|Una memoria perdida|

By AlexisN11

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«En un mundo donde la magia se entrelaza con las emociones, dos almas rotas luchan por desentrañar el enigma... More

|Nota de autor|
|Apéndice|
|Sinopsis|
|Epígrafe|
|Arte ilustrativo I|
|Introducción: Eco de dolor|
|Capítulo 1: ¿Sueños?|
|Capítulo 2: Retorno a Kihoi|
|Capítulo 3: «Organización»|
|Capítulo 4: Tragedias|
|Capítulo 5: Anhelos del alma|
|Capítulo 6: Reminiscencia|
|Capítulo 7: Despedida|
|Capítulo 8: Torneo Anual de Kaha|
|Capítulo 9: Charla de Bienvenida|
|Capítulo 10: Confianza|
|Capítulo 11: Conformación de grupos|
|Capítulo 12: Aprendizaje|
|Capítulo 13: Entre determinaciones|
|Capítulo 14: Revelaciones, parte I|
|Capítulo 15: El Leier de Kaha|
|Capítulo 16: Conexión inefable|
|Capítulo 17: Campeón de Kaha|
|Capítulo 18: Examen de Admisión, parte I|
|Capítulo 19: Examen de Admisión, parte II|
|Capítulo 20: Soluciones desesperadas|
|Capítulo 21: Vínculos|
|Capítulo 22: Afinidades|
|Capítulo 23: Investigación|
|Capítulo 24: Ataque a Kaha|
|Capítulo 25: Leier de Wai|
|Capítulo 26: Ceremonias: Propuesta y Unión|
|Capítulo 27: Destitución, parte I|
|Capítulo 28: Destitución, parte II|
|Capítulo 29: Revelaciones, parte II|
|Capítulo 30: Propuesta|
|Capítulo 31: Leier|
|Capítulo 32: El príncipe heredero de Naldae|
|Capítulo 33: Sospechas|
|Capítulo 34: A través del tiempo|
|Capítulo 35: Caos y desesperación, parte I|
|Capítulo 36: Caos y desesperación, parte II|
|Capítulo 38: Nuevo mundo, parte I|
|Capítulo 39: Nuevo mundo, parte II|
|Capítulo 40: Kihen|
|Capítulo 41: Resistencia de Sarxas|
|Capítulo 42: ¿Esperanza?|

|Capítulo 37: Mutuo acuerdo|

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By AlexisN11

Permanezco porque aún queda esperanza. Permanezco porque sé que, en el fondo de este abismo forjado por manos no aptas, hay una luz que aún no he alcanzado, una verdad que aún no he descubierto.

Refugios subterráneos sellados, ubicación imprecisa.

Dos largos días transcurrieron desde que Virav se marchó a la superficie. No obstante, para quienes permanecían en las profundidades, esas jornadas parecían moverse con una lentitud insoportable, como si fueran ciclos enteros.

Durante ese tiempo, los nativos vivieron en un estado constante de tensión y ansiedad.

Para defender a los que todavía se refugiaban en las profundidades, varias unidades de soldados se organizaron. Se formaron equipos compuestos por nativos decididos a enfrentar cualquier peligro que acechara en la superficie. Tres grupos fueron enviados en cada uno de los dos días que habían transcurrido, pero ninguno de ellos había regresado. Aunque todos mantenían las esperanzas en sus corazones de que estaban bien.

En el tercer amanecer, la séptima unidad de búsqueda se conformó por Aleury, Arjhan, los mellizos Narak y Naith, aunque este último había enfrentado la desaprobación de muchos. Sin embargo, en momentos de crisis, la necesidad de cualquier mano adicional superaba las diferencias personales.

La esperanza era un bien escaso cuando emergieron de los refugios especiales en busca de sobrevivientes de los grupos anteriores. El panorama no era alentador; la superficie se había convertido en un campo de batalla. Con cada rincón explorado, el desolador silencio y la ausencia de vida se convertían en una dolorosa confirmación de la devastación ocurrida.

La unidad rastreó las tierras con exhaustividad, buscando signos de vida entre los escombros y las ruinas. No estaban buscando sólo sobrevivientes, sino también cualquier rastro de información que pudiera arrojar luz sobre el Guerrero Oscuro y sus subordinados.

Se encontraron con escenas de destrucción y caos, pero ninguna señal de seres vivos que no fueran adversarios.

A la par que se desplazaban, recopilaban información crucial: señales de las unidades enemigas involucradas en el conflicto, indicios de la magnitud de las batallas que se habían librado y algunas pistas que revelaba la dirección a la que podrían dirigirse. Además, recogieron todos los suministros que podían llevar consigo. Empero, en Kaha fueron rodeados por un par de enmascarados que custodiaban el perímetro. Naith y Arjhan tomaron la iniciativa y se enfrentaron a esos oponentes para dar a Aleury, a los mellizos y a la Emperatriz de Oge el tiempo necesario para escapar.

