EL PRECIO DE LA LIBERTAD [LGT...

By Sol_Arias_

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A veces la vida te golpea muy fuerte, a veces te clava cuchillos en forma de palabras y a veces los actos de... More

|| Capítulo 01 ||
|| Capítulo 02 ||
|| Capítulo 04 ||
|| Capítulo 05 ||
|| Capítulo 06 ||
|| Capítulo 07 ||
|| Capítulo 08 ||
|| Capítulo 09 ||
|| Capítulo 10 ||
|| Capítulo 11 ||
|| Capítulo 12 ||
|| Capítulo 13 ||
|| Capítulo 14 ||
|| Capítulo 15 ||
|| Capítulo 16 ||
|| Capítulo 17 ||
|| Capítulo 18 ||
|| Capítulo 19 ||
|| Capítulo 20 ||
|| Capítulo 21 ||
|| Capítulo 22 ||
|| Capítulo 23 ||

|| Capítulo 03 ||

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By Sol_Arias_

—¡Pero, mamá!

—Nada de peros, Thalía —espetó autoritariamente—. Esa chica fue muy amable contigo y si ella te ofreció estar en el equipo, lo menos que puedes hacer es aceptar.

—Mamá, no sé si estoy lista. Hace años que no estoy en una piscina, no será fácil.

Mi madre se acercó a mí y me abrazó como si fuera una niña pequeña asustada y en parte sí lo estaba. No era fácil para mi admitir que algo me daba miedo, porque había sufrido muchas cosas en mi vida como para temerle a algo, pero el agua, era algo de lo que no podía huir.

Para los demás era estúpido que alguien le temiera al agua, pero para mi tenía mucho sentido. Ya había ido a terapia en el pasado y aunque me había ayudado un poco, la doctora dijo que nunca podría superar mi miedo si no lo enfrentaba y según mamá, esta era la oportunidad perfecta.

—Lo estás, hija...

No sé porqué, pero mamá tenía un poder sobre mí que nadie tenía. Con ella podía sentirme protegida y podía llorar sin importar el motivo. Sin poder controlarlo, sentí mis mejillas calientes y me di cuenta que las lágrimas estaban cayendo lentamente.

—¿Cómo estás tan segura?

Nos separamos un poco y me acarició la mejilla dulcemente.

—Eres una chica valiente, Thalía. Pasaste por cosas peores que el miedo al agua.

—Lo sé, pero esta vez será diferente, porque si me sucede algo, toda la universidad se reirá de mí.

—Eso no pasará, todo irá bien, hija. Por cierto, ¿Cuándo terminan las inscripciones?

—Hoy, según Dankworth.

—Entonces en cuanto puedas, anotate.

—Bien, estaré en el equipo —dije de mala gana.

                                        || ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||

Había llegado a la universidad y todavía no había visto a Dankworth. Y aunque hubiera venido, estoy segura que no se acercaría a mi, como le dije.

Era extraño, pero se sentía raro no tenerla todo el tiempo a mi lado, cada vez que veía al pequeño colibrí, recordaba la llamada que habíamos tenido y no entendía porqué me había ayudado.

No estaba acostumbrada a recibir ayuda de nadie, de hecho, estaba acostumbrada a que nadie quisiera ayudarme. Muchos decían que mi "enfermedad" podía contagiar a los demás y generalmente por eso nadie se ofrecía a ayudarme.

Transitar el período de la secundaria no fue nada fácil para mi, no solo por los problemas que tuve, sino por el desprecio de los demás.

Llegué al pasillo y observé la lista de los que se habían anotado.

Saqué un bolígrafo de mi morral y antes de anotar mi nombre, pensé en si sería una buena idea.

Tal vez no era la mejor idea de todas, pero si me ayudaba a superar el miedo, podría intentarlo y en cualquier momento podría irme del equipo. Solo me preocupaba cómo podrían reaccionar las demás, porque era claro como el agua su desagrado por mi.

Bueno, nada puede ser peor.

Escribí mi nombre en la casilla libre y suspiré.

Miré la hora en mi reloj y fui caminando por los pasillos, en busca del aula asignada para matemáticas, la peor materia que puede existir. Cada día entendía menos.

Al entrar al salón, había algunos alumnos sentados en diferentes extremos. Había un grupo de tres chicas y luego un grupo de otras cinco chicas. Voltearon a verme en cuanto puse un pie adentro, pero una de ellas no se dio la vuelta.

