Luna Nueva (Versión Vida y Mu...

By GioKyrie

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Beau ha pasado el mejor verano de su vida en compañía de su novia Edythe. Sin embargo, enamorarse de una vamp... More

Prefacio
La fiesta
Puntadas
El final
Tiempo
El despertar
Promesas rotas
Amigos
Repetición
Adrenalina
El Prado
La Secta
Secretos
El asesino
La manada
Bajo Presión
Rosalina
El visitante
El Funeral
Contra Tiempo
Volterra
La Sentencia
El regreso
Respuestas
Paciencia
Recuerdos
La votación
Epílogo: El Tratado
Agradecimientos
Aclaración

Mal Tercio

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By GioKyrie

Poco a poco todo se iba acomodando. Charlie tenía razón, la vida seguía, quisiera o no. Incluso el tiempo empezó a acelerarse, las manecillas del reloj ya no iban hacia atrás. Entre el instituto, el trabajo y Julie (y no necesariamente en ese orden), fui volviendo a la normalidad y Charlie cumplió su deseo de dejar de verme "arrastrándome". Aún sufría secuelas de la depresión, todavía tenía pesadillas o días en los que no tenía ganas de levantarme de la cama o comer, pero al menos ya no era la norma.

A veces me sentía a mí mismo como un satélite perdido. Una luna cuyo centro de gravitación hubiese desaparecido, pero que seguía intentando orbitar alrededor del espacio que este antes ocupaba.

El fin de semana siguiente volvimos a intentar con la moto (mis ampollas no se habían curado del todo para hacer senderismo) y mejoré considerablemente. Ni siquiera fue necesario ir a urgencias, para tranquilidad de Charlie, pero también significó que la voz que me gritaba en el oído ante el peligro se debilitaba conforme ganaba pericia, hasta que ya no la escuché más. Me hundí en la decepción e hice algo imprudente: fui a buscar el claro solo, después de clases, mientras pensaba en qué otras actividades inyectarían mi cuerpo con adrenalina.

El jueves por la mañana, McKayla se me acercó de nuevo con una sonrisa en el rostro.

—Hola, Beau. ¿Tienes planes para mañana? —preguntó directamente.

Lo pensé por un momento. Mis planes de viernes siempre consistían en ir a ver a Julie, pero después de tres días de buscar el prado sin resultado alguno, estaba un poco harto del bosque.

—Depende... ¿Qué propones? —pregunté suspicaz.

—Bueno, estaba pensando en lo que hablamos de ir al cine, hay una peli con la actriz de la Familia Addams que quisiera ver...

Pensé en algo rápido. No conocía la trama de dicha película, si era algo romántico y cursi lo iba a pasar mal, y no estaba de ánimo. Aún no me había recuperado lo suficiente.

—Yo también quiero ir al cine, pero a ver Destino Final 3, están a punto de sacarla de cartelera y aún no la veo —sugerí rápidamente. Si íbamos a ir al cine, sería en mis condiciones.

—Supongo que es una buena idea... —contestó visiblemente decepcionada

—Excelente. ¿A quién más invitamos? —pregunté con una gran sonrisa.

Estaba siendo cruel y lo sabía, pero era necesario. McKayla no parecía rendirse nunca. Abrió la boca con sorpresa y yo alcé las cejas, retándola. Pareció sopesar la decisión de decirme que fuéramos solos, pero se lo pensó mejor.

—Podemos decirle a Allen y a Becca. Y a Erica y Kevin —contratacó logrando convertir la salida en una cita doble, o incluso triple. Pero tampoco me rendiría fácil.

—Claro, ¿les dices tú? Mientras tanto yo le avisaré a Jeremy, Taylor, Colleen, e incluso puede que Logan también se apunte — y entonces tuve una brillante idea —. Creo que también les voy a avisar a unas amigas de La Push. Será divertido.

Me miró con amargura, arrepintiéndose totalmente de haberme invitado a salir.

—¿Son esas amigas con las que te pasas todo el tiempo "estudiando"? —hizo el gesto de las comillas con las manos.

—Sí, aunque es más como acompañarnos a hacer las tareas. Son de segundo año.

—¡Ah! Bueno... —pareció relajarse un poco. Le sonreí y salí huyendo a clase antes de que dijera algo más.

