La espalda del omega se arquea y sus labios formaron un círculo perfecto. La luz les cubría el cuerpo, mostrando cada gota de sudor, cada marca dibujada sin intención y cada espasmo.
El alfa lo tomaba de las piernas, empujándose y sosteniéndolo. Lo tenía sobre la barra de la cocina desnudo y con las sobras de la comida en el suelo.
Descubrieron que cualquier superficie era buena para satisfacerse y el miedo a verse la cara a plena luz con el celo había desaparecido. Era una lástima porque estaba por terminar y Taylor no había memorizado bien su rostro.
—Duele. —balbuceó.
—No puedo moverte ahora o te lastimaré más. —el nudo había comenzado a crearse. Había sido un problema desde el inicio, creía que no lo sería, pues lo mantuvo lubricado, pero no. —Relájate.
Nick asintió, giró su cabeza para no mirarlo cuando terminara. La lluvia seguía incluso más fuerte que el primer día, tuvieron que mover algunos muebles, pues el agua comenzaba a entrar.
Soltó un jadeo cuando Taylor salió de él, seguía sosteniéndolo de las piernas, quería que lo dejara ahí, pero lo tomó de la cintura y tuvo que incorporarse.
—¿Qué haces? —se aferró a su espalda cuando se dio cuenta de que quería cargarlo.
—Vamos al agua.
Se dejó llevar, y se permitió dejar que Taylor lo metiera en la tina. Lo vio abrir la llave del agua y luego se incorporó tras él.
—Puedo bañarme solo. —dijo cuando sintió el estropajo sobre su espalda.
—Cállate y déjame hacer esto. —sentía que se había aprovechado de él y eso lo hacía sentir con culpa.
Nick permaneció en silencio, sentía las manos de Taylor sobre su piel, limpiando su cuerpo, dejando caricias que lo hacían estremecer. Centró su atención en cualquier cosa que pudiera, había leído las etiquetas del shampoo que tenía frente a él, también se ha dado cuenta de que el baño es demasiado lindo, las paredes estaban pintadas de escarlata y había un pequeño espejo en el centro, a un costado del lavamanos. Una pequeña cortina separaba la tina y la regadera del escusado.
No recuerda que el baño de la cabaña 28 fuera tan espacioso.
—Listo. —escucha a Taylor hablar. —Puedes hacer el resto tú.
—Bien. —se movió, alejándose de él. Y terminó lo que Taylor había comenzado.
La tormenta cesó ese día al anochecer, por lo que tuvieron el tiempo suficiente de limpiar y abrir las ventanas para que la cabaña se ventilara.
—Viene mi padre. —se recargó en el marco de la puerta.
Nick se puso de pie enseguida, tenía que vestirse, no se había preocupado de usar el uniforme en esos días.
—¿Te vas a quedar ahí mirando? —él ya iba vestido. Su uniforme era diferente, no conocía qué tan diferente era un rango de otro y, a decir verdad, no le importa.
Más que nunca, necesitaba que el verano terminará para poder irse, también estaba el hecho de que no podía pasar su cumpleaños ahí, tenía que abandonar ese sitio antes del 29 de septiembre.
El Subteniente no tocó la puerta y nadie les gritó que debían salir, simplemente llegó. Entro a la cabaña como si fuese su hogar, como si hubiese recibido invitación.
Su rostro lucía preocupado, sus ojos tenían ese vacío, esa tristeza que no puedes explicar, pero basta con verla para entender que se trata de dolor.
—¿Cómo estás? —se paró frente a Taylor, quien permaneció firme en su posición, sin mostrar una pizca de emoción al ver a su padre.
Habían intentado que la cabaña luciera bien, pero el agua que se filtró, dañó la madera de la entrada y los muebles tenían un manchón, marcando el nivel de agua que había entrado.
—Estoy bien. Estuvimos a salvo aquí. —su cabeza se gira hacia Nick.
—Se ven desnutridos, más él. —Taylor asiente cuando su padre señala al omega.
—No hemos comido muy bien.
El celo exigía mucha energía en un alfa, también en un omega, solamente que en este ultimo la exigencia era mayor, pues el cuerpo se preparaba para un embarazo.
Nick permaneció en silencio. Sus manos estaban hacia atrás, hechas puños. Estaba desesperado. Le aterraba el hecho de ser descubierto, de que alguien que no fuera Taylor supiera la verdad.
—Hemos tirado provisiones. Muchos de los alfas entraron en celo sin razón.
Taylor lo miró, era una mirada diferente, como si le enviará cuchilladas.
—Nosotros estuvimos bien, no tuvimos el celo. —su padre se sentó en uno de los sillones. —¿Crees que alguien lo provocó?
—Es tan estúpida esa pregunta como el hecho de que hubiera un celo colectivo.
—Pero fue así. —Nick habló. Su voz salió con seguridad.
Taylor se preguntó cuántas veces repitió aquellas palabras en su mente hasta que por fin las pudo decir.
—Lo fue, muchacho. —suspiró. —Pero aquí no hay omegas y los alfas no se ponen así con la presencia de betas.
—Nick es un beta. —Taylor habló. —Los chicos de la 28 suponían que era un alfa, pero si él estuvo en contacto con todos y no tuvo un celo, es un beta.
Nick los miró a ambos. Aquella afirmación había estado tan fuera de lugar, porque el hombre no había preguntado y si no sospechaba de él, lo terminaría haciendo.
—El Coronel me dijo que estabas enfermo cuando llegaste aquí. Tu padre y hermano hablaron de una condición...
—Depresión. —se adelantó. —Tomó medicamentos para estar bien. Creían que sería un problema, por los entrenamientos, el que no pudiera soportarlo era algo que les aterraba.
—Yo no he visto que tengas ningún problema.
—No lo tiene. —Taylor aseguró.
—¿Tienes medicamento aún?
—Sí, he venido preparado.
—Dalian no me ha dicho nada sobre esto.
—Debe ser que no le pareció tan necesario. —hay una sonrisa falsa dibujada en el rostro del alfa más joven. —Revisa su ficha, su información debe estar completa ahí.
Nick comenzaba a creer que, si el Subteniente no se iba y Taylor seguía abriendo la boca, no saldría de ahí jamás.
—Bien. —se puso de pie. —Vayan a buscar algo de comer. Las actividades comenzarán mañana, pero hoy tienen que ayudarle al resto, el campo está destruido.
Asintieron en silencio, viéndolo marchar.
—Escucha bien, Taylor Zakhar Pérez, hijo de William Zakhar. —cerró la puerta. —Yo no necesito que hablen por mí.
—Deja de ser tan estúpido, Nicholás. Si mi padre se entera de que...
—¿Qué? Él no se va a enterar.
—Tú no lo entiendes. —intentó tomarlo del brazo, pero el omega se alejó. —Te pueden enviar por meses a prisión. Estás con una identidad falsa, eso es mentir...
—Yo no estoy con ninguna identidad falsa, qué sea un omega no me hace ser menos yo. Tú fuiste quién le dijo que era un beta. Sí, voy a prisión, el único culpable serás tú.