Luna Nueva (Versión Vida y Mu...

By GioKyrie

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Beau ha pasado el mejor verano de su vida en compañía de su novia Edythe. Sin embargo, enamorarse de una vamp... More

Prefacio
La fiesta
Puntadas
El final
Tiempo
El despertar
Promesas rotas
Amigos
Repetición
Adrenalina
Mal Tercio
El Prado
La Secta
Secretos
La manada
Bajo Presión
Rosalina
El visitante
El Funeral
Contra Tiempo
Volterra
La Sentencia
El regreso
Respuestas
Paciencia
Recuerdos
La votación
Epílogo: El Tratado
Agradecimientos
Aclaración

El asesino

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By GioKyrie

Al final me decidí. O, mejor dicho, mi hipocresía me hizo decidirme.

Sabía que Edythe había matado personas, aunque en su defensa, eran todos asesinos y violadores. Sin embargo, seguía siendo asesinato y no me había importado en lo más mínimo. Y siendo sincero, si me hubiera dicho que había matado por placer, probablemente habría buscado alguna excusa para justificarla.

Eso fue lo que me hizo decidirme por avisarle a Julie sobre los cazadores y las trampas. Aunque no aprobaba lo que hacía junto a sus amigas... su manada... tenía que cumplir con mi parte y avisarle que estaba en peligro. Tal vez podría convencerla de no hacer más lo que fuera que estaba haciendo.

Llegué aún muy temprano a la casa de Julie. Todas las luces estaban apagadas y aún no había salido el sol por el horizonte, pero no me importó. Esto era completamente necesario. Me bajé de la camioneta y golpeé la puerta, decidido. El sonido retumbó por las paredes.

Me sorprendió la respuesta inmediata de Bonnie.

—Entra —indicó pulsando algún interruptor, porque sonó un chirrido y la puerta se desbloqueó.

La abrí y avancé por la sala de estar, hasta que Bonnie que estaba en la cocina volteó a verme y se sorprendió, aunque sólo por un segundo, antes de volver a su rostro imperturbable. Estaba claro que esperaba a otra persona.

—Vaya, buenos días, Beau. ¿Qué haces aquí tan temprano?

—Hola, Bonnie. Disculpa que te moleste a esta hora, pero tengo que hablar con Julie, es urgente —contesté serio. Me preguntaba qué tanto sabría Bonnie sobre los asuntos de su hija.

—Lo siento, no está —mintió descaradamente. Puse los ojos en blanco. En ese momento ya no me importaba si estaba siendo insolente.

—Bonnie, ¿sabes lo que está haciendo Charlie en este momento?

—¿Debería? —preguntó cautelosa.

—Él, junto con media docena de vecinos, parte de su estación de policía y todos los guardabosques del área se han metido al monte con sendas escopetas y trampas para matar lobos gigantes —su expresión se alteró un par de segundos y luego volvió a ponerse seria —, así que, si no te importa, necesito hablar con Julie.

Bonnie frunció la boca, pareció meditarlo un momento y luego se rindió, señalándome el pasillo con la cabeza.

—Está en su habitación, pero está dormida. Sale hasta tarde y duerme poco, tal vez considerarías dejarla descansar. Ven y desayuna con esta vieja mientras ella se levanta — me invitó, pero la ignoré y di media vuelta hacia donde había señalado. Ahora me tocaba a mí despertarla. Escuché a Bonnie suspirar a mis espaldas

Ya había estado antes en su pequeña habitación. No me molesté en llamar si no que abrí la puerta y la cerré de un golpe. El sonido no la despertó. Estaba tendida en su cama, boca abajo y con la cabeza vuelta hacia un lado. Dormía con la boca ligeramente abierta y la misma ropa que llevaba anoche cuando se metió en mi casa. Únicamente sus pies se encontraban escondidos debajo de la manta, como si tuviera calor y por eso se la hubiera quitado.