Durante el día fuimos invitando a todos a la salida al cine. Jeremy y Logan parecieron interesados hasta que supieron que yo iba, y alegaron estar ocupados. Erica y Kevin ya tenían planes (celebraban el aniversario de su primer mes o algo parecido), y Taylor y Collen fueron abordados por Logan antes del almuerzo, por lo que también dijeron que estaban ocupados. Al final sólo podíamos ir McKayla, Allen, Becca, yo, y esperaba que también pudieran ir Julie y Quil. Si no, McKayla habría logrado su objetivo de la cita doble.

Por la noche Julie se acercó a casa para hacer los deberes, lo cual me venía genial porque los días anteriores me la había pasado dando vueltas en el bosque como un idiota.

—¿Qué planes tienes mañana? ¿Senderismo o una visita a urgencias? — preguntó sin levantar la vista de su libro de texto.

—Ya ni sé si vale la pena seguir haciendo senderismo —rezongué de mal humor—. Estoy empezando a pensar que me imaginé ese maldito prado y que no existe más que en mi imaginación.

—Lo encontraremos, ya verás. Pero como quieras, motos entonces —susurró para que no escuchara Charlie, quien estaba en la cocina.

—De hecho, mañana tengo planes —levantó la cabeza tan rápido que me sorprendería si no le dolía el cuello un par de días. No supe leer su expresión, parecía entre sorprendida, asustada y traicionada —. Siempre le estoy prometiendo a mis amigos del cole que voy a ir al cine con ellos, y se armó una salida para mañana. Puedes venir, si quieres. Si es que un grupo de último año no te parece demasiado aburrido —su expresión se suavizó sin disimulo cuando mencioné que íbamos en grupo.

De repente me pregunté si Jules deseaba lo mismo que McKayla y también pensaba en la salida del cine como en una cita. A veces no sabía qué pensar al respecto.

—¿Y está bien que yo vaya con tus amigos?

—Claro, tú también eres mi amiga. También podemos invitar a Quil.

—No, no puede. Está castigada. Se salió en mitad de la clase porque... bueno, larga historia —y procedió a contármela toda con lujo de detalles.

Al día siguiente, McKayla no paraba de hablar de la salida.

—¿Estás seguro de que no quieres ver Penélope? Dicen que está muy bonita y graciosa...

—No, lo siento, quiero ver Destino Final 3. Escuché que está buenísima, mejor que las dos anteriores.

Resopló y rodó los ojos, pero no insistió más.

Cuando regresé a mi casa después de las clases, Julie ya estaba allí esperándome, con la espalda apoyada en un auto diferente al de su madre, uno que reconocí de inmediato.

—¡Lo terminaste! —exclamé contento al bajarme de mi camioneta para observar más de cerca su Volkswagen.

—Lo terminé —contestó solemnemente, señalándolo con la mano como si fuera una exhibición —. Este es su viaje inaugural. En realidad lo acabo de terminar —contó volviendo a su tono normal.

—Sé que lo he dicho antes, pero eres increíble. Me rindo. Tienes todos los puntos de habilidad del mundo — se echó a reír a carcajadas mientras yo miraba por las ventanas de su nuevo-viejo auto.

—¿Te parece si yo conduzco hoy, entonces?

—¡Por supuesto!

En eso el auto de McKayla asomó por la esquina y se aparcó junto al mío. Jules frunció el ceño.

—Recuerdo a esta tipa. ¿No es la que quería que todos pensaran que era tu novia? —murmuró en mi oído.

—Ajá —murmuré de vuelta.

—¿Sigue intentándolo?

—Algunas personas son muy persistentes.

—Bueno, la perseverancia es una virtud, a veces tiene sus recompensas —me guiñó el ojo y se adelantó un paso para saludar a McKayla que se había bajado de su auto —¡Hola! Soy Julie Black, soy una vieja amiga de la familia —se presentó moviendo la mano alegremente.

McKayla la miró de arriba a abajo, evaluándola. Evidentemente no parecía una chica de segundo año, incluso era mucho más alta que ella, aún con los botines de tacón que llevaba puestos. Se notaba que se había arreglado un poco, llevaba el rubio cabello peinado, una chaqueta rosa de cuero y un pantalón negro de mezclilla, ajustado. Además, se notaba que se había puesto algo de maquillaje, aunque no lograba discernir exactamente qué.

