— Me siento totalmente derrotado.
Alhaitham asintió en respuesta al lamento del rubio, dirigiéndose al baño. El hotel en el que se quedarían por su luna de miel se encontraba en Mondstadt, por lo que ambos habían tenido que hacer un viaje largo justo después de la ceremonia y fiesta de su —poco deseada— boda.
Kaveh se tiró en la cama, ignorando el cursi corazón hecho de pétalos de rosas rojas y estirando su cuerpo tanto como le fue posible. El menor le miró con una ceja arqueada cuando salió del baño.
— ¿Esperas que duerma en el suelo?
— Eh... — respondió, pensándolo más tiempo del que a Alhaitham le hizo gracia — Algo, sí.
— Qué mal. Si no quieres compartir cama, tendrás que dormir tú en el suelo.
El rubio suspiró, incorporándose en el colchón con la mirada baja. Se quitó la camisa sin avisar, confundiendo más a su compañero.
— ¿Se puede saber qué haces? — inquirió, frunciendo el ceño con extrañeza.
— ¿No es obvio? — gruñó, molesto — Me quito la camisa. Es incómoda.
Alhaitham rodó los ojos mientras volvía al baño. Solo, Kaveh comenzó a pensar que quizás su menor querría...
— Kaveh.
— ¡¿Eh?! — se sobresaltó — ¿Qué...?
Apoyado en el umbral de la puerta y con la pregunta al aire, Alhaitham negó. — Si te desvistes por comodidad está bien — pausó, tratando de encontrar las palabras —, pero tú y yo sabemos que esto es un fraude. Yo no espero nada de... bueno, de contacto, así que puedes relajarte. Solo te besé hace rato para no echar de cabeza a nuestros padres.
El rubio buscó su mirada, avergonzado. — Es que yo...
— No te preocupes. Además, no nos amamos. Nos conocimos hoy en la mañana — el menor bostezó —. Así que, esta es la cosa. Puedes ir y amar a quien tú quieras, solo no hagas un escándalo, ¿bien? Yo no tengo por qué meterme en tu vida ni tú en la mía.
— Entonces... déjame ver si entiendo — reflexionó Kaveh —. Viviremos juntos, estaremos con otras personas fuera del ojo público y fingiremos estar enamorados enfrente de cualquier otro que no sea nuestra pareja. ¿Eso es lo que quieres decir?
— Precisamente — el de cabello gris asintió, acostándose en la cama sin darle importancia —. Eres inteligente.
Kaveh bufó ante su sarcasmo, acostándose también después de apagar la luz. Ambos miraron el techo en busca de respuestas pertenecientes a preguntas incompletas, a medio formular. Respuestas que ninguno tenía y que, siendo sinceros o por mucho que las buscaran, no se atrevían a encontrar.
La mujer vió con aburrimiento a Alhaitham. — ¿De verdad piensas que me voy a tragar ese cuento? No creí que pensaras que soy tan estúpida.
— Sé que no lo eres, Dehya — el hombre negó sin despegar su vista del celular.
Ambos se encontraban en una cafetería, unos días después de la luna de miel del peligris. La chica se rehusaba a creer la versión tan romántica que los mayores se habían encargado de esparcir, alegando que la conveniente unión era deseada por los dos chicos y que, seguramente, ellos mismos optaron por mantenerla secreta para proteger la pureza de su amor. Dehya sabía que no era más que bazofia. Por mucho que su amigo se hiciera el rudo, cuando su corazón amaba no lo mantenía en penumbras, y eso lo tenía muy claro.
— ¿Quieres soltar ese maldito aparato y contarme cómo es que de un día para otro te casaste? — alzó la voz, comenzando a alterarse.
Alhaitham suspiró con derrota para luego mirar a su mejor amiga. — Tienes que jurarme que nadie más sabrá. Sólo así puedo contarte. — Dehya le miró con interés y una pizca de exasperación.
Unos cuantos vasos de café pasaron a lo largo de las horas. La mujer frente a él trataba de ocultar sus sonoras reacciones para no delatar a su amigo, pero solo hacía un número de comedia muda.
