|Una memoria perdida|

By AlexisN11

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«En un mundo donde la magia se entrelaza con las emociones, dos almas rotas luchan por desentrañar el enigma... More

|Nota de autor|
|Apéndice|
|Sinopsis|
|Epígrafe|
|Arte ilustrativo I|
|Introducción: Eco de dolor|
|Capítulo 1: ¿Sueños?|
|Capítulo 2: Retorno a Kihoi|
|Capítulo 3: «Organización»|
|Capítulo 4: Tragedias|
|Capítulo 5: Anhelos del alma|
|Capítulo 6: Reminiscencia|
|Capítulo 7: Despedida|
|Capítulo 8: Torneo Anual de Kaha|
|Capítulo 9: Charla de Bienvenida|
|Capítulo 10: Confianza|
|Capítulo 11: Conformación de grupos|
|Capítulo 12: Aprendizaje|
|Capítulo 13: Entre determinaciones|
|Capítulo 14: Revelaciones, parte I|
|Capítulo 15: El Leier de Kaha|
|Capítulo 17: Campeón de Kaha|
|Capítulo 18: Examen de Admisión, parte I|
|Capítulo 19: Examen de Admisión, parte II|
|Capítulo 20: Soluciones desesperadas|
|Capítulo 21: Vínculos|
|Capítulo 22: Afinidades|
|Capítulo 23: Investigación|
|Capítulo 24: Ataque a Kaha|
|Capítulo 25: Leier de Wai|
|Capítulo 26: Ceremonias: Propuesta y Unión|
|Capítulo 27: Destitución, parte I|
|Capítulo 28: Destitución, parte II|
|Capítulo 29: Revelaciones, parte II|
|Capítulo 30: Propuesta|
|Capítulo 31: Leier|
|Capítulo 32: El príncipe heredero de Naldae|
|Capítulo 33: Sospechas|
|Capítulo 34: A través del tiempo|
|Capítulo 35: Caos y desesperación, parte I|
|Capítulo 36: Caos y desesperación, parte II|
|Capítulo 37: Mutuo acuerdo|
|Capítulo 38: Nuevo mundo, parte I|
|Capítulo 39: Nuevo mundo, parte II|
|Capítulo 40: Kihen|
|Capítulo 41: Resistencia de Sarxas|
|Capítulo 42: ¿Esperanza?|

|Capítulo 16: Conexión inefable|

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By AlexisN11

En cada visión se encuentran fragmentos de vidas pasadas, destellos de recuerdos que resuenan en lo más profundo del alma.

Región Vikeesh, tierras de Kihoi.

A lo lejos, se alcanzaba a apreciar la majestuosidad e imponencia de la cimentación del divhoraarsh que se alzaba en la cima de una colina. En ese sitio, el sol se reflejaba en las doradas cúpulas que coronaban el edificio. A la par que se acercaban, apreciaban los intrincados relieves que adornaban las paredes de ecolith, representando escenas de la historia y la mitología de la casta: los korus, el kauri y el dios Manaia.

Pese a que Virav frecuentaba aquel lugar cada octonario, siempre sentía como si fuera la primera vez.

Los Aisures que transitaban por esos lares, vestían las ropas tradicionales de sus respectivos clanes para rendir homenaje a sus ancestros como era habitual. Algunos lloraban por las pérdidas recientes o por recordar las más antiguas que aún calaban en sus corazones, otros lucían aliviados mientras comenzaban con las plegarias.

En contraste, un grupo más selecto, entonaban melodías tristes como preliminar y encendían ramas aromáticas.

—Gracias por invitarme —dijo Aroha, colocando una mano en el hombro ajeno—. Fue considerado de tu parte.

—No es nada, gracias a ti por aceptar —contestó él, sus mejillas se tiñeron de un sutil carmesí.

Los dos jóvenes acudieron a donde se localizaban los miembros de la casta Tsarki, allí se el primogénito de Arjhan y Nyree también se encontraba presente.

Ingresaron por la compuerta principal de madera tallada, custodiada por dos enormes estatuas de orbes que representaban a Oria y a su posteridad.

Una vez que reunidos frente al altar principal, en donde se graban los nombres de aquel antiguo linaje, tomaron asientos en los cojines dispuestos a lo largo y ancho del suelo. Juntaron sus manos y cerraron los párpados en lo que el cabecilla de la casta pedía en voz alta por cada uno de ellos.