Julie por su parte, vestía unos clásicos jeans con un par de agujeros rasgados, zapatos deportivos, y mi chaqueta gris, la cual parecía no tener ninguna intención de devolver. Me pregunté si McKayla la habría reconocido como mía, pero no demostró nada al respecto.

—Ella es McKayla Newton, sus padres son los dueños de la tienda donde trabajo —le indiqué a Jules, aunque probablemente ya lo había adivinado. En ese momento sonó el teléfono —. Ya vengo, podría ser Charlie.

No era Charlie. Becca llamaba apenada a avisar que no podría ir. Allen se había sentido mal durante el día y ahora estaba peor, al parecer tenía la gripe estomacal y a ella le parecía mal ir sin él.

Regresé afuera mordiéndome una mejilla por dentro. Por supuesto que deseaba que Allen se recuperara pronto, pero que se enfermara justo hoy me ponía en un aprieto. Julie me esperaba de nuevo apoyada en su auto, mirando a la nada mientras silbaba alegremente, con los brazos cruzados. McKayla me esperaba seria, y le echaba miraditas nerviosas a Jules de vez en cuando. Esta será una noche muy divertida, pensé.

—Malas noticias. Era Becca. Allen contrajo la gripe estomacal, ninguno de los dos podrá salir hoy.

—Esa horrible gripe, Audrey faltó a clase hoy por ella. Tal vez lo mejor sea dejarlo para otro día —sugirió McKayla, sin disimular su alivio.

—Bien, nos vemos, fue un gusto conocerte. Yo todavía quiero ir —contestó Julie sonriendo de forma un poco macabra mientras abría la puerta de su auto, metiéndose en él sin contemplaciones. McKayla respondió antes de que yo pudiera decidir si ir o dejarlo para después.

—Entonces yo también voy. Sólo estaba pensando en Allen y Becca —alegó acercándose al Volkswagen deteniéndose de forma insegura al llegar. Le abrí la puerta de atrás y cuando se hubo acomodado, la cerré y fui a sentarme en el lugar del copiloto, junto a Jules.

El viaje fue interesante. Julie no paró de parlotear sobre cualquier cosa, pero sin incluir a McKayla en la conversación. Por su parte, ella se mantuvo enfurruñada en el asiento de atrás. Me supo un poco mal, así que traté de hacerla parte.

—Oye Mc, ¿puedes creer que Julie construyó este auto? Tiene un taller y todo —comenté mirando hacia atrás. Pareció impresionada un segundo, pero luego aprovechó el momento.

—¿Y no le puso una radio o algo?

—Claro, tiene un estupendo sistema de sonido, pero a Beau no le gusta la música —contestó sin perder el ánimo. Lo miré sorprendido, nunca le había dicho eso.

—¿En serio? —preguntó McKayla, atónita.

—Sí, es cierto —contesté aún desconcertado.

—¿Cómo no te va a gustar la música? —inquirió McKayla con incredulidad.

—Bueno, sólo no me gusta y ya —me encogí de hombros.

No era que no me gustara, es que no podía controlar qué canción sonaría en la radio y si la letra se parecía mínimamente a cualquier cosa que pudiera recordarme el pasado, volvía a hundirme en el alquitrán. Por suerte estábamos llegando al cine y Julie aparcó a un lado de la calle.

Compramos palomitas y entramos a ver la peli, que resultó ser justo lo que prometía. En los primeros minutos una montaña rusa se rompía y mataba a prácticamente todos los que estaban subidos en ella, para al final ser, como en las anteriores, sólo una premonición. A partir de ahí, fueron muriendo uno a uno, con la novedad de que había pistas de sus muertes en las fotografías que habían tomado en el parque. La escena de las cámaras de bronceado pareció afectar especialmente a McKayla, que se estremecía y se veía muy pálida, con los labios apretados.

No era realmente fan de este tipo de películas, pero entonces Julie empezó a reírse cada vez que había una muerte.

—¿De qué te ríes? —susurré.

—Oh, vamos, estas películas son absurdas. Mira eso, es ridículo —señaló la pantalla con la barbilla.