— Y... Sí. Eso es todo.
— Hermano.
Alhaitham trató de no reír ante la falta de palabras de su amiga. — ¿Y? Querías saberlo. Te interesaba mucho.
— Justamente con Kaveh... Hermano — Dehya tragaba aire y lo soltaba, pareciéndose, según Alhaitham, a un sapo bebé —. Soy lesbiana, pero ese hombre es espectacular. Es guapísimo.
El menor asintió dudoso. — Por eso me casé con él.
Dehya soltó una carcajada. — ¡Claro que sí! Por eso y porque eres un tarado.
Alhaitham no hizo más que alzar los hombros y apartar la mirada, revisando la hora en su celular.
— Me tengo que ir, Kaveh debe estar esperándome para cenar. Nos vemos, Dehya.
— Mandilón — se burló la chica, levantándose también —. Me saludas a tu esposo.
El de cabello gris hizo lo posible por ignorar el guiño y la mención de su matrimonio, pero no pudo evitar darle un vistazo a su dedo anular. Murmuró alguna grosería en voz baja, y después de despedirse y pagar la cuenta del café, se marchó a la casa que compartía ahora con alguien más.
— Aún así me siento mal, mi amor.
Kaveh suspiró al teléfono mientras hacía un puchero que, por obvias razones, su novio no podía ver. Escuchó la respiración profunda de Cyno, como si tratara de pensar bien lo que estaba a punto de decir.
— Yo... Kaveh, no sé cómo hacerte entender que... — gruñó — Yo ya sabía en lo que me estaba metiendo, ¿sí? Yo sabía que te ibas a casar, que estabas comprometido, que tu vida sería compartida con alguien. También estaba consciente que tú no lo amabas, porque es más, lo conocí unos minutos antes que tú.
Kaveh asintió, ignorando nuevamente que el peliblanco no era capaz de verlo. Cyno continuó:
— Es sólo que... me molestó. Pero no es culpa de ninguno. ¡Ponte en mi posición! Imagínate que yo tengo que casarme con alguien por obligación de mis padres, lo entenderías, ¿no?
— Eso... creo... — el rubio dudó —. Mi situación es bastante compleja. No sé cómo eres capaz de aceptarlo cuando ni siquiera yo puedo hacerlo.
Cyno resopló del otro lado de la línea. — Imagina ahora que tienes que verme decirle 'acepto' a esa persona, la cual después me besa en frente de todos mis amigos, conocidos y familia — Kaveh sintió el estómago revolverse e intentó contener las ganas de llorar.
— Eso...
— Fue actuado, ya sé — su novio suspiró, culpable —. Pero, Kaveh...
— ¿Pero, qué?
La tensión creció entre ambos de un momento a otro. Lo que había empezado como una llamada inocente para la pareja se estaba convirtiendo en una discusión, cosa que realmente nunca habían tenido antes.
— No puedes negarme que no había nada de por medio en ese beso.
Kaveh se sentó de un salto. ¿Estaba escuchando bien?
— ¿Perdón?
— Todos lo vimos, Kaveh. A nadie engañan.
— ¿Qué estás insinuando, Cyno?
— Nada. Estoy señalando lo obvio — el chico bufó una risa hueca —. Aunque, según tú, no se conocían, es bastante claro que se atraen. No somos tan ciegos como ustedes. Si no, ¿por qué crees que todos se tragaron la estúpida historia de tus padres?
— No lo puedo creer — el rubio se puso de pie, pasando una mano por su cabello con desesperación —. No tiene sentido. Cyno, ¿te estás escuchando? Llevas toda la llamada diciéndome que está bien. Que me entiendes. ¿Por qué de repente ya no es así?
— Hasta luego, Kaveh.
El mayor ahogó un grito al escuchar a su pareja colgar la llamada abruptamente. Se quedó en blanco, viendo la pantalla de su celular apagarse con el tiempo, pero no reaccionó. La sala de estar se llenó con sollozos involuntarios y lágrimas sueltas mientras Kaveh se sentaba en el suelo de madera con la mirada perdida y la cara empapada.