Al finalizar, trazaba en el aire korus unidos a una línea medio curva con el humo de un incienso; representaba la muerte y la nueva vida.

—Guíen nuestro camino: «a medida que un helecho muere, otro crece para tomar su lugar» —recitó Nashir.

Trazaba símbolos en el aire con una rama aromática, cortada de un kauri, que representaba el vínculo entre cada Lado de la Existencia. Cuando esta era colocada en un tazón junto al cabecilla, los presentes se enderezaban y entonaban los cánticos en honor a cada antepasado fallecido, relatando las vidas que llevaron. Estos duraban hasta que el sol descendía y el anochecer abrigaba el cielo con su oscuro manto, exhibiendo innumerables estrellas en su lienzo.

Según las tradiciones de antaño, eso simbolizaba que sus antepasados se encontraban allí, otorgándoles su abnegada bendición y gratitud debido a que existían noches en las que las estrellas no aparecían —o, en su defecto, eran tan escasas que podían ser contadas—.

Por tal razón, salían a cerciorarse del estado del empíreo.

De esa forma concluía.

Posteriormente, algunos nativos se quedaban conversando o iban a preparar banquetes familiares o, como era en el caso de Virav: se mantenían recitando plegarias personales. En compensación, Aroha se unió a él en mutismo.

Una vez que finalizó, ambos se enderezaron y abandonaron el santuario.

Se encaminaron, de manera pausada y silenciosa, hasta la entrada sur de la región. Instante que la joven Arshad aprovechó para entonar una antigua composición musical que Virav no recordaba haber escuchado.

Fue cautivado por la voz melodiosa de ella:

«Los dioses bendijeron su abnegado corazón.

Oria fue nuestro ancestro protector.

Hombres malvados codiciaban su tesoro,

mas nunca se lo permitió.

Convocó a nobles para guardar su legado.

Al primero le dio un reloj y le mandó que lo cuidase;

día y noche veló por él hasta la eternidad.

Al segundo le enseñó la inmensidad de la tierra y el espacio,

le mandó que la cuidara.

Mientras había sol, erraba por sus dominios y,

al anochecer, vigilaba el curso de las estrellas.

Al tercero le mostró las maravillas de la naturaleza y le rogó que la guardara.

Defendía el mar y el cielo, la tierra y sus frutos.

Al cuarto le reveló el Ha y sus secretos, suplicándole que los custodiara.

Cumplió su promesa, los atesoró y los veló...»

—Ya tenías mi atención, ahora no sé qué más podría ofrecerte —comentó Virav con una extensa curvatura en sus labios. Se detuvo en medio de los copiosos zyr'andor y los formidables peñascos grabados—. ¿De dónde proviene ese cántico?

—De Oge; tu madre me lo enseñó. —Las mejillas de ella se tiñeron de rojo y soltó una risa nerviosa—. Por desgracia, nadie conoce el final.

—¿Conociste a mi madre? —intervino con urgencia, sintiendo cómo su respiración se entrecortaba—. Hace poco la conocí yo, bueno, tú me entiendes.

—La conozco desde niña. Nosotros pasábamos mucho tiempo junto antes de que... olvidaras. Fue así que conocí a la señora Nyree. Además, es muy admirada en Oge por sus grandiosas hazañas. —Aroha apretó sus labios, esforzándose por mostrarse alegre—. Y para que te enteres, tú y yo fuimos juntos a la Gran Academia de Oge. Vine a Kihoi por ti.

Las mejillas de Virav se tiñeron de un intenso carmesí.

—¿Estudié en las tierras sagradas de Oge?

—Sí, tu madre es nativa de allí. Una de las razones por la que la llamaron a ser nuestra Guardián del Tiempo y consejera en la monarquía Cedyr —contestó Aroha sin dudar, despreocupada—. O eso fue lo que me contaste en esa época.

Virav pasó saliva por su garganta y, tomando la diestra de la contraria, inquirió:

—Ari, ¿tú estás al tanto de lo que sucedió conmigo antes de esta condición? —Su tono trémulo lo delató—. ¿Conoces la razón por la que no recuerdo?

—Quisiera poder decir que sí, pero temo que estaría mintiendo —manifestó ella, al tiempo en el que detallaba aquellas hermosas perlas cian. Esas que eran su adoración—. Aunque no voy a negarte que estoy al tanto de ciertos detalles sobre lo que ocurrió en Kihoi y en Oge. Digo, por lo que los Aisures más viejos comentan.