Los protagonistas estaban en un gimnasio, tratando de prevenir a otro de su inminente muerte. Se salvó de ser decapitado por unos cables, pero le cayeron unas pesas encima aplastando brutalmente su cabeza. Julie se rio abiertamente como si estuviera viendo una comedia, y sin esperarlo, yo también sonreí. Tenía razón, la peli era demasiado exagerada. Empecé a disfrutarla más después de eso, lamentándolo un poco por McKayla. No había sido mi intención que la noche de cine saliera mal para ella, pero tal vez serviría para que dejara de hacerse ilusiones.

Ambas se habían sentado a mi lado y habían hecho uso de los reposabrazos, con las manos en una posición que se me antojaba incómoda, con las palmas hacia arriba. Me recordaron trampas para osos e instintivamente crucé mis brazos sobre el pecho. Que ambas pensaran en la posibilidad de que les tomara la mano enfrente de la otra me pareció atroz. De Mc me lo esperaba, había sido muy obvia desde que llegué al instituto, pero de Julie...

"No me corresponde a mí decirlo, aunque podrías darte cuenta tú solito si pusieras más atención."

No fue una alucinación, si no un recuerdo. Así que a esto se refería. Suspiré con algo de tristeza. Me encantaba de verdad estar con Julie, pero si ella tenía esperanzas de algo más, no había forma de que esto pudiera salir bien, porque no podía darle alas, pero tampoco quería lastimarla. Las ignoré, en algún momento tendrían que bajar la mano.

McKayla se rindió primero, quitando su mano del reposabrazos y poniéndola en su estómago. La otra se la llevó a la frente, dando un gemido de angustia. Pensé que era por algo de la peli, pero en ese momento no estaba pasando nada sangriento.

—Mc, ¿estás bien? —susurré. Julie nos ignoró, echándose palomitas a la boca.

—No —gimió —. Creo que también me enfermé, estuve toda la mañana con Allen.

La luz de la pantalla me permitió verle el rostro, bañado en sudor. Gimió de nuevo y de pronto se levantó y salió corriendo a la salida. Me levanté para ir tras ella y Julie hizo lo mismo.

—No, quédate, sólo voy a ver si está bien. Así me cuentas el final.

Vino detrás de mí de todos modos.

—Da igual, Beau, está muy aburrida esa película, una completa mierda —dijo de forma hostil, al salir al pasillo.

—Pues a mí me pareció que te estabas divirtiendo. ¿Dónde está? — no veía a McKayla por ningún lado.

Julie fue directo al baño de chicas y volvió al cabo de un minuto.

—Todo bien, la princesita está en el baño vomitando hasta la primera papilla. Qué patética. ¿Sabes, Beau? No te conviene. Deberías estar con alguien que se ríe en las películas que hacen vomitar a las otras chicas —dijo con una sonrisa malvada y los ojos brillantes. Parecía otra, y me hizo sentir algo incómodo.

No dije nada y fui a sentarme en la banca que estaba al lado del pasillo.

—Buena idea, sonaba como si fuera a tardar un buen rato —añadió sentándose a mi lado estirando las piernas. De repente, me tomó la mano y la entrelazó con la suya con fuerza.

—¡Jules! —protesté tratando de zafarme, pero era más fuerte de lo que pensaba. Lamenté no haberme apuntado al gimnasio cuando lo pensé el mes pasado. Ella me soltó, riendo un poco histéricamente —. ¿Qué te sucede? —pregunté un poco molesto, frunciendo el ceño.

Parecía posesiva, como si la presencia de McKayla hubiera despertado algo en ella, un espíritu de competencia o la necesidad de demostrar algo.

—Te diré lo que me sucede —dijo con la voz ardiente, mirándome a los ojos —. Quiero saber una cosa. Y quiero que seas sincero.

Hubiera querido negarme. No estaba listo para esto. Una cosa era rechazar a McKayla, casi se había vuelto costumbre. Y otra era arruinar las cosas con Julie. No ahora. No, por favor.

No esperó a que preguntara, atacó de frente.

—Me quieres, ¿verdad?

¿Cómo rayos podía responder a eso? Pero me había pedido que fuera sincero.

—Eres muy importante para mí ­­­—levantó una ceja. Rodé los ojos, frustrado —. Sí.

—¿Más que a la linda princesa que tiene su cabeza embutida en el inodoro en este momento?

Di un suspiro de resignación.

