Sentido Mortal

By AngelBernaez

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En un mundo donde la extinción humana se volvió inevitable, y donde la vida misma se ha convertido en una luc... More

Preludio
Capítulo 1: Sobrevivencia
Capítulo 3: Escena siniestra
Capítulo 4: Encuentro
Capítulo 5: Mi vida, no la tuya
Capítulo 6: Situación calurosa
Capítulo 7: Tranquilidad destruida
Capítulo 8: Excursión reveladora
Capítulo 9: No te distraigas
Capítulo 10: Intuición egoísta
Capítulo 11: Cambio drástico
Capítulo 12: Reacción burbujeante
Capítulo 13: Verdad absoluta
Capítulo 14: Oscuros recuerdos
Capítulo 15: Intensión hipócrita
Capítulo 16: Ganas de Vivir
Capítulo 17: Miedo palpable
Capítulo 18: Amenaza ambulante
Capítulo 19: Hogar
Capítulo 20: Los inicios de Amber
Capítulo 21: Los inicios de Jack
Capítulo 22: Nuevas vías
Capítulo 23: Luz al final del túnel
Capítulo 24: Escenario desesperante
Capítulo 25: Acorralados
Capítulo 26: Intensidad
Capítulo 27: Verdades
Capítulo 28: Sonámbulos
Capítulo 29: Conexiones Humanas
Capítulo 30: No es real
Capítulo 31: Fuera luces
Capítulo 32: Bloqueo
Capítulo 33: Impacto inesperado

Capítulo 2: Sentido de pertenencia

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By AngelBernaez

Ante la puerta de su cabaña, el hombre se encontraba en un momento de reflexión profunda. La estructura de madera, desgastada por el inexorable paso del tiempo, evocaba recuerdos de tiempos más felices. Aquella modesta vivienda había sido su refugio durante mucho tiempo, un lugar que una vez llamó hogar, pero que ahora presentaba signos de abandono y desolación.

Desde el exterior, la cabaña parecía una reliquia de un pasado olvidado, una isla en medio de un mundo apocalíptico que había quedado atrás. La madera desgastada y agrietada revelaba la tenaz resistencia de la estructura contra los elementos y el paso implacable del tiempo. El hombre se preguntaba qué encontraría al otro lado de esa puerta, en un mundo transformado por la devastación y el caos.

A través de la ventana, podía vislumbrar un interior que, a pesar del abandono, aún conservaba un toque de calidez. Los muebles desgastados, pero familiares, los libros acumulados en estantes polvorientos y los rastros de su propia vida anterior en cada esquina, eran recordatorios de días mejores. Era una mezcla de confort y nostalgia, una recordación de lo que una vez fue.

Sin embargo, el exterior de la cabaña sugería que había permanecido desocupada durante mucho tiempo. La maleza había comenzado a reclamar su territorio, enredándose en las paredes de madera y trepando por el techo, como si la naturaleza misma intentara borrar cualquier rastro de la presencia humana.

El hombre enfrentaba un dilema desgarrador. El cariño que sentía por su cabaña era innegable, pero la incertidumbre sobre lo que le esperaba en el mundo exterior le llenaba de dudas y temores. La pregunta sobre cuánto tiempo podría sobrevivir allí sin comida rondaba en su mente, y sabía que, en última instancia, no tenía otra opción. Debía salir y enfrentar el peligro, descubrir qué había ocurrido, y encontrar una forma de seguir adelante.

Con determinación, el hombre giró el pomo de la puerta, oyendo el chirrido de la madera vieja mientras se abría lentamente. El aire frío de la noche entró en la cabaña, un recordatorio de que el mundo exterior aguardaba. La atmósfera se volvió opresiva, y un olor a descomposición se coló en sus fosas nasales, haciéndole sentir náuseas. Sin embargo, no se dejó intimidar. Era el momento de enfrentar lo desconocido y abrazar el desafío que el mundo había llegado a ser.

El exterior de la cabaña era una visión desoladora. Los árboles que rodeaban la vivienda se erguían como espectros retorcidos, sus ramas marchitas y hojas secas crujían bajo cada pisada del hombre. El suelo, antes cubierto de hierba verde y exuberante, yacía ahora árido y polvoriento, como un lecho de cenizas.

El hombre avanzaba con precaución, con cada paso siendo una decisión crítica en este nuevo mundo desolado. Sabía que cualquier error, cualquier descuido, podía costarle la vida. El silencio era su única compañía, y el ambiente era tan opresivo que apenas podía escuchar su propia respiración. De vez en cuando, el sonido lejano de algún animal o el sutil roce de las hojas secas arrastradas por el viento rompía la tranquilidad, recordándole que aún no estaba solo en este mundo alterado.

