|Una memoria perdida|

By AlexisN11

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«En un mundo donde la magia se entrelaza con las emociones, dos almas rotas luchan por desentrañar el enigma... More

|Nota de autor|
|Apéndice|
|Sinopsis|
|Epígrafe|
|Arte ilustrativo I|
|Introducción: Eco de dolor|
|Capítulo 1: ¿Sueños?|
|Capítulo 2: Retorno a Kihoi|
|Capítulo 3: «Organización»|
|Capítulo 4: Tragedias|
|Capítulo 5: Anhelos del alma|
|Capítulo 6: Reminiscencia|
|Capítulo 7: Despedida|
|Capítulo 8: Torneo Anual de Kaha|
|Capítulo 9: Charla de Bienvenida|
|Capítulo 10: Confianza|
|Capítulo 11: Conformación de grupos|
|Capítulo 12: Aprendizaje|
|Capítulo 13: Entre determinaciones|
|Capítulo 14: Revelaciones, parte I|
|Capítulo 15: El Leier de Kaha|
|Capítulo 16: Conexión inefable|
|Capítulo 17: Campeón de Kaha|
|Capítulo 18: Examen de Admisión, parte I|
|Capítulo 19: Examen de Admisión, parte II|
|Capítulo 20: Soluciones desesperadas|
|Capítulo 21: Vínculos|
|Capítulo 22: Afinidades|
|Capítulo 23: Investigación|
|Capítulo 24: Ataque a Kaha|
|Capítulo 25: Leier de Wai|
|Capítulo 26: Ceremonias: Propuesta y Unión|
|Capítulo 27: Destitución, parte I|
|Capítulo 28: Destitución, parte II|
|Capítulo 29: Revelaciones, parte II|
|Capítulo 30: Propuesta|
|Capítulo 31: Leier|
|Capítulo 32: El príncipe heredero de Naldae|
|Capítulo 33: Sospechas|
|Capítulo 34: A través del tiempo|
|Capítulo 35: Caos y desesperación, parte I|
|Capítulo 36: Caos y desesperación, parte II|
|Capítulo 37: Mutuo acuerdo|
|Capítulo 38: Nuevo mundo, parte I|
|Capítulo 39: Nuevo mundo, parte II|
|Capítulo 40: Kihen|
|Capítulo 42: ¿Esperanza?|

|Capítulo 41: Resistencia de Sarxas|

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By AlexisN11

También hay sombras en los Ecos del Tiempo. Aquellos que se pierden en la vorágine de sus propias elecciones, atrapados en ciclos de dolor y arrepentimiento. Las oportunidades se desvanecen como estrellas fugaces, y las almas vagan en busca de redención. Pero incluso en la oscuridad más profunda, un destello de luz persiste, guiando a los perdidos hacia un nuevo amanecer, donde el perdón borra las viejas heridas y el amor renace de las cenizas del pasado.

Ciudad de Fharje, Oorus.

Territorios conquistados por los Oscuros, reino de Caeles.

—¡El perímetro ha sido asegurado con éxito, Raaja Syrei! —La potente voz del General Harax resonó a los derredores.

El referido asintió con solidez, barrió el horizonte con una mirada intensa.

Acto seguido, enfocó el interés en dirección hacia los soldados que se extendían a lo largo del territorio de Oorus. Ellos, guerreros que representaban a la Resistencia —una coalición de Titanes formidables y humanos nativos de diversos mundos, se habían unido a esa lucha a lo largo de los siglos—, se encontraban en una formación adecuada para cubrir cada zona invadida.

Sin más demora, y en un gesto autoritario, Syrei alzó la diestra, una señal inequívoca que marcaba el comienzo del avance. La respuesta de la Rebelión fue instantánea, se movieron con una coordinación calculada y disciplinada.

Después de supervisar el despliegue, se centró en la protección de los Ooruros, la raza humana de Oorus. En una exhibición magistral de Ha, forjó una barrera translúcida de dicha esencia a los alrededores para garantizar su seguridad.

—Están a salvo —declaró al elevar las comisuras de los labios—. Pronto los sacaremos de aquí, lo prometo.