—Sí.

—¿Más que a cualquiera de las chicas que conoces?

No pude responder. Apreté los labios. Si le decía que sí, sería una mentira, y si le decía que no, la lastimaría a ella y a mí mismo, porque la persona que más amaba en el mundo era sólo un espejismo. Jules entendió y toda su ferocidad pareció esfumarse, quedando tranquila, como era siempre.

—Prefieres estar conmigo antes que con cualquier otra chica. Me quieres más que a cualquier otra de tus amigas. Pero eso es todo —no estaba preguntando, pero sentí que debía dejar las cosas claras. Bajé la cabeza mientras contestaba.

—Sí.

Ella sonrió, la sonrisa de siempre, y volvió a tomar mi mano, esta vez de forma tranquila y casual, como hacía a menudo.

—Entonces, está bien. Por ahora, me conformo con eso, Beau. Pero tienes que saber que esa chica no es la única que puede ser persistente.

—No, Jules. No voy a cambiar —supliqué. La tristeza en mi voz era palpable. Julie pareció pensativa un momento, ya sin bromear, y trazó las líneas de mi palma con su uña.

—Es por ella, ¿verdad?

Me encogí haciendo un gesto de dolor. Era interesante lo perceptiva que era, parecía saber que no debía decir su nombre, y también había notado lo de la música. Había descubierto muchas cosas que no le había dicho. Ni siquiera Charlie se había dado cuenta del daño que me hacía si la nombraba.

—Está bien, no tienes por qué hablar de eso si no quieres. Pero no te voy a mentir. Soy muy paciente. Me tomó tiempo reconstruir el auto, tiempo y paciencia, pero lo logré. Voy a esperar, Beau. Ese dolor no puede ser eterno y he visto de primera mano tus progresos. Lo estás intentando y lo estás haciendo muy bien. Y algún día, todo eso se irá, y estarás libre, y yo estaré ahí. Cuando abras los ojos, yo estaré ahí.

Sentí un nudo en la garganta. No era justo para ella, yo era como un cascarón vacío. Jules merecía a alguien completo.

—No deberías desperdiciar tus esfuerzos en mí —dije aun con la cabeza baja y voz ronca.

—Pero es lo que yo quiero. Y lo haré, siempre que sigas prefiriendo mi compañía.

—Siempre querré estar contigo, eres mi mejor amiga.

—Bueno... uff, qué suerte, al menos no dijiste que soy como tu hermana —se rio de nuevo. Era increíble. ¿Cómo podía declarársele a un chico, ser rechazada y seguir riendo? Esta chica desbordaba confianza. Volvió a pasarme la uña por la palma —Esto no te molesta, ¿verdad?

—No, en realidad es agradable —admití. Sentía su mano caliente, mucho más que la mía, que estaba siempre fría por el clima.

—Qué cicatriz tan rara tienes aquí... —murmuró intrigada cuando me tocó el dedo donde me había mordido Joss —¿Cómo te la hiciste? Está fría...

Retiré la mano de un tirón, rascándome la cicatriz de forma distraída. No podía contarle esa historia. Fue entonces cuando McKayla salió del baño, luciendo terrible.

—¡Mc! —exclamé levantándome y yendo hacia ella. Le pasé un brazo por la espalda sosteniéndola y ella se apoyó en mí temblorosamente.

—¿Podemos irnos ya, por favor? —susurró con debilidad.

—Sí, claro, vámonos. Jules —la llamé, pues seguía sentada. La sonrisa malvada había vuelto.

—¿Fue demasiado para ti? Se ve que eres más de pelis tipo Barbie y el Cascanueces — se burló, despiadada.

—En realidad no he visto la peli, me sentí mal desde antes de empezar —susurró poniéndose una mano en el estómago.

—¿Por qué no lo dijiste? —la regañé preocupado.

—Pensé que se me pasaría, creía que el olor de las palomitas me había dado asco.

—Esperen —dijo Julie de repente y se encaminó hacia el puesto de palomitas, volviendo después con un cubo vacío —. No me ensuciarás el auto en su primera salida.

Caminamos despacio hacia el auto y le ayudé a entrar y acomodarse. Julie le pasó el cubo con una mirada severa y nos fuimos, rumbo a casa. Abrimos todas las ventanas con la esperanza de que el aire frío ayudara a McKayla a sentirse mejor, pero me estaba congelando. Los dientes me castañearon un par de veces.