Reconocí ese cabello rubio, era una de las chicas que había visto en la entrada el primer día de clases. Sí, definitivamente era el grupo de las amigas de Dankworth.

¿Acaso esto es un complot? ¿Por qué compartimos todas las clases juntas?

La rubia le susurró algo y ella se dio la vuelta al estilo del exorcista. Claramente Dankworth no sabía disimular su sorpresa al verme, sus ojos me observaron de arriba a abajo y pude notar que había un pequeño brillo diferente.

Pensé en acercarme y decirle que me había anotado al equipo de natación, ¿pero realmente le importaría? No es algo que pueda responder con seguridad, al menos aún no.

Aunque fuera tonto, sentía que ella quería decirme algo. Era como si sus ojos hablaran por ella, pero era solo una ligera sospecha.

Mientras intentaba no sentir sus miradas sobre mi, bajé por los escalones de color gris. Había un chico de cabello rubio y ojos verdes que me observaba, a su lado estaba un chico, el cual creìa que era su amigo, de cabello castaño claro y ojos color avellana.

La cantidad de asientos se dividía en tres partes, a mi izquierda estaba el grupo de Dankworth, mientras que a mi derecha estaban esos dos chicos que no dejaban de murmurar cosas entre ellos.

Detrás de mí, oí algunas risas masculinas y no necesitaba voltear para saber que eran el resto de idiotas de los amigos de Dankworth, ya podía reconocer sus insoportables e insufribles voces que estaba destinada a oír cada día, en cada clase de este año.

Ambos chicos que estaban sentados en la otra punta de la habitación, pusieron los ojos en blanco al ver que ellos estaban aquí. Sonreí al saber que no era la única a la que esos chicos no les agradaba.

—¿Siempre compartiremos la clase con este fenómeno o qué? —hizo un ademán con la cabeza, señalándome.

¿Puedo darles una lección? Porque tengo muchísimas ganas de hacerlo.

Me levanté de mi lugar y caminé hasta estar detrás de un chico pelirrojo, estiré mi brazo, bajo la atenta y penetrante mirada de aquella chica de ojos verdes, quien me suplicaba que no lo hiciera, toqué dos veces el homero del chico, interrumpiendo su conversación sin sentido.

Se dio la vuelta lentamente, carcajeándose. Al observarme a los ojos, hizo una sonrisa burlona.

—¿Qué mierda quieres?

—Deja de insultarme, no te he hecho nada —soltó una pequeña sonrisita.

—Deja a Sheila en paz, fenómeno —su rostro relajado y burlón, cambió a uno de molestia e ira.

—Lo haré, si dejas de insultarme.

Mi deseo era que Dankworth estuviera de mi lo más lejos posible de mi, pero no iba a decirle a este tonto que era ella quien se había acercado a mi. Eso podría traerle complicaciones a su vida y no quería eso.

Solo quería tener un día de paz por una vez en mi vida.

—Ten cuidado, Ryan, podría pegarte su peste —comentó una chica rubia.

—Le pegaría un puñetazo, eso tenlo por seguro —di un paso más y el pelirrojo se estremeció, pero trató de ocultarlo—. No te lo volveré a repetir, déjame en paz o te quebraré un brazo.

—No serías capaz, homosexual.

—¿Qué te hace creer que no sería capaz?

—Ryan —dijo la ojiazul, en su voz se podía sentir el miedo que tenía, pero no estaba segura de a qué o a quién le temía.

—No te metas, linda —hizo una pausa—. En cuanto a ti, creo que no serías capaz porque los de tu calaña son todos iguales.

—¿Los de mi calaña?

—Sí, los homosexuales hablan mucho, pero no son capaces de actuar. Todo es de la boca para afuera.

—Te aseguro que no soy como otras personas y tú y tus amigos lo van a notar —se cruzó de brazos y sonrió arrogantemente.

—Esto me suena a pelea después de clases —dijo un chico de cabello castaño.

—¿Entonces luego de las clases? —lo reté, porque sabía que él no podía ganarme en una pelea de cuerpo a cuerpo.

—Si yo gano, dejarás a Sheila en paz —afirmó.

—Y si yo gano...

—Suponiendo que pudieras ganarme —interrumpió.

—Si yo gano, dejarás de insultarme —estiró su brazo, para que pudiera estrechar mi mano con la suya. Solo me limité a observarlo con el ceño fruncido.