Conforme los minutos transcurrían, una cantidad exorbitante de aliento de vida se dispersaba como una marea imparable a lo largo de la destruida ciudad de Fharje, desde un extremo hasta el otro. Por lo que, en poco tiempo, lograron someter a los Oscuros y aseguraron las periferias con eficiencia. Sin embargo, Syrei, en el epicentro de aquel poderío, sabía que la victoria estaba garantizada desde un principio.

Todo había ocurrido tal y como se lo habían revelado jornadas previas.

Los nativos, entre sollozos, expresaron gratitud a través de reverencias y expresiones con el corazón en la mano.

Tras el último rugido de la contienda, el Raaja de Sarxas avanzó a pasos lentos y cautelosos por las veredas destrozadas. Observó con atención a los soldados mientras trabajaban incansablemente, creando sellos de encarcelamiento para los Oscuros que habían asolado el mundo. Apretó con fuerza el cetro de talle alto entre los dedos, sintiendo cómo el ritmo cardíaco se aceleraba y el pecho se llenaba de pesar ante la devastación que los envolvía.

La batalla había sido ardua y atroz, pero lograron resistir y salir victoriosos. Aunque sólo era una cruzada en una guerra que parecía no tener fin. Si bien vencieron en dicha oportunidad, la conflagración continuaría.

«¿Por cuánto tiempo tendremos que seguir soportando esto?»

¿Cuántas más batallas tendrían que librar para asegurar la paz del Na'Farko de los Oscuros?

La disputa contra esos seres, y sus constantes intentos por corromper el Ha de los mundos del Na'Farko, se había convertido en una hostilidad interminable, no sólo para la Resistencia, sino también para el Círculo Supremo. La diferencia radicaba en que, para los Titanes, enfrentarlos y proteger el equilibrio de la Existencia era una tarea que realizaban con gusto.

Syrei era consciente de que, para las demás razas que habitaban esos mundos, el peligro y la amenaza eran aún mayores. Todos dependían del aliento de vida para sobrevivir, por lo que ser testigo de cómo esa esencia era corrompida por seres repugnantes resultaba, cuanto menos, desgarrador. Mas los problemas no se limitaban a ese tema.

La presencia de mercenarios de la Gran Hermandad, Samraat y Caelestis que buscaban imponer su autoridad y someter a los demás bajo una sanguinaria tiranía, también era constante. Hecho que complicaba más la situación para su pueblo y los voluntarios de la coalición.

La opresión y el caos se convirtieron en una moneda corriente, y él no podía quedarse de brazos cruzados ante tal injusticia.

"Tal vez no sean nuestras raíces, Syrei, pero este es nuestro hogar. El equilibrio del Na'Farko no debe perderse, no si podemos evitarlo", recalcaba Saxho, su padre y antecesor en la monarquía de Sarxas, con una convicción inquebrantable.

Aquellas palabras se convirtieron en un guía, en el propósito de arriesgar su propia existencia para socorrer a los nativos que eran sometidos o dejados de lado por el Círculo Supremo. No permitiría que los esfuerzos de su progenitor, y de aquellos que habían luchado antes que él, fueran en vano.

Estaba comprometido a mantener vivo ese legado: proteger la armonía y el equilibrio.

¿Acaso requería más razones?

El bullicio y los clamores de la afrenta desaparecieron tras alejarse lo suficiente de la escena principal. Syrei se adentró más a las inmediaciones montañosas, donde el sonido de sus pasos resonaba en las paredes rocosas que lo rodeaban. Entretanto, el crepúsculo se filtraba entre los picos de las cumbres. El sendero se tornaba escarpado, pero él no vacilaba en el avance.

Se detuvo en un promontorio escabroso, desde donde conseguía contemplar la vastedad de los dominios de Fharje que se extendían hasta el punto en el que el cielo y la tierra se unían.

La brisa fresca, proveniente de las alturas, le acarició rostro.

—Este es el principio del fin, Raaja Syrei. Todavía nos queda un largo camino por recorrer —dijo Dorak con habitual voz gentil, acercándose por detrás.

Syrei sintió cómo un escalofrío recorrió su espina dorsal. Dio un atisbo por encima del hombro y, al divisar al Ser de Luz, se giró despacio sobre los talones. Entonces, se topó con esa mirada carmesí, intensa y penetrante. Su expresión indiferente siempre le había parecido impropia en un Raaja, en especial, porque le recordaba a Kiehr.

Sin más dilación, inclinó la cabeza en reverencia.