—¿Tienes frío? —preguntó Jules, extrañada.

—¿Tú no? —pregunté de vuelta. Se había subido las mangas de mi chaqueta, incluso. Negó con la cabeza.

—Pues debes tener fiebre o algo —alargué la mano y le toqué el cuello. Fue como tocar una olla en la estufa. Ambos nos echamos para atrás al mismo tiempo.

—¡Jules! ¡Estás hirviendo!

—¡No me toques, tienes las manos heladas! —exclamó ella de vuelta, frotándose el cuello donde la había tocado —. No tengo fiebre, me siento perfectamente.

McKayla vomitó en su cubo. Cerré los ojos y me tapé la nariz con mi chaqueta, este iba a ser el viaje más incómodo de mi vida. Ninguno habló más durante el camino, así que me dediqué a mirar por la ventana y pensar.

Estaba en una encrucijada. Jules había sido sincera sobre sus sentimientos, pero yo también lo había sido, dejando en claro que no iba a cambiar. Ella no me había creído. Estaba muy segura de que, con el tiempo, terminaría ganando la carrera. ¿Y si estaba en lo cierto? ¿Y si lograba curarme del todo? Tal vez podría dejar de orbitar un espacio vacío y pasar a dar vueltas alrededor del sol. Pero ahora no.

El problema es que quería seguir estando con ella, no quería dejar de verla. Y eso era alentarla, no estaba bien. Me sentía como si estuviera aprovechándome de sus sentimientos. Podría alejarme de ella para reforzar mi postura, pero sabía que no podría. Era un maldito egoísta.

Al fin llegamos a mi casa, en la que cambiamos de auto. Yo llevé a McKayla a la suya mientras Jules nos seguía de cerca, y luego ella me acercó a la mía de nuevo. Estuvo callada todo el camino, me pregunté si estaba pensando lo mismo que yo.

Cuando llegamos, no hizo ademán de bajarse, pero volvió a hablar.

—Me auto invitaría a entrar, en vista de que volvimos temprano, pero creo que tienes razón sobre la fiebre. Tal vez esa chica me contagió, estoy empezando a sentirme un poco... extraña —murmuró.

—Oh no, ¿tú también? ¿Quieres que te lleve a casa? Puedo llamar a Charlie y pedirle que me vaya a recoger.

—No, no, no es necesario. Aún no me siento enferma, sólo un poco mal. Te llamaré cuando llegue, ¿está bien?

La observé bien. Tenía el rostro contraído y parecía haber empezado a sudar, como McKayla en el cine.

—Está bien —me bajé del auto y di la vuelta hasta su ventana —. No olvides llamarme, por favor.

—Sí.

Empecé a volverme hacia mi casa cuando me llamó.

—¿Beau?

Volví a asomarme a su ventana. Miraba hacia el frente, apretando los labios.

—Lo que te voy a decir es algo cursi, pero, en fin, aquí voy —tomó aire —. Sé que sigues deprimido, y que lo que te estoy diciendo en realidad no ayuda en nada, pero quiero que sepas que siempre estaré para ti, no importa lo que suceda. Amiga o algo más, da igual, no te dejaré caer. Vaya, sí que fue patético —rio entre dientes.

—Gracias Jules. Sé que cuento contigo, tal vez más de lo que piensas.

Sonrió tristemente y quise estrangularme. Ahora cualquier cosa que dijera era un problema: o la alentaba o la lastimaba. De repente dio un pequeño brinco y abrió mucho los ojos.

—Tengo que irme, ahora te llamo— dijo rápidamente y arrancó casi sin darme tiempo a quitarme de la ventana. Vi el auto marcharse y luego entré a la casa, sentándome a oscuras en la cocina, con la vista fija en el teléfono.

Me sentía horrible, pero no físicamente. No era mi intención aprovecharme de Julie, pero no me creía capaz de alejarme de ella, y de todos modos, tampoco era lo que ella quería. Pero lo que ella quería implicaba algo más que mi simple compañía, y yo no podía darle lo que deseaba. Me agarré la cabeza con las manos, desesperado.