El escenario apocalíptico que se extendía ante él era casi surrealista. Los recuerdos de su antigua vida, de las comodidades y las rutinas cotidianas, se desvanecían lentamente mientras se enfrentaba a la cruda realidad de la supervivencia. Sus sentidos estaban en alerta máxima, cada movimiento y cada sonido analizados en busca de peligro o recursos valiosos. La magnitud de la situación se cernía sobre él, y sabía que solo su determinación y adaptabilidad le permitirían sobrevivir en este mundo despiadado.

El viento comenzó a soplar con más fuerza, agitando los árboles retorcidos y enviando ramitas y hojas secas volando por los aires. El hombre luchó contra la naturaleza hostil que lo rodeaba mientras avanzaba, buscando desesperadamente cualquier signo de valor o recursos que pudieran ayudarlo a sobrevivir. Era un mundo diferente al que alguna vez había conocido, un mundo oscuro y peligroso donde la muerte acechaba en cada esquina, pero él estaba dispuesto a enfrentarlo con valentía y determinación.

El hombre se detuvo por un momento para mirar hacia atrás a su cabaña. Le dijo adiós con el corazón pesado, sabiendo que tal vez nunca volverá a verla. Aunque lo que le deparaba el futuro era incierto, su espíritu estaba decidido a sobrevivir y superar cualquier obstáculo que se presente. Con esto, el hombre siguió su camino hacia lo desconocido, listo para enfrentar los desafíos que se avecinaban.

El hombre sostuvo la escopeta de doble cañón en sus manos y se ajustó el arma que llevaba en la parte trasera del pantalón, la cual le había incomodado un poco. Con todo resuelto, empezó a caminar por el bosque, seguro de hacia dónde se dirigía.

Mientras avanzaba, el hombre recordaba todo lo que había pasado para llegar a ese lugar. Estaba inquieto y turbado por los recuerdos, y su cuerpo estaba cubierto de sudor. Tras unos quince minutos de caminar, llegó al final del bosque y avistó lo que parecía ser la entrada a un pequeño pueblo.

—Ca... —trató de leer el letrero, pero estaba muy deteriorado por el paso del tiempo.

—Olvídalo —resignado, el hombre decidió no preocuparse por el nombre del pueblo y simplemente buscar algo de comida para regresar a su estilo de vida anterior. Aunque estaba acostumbrado a vivir en circunstancias difíciles, deseaba desesperadamente dejar aquel sitio.

Una vez dentro, el hombre se dio cuenta de que era un lugar abandonado. La vegetación cubría el suelo y los vehículos, y el moho y los hongos se apoderaban de todo el pueblo. A pesar de que la posibilidad de encontrar a alguien era escasa, el hombre no bajaba la guardia. Estaba alerta y observador, tratando de escuchar y oler todo lo que pudiera para evitar encontrarse con algo que ya había sufrido antes.

Mientras caminaba, el hombre se escondía detrás de vehículos abandonados y árboles emergentes para evitar ser visto, a pesar de que la oscuridad de la noche ayudaba a que pudiera permanecer invisible. Cualquiera que lo viera podría pensar que estaba loco o que necesitaba supervisión. Sin embargo, para él, lo importante era no ser detectado y mantenerse a salvo.

El hombre llegó a una pequeña tienda que se encontraba en la esquina de la calle, en la que observaba que la puerta ha sido forzada y hay signos de que estaba saqueada. A pesar de esto, decidió entrar y revisar lo que quedaba en su interior. Al entrar, se dió cuenta de que estaba completamente vacía, lo único que pudo ver fue el polvo y la suciedad acumulada en las estanterías vacías.

—Nada —dijo para sí mismo.

Continúo su camino por la calle principal, pasando por edificios abandonados y en ruinas. Se detuvo un momento en una iglesia, claramente había sido saqueada y vandalizada. Se asomó por una ventana rota y vió bancas y objetos destrozados. Siguió caminando hasta llegar a lo que parecía ser un mercado, la puerta estaba cerrada, pero no tenía candado, la empujó con facilidad y entró.

Dentro del mercado, la escena era desoladora, todo estaba en completo desorden y había comida podrida en el suelo. Se dirigió a la sección de enlatados, buscando algo que aún sea comestible.

El sujeto se sintió decepcionado al ver que el pasillo de comestibles también estaba vacío, lo que significaba que su búsqueda de comida no iba a ser fácil. Observó detalladamente los estantes y se dio cuenta de que algunos de ellos estaban rotos y otros estaban cubiertos de polvo, lo que daba a pensar que el lugar había sido abandonado durante mucho tiempo.