—Raaja Dorak, siempre es un placer verlo, aunque no esperaba que se presentara personalmente —pronunció y, con un ligero tono nervioso, prosiguió—: Los Oscuros han causado estragos en este mundo, contaminaron a una gran cantidad de sus habitantes. Logramos salvar a unos pocos. Quizá si hubiéramos llegado antes...

La voz de Syrei se quebró antes de concluir la frase.

Las imágenes desgarradoras asaltaron su entendimiento: niños aterrados, tratando de refugiarse detrás de ruinas ardientes; nativos llorando en busca de sus seres queridos y soldados sin la preparación adecuada para oponerse a la afrenta a la que fueron sometidos.

Fue un caos absoluto.

En eso, sintió cómo los dedos se tensaban, las uñas se hundían en las palmas de las manos. Se nubló su visión y dibujó una mueca de molestia en el semblante. Por su parte, Dorak contempló en silencio a su colega. Compartía el peso de la tristeza detrás de la máscara de apatía que su jovial rostro exhibía.

Ambos conservaban el conocimiento de que, sin importar cuánto tiempo transcurriera, nunca podrían acostumbrarse a las pérdidas de razas y mundos en la vastedad del vacío infinito. Sin embargo, mientras el Raaja Syrei mantenía la visual establecida en el terreno yermo más allá de ellos, el Ser de Luz se enfocó en los árboles moribundos. Estos aún emitían un débil rastro del Ha natural que fluía de la Fuente de Vida. Se arrodilló, acariciando la fina arena bajo sus pies, con delicadeza.

En ese momento, supo la verdad inevitable: Oorus agonizaba, se hallaba al borde del colapso.

—¿Es tarde para salvar Oorus? —inquirió el coloso, inquieto.

Dorak elevó la atención hacia el horizonte y distinguió los desolados paisajes.

—Puedo intentarlo, pero necesito que tus soldados se retiren lo antes posible —indicó el hombre de cabellos blanquecinos a la par que se enderezaba, sacudiendo la mano en un gesto refinado—. Gracias a nuestros ancestros, su Efluvio Vital no ha sido contaminado en absoluto, pero ha sufrido un daño considerable.

Una expresión confiada adornó los labios del Raaja de Sarxas, asintió con firmeza. A paso decidido, retornó hacia donde se localizaban los miembros de la Rebelión.

Él sabía muchas cosas con certeza, entre ellas: Dorak no debía exponerse ante nadie. A fin de cuentas, el Na'Farko lo tildaban de Gaddaar, el título más deshonroso que existía para aquellos que ostentaron altos cargos en el cosmos. Era cierto que él confiaba en su pueblo, pero entendía la delicadeza de la situación y la importancia de mantener en secreto la presencia de Ser de Luz.

Era un asunto que no convenía tratar con tanta libertad.

Conforme recorría el sendero polvoriento, las reminiscencias afloraron en su mente.

Recordó cómo, durante su infancia y juventud, había sentido cierto desprecio hacia Dorak. Originado por los rumores que atestiguaban que ayudó a Kynar, el asesino del Gran Raaja Kihen —y de los Araxis—, a escapar de recibir un juicio justo, uno que merecía por los pecados cometidos. No obstante, una vez que su padre falleció y él asumió el liderazgo de Sarxas, tuvo la oportunidad de conocerlo en persona y aclarar las dudas que atormentaban su interior.

Por supuesto, no fueron sus palabras las que al final lo convencieron de obviar las acusaciones en su contra. Fueron las acciones desinteresadas y dedicación incansable por proteger a los suyos y al Na'Farko, lo que motivó a Syrei a consolidarse a él y a su causa.

«Un Gaddaar no se arriesgaría por resguardar a otros por encima de sí mismo», se repetía el Titán con una sonrisa.

Abandonó las deliberaciones internas cuando alcanzó su destino. Avistó a distintos Titanes y nativos de otros mundos activando un par de portales que conducían de a diferentes coordenadas y constelaciones del universo.

Con pasos sigilosos, se avecinó al Capitán General Harax, su mano derecha.

—¿Cómo va todo? —preguntó Syrei, posando una palma reconfortante en el hombro ajeno.

Su presencia no sobresaltó a Harax, mas sí a algunos Generales que se encontraban junto a él. En eso, el Capitán les hizo señas para que se retiraran. Una vez que estos acataron la orden, se quedó de frente al superior.