—Qué puedo hacer... qué puedo hacer... —murmuré frustrado, me dolía la cabeza de tanto esforzarme para pensar en una solución.

Nunca quise gustarle de esa forma, no fue mi culpa, pero pasó de todos modos. Y era malo. Si algo sabía a ciencia cierta, es que al amor concede a los demás el poder para destruirte. A mí me habían roto de una manera terrible, y no quería que Jules pasara por algo parecido, pero no podía remediarlo porque la necesitaba. No había empezado a mejorar hasta que empecé a verla.

No fue por las motos, no fue por la adrenalina, no fue por las alucinaciones. Mi antídoto contra el veneno de la depresión era ella y ahora la necesitaba como si fuera una droga. Volví a sopesar la idea de visitar al profesional en la salud mental, tal vez sabría cómo ayudarme con la dependencia emocional que claramente sufría. ¿Sería culpa de mi madre y su poca capacidad de cuidar de sí misma y de mí? ¿O de Charlie por no haber ido tras nosotros creándome un sentimiento de abandono?

No soportaba la idea de hacerle daño, pero tampoco la de alejarme de ella. Si me iba, me hacía daño a mí mismo, pero si seguía viéndola, ella pensaría en la posibilidad de cambiarme con tiempo y paciencia. Si seguía viéndola, creería que le estoy permitiendo intentarlo. Era mi mejor amiga, pero eso a ella no le bastaría.

Charlie entró a la casa y prendió la luz, dando un salto al entrar a la cocina y verme sentado en silencio.

—Diablos, Beau, ¿qué haces ahí sentado a oscuras?

—Lo siento, no prendí la luz —contesté lacónicamente. Vi el terror pasar por sus ojos, probablemente era el mismo tono que usaba para contestar cuando estaba catatónico.

—¿Estuvo bien la película? Es temprano...

—Estaba bien, pero McKayla se enfermó y tuvimos que salirnos antes. Gripe estomacal. Luego Julie también se sintió mal y se fue. Estoy esperando que me avise que llegó a casa.

—¿Y tú estás bien? —preguntó rodeándome para no acercarse a mí. Evidentemente había estado expuesto.

—Por ahora me siento bien. Agh, ya no lo soporto, llamaré a Bonnie. Debí haberla llevado a casa —murmuré agarrando el teléfono. Ya habían pasado unos diez o quince minutos.

El teléfono sonó una y otra vez, pero nadie contestó. Tal vez Bonnie no estaba y Julie no había llegado. Tal vez Bonnie estaba durmiendo. Tal vez Julie estaba en el baño vomitando. Tal vez se había sentido muy mal y había tenido un accidente.

Quise salir de nuevo para ir a buscarla, pero Charlie insistió en que siguiera llamando. Al octavo intento al fin Bonnie contestó.

—¿Hola? —sonaba cautelosa.

—Bonnie, soy yo. Sólo quería saber si Julie llegó bien a casa, se fue sintiéndose un poco mal.

—Sí. Llegó —contestó en tono apagado. Tal vez sí estaba durmiendo.

—¡Ah! Bien. Se suponía que debía llamarme para avisar —se me escapó, un poco molesto.

—Se encuentra muy enferma como para llamar —contestó fríamente. Supuse que quería terminar la llamada lo más rápido posible para estar con ella.

—Si necesitan algo, sólo avísame —pensé en Bonnie dependiendo de su silla de ruedas —. Podría bajar ahora mismo si necesitas ayuda...

—¡No! No. Gracias, Beau, estamos bien. Quédate en casa —contestó de forma un poco antipática.

—Está bien... pero...

—Adiós — me interrumpió y colgó, dejándome con el teléfono en la mano y la boca abierta.

—¿Está bien Julie?

—No, también se enfermó —contesté con amargura —. Me iré a la cama.

Subí las escaleras sintiendo la nube de la depresión apareciendo sobre mí. Empecé a dar vueltas en mi habitación, imaginando mil y un escenarios. Recordé que a los habitantes de La Push no les gustaba ir al hospital de Forks. Una estupidez. Decidí que compraría pollo e ingredientes para hacer una sopa reconfortante y se la llevaría en la mañana, ignorando las indicaciones de Bonnie, y me sentí un poco mejor como para acostarme a dormir.