Su rostro dormido se veía en paz, sin rastros de la ira de la tarde anterior. Además, noté unas ojeras oscuras debajo de sus ojos que no le había visto antes. Se veía como la chica que había conocido el año pasado, alegre e inocente. Y, además, muy cansada. Ma ganó la piedad, así que tomé la manta que tapaba sus pies y la moví para cubrirla hasta el cuello y que no pasara frío. Luego salí, cerrando la puerta con cuidado y fui a sentarme con Bonnie en la cocina.

—¿Y bien? —preguntó en tono burlón.

—Tenías razón, mejor dejarla descansar —rezongué, vencido, tomando uno de los panecillos con mantequilla que me ofrecía.

Comimos en silencio, aunque me moría de ganas de preguntarle qué tanto sabía y qué opinaba de la transformación de su hija en... lo que fuera en lo que se había convertido. Después de todo, sabía que apoyaba a Sam, por lo que seguramente, lo supo mucho antes que la misma Julie. Y no se lo dijo, vaya, esa era una traición en toda regla. Me pregunté también que pensaba Jules de eso. Por su expresión, también tenía muchas preguntas que hacerme, de vez en cuando parecía querer iniciar una conversación, pero se arrepentía.

Después de dos panecillos y media taza de café no lo aguanté más y me levanté.

—Bonnie, voy a bajar a la playa un rato, ella sabrá donde encontrarme. ¿Puedes decirle que me busque cuando despierte, por favor?

—Claro, claro —aceptó, aunque me pregunté si en verdad le diría.

—Gracias por el desayuno —me despedí y salí al frío de la mañana.

Conduje hasta llegar a la misma playa a la que había ido de excursión con mis compañeros el año pasado, dejando la camioneta en el estacionamiento. Apenas se veía una línea de luz muy tenue en el horizonte por lo que casi no había visibilidad cuando apagué las luces. Tuve que acostumbrarme a la penumbra antes de empezar a caminar a la playa. Hacía mucho más frío allí, por el viento proveniente de mar, así que metí las manos en los bolsillos de la chaqueta mientras caminaba. Al menos había dejado de llover.

Estaba buscando un lugar específico, por lo que caminé por la playa en dirección al norte, teniendo cuidado de no tropezar con los troncos que había arrastrado la marea. El único sonido que me llegaba era el del mar, llegando a la orilla y regresando una y otra vez. Encontré el lugar incluso antes de darme cuenta de que ya había llegado.

Había un gran árbol blanco enraizado en las rocas. Parecía que le salían cientos de tentáculos que se extendían hasta el borde del espigón. Algunos troncos se encontraban distribuidos alrededor, y me senté en uno, recordando aquella conversación que tanto había cambiado mi vida, iniciada exactamente en ese mismo lugar.

Era sorprendente todo lo que había sucedido desde entonces. Desde empezar una relación con la chica de mis sueños, ser perseguido, torturado e incluso mordido por una vampira cazadora, recuperarme de mis heridas y luego... ser dejado en un pozo de alquitrán del que me estaba costando trabajo salir, aunque lo había hecho mejor desde que empecé a frecuentar a Julie. Y ahora resultaba que era una mujer loba que andaba por ahí cazando turistas desprevenidos.

La repulsión se había desvanecido al verla dormida. Costaba creer que esa chica con el cabello corto que parecía tan inocente y vulnerable era capaz de tales cosas, pero era un hecho que simplemente no podía ignorar. No sabía si podía seguir siendo amigo de alguien que se portaba así, aunque en el fondo, sabía que lo quería. Ella me había cuidado cuando lo había necesitado, y sentía una enorme necesidad de devolverle el favor. Estuve meditando cómo podía logarlo mientras el cielo clareaba y el día se teñía de gris.

—Hola, Beau.

Me levanté de un salto sintiendo que se me iba a salir el corazón. Confiaba con escucharla llegar debido a las piedras sueltas de la playa, pero era más sigilosa de lo que pensaba.