Pese a que no deseaban abandonar a sus compañeros, sabían que era la única elección viable en ese momento, con la esperanza de que ellos se unirían al finalizar. La prioridad era transmitir la información y advertir a otros sobre las condiciones de la superficie.

Tras el retorno de Aleury y los mellizos Narak, las horas pasaron con un peso desalentador sobre los corazones de todos. La ausencia de noticias sobre Arjhan y Naith se convirtió en una sombra oscura que se cernía sobre ellos.

Con el paso del tiempo, esa premonición se volvió más tangible. Aunque nadie quería admitirlo abiertamente, todos sabían en lo más profundo de su ser que las posibilidades de que los dos Aisures regresaran se tornaban cada vez más nulas.

Nyree, con el corazón atormentado, lloró la pérdida de su amado con una intensidad amarga que llenaba el aire. Las lágrimas que derramaba eran un eco de la angustia compartida por familiares y amigos cercanos, una angustia que no necesitaba palabras para ser comprendida. En cambio, a pesar de que Nath no lloriqueó por su progenitor, su semblante se oscureció como nunca antes.

En ese ambiente de luto y preocupación, Drishti se puso de pie.

—Iré por Virav, creo que ya es hora de traerlo de regreso —anunció, con la mirada recorriendo las caras cansadas que lo rodeaban—. Pero ¿quiénes se unirán a la octava unidad?

El silencio cayó sobre los más próximos a él.

Todos entendieron que unirse a esas expediciones no era un deber impuesto, sino un acto voluntario. Sin embargo, después de las experiencias relatadas por los tres sobrevivientes de la séptima unidad, una sombra de temor se cernía sobre la idea de unirse a la siguiente misión.

Kurenka se colocó de pie en lo que alzaba una mano. Nath lo observó durante unos segundos y, por fin, se unió al gesto del joven Kieran. A pocos pasos de distancia, Nyree también se levantó. Con manos que temblaban ligeramente, limpió sus mejillas, tratando de recomponerse ante la partida de su amado.

El silencio que siguió a su ofrecimiento fue profundo y pesado.

Ninguna otra voz se alzó para unirse a ellos.

Drishti, consciente de que ya tenían tres voluntarios, sabía que era suficiente para llevar a cabo la misión. No obstante, un conflicto interno bullía en su interior. Miró a su primogénito, Kurenka, cuya decisión estaba clara. Pero el dilema persistía: ¿era correcto permitirle a su hijo arriesgarse de esa manera? Drishti sabía que su primogénito era valiente y decidido, poco podría hacer para disuadirlo de una elección que había tomado con tanta convicción. Temía que su hijo pudiera descubrir la verdad sobre su abuelo mientras se encontraba en la superficie, una verdad que lo heriría profundamente.

¿Cómo podía intentar frenar el ímpetu y la valentía de su hijo? Era una batalla perdida, una que seguramente llevaría a la frustración de ambos. La mirada de Drishti recorrió la asamblea, deteniéndose en Lixra. Si ella no se oponía, ¿por qué él lo debía hacerlo?

Con un suspiro resignado, Drishti asintió

—Coordinen la ubicación de la emboscada que tuvieron en Kaha y eviten los enfrentamientos a cualquier costo —pidió con seriedad y, mirando fijamente a su hijo, dijo—: Vuelvan. Todos... vuelvan.

Kurenka, Nath y Nyree asintieron en respuesta a las palabras ajenas. Aunque las lágrimas amenazaban con empañar sus miradas, mantuvieron la resolución en sus rostros mientras se dirigían hacia los mellizos y la Emperatriz de Oge.

Drishti se giró, alejándose de ellos mientras continuaba la marcha por los pasillos llenos de emociones contenidas. La multitud a su alrededor era un recordatorio constante de las vidas en juego, de las historias entrelazadas que se desplegaban en cada rincón de su hogar. Los murmullos de la gente y el sonido de los suspiros, lo acompañaron en su camino hasta que por fin alcanzó el lugar donde creía que se encontraban las tierras de Sréca.

Exhalando un profundo suspiro, dio el paso hacia la superficie.

La luz del sol bañó su rostro lleno de pecas y el viento agitó su cabello mientras emergía de las profundidades.

Avanzó con cautela por el árido y desolado desierto de Andha, su figura solitaria apenas era perceptible entre la vastedad de la arena rojiza. Cada paso era meticuloso, cada movimiento calculado para evitar cualquier posible amenaza que pudiera acechar en ese paisaje implacable.