Se movió hacia el siguiente pasillo, el de Mecánica, aunque no tenía muchas expectativas. Al igual que los otros pasillos, este también estaba en mal estado, con herramientas y piezas de automóviles dispersas por el suelo. A medida que avanzaba, su mirada se posó en una pequeña mesa al final del pasillo. Sobre la mesa había algunas latas de comida y botellas de agua.

Se acercó cautelosamente a la mesa, examinando las latas de comida. Afortunadamente, parecía que todavía eran comestibles. Tomó todo lo que pudo y lo colocó en su mochila. Agradecido por su suerte, comenzó a dirigirse hacia la salida del mercado.

De repente, escuchó un ruido detrás de él. Giró rápidamente, Apuntando con la escopeta. Al principio, no vio nada, pero luego notó un movimiento en una de las esquinas de los pasillos.

—¿Hay alguien ahí? —preguntó con voz firme y fuerte.

Al no recibir respuesta empezó su investigación. Continuó avanzando. Mientras se adentraba en el lugar, notaba cada vez más signos de la devastación que había ocurrido. Estantes vacíos, latas abiertas y tiradas en el suelo, cristales rotos y objetos dispersos eran parte de la escena.

A medida que avanzaba, notó que no había encontrado lo que estaba buscando. Sin embargo, lo que realmente llamó su atención fueron los dos cuerpos sin vida que yacían en medio del pasillo, junto a unas latas de comida y algunas sopas instantáneas. Parecía que había habido un conflicto por la propiedad de los suministros, o tal vez alguien había aprovechado la distracción de las víctimas para acabar con sus vidas.

Al acercarse para tomar los alimentos, se dio cuenta de un detalle que lo dejó asombrado: el estómago de uno de los cuerpos estaba completamente destrozado, como si alguien o algo hubiera arrancado sus órganos. La escena era impactante y difícil de mirar. Sin embargo, después de unos segundos, se enfocó en lo que consideraba importante y se estiró lo suficiente para tomar los suministros sin tener que interactuar con los cuerpos.

Mientras recogía las latas de comida, el hombre notó un movimiento leve en uno de los cadáveres cercanos. En un instante, su instinto de supervivencia lo alertó y dejó las latas a un lado, mientras sus dedos se cerraban firmemente alrededor de la empuñadura de su escopeta. Sus sentidos estaban agudizados, y su mente se preparó para cualquier amenaza sobrenatural que pudiera surgir.

El cuerpo inerte se movió de nuevo, y el hombre apuntó con firmeza hacia él, listo para disparar en un abrir y cerrar de ojos si detectaba cualquier señal de peligro. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que la causa del movimiento era mucho menos amenazante de lo que temía. Una pequeña rata correteó desde el interior del cadáver y se alejó en busca de refugio.

El hombre dejó escapar un suspiro de alivio, una mezcla de nerviosismo y diversión ante la situación absurda. Se permitió un pequeño atisbo de humor en medio de la oscuridad que lo rodeaba.

—¿Quieres que te dispare? —preguntó irónicamente al roedor que se alejaba velozmente, como si hubiera entendido sus palabras. La rata, sin embargo, no pareció impresionada y desapareció entre los escombros.

Con las latas de comida en su mochila, el hombre estaba a punto de irse, pero algo en la distancia captó su atención y le heló la sangre en las venas. Una sensación de miedo profundo y visceral lo invadió, como si su cuerpo supiera antes que su mente que algo terrible estaba a punto de suceder.

Sus músculos se tensaron, su respiración se volvió superficial y su mente se iluminó con una claridad aterradora mientras analizaba la situación. No podía verlo claramente desde donde estaba, pero sabía que algo, o alguien, se acercaba. La adrenalina fluía a través de sus venas, y la necesidad de encontrar una solución urgente se apoderó de él mientras enfrentaba lo desconocido en la oscuridad aplastante.

El hombre permaneció inmóvil, con la escopeta en alto y los ojos entrecerrados mientras observaba la figura que se acercaba. La oscuridad hacía que fuera difícil distinguir detalles, pero su instinto le decía que debía mantenerse alerta. Los latidos de su corazón resonaban en sus oídos, y podía sentir el sudor frío en su frente mientras esperaba a la amenaza.

La figura se acercaba lentamente, moviéndose con una especie de sigilo que enviaba escalofríos por la espalda del hombre y lo hacía tragar su propia saliva. No emitía ningún sonido, lo que aumentaba su sensación de inquietud.

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