—Jules... —susurré sintiéndome nervioso de pronto. Ella sonrió tristemente pero no se acercó. Vestía de nuevo pantalones cortos, unos zapatos deportivos y una chaqueta.

—Bonnie me dijo que estarías aquí. Bueno, no aquí, en la playa, pero yo sabía que... olvídalo. Entonces, ¿lo averiguaste? —preguntó ansiosa. Parecía sufrir con la antelación.

—Sí, recordé la historia. La correcta —murmuré contagiándome de su nerviosismo.

Nos quedamos en silencio un rato, mientras ella estudiaba mi expresión y parecía llegar a la conclusión de que no estaba de acuerdo con su situación.

—Te hubieras limitado a llamar. No tenías que venir si no querías —farfulló decepcionada.

Empezó a caminar dando vueltas sobre las rocas. Me recordaba a mí cuando algo me desesperaba y hacía lo mismo en la sala de mi casa, aunque me llamó la atención el poco ruido que hacía al mover los pies.

—Lo sé, pero quería venir. Me pareció que era mejor hablar de frente.

Soltó una risotada amarga.

—¿Eso crees?

—Jules, tienes que saber sobre...

—¿Sobre los agentes forestales y los cazadores? Da igual, ya lo sabíamos —me interrumpió.

—¡Pero tienen armas! ¡Y están poniendo trampas! Hasta han ofrecido recompensas por sus... pieles, suena espantoso. ¿Cómo puedes estar tan tranquila? — no podía creer que no le pareciera importante.

—Sabemos cuidarnos solas, no te preocupes. No van a atrapar a nadie, pronto desaparecerán del bosque —contestó con indiferencia.

Eso fue la gota que derramó el vaso y me sentí asqueado de que hablara tan fácil sobre eliminar personas.

—¿Cómo puedes decir algo así? Charlie es uno de ellos —le espeté con rabia. La imagen de Charlie siendo atacado por un enorme lobo negro se instaló en mi cabeza y me dio escalofríos.

—¿Y qué otra cosa esperas que haga? —preguntó encogiéndose entre hombros.

—No convertirte en loba, por ejemplo —sugerí enojado.

—Ay, por favor, como si lo pudiera decidir. Sinceramente, Beau, no entiendo cuál es el puto problema — avanzó unos pasos y me encaró —. ¿Sabes qué es lo que me molesta? Que eres un maldito hipócrita. Ahí estás, aterrado por lo que soy cuando estuviste meses saliendo con...

Respiró profundo, tratando de calmarse.

—Un maldito hipócrita... —murmuré sintiéndome mal, no porque me ofendiera si no porque sabía que tenía razón.

—En fin —continuó —lamento no ser la clase de monstruo que te gusta. Supongo que ser una loba no es tan bueno como ser un asqueroso chupasangre.

—¡Ya basta! Jules, no me importa lo que seas, ¡me importa lo que haces! ¿Tan difícil es de entender?

—¿Qué rayos significa eso? — me gritó frustrada mientras su cuerpo se estremecía de pura rabia.

"No la provoques", me previno la voz de terciopelo en mi cabeza. Me sorprendió como siempre, pero más esta vez porque no me parecía estar frente a ningún peligro, a menos que Julie no pudiera controlarse y por eso mataba montañistas desprevenidos.

"Tienes que tranquilizarla".

—Jules, respira profundo —le indiqué con la voz calmada. Me miró con rabia unos segundos más pero luego cerró los ojos, apretó los puños y respiró profundo varias veces hasta que dejó de temblar —. ¿Mejor?

Asintió, pero cruzó los brazos y miró hacia el mar, aún molesta.

—Bien, conversemos. Mira, realmente no me importa en lo que te conviertas, lo que me choca es que estén matando gente, y que hables tan relajada de hacer desaparecer a los guardabosques, Charlie incluido. Los vampiros encontraron una forma de vivir sin tener que matar a nadie. ¿No podrían intentarlo ustedes también?