El viento soplaba con fuerza, arrastrando pequeñas partículas de arena que se levantaban en espirales y se mezclaban con el aire.

Él ajustó su capucha, protegiéndose del abrasador sol y del polvo que se filtraba por doquier.

Él había estado allí en ocasiones pasadas para realizar investigaciones respecto a la época de la Segunda Guerra de Exterminio. Se decía que el Guerrero Oscuro arrasó con toda la vida que allí habitaba, vertiendo la sangre de miles de inocentes en la fina y blanca arena que la absorbió hasta cambiar su color por completo. Hecho que comprobó cuando viajó en el tiempo con Nyree.

¿Cómo podría Virav estar allí?

Tal vez se lo dijo como una corazonada, pero ¿y si ya era tarde?

El sol abrasador seguía iluminando el desolado paisaje mientras Drishti avanzaba decidido entre las ruinas que alguna vez fueron el hogar de la Nación Dhvani. La arena rojiza crujía bajo sus pies con cada paso. Sin pensar, sin detenerse, sólo siguiendo lo que en su corazón sentía que debía hacer, mientras su mirada se mantenía fija en su objetivo: encontrar a Virav.

El tiempo parecía distorsionarse en ese lugar, cada minuto se extendía como si fuera una eternidad. Drishti sentía el latido de su corazón resonando en sus oídos mientras avanzaba.

Cuando el astro solar comenzó a descender en el horizonte, él apresuró el paso.

Una vez que percibió el tenue hilo de Ha de Virav, su corazón dio un vuelco al divisar la figura de este en la entrada destruida de lo que alguna vez fue un edificio majestuoso. El joven se hallaba herido y frágil, al borde de la muerte.

Sin dudarlo, Drishti se dejó caer de rodillas a su lado, sus manos temblaban mientras examinaba sus heridas con rapidez y cuidado.

—Virav, Virav —susurró con voz entrecortada—. Aguanta. Volveremos con Aroha y Ngaire. No puedes rendirte ahora. Tu familia te necesita.

Sin pensarlo dos veces, comenzó a canalizar su Ha, enviando una suave energía curativa hacia las heridas de Virav en un intento por estabilizar su condición antes de realizar el traslado.

El joven Tsarki separó sus párpados con un esfuerzo visible, su mirada cian era opacada por la debilidad. Sin embargo, una tenue sonrisa logró iluminar su rostro cuando reconoció la voz de su antiguo maestro. Quien estaba a su lado, extendiéndole una mano. Con el apoyo del mayor, Virav se dejó recargar sobre la espalda ajena, sintiendo el firme agarre que lo sostenía y lo impulsaba a moverse.

Cada paso era una lucha contra el agotamiento y el dolor.

El mayor no se detuvo hasta llegar a la ubicación del sello de los refugios. A quien no le importó el calor, el peso de su antiguo alumno, el dolor punzante en su cabeza por el cansancio, avanzó sin desmayar.

Aroha estaba allí, esperándolos con el corazón en la mano. Se acercó con paso rápido, sus ojos estaban repletos de lágrimas y su rostro reflejaba una mezcla de alivio y preocupación. Abrazó a Virav con fuerza, aferrándose a él como si temiera que desapareciera si lo soltaba.

Pronto lo llevaron a un lugar donde pudiera descansar y recibir atención médica.

Los sanadores se apresuraron a rodearlo, evaluando sus heridas y canalizando su aliento de vida para estabilizarlo.

Refugios subterráneos sellados, ubicación imprecisa.

Virav se encontraba atrapado en una batalla que se libraba en el rincón más profundo de su ser. Cada aspecto de su existencia luchaba por encontrar un camino, una respuesta que lo impulsara hacia adelante.

En su mente, se veía a sí mismo vagando entre los extremos nublados de dos opciones diametralmente opuestas, sin encontrar las razones por las que aferrarse a quedarse en el plano de la vida o ir con sus ancestros.

Las dudas y los cuestionamientos lo acosaban.

En ese rincón oscuro, la voz de la desesperanza le susurraba, preguntándole qué lograría con volver. Era una consulta que resonaba en sus pensamientos, haciéndole dudar de si su regreso marcaría alguna diferencia. La amenaza del Guerrero Oscuro y la destrucción que había desatado eran abrumadoras: él no estaba a esa altura.

Virav se cuestionaba si incluso tenía el poder o la influencia para detenerlo.