Volví a mi asiento y las puertas se abrían repetidas veces, señal de que los demás estudiantes iban llegando a medida que el tiempo avanzaba y se acercaba el comienzo de la hora de cálculos.

El profesor entró y se dirigió a su escritorio a dar la clase por comenzada.

Cálculo era una materia que detestaba con todo mi ser. Nunca había sido buena con los números, me costaba seguir el ritmo de las fórmulas y las reglas que había que seguir para sacar el resultado, pero esta vez, todo era diferente.

En mi antigua universidad no tenía amigos, ni conocidos, solo enemigos que obtuve por defenderme a mí y a las personas de la comunidad, pero aquí había algo diferente, Sheila Dankworth, ella era diferente.

Se acercó a mí pese a todo, pese a mi actitud con ella y pese a lo que sus amigos decían de mí.

Tal vez ella no era mala persona, pero algo que aprendí, fue saber que las malas personas actúan muy bien y no pensaba correr el riesgo de ser dañada nuevamente.

Ella disimulaba muy mal el temor que mostraban sus ojos cada vez que me miraba durante la clase. El profesor le llamó la atención varias veces en lo que iba de la clase, pero ella parecía no importarle lo que él dijera. Sus ojos azules me miraban como si me fuera a ir al infierno y aunque muchas personas afirman eso, debido a mo homosexualidad, Dankworth no tiene nada de qué preocuparse.

Soy perfectamente capaz de darle una lección a ese idiota, como a tantos otros que se la di.

Dankworth no era más que una heterocuriosa, una muy molesta, de hecho, pero su miedo por la pelea me demostraba que este chico es una persona acostumbrada a hacerse el valiente con los demás, pero conmigo las cosas no son así.

Anoté todo lo que era necesario para hacer la extensa tarea que el profesor nos había asignado, pero no había entendido mucho. Principalmente porque mi atención estaba en aquella chica que no dejaba de verme ni un segundo.

La clase había finalizado y me había ido del salón para ir al baño. Antes de entrar, oí algunos susurros de algunos chicos. Observé el cartel de baño, el cual decía la palabra MUJERES, para asegurarme de que no me había equivocado de baño.

Al empujar la puerta levemente, observé como los dos chicos que estaban presentes en la pelea con el amigo de Dankworth, se estaban besando como dos jóvenes apasionados. Sin querer, sonreí y sin darme cuenta, la puerta se abrió un poco haciendo un leve rechinido.

Ellos se separaron rápidamente y se limpiaron la boca. Sin más, empujé la puerta y entré al baño. Ambos me observaron durante unos segundos, en silencio.

—Vi todo —tragaron grueso—. Tranquilos, deben saber que soy parte de la comunidad —el pelinegro asintió.

—Nosotros no estábamos... ya sabes... —el chico de cabello castaño bajó la mirada.

—No diré nada —el rubio sonrió de lado.

—Soy Mayik y él es mi amigo Klex.

Mayik traía puesto una musculosa que dejaba sus brazos trabajados al desnudo, un patalón jogging de color beige y unas zapatillas deportidas de color gris. Klex tenía una camisa de color azul oscuro, junto a un jean de color negro, el cual estaba roto en las rodillas y traía puesto sus zapatillas de color negro y blanco.

—¿Por qué discutiste con Ryan? —preguntó Mayik.

—Porque nadie tiene derecho a menospreciarnos, sin importar el género o los gustos sexuales. Al final del día todos somos humanos —respondí.

—Si te hace sentir bien, nosotros te apoyamos.

—Gracias, Klex.

—Será mejor que nos vayamos, antes de que otra chica entre al baño —dijo el rubio.

A continuación, ambos abandonaron el baño de mujeres, para que al instante entrara Dankworth. Era como si esta mujer tuviera un imán, siempre siguiéndome, sin importar a donde sea.

—¿Acaso estás loca? Ryan va a moler tu rostro a golpes —espetó molesta.

—No le tengo miedo a un imbécil como él.

—No se trata de miedo —dio unos pasos hacia mí—, se trata de que no quiero que te lastimen.

—¿Debo recordarte que todo esto surgió por tu insistencia en acercarte a mi? —suspiró.

—Solo no quiero que te hagan daño, ¿por qué no confías en mí?

—A parte de que no te conozco, confiar en alguien sería darle el arma más peligrosa para que te destruya en la mínima señal de debilidad. La confianza como tal no existe, es algo que la sociedad creó para determinar qué tan importante eres en su vida.

—¿Cuánto daño te tuvieron que haber hecho para que pienses así?