—En este momento se están realizando los traslados de los Ooruros a un lugar seguro. También Jorha, en una tienda adaptada, está atendiendo a los heridos. Los Oscuros han sido inmovilizados con éxito, pero algunos se han suicidado —informó con una leve mueca—. Aun así, tenemos todo bajo control.

»¿Hay algo que necesite que haga por usted, Vindaris?

—Sí. Por fortuna, el Efluvio Vital de Oorus no fue contaminado. Puedo intentar recuperarlo, pero requiero que todos se retiren.

Harax asintió con firmeza.

—Daré la orden a nuestras tropas, partiremos de inmediato —respondió al instante, lanzándole una ojeada con preocupación—. ¿Usted nos alcanzará o prefiere que le haga compañía?

—Iré tan pronto como termine aquí y me recupere, Capitán Harax —confirmó Syrei sin titubear—. Reagrupa a las unidades que nos acompañaron y envíalas de regreso a sus respectivos mundos, que descansen antes de partir. Informa a los nativos Ooruros sobre mi decisión; se quedarán en Sarxas algunas jornadas.

El Capitán volvió a asentir y se preparó para cumplir con las instrucciones encomendadas.

—Nos vemos en Sarxas —pronunciaron al unísono.

El Capitán General efectuó una deferente reverencia hacia el Raaja y se retiró con las tropas, los nativos y los prisioneros.

—¡Partiremos en diez minutos, prepárense! —anunció Harax con autoridad.

Syrei esbozó una sonrisa y, a continuación, regresó junto a Dorak.

Debido a que no tenía ningún tipo de apuro, su marcha era acompasada. Además, de esa manera también le daría tiempo a la Resistencia de marcharse. Así, al alcanzar las afueras de Fharje, se detuvo al costado del Ser de Luz.

Cruzó los brazos sobre el pecho y se puso en posición de cuclillas.

—Listo —anunció Syrei con un delgado hilo de voz.

Los luceros carmesíes de Dorak se posaron en los añiles que el Titán ostentaba, delineó una alegre mueca, a la par que extendía la zurda hacia delante. Tal acción provocó que un cetro —forjado en phazite— de labrado exquisito apareciera frente a él. Lo sostuvo al instante y golpeó el suelo con ímpetu, enterrando una pequeña fracción de este en la tierra.

Una grieta se empezó a expandir. El mundo se estremeció, provocando una corriente exorbitante de Ha recorriera los rincones más recónditos de terreno, desde la superficie hasta el núcleo vital.

Syrei se sentó para no perder el equilibrio.

Minutos posteriores, contempló —maravillado— el espectáculo que Oorus ofrecía: exuberantes praderas cubiertas de un verde vigoroso se extendían hasta la lejanía, adornadas con cambiantes campos de radiantes capullos que se mecían al compás del viento. Empero, el semblante se le oscureció al distinguir a Dorak caer de rodillas en el suelo, luchando por controlar su agitado aliento.

Con premura, extendió la diestra hacia él.

—¿Se encuentra bien? —indagó en voz baja—. ¿Fue demasiado esfuerzo?

—Estoy bien, vyakt. —Dorak se colocó de pie con suma dificultad, apoyándose en la mano ajena.

—Debe cuidarse y no exigirse más de lo que puede dar, Raaja Dorak.

—Estoy bien —repitió el referido en un tono gentil. Segundos posteriores, tras examinar el semblante rígido del coloso con detenimiento, enarcó una ceja y preguntó—: ¿Quieres compartir lo que te perturba?

El mutismo se apoderó del entorno.

Syrei se lamió los labios durante unos interminables y tensos segundos. Pasó saliva por la garganta al sentir una avalancha de pensamientos que lo inundaban. A pesar de que muchas de sus dudas habían sido respondidas desde el primer día que se conocieron, existían otras tantas que no sabía por dónde comenzar.

Aun así, se esforzó por hacerlo.

—Los Oscuros continúan expandiéndose y los Caelestis no son precisamente una ayuda para nadie; su presencia empeora más la situación —musitó Syrei en un tono de voz apagado, con la vista fija en el horizonte—. Es cierto que las razas del Na'Farko, que han sido marginadas por el Círculo Supremo, se unen a nuestra causa, pero siguen siendo seres humanos, Raaja Dorak. No son Titanes.