Caminaba por los pasillos lúgubres de su propia psique, explorando las sombras de sus miedos y anhelos. Se veía a sí mismo enfrentando al Guerrero Oscuro, pero cada vez que intentaba encontrar una estrategia, parecía esfumarse entre sus dedos. Entonces, ¿no sería mejor dejar que alguien más asumiera la carga, alguien con la astucia de Drishti o la fuerza de Nath? ¿Valía la pena continuar luchando si el costo era tan alto? ¿O sería más sabio retirarse y permitir que otros tomaran la responsabilidad en sus manos?

"No —susurró una voz reconfortante—. Vir, no te des por vencido. Eres capaz de lograrlo".

Sus perlas, desorientadas, buscaron con urgencia al dueño en todas las direcciones. En cuestión de segundos, se topó con la figura etérea de su amado mentor, Jeir Makai. Una oleada de emociones lo invadió y, sin contenerse, corrió hacia él, abrazándolo. Allí, el más joven se permitió llorar sin restricción alguna.

"Vorel, está bien", Makai intentó calmarlo, pero Virav negó con vehemencia, sabiendo que nada estaba bien en ese momento.

—Los decepcioné a todos —admitió con la voz quebrada—. Ni siquiera entiendo cuál es mi propósito. No sé qué esperaban de mí, y lo peor es que no fui capaz de protegerlos.

Makai lo miró con comprensión por un soplo de mutismo.

"¿Por qué te aferras a la idea de que eres el único responsable? —cuestionó con una leve mueca en su rostro, pero sereno—. Todos necesitamos apoyo en la vida. No puedes cargar con la responsabilidad de proteger a todos por ti mismo; todos necesitamos ayuda en algún momento. La fortaleza yace en nuestras conexiones y lazos con los demás, Vir. Son esas conexiones las que nos impulsan y nos brindan la fuerza para seguir adelante".

Lentamente, Virav se apartó de su abrazo, sus ojos cian se encontraron con los compasivos de su mentor.

—Hice lo que pude —musitó, limpiando el rastro salado que surcaban sus mejillas—. ¿Qué más se supone que debo hacer?

Makai curvó la comisura de sus labios en una dulce expresión.

"Ve más allá, no lograrás hallar las respuestas si te quedas anclado aquí. Tu viaje aún no ha terminado —anunció con voz apacible—. La clave está en seguir adelante, incluso cuando las respuestas no estén claras".

Las imágenes de Aroha y Ngaire resonaron con una fuerza avasalladora en aquel lugar sombrío. Virav no podía permitir que quedaran a merced del peligro, eso lo tenía claro. No obstante, mientras se debatía entre su deber y la proximidad de su propia muerte, Makai volvió a hablar:

"Todavía no es el momento para nuestro reencuentro definitivo. Regresa con los tuyos".

Virav observó la silueta de Makai mientras esta comenzaba a desvanecerse en la penumbra circundante. Entonces las imágenes de sus recuerdos más tempranos invadieron el lugar, llenándolo de colores y vida. Poco después, la figura de su padre apareció frente a él, extendiéndole los brazos en un gesto de invitación. Él no lo dudó. Corrió y lo envolvió en la calidez de un apretón reconfortante.

En ese instante, no intercambiaron palabras, pero el corazón de Virav entendió lo que sucedía.

Una vez que se alejó de Arjhan, sus pasos se tornaron decididos mientras se dirigía hacia la intensa luz que brillaba en el horizonte, invitándolo a sumergirse en ella.

Sus ojos se abrieron poco a poco, encontrándose con el rostro enrojecido y empapado en lágrimas de su amada. Ella se abalanzó sobre él, lo abrazó con fuerza y agradeció a los dioses y a los ancestros por su regreso. Virav no dudó en corresponderle de igual forma.

—¿Qué fue lo que sucedió en mi ausencia? —cuestionó, dirigiendo su contemplación hacia Drishti cuando Aroha se separó.

El silencio pesó en el aire durante una efímera pausa, hasta que Aleury tomó la palabra. Ella comenzó a explicarle los acontecimientos que habían tenido lugar después de su partida: las unidades que no habían regresado, la trágica pérdida de Arjhan y la decisión de Nyree, Nath y Kurenka de aventurarse en el exterior para recopilar más información.

El corazón de Virav dio un vuelco ante las noticias y el tiempo pareció detenerse por un instante: por eso había visto a su padre después de Makai.

Emociones tumultuosas se agolparon en su interior: la tristeza por las pérdidas sufridas, la ansiedad por lo desconocido, la frustración ante la incertidumbre, el dolor profundo de la partida de seres queridos, la rabia por la injusticia de la situación. Pero también sintió un destello de felicidad al reunirse con quienes aún permanecían en ese Lado de la Existencia.