—Estoy muerta, Dankworth. Solo mi cuerpo sigue en la tierra, pero sin alma y sin vida —sus ojos verdes me observaron con detenimiento.

No estaba segura de si era impresión mía o no, pero era posible que en sus ojos pudiera observar cuán preocupada estaba por mi, ¿pero por qué preocuparse por alguien que apenas conoce?

Su acercamiento cada vez era más sospechoso, no tenía sentido y me frustraba no saber porqué alguien como ella quería acercarse a mi. ¿Siquiera era posible la teoría de que todo esto fuera una trampa?

Tal vez su plan era acercarse a mí, para que su amigo reaccionara así y se ejecutara la pelea al terminar las clases de hoy. Podría ser un plan perfecto para que yo pudiera irme.

—Va a matarte —sonreí de lado.

—¿Premio o castigo?

—No juegues con cosas serias, Thalía.

—Yo no juego, pero tú dime que es peor, ¿vivir toda tu vivienda sabiendo que el mundo entero te aborrece o vivir con... —me callé cuando me di cuenta de lo que iba a decir—. Olvídalo...

Bajé la mirada al suelo y suspiré.

—Aléjate de mí —bajó su mirada al suelo.

—Supongo que no te llevaré a casa.

Caminé y al pasar por su lado, su piel se erizó.

Iba a responderle, pero creo que la respuesta que buscaba era obvia.

Empujé la puerta del baño y al salir observé como el grupo de Dankworth venía en mi dirección. Era como el típico grupo de chicas ricas que tienen bonito cuerpo, pero su cerebro es del tamaño de una célula, ni siquiera el tamaño de una hormiga.

Por algún motivo, no me quería mover de donde estaba, quería que supieran que no les temía, quería que entendieran con quien se estaban metiendo, pero no quería tener más problemas de los que tendría al terminar las clases.

Una de ellas se acercó a mí y me observó de arriba a abajo.

—Muévete —dijo con superioridad.

—Oblígame —mi mirada se centró en la suya—. Seguro no pasas al lado mío por miedo a que se te pegue lo lesbiana, ¿no es así?

—Cuando el río suena, es por algo —sonrió con malicia.

—¿Y porqué no te acercas al río y compruebas tú misma si realmente suena?

—Mejor guardemos la sorpresa para el final del día, linda.

Abrí la boca para responder, pero en ese instante Dankworth salió del baño y se sorprendió al encontrarnos juntas. Solo ella podía sorprenderse, a mi me sorprendía que no me dijeran nada.

—¿Sucede algo? ¿Te están molestando, Thalía? —preguntó con seguridad.

Observó a todas sus amigas con una mirada que hasta la muerte podría asustarse. Sé que apenas la conozco, pero siento que aunque ella no diga lo que le molesta, su expresión facial la delata.

—Lo de siempre, Dankworth, pero como decía, no necesito de tu preocupación —me di media vuelta y comencé a caminar por los pasillos.

Mientras caminaba, buscaba el salón ciento seis, ¿por qué para cada clase había un salón diferente? ¿Acaso no puede ser como en la secundaria? Como sea, como había dicho la amiga de Dankworth, sí el río sonaba era por algo.

Pero la diferencia es que nunca nadie se detuvo a ver que había en el río o porque sonaba, era algo que me fastidiaba de las personas, que juzgaran a otros solo por rumores que casi siempre son falsos.

Al encontrar el salón entré y ya había dos chicos sentados en el medio del salón. Al acercarme a ellos me di cuenta que eran los mismos chicos que estaban en el baño besándose apasionadamente.

—Mayik, ¿no? —el chico de cabello castaño me observó con el ceño levemente fruncido.

—Klex, Mayik es él —señaló a su supuesto amigo.

—Perdón, es que soy mala para los nombres —soltó una pequeña risita—. ¿Me puedo sentar con ustedes?

Klex observó a su novio, quien claramente le había dado una mirada de desaprobación y tampoco era muy difícil de entender por qué. Si la homosexual se sentaba al lado de dos chicos que pasan la mayor parte del tiempo juntos, sería aún más evidente que son pareja y estoy segura que no quieren sufrir todo lo que yo sufro.

No los juzgo, nadie está listo para salir del closet en un mundo que es gobernado por homofóbicos.

—Tranquilos, me sentaré lejos, así su secreto estará a salvo —Klex me dio una sonrisa cálida, pero en sus ojos podía ver que quería que me sentara con ellos.