»Están contaminados y no resistirán tanto. Están muriendo, y siento que, de alguna manera, parte de la culpa recae sobre mí.

Dorak percibió miedo en aquellos luceros.

—Es normal sentir culpa, pero no podemos cargar con la responsabilidad de las decisiones que toman los demás, Syrei —pronunció el Ser de Luz con una calma que estremeció al Titán. Inclinó la cabeza e hizo desaparecer el cetro en el aire en un elegante gesto—. Todos aquellos que apoyan al Círculo Supremo, los Oscuros o los Caelestis, son conscientes de los riesgos que conlleva estar en su contra.

»Como Raaja, nuestro deber es proteger a quienes que están bajo nuestra guía, pero no podemos obligarlos a actuar de una determinada manera.

El corazón Syrei latió con frenesí y su semblante se oscureció. Sabía que su acompañante tenía razón, pero, aun así, odiaba esa sensación que lo embargaba.

—Las dudas que te acosan también me asaltaron. De hecho, aún lo hacen —prosiguió de la misma manera, sin apartar la contemplación de él—. Si permanecemos en este camino, haciendo lo que estamos haciendo y avanzamos, el futuro del Na'Farko estará lleno de luz. Tan sólo tenemos que lograr que los Oscuros, los Caelestis y el Círculo Supremo cedan a su debido momento.

—¿Y cuándo estima que eso sucederá? —cuestionó el soberano de Sarxas, su voz salió con un ligero titubeo—. No tengo ninguna duda de que mi pueblo puede resistir hasta el final de los tiempos, Raaja Dorak, así es nuestra estirpe. Pero, ¿qué será de las otras razas del Na'Farko? ¿En verdad considera que podrán aguantar de la misma manera sin desmoronarse antes que nosotros?

»¡Morirán en condiciones desesperantes! No puedo... —corrigió—, no podemos permitir que eso ocurra.

—Quizá no ostentemos un linaje atávico como el de ustedes, pero los seres humanos también sabemos afrontar la adversidad, Syrei. No nos veas en menos. —Dorak esbozó un ligero gesto y terció la cabeza a un costado—. Cuando él venga y reclame lo que le pertenece por derecho, habrá certezas de un mañana lleno de luz y esperanza para el Na'Farko. El equilibrio se restablecerá.

»Debemos ser pacientes y cumplir con nuestros deberes.

—¿Él? —Syrei arqueó una ceja—. ¿De quién habla?

—De alguien que te recordará a mí.

El Titán soltó un dócil vaho de aliento, y luego se frotó el tabique de la nariz bajo la atenta mirada del Raaja del extinto reino de Aurora.

—Ah, ¿por qué se expresa de la misma forma en la que papá solía decir que el Gran Raaja Kihen lo hacía?

Una ronca carcajada emergió de la garganta de Dorak sin poder evitarlo.

—Supongo que fue una de las cosas que aprendí de él —destacó. Dio una profunda inhalación antes de proseguir—: ¿Alguna vez tuviste la oportunidad de conocerlo en persona? ¿Experimentaste su bondad o su gentileza al hablar?

Syrei lanzó una ojeada fugaz de soslayo al mayor.

Acto seguido, se deleitó con el agradable entorno que los rodeaba. Estar junto a Dorak era sentirse envuelto en una paz indescriptible, una sensación similar a la que emitía la presencia del Gran Raaja Kihen en vida.

—Recuerdo haberlo visto un par de veces cuando era niño; solía reunirse con mi padre a finales de cada trimestre —respondió Syrei con un amplio gesto—. Empero, hubo un día en particular en el que se acercó a mí en las afueras de Xajar. Me sonrió y me dijo que mi padre era un hombre excepcional y que, sin importar lo que sucediera con él, nunca lo olvidara.

—Él siempre tenía la confianza en que todos eran personas maravillosas, con un futuro prometedor por delante —corroboró el Ser de Luz, su voz denoto un matiz de nostalgia.

—¿Incluso Kiehr y Kynar?

—Especialmente ellos —contestó Dorak sin dudar.

Syrei esbozó una ligera mueca, sin molestarse en disimularla.