En medio de ese torbellino emocional, no pudo contener más su sentir.

El llanto brotó de él con una intensidad abrumadora. Se deshizo de todas las preocupaciones que habían estado asediándolo, permitiéndoles escapar a través de sus llantos salados.

Tierras desoladas, ubicación inexacta.

Nyree, Nath y Kurenka emergieron de los refugios subterráneos poco después de la partida de Drishti.

Los tres se aventuraron a adentrarse en los extensos bosques desolados que habían sido arrasados por los subordinados del Guerrero Oscuro, quienes no mostraron piedad ni consideración por los grabados sagrados en muchos de ellos. De acuerdo a su desplazamiento, el paisaje destruido se extendía ante ellos, salpicado de cadáveres que yacían en el suelo.

El olor nauseabundo de la putrefacción invadió sus sentidos, causando que sus estómagos se revolvieran con frecuencia. Si bien Kurenka era el más afectado por esa sensación, Nyree y Nath también luchaban por mantener la compostura en medio de la atrocidad que presenciaban.

A lo largo de las etapas que pasaron explorando los alrededores, no se encontraron con amenazas mayores. Se dividieron para cubrir más terreno y asegurarse de que las áreas fueran seguras antes de continuar.

En medio de su recorrido, decidieron hacer una visita a Kaha, la ubicación que había sido escenario de una emboscada mortal. Aunque sabían que no cambiaría nada, Nyree sentía la necesidad de darle a Arjhan un último adiós, proporcionarle un descanso adecuado para su alma y verlo por última vez, sin importar las circunstancias desgarradoras.

Incluso Nath sintió la necesidad de llevar a cabo un gesto significativo para honrar a su padre.
Se arrodilló en el suelo y cavó las tumbas de Arjhan y de Naith con sus propias manos, a fin de proporcionarles un lugar de descanso adecuado. Mientras la tierra caía sobre los cuerpos, los tres Aisures compartieron un momento de silencio.

Kurenka, por su parte, se mantuvo cerca de ellos. No era como si pudiera hacer mucho o alejarse de ellos sin instrucciones claras.

Dedicaron tiempo a la dolorosa tarea de enterrar otros cuerpos que habían encontrado, uno encima del otro. Conforme las horas transcurrían, la tierra se acumulaba sobre los fallecidos, formando montículos sombríos que marcaban su último descanso. En algunos casos, no hubo más opción que realizar cremaciones improvisadas.

Pese a sus esfuerzos, el olor fétido y penetrante del desastre seguía en el aire. Sin embargo, sus esfuerzos no fueron en vano. Al paso que trabajaban, lograron despejar extensas áreas de los terrenos arrasados.

A lo largo de sus exploraciones, también recopilaron información significativa sobre la naturaleza de los ataques y los movimientos de los enemigos.

Al fin, cuando regresaron a los refugios, lo hicieron con un cúmulo de conocimientos y evidencias en sus manos. La noticia de que Virav estaba vivo fue un bálsamo para sus almas afligidas. Lo encontraron jugando con su hija, una sonrisa en sus labios que alivió sus corazones. Nyree no pudo contenerse y corrió hacia él, abrazándolo con fuerza, mientras las gotas cristalinas fluían con libertad.

Saroj se unió a ellos, juntos, lloraron la pérdida de Arjhan.

El regreso de la octava unidad fue recibido con alivio y alegría por parte de Aleury, quien no había podido evitar preocuparse por ellos.

Kurenka se acercó a su padre con los brazos cruzados, claramente molesto.

—¿Lo sabías? —preguntó, buscando respuestas en el rostro ajeno.

El silencio de Drishti fue suficiente confirmación. Aunque no intercambiaron más vocablos en ese momento, la tensión entre ellos era palpable.

Nath tomó la palabra para informar sobre los resultados de la expedición.

—Las tierras están casi desoladas, tal como la unidad siete informó —dijo, con los músculos tensos y las manos apretadas—. Descubrimos que muchos soldados se unieron a la organización. No todos murieron en los ataques. Algunos, por miedo, por ambición de poder o por razones que desconocemos, nos dieron la espalda. Pero eso no es lo más importante. Lo crucial es que logramos asegurar que nadie más pueda encontrar estos refugios. Estamos a salvo mientras permanezcamos aquí.

—Si nos traicionaron una vez, ¿cómo sabemos que no vendrán por nosotros? —inquirió Sneith, con temor en su voz.

—Porque intercambiamos las ubicaciones de los sellos con otros que sólo se utilizan una vez y desaparecen —informó Alraksh, cruzando los brazos—. Temíamos que algo así pudiera suceder. Desde el principio, Virav nos pidió que creáramos múltiples sellos de protección para que unos pocos conocieran las ubicaciones exactas.