                                     || ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||

Las clases por hoy habían finalizado y descubrí que también comparto filosofía con Dankworth. En serio, parece una garrapata de la cual no me puedo deshacer. Díos mío.

Me estuvo observando toda la clase, sentía que quería decirme algo, pero no lo hizo. Ella trataba de disimular que me observaba, pero no era muy buena en eso.

Sabía que estaría presente en la pelea que habría a continuación y eso sería bueno, porque estaba segura que luego de ver cómo soy capaz de defenderme, se asustaría y correría con sus amigas. Algo que todos los heteros hacen cuando ven que un homosexual se defiende de los insultos.

Observé como Ryan y sus amigos estaban de brazos cruzados, apoyados en un auto rojo y con lentes de sol, cuando el día estaba nublado. Realmente esto parece una maldita escena de una película que no tuvo éxito.

Me acerqué a ellos y empezaron a sonreír arrogantemente.

—Aquí estoy, como acordamos —se acercó lentamente, mientras me observaba con asco.

—Debo admitir que el que vinieras, solo te hace ver aún más idiota de lo que ya eres.

—¿Por perder mi tiempo con un imbécil? Lo sé, también estoy decepcionada de esa decisión —dije burlonamente.

—Por más que quiera empezar la pelea, debemos esperarlas —dirigió su mano a la patilla de su lente y lentamente se lo sacó—, quiero que todos vean tu derrota y quiero que lo graben.

—Lo único que van a grabar será tu humillación, pero si quieres creer en tu fantasía, no es mi problema.

Abrió la boca para decir algo más, pero en ese momento el grupo de las chicas habían llegado. Todas tenían sus celular grabándonos, excepto Dankworth, quien solo estaba con la cabeza para abajo.

—Puedes empezar, querido —anunció la rubia.

—Claro, linda —Ryan le guiñó el ojo.

Me quité la mochila y la dejé en el suelo.

Flexioné mis rodillas levemente, cerré mis manos y metí mis pulgares dentro del puño, una posición de defensa básica cuando has hecho artes marciales. Ryan imitó mi posición y estiró su puño en un inútil intento por golpearme.

Todos empezaron a alentarlo, mientras que a mi solo me abucheaban, excepto la rubia, quien solo tenía una expresión de horror en sus ojos.

Me agaché esquivando su puño, rápidamente estiré mi pie y sobre mi eje, di una vuelta entera, haciendo que mi pie chocara con el suyo, haciéndolo caer.

Al caer al suelo los gritos y murmullos cesaron. Parecía que nunca nadie le había dado una lección a este imbécil y me alegraba ser la primera en hacerlo, porque significaba que una lesbiana lo había hecho y eso lastimaría su ego.

—Thalía ya ganó, Ryan, esto tiene que acabar —soltó la rubia de repente.

Él se levantó rápidamente e ignorando el comentario de Dankworth, su puño se dirigió hacia mi rostro y yo me eché hacia un costado, tomé su antebrazo y lo coloqué detrás de su espalda, haciéndole una llave que con la fuerza necesaria, podría quebrarle el brazo y el hombro.

Pero por más que se lo mereciera, no lo haría, porque no quería lastimarlo, solo asustarlo para que me dejara en paz.

—¡DUELE! —chilló.

—¡Entonces déjame en paz y no te quebraré nada! —cerró sus ojos con fuerza, debido al dolor que le estaba ocasionando.

Observé la ronda que se había formado a nuestro alrededor y mientras todos estaban asombrados, la rubia estaba atónita con mi actitud. Se separó de sus amigas, tomó mi mochila y se acercó a mí.

—Ya demostraste que eres fuerte, déjalo, por favor —suplicó.

No me importaba si se asustaba con mi actitud, si de esta manera era la única para que Ryan entendiera que no debía meterse conmigo, no me molestaba dejárselo en claro, pero había algo en sus ojos verdes que me convencieron de dejar esta pelea de niños atrás.

Rápidamente lo solté y él respiró aliviado.

—Tienes suerte de que Sheila estuviera aquí —Ryan me observó con odio—, de lo contrario no sé qué hubiera sucedido —tomé mi mochila y aunque todos estaban asustados, ella no estaba asustada como yo creía.

Solo estaba atónita, pero no me temía.

Eso era algo extraño, estaba acostumbrada a todo tipo de maltrato, pero ella era un enigma.

¿Por qué no me odiaba cómo los demás? ¿Qué tenía ella de especial?

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