Virav mantuvo su visión fija en sus manos entrelazadas.

Aroha dejó escapar una exhalación.

Él ni siquiera debía hacerle la petición para que ella cediera.

A fin de cuentas, era débil ante quien, consideraba, era su conexión especial; su «Irog». Comprendía que la ausencia de los recuerdos de su prometido no era por su culpa. Sin mencionar que ella también era afectada por ello. Su pecho se escocía ante la idea de que él no pudiera recordar la promesa que le hizo cuando eran niños, y eso producía una herida inefable en su corazón y en su Ha.

¿Sería una buena elección comentarle?

Mordió el interior de su boca y agachó la cabeza. Inhaló para armarse de valor.

—Se rumorea de un altercado en Kihoi hace varias fases lunares. Oge se vio involucrada porque, al parecer, tuvo relación con la Guardián. Es todo lo que sé —reveló en un tono bajo—. Nadie comenta las razones fuera del Consejo. Sabes que los rumores no siempre se basan en la verdad.

—Lo sé —repitió.

Virav esbozó una leve sonrisa y apretó la mano ajena con gentileza, ella le correspondió. Tras eso, continuaron su camino en absoluto silencio, soltándose poco después. Entonces, él acompañó a su amada amiga hasta su morada, agradeciéndole su compañía.

Se despidió con un beso en la mejilla antes de regresar a su hogar.

Se encontraba sumergido en su mente, reflexionando en los últimos acontecimientos de su vida. La muerte de Makai se convirtió en un punto de inflexión, mas vivir en Kihoi también, pues le había permitido allegarse más a sus familiares y a Aroha. Hasta ese punto, casi no le tomaba importancia a la ausencia de sus memorias.

Aunque le inquietaba saber cómo obtendría respuestas a su condición, si ni siquiera la profetisa del clan Cedyr era capaz de advertir su pasado o futuro.

Emitió un suspiro y sus pies se detuvieron cuando su alrededor fue desapareciendo poco a poco. Aun así, mantuvo la calma al pensar que se trataba del orbe. Sin embargo, se equivocó.

Una extraña pesadez alteró su respiración.

Observó en distintas direcciones, exhibió una sutil muestra de confusión en su entrecejo y decidió continuar a tientas. La oscuridad que lo envolvía era tan densa que no asimilaba si cambiaba de rumbo en cada paso o no. Inclusive, resultaba imposible distinguir su propio cuerpo. Se detuvo y giró su cabeza encima de su hombro, viendo nada. Iba a continuar adentrándose en la oscuridad hasta que el eco de unos pasos aproximándose lo hizo estremecerse y petrificarse.

Su sentido de orientación desapareció y nada más podía mantenerse alerta.

Pasos tranquilos, pausados...

Empezó a mentalizarse para la sangrienta escena que aparecería en cualquier momento; no sucedió.

Una vez que el eco resonó más cerca, giró en dicha dirección. Sus luceros se abrieron con sorpresa al distinguir la pequeña y tenue luz blanquecina que resaltaba una silueta que se confundía con el ambiente. Cuando esta se volteó hacia él, regresó a su realidad.

La sensación agonizante y el dolor punzante en su pecho desaparecieron tras despegar sus párpados.

Pouri respiraba con agitación.

Desvió la vista hacia un costado, encontrándose con que Rosur dormía con placidez en la cama. Inhaló y exhaló un par de veces, masajeando el puente de su nariz. El efecto de olvido inundó su mente hasta que las imágenes borrosas y fugases desaparecieron por completo, llevándose consigo también la amarga sensación desconcertante de su pecho.

«Otra vez», pensó.

—Ros —llamó Pouri por lo bajo, provocando que el aludido se despertara al instante. Continuó—: Llama a Tahi.

El jovencito frotó sus ojos adormilados y asintió despacio. Se levantó de la cama con pereza y salió de la habitación de la misma manera bajo la atenta mirada de su padre. Minutos después, reapareció junto a la raíz enmascarada y no dudó en acostarse otra vez para seguir durmiendo.

—Mi señor, ¿sucede algo? —El subordinado efectuó una venia, manteniendo una distancia sensata.

—No te llamaría a altas etapas de la noche por gusto —reprochó Pouri, estoico—. Sucedió, otra vez. Todo desapareció.

—Se han hecho más frecuentes en este último año —afirmó el enmascarado, aproximándose.

—Apresúrate —ordenó, sintiendo cómo su corazón todavía latía desenfrenado.