—¿Y no había nadie más en las otras unidades que conociera las ubicaciones reales? —insistió el joven consejero.

Alraksh negó con firmeza, dejando en claro que habían tomado medidas para garantizar la seguridad de los refugios y de quienes se resguardaban en ellos.

Un pesado silencio llenó los pasillos rocosos que los encerraban.

—¿Qué haremos ahora? —consultó Vine'et, en un tono que reflejaba la ansiedad y la frustración que todos compartían—. No podemos permanecer aquí para siempre, pero tampoco podemos arriesgarnos a salir de a pocos soldados hasta acabar todos muertos. Los suministros se agotarán pronto; la situación sólo empeorará.

Drishti exhaló, su expresión se mostraba sumamente seria.

—Tenemos que detener al Guerrero Oscuro, cueste lo que cueste —declaró Virav con determinación, con la mirada fija en Ngaire—. Tendremos que enfrentarlo, incluso si eso significa hacer el sacrificio d-

Nath no pudo evitar interrumpirlo:

—¿Hablaste con él? ¿Qué pasó allá afuera?

Virav pareció dudar un momento antes de responder:

—Quería algo que estaba en mis recuerdos, algo que creía que sólo yo sabía. Pero creo que no logró obtenerlo.

Las miradas de Nyree y Drishti se encontraron en un instante de complicidad y temor.

—Maestro Drish —llamó Virav, fijándose en él—, ¿ha ideado alguna estrategia que podamos utilizar?

—He considerado varias alternativas, pero no estoy seguro de su viabilidad en la práctica —confesó con tono pausado—. Las raíces poseen un sello potenciador en sus cuerpos. Desactivarlos podría disminuir la cantidad de Ha que el Guerrero Oscuro tiene a su disposición. No obstante, también es posible que, si eso no funciona, indique que su Ha ya es intrínsecamente más poderoso que el de todos nosotros. En ese caso, tendríamos que considerar un sello para restringirlo.

—Pero, Jefe Drishti, ¿no olvida que el Guerrero Oscuro ya está sellado? —intervino Aleury, sus estaban brazos cruzados en actitud pensativa.

—También podríamos contemplar la opción de enviarlo a un lugar muy lejano de nuestro mundo.

Las miradas curiosas, a excepción de Nyree y de Aleury, se posaron en Drishti durante largos segundos.

—¿Más allá de las estrellas? —cuestionó Vine'et con fascinación—. ¿Eso sería posible?

—Pero el patrón de sellos requeriría una cantidad impensable de Ha —confesó Drishti en voz baja—. Intentarlo podría ser mortal para nosotros y, aun así, podríamos no tener éxito en activarlo. Es un riesgo enorme, especialmente para nuestro nivel.

—Hagámoslo —confirmó la Guardián, sosteniendo su cetro con determinación—. Reunamos a cuantos Aisures podamos con la cantidad de Ha necesaria para alimentar el sello. Yo me encargaré de la mayor parte.

Los ojos de Virav se alzaron, encontrándose con los de su madre.

—Tendremos que crear un sello lo suficientemente grande para no limitarnos en espacio, necesitamos asegurarnos de que el objetivo esté confinado a una zona específica —continuó Drishti, estableciendo la base del plan.

—Pueden confiármelo a mí —declaró Virav—. Puedo volver allí y enfrentarlo mientras ustedes preparan los sellos.

—¡¿Estás seguro de querer regresar tan pronto, Tsarki?! —Kurenka no pudo contener su exasperación—. Acabas de volver.

—Ni siquiera Nath no pudo hacerle frente —intervino Sneith, con su voz llena de dudas y ansiedad.

—Sé que puedo al menos ganar tiempo mientras ustedes completan los preparativos de los sellos —aseguró Virav, manteniendo su sonrisa.

Drishti lo observó con una mezcla de tristeza y respeto en su mirada. La luz característica de los ojos cian de un Tsarki, que a menudo irradiaba confianza y determinación, parecía haberse oscurecido en ese soplo. Era evidente que Virav estaba dispuesto a enfrentar un riesgo monumental por el bien de todos.

La noticia del plan se extendió por la cercanía, captando la atención y la colaboración de cada individuo presente. Desde los jóvenes hasta los más experimentados, todos se unieron a la causa. Aleury, Kurenka, Alraksh, Vine'et, Nath, Sneith, Shandar, Nyree, Virav y hasta algunos de los jueces superiores y líderes de otras tierras se comprometieron. Era una oportunidad única entre cientos de miles, un intento crucial para cambiar el rumbo de los acontecimientos. Pero también sabían que el precio del fracaso sería inimaginable, y algunos podrían perder sus vidas en el proceso.