—Sé que es duro ahora, pero valdrá la pena en el futuro —añadió el Raaja de Aurora con calma, colocándose de pie junto a su compañero—. Las vidas que se han perdido no han sido en vano. Los Oscuros y los Caelestis caerán junto con el régimen del Gran Raaja Kiehr, pero hay que tener paciencia y no dejar de forjar el camino que debemos recorrer.

—Ese título le queda demasiado grande a alguien tan egoísta como Kiehr —farfulló, desviando el rostro—. Me sorprende que siga refiriéndose a él de esa forma; ¿por qué lo hace?

—Porque es su título —enfatizó—. Se lo merece más que nadie.

—¿Merecerlo? —Syrei resopló, incrédulo—. ¡Es un drokarn genocida! Me he esforzado por comprender sus razones, por encontrar algún atisbo de justificación en sus absurdas acciones, mas no puedo —manifestó, llevando una mano hacia la sien en señal de frustración—. ¿Cómo alguien es capaz de causar tanto sufrimiento y destrucción en aras de su propio poder y ambición, aún más a su propia raza, puede merecer un título tan prestigioso?

—Syrei...

La mirada carmesí suplicante del Ser de Luz provocó que el coloso desistiera del juicio.

—Supongo que no tengo opción. Además, como diría el Raaja Saxho: «Tu lucha es mi lucha» —citó, llevando una mano empuñada al pecho e inclinándose con ligereza—. «Sé que esto es lo más apropiado para el Na'Farko y, por eso, te seguiré hasta los confines del mismo, más allá de mi propia existencia», Raaja Dorak.

Una sonrisa esperanzada adornó el rostro del mencionado. Eran las mismas palabras que Saxho pronunció al Gran Raaja Kihen.

Vyakt, Syrei —agradeció. Luego, dio un vistazo a los alrededores—. Por cierto, se está haciendo tarde, ¿no deberías marcharte? No quisiera que tu ausencia causara preocupación entre tu pueblo.

—No se preocupe. Harax se encargará en mi ausencia. Es un excelente Capitán —dijo el Titán, estirando los músculos—. Además, venir hasta aquí ha sido un riesgo considerable. Necesito asegurarme de que los enemigos no nos han seguido. Los Caelestis pueden ser bastantes acosadores a veces.

El comentario arrancó una apacible carcajada de la garganta de Dorak. A continuación, gesticuló las manos para forjar un sello de transportación. Sin dudarlo, se subió al hombro del Titán y se acomodó allí, mientras contemplaba los entornos restaurados de Oorus.

—Es asombroso ver cómo la vida regresa a este lugar —musitó Dorak, maravillado—. ¿No te parece?

—Lo es, aunque siempre entendí que no era capaz de estabilizar los Efluvios Vitales de los mundos —habló Syrei, delineó media sonrisa y arqueó una ceja—. Todavía recuerdo que fue lo primero que me dijo hace mucho tiempo, ¿por qué ahora es diferente?

Aquella pregunta martilló la cabeza del Raaja de Aurora con fuerza.

—Si supones que te engañé, no es así —respondió mientras jugaba con el anillo dorado en el dedo medio de su diestra—. Además, no lo hice. He contado con mucha ayuda en esta situación.

Syrei asumió que se refería al cetro de Kihen que el Ser de Luz portaba.

—Sería más fácil pedirle a Kynar que sane los mundos recuperados —comentó con cierta cautela—. Si tan sólo pudiéramos dar con su paradero...

El semblante de Dorak se ensombreció por un soplo fugaz que no pasó desapercibido para el Titán, pero se recompuso y negó con rapidez.

Incluso si él pudiera conseguirlo, su intervención podría desencadenar una sucesión de eventos indeseados, lo sabían. Además, el Círculo Supremo estaba atento a cualquier actividad sospechosa y no dudarían en tomar represalias contra la Resistencia si Kynar los ayudaba.

—Nuestra estrategia debe ser cuidadosa y discreta para evitar confrontaciones innecesarias—recalcó, con un toque de ánimo—. Incluso nos meteríamos en graves aprietos con los Oscuros o los Caelestis debido a la recompensa por su cabeza.

—Ustedes dos deberían descansar —aseveró el Titán mientras se colocaba de pie, sin prestar atención al comentario—. Sabe que puede visitar Sarxas cuando guste, siempre será bienvenido.

Vyakt, Syrei, lo consideraré.