Estos planes quedaron en el olvido a las cuatro y media de la madrugada, cuando me desperté con el peor dolor de estómago que había sentido jamás. Tuve que correr al baño, donde Charlie me encontró media hora después, tirado en el suelo abrazado al inodoro.

—Gripe estomacal —sentenció después de mirarme un rato. Asentí con dificultad, sintiendo el pelo pegado a la frente por el sudor.

—¿Necesitas algo?

—En una hora llama a los Newton, diles que tengo lo mismo que Mc y que no podré ir a trabajar. Diles que lo siento —indiqué con voz ronca.

—No hay problema — me aseguró.

Se fue más temprano al trabajo, probablemente para usar las duchas de la estación de policía. Antes de irse me dejó en el suelo un vaso de agua, para evitar la deshidratación. Dormí unas horas en el suelo del baño, con la cabeza apoyada sobre una toalla doblada.

Me desperté cuando volvió a casa y subió rápidamente las escaleras.

—¿Sigues vivo?

—No lo sé —gemí.

—¿Necesitas algo?

—No.

Dudó unos segundos.

—Bueno — y volvió a la cocina.

De todos formas, nunca se le había dado bien cuidar enfermos. Era una suerte que después de mi "accidente" mi mejor amigo se hubiera ofrecido como enfermero. Y ahora ya no estaba. Vomité de nuevo.

Al rato escuché el teléfono sonar y a Charlie hablar unos minutos. Cuando colgó me gritó desde las escaleras:

—¡McKayla ya se siente mejor!

Hice el cálculo. Se había enfermado unas ocho horas antes que yo, y se había recuperado veinticuatro horas después. Significaba que sólo tenía que aguantar ocho horas más. Me recosté sobre la toalla doblada y volví a quedarme dormido mientras tiritaba.

Cuando desperté pude ver la luz del día entrar por la pequeña ventana. Tenía la cabeza apoyada en más toallas y además estaba tapado con una manta. Supuse que Charlie había estado allí y había hecho su mejor esfuerzo por cuidarme. Me sentí algo enternecido, parecido a aquella vez cuando descubrí que se levantó temprano para poner cadenas para hielo en mis neumáticos. Definitivamente no estaba acostumbrado a que cuidaran de mí.

Encontré de nuevo un vaso de agua a mi lado y me lo tomé de un trago, tenía muchísima sed. Hice un recuento de mi cuerpo y descubrí que, aparte de lo incómodo de haber dormido en el suelo, no me dolía nada. Mis veinticuatro horas habían terminado. Me lavé los dientes varias veces y bajé despacio. Charlie parecía aliviado de verme mejor. No tenté a la suerte y sólo comí galletas saladas y té de manzanilla.

Subí a dormir a mi cama un par de horas más y cuando lo consideré prudente, volví a llamar a casa de Julie. Ella misma contestó, pero supe que no estaba mejor en cuanto la oí.

—¿Hola? —tenía la voz pastosa, como si estuviera llorando.

—¡Jules! Te escuchas fatal —contesté preocupado.

—Y así me siento... —susurró.

—Lo lamento, no debí haberte llevado al cine. Yo también me enfermé, pero ya me siento mejor.

—No es tu culpa... ¿Te enfermaste? —hablaba despacio, como si sufriera.

—Sí, pero sólo dura veinticuatro horas. Pronto te sentirás mejor.

—No lo creo... no parece que sea lo mismo que tuviste tú —gimió.

—¿No es gripe estomacal?

—No, esto es algo más.

—¿Qué te duele?

—Todo —susurró —. Todo el cuerpo, Beau.

—¿Cómo puedo ayudarte? Voy a hacerte una sopa de pollo y...

—¡No! No vengas. No puedes venir —contestó elevando un poco la voz. Sonaba nerviosa y me recordó a Bonnie la noche del viernes.

—Pero...

—Yo te llamo. Te avisaré cuando puedas venir. Por ahora no te acerques —ordenó.

—Jules...

—Tengo que irme —dijo con apremio.

—Llámame cuando te sientas mejor —alcancé a decirle.

—Sí, pero espera a que te llame —rogó.

—De acuerdo, si es lo que necesitas... Nos vemos luego.

Dejó escapar un suspiro entrecortado, la escuché susurrar mi nombre y luego colgó el teléfono, dejándome lleno de incertidumbre.

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