Drishti delineó los detalles del plan con precisión, asegurándose de que todos entendieran su papel y la gravedad de la tarea.

Con el plan en marcha, el grupo se dividió en unidades más pequeñas, cada una con una tarea específica asignada. Nyree se encontró en el mismo grupo que Virav, Nath y Vine'et. Los demás se repartieron en los grupos restantes, en función de su conocimiento sobre las ubicaciones de los sellos.

Así que, cuando salieron al exterior, se armaron de valor.

El primer grupo, liderado por Nyree, se dirigió hacia las tierras de Kihoi, un lugar donde Virav y Nath habían encontrado rastros del Guerrero Oscuro la primera vez. Las veredas destruidas y desoladas se extendían ante ellos mientras buscaban pistas que los guiaran. La tensión aumentó cuando una voz familiar resonó en el aire, una voz que había estado ausente por demasiado tiempo.

Glophar, los milagros sí existen. No esperaba que la Guardián del Tiempo saliera con tan poca compañía, menos de alguien que debió haber muerto...

El eco de esas palabras causó que el grupo se estremeciera. Todos reconocieron la voz de inmediato. Vine'et giró la cabeza hacia un costado, tratando de localizar al dueño mientras una mezcla de emociones pasaba por su rostro.

El grupo quedó en un tenso silencio cuando identificaron al enmascarado junto a un joven conocido, Zaothir, de la misma edad que los dos más jóvenes que acompañaban a Nyree. Sin embargo, algo era diferente en Zaothir. Su mirada ahora parecía pérdida, su semblante estaba pálido, como si hubiera sido despojado de todo lo que solía ser.

Vine'et fue el primero en comprender lo que estaba ocurriendo. Su voz emergió en un susurro que apenas pudo oírse entre sus aliados:

—Lo está controlando.

—¿Saben cómo lograr que las personas entren en desesperación? Quítales todo lo que aman, sus sueños y esperanzas, poco a poco. Uno por uno e irán cediendo, cayendo —susurró Tahi, caminando despacio hacia ellos—. Sumérjanlos en medio de la desesperación y la agonía hasta que piensen en todo lo malo que le ha llevado a estar allí. Entonces la traición se convertiría en la única opción para sobrevivir, sin importar las consecuencias.

—Confiamos en ti, Sujan —masculló Nyree—. ¡Confiamos en que estabas de nuestro lado!

La respuesta de Tahi resonó en el aire, llena de amargura y desdén.

—¿Y ustedes qué me ofrecieron? —cuestionó—. Nada, Nyree, nada. En cambio, mi señor lo tiene todo en la palma de su mano: el poder, la fuerza y pronto la Existencia misma.

Nyree permitió que un indicio de preocupación cruzara por su ceño mientras extendía su cetro hacia delante. Con un gesto eficaz, creó un sello protector que rechazó el ataque que Zaothir había lanzado hacia ellos en un abrir y cerrar de ojos. Ante la amenaza inminente, tanto Virav como Vine'et asumieron posturas defensivas.

Empero, estaba claro que la pelea no iba dirigida hacia ellos.

El sello protector que Nyree había erigido se disipó, y Zaothir avanzó audazmente para atacar a la Guardián del Tiempo. A pesar de la intensidad de sus embates, ella esquivaba cada golpe con una agilidad que dejaba claro su maestría en el combate.

Mientras Zaothir centraba su atención en Nyree, el resto de ellos no permanecieron inactivos. Reconociendo la oportunidad, se lanzaron para ayudar a la mujer, pero sus esfuerzos se encontraron con una interferencia inesperada por parte de Tahi, quien hasta entonces había estado observando en silencio.

Vine'et comprendió de inmediato que un enfrentamiento directo con su familiar, sería una batalla desigual. Su poder estaba eclipsado por el enmascarado y cualquier intento de rivalizar con él podría dar como resultado una derrota aplastante. Por lo tanto, decidió evitar el conflicto directo y centrarse en defender a Nyree.

Nath, siempre dispuesto a avanzar, vio una oportunidad para enfrentar a Tahi y se lanzó hacia él sin dudar, buscando darles la ventaja necesaria a sus compañeros.

Viendo a sus colegas en acción, Virav sintió que no podía quedarse atrás. Con determinación, se unió a la lucha contra quien era juez superior del Consejo. Sus movimientos eran fluidos y calculados, reflejando los años de entrenamiento y experiencia que había acumulado desde la última vez que Nath lo vio pelear.

Los sonidos de la batalla resonaban en los derredores, creando una sinfonía caótica de impactos y choques. Nyree y Vine'et luchaban con destreza, manteniendo a raya a Zaothir en una danza de movimientos fluidos. Pero la atención de Tahi estaba completamente centrada en Nath, quien se enfrentaba a su intento de control.

Los recuerdos dolorosos del pasado se agolparon en la mente del joven Sakti mientras luchaba contra el influjo de la raíz.

Las imágenes de Kaha, la sensación de impotencia, la pérdida de su familia... todo amenazaba con aplastarlo nuevamente. No obstante, Nath se resistió con una determinación feroz. Cerró los ojos, bloqueando las memorias más dolorosas, y se aferró a su hermano, a su pueblo, a la esperanza que compartían. Sabía que no podía permitirse ceder, no cuando tanto estaba en juego.

Muchos nativos confiaban en que volverían con vida, que le pondrían fin a las calamidades que los agobiaban.

Mientras tanto, Tahi se daba cuenta de que estaba en una situación precaria. Nyree y Vine'et se acercaban a un combate cuerpo a cuerpo contra Zaothir, mas el intento de control sobre Nath no estaba dando frutos. Su mente se apresuró a idear un nuevo plan, una manera de revertir la situación. Con un movimiento veloz, liberó al hijo de su superior de las ataduras de Vine'et e hizo que se alejara.

Entonces, el Ha de Sujan comenzó a oscurecer el ambiente.

Una sombra siniestra se extendió sobre el campo de batalla, absorbiendo la luz y el aire. El grupo se encontró envuelto en una oscuridad que parecía consumirlo todo a su paso. La sensación era asfixiante, como si estuvieran siendo arrastrados hacia el abismo.

La presión en el ambiente se tornaba cada vez más intensa.

Virav, Vine'et y Nath luchaban por mantenerse en pie bajo su peso.

—¡Por los ancestros, ¿qué crees que haces?! ¡Detente! —suplicó la Guardián mientras apretaba su cetro con fuerza y lo clavaba en la tierra—. ¡No lo hagas, Zaothir! ¡Detente! ¡Es peligroso intentar romper el tiempo! —vociferó, creando sellos con manos temblorosas—. ¡Zaothir!

La voz de Nyree sonaba como ecos lejanos en la mente nublada de Zaothir. El joven Kane sólo tenía un propósito en su mente: cumplir con lo que Tahi le pedía y nada más. Sin embargo, la presencia de Pouri se hizo notar y, por un instante, flaqueó.

—¡Zao, no lo hagas! —exclamó el recién llegado.

Los ojos ámbar de Zaothir lo miraron, ¿su padre le gritó? Su visión distorsionada no le permitía distinguirlo con claridad y las voces comenzaban a desaparecer.

Pouri demostró un gesto de ligero desconcierto en su ceño y miró hacia todos lados con evidente desesperación. Nath, Vine'et y Virav se hallaban casi inconscientes, la raíz había huido de la escena y Nyree había creado sellos que estabilizaban el tiempo y la línea de la realidad en la que se encontraban, pero no era suficiente. Sabía que necesitaban más Ha para contrarrestar el poder desatado por su hijo, pero la situación parecía estar fuera de control.

—Necesitas más Ha para detenerlo —aclaró el hombre de cabellos níveos a la Guardián con evidente preocupación.

—¡¿Crees que es fácil lo que debo hacer?! —exclamó ella, desesperada.

Los luceros violáceos de Pouri recorrieron cada centímetro del lugar. Jamás pensó que su hijo utilizaría sus enseñanzas en lograr algo fuera de lo impensable. Cada segundo que pasaba, el tiempo apremiaba y el poder desatado por Zaothir ganaba más fuerza, amenazando con romper el tejido mismo de la realidad. No podían permitir que eso sucediera.

La Existencia misma estaba en juego.

¿Qué opciones tenía?

Pouri se percató de que la Guardián estaba a punto de ceder ante la abrumadora fuerza del Ha de Zaothir. Sabía que no tenía tiempo que perder; debía intervenir antes de que la situación se tornara irreversible. Nada importaba, nada más importaría si perdía a su hijo en ese instante, de esa forma. Sin detenerse a pensarlo, se lanzó hacia delante, corriendo hacia Nyree. Sus manos se cerraron alrededor del cetro con un agarre firme mientras liberaba su propio Ha en una oleada de energía.

El impacto del Ha liberado fue una marea arrolladora que arrastró las consciencias de todos en la escena.

En un abrir y cerrar de ojos, la oscuridad los envolvió en susindiferentes y gélidos brazos.

¡Muchas gracias por su apoyo y por leer!

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