Después de ver cómo su superior se acomodaba mejor en el sillón, Tahi extendió una mano mientras exteriorizaba una cantidad considerable de Ha, envolviéndolo hasta que quedaron sumergidos e ingresó en la psique de este. Pese a que Pouri deseaba que buscara algo en relación con la ensoñación que solía tener, él fue directo hacia el último recuerdo sobre Lerian.

Dejaba de lado los demás que se nublaban o se esclarecían según transitaba a su lado.

Sabía que era una buena excusa para regresar allí.

Después de todo, su señor no era consciente de a qué parte de su interior iba con exactitud.

Tocó el recuerdo de la Coronación de Argia al divisarla. Luego, avanzó hasta el instante en el que Pouri y Lerian conversaban en las cárceles subterráneas de dicho reino: su primer encuentro.

Lo detuvo cuando lo consideró prudente.

—No se preocupe, joven señor. Todo lo que requiera saber, se lo diré complacido —dijo el prisionero con una extensa sonrisa, tomando asiento en el suelo rocoso de su celda—. Entiendo que mis palabras puedan resultar complejas y extrañas al principio, debido a que su mundo se encuentra muy apartado del resto del universo. Justo por lo que no fue sencillo llegar. Sin embargo, debo confesar que me sorprende toparme con un ser tan puro y perfecto como usted coexistiendo entre tantas escorias.

«Así que él también fue capaz de percibirlo —corroboró la raíz, atisbando a Lerian—. Si fue capaz de decirle sobre su Ha, valdrá la pena volver aquí todo lo que sea posible».

—Elige con extremo cuidado tus palabras —advirtió el príncipe con una mueca de desagrado en su semblante—. Dime, ¿por qué matas a nuestra gente? ¿Quién te ha enviado? —indagó Pouri, relajando sus facciones—. ¿Una tierra aliada? ¿Un Leier? ¿Un rey?

—¿«Nuestra gente»? —El tono burlón de Lerian resonó con ímpetu. Negó despacio—. Oh, no, joven señor, usted no debe compararse con estos seres tan insignificantes. Usted posee un Ha único e inigualable. Uno que no puede corromperse y que es similar a otro especial que, con exclusividad, pocos han sido capaces de obtener. Zyvol lexora zintaka.

«¿Una lengua extraña?», los luceros carmesíes de Tahi brillaron.

—¿De qué hablas? —cuestionó con suma curiosidad, arqueando una ceja con levedad, sin moverse de donde se encontraba—. Nadie es especial sólo por su Ha, sigue siendo Ha. Lo que cambian son las afinidades que cada individuo posea. La pureza no determinada nada más que la capacidad de un individuo.

—No estoy de acuerdo con usted. Verá, más allá de este mundo, universo, existe un poder que casi nadie ha alcanzado —susurró el presidiario, fijándose en el brillo de curiosidad del joven de hebras blancas frente a él—. Se trata de un Ha y una afinidad que ninguno comprendería por mucho que se esfuerce. Aunque, siendo honesto, usted sería la excepción. Usted es justo como aquel primero que lo poseyó.

—¿Y qué es lo que lo convierte en algo tan especial?

—Que nadie lo puede gobernar, sólo uno ha sido capaz de conseguirlo —repitió, desinteresado.

Pouri proporcionó una ojeada a su alrededor, dio un par de pasos más cerca de la celda.

—¿De qué sería capaz ese poder en caso de que, hipotéticamente hablando, yo sea capaz de adquirirlo? —indagó el joven príncipe, con una curiosidad que lo caracterizaba.

La sonrisa que el adverso dibujó en su rostro hizo estremecer a Pouri y al espectador hasta la médula.

—Usted poseería el control de todo cuánto existe: vida y muerte. No obstante, conseguirlo no es labor fácil. Créame; lo intenté durante ciclos —reveló, apacible—. Existe un Guardián que custodia el sello que retiene ese Ha ingobernable en Aeternam. Aunque, si logra deshacerse de él, estoy seguro de que podría ser suyo como lo fue de él —reanudó tras soltar un suspiro—. De todos modos, es una falacia que sienta que esta escoria se compare a su nivel. Usted debería ser el único rey y señor, al que todos sirvan y veneren.

«Él también lo sentía; lo supo con tan sólo verlo. —Tahi esbozó una gran sonrisa bajo la máscara—. Él sabía todo lo que yo anhelo conocer».

Pouri no ocultó la mueca de aversión que su semblante reflejó.

—¿Cómo sé que no estás mintiendo? —preguntó con un dejo de desconfianza—. ¿Qué ganarías a cambio?

—Nada —respondió sin titubear.

Pouri bufó y rodó los ojos.

—¿Esperas que crea eso?

—Mi único deseo es verlo triunfar, que alcance la gloria que merece. Usted es el único que puede liberar ese Ha y utilizarlo a su antojo. Yo, en cambio, soy un simple servidor que ofrece ayuda y lealtad —aseguró el Oscuro, reverenciándolo—. No me interesa el poder, únicamente su felicidad.

—¿Mi felicidad? —repitió con ironía.

—Créame, es un poder que le hará falta —anunció el cautivo—. Y yo puedo ayudar a que lo consiga, guiándolo hasta Aeternam.

—No lo necesito —dijo Pouri y dio media vuelta.

Empero, la siguiente inquisitiva ajena lo hizo detenerse en medio del rocoso recorrido.

—¿Incluso con las injusticias que ciñen al resto del universo y mucho más allá de lo reconocible?

Pouri apretó la diestra a su costado y encaró a Lerian.

Su semblante curioso se transformó por uno que reflejaba molestia.

—Sólo un cobarde utiliza un pretexto como ese para llamar la atención cuando sabe que la ha perdido —escupió con desdén—. Busca a alguien más para manipular a tu antojo.

—¿Cobarde?, no. ¿Desesperado?, tal vez. Sería difícil no querer llamar su atención conociendo su naturaleza abnegada. Existen mundos más allá de las estrellas que sufren injusticias a manos de poderosos tiranos. La vida no fluye con la misma libertad que aquí poseen —continuó Lerian, desviando su opaca mirada al suelo—. En donde la misericordia y la justicia van desapareciendo.

»Puedo apreciarlo en su semblante: aspira a exponer a cada uno de los viles mentirosos que ocultan sus verdaderas intenciones bajo una máscara de falsedad y egoísmo.

»Si quiere hacerlo con estas escorias, ¿por qué no con otras razas que en verdad lo necesitan? —Alzó la mirada, disimulando una mueca—. No todos tienen las mismas intenciones que usted. Un corazón tan puro y abnegado ya no nace con naturalidad en el universo.

Pouri presionó los párpados, obligándose a dejar su curiosidad donde debía estar: oculta.

¿Por cuánto tiempo lo lograría?

—Dejemos eso de lado, contesta mis otras preguntas o me marcharé —exigió el príncipe de Argia, manteniendo su porte elegante y las manos detrás de su espalda—. No estoy aquí para perder mi maldito tiempo con un miserable como tú.

—No se angustie, esa no es mi intención, joven señor —puntualizó el prisionero. Sus ojos sin vida lo recorrieron, retomó—: Ese es el destino que les aguarda a los débiles. Su condición no le permitirá sobrevivir a mi Ha, pero usted... usted no se vería afectado sin importar cuánto me esfuerce.

—Estás demente.

—Quizá, pero era indispensable —confesó entre dientes, conservando la paciencia—. Fue una grata sorpresa encontrarlo. Ese cabello blanco y esos ojos... Su apariencia es inconfundible. Usted es especial, único e inigualable —repitió, una vez más—. Diferente a todos.

La mirada violácea de Pouri se llenó de genuino asombro, detallando las facciones serenas del prisionero de piel tostada y perlas oliva. Hacía mucho que nadie le decía nada en relación con su apariencia.

Tahi pudo percibirlo con suma intensidad.

Detalló, en el reflejo de su señor, un brillo indiscutible.

—¿Por qué me buscabas? —Pouri dio un paso hacia la celda de Lerian, manteniendo una mano detrás de la espalda—. Si eres de otro mundo, y no niego la posibilidad de que sea verdad, ¿por qué estás tan convencido de que soy yo a quien buscas?

—Su Ha, su cabello, esos luceros que ven mucho más allá de lo que cualquier otro ser vivo es capaz de ver, su fácil entendimiento de las afinidades mágicas.

»Es similar a él.

»Todo en usted es diferente a esta escoria que se dicen llamar Aisures —masculló con desdén—. Ellos no saben quién es usted y lo que sería capaz de hacer con la instrucción adecuada. No debería estar aquí interrogándome, debería estar gobernándolos. Haciéndoles entender que es superior a ellos y que nadie merece igualarlo.

»Si usted va a Aeternam, gobernaría la Existencia misma.

Pouri extendió su mano para exteriorizar su Ha; sin embargo, recordó que a Rossja no le gustaría saber que habría torturado al prisionero sin obtener información. Chasqueó de lengua; ¿y si eso afectaba las interrogaciones futuras?

Maldijo entre dientes.

—Eres patético. Nada de lo que dices tiene sentido alguno. ¿Ha ingobernable que me permitiría, valga la redundancia, gobernar la Existencia? ¿Me crees Manaia?

Lerian lo contempló en mudez, como si diera respuesta afirmativa a ambas inquietudes.

En cambio, Tahi ladeó la cabeza.

—No sé qué tipos de hierbas ingeriste, pero deberías dejarlas —pronunció antes de darle la espalda—. Serás ejecutado en público por tus acciones egoístas, no mereces menos.

La raíz soltó una trivial risa.

Sin duda, era como ver a dos personas diferentes.

Los pasos del príncipe eran firmes; sin embargo, un Ha nauseabundo lo hizo detenerse. Era tanto que incluso el espectador flaqueó; su respiración se entrecortó. Giró medio cuerpo hacia el prisionero con el ceño fruncido y, tanto Pouri como Tahi, abrieron los ojos con sorpresa tras ver cómo Lerian trazaba un patrón extraño frente a la celda.

—Eso es... un sello de transportación, aunque a una escala inconmensurable —susurró el príncipe, con un pequeño brillo singular en su faz—. Precisa de una cuantiosa cantidad de Ha... ¿A dónde conduce?

—¿Cómo lo sabe? —inquirió Lerian con una ceja enarcada.

—Lo percibo en el Ha —confesó sin inconvenientes.

—Este patrón lo llevará hasta Aeternam; hogar de los Eternos, primeros humanos en habitar el Na'Farko y dominarlo —reveló, sonriendo ladino—. Allí están los grabados de Roshnee y Pratham; del Ha ingobernable. Aunque sería muy pronto que se marche tan lejos; podría morir. Empero, joven señor, yo puedo enseñarle a ser más fuerte.

»Puedo mostrarle cómo despertar su verdadera esencia, para que se convierta en ese ser especial que merece gobernar por encima de esta escoria. Puedo instruirle para que establezca un vínculo con su Fuente de Energía.

—¿Mi qué?

—Fuente de Energía; bastará con el Ha de una estrella. —Lerian dejó escapar una carcajada con sutileza—. No es difícil con el patrón adecuado.

Tahi pudo distinguir las claras intenciones de Lerian de utilizarlo y manipularlo y una duda fugaz llegó a él: ¿por qué? Sabía que su señor era especial, diferente, después de haber compartido con él durante tantas décadas.

Entonces, ¿qué sabía Lerian que él ignoraba?

En cambio, Pouri no era ingenuo. Una duda surgió en su interior: ¿qué tanto provecho podría sacarle? Era evidente que sabía más de lo que decía. Terminó de girarse hacia el prisionero y, extendiendo la mano para exteriorizar su Ha, se deshizo del sello en un instante.

Lerian y Tahi quedaron maravillados.

Acto seguido, Pouri se retiró.

Tahi avanzó los recuerdos hasta que llegó al instante en el que vio a su señor conversando con el rey de Argia; poco le interesaba la conversación. A pesar de ello, se detuvo cuando el monarca sacó lo que parecía un frágil cristal labrado, que contenía un reluciente líquido en el interior.

Tahi se daba una vaga idea de lo que se trataba.

—Papá me lo dio hace poco, debo custodiarlo por una antigua leyenda de nuestros antepasados o algo así. Ha estado bajo protección de los Tsarki desde los tiempos de Oria —reveló, llevándose un dedo a los labios—. No le digas que te dije.

Pouri la agarró cuando su mayor se la entregó y la detalló con minuciosidad. Con cada sacudía, el líquido resplandecía más.

Parecía tener vida propia.

—Debe ser muy importante —indicó y se la regresó—. Aunque emana una gran cantidad de Ha familiar.

—¿Familiar? —repitió el rey, ladeando la cabeza—. ¿Qué quieres decir?

—Siento como si fuera de alguien conocido —explicó Pouri con una expresión pensativa—. Es extraño.

—Aquí entre tú y yo... —dijo, bajando la voz a medida que se iba inclinando encima de su escritorio para acercarse más al rostro de su hermano—, creo que se puede tratar del Elixir de Vida. Quizás sea una señal.

»Por cierto, ¿cómo te fue con el prisionero? ¿Confesó?

—Aguarda, ¿por qué me cambias la conversación?

Tahi hubiera querido impresionarse; no fue así.

Su señor ya le había hablado tanto de esa leyenda que no le daba tanta importancia como muchos otros Aisures lo harían de estar en su lugar. Era cierto que poco se conocía sobre dicha leyenda, mas sabía que nadie había escuchado a su señor hablar tanto de algo como cuando lo hacía del Elixir de Vida que tanto anhelaba conseguir. Ignoró el resto de la conversación hasta que Pouri se levantó del asiento que ocupaba y le comunicó al monarca lo siguiente:

—Volveré para hacer la cena. Lexi vendrá a visitarnos, así que no te acerques a la cocina, Ros.

El enmascarado siguió sus pasos de cerca.

Pouri se dirigió de nuevo a las oscuras mazmorras de Argia, donde estaba encerrado el Oscuro. Le ofreció una oportunidad de redimirse: si les revelaba todo lo que sabía, le perdonarían la vida y lo dejarían en libertad.

Sumiso, Lerian aceptó.

—Comienza por donde prefieras —dijo el joven príncipe mientras se recostaba de una pared, cruzando los brazos.

—Xarynes —dijo con falsa emoción—. Como debe saber, la vida se rige por el Ha y, así como nosotros lo poseemos, los mundos cuentan con lo que el Na'Farko ha denominado como «Fuente de Vida». Si se daña o se desestabiliza, por el motivo que sea, todo lo que lo compone y habita, se ve perjudicado —explicó con un tono neutro—. Xarynes agoniza por esa razón, muchos Oscuros hemos buscado refugio a los alrededores, pero somos rechazados y menospreciados por otras razas.

»Nos temen porque no entienden nuestra naturaleza. Nos ven como monstruos que no buscan más que destruir y consumir, pero ignoran que también tenemos sentimientos. Juzgan nuestro Ha.

—Si hacen lo que tú has hecho aquí, entendería sus motivos —bufó Pouri.

—A diferencia de ustedes, los Oscuros necesitamos asimilar Ha puro para nuestro sustento y propagación —anunció—. El aliento de vida que poseemos está contaminado y nuestra esperanza de vida se acortará con cada día que transcurra.

Pouri rodó los ojos.

—Esa es una forma decente de sostener que son parásitos.

—Veo que poco le interesa. —Lerian se sentó con las piernas cruzadas, mantenido la mirada en aquellas facciones inmutables—. Aeternam era hogar de los Eternos, primera raza humana en habitar el Na'Farko. Entre ellos, nació Roshnee. Él fue rechazado por su propia sangre sólo porque era diferente; superior. Aunque fue amado en un tiempo —pronunció con media sonrisa—. Nadie era capaz de entender lo lejos que podía llegar si se hubiera convertido en el Raaja, así que se deshicieron de él y eliminaron nuestro hogar sin compasión.

»Guiaron a los sobrevivientes a Araxú y nuestras culturas colisionaron.

»Ellos no promulgaban la realidad de los Guardianes como lo hacían los Eternos, sino en relación con un dios al que llamaban Manaia: aquel que guía a los orbes al Otro Lado de la Existencia.

»Yo, descendiente de Eternos y nacido en Araxú, deseaba descubrir quién de los dos poseía la razón. Así que viajé a Aeternam —dijo con una marcada mueca de disgusto—, pero los Araxis me castigaron con el exilio por intentar develar la verdad.

»Los grabados que Roshnee dejó acerca de su pueblo, de mis antecesores, los contemplé. Los palpé; soy testigo viviente de ellos.

»Los Guardianes se olvidaron de la existencia del Na'Farko. Uno de ellos, cuyo nombre no recuerdo, fue el causante de que los Eternos abandonaran su hogar —explicó con un dejo de molestia—. Intenté que los Araxis entraran en razón, mas se negaron a escucharme.

»Como castigo, me despojaron de mi Ha para que muriera en el vacío del cosmos.

»Desde entonces, he estado viviendo de mundo en mundo, buscando a aquel ser del que se proclama en Aeternam que vendrá a tomar su lugar. —Alzó la mano, señalándolo sin decoro—. Usted.

—¿Qué esperas de mí? —preguntó el otro con frialdad.

—Que cumpla su destino —respondió con fervor—. Que reclame el trono que le pertenece. Que restaure el equilibrio entre cada Lado de la Existencia.

Con aburrimiento, Pouri dejó su anterior posición y miró el techo durante un par de segundos de silencio. Admitía que sus palabras eran ciertas, pero no del todo. Al contrario, existían detalles que le hacían dudar por la ambigüedad con la que las decía.

Empero, le era casi imposible discernir la tergiversación de la realidad.

—Qué triste tu caso, pero me da igual —dijo, desinteresado—. Eso no me dice nada sobre las muertes que causaste, o de ese dichoso «Ha ingobernable» que no parabas de repetir hasta hace nada. Tu vida, en realidad, me tiene sin cuidado —reveló, hastiado—. Si quieres vivir para verme gobernar la Existencia, dame algo que valga la pena.

—Entonces, ¿quiere saber cómo detener la contaminación?

Pouri percibió el tono meticuloso y la mirada perspicaz que mantenía en él.

—Esa es una pregunta estúpida cuando conoces la respuesta.

—No se puede —confesó Lerian, con una increíble sinceridad que dejó perplejo al príncipe. Una sonrisa se extendió en sus labios—. Es imposible para alguien de la calaña de los Aisures detenerlo, ¿le digo por qué? ¡Ja! —Negó varias veces—. ¡No sé por qué pregunto si la respuesta será otra afirmación!

»A pesar de que parece que lo que le dije acerca de Xarynes y Aeternam resulten insignificantes, es importante para comprender las fases de la contaminación —reveló, jactancioso—. Un par de esos grabados, hablan de ese Ha sucio que poseo, de cómo esparcirlo y, al mismo tiempo, detenerlo. O exterminarlo.

El príncipe de hebras níveas reveló un gesto de tenue contrariedad en su entrecejo.

Había captado que Lerian era un sujeto peligroso por la manera en la que hablaba entre las verdades y las mentiras, cada una acomodada a su conveniencia. Esas contrariedades que soltaba a propósito y sin limitantes, eran una clara señal de que debía ser precavido y mantener una distancia considerable de él y de lo que decidiera creer o no.

Por su parte, Tahi no pensaba de la misma manera.

De cualquier modo, las palabras de aquel prisionero eran un impulsor más en su plan.

«Tanto tiempo para llegar hasta aquí, tantos recuerdos que eludir para esto», pensó con una sonrisa bajo la máscara.

Cuando menos lo esperaba, visitar a Lerian se convirtió en una costumbre para Pouri.

El Oscuro hablaba sobre mundos, razas, afinidades de Ha y sellos jamás vistos. Además, con toda esa información a disposición, el joven príncipe enseñó de los últimos que el Consejo Supremo aceptó y que, con el pasar de las épocas, prohibió. Para adicionar, también fue quien suscitó las habilidades de anulación que nadie conocía y que, al parecer, sólo él era capaz de efectuar con tanta naturalidad.

Así como Lerian aseguraba, Tahi sabía que Pouri era diferente a los demás. Su Ha no era algo que jamás otro Aisur pudiera igualar, ni comparar bajo ninguna circunstancia.

Eso lo impulsaba a seguir los ideales impuestos que Pouri profesaba. Unos que su viejo mentor le adoctrinó.

Tahi suspiró y salió de los recuerdos de este; después de todo, por ese instante ya no había mucho que pidiera ver sin que utilizara más Ha de lo normal. Sus manos y piernas se encontraban temblando por el tiempo que había transcurrido en ese lugar; necesitaba reponer su esencia antes de desfallecer.

—¿Encontraste algo?

—No, aún nada, señor —contestó con rapidez—. Son muchos los recuerdos que guarda en su memoria. Algunos de ellos están muy dispersos y me toma mucho tiempo encontrar el adecuado. Están bien ocultos, tomará más tiempo del que podría prever.

Pouri resopló por lo bajo. Apoyó la cabeza en el respaldo de la silla y se pasó una mano por las sienes con pesadez, como si tratara de aliviar la tensión que lo acosaba. A continuación, le hizo en gesto a su subordinado, que expresaba su necesidad de estar solo.

—Pero, mi señor, aún no...

—Retírate —sentenció entre dientes—. Ahora.

La raíz obedeció, alejándose con pasos inseguros.

Pouri le echó un vistazo sin vocalizar palabra alguna.

¡Muchas gracias por su apoyo y por leer!

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