Dorak se levantó y bajó de un salto hacia la mano extendida del contrario, quien la dirigió hacia una edificación intacta. Se quedó allí.

—Estoy para servir. Dígame, ¿hay algún mundo al que debamos ir? —indagó con un tono curioso—. Supongo que tendremos que movilizarnos lo más pronto que nos sea posible. No sería prudente quedarnos rezagados con los demás reinos y razas.

—Sí; los Caelestis intentarán, por todos sus medios, someter a la Raanee de Liafer. Pretenden debilitar sus fuerzas para forzarla a ceder, aunque fracasarán. Jahoe está empecinado a seguir adelante con esa idea tan absurda; ignora cuán caro le saldrá —reveló el Ser de Luz, sosegado—. Por lo tanto, podríamos centrarnos en detener a los Oscuros que se dirigirán hacia Almaxi.

—¿Almaxi? —Syrei enarcó una ceja, curioso—. ¿Cómo es posible que esos seres hayan llegado tan lejos?

—Los Almirantes de Aluxary saben muy bien cómo movilizar sus tropas lejos de los Caelestis, han aprovechado su ausencia, ustedes harán lo mismo. No podemos permitir que vayan más allá de esta constelación —indicó Dorak mientras dibujaba un patrón de sellos en el aire con un hilo de Ha—. Es fácil llegar al reino de Aurora desde Sarxas.

»Te ayudaré con la activación de sellos, ¿te parece bien?

Syrei memorizó el patrón en un par de minutos. A continuación, asintió y se despidió de Dorak antes de retornar a Sarxas.

Cruzó el resplandeciente portal que el contrario activó para él, y lo primero que divisó fue a los Titanes ayudando a nativos de otras razas que se hallaban heridos. Asimismo, no muy lejos de allí, niños Ooruros jugaban sin preocupaciones en las extensas llanuras arenosas de Xajar.

Sin más demora, se enfocó en Harax que daba órdenes a los soldados. Se acercó a ellos con pasos apresurados.

Al atisbarlo, los subordinados lo reverenciaron sin dudar.

—Capitán, ¿podemos hablar en privado?

—No es necesario que me lo pregunte, Vindaris. —Harax hizo un ademán hacia los soldados para que se retiraran. Enseguida, fue detrás del referido—. ¿En qué puedo servirle?

—El Efluvio Vital de Oorus fue estabilizado con éxito. Haremos planes para que los nativos sobrevivientes puedan regresar pronto. Es indispensable prepararlos —notificó Syrei con una ligera curvatura en los labios—. ¿Hubo abatidos?

—Sí, pero ya se encuentran estables —respondió el Capitán General mientras se alejaba hacia las afueras de la árida ciudad de Xajar—. Necesitan reposar durante dos octonarios, mínimo. Aunque no dudo de que todos lo requerimos. Sospecho que usted aún más, pero ¿por qué no luce tan cansado?

—Lo estoy —dijo el Raaja, aplacado—. ¿Bajas?

—Doce, tres de ellos fueron debido a la contaminación.

—¿Los trajeron?

—¿Y exponer a los demás? ¡Claro que no, Raaja Syrei! —Harax se detuvo y divisó al soberano con un gesto adusto en el rostro, cruzó los brazos sobre el pecho—. Tuvimos que abandonarlos en Oorus. Ni siquiera pudimos darles un sepelio digno.

El Raaja Syrei colocó una mano en el hombro del Capitán General, dejando un apretón.

—Sus muertes no serán en vano. Reorganiza nuestras fuerzas y prepara a los soldados para movilizarnos hacia Almaxi —pronunció, soltándolo—. Los Oscuros van a ir tras los mundos del antiguo reino de Aurora; no podemos permitir que se expandan.

—Pero los Caelestis...

—Estaremos bien, Jahoe buscará someter al reino de Liafer, así que no hay necesidad de prestarles demasiada atención.

—Nos tomará muchos días llegar hasta Almaxi, tal vez poco más de un octonario.

—Cuento contigo.

—¿Alguna fecha para partir?

—Cuando nuestras tropas se hayan recuperado —respondió Syrei sin dudar.

Entonces, el Capitán asintió con solidez, hizo una reverencia y se retiró de la presencia del Raaja de Sarxas.

¡Muchas gracias por su apoyo y por leer!

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