Se volvió de pronto hacia mí, pensé que la había enojado más pero su expresión era de pura sorpresa.

—Espera, ¿qué? ¿Matando gente? —repitió completamente asombrada.

—Sabes de que hablo. Los turistas desaparecidos, y acabas de decir que los agentes forestales también desaparecerán.

Y entonces, en contra de todo pronóstico, una sonrisa empezó a aparecer en su rostro poco a poco.

—A ver si entendí. Quitando el hecho de que estamos matando personas por ahí, ¿no te molesta que me convierta en una enorme bestia peluda?

—No. Eso me da igual, en serio —le aseguré. No me importaba en lo que se convirtiera, Jules seguía siendo Jules, mi amiga, la que me hacía reír siempre que estábamos juntos. La alegre y divertida Jules. La sonrisa en su rostro se ensanchó.

—¿Y lo único que te molesta sobre eso es que nos comimos unos cuantos senderistas?

—¿Te parece que esto es una broma? —contesté volviendo a enfadarme.

Ella dio un gritito y en un segundo estaba estrechándome con fuerza en un abrazo.

—¡Estoy tan feliz! — exclamó en mi oído.

—¿Me sueltas... por favor? —pregunté con la voz entrecortada. Sin dudarlo, esa chica menor que yo era mucho más fuerte. Lo hizo, pero tomó mis manos entre las suyas. Los ojos le brillaban con alegría.

—Beau, todo fue un malentendido. No soy una asesina, ninguna lo es, no fuimos nosotras las que matamos a los turistas. Y con lo de los guardabosques desapareciendo me refería a que se van a aburrir en unos días y se van a olvidar del asunto. Me crees, ¿verdad?

La miré a los ojos y supe que decía la verdad. Dejé escapar un suspiro mientras sentía como el alivio me inundaba el cuerpo.

—Diablos, Jules, lamento haber creído que lo eran. Es que siempre aparecían sus huellas y un poco de sangre, y pensé... Lo siento, en serio —me disculpé, sincero.

—Está bien, entiendo la confusión. Lamento haberte llamado hipócrita —me apretó las manos, aunque controló su fuerza esta vez.

—Olvídalo —contesté rápidamente, antes de admitir que yo mismo me había llamado así —. Pero entonces, ¿qué está pasando con los montañistas? ¿Por qué siempre encuentran huellas de lobos?

Me soltó las manos y su rostro se volvió sombrío.

—¿Recuerdas cómo te dije que se hacían llamar Sam y las chicas?

Hice memoria.

—¿Protectoras? —pregunté no muy seguro.

—Exacto. En realidad, lo somos. Estamos intentando proteger a los turistas, pero siempre llegamos un segundo tarde, no te imaginas lo frustrante que es —gruñó.

—¿De qué los protegen? ¿De verdad hay un oso negro gigante por ahí?

—No, qué va, el oso negro es Sam —soltó una risita, pero luego volvió a ponerse seria —. Recordaste la historia, ¿no? Te dije que las mujeres loba tenían un solo enemigo. Uno solo. Al que le debemos la razón de nuestra transformación, por cierto.

—Los vampiros —susurré sin poder creer que no me hubiera dado cuenta antes. Ahora todo tenía sentido.

—¡Bingo! Pensé que tú, entre todo el mundo, sería el único en comprender lo que sucedía, pero mira que creer que fuimos nosotras... —negó con la cabeza con incredulidad.

Sentí el pánico empezar en mi estómago y recorrer todo mi cuerpo lentamente.

—Es Lauren, sigue por ahí — murmuré preocupado.

—¿Lauren? ¿Quién es Lauren? —preguntó con interés.

—La conoces, la viste en el prado conmigo. Salió corriendo, ¿recuerdas? Iba a matarme —farfullé sintiéndome muy nervioso.

—¡Ah! ¿La sanguijuela de pelo negro? ¿Se llamaba así? —sonrió con autosuficiencia.

—¡Sí! Es peligrosa y... ¿dijiste "llamaba"? —pregunté de repente. Recordé su expresión aterrorizada cuando había visto a las grandes lobas, como si significaran algo para ella.

—Fue tan fácil que ni siquiera fue divertido. Ya no está. La matamos, no te preocupes, no te hará ningún daño, ni a nadie más — dijo con voz tranquilizadora, aunque luego añadió a toda prisa —. Por supuesto que eso no cuenta como asesinar, los vampiros no son personas.

Decidí ignorar lo último porque me importaba más la primera parte.

—¿Dices que la mataron? ¿Cómo rayos? No se puede matar a un vampiro.

—Beau, estamos hechas para eso. Somos fuertes, y nuestros dientes los pueden desgarrar como haría un lobo real con una persona de verdad. Ya no está. No era tu amiga, ¿o sí? —preguntó incómoda de repente.

—No, no era mi amiga, de hecho, estuvo a punto de matarme ese día, gracias, por cierto. Pero si Lauren murió... —suspiré de alivio nuevamente.

—¿Qué, Beau? Por favor completa las oraciones, me estás poniendo nerviosa.

—Pues que, si Lauren murió, no va a venir por mí. Demonios, estuve tan asustado esta semana que no podía pensar prácticamente en nada más —confesé sentándome de nuevo en el tronco, el corazón me latía a mil por hora —. No pude ni dormir bien pensando en qué hacer para que le perdonara a la vida a Charlie. Jules, fue espantoso...

—Lo siento, Beau, no sabía que tenías tanto miedo. Me lo hubieras contado —dijo sentándose a mi lado en el tronco.

—Ajá, porque estabas a mi lado, escuchándome —contesté sin poder evitar el sarcasmo.

—Tienes razón, lo siento, de nuevo. Pero es que no era seguro. Sigue sin serlo.

Medité un momento su respuesta antes de hablar.

—Cuando dijiste eso anoche, pensé que te referías a que estabas en peligro al estar conmigo porque Lauren me estaba cazando. Pero luego pensé... ¿te refieres a tu propia transformación?

Bajó la cabeza, apenada.

—Sí, exactamente a eso. Aún no lo controlo muy bien, apenas estoy empezando. Y si estuvieras a mi lado cuando me convierto podrían pasar cosas terribles, es muy peligroso, no tienes idea. Si me enojo estando contigo y no logro controlarlo... —sacudió la cabeza para apartar las ideas de su mente.

—¿Como hace un rato? Que te enojaste y empezaste a temblar...

—Sí, exactamente así. Yo no quiero que dejemos de ser amigos, pero tal vez por un tiempo sea prudente mantenernos alejados, al menos mientras aprendo a controlarme mejor. Y a cambio, te prometo que nos encargaremos del problema, cuidaremos de ti, de Charlie y de todo el mundo. Puedes confiar en mí.

Asentí, distraído aún por el descubrimiento de que Lauren estaba muerta y yo estaba a salvo. Pero entonces volví a la realidad y caí en cuenta de que Julie acababa de hablar en tiempo presente sobre encargarse del problema.

—Espera, ¿de qué hablas? Si Lauren murió... Oh no —murmuré al darme cuenta de que Lauren llevaba muerta una semana y acababa de acontecer otra desaparición. Me quedé rígido y sentí como la sangre abandonaba mi rostro —. Hay alguien más —susurré.

Julie asintió, muy seria.

—Sí, eran dos. Y su pareja nos tiene ganas. Según las leyendas, los vampiros se cabrean muchísimo cuando matan a sus parejas, así que supongo que este está tratando de provocarnos de esa manera. Se va y vuelve, se va y vuelve, una y otra vez. Nos tiene hartas. Si supiéramos al menos cuál es su verdadero objetivo sería más fácil, pero su conducta carece de sentido. Es como si estuviera probando nuestras defensas para poder entrar, pero ¿a dónde? ¿qué es lo que quiere exactamente? Maldito chupasangre pelirrojo. Lo hemos visto en el bosque, pero siempre se nos escapa. Sam piensa que deberíamos separarnos para cubrir más terreno y tener mejores oportunidades, pero...

Su voz se fue haciendo cada vez más lejana, como si hablara a través de un túnel mientras yo entendía el panorama por completo. No fui capaz de escuchar sus palabras por más tiempo. Sentí mi frente perlarse de sudor frío y me atacó un retortijón en el estómago a causa del miedo. No era Lauren la que había asesinado a los turistas, probablemente acababa de llegar ese mismo día que nos encontramos en el prado.

Era Victor, y yo era su objetivo. Además, se paseaba a sus anchas por ahí matando turistas, en el mismo bosque en el que Charlie patrullaba en ese momento.

Me levanté de un salto con las manos en el estómago tratando de no vomitar el desayuno que Bonnie me había brindado.

—Beau, ¿qué pasa? —preguntó Jules alarmada levantándose también.

—Victor —susurré. La voz cristalina en mi cabeza gruñó con rabia.

—¿Quién? ¿De qué hablas? ¿Estás bien? — preguntó apartándome un mechón de la frente.

—El vampiro pelirrojo. Se llama Victor y no era la pareja de Lauren, sólo eran amigos.

—¿Cómo sabes eso?

—Lauren me lo dijo.

—¿Qué más sabes? Esto es importante, entre más sepamos, más oportunidades tendremos de atraparlo. ¿Sabes lo que busca?

—Oh sí, lo sé perfectamente —la miré a los ojos, sabiendo que me veía aterrado —. Me busca a mí.

Abrió mucho los ojos, sorprendida, y luego frunció el ceño.

—¿A ti? ¿Por qué?

—Tú lo dijiste, se cabrean cuando matan a sus parejas. Victor era la pareja de Joss —me rasqué la cicatriz del dedo automáticamente —. Y... Edythe... ella y sus hermanas la mataron. Así que ahora Victor quiere hacer un ojo por ojo y matarme a mí a cambio. Es una estupidez, no tiene idea de que ya no somos pareja. Su venganza no va a servir de nada —tragué con fuerza.

—Entiendo. Beau, lamento preguntarlo, pero tengo que saber. ¿Por qué se fueron los Cullen? — me tambaleé al escuchar su apellido y Julie me sostuvo.

—Lo siento, sé que no te gusta escuchar su nombre ni su apellido, ni nada que te haga recordarlos, pero necesito saberlo. Como loba y como tu amiga.

—Me sorprende que sepas eso sin que te lo haya dicho —murmuré.

—Eso hacemos las amigas, prestar atención. Pero no podemos adivinarlo todo. Desembucha.

—Sólo se aburrió de mí. Después de todo no soy más que un simple humano común y corriente.

—¿Eso fue lo que te dijo? ¿De verdad es tan estúpida? La voy a matar... —gruñó con rabia.

—Por favor, no digas eso. Concéntrate en lo importante —rogué.

—Está bien, pero deberíamos conversarlo más adelante. Si no lo sacas de tu sistema no lo vas a superar. En fin, esta información es de lo más útil, es justo lo que necesitábamos saber. Tengo que decirles a las demás ahora mismo. ¿Pues quedarte aquí un minuto? Te prometo que no tardo, estaré cerca.

Asentí, pero en realidad me sentía como el más cobarde porque me daba pavor quedarme solo, cuando mi amiga podía convertirse en una enorme loba con dientes capaces de romper vampiros sedientos de venganza.

Julie se quitó los zapatos, la chaqueta y echó a correr hacia el estacionamiento vestida sólo con sus shorts ajustados y el top deportivo negro, hasta meterse en el bosque. Corrió entre los árboles con la agilidad de una gacela y luego la perdí de vista. No era el mejor momento para quedarme solo así que recogí sus zapatos y su chaqueta, y caminé lo más rápido que pude hasta mi camioneta a la que me metí poniendo todos los seguros en las puertas.

Victor me estaba acechando, eso era un hecho. Que no me hubiera cazado aún era cuestión de suerte. Bueno, suerte y de cinco lobas adolescentes que patrullaban los bosques ahuyentándolo una y otra vez. Además, habían matado a Lauren esa misma tarde, no había logrado decirle a Victor que mis vampiros buenos se habían ido. A menos que se acercara a la casa blanca, no sabría que estaba completamente desprotegido.

Por otro lado, no me agradaba la idea de Julie enfrentándose a Victor, por más que tuviera herramientas para ello. Sólo la idea me daba escalofríos. Y estaba la cuestión de Charlie. Julie dijo que lo protegerían también y que no debía preocuparme, pero no podía evitarlo. Los vampiros podían ser muy letales y yo lo sabía de primera mano. Cerré los ojos, pero en mi mente seguí viendo a Victor, su rostro pálido, su pelo rojo en punta como si fueran pequeñas llamas.

Un agudo golpeteo de nudillos en la ventana me hizo saltar y dar un grito de pánico, pero sólo era Julie que estaba de vuelta. Abrí el seguro y la dejé pasar del lado del copiloto.

—Vaya, de verdad estás asustado. No tienes que estarlo, en serio cuidaremos de ti y de Charlie, no te preocupes —sonrió confiada.

—No es sólo que Victor me encuentre a mí, es que se encuentre con ustedes. Puede ser muy mortífero.

Se echó a reír.

—Confía en nosotras, lo que dices es insultante. Por cierto, quiero llevarte a un lugar, pero no sé... —dudó un momento.

—¿Es un lugar secreto? —inquirí.

—No exactamente, pero es que no sé cómo te lo vas a tomar. Hay algo más que tienes que saber. Sobre todo, si en algún momento quieres contarme algo íntimo —rio nerviosa —. La cosa es que cuando cambiamos a lobas podemos... mmm... es como si nos escucháramos los pensamientos. Nos comunicamos con la mente, pero también percibimos todo. No podemos tener secretos. Es útil para cazar, pero muy incómodo en otras ocasiones. Raro, ¿no?

—Por eso dijiste que se iban a dar cuenta de todos modos de que fuiste a mi casa anoche.

—¡Exacto! Lo entiendes todo tan rápido, de verdad que estás acostumbrado a lo extraño —pareció complacida.

—Gracias. Bueno, en realidad no eres la primera persona capaz de leer pensamientos ajenos, así que no se me hace tan raro.

—¿En serio? ¿Tus chupasangres también podían?

—No los llames así —reclamé resentido.

—Como quieras — rodó los ojos —. Entonces, ¿los Cullen también se leían la mente?

—No todos, sólo... sólo Edythe —me puse la mano en el pecho para que no se me cayera a trozos.

—Interesante. Había escuchado leyendas sobre vampiros con capacidades especiales, pero no sabía si era un mito.

—¿Todavía crees que existen los mitos? —me burlé.

—Tienes razón. Bueno, vamos a reunirnos todas en donde practicamos con las motos. Puedes llevarme o irte a casa, tú decides.

—Voy contigo —contesté arrancando el motor y sintiéndome un poco más tranquilo, incluso curioso —. Entonces, ¿acabas de convertirte en loba para hablar con Sam?

—Sí, pero sólo fue un momento para decirle que tenía información y que nos reuniéramos. Evité pensar en ti para que no me prohibieran llevarte. Se van a llevar una sorpresa. Prácticamente es la segunda vez que violo el tratado — rio.

—Eso no me hubiera detenido —contesté molesto. Todavía sentía prejuicio contra Sam.

—Pero a mí sí. Hay una regla. ¿Recuerdas cuando en tu casa quería hablar y me quedaba con la boca abierta sin poder decir nada? — asentí —. Bueno, es que me prohibió contarte. Es la jefa de la manada, la alfa. Cuando nos dice que hagamos algo, o que no lo hagamos, obedecemos. No hay opción.

—Qué incómodo —comenté. Había pensado que Julie tenía mucha libertad con Bonnie, pero me equivocaba.

—Sí, son cosas típicas de lobas. Y hay un montón de reglas y cosas más, yo apenas las estoy aprendiendo. Por ejemplo, la ropa interior se convierte con nosotras, pero no los zapatos ni el resto de la ropa. Paula perdió el control hace unos días y llevaba un vestido, tuvimos que llevarle ropa después porque cuando regresó a su forma humana estaba en ropa interior — rio a carcajadas y se limpió una lagrimilla.

—Vaya... —contesté sin saber qué decir —¿Y Sam la regañó?

—No, fue muy comprensiva. En serio estaba muy equivocada sobre ella. Nos ayuda lo más que puede. No me imagino cómo fue para ella estando completamente sola.

—¿A qué te refieres?

—Cuando yo cambié por primera vez pensé que iba a enloquecer, pero las voces que escuché en mi cabeza me calmaron y me lo explicaron todo. Sam en cambio, no tenía a nadie. Imagina lo aterrador que puede ser convertirte en un animal enorme de repente y no saber por qué.

Lo consideré. Era fácil sentir compasión por Sam después de escuchar eso. Además, no había verdaderas razones para detestarla.

—¿Se van a enojar por mi presencia?

—Probablemente —aceptó.

—Tal vez sea mejor si no voy.

—No, no, está bien. Sabes un montón de cosas que nos van a ser útiles. Eres como un espía, has estado tras las líneas enemigas —me aseguró contenta.

Eso no me gustó, me sentí como un traidor. Una cosa era hablar de Victor, pero ya le había dado información extra sobre Edythe y no me gustaría si la llegaban a usar en su contra.

—Por ejemplo, conoces cosas como la capacidad de leer la mente de tu chupasangre —continuó haciendo caso omiso de mi petición y haciéndome sentir peor —. ¿Sabes si el tal Victor tiene alguna habilidad especial?

—Creo que no... Edythe lo habría mencionado, supongo —estábamos llegando al lugar en la que Julie me había enseñado a usar la moto así que bajé la velocidad.

—Estás muy triste, ¿verdad? —preguntó en voz muy baja, como si quisiera darme la oportunidad de fingir que no la escuché.

Frené, apagué el motor y luego asentí, mirando por la ventana.

—¿Has pensado en marcharte? Tal vez donde tu madre —no sonaba burlona sino más bien comprensiva.

Respiré profundo una vez y espiré.

—No quiero irme.

—Bueno. Espero que puedas recuperarte pronto, de todos modos, ella no era lo mejor para ti.

—¿Podemos dejar el tema por favor? —la atajé subiendo un tono la voz.

—Está bien, lo siento. Pero insisto en que deberías hablarlo algún día.

—Tal vez después. Por ahora no me siento preparado —contesté volviendo a mi tono normal.

—Bien. Ahí están las demás. Vamos — abrió la puerta para salir.

—Espera, ¿estás segura de esto? Tal vez yo no debería estar aquí —pregunté, pero también me bajé de la camioneta.

—No te preocupes, sabrán comportarse. ¿Quién teme al lobo feroz? —me guiñó un ojo sonriendo y me tomó de la mano mientras empezaba a caminar.

No contesté. La visión de los cinco enormes animales en el prado capaces de arrancarme la cabeza de un mordisco todavía me ponía nervioso, aunque no tanto como la idea de Victor y su variado menú de torturas planeadas para mí.

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