida a hacer algo al respecto, pero no sé qué —murmuré apesadumbrado.

—Bueno, debo admitir que si lo que sea que está pensando logra mantenerte humano más tiempo, le estaré muy agradecida —se agachó para depositar un beso en mi sien.

Me incorporé para mirarla a la cara.

—Está decidido, Edythe. No me interesa esta vida si no estás conmigo, y si tú vas a vivir para siempre yo también quiero hacerlo.

Suspiró resignada y luego se movió hacia mí para besarme, pero cambió de opinión y me acarició el cuello con la nariz, antes de depositar un beso justo debajo de mi oreja, enviando señales eléctricas a todo mi cuerpo.

—En algo tiene razón Julie Black. Cuando seas vampiro esto será mucho más fácil —susurró en mi oído.

—¿Esto qué? —pregunté aturdido por la sensación de su beso en mi cuello.

—Todo —susurró volviendo a besarme en el mismo lugar antes de apartarse.

—Ah, ya —murmuré sintiéndome muy tonto por no haber entendido mientras la sangre empezaba a subir como parches por mi cuello y mi cara.

—Voy a extrañar tanto esto... —dijo tocando suavemente con sus dedos mis manchas rojas.

—Yo no —resoplé —. Es patético.

—Es adorable —ronroneó y fue su turno de acostarse en mi regazo mirando hacia mi cara —. Y tus ojos, voy a extrañar tanto ver el cielo en tu mirada... El cielo. Ese lugar al que nunca podré ir y que te arrebataré a ti también.

—Ya deja eso. No creo en la existencia de un cielo, pero si de verdad existiera no me interesaría en lo más mínimo si tú no puedes ir conmigo.

—Y al final te saldrás con la tuya.

—Definitivamente. Oye, por cierto, tengo una pregunta —le dije bajando la voz, como si le fuera a preguntar algo muy grave.

Se incorporó de nuevo mirándome preocupada.

—¿Ariadne? ¿En serio? —pregunté fingiendo incredulidad.

Soltó una carcajada y se tapó la boca con las manos, sólo volvió a reírse cuando escuchamos de nuevo los ronquidos de Charlie.

—Mi madre escogió Edythe y mi padre, Ariadne. Era astrónomo y le gustaba la mitología griega, o eso me dijo Carine, yo no lo recuerdo. Ariadne era la hija del rey Minos de Creta. Ella no quería casarse con Dionisio, el dios del vino, porque pensaba que era un simple mortal, además estaba triste porque Teseo la había abandonado. Así que Dionisio se quitó su corona y la lanzó al cielo formando una constelación y convenciendo a Ariadne de que era un dios. Se casó con él y se hizo inmortal. Y no puedes burlarte de mi nombre si te llamas Beaufort, lo siento —me sonrió complacida.

—Auch, tienes razón. Sin embargo, la historia es apropiada, yo también quiero estar con una diosa y hacerme inmortal —le sonreí acariciando su rostro con la palma de mi mano.

—¿Para siempre? —preguntó con sus ojos dorados fijos en los míos.

—Es lo único que pido —declaré, antes de sellar la promesa